
Capítulo 3 - Realeza
♪...Say I'm cold herted
But I'm just getting started.
Got my eyes on the target now... now..,
Oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh...
Till the battle's won till kingdom come...
Oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh, oh...
I'll never run...♫
Ariel detuvo su viejo Volkswagen de un descolorido color azul, y apagó el reproductor de música mientras miraba a través de la ventanilla del auto hacia la gran casona que se alzaba ante sus ojos.
Sintió que de repente se le oprimía el corazón dentro del pecho, y los ojos le escocieron ante la avalancha de recuerdos que acudieron en tropel a su mente. Había nacido y crecido en aquella casa. Había correteado por sus pasillos en compañía de sus hermanos. Aquel había sido su refugio, su lugar seguro, hasta que renunció a él, cinco años atrás. Realmente sus padres jamás lo desterraron, como solían hacer muchos otros padres al conocer las tendencias sexuales de sus hijos. Los suyos, en cambio, se comportaron de una manera bastante civilizada, aunque quizás allí radicó el problema. No hubo gritos, golpes o reproches. Solo un horrible silencio que a Ariel le dolía más que una bofetada, más que los insultos que recibió de su hermano mayor y sus tíos. Interpretó el silencio de sus padres en aquel entonces de tantas maneras que llegó a pensar que enloquecería al no comprender por qué se negaban a dirigirle la palabra.
La iglesia adventista era tajante en cuanto a su postura ante la homosexualidad. Se trataba de un pecado gravísimo, según ellos, colocándolo en la categoría de perversiones sexuales, juntamente con el incesto y el abuso sexual a menores. Algunos imbéciles descerebrados habían llegado a afirmar que este último, estaba intrínsecamente ligado a la homosexualidad. Ariel rabiaba de celos cada vez que escuchaba aquella salvajada.
Sacudió la cabeza y miró hacia el asiento del copiloto, donde estaban las bolsas con los regalos que había comprado para sus hermanos. Suspiró pesadamente. Estaba a tiempo de dar media vuelta. Llamaría a Archie por teléfono y se disculparía con él.
Luego de cinco años de total ausencia, no sabía qué esperar. Por más que su hermano le hubiese asegurado que la familia ansiaba verle nuevamente, Ariel no podía dejar de darle vueltas a la realidad, y la realidad era que su familia era firme en sus creencias y en el cumplimiento de las doctrinas de fe, y estas eran claras al afirmar que la homosexualidad era un pecado ignominioso, repudiable a los ojos de Dios. Y él era homosexual. Vivía con otro hombre como si fuesen un matrimonio común y corriente, y no se arrepentía de ello, porque en su corazón, sentía que no estaba haciendo nada malo o censurable:
_ Esto es un error._ dijo en voz baja y se dispuso a poner en marcha nuevamente el vehículo para dar media vuelta.
La puerta de la casa se abrió de par en par y una jovencita grácil y hermosa se asomó, con una gran sonrisa en los labios:
_ ¡ESTÁ AQUÍ! ¡VINO! ¡ESTÁ AQUÍ!_ vociferó hacia el interior de la vivienda sacudiendo las manos de una manera, podría decirse, nerviosa.
Ariel volteó los ojos. Anabel no había cambiado en lo absoluto en todos esos años. Seguía igual de chillona, aunque mucho más bonita de lo que la recordaba. Vamos, su hermana se había convertido en una mujer hermosa. Viendo imposible el ejecutar su escape, habiendo sido descubierto, se limitó a tomar las bolsas y bajar del vehículo, en el mismo instante en que la chica se estampaba contra su pecho, abrazándolo con fuerza, cortándole casi la respiración:
_ Feliz cumpleaños, Anabel._ pudo decir a duras penas, sorprendido ante aquel efusivo saludo.
_ Viniste... viniste..._ repetía Anabel con la voz rasgada, sin suavizar el abrazo._ Estoy tan feliz que estés de regreso. Te extrañé tanto, hermanito.
Lo separó para mirarlo. Tenía lágrimas en los ojos azules, y sus manos ahora acariciaban las mejillas de Ariel, observándolo con fascinación._ Mírate... Ya no estás gordo... Estás guapísimo, hasta tienes músculos... ¿Haces ejercicios? Archie nos dijo que tienes novio..._ miró hacia el auto._ ¿Vino contigo?
_ No, no vino conmigo. Está de viaje por negocios._ respondió Ariel y acto seguido abrazó a su hermana._ Yo también estoy feliz de verte de nuevo.
Sintió la sonrisa en el rostro de su hermana sin necesidad de verla, pero de repente se vio apartado y recibió una lluvia de suaves puñetazos de parte de ella:
_ ¿Cómo pudiste desaparecer así, durante cinco años? Ni una llamada telefónica, ni una carta, nada. No sabíamos nada de ti, y todo este tiempo estuvimos muy preocupados sin tener noticias tuyas. Como vuelvas a hacer algo semejante te aseguro que...
Dejó de hablar al ver que Ariel no le prestaba atención. Se había quedado con la mirada fija al frente, y al voltearse, se dio cuenta del motivo. En la entrada de la casa estaban parados José Luis y Gabriela, y también Antonio y una muchacha que Ariel no conocía, pero supuso que se trataba de la famosa novia de su hermano mayor. Los cuatro lo estaban observando fijamente, y Ariel sintió que sus entrañas se contraían, porque no podía definir qué estaban considerando ellos en aquel momento.
Archie salió corriendo del interior de la casa, sonriente y feliz. Apartó a su hermana con un empujón que hizo que la muchacha protestara y lo amenazara con golpearlo, y abrazó a su hermano recién llegado, alzándolo del suelo y sacudiéndolo como una marioneta:
_ ¡Ya bájame, animal!_ intentó reír Ariel.
_ Estoy feliz de que hayas venido. Ya estaba empezando a preocuparme al no verte aparecer.
Ariel le entregó una bolsa a cada uno:
_ Feliz cumpleaños. Espero que les gusten. Realmente no tenía idea de qué podía regalarles. Después de cinco años sin vernos...
_ El mejor regalo es que estés aquí con nosotros._ dijo Anabel besándolo en la mejilla y revolviéndole los cabellos negros.
Estuvo a punto de decir algo, poniendo en dudas las palabras de su hermana. Sus padres y su hermano seguían de pie en el porche, sin moverse, con aquellos semblantes tan difíciles de leer. Como si fuera capaz de percibir lo que estaba pensando, Archie lo empujó suavemente por la espalda, invitándole a avanzar, guiándolo hacia la entrada. Anabel estaba colgada de uno de sus brazos, y caminaba también a su lado, toda emoción y sonrisas. Ariel se dejó llevar, aunque sentía las piernas como de mármol, de tan pesadas.
Se detuvieron ante los escalones que conducían al porche. Ariel alzó la mirada para enfrentar las de sus padres y tragó en seco antes de atreverse a decir:
_ Hola mamá... Hola papá...
Solo tuvo tiempo de pestañear varias veces, mientras su madre corría hacia él y lo envolvía en un abrazo mucho más fuerte que el que recibió de Anabel, y le estampaba cientos de besos en las mejillas, en la frente, en la cabeza, mientras sollozaba:
_ Mi niño... mi pequeño... Al fin estás en casa de nuevo.
Aturdido, Ariel solo atinó a alzar los brazos para corresponder al abrazo, y de repente, sin poderse contener, estalló en sollozos, que ganaron en intensidad cuando José Luis Arizmendi se acercó, y apartando con suavidad a su esposa, miró a su hijo menor a los ojos, y alargó una mano para acariciarle la cabeza, y luego lo atrajo suavemente para abrazarlo, mientras le decía en voz baja y profunda:
_ Bienvenido a casa, hijo mío... Bienvenido a tu hogar.
******************
Sentado en la sala de estar, Ariel charlaba animadamente con Regina, la novia de su hermano Antonio. Los gemelos exhibían orgullosamente los regalos que habían recibido de su parte. Archie se había puesto la hermosa corbata de seda azul al cuello de la camisa, y Anabel lucía el elegante vestido azul celeste que combinaba maravillosamente con el color de sus ojos.
Archie no se había equivocado al catalogar a Regina como alguien muy especial. La novia de Antonio realmente era una joven simpática y parecía no tener ningún problema con el hecho de tener un cuñado gay, algo que no podía decir de su propio hermano, quien apenas se había dignado a saludarlo secamente, y cuando lo abrazó, fue apenas un rápido roce que cortó de inmediato, como si tuviera miedo contagiarse de una enfermedad repulsiva.
Ariel se convenció a sí mismo de no permitir que su hermano mayor le echara a perder el hermoso momento que acababa de vivir. Sus padres lo habían aceptado, le habían dado la bienvenida, le habían abierto los brazos como lo que era, un hijo más de la familia, y eso no tenía comparación. Si Antonio quería ser el estúpido arrogante con un palo de escoba atorado en el culo, siendo o presumiendo de ser más cristiano que nadie y sintiéndose con el derecho de juzgarlo y rechazarlo, pues era su problema. Por lo menos, su novia era mejor persona que él en ese sentido, y mucho mejor cristiana también.
Regina se había mudado alrededor de dos años antes a New Heaven con su familia. Su padre era médico y le habían transferido bajo el cargo de jefe del departamento de cardiología. Regina y Antonio se habían conocido en el seminario, estudiando Teología:
_ No puedo decir que fue amor a primera vista,_ bromeó la joven apartándose un rizo y oscuro mechón de cabellos de su bello rostro._ porque nadie en su sano juicio se enamoraría de Antonio solo de verlo. OK, admito que es un hombre muy guapo. Todos los chicos en esta familia por lo visto lo son, pero su carácter en ocasiones apesta.
_ Por eso es que me caes tan bien._ sonrió Archie mientras se despatarraba sobre el sofá, corriendo un brazo sobre los hombros de Ariel. Anabel estaba sentada del otro lado, sosteniéndole una mano de forma cariñosamente posesiva._ Todavía es que me pregunto qué hace una chica tan encantadora como tú con un amargado mojigato como mi hermano mayor. No tiene lógica.
Regina rompió a reír:
_ Es complicado de explicar. De hecho, ni yo misma consigo entenderlo del todo... Pero no hablemos más de mí._ alargó una mano para darle unos golpecitos a Ariel en la rodilla más cercana a ella._ Conozcamos mejor a quien le ha robado el foco de atención incluso a los homenajeados de esta noche.
Ariel se atragantó con un sorbo del refresco que estaba bebiendo de un vaso:
_ Oh, no hay mucho que decir.
Sus hermanos lo miraron con escepticismo:
_ ¿En serio?_ dijo Anabel enarcando una ceja._ Llevas cinco años fuera de casa, vives en la ciudad... ¡Por supuesto que tienes mucho que contarnos! ¡Obviamente tu vida es más interesante que la nuestra!
Archie esbozó una sonrisita sarcástica:
_ Que mamá no te oiga hablar así. Pensará que quieres irte de parranda. Creo que con un hijo rebelde tiene más que suficiente.
_ ¿A qué te dedicas, Ariel?_ preguntó Regina.
Ariel alzó un poco los hombros y tomó un respiro profundo:
_ Bueno, pues, me gradué de enfermería y trabajo en el St. Luke's Hospital, uno de los mejores hospitales de la ciudad.
_ Regina,_ intervino Archie._ ¿sabías que mi hermanito aplicó para la universidad de medicina y a última hora desistió de matricularse?
_ ¿De verdad?_ casi exclamó Regina mirando a Ariel con curiosidad.
_ No lo digas así, como si hubiera cometido el mayor error de mi vida._ reprochó Ariel a su hermano.
_ Es que visto por cualquier persona cuerda, fue un error garrafal... ¿Quién renuncia a una carrera de medicina para estudiar enfermería?
_ Oye, la enfermería es una rama muy hermosa de la medicina, y muy subvalorada también.
_ Estoy de acuerdo con Ariel,_ dijo Regina tranquilamente._ considero que el personal de enfermería es tan importante como los médicos en sí. Cuando lo analizas desde un punto de vista realista, los enfermeros y enfermeras trabajan incluso más que los mismos médicos. Ellos son los que velan directamente por el tratamiento de los pacientes, limpian y recogen sus deposiciones y están presentes en primera línea. Y a veces ni siquiera reciben un agradecimiento por ello. Todo el mérito se lo llevan los doctores.
Ariel lanzó una mirada suficiente a su hermano:
_ Ella me entiende.
Archie volteó los ojos:
_ Agh... No puedo creerlo. Llevan de conocerse solo... ¿Cuánto tiempo? ¿Quince minutos, veinte?... Y ya se hacen trencitas uno a la otra.
_ No seas envidioso._ se burló Anabel.
Gabriela se aproximó con una bandeja de deliciosos aperitivos que colocó encima de la mesita de centro. Ariel sonrió al ver la expresión radiante en el rostro de su madre. Era justo como la recordaba, hacendosa, dedicada por entero a su familia:
_ Mamá no tenías porqué molestarte._ señaló Anabel._ Además, ya casi vamos a cenar.
_ Tonterías._ sonrió Gabriela._ conociendo a tu hermano Archie, él se zampará solo esa bandeja, comerá en la cena y pedirá servirse otro plato, estoy segura.
_ Por favor,_ resopló Archie,_ quisiera poder sentirme merecedor del crédito, pero me queda claro que todo este derroche de atenciones no es por Anabel o por mí. Es por el hijo pródigo que ha vuelto a casa.
Y apuntó a Ariel con un gesto de cabeza. Gabriela se inclinó sobre el menor de sus hijos para besarle en la frente:
_ ¿Y si así fuera? ¿No tengo derecho a estar feliz de que mi pequeño haya regresado a casa después de tanto tiempo? A ustedes dos siempre los tengo revoloteando cerca, pero a mi niño llevaba años sin verlo, sin saber de él.
La voz se le estranguló levemente. Respiró hondo y sonrió a pesar de las lágrimas que brillaban en sus ojos:
_ Hoy es un día de doble celebración, y nadie puede reprocharme el querer apapachar a mi pequeño ángel.
_ ¡Mamá...!_ casi chilló Ariel.
_ Vaya,_ se burló Archie._ de haber sabido que ibas a quitarme el protagonismo por mi cumpleaños, no te habría insistido para que regresaras.
_ ¡Archie...!_ protestó Anabel y le arrojó un cojín a la cabeza.
_ ¿Qué? Es la verdad. Mamá y papá se han olvidado de nosotros desde que el sirenito apareció.
_ ¿Sirenito?_ repitió Regina con una mueca burlona.
Una sonrisa pícara floreció en la boca de Archie:
_ Ah si, Regina. Es algo que no sabes. A mi hermano siempre lo apodaron el sirenito, ya sabes, por su nombre y la película animada de La Sirenita.
_ ¿En serio tenías que decirlo? ¡Eres insufrible!_ exclamó Ariel y acto seguido se armó con otro de los cojines del sofá y la emprendió a golpes contra Archie. Anabel, por su parte tomó el que le había arrojado minutos antes y también se unió a la pelea, mientras Gabriela los regañaba, pidiéndoles que se comportaran debidamente frente a Regina. En el fondo, estaba feliz de que su hogar volviera a llenarse de risas y gritos de peleas de hermanos. Gabriela Arizmendi estaba feliz de tener nuevamente bajo su techo a todo su clan:
_ ¿Qué va a pensar Regina de ustedes viéndolos comportarse como un montón de salvajes?
_ No se preocupe por mí Gabriela,_ sonrió la muchacha._ Me encanta ver a sus hijos retozar de esa forma. Yo no tuve la dicha de tener hermanos.
_ Pues que suerte la que tuviste._ dijo Ariel.
Antes de que Gabriela pudiera requerirle, Regina continuó:
_ De hecho, el que yo hubiera nacido fue todo un milagro de parte de Dios para con mis padres, quienes supuestamente ya habían sido convencidos de que no podrían tener hijos.
_ Lo que demuestra una vez más, que para Dios nada es imposible._ sentenció Gabriela.
Ariel y sus hermanos dejaron de jugar, y el joven preguntó:
_ Mamá... ¿Y mi papá dónde está? ¿Por qué no está aquí con nosotros? ¿Y Antonio?
Gabriela se rascó la ceja derecha con el meñique de la misma mano, y Ariel supo de inmediato que algo no iba del todo bien. Si conocía a su madre, sabía perfectamente que aquel simple gesto era una señal de que había algo que le costaba decir, algo que no era para nada bueno. Y ya se imaginaba de qué se trataba. Si su padre y su hermano mayor no estaban con ellos en ese momento, alguna razón de peso tendría que haber. Y la razón, obviamente, era él. Gabriela se esforzó en sonreír, diciendo:
_ Deben estar en el estudio revisando facturas de la empresa. Tu abuela se ha empeñado en hacer una auditoría y tiene a tu padre y a tus tíos corriendo como locos. Iré a decirle que deje el trabajo para mañana y se nos una. Hoy es noche de fiesta, para que estemos juntos, en familia.
Y se dio prisa en salir del salón, donde reinó el silencio durante unos segundos, un silencio incómodo y pesado que ninguno de los presentes parecía dispuesto a romper, hasta que Ariel se puso en pie:
_ ¿Dónde vas?_ se dio prisa en preguntar Anabel, demasiado preocupada en su tono de voz.
_ A la cocina. Me apetece tomar un vaso de agua.
_ Voy contigo._ y la joven se puso de pie, dispuesta a acompañarlo.
_ Anabel, el que haya estado ausente de acá por cinco años, no significa que no recuerde donde está la cocina. Puedo ir yo solo, no te preocupes.
No muy convencida, Anabel lo observó alejarse. Ariel salió del salón, pero se detuvo, oculto tras la pared, y alcanzó a escuchar las voces sigilosas de sus hermanos y la de Regina:
_ ¿Se habrá dado cuenta?_ preguntó Anabel con inquietud.
_ Solo un imbécil no lo haría, y Ariel no es para nada un imbécil. Siempre fue el más perceptivo de los cuatro._ rezongó Archie._ Claro que tiene que haberse dado cuenta que papá debe estar jalándole las orejas a Antonio por comportarse como un idiota. No puedo creer que apenas le haya dirigido la palabra a Ariel. O sea, siempre he sabido que es un pretencioso estúpido, pero nunca imaginé que lo fuera tanto.
_ No seas tan duro con tu hermano._ señaló Regina pausadamente._ Para él está siendo muy difícil todo esto.
_ ¿Y para nosotros no?_ protestó Anabel._ Nuestra familia se rompió el día que Ariel se marchó, y creo que Dios nos ha dado la oportunidad de reconstruirla, y si por culpa de tu novio, mi hermanito se vuelve a marchar por demasiado tiempo, nunca se lo perdonaré a Antonio.
Ariel no quiso seguir escuchando. Le pareció infantil estar agazapado junto a una pared, espiando a otros hablar sobre él. Bueno, no sobre él exactamente, pero sí de alguien cuyo proceder era por su causa precisamente.
De nuevo le asaltó aquella idea de haber cometido un gran error al aceptar la invitación de Archie y regresar a la casa familiar... ¿En qué había estado pensando? Había sido demasiado ingenuo de su parte creer que sería aceptado así sin más. Antonio jamás lo vería como un hermano de nuevo. De niños nunca habían sido muy cercanos, y ahora de grande, después de todos los años de separación y con el modo de vida tan diferente de ambos, era natural que la grieta existente se hubiese convertido en un abismo infranqueable.
Se sirvió un vaso de agua que bebió solo hasta la mitad. Realmente no tenía sed. Solo había usado aquella justificación para salir de la sala y evitar las miradas incómodas. Tanteó la posibilidad de escabullirse por la puerta del fondo de la cocina. Había visto a sus padres, a Archie y a Anabel, y había conocido a Regina, una joven encantadora en verdad. Y había visto a Antonio. En fin, todos estaban bien, sanos, saludables. No tenía nada más que hacer en aquel sitio que alguna vez fue su hogar, pero ya no más:
_ Con que aquí estás,_ interrumpió su madre sus pensamientos entrando a la cocina y dirigiéndose al horno para sacar el guiso._ me preocupé cuando regresé a la sala y no te vi. Temí que te hubieras escabullido sin siquiera despedirte.
Ariel forzó una sonrisa, maldiciendo su mala suerte. Gabriela lo miró unos segundos, transcurridos los cuales, fue hasta él y le acarició las mejillas, besándolo en la frente:
_ Estoy infinitamente agradecida a Dios por haberme permitido verte de nuevo. No eres capaz de imaginar la angustia que he sentido todos estos años, sin saber nada de ti. Tú... tú simplemente hiciste tus maletas y te fuiste, así sin más.
Ariel carraspeó y se encogió de brazos sobre el pecho:
_ No quería ser una molestia ni una vergüenza para nadie.
_ ¿Molestia para quién? ¿Vergüenza para quién? ¿Para mí? ¡Ariel! ¡Soy tu madre!
El semblante de Ariel se endureció, al igual que su voz y su mirada:
_ Lo sé, pero también sé que no serías la primera ni la última en desterrar a su propio hijo al enterarse de que es homosexual. Créeme, mamá. Si algo he aprendido en todos estos años lejos de aquí, es que he conocido personas como yo, a las que le han sucedido cosas realmente malas, viniendo incluso de familias muy religiosas y aparentemente consagradas a Dios.
Gabriela se pellizcó el labio inferior con los dientes:
_ Pareces que sintieras alguna clase de resentimiento contra nosotros.
Ariel se apartó de su madre y se dirigió hacia la puerta del fondo. Se quedó mirando la madera por un breve lapso de tiempo antes de decir, sin voltearse a mirar a Gabriela:
_ Apenas había cumplido los dieciocho años, mamá. Algunos quizás piensen que ya era un adulto, en el sentido legal, pero yo me sentía todavía como un niño. Un niño que estaba experimentando demasiadas cosas, y no sabía cómo afrontarlas, con quién hablarlas.
_ Tú padre y yo siempre les dimos confianza para que se acercaran y nos hablaran de lo que fuera.
Ariel se volvió con rapidez:
_ ¡No de algo como esto! Pararte ante tus padres y decirles: Mamá, papá, soy homosexual. Me gustan los hombres. No hay un manual que te prepare para algo así, que te diga de dónde sacar el valor para decir la verdad, para mostrarte como eres por primera vez en la vida. Ni mucho menos que te prepare para cómo habrá de reaccionar tu familia al saberlo.
_ Ariel, cariño... Si tan solo nos hubieras dado tiempo para... ¡Tú solo desapareciste! ¡Nos dejaste atrás y te fuiste! ¡No se te ocurrió siquiera darnos un margen para...!
_ ¿Para qué, mamá?_ preguntó Ariel con amargura._ ¿Para atiborrarme de citas bíblicas que me recuerden que ser gay está mal? ¿Qué Dios nos odia por la vida que llevamos? ¿Un margen de tiempo para qué? ¿Para haberme enviado a algún campamento infernal de esos en los que me someterían a terapia de conversión para sacarme la homosexualidad sin medir consecuencias?
Se aproximó a su madre, mirándola fijamente a los ojos:
_ ¿Tienes idea de lo que le hacen a la gente en esos campamentos, mamá? ¿A los horrores a los que los someten? Quien te diga que esas terapias son efectivas solo te está mintiendo. La homosexualidad no se cura ¿Y te digo por qué no? Pues porque no es una jodida enfermedad..._ ni siquiera le importó estar siendo grosero delante de su madre. Estaban teniendo la plática que nunca tuvieron, que tenían pendiente desde hacía cinco años._ Entonces... Dices que yo solo me fui... ¿Te digo el porqué lo hice, mamá? Porque sabía de sobra cuáles serían mis opciones. Era cambiar, o mejor dicho, fingir que cambiaba y vivir una vida de mentiras e hipocresías; o, en todo caso, tener que marcharme de todas maneras, porque papá de seguro no toleraría a un gay viviendo bajo su mismo techo.
_ Estás siendo demasiado duro con tu padre. Lo estás juzgando y...
_ ¿Y no es lo que han hecho ustedes conmigo desde que los reuní hace cinco años y salí del closet? Porque recuerdo perfectamente lo escandalizados que estaban los hermanos de papá, y tu propia hermana, la tía Fabiola, montó todo un teatro y recuerdo que hasta estuvo a punto de desmayarse y todo. Antonio me humilló, llegando a decir que yo era la vergüenza de esta familia.
_ Tu hermano estaba tan sorprendido como todos, no medía sus palabras.
_ Dijo lo que quería decir, mamá. No lo justifiques._ cortó Ariel de modo tajante._ Yo siempre supe que cuando les dijera la verdad sobre mí, no sería fácil, pero esperaba, no sé... en mi ingenuidad tenía la esperanza de que fuera de otro modo. De que, a pesar de ser una familia perfectamente devota y cristiana, pensarían más en mí como persona, como un ser humano, como un hijo, un hermano, un sobrino, y no en mi supuesto pecado, que es lo único que todos ven en mí.
_ Ariel, cariño, no hables así._ suplicó Gabriela aferrándose a los brazos de su hijo, con los ojos anegados en lágrimas._ Tú... nosotros... Fue difícil... No te imaginas cuánto... Aún lo es...
_ ¿Y por qué tiene que ser así?_ preguntó Ariel con desesperación._ ¿Por qué es tan difícil de entender que yo pueda amar a un hombre con la misma intensidad y la misma pasión que Antonio y Archie aman a una mujer?
_ ¡Porque Dios condena un acto así! ¡Y no está bien!
Gabriela se cubrió la boca en cuanto dijo aquellas palabras, consciente de que había dicho algo que no debía haber pronunciado, no frente a su hijo, no en ese momento en que debían estar celebrando, recuperando el tiempo perdido. Ya habría otras oportunidades de intentar salvar el alma de su pequeño. Lo tenía enfrente, lo tenía nuevamente en casa, era lo único que debía importarle, en vez de estar haciéndole reproches. Reproches como aquel, que hizo que Ariel dejara caer los brazos pesadamente. Su rostro estaba inexpresivo, aunque sus labios temblaron ligeramente:
_ Si, supongo que eso resume todo y hace las cosas más fáciles. Archie quería que trajera a mi novio a la celebración. Llevamos tres años juntos, y nos va muy bien. Me alegro de que haya estado en viaje de negocios, aunque de no haber sido así, dudo que me hubiese decidido a invitarlo y someterlo a algo como esto.
Y señaló todo su entorno. Gabriela intentó cerrar la distancia entre ambos, totalmente arrepentida:
_ Cariño, discúlpame, no quise hablarte así... Eso no fue lo que quise decir.
Ariel soltó una risita burlona:
_ ¿Por qué siempre la gente usa la misma expresión? Eso no fue lo que quise decir... ¿Y entonces por qué decirlo? De nada valen las disculpas después que la lengua se desata y brotan las palabras. El ser humano debe aprender de una vez a ser dueño de su silencio, y esclavo de lo que dice.
Abrazó a su madre escuetamente y se soltó con rapidez. Estaba a punto de romper a llorar, pero se repitió una y otra vez el estribillo de la canción que había seleccionado aquella mañana:
♪...'Cause I'm taking the world you'll see.
They'll be calling me, calling me,
They'll be calling me royalty...♫
Si. Era un jodido príncipe, de la más alta realeza humana: los que se aman y respetan a sí mismos y se sienten satisfechos de lo que han logrado gracias a su propio esfuerzo, defecándose en las opiniones y criterios de quienes les rodeaban y se empeñaban en hacerles dudar. Eres valioso, eres importante, eres perfecto tal como eres. Eres un jodido príncipe de la más absoluta y jodida realeza, se repitió una y otra vez, y como tal se comportaría, haciendo acopio de toda sangre fría y dignidad. Orgulloso de la persona que era, de la persona en la que se había convertido, y nadie le haría sentirse mal por ello, ni despreciable, ni mucho menos, indigno. Ni siquiera su propia madre con sus reproches:
_ Fue hermoso volverlos a ver a todos, de verdad. Por favor, discúlpame con los gemelos. Dile a Archie que lo llamaré en cuanto pueda.
Quiso marcharse, saliendo por la puerta trasera, pero su madre lo retuvo por un brazo, aferrándose a él casi con desesperación:
_ Ariel por favor no. No te vayas. Apenas acabas de regresar... Ni siquiera hemos hablado debidamente.
_ Mamá, después de esta plática, creo que ya todo está dicho. Aspirar a algo más, sería masoquismo de ambas partes. Mejor dejemos todo como está. Será lo mejor.
_ ¿Qué hacen aquí en la cocina cuando todos estamos en la sala echándolos de menos?
La irrupción de José Luis hizo que ambos reaccionaran, tratando de fingir que solo charlaban tranquilamente. Gabriela se las agenció para secar las lágrimas de sus ojos con impresionante rapidez y mostrar una sonrisa luminosa. Ariel no se esforzó mucho, simplemente cruzó los brazos sobre el pecho y se quedó mirando a Antonio, que se había quedado de pie, recostado al dintel de la puerta. José Luis fue hasta su hijo menor y lo abrazó:
_ Tenemos mucho de qué hablar. Hay tanto de lo que ponernos al día, supongo.
_ Pero después de cenar..._ se dio prisa en interrumpir Gabriela._ O mañana... Imagino que no te marcharás tan tarde. Manejar de noche por esas carreteras es un verdadero peligro. Tu habitación sigue donde mismo, solo tengo que prepararla en un dos por tres y listo... ¡Ya está! Te quedarás a dormir esta noche en casa.
Ariel parpadeó confundido... ¿En qué momento las cosas habían tomado semejante rumbo? Estaba a punto de replicar, decir que al otro día debía ir a trabajar, y más aún, que no tenía intenciones de permanecer un segundo más en aquella casa, tomando parte en un juego sádico de apariencias, pero Gabriela se puso a corretear por la cocina y ordenó a su esposo:
_ Cariño... ¿Me ayudas a poner la mesa?
José Luis tardó unos segundos en darse cuenta en la intención implícita en la petición. Ariel lo captó de inmediato. Querían dejarlo a solas con Antonio, para que resolvieran su situación. Lo que le faltaba. Como si hubiera algo que resolver. Bien, solo esperaba que Antonio no fuera a venirle con algún sermón porque sería demasiado y lo dejaría hablando solo.
El silencio en la cocina era apabullante. Ariel se dijo a sí mismo que no aguardaría otro segundo a que uno de los dos se decidiera a hablar. Contaría mentalmente hasta tres, y si en ese trance su hermano mayor no abría la boca para decir lo que fuese, daría media vuelta y no volverían a verle nunca más. Bien, uno... dos... y...
_ ¿Cómo te va?
La pregunta de Antonio detuvo sus intenciones. Suspiró y se recostó al lavavajillas:
_ No me quejo.
_ Bajaste de peso.
_ Si, me sometí a dieta en cuanto llegué a la ciudad. No fue fácil pero lo conseguí. Ahora vivo cuidando muchísimo lo que como y evito los dulces y la comida chatarra.
_ Archie nos dijo que eres enfermero.
_ Así es.
Percibió una mueca ligerísima en los labios de su hermano, pero decidió ignorarlo:
_ Es difícil imaginarte de enfermero cuando pudiste haber sido un médico prestigioso.
_ Me gusta lo que hago. Estoy satisfecho de mi profesión, y lo mejor de todo es que me siento útil y ayudo a muchas personas, lo creas o no.
Antonio avanzó hacia el centro de la estancia. Ni siquiera se atrevía a mirar a Ariel a los ojos, que permanecían semi caídos, distantes:
_ ¿Vives con alguien? Quiero decir... si estás en una...
_ ¿Relación?_ terminó Ariel la frase al percatarse de que su hermano no sabía cómo referirse a su situación amorosa._ Si, llevo tres años viviendo con un hombre. Nos queremos, nos llevamos bien, nos cuidamos mutuamente. Quizás te cueste asimilarlo, pero...
_ No he dicho nada._ le interrumpió Antonio abruptamente, sus manos aferradas al borde de la encimera, a la que se había recostado.
Ariel frunció los labios. Estaba harto de toda esa mierda pasivo-agresiva de su hermano. Las oleadas de incomodidad que recibía de él eran peor que un tsunami y lo devastaban emocionalmente cada vez más. Mientras más rápido acabara con todo aquello, mejor para todos:
_ Antonio, no te tortures más. No tenemos que hacer esto.
_ ¿Hacer qué?
_ Pues esto, lo que sea que está pasando ahora mismo. Estoy consciente de que mi presencia te incomoda.
Su hermano mayor palideció. Quizás pensó por un momento que sus emociones no eran tan fáciles de leer:
_ ¿De dónde sacas que...?
_ Por favor, hablemos con sinceridad... ¿si? Es obvio que tienes problemas conmigo, con lo que soy o represento. Pero no te preocupes. Justo cuando llegaron papá y tú, le decía a mamá que me iba, y no he cambiado de idea.
El semblante de Antonio se endureció:
_ No puedes irte ahora. Todos pensarán que te hice o dije algo que empujó que te marcharas.
Ariel sonrió con sarcasmo:
_ Ah, no te preocupes. Si quieres puedo dejar una nota donde te eximo de toda culpa. Así nadie pensará mal de ti, si es lo que tanto te preocupa.
Antonio cerró la distancia entre ambos. Ahora sí sus ojos, muy similares a los de Ariel en el color ambarino y la profundidad de los mismos, estaban fijos en la figura de su hermano:
_ ¿Crees que puedes aparecerte después de cinco años y esperar que todos finjamos que nada pasó? ¿Qué todo está bien? ¿No te has puesto a pensar ni por un segundo lo difícil que fue la vida para todos cuando decidiste largarte y lanzarlo todo a la mierda?
_ No tengo idea. Por favor, ilústrame._ respondió Ariel con mucha calma.
_ ¿Es un juego para ti, verdad? Nunca te importó nada. Es que ni siquiera me sorprendió cuando nos dejaste en vergüenza, huyendo de la iglesia el mismo día de tu bautismo... ¿Tienes alguna idea de lo que tuvimos que enfrentar durante meses, ¡años!, por tu escenita?
_ Me imagino. La tía Juana y la tía Fabiola tuvieron mucho de lo que hablar con las otras cacatúas chismosas de esa iglesia.
Antonio descargó un puñetazo sobre la encimera:
_ ¡Hablo en serio, Ariel! ¡Y luego no te bastó y te declaraste abiertamente gay!
_ ¡Yo no me declaré abiertamente gay!_ negó Ariel empezando a dar rienda suelta a su enfado._ Tuve la decencia de abrir mi corazón a mi familia. Y quizás ese fue mi error, haber incluido a toda la familia. Fue la tía Juana quien se encargó de regar la noticia por todo New Heaven... ¿O ya lo olvidaste?
_ ¡Como haya sido!_ bramó Antonio sacudiendo la cabeza como un burro obstinado._ ¡La cuestión es que manchaste la reputación de nuestra familia!
_ ¿Y eso es lo único que te importa? ¿La famosa reputación de esta familia? ¿Te digo algo curioso? Esta familia lleva años de suciedad, sin que yo haya tenido nada que ver en ello... No, no me mires así. Si en una familia sus hermanos viven emulando y compitiendo a ver quien supera al otro; si son capaces de echar por tierra la reputación de un miembro solo por el placer de destrozarlo; si constantemente hablan mal unos de otros y se desean cosas aún peores; dudo mucho que esa familia tenga una reputación que salvaguardar. Es más, ni siquiera sé si el concepto de familia le queda.
Antonio boqueó unos segundos antes de poder tomar nuevamente la palabra, esta vez con más bríos:
_ ¡Ni siquiera sé de lo que estás hablando y no entiendo qué es lo que tiene que ver todo eso que has dicho con nuestra conversación! Lo que necesito que entiendas es que nos ha tomado cinco años volver a recuperar nuestro lugar y buen nombre en la comunidad, y no pienso permitir que lo eches a perder con tu espléndido regreso a lo hijo pródigo, y mucho menos enarbolando una banderita de colorines.
Ariel quería golpearlo. En serio quería hacerlo. Respiró profundo y se obligó a contar mentalmente desde un millón a cero, solo en cuestión de segundos. Trató de sonreír y dirigiendo una mirada de lástima a su hermano mayor, dijo con voz pausada:
_ Me dio mucho gusto volver a verte, Antonio. Dale mis saludos a Regina, es una chica espectacular, espero que sepas valorarla y quererla como se merece.
Dio la espalda, dispuesto a salir sin que nada lo detuviera esta vez. Nada excepto la voz de su hermano, recitando con autoridad:
_ Levítico 18:22... No te acostarás con un hombre como se hace con una mujer: esto es una cosa abominable... Levítico 20:13 Si un hombre se acuesta con un varón, como se acuesta con una mujer, ambos han cometido una infamia: los dos morirán y serán responsables de su muerte.
Ariel fue volteándose despacio hasta mirar a su hermano como si no lo reconociera, como si fuera alguien a quien estuviera viendo por primera vez parado ante sí. Antonio prosiguió recitando, alzando cada vez más la voz:
_ Primera carta a los Corintios 6:9... ¿No saben que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No se engañen: ni los que tienen relaciones sexuales prohibidas, ni los que adoran a los ídolos, ni los adúlteros, ni los afeminados...
Los puños de Ariel se crisparon peligrosamente. Antonio prosiguió, alzando aún más la voz y los puños, como si estuviera detrás del púlpito, predicándole a una congregación:
_ Apocalipsis 20:15... Y el que no se encontraba inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.
_ Perfecto,_ masculló Ariel._ veré que no se me olvide llevar traje de baño para ese entonces. Preferiblemente una tanga.
El sarcasmo solo provocó que el apasionamiento de Antonio aumentara, al punto de vociferar:
_ ¡Apocalipsis 21:8... Pero los cobardes, incrédulos, abominables, asesinos, inmorales, hechiceros, idólatras y todos los mentirosos tendrán su herencia en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda...!
Apenas tuvo tiempo de terminar la frase. Se tambaleó y tuvo que aferrarse a la encimera para no caer, mientras se sostenía la barbilla en la que un puño de Ariel había ido a incrustarse:
_ ¿Sabes lo que puedes hacer con todas esas citas bíblicas? Te lo diré... ¡Metértelas por tu apretado, homofóbico y muy religioso culo, juntamente con el palo que tienes atorado allí desde que naciste!
Antonio se le fue encima, ciego de ira, tomándolo por el cuello de la camisa y sacudiéndolo mientras gruñía:
_ ¡No debiste haber vuelto! ¡No necesitamos que nos restriegues tu vergüenza y tu vida pecaminosa en la cara! ¡Que nos recuerdes lo bajo que has caído!
Atraídos por los gritos, Gabriela entró corriendo en la cocina, seguida de Archie, Anabel y Regina. Tardaron unos segundos en recuperarse de la visión de los dos hermanos peleándose, antes de que Gabriela intentara interponerse entre los dos, y Regina comenzara a tirar de Antonio para apartarlo mientras que los gemelos hacían otro tanto con Ariel:
_ ¡Pues no te imaginas lo divertida que es la vida pecaminosa que llevo! ¡Mucho mejor que ser un hipócrita mojigato que repite amén como un papagayo cada sábado en la iglesia mientras que en lo más profundo de su corazón solo desea cometer muchos de los pecados que condena!
_ ¡Basta los dos!_ gritó Gabriela al borde de la desesperación.
_ Antonio por favor, suelta a tu hermano._ exigió Regina tirando de él con mayor fuerza.
Finalmente pudieron desapartarlos uno del otro:
_ Debería darles vergüenza a los dos._ sollozó Gabriela mirándolos ora uno, ora al otro._ Pelearse de esta manera... ¡Ustedes son hermanos, por el amor de Dios! ¡Esta no fue la educación que su padre y yo les inculcamos!
_ No,_ masculló Antonio mirando a Ariel con rencor en los ojos._ pero está claro que la que recibió este, no sirvió de mucho.
Ariel, que era sostenido por los gemelos, se retorció con rabia, tratando de soltarse y abalanzarse sobre Antonio:
_ ¿Necesitas otro golpe en la cara para que dejes de insultarme?_ amenazó.
_ Antonio, basta._ suplicaron Regina y Gabriela a la vez.
Ignorándolas, Antonio se sonrió con crueldad:
_ ¿Insultarte? ¿Acaso decirte la verdad es insultarte? Antes pensaba que todo había sido culpa de tus andanzas con Nandito Espinoza...
_ ¡No te atrevas a hablar mal de Nandito! ¡No tiene nada que ver en esto, y estoy seguro de que él es mil veces mejor persona que tú!
La burla en el rostro de Antonio se pronunció aún más:
_ ¿Personas? Ustedes ni siquiera merecen llamarse personas. No son más que animales entregados a sus pasiones desordenadas. No por gusto Dios envió la plaga del SIDA, como mismo hizo llover fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra, para azotarlos y castigarlos por todas sus maldades y sus desenfrenos inmorales.
_ ¿Cómo puedes decir algo así, Antonio?_ chilló Anabel, horrorizada ante lo que acababa de escuchar.
_ Antonio, por favor,_ rogó Gabriela con un diluvio de lágrimas en el rostro._ no le digas esas cosas horribles a tu hermano. Ariel es tu hermano.
_ No,_ negó el hombre moviendo la cabeza con una mueca de asco en la boca._ ese no es mi hermano. Tal vez en algún momento, hace cinco años atrás, antes de que decidiera recoger sus cosas y largarse y no interesarse en nosotros hasta ahora, que viene y espera que lo recibamos con los brazos abiertos y pasemos la página y olvidemos todo el dolor que ocasionó.
Archie contrajo el rostro en una mueca de decepción al mirar a su hermano mayor:
_ Vaya ¿Y se supone que eres tú el que está preparándose para ser pastor de una iglesia? ¿No es tu deber predicar el amor, el perdón y la reconciliación? Ahora entiendo el nivel de decepción tan grande que recibió Ariel, que lo empujó a abandonar la vida de fe y largarse a probar suerte en el mundo.
_ ¿Qué estás insinuando?_ preguntó Antonio frunciendo las cejas.
_ No estoy insinuando nada, te estoy diciendo claramente que con cristianos como tú, el mundo se perderá más rápido, y cuando Cristo regrese, lo más probable es que no haya nadie a quien salvar.
_ ¡YA BASTAAAA....!!!!!
El grito de Gabriela resonó acompañado del estrépito de un plato que tomó de la encimera y arrojó con ira contra el suelo, reduciéndolo a fragmentos de cerámica rota. Todos guardaron silencio. Durante un minuto exacto nadie se atrevió a decir nada. José Luis, que había llegado a la cocina segundos antes, había preferido mantenerse al margen para no intervenir y empeorar la situación, pero al ver a su esposa perder la compostura de aquel modo, avanzó hacia ella y la abrazó. Gabriela de deshizo en lágrimas, ocultando el rostro contra el pecho de su marido, que observaba los rostros airados de sus hijos, deteniéndose en el menor de ellos:
_ Ariel... Estamos felices de tu regreso. Pero creo que lo mejor sería que te marcharas.
Gabriela se irguió con rapidez, mirando a su esposo con actitud suplicante mientras negaba en silencio con la cabeza. Archie y Anabel reaccionaron de inmediato:
_ ¿Estás de coña, papá?_ cuestionó el joven.
_ ¡Mucho cuidado con tus palabras, Archibaldo!_ amenazó José Luis con tono firme._ No toleraré ese vocabulario bajo mi techo.
_ ¡A la mierda el vocabulario!_ respondió Archie dando unos pasos al frente con determinación._ ¡No voy a permitir que traten así a Ariel! ¡No es justo!
Ariel, conmovido ante la defensa de su hermano, le puso una mano sobre un hombro:
_ Tranquilo, Archie. No tiene importancia. Tampoco es que me sorprenda la actitud de nuestro padre.
_ ¡Sí tiene importancia!_ bramó Archie._ ¡Se suponía que esta iba a ser una noche especial, de reencuentro, de perdón, de familia, juntos otra vez luego de tanto tiempo! ¡Y todo se ha ido a la mierda...! ¿Y por qué? ¡Pues porque a nuestro querido futuro pastorcito, le ha subido lo de macho a la cabeza y ha sufrido un ataquito de santurronería!
_ ¿Es que nadie más excepto yo ve las cosas desde el punto de vista que le corresponde? Por duro que suene o difícil que sea aceptarlo, la realidad se impone. Ariel es homosexual, y La Biblia condena esas prácticas. Dios mismo repudia a los homosexuales.
El rostro de Archie estaba lívido de rabia:
_ Antonio, juro que si no cierras la boca de una puta vez seré yo quien te golpee._ escupió, dispuesto a cumplir sus amenazas.
Anabel se acercó a su padre intentando suavizarlo:
_ Papá, por favor... Piénsalo bien. Si Ariel se marcha ahora, es posible que nunca más lo volvamos a ver... ¿Eso es lo que quieres?
_ José Luis..._ intervino Regina._ Sé que esto es un asunto familiar en el que no tengo derecho a opinar, pero estoy de parte de Anabel...
_ ¿Qué estás diciendo, Regina?_ preguntó Antonio mientras la tomaba de un brazo con brusquedad.
Ella se soltó y se aproximó a su suegro:
_ Entiendo que a veces muchas de nuestras doctrinas nos ponen contra la espada y la pared, sobre todo cuando involucran a personas que son importantes para nosotros. Es cierto que la postura de La Biblia y de la iglesia son rotundas en lo referente a la homosexualidad, pero Ariel sigue siendo su hijo. Véalo a él más de lo que ve sus faltas.
_ ¡Increíble!_ exclamó Antonio con un gesto de desesperación._ ¡Regina! ¿Te pones de parte de este pervertido? ¿Lo defiendes?
Regina alzó la cabeza y enfrentó a Antonio con firmeza, retándolo:
_ Si, lo defiendo. Y me cuesta ver la manera en que tratas y reniegas de tu propio hermano. Si eres así con alguien de tu propia sangre... ¿Qué pueden esperar el resto de los feligreses de la congregación bajo tu mando? ¿Qué puedo esperar yo, si me convierto en tu esposa?
_ Por favor, Regina,_ empezó a decir Ariel._ agradezco tu apoyo y tu solidaridad. Significan mucho para mí, sobre todo viniendo de alguien a quien acabo de conocer._ suspiró, ordenándose mantener la sangre fría y no derramar las lágrimas que pujaban por brotar de sus ojos._ Realmente lamento que todo esto haya pasado. Nunca fue mi intención ocasionar una situación tan desagradable... Yo solo quería...
Se detuvo y tomó aire, al sentir que se ahogaba, redoblando los esfuerzos por no romper a llorar allí mismo, en medio de aquella cocina, con todas aquellas miradas clavadas en su persona:
_ Antonio tiene razón... No tengo derecho de aparecer aquí, como si nada hubiera pasado... No puedo decir que esta es mi casa, porque perdí el derecho de llamarla así el mismo día que hice mis maletas y me largué sin mirar atrás. Durante todo este tiempo me obligué a no pensar en ustedes, creyendo que quizás habrían hecho lo mismo. Una de las razones por las que me fui, es que no soportaba la manera en que papá me ignoraba, o como mamá se echaba a llorar cuando me veía, y todo porque soy diferente. De verdad traté de cambiar. Lo intenté con todas mis fuerzas. Recé a Dios para que quitara de mi cabeza todos esos deseos que ustedes llaman perversiones e inmoralidades. Pero no ocurrió...
_ Debiste esforzarte más._ comentó Antonio con desinterés.
Archie hizo amago de irle encima, con las malas intenciones reflejadas en el rostro y sus puños, pero Ariel lo detuvo suavemente:
_ No, Antonio... No funciona así. La homosexualidad no es una enfermedad que pueda curarse. Es... no existen palabras exactas para explicarlo. Solo puedo decirte que de la misma manera en que a ti te van las mujeres y no puedes hacer nada cambiarlo, a mí me van los hombres. Punto. Y aunque opines lo contrario, el ser gay no me convierte en un monstruo, ni en un pervertido, ni en un inmoral. Soy simplemente un ser humano con un gusto sexual específico, y quiero ser respetado por ello. Merezco ser respetado.
Su voz se quebró, pero no derramó ni una sola lágrima. Cerró los ojos, respiró profundo y continuó:
_ Cuando Archie me encontró, hace un mes, aún no entiendo cómo, me molesté, porque no quería ser hallado. Pero al mismo tiempo me llenó de ilusión, sobre todo cada vez que me insistía en que volviera a casa. Cuando me invitó a venir esta noche, en serio tuve la tentación de no acudir. Pero una parte de mí me convenció de lo contrario, porque en serio los echaba de menos, y quería volver a verlos. Y en el fondo, muy en el fondo, tenía la esperanza de... no sé... quizás mi mayor debilidad siempre ha sido ser demasiado ingenuo, y esperar que algún día, pudieran aceptarme tal como soy.
Gabriela avanzó hacia su hijo, tendiéndole los brazos:
_ Cariño, nosotros te amamos.
_ Lo sé, mamá._ sonrió Ariel con tristeza._ Sé que tú y papá me aman. Pero no es suficiente. No lo es porque simplemente no me aceptan como soy. Prefieren poner las anticuadas enseñanzas de un libro, por encima de su amor de padres.
_ ¡Como debe ser!_ sentenció Antonio._ Si Abraham estuvo dispuesto a dar muerte y sacrificar a su único hijo Isaac por mandato divino, mamá y papá tienen la obligación de repudiarte por tus prácticas contra natura.
_ Antonio ya basta..._ suplicó Anabel.
_ Por favor, que alguien lo saque de mi vista o no respondo._ rezongó Archie.
_ ¿Qué? En los tiempos del antiguo Israel, ese era un pecado por el que dos hombres merecían morir apedreados.
_ Y no dudaría un momento en pensar que tú serías el primero en arrojar una piedra, si se diera el caso ahora mismo._ musitó Regina.
Antonio se estremeció ante la expresión con la que le estaba mirando su novia:
_ Si,_ suspiró Ariel. Se sentía agotado física y mentalmente, como si hubiese corrido un maratón larguísimo._ definitivamente venir esta noche ha sido un gravísimo error... Ah, y en cuanto a que Isaac era el hijo único de Abraham, estás en un error, Antonio. Abraham tenía dos hijos. Isaac, que tuvo con su esposa Sara; y el mayor, Ismael, hijo de Agar, la esclava egipcia. Solo te lo recuerdo.
Se giró a los gemelos y les ofreció una sonrisita triste:
_ Archie, Anabel, les deseo toda la felicidad del mundo, y lamento haberles echado a perder el cumpleaños.
Y salió de la cocina con paso rápido, mientras los gemelos iban tras él, intentando detenerle y hacerle cambiar de idea acerca de marcharse. Gabriela se aferró a la chaqueta de su esposo, suplicándole:
_ Por favor José Luis... Detenlo... No dejes que se marche otra vez. No podemos perder a nuestro niño de nuevo... Por favor...
José Luis Arizmendi suspiró y salió tras sus hijos, con su esposa pisándole los talones. Solo quedaron Antonio y Regina en la estancia. El joven intentó aproximarse a su novia, pero esta se apartó bruscamente:
_ Regina, yo...
_ Siempre he admirado tu determinación, Antonio. La pasión con la que defiendes tu fe y la veracidad de la Sagrada Escritura. Fue una de las cosas que hizo que me enamorara de ti. Pero lo que he visto esta noche, tu actitud con tu hermano, solo me ha provocado una gran decepción. No esperaba semejante proceder de tu parte.
_ Regina, no puedes estar hablando en serio.
_ ¿Acaso crees que bromeo? ¿Ves en mi rostro una señal de que estoy bromeando?
Antonio se mesó los cabellos y enfrentó a su novia con exasperación:
_ ¿Y qué esperabas que hiciera? Las Escrituras son tajantes en ese aspecto, Regina, lo sabes. La homosexualidad es una abominación.
_ Tal vez... Pero la forma en que trataste a tu hermano, todas las barbaridades que le dijiste, a mi modo de ver, son tan abominables como el hecho de que Ariel se revuelque con otro hombre. Incluso me resulta aún más despreciable tu comportamiento.
Antonio abrió la boca, pero estaba demasiado choqueado como para poder decir algo. Se sentía totalmente desarmado ante la actitud de su novia. Regina se balanceó sobre sus pies, mirando hacia otro lado, con las manos tomadas tras la espalda:
_ Entiendo tu postura, y sé lo que dice La Biblia al respecto, pero creo firmemente en la idea de que la iglesia debe condenar las malas acciones, no a quienes las cometen. Al final, el que nunca ha cometido pecado, que tire la primera piedra. Y créeme, Antonio, hay pecados mucho peores que la homosexualidad.
******************
Ariel hizo caso omiso a las voces de sus hermanos y la de sus padres, que le rogaban cambiara de parecer y se quedara para intentar recuperar la noche, intentar recuperar el tiempo que la vida les había robado con las decisiones tomadas en el pasado. Una parte de él ansiaba complacerlos. Ahora que había vuelto, no quería volver a alejarse. La familia podía ser un doloroso grano en el culo de cualquiera, pero en no pocos momentos era necesaria la presencia cálida y cercana de los parientes. Durante aquellos años de ausencia, hubo ocasiones en que Ariel quiso retornar al seno familiar.
Pero la otra parte, herida y lastimada por todas las recriminaciones que había tenido que tolerar esa noche, se negaba a escuchar, y estaba empeñada en marcharse y jamás regresar. Tal vez podría mantener contacto telefónico o aceptar que los gemelos lo visitaran de vez en cuando en la ciudad. Habían demostrado amarlo pese a todo, y estar dispuestos a apoyarlo siempre. Pero sus padres y Antonio... De su hermano mayor era lógico esperar una actitud semejante. Y sus padres, no hacían sino comportarse de la misma manera que cinco años atrás, guardando un silencio cómplice mucho más hiriente que cualquiera de los insultos proferidos por Antonio.
Tomó su chaqueta y se la puso, tratando de ignorar las lágrimas en los ojos de Anabel y de su madre. Archie lo abrazó con fuerza, como si no quisiera soltarlo nunca:
_ Dime qué puedo hacer para que te quedes, sirenito._ le dijo en voz baja.
_ Nada excepto dejarme ir._ sonrió Ariel y le propinó un leve tirón de cabellos al agregar._ Y tal vez no llamarme de esa manera que sabes que detesto.
Archie se echó a reír. Anabel se colgó del cuello de Ariel, sollozando quedamente:
_ Espero que vayan a la ciudad a visitarme alguna vez.
_ Dalo por hecho hermanito._ asintió Archie mientras apartaba a su hermana, atrayéndola hacia sí para que soltara a Ariel, quien, volteándose hacia sus padres, suspiró y dijo.
_ Adiós.
Y abrió la puerta de la calle:
_ ¡SORPRESA...!
Los ojos de Ariel se abrieron desmesuradamente. En el porche estaban parados la tía Fabiola, el tío Juan Alberto, el tío Fidencio, y reconoció a las trillizas y a su prima Tamara. Traían bolsas de obsequios y la alegría inmediata con la que gritaron se esfumó de repente al quedarse atónitos, mirando a aquel muchacho delgado, cuyas facciones le resultaban muy familiares, ya que guardaba un gran parecido con:
_ ¿Ariel...?_ se atrevió a preguntar la tía Fabiola.
_ Vaya,_ rechinó Tamara con una mueca sarcástica._ con razón no querían que viniéramos esta noche. Querían mantener guardado su secretito.
_ No hay ningún secretito._ respondió Archie de modo tajante.
_ ¿El hijo pródigo ha vuelto entonces?_ se atrevió a preguntar el tío Juan Alberto echándole una ojeada recelosa a su sobrino.
No tuvo tiempo de recibir respuesta, ya que la inconfundible voz de la tía Juana resonó, abriéndose paso por entre los demás hasta detenerse ante la puerta:
_ José Luis... ¿De quién es ese auto tan horrible que está parqueado frente a tu cas...?
Como los otros, se detuvo abruptamente, y se quedó mirando fijamente a Ariel. Primero hubo confusión e incredulidad en su semblante, que poco a poco fue dando paso a una expresión de divertida picardía:
_ Vaya, vaya... Esto sí que es una sorpresa. Con que el sirenito ha vuelto casa.
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