Hosco.
Miró al cielo una pequeña, amarga y transparente gota de agua de mar rodó por su mejilla,
quemaba más que el fuego y helaba al mismo tiempo la piel que tocaba,
un suspiró la acompañaba,
el retumbar de unos latidos ahogados en dolor,
con la súplica vehemente de una nota de color para pintar su gris existencia.
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