Capítulo 7. Paso en falso.
Matteo aparca en el segundo nivel del estacionamiento del centro comercial más importante de la moderna ciudad, necesita con urgencia calmarse antes de llegar a su hogar, donde le espera arrepentida, según él, su sumisa, romántica y perfecta esposa. Baja del vehículo dando otro portazo haciendo que la lustrosa carrocería suene a metal arrugado provocando que más de una alarma se dispare. Entra al ascensor con premura presionando el botón para descender al sótano dos, allí en el pub Las Cavernas del Zorro es donde él suele disfrutar de su whisky preferido mientras esbeltas strippers de alta gama brindan un espectáculo digno de reyes.
De lo único que se reprocha o arrepiente es que allí les tienen prohibido tocar las candentes pieles de las féminas y de más de un varón complaciente, pues hay gustos para todos. Sin embargo, entre ellos y los más adinerados clientes, aquellos con privilegios VIP tienen un lenguaje corporal secreto donde llegan con facilidad a concretar citas las cuales no son para ir a tomar café o pasear tomados de la mano en un parque concurrido, ¡oh no!, señor, en ellas las marcas en los pecaminosos cuerpos son las evidencias inequívocas de los encuentros más candentes, a pesar de ser citas cortas los efectos en ambos cuerpos son realmente placenteros.
Tres rondas de servicios de whiskys en las rocas son suficiente para reponer las energías malgastadas en la ridícula y estúpida riña que tuvo que enfrentar con Fanny. Verla defender su necesidad de educación universitaria lo enfureció hasta sacarlo de sus casillas. Maldice entredientes al terminar el último sorbo del líquido escocés, ¡oh mierda!, impreca a cada grotesca, anómala y pazguata feminista, que le metieron en la cabeza a las mujeres que tienen derecho al voto «¿quién coño les dijo que ellas pueden decidir en cualquier aspecto de sus dependientes vidas?, que tienen derecho a la educación; ¿quién, ¡mierda!, les dijo que su cerebrito sirve para algo más que para ordenarles a sus piernas abrirse para ser folladas?», reniega frustrado mientras solicita un trago puro y limpio antes de sacar su tarjeta dorada para pagar la cuenta.
En su mente se vislumbra cada posición que planea hacer con Alicia con tal de satisfacerse con aquel cuerpo que conoce a la perfección. Su compenetración es tan evidente que anticipa cada gemido y el número de orgasmos que logrará en ella.
Se va desplazando por las calles secundarias intentando alejarse de los interminables semáforos que alumbran como luces de un árbol de navidad las avenidas principales. Sabe que le tomará algo más de tiempo llegar a su hogar, pero al fin y al cabo sí Alicia está tan arrepentida como él asegura, no le importa hacerla esperar por él un poco más, al contrario, lo colma de satisfacción. «Castigo es castigo mi querida esposita», sentencia sin arrepentimiento creyéndose el vencedor en esta relación mientras aflora una media sonrisa en sus infieles labios, a la vez que una de sus manos estimula por arriba del pantalón su tan preciado compañero de arrebatos sexuales.
Una vez se estaciona en el garaje su gran falo está lo suficiente erecto e hinchado como para dejarse notar haciendo que el glande esté incómodamente aprisionado entre sus abdominales y la delgada tela del bóxer. Se jura tener una larga y sudorosa tanda sexual de tal forma que Alicia no dude ni por un segundo de su supuesto fiel amor, aunque su objetivo real es hacerla sentirse segura dentro del matrimonio. En su interior una carcajada es retenida sabiendo que todo es mentira, bueno para ser justo sólo la parte de la fidelidad, ya que él cree realmente amarla.
A penas se adentra en la inmensa sala escucha las melodías de una balada árabe bastante exótica, se recuesta del marco de la puerta, su corazón comienza a bombear tan fuerte como cuando eran estudiantes. Así la conoció; en un festival de música y danza. ¡Mierda!, es como experimentar un déjà vu.
Verla usando su bedlah es un espectáculo digno de cualquier jeque, verla moverse creando su personal belly dance lo encierra en una burbuja de sensualidad, amor carnal y romance sin fin, dejarse perder en la danza de sus caderas al piruetear de un lado para el otro haciendo una ligera y pintoresca pausa entre los movimientos para elevar unos centímetros más las caderas, mientras que la sensual cintura hace eróticos círculos intercambiando la dirección. Esa misma cintura que está recubierta con exótica belleza con ese cinturón a juego con el velo que resguarda esa melena cuyo color compite con las dunas del desierto, sus pies son una obra de arte, simplemente perfectos, luciendo ese color de esmalte mate, navegando entre un rosa suave y un rosa palo. Sus pies se desplazan hacia delante de forma alternante únicamente usando los dedos en el movimiento facilitando que el cascabel de la fina tobillera al final de una de sus alargadas piernas suene al compás de la música que los darbouka, laúd, naid y el rebaba rebotan sobre el vibrante cuerpo de la raqisa. Su ombligo a la par que su curvilíneo vientre entra y sale serpenteando cual víbora a punto de hipnotizar a su víctima con cada cambio de tonada, y esas maravillosas montañas, ese par de senos, brincan aún firmes dentro de ese escotado brasier lleno de lentejuelas doradas y plateadas mientras que las monedas que lo adornan resuenan obligando a los ojos de quien la ve se deje perder por ellos. Los sedosos mechones de cabello semejan a una sabana en primavera que danza dejando que la brisa del atardecer en el horizonte marque el ritmo.
Una risueña y provocativa Alicia se desplaza al otro extremo de la sala, mientras que hace elevar con majestuosa gracia circularmente cada pierna logrando que la falda a juego con el brasier simule las dunas del atrayente desierto el que promete un oasis de placer y romance entre la bailarina y el jeque. Matteo cuenta siete sensuales, exóticos y perturbadores pasos, tal como los siete pecados capitales a los cuales se le deben temer, pero no él. Él está por arriba del promedio mundano, para Matteo su único pecado es no ser aún el dueño absoluto de la empresa familiar.
Alicia pasa sensual y endemoniadamente lento el traslúcido velo arabesco por sus labios pintados de borgoña brillante, como es su costumbre cuando danza, mientras convierte sus pestañas en un aleteo de mariposas a la par que sus negras iris sobresalen del tan llamativo maquillaje que embellece, aún más, sus vivaces ojos que bailan al mismo compás de las caderas. La música comienza a disminuir paulatinamente mientras que ella ha juntado los pies bajando su cuerpo hasta quedar casi sentada sobre sus talones, y ¡Dios mío!, para infarto de quien la ve; sus caderas al igual que su ombligo juguetean con la imaginación de cualquiera al continuar moviéndose tan sensualmente que le sacaría una eyaculación hasta al más asexual de los hombres.
Matteo camina decidido a iniciar su arrebato sexual en ese momento, pero ¡mierda... mierda y más mierda!, la conocida voz de una mujer madura lo frena en seco a la par que la voz de ambas féminas resuena en el elegante salón. —Suegra— murmura, quejosamente entredientes, una odiada suegra es para quien su mujer baila. Y lo que más lo hace enojar es que no es su suegra sino la de ella. Allí al frente de él están abrazadas las dos mujeres a las cuales él le debe los mejores momentos de su vida.
—Hola, Mateto —pronuncia risueña y feliz el apodo que él mismo se adjudicó cuando era apenas un bebé con algo de tartamudeo.
—Hola, mamá —responde con frustración, pero contento en el fondo, las visitas de su madre cada vez son más esporádicas, ya que la empresa la suele tener bastante ocupada.
Luego de un par de besos en sus arrugadas mejillas y un prolongado abrazo, se aleja de la mujer que lo trajo al mundo para apoderarse de los labios de Alicia, quien lo recibe abnegada. La mano de él se posa en una de sus nalgas haciéndole saber que pronto él le entregará su regalo por tan sensual recibimiento.
—Hijo, te traje tu comida favorita— interrumpe la burbuja de complicidad que los esposos habían hecho. —¿Sabes, Alicia?; mi Mateto en plena adolescencia llegó a pasar todo un año comiendo pizza todos los días todo el día— recordó con burla la mayor mientras le sirve a su hijo una gran porción de la misma.
Matteo quien añoraba cenar hoy con un banquete digno de un rey se ve obligado a hipócritamente manducar la tan odiada y asquerosa pizza. Mientras ellas con la excusa de una sana alimentación optan por una nutritiva cena vegana sirviéndose una delicada ensalada de judías, setas y uvas entre otras delicadeces bañada en una salsa a base de aceite de oliva y vinagre de sidra.
La sonrisa en el impecable rostro de Alicia por cada bocado que se lleva a la boca le remonta a Matteo a los primeros años de su relación, esa enigmática y tierna sonrisa que lo cautivó por años y la cual en muy pocas ocasiones tiene oportunidad de admirar últimamente. En momentos como este se reprocha la aventura sexual con Daniela, pero el tiempo no se puede regresar, afortunadamente para él, pues juraría que de ser lo contrario Alicia ya lo hubiese abandonado.
—Mateto, hoy aseas tú la cocina, pues tu hermosa esposa y yo tenemos una charla pendiente que nos llevará horas— dice feliz por la grata compañía mientras que eleva una botella de un refrescante vino francés y arrastra a Alicia para buscar dos copas de cristal. —Tranquilo te la devolveré mañana a primera hora— ríen llenas de vida mientras ambas entran a la habitación de invitados.
Fanny relee con sumo detenimiento los folletos universitarios totalmente indecisa de cuál carrera elegir, le encantaría que su osito la orientara a seleccionar la mejor opción, pero dada la reacción de hace unos días prefiere hacerlo en total privacidad.
Sin embargo, sabe que es una decisión importante así que busca ayuda en su madre, para el cuidado de Liz, aunque su niñera está con ella casi desde el momento del alumbramiento, Fanny se caracteriza por ser una mamá osa recelosa en todo lo que concierne a su niña. Basta una llamada a su ultra feminista prima Elena, quien ya cursa su segundo año en la carrera de ingeniería aeronáutica, para recibir toda la ayuda necesaria. Esperanzada con la orientación de Elena ambas quedan en encontrarse hoy en el campus para hacer un recorrido por las oficinas de asesoramiento.
Ubicar a Elena entre tantas cabezas se la hace fácil pues su brillante cabellera multicolor la delata a kilómetros. Ambas saben que la buena memoria no es una fortaleza en Fanny, ella definitivamente se siente mejor entre números que entre letras. Les toma tres días y casi dieciocho horas de asesorías para elegir el futuro de la joven madre.
Orgullosa esconde entre la ropa por lavar la solicitud de inscripción al igual que la solicitud de una beca completa por la condición de madre soltera. Sube las escaleras consigue a su hermosa y traviesa Liz jugando distraída con su abuela quien la mira intentando averiguar que se trae su hija, Fanny, entre manos. Ambas saben que Matteo y ella son como una mezcla peligrosa entre fuego y combustible, pues cada vez que ella tiene la oportunidad le restriega en la cara que él es el culpable del prematuro embarazo de la menor.
Pero de la boca de Fanny no sale palabra alguna, sus estudios universitarios son su gran secreto por ahora, evitando así que su madre la delate sin querer frente a Matteo en cualquier discusión. Ese sería un paso en falso que le jodería la vida.
Miguel contempla con detenimiento el cuerpo desnudo de su esposa, a pesar de que el agua cae continuamente sobre su cuerpo deslizando la delgada capa de jabón con olor a rosas a la par que la espuma blanca que corona su cabellera comienza a desvanecerse al contacto con el agua de la ducha, él comienza a trazar un mapa mental de cada marca rojiza que salpica la nívea piel.
Trata y trata de recordar cuándo y dónde la mordió tan fuerte como para dejarle sendos cardenales y magulladuras. Sus recuerdos unidos a las remembranzas se alinean una tras otras, pero, ¡diablos!, no consigue llegar a los momentos exactos de tal arrebato sexual donde él fue tan brusco, agresivo o impulsivo para marcar la tan delicada piel de Anabel.
Ella siente la pesada y dubitativa mirada de él, al verlo con los ojos entrecerrados, sabe que una tormenta se avecina. Tiene, por todos los santos, una única oportunidad de salir ilesa, así que con toda la frialdad que logra acumular planifica la inevitable escapada. Ella sabe que si da un paso en falso sufrirá una caída hacia un precipicio del cual ella misma eligió saltar sin paracaídas desde el momento que se dejó arrastrar por el sensual, exótico y violento mundo de su amo y señor, Lluis; su tormento y su boleto a la libertad sexual la cual no está dispuesta a perder ni siquiera por Miguel.
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