Capítulo 3. Novia sin blúmer.
Mientras Alicia y su desconocido compañero de danza se desplazan sincronizados por cada rincón de la pista de baile, deciden sin consultarse continuar disfrutando del vaivén de los movimientos que son dirigidos por los rítmicos sonidos de la melodía entrante, algo más movida que la anterior, pero igual de embriagante.
En reiteradas ocasiones, tres para ser exactos, la mano de un celoso Matteo estuvo a pocos centímetros de alcanzar el hombro de su esposa, pero su frustración alcanza niveles astronómicos, ya que el hombre que tantea toqueteando cada parte de la desnuda espalda de su esposa se las ingenia, por casualidad o no, hacerla girar en sentido contrario evitando así la interrupción de Matteo.
La mirada penetrante de Anabel no pierde intensidad cuando los observa bailar, ¡diablos!, esos dos aparte de Miguel son las personas que más ama en este mundo.
Su madre, quien, Anabel sabe que ha sacrificado no sólo la libertad sino su profesión al igual que su personalidad para que ella se criara en un hogar estable, pero si le preguntan, sin duda, hubiese preferido un divorcio después de haber visto, a escondidas, a su madre llorar hasta quedarse dormida cada vez que sabía que su amado esposo estaba revolcándose con su amante de turno o con cualquier puta barata. La otra persona es Lluis ese hombre que la ha convertido en una perrita faldera con tal de qué de vez en cuando le dedique un par de horas cada dos semanas para tener el mejor sexo de su vida, ese sexo que la hace sentir viva y que la recarga con una energía vital.
La recién casada se había prometido o casi obligarse a romper esa tóxica relación, pero jamás esperó que luego de seis meses aún no haya podido salir de las piernas de él. Le es tan gratificante sentirlo apoderándose de su intimidad, intercambiar la humedad de su lengua jugando con la suya, recibir con deseos aquellos mordiscos en sus pezones que la hacen ver estrellas y lo mejor es, como él, la ha adentrado cada vez más al sadomasoquismo, práctica que oculta a Miguel. Ella sabe que, aunque Miguel, no es un santo, no lo cree capaz de llegar tan lejos, es una lástima, tal vez si fuera más osado ella no tendría que buscar en cama ajena lo que no consigue en casa.
Es por ese motivo que decidió invitarlo a la boda para convencerlo o convencerse de que la relación llegó a su fin. Pero los celos, hoy, se apoderan del cuerpo de Anabel por dos malditas cosas.
La primera es que Lluis llegó acompañado de una hermosa y elegante mujer, maldijo cuando pensó que era su pareja, esa a la cual no está dispuesto a abandonar, ni siquiera por ella. Anabel a diferencia de Lluis no tendría el menor remordimiento de romper el compromiso. Pero, él, dentro de su sequedad le advirtió que es un alma libre y sin ataduras. De allí el porqué de otra razón para aceptar la propuesta de matrimonio, no es que considere a Miguel una segunda opción, eso sería cruel, sino que a falta de Lluis, pues, Miguel está bien.
Y, la segunda razón es el amargo sabor de boca que experimenta por lo feliz que se ve entregado y ensimismado bailando con Alicia, su madre. Pero los celos tienen cara de monstruo con cuerpo de verdugo sin ley, lo que no le facilita el pensar a la par de olvidar que según su madre sólo tiene ojos y corazón para con su padre.
Por fin, y para la paz mental de Matteo y su hija, finalizado el baile Lluis la dirige a un lado de la pista. Para este preciso momento Matteo llega para apoderarse de la cintura de quien considera su propiedad, desde el momento que el sacerdote los proclamó marido y mujer. Eso es ella para él, su mujer, y de nadie más, a pesar de que intentó no embarazarla, nació Anabel, su hija, a la cual quiere sólo por el indiscutible hecho que es su sangre, pero ¡mierda!, llegó para joder su perfecta vida arrebatándole parte del amor de Alicia. Afortunadamente eso es hasta hoy, ahora sí, todo volverá a la normalidad después de veintidós años. Vuelven a ser sólo ellos dos, como debió de haber sido desde un principio.
Lluis sabiendo bien quién es él, decide demostrarle cómo se siente el no controlar una situación, así que toma la delicada mano de Alicia y le da un casto beso aprovechando la ocasión para halagarla por su hermosa voz.
Detalles que no pasan desapercibidos por quien está que explota de celos, Matteo siente sus manos picar a la vez que las aprieta con tal fuerza que los nudillos blanquecen, pero decide no arremeter contra el desconocido para evitar hacer un escándalo en la boda de su hija, aunque en realidad, odiaría tener testigos chismosos portadores de lenguas viperinas que presencien las pretensiones e insinuaciones de un hombre para su esposa. Sin embargo, opta por acercarla aún más a su cuerpo mientras devora sus labios con salvajismo imponiéndole un largo y sensual beso, como si de un animal salvaje, se tratase, demarcando territorio, mientras le clava la mirada a quien considera su oponente.
No obstante, en contra de todo pronóstico el cuerpo de ella le es arrebatado en un solo movimiento dejándolo con las manos vacías.
Algo más relajada, en brazos de Miguel, Anabel baila y bebe sabiendo que no debe preocuparse por las travesuras candentes de su Lluis. Entre besos castos, que rápido se tornan salvajes los recién casados demuestran su amor. Ella decide que es mejor enfocarse en su matrimonio y dejar atrás al hombre que siente que es su alma gemela. Alrededor de las tres treinta de la madrugada, los ahora esposos, se despiden de los familiares y amigos más allegados. Anabel un par de veces se pregunta como hará para despedirse de Lluis, para su tranquilidad mental, él ya no se encuentra en la fiesta. Así que da por terminado todo.
Mientras que Matteo contempla lo hermosa y feliz que se ve Alicia bailando con Oscar Durán, su hermano menor, quien se la arrebató de las manos hace media hora mientras intentaba, sin éxito enfrentar a su oponente.
Cuando todos los familiares están reunidos en dos mesas, deciden continuar con la celebración en casa de los Bruzual. Todos sin excepción están de acuerdo, claro está, menos Matteo, quien piensa retomar desde este preciso instante su vida como si Anabel nunca hubiese existido. Mayor sorpresa cuando Alicia, a la par que él rechaza la idea, ella aplaude feliz aceptando la improvisada invitación. No falta caballero que se ofrezca a llevarla de regreso a casa cuando la celebración termine.
Pero una mano pesada y posesiva hizo contacto en su rodilla indicándole retractarse. El rostro de Alicia refleja un dolor que le llega más al alma que a su piel.
El menor de los Durán sabiendo la obsesión de su hermano, no pierde tiempo en apoyarla a la par que la incita a ponerse de pies garantizándole a Matteo que, entre él y su madre, Alicia, está bien cuidada. La voz del señor Bruzual nuevamente le extiende la invitación, pero ¡mierda!, Fanny lo había presionado para reunirse alrededor del mediodía, porque necesitaba informarle algo urgente. Así que más frustrado que resignado se aleja para retirarse a casa de Fanny, ni loco piensa pasar la noche solo, no cuando tiene un hueco o más de dos donde meter su pene.
Oscar anticipándose a la escapada de su infiel hermano, vocifera —recuerda que mi cuñadita no tiene llave, así que es mejor que duermas en el sofá de la sala, así podrás escucharla llegar y recibirla con los brazos abiertos —bufa por debajo sabiendo que le acaba de terminar de joder la noche al follalibre de su hermano, el patán; como así lo llama desde que eran niños por las infinitas veces que lo ponía en contra de sus padres.
—¡Mierda!, sabelotodo, niñato cabrón —refunfuña sin poder disimular, pero lo suficientemente bajo como para pasar desapercibido. Se encamina en dirección a la salida, cuando siente el calor de los brazos de Alicia logrando sacar una sonrisa hipócrita con sabor a victoria.
—Cariño, ¿de verdad no quieres venir? —Le insiste ella abanicando sus pestañas.
—No, no quiero ir, es mejor ir a casa, necesito de tu cuerpo para relajarme, tuve un día fuerte lleno de diligencias y todo esto, señala el salón —La atrae hasta juntar sus cuerpos y hacerle sentir lo que está creciendo entre sus piernas.
—Entiendo que estés cansado, pero hoy prefiero continuar celebrando, ¿sabes?, no siempre se casa una hija —dice mientras deposita un casi beso en los labios que no llega hacer contacto.
»Además creo que podremos retomar nuestra vida como era antes de la llegada de nuestra hija —suelta sin saber que ambos comparten la misma idea.
—Eso mismo digo yo, vez, estamos de acuerdo que debemos marcharnos —intenta presionarla a acompañarlo.
—Cariño, no me refiero a tener sexo en cualquier lugar de la casa —protesta con picardía, sino a que ambos salíamos con nuestros grupos de amigos al menos dos veces al mes, imagina que yo empiezo hoy —termina de pronunciar la frase mientras que ya está a varios pasos de él.
Las luces en los diversos jardines dan la bienvenida al hotel cinco estrellas donde pasarán la noche de bodas, pues su avión sale al día siguiente alrededor de las cuatro de la tarde. Una corta, pero costosa luna de miel cortesía de los Bruzual cumpliendo con una tradición de varias generaciones. El mar Caribe les espera en las costas de Cancún y sus paradisíacas playas. Una mano firme y segura de sí misma coloca la tarjeta electrónica en el ojal del lector, un sonido de apertura de puerta les permite apreciar la suite nupcial, lista para ellos y sus esperadas horas de entrega.
Con pasos erráticos entran besándose hasta quedar sin aire, trastabillan al desconocer la ubicación de la decoración, pero ni eso logra interrumpir sus caricias, besos y toqueteos buscando el máximo contacto sensual como muestra de amor, caen sobre un sofá, en lo que sería el medio de la habitación, sin dudar, las apresuradas manos de Miguel buscan, desesperadas, recorrer la tersa piel de los muslos de ella, esos muslos que por reiteradas ocasiones se han subido a sus caderas en busca de mayor penetración. Los dedos de Anabel ya conocen a plenitud las pericias para desabrochar una correa masculina, cosa que puede hacer con los ojos vendados. Introducir sus dedos entre la piel de él y su bóxer la hace sentir extasiada, excitada y deseosa de una pronta penetración, ya que la virilidad estaba en su máxima tensión. Mientras más suben las manos de Miguel por las tersas piernas, ansioso hasta llegar a la entrepierna, queda boquiabierto ante lo que encuentra.
—¡Oh, Dios mío! ¿Te casaste por la iglesia sin usar ropa íntima? ¡Estás loca!, Anabel —suelta muerto de risa ante la travesura de su esposa.
—No, ¿estás loco?, ¿por quién me tomas? —Lo acompaña uniéndose a las carcajadas.
»Verás las chicas me retaron, así que pensé, ¿por qué no?, quizás te excitarías —improvisa justificándose, aun sabiendo que es una vil mentira, moviéndose sobre él, dándole permiso a jugar con sus labios vaginales.
Saborear la intimidad de ella es como deleitarse en el más exquisito manjar permitiendo que las papilas gustativas se activen haciendo que las feromonas de Miguel se desinhiban dando riendas sueltas a los instintos primitivos donde la libertad sexual no tiene frontera. Él inclina su cabeza hacia atrás cuando una hilera de perlas dentales mordisquea partes de sus pectorales provocando una sensual tonada de gemidos los cuales llenan la estancia. Una batalla de lenguas da inicio a una guerra llena de erotismo que no tiene derrotado ni victorioso, la batalla es tan magistral que las sin huesos semejan amazonas dando todo de sí para demostrar su poderío ante el oponente. Lo maravilloso de la candente escena es que se produce un empate cuando ambas bocas rompen el húmedo beso en busca de aire.
El sonido de varias risitas ansiosas producto de la desesperación, y claro está, el hambre insaciable al estar a punto de devorar el cuerpo del otro, son los detonantes que dejan aflorar la verdadera sensualidad en esta entrega plena sin pudor ni decoro alguno, son quienes marcan la pauta.
Es la varonil mano de él la que con decisión toma una pierna de ella para colocarla en el elevado respaldo del mullido sofá, mientras coloca debajo de las caderas féminas un par de cojines de terciopelo rojo carmesí, logrando alzar la zona más íntima de su mujer, los atigrados iris de él se enfocan en esa entrada rosada, hermosa y brillante a la cual él jura tener acceso exclusivo. Las manos de Anabel buscan apretar sus senos y halar sus pezones de tal forma de mantener la excitación al máximo, ella cierra sus ojos y entreabre la boca tratando de regularizar su respiración, pero siente como su cuerpo se estremece cuando un carnoso, tenso y firme falo la penetra de una estocada llenándola por completo. Miguel apoya su pierna entre el desnudo cuerpo de ella y el respaldar del sofá impulsándose con vigorosos movimientos con el pie que queda sobre la alfombra que cubre el piso. Anabel eleva aún más sus ávidas caderas permitiendo que las penetraciones choquen una y otra vez con sus vibrantes paredes internas. Fueron penetraciones prolongadas, violentas, profundas y endemoniadamente perfectas logrando que ambos amantes alcancen el clímax como nunca antes. Buscar un segundo orgasmo es lo más lógico en estos casos. Todavía sin sacar su aún erecto pene de esa divina cavidad, Miguel comienza a dar movimientos circulares, ¡mierda¡, crece en él la imperiosa necesidad de recorrerla sin dejar un milímetro para marcarla como suya. Los gemidos sincronizados aunados a las sensaciones extraordinarias que explotan con cada roce en esas calientes y húmedas paredes en lo más profundo de la intimidad de ella logran sacarlo de todo raciocinio, impulsado a que Anabel grite su nombre, opta por abrazar y elevar un poco más la pierna de ella hasta apoyarla sobre su hombro para llegar aún más profundo, si acaso se puede.
Un molesto, energúmeno y trasnochado Matteo mira su reflejo en el espejo del baño, maldice una y otra vez contra ese niñato de Oscar, según él. Sí algo odia el gran Matteo Durán aparte de perder el control de cualquier situación es ver esas horribles ojeras ennegrecidas anunciándole al mundo de su mala noche. El seco sonido de un puño golpeando el reluciente mármol de carrara que rodea el lavamanos lo obliga a trazar un plan donde Alicia pague, sin darse cuenta, por no obedecerlo. Frustrado azota la puerta de la habitación matrimonial encaminándose lleno de ira hacia la cocina, toma un vaso de agua helada, es la mejor salida, para calmarse, aunque sea un poco. Mientras inclina el vaso e ingiere el preciado líquido un mensaje entrante lo saca de sus amargos pensamientos. Sabe bien quien es, es por eso que decide no leerlo. Al diablo con esa mujercita de mierda, hoy no está de humor para soportar las niñerías baratas de Fanny por muy madre de su pequeña bastarda que sea, hoy no.
Mira pasar las horas en la pantalla del celular, intentar comunicarse con Alicia es inútil, pues como siempre dejó su celular en el tocador del cuarto, ese que comparten desde hace más de veinte años. ¡Mierda... mierda... y más mierda!, «te podrás salvar de muchas cosas, pero de este desplante, no, Alicia no sabes en lo que te has metido», sentencia cual verdugo.
Por fin pasada las tres de la tarde el motor de un vehículo es apagado en la entrada de la residencia de los Durán, Matteo corre a husmear detrás de las espesas cortinas de estilo victoriano. Siente los latidos de su corazón como fuertes latigazos al ver el abrazo completo de despedida de quién ¡mierda!, la trajo a casa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro