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Capítulo 25. Adiós a la intimidad.

Los tenues rayos del dorado sol se cuelan a través de las cortinas blanquecinas con delicadas franjas verdes, la temperatura algo baja hace que los dos cuerpos separados por una generación se toquen en busca de calor, el rozar sus pies es movimiento suficiente para que el desprenderse de los brazos de Morfeo sea una tarea suave, pasajera y agradable hasta cierto punto.

Unos buenos días salen de los labios, aún, ligeramente adormecidos, mientras que unas sonrisas completamente despiertas les adornan sus rostros, las manos de Miguel buscan entrelazarse con las de Alicia transmitiendo una grata sensación de protección, no sólo, corporal sino también emocional o sentimental es como si sus almas tienen la certeza de que hoy es su despedida, una penosa e injusta despedida, pero ambos están conforme con lo vivido en estos tres días y sus respectivas noches, el haber intimado como debieron haberlo hecho con sus esposos dándoles una visión por lo que luchar de ahora en más.

Sabiendo a ciencia cierta que esa búsqueda debe de ser lenta y para nada apresurada. Tal vez, él, esté en ventaja, ya que a su edad es más fácil congeniar emocional y amorosamente con otra mujer, buena o mala, sólo lo sabe el destino. Pero de algo está seguro el joven abogado; su mejor venganza es ser inmensamente feliz al amar a la mujer correcta... ¿Cuánto le, tome?... eso no le importa, por ahora, quiere continuar en su burbuja de intimidad que ha creado junto a la hermosa mujer que está estirando su cuerpo como si se tratase de una gatita consentida.

—¿Desayuno o ducha? —suelta activa Alicia, mientras que se alborota la cabellera y juguetea con los dedos de los pies sentada al borde de la cama, entregándole otro recuerdo de intimidad a quien dejará de ser muy pronto su yerno.

—Ve tú a la tina, yo iré por el desayuno —sugiere sonriendo un orgulloso Miguel de su miembro varonil, mientras, provocativo, con una mano hace rebotar su erecto falo contra su abdomen logrando que la mirada de Alicia se enfoque en su masculinidad.

Quince minutos después está ella sumergida en el agua tibia hasta la altura de sus senos, mientras entona una melodía que la mantiene relajada. Esos mismos quince minutos es el tiempo que necesita él para subir las escaleras con bandeja en manos; donde un tazón de frutas, una humeante taza de café y un par de tostadas untadas con miel y yogurt son los alimentos básicos que les permitan iniciar su día. Sin tan siquiera dudar, Miguel se sienta al borde de la blanca tina tipo Regina con patas de metal; una hermosa y por demás clásica selección que va acorde con la suntuosidad del baño. Dejar reposar la bandeja sobre su regazo le permite alimentar de su propia mano a la hermosa mujer cuyo cuerpo desnudo está rodeado de agua espumosa con un agradable y entrañable aroma a rosas, el sonido de sus risas borda en sus mentes el eco que les promete a su debido tiempo que todo va a estar bien, usar en un futuro la refracción sonora de sus risas les asegura tener una tabla de salvación para los duros e inevitables momentos que están por afrontar. Las risas unidas a una charla mañanera les llevan, a muy pesar suyo, a entender que están a pocas horas de tomar decisiones, que los encaminaran a una encrucijada, que según el camino a elegir podrán; avanzar o permanecer tal cual como han vivido en los últimos años.

Limpiar los rastros de migajas de los labios de ella con su boca es una experiencia que se lleva solamente para sí, mientras que Alicia lo toma del brazo haciéndolo caer toscamente al agua, el sonido del líquido jabonoso impactando sobre el piso de mármol les anuncia que la diversión apenas empieza.

En esta ocasión es ella quien le hace el amor, suave, sutil, sin apuros; tal cual como si tienen todo el tiempo del mundo, tal vez es eso lo que ambos necesitan, tiempo, todo el tiempo, pero contrariamente son las horas las que les informan que el tiempo no se detiene.

Colocarse detrás de ella haciendo que la fémina espalda se apoye sobre su lampiño pecho le trae a Miguel los recuerdos de su primera entrega haces tres días atrás, con una mano le retira el broche en forma de mariposa que sostiene la espesa cabellera, para con suma delicadeza besar sus hombros, cuello y una oreja de la cual guinda un costoso sarcillo donde una perla está coronada con un diamante rosado. Mientras ella simplemente se deja consentir.

—Quiero que me escuches bien, mi hermosa, Ali —susurra la apacible y tranquilizadora voz de él a escasos centímetros del delgado cuello, mientras que los labios de Miguel se pasean libre por los hombros a la par que la abraza con firmeza para luego de un par de respiraciones profundas soltarla y finalmente llevar las puntas de sus dedos varoniles a la comisura de la cabellera de Alicia, justo allí, donde su frente se une a la primera hilera de cabello.

La voz de él se vuelve más envolvente cuando continúa. —Es muy probable—, dice con lentitud y seguridad, —que estos días sean un secreto que sólo nosotros sepamos, aunque no es algo de lo que me arrepienta, y espero que tú tampoco, no es algo que podamos sentirnos orgullosos de gritar a los cuatro vientos, pero ten por seguro que lo volvería hacer de ser necesario y no por el tener el privilegio de conocerte como mujer; sino por mostrarme que yo valgo como hombre, esposo y tal vez como padre si algún día conozco a la mujer correcta —Le reconoce, mientras se guarda para sí que ella se ha vuelto en estos últimos días el punto de referencia para el tipo de esposa que quiere.

Una sonrisa llena de orgullo se despliega en la boca de ella, mientras su interior intenta procesar tan hermosas palabras. A Alicia le urge internalizar a cabalidad tal confesión porque es un ancla que le permite mantenerse cuerda. —Eso es hermoso —agradece a la par que se deja peinar con las gruesas manos de Miguel.

Las puntas de los dedos inician un suave recorrido separando tres delgados mechones de cabello para proceder a tejerlos, mientras él retoma su monólogo. —Tú, mi querida y respetada Ali, eres una mujer excepcional que merece ser feliz, lucha por ello, no es un premio pendiente de la vida, sino un merecido reconocimiento por tus loables esfuerzos de hacer de tu matrimonio un refugio para tu familia —expresa Miguel, muy consciente, haciéndole entender lo maravillosa que es.

Nuevamente otro grupo de mechones son tomados entre los dedos de él para proseguir, no sin antes haberle entregado una hilera de besos donde una traviesa punta de lengua deja una estela de sensaciones. —Cualquiera que sea tu decisión con respecto a tu matrimonio; debes entender que no te quita valor ante la vida, sino todo lo contrario, sí optas por perdonar y permanecer juntos, espero que de alguna u otra manera él te empiece a valorar, pero si por el contrario, te aferras al divorcio inminente no hagas de él tu punto único de vida— emula el mejor consejo que recibió días atrás. —Verás, mi Ali, hace días atrás mi jefe al cual respeto tanto como a ti me enseñó una gran lección, ¿sabes cuál? —Le pregunta a la callada mujer que lo escucha con atención.

Un carrasqueo necesario se produce en la garganta de él mientras se prepara para pronunciar aquel mantra que se repetía una y otra vez tanto en voz alta como en lo más profundo de su ser cuando retornaba de hablar con Omar, su jefe. —La madurez es tener la sabiduría necesaria para afrontar los problemas en busca de soluciones en lugar de agrandar el problema en sí— repite el mantra que hizo suyo. —Sí, mi Ali debes encontrar la sabiduría para entender que ahora no es importante el divorcio en sí, sino el proceso del mismo, tú mi Ali, no eres la causante ni mucho menos la razón de las infidelidades de Matteo, tú al igual que yo somos las víctimas de ese par de desleales— sentencia cual juez en su corte, —quien traiciona a su esposo es capaz de usar los engaños más inverosímiles para encontrar con quien engañar, y créeme tú no provocas esas mentiras, él mismo las inventa para lograr saciar su enfermiza sexualidad. Así que no hagas de tu divorcio tu centro de vida ni mucho menos el único tema que te mantenga sin dormir, tómalo como una simple tarea poco relevante que tienes que llevar a cabo lo más pronto posible, que sean ellos los que intenten sobrevivir a las consecuencias de sus sucias decisiones.— Un fuerte abrazo unido a un necesario silencio es la táctica usada, por Miguel para presionarla hasta hacerla prometerse, a sí misma, no dejarse destruir en el camino elegido.

La hilera de besos en los hombros es sustituida por tres mordiscos en la base de la nuca, sacándole un juguetón escalofrío al empapado cuerpo de ella, para luego simplemente continuar hablando, —busca un buen bufete de abogados especialistas en divorcios, no utilices a los de tu familia ni te dejes manipular o persuadir por los de la empresa de Matteo, pues ellos sin importar las promesas que te hagan siempre estarán del lado de él— le asesora cual abogado especialista en lo mercantil. —Luego has una lista muy detallada de todo lo material que sea importante para ti, e incluye alguna que otra cosa importante para él aunque luego te deshagas de esas últimas; te servirán para negociar o sólo por fastidiarlo, luego lucha con todas tus fuerzas para adquirir la mayor cantidad de acciones de la empresa familiar como compensación económica, pues tú aunque no lo creas has aportado más de lo que él quiera reconocer, y por último cada vez que tengan presentación en los juzgados no llegues con las manos vacías concéntrate en tener infinitas pruebas, y centenares de testigos que te validen, no tengas compasión, pues él nunca la tuvo contigo.

Para el momento que Miguel termina de hablar; una hermosa trenza está tejida en la cabellera de ella. Algo en Alicia le hace asociar el trenzado con la cantidad de información que él con profesionalismo le acaba de dar.

Casi es mediodía mientras preparan el almuerzo, las carcajadas resuenan tan fuerte en las paredes de la cocina que les impiden, afortunadamente, escuchar las llamadas y mensajes entrantes en sus respectivos celulares. Pero si al haber vamos eso les tiene sin cuidado, no necesitan escuchar las falsas palabras que salen con total libertad de las embusteras bocas de sus esposos, sobre todo ahora que están orgullosos de comparar sus pequeñas venganzas.

Un brindis a copas llenas de otro vino seleccionado al azar es el juez, al cotejar, el aplicar hongos en las uñas de un hombre obsesionado con sus pies con el colocar disparejos pares de calzados femeninos; algunos con el tacón dañado, otros con parejas incompletas, otros totalmente estirados, descoloridos o manchados con pintura haciéndolos inservibles.

Otra botella a medio consumir es abandonada para ir a descorchar la siguiente de la costosa colección, mientras que una risueña y cantarina Alicia le explica con lujo de detalle del porqué de la calvicie repentina de su futuro ex suegro. Una burlona carcajada brota de Miguel cuando reconoce que su lado infantil totalmente vengativo le hizo colocar ramilletes de lavanda en las cajas, bolsa y maletas repletas con toda la ropa de Anabel. La mano de Alicia tapa su boca al recordar que su hija es ligeramente alérgica a esa flor, en cierto grado se entristece al darse cuenta de que no sólo está pronto a ser una divorciada más del montón, sino de que también tendrá que conformarse, al menos por un tiempo, con la poca ropa que se llevó a la supuesta convención.

Una hora después están los dos disfrutando de su última comida, ya que en un par de horas Miguel saldría a hacerle frente a su nuevo destino, a su nueva vida, evitando ahogarse en un divorcio que él no provocó, pero si solicitó.

Antes de que Miguel tomase una buena ducha, Alicia lo invita a sentarse justo al borde de la tina, esa confidente que los acompaña más de una vez en sus inolvidables momentos de intimidad. Extrañado, él acepta cuando ella con silenciosa tranquilidad y seguridad de lo que está por hacer, inicia a desenredar la media melena de él, pasar reiteradamente el delgado peine sobre el cuero cabelludo, le da a entender a él que una nueva vida necesita un nuevo look, aunque ambos saben que no es más que un cambio de apariencia o estilo que le dará una imagen renovada y presta para afrontar cualquier cambio de ahora en más. Ver como las manos de su Ali le entrega en la intimidad de su burbuja un nuevo corte de cabello le da una nueva visión de sí mismo. —Tal vez un candado no te vendría mal —sugiere Alicia como complemento del cambio.

No pasa más de media hora cuando un Miguel bañado, afeitado y perfectamente peinado se mira en el espejo listo para emprender un nuevo y prometedor futuro.

Una vez listo toma de la mano a una Alicia que está cubierta con una femenina bata de seda con estampados de flores y mariposas, sin dudar Miguel se dirige con una sonrisa a la pequeña gaveta que resguarda la ropa íntima de ella, entre buscar y buscar selecciona la que más le gusta, gira sobre sus talones para retirarle la delgada tela que le permite completar sus recuerdos al ver el cuerpo desnudo de una hermosa mujer. —Mi Ali —susurra con un hilo de voz, mientras que la atrae hasta que ambos se funden en un tierno y caluroso abrazo el cual dura varios minutos, pero ¿a quién le importa cuánto dure, a estas alturas?, es Miguel el que sutilmente rompe el contacto corporal, para llevarla hasta sentarla sobre el mullido colchón, toma una de sus piernas y sensualmente comienza a subir endemoniadamente lento la pequeña ropa íntima hasta que la misma cubre su inexistente monte de Venus, cubrir sus senos se vuelve una experiencia mágica, aplicarle unas gotas de perfume los envuelve rápido en una burbuja que ninguno está dispuesto a explotar. Entre besos, carantoñas y sonrisas tímidas que encierran un sentimiento de tristeza, Miguel gira sobre sus talones para buscar en el closet un monocromático vestido que le llega hasta sus impecables rodillas, seleccionar las sandalias es fácil al ver esas blancas con detalles de tiras.

Un nuevo y largo abrazo es la señal que a ambos le anuncia que deben enfrentar su futuro, ese futuro que les espera, tal vez, para pasarle factura por los tres días de intimidad o para premiarlos por sobrevivir a los llantos, las frustraciones, la dolorosa decepción y el amargo desamor productos de las infidelidades de quienes juraban amarlos...

A él, Miguel, al salir por la puerta principal de la casa de sus futuros ex suegros, y a ella; Alicia, cuando esa misma puerta se cierre hasta que sea abierta para bien o para mal por el traicionero, desleal e infiel Matteo Durán.

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