Capítulo 16. Planes y tropiezos.
La fiesta de Liz es todo un éxito, nunca jamás la había visto tan decidida, tan segura de sí misma, tan simplemente niña, y sobre todo tan feliz, bueno para ser sincera, sí, en una ocasión; allá en el mar Caribe. Verla soplar, ilusionada, las velas ubicadas estratégicamente sobre ese hermoso y esponjoso pastel de princesa hecho por su abuelita materna y decorado con dedicación por la madre de Carlos la tenía más que extasiada, la tarde entera la disfruta entre juegos y momentos de diversión dentro y fuera de la piscina en la compañía de José y varias primas de este quienes la han asumido como una primita más.
Fanny mira una y otra vez el reloj en la pantalla del celular, sabía que él, carajo, no se presentaría, así que decidida a afrontar otro castigo apaga el celular. Pasada las once treinta de la noche, los niños están más que entregados en los brazos de Hipnos, mientras que los adultos ya cansados están disfrutando de un par de copas antes de irse a acostar.
Como se ha vuelto costumbre Carlos tuvo que interpretar a "Doña flor y sus dos maridos", en la obra teatral de humor negro que levanta el telón cada fin de semana hace más de seis meses en el teatro Nacional. Para su llegada a casa todos están dormidos, así que entra en su cuarto para presenciar el espectáculo más hermoso y excitante jamás visto sobre su cama, allí entre sus sábanas de seda negra, arrugadas, está la mujer que ama más que a su propia existencia, Fanny, la mujer que le mueve el piso y hace vibrar su alma, pero que se mantiene fiel al padre de su hija. Sin ánimos de perder segundo alguno se retira toda la ropa exponiéndose en bóxer, su calor corporal aumenta vertiginosamente al permitir que ambos cuerpos hagan contacto piel contra tela, reposa sus hambrientos labios sobre la tersa mejilla entregando un silencioso beso deseándole buenas noches tal cual lo haría un amoroso esposo, no sin antes tomar varias selfies.
Ya cuando el sol está bien en lo alto, el momento justo cuando la cocina huele a almuerzo en lugar de desayuno, la puerta del cuarto de Carlos, "Karla" según Matteo, se abre de par en par para dejar pasar a un Durán que se debate entre reír o sonrojarse cuando ve a su Fanny abrazar a ese casi hombre en bóxer con las uñas pintadas de fucsia y el maquillaje corrido como si de una mujerzuela se tratase.
Carlos no es idiota, sabe muy bien que él está parado bajo el marco de la puerta, ese hombre que ve a Fanny solamente como su pedazo de carne o un hueco que follar, así que se prepara mentalmente para jugar con él.
Las pisadas firmes de Matteo se aproximan al borde de la cama, así que Carlos aprovecha para aferrarse más al cuerpo de la mujer que ama, mientras que deja que su pene crezca hasta más no poder.
Justo cuando Matteo está por tocar el hombro de una Fanny dormida, Carlos se gira para demostrar su tensa y erecta virilidad.
—Hola guapo, ¿quieres cambiar de lugar? —bufa con picardía, solo para provocarlo.
—No gracias, vengo por la madre de mi hija —reniega sintiéndose seguro de su masculinidad.
—Tranquilo, hombre, una probadita no te hará daño— sugiere Carlos con ojos de gatito meloso —ven aquí y prueba lo que un chico afeminado te puede hacer sentir— Lo reta mientras hace deslizar las pintadas uñas postizas sobre la tensa mano de Matteo antes que llegue al cuerpo de Fanny.
—Fanny, despierta —La fuerte y demandante voz rompe la calma dentro de esas cuatro paredes.
Luego de disfrutar de un almuerzo que se extiende hasta casi entrada la noche, están despidiéndose de la familia de Carlos. Perfecto ya que el gran Durán está ansioso de simplemente alejarse de la insistente Karla.
Al otro extremo de la ciudad, una acalorada discusión está provocando que Anabel y Miguel pasen de las lógicas palabras a los gritos sin sentidos.
—Amor, por favor, no me pidas un bebé ahora, no ahora, cuando debo mudarme por al menos diez meses a cinco horas de aquí —suplica Miguel ante la repentina exigencia de Anabel de ser madre, según ella su reloj biológico le está indicando que es el momento ideal. Pero Miguel se mantiene firme en su decisión de esperar a su regreso sabiendo que ese proyecto les dejará solvencia económica por mucho tiempo.
—Pero, ¿por qué no?, yo quiero ser madre —protesta pucherosa.
—¡Carajo, no, Anabel!, yo debo cumplir con este proyecto legal, no me pidas perderme del ver crecer y acariciar tu hermosa barriga de embarazada. Para mí es importante estar durante todo el proceso, no solo cada dos fines de semana cuando viaje a verte —protesta, evitando no estar presente en tan importante momento de la vida familiar.
—Quiero estar aquí para ti, para mí, pero sobre todo para nuestro hijo— se arrodilla ante ella mientras toma sus manos y las besa. —Quiero ser yo quien complazca tus antojos, caprichos y deseos, quiero discutir contigo el color del cuarto, comprar juntos la cuna, los peluches y cada tetero— intenta convencerla de disfrutar esas pequeñeces juntos. —Quiero ser el esposo atento, ser tu columna vertebral, tu apoyo, tu base— alega cada detalle. —Quiero ser un divertido padre embarazado los nueve meses— bromea colocándose una almohada debajo del pijama, sacándole una carcajada a su perfecta esposa.
La cruda verdad es que para Anabel la sola idea de que ella le quite todas esas experiencias le parte el alma, sobre todo sabiendo quien será el donador natural de el esperma.
—Está bien, pero en cuanto tú termines ese importante litigio me embarazas —asegura ella a la par que se voltea para darle la espalda como señal de que su berrinche aún no ha terminado.
Hoy martes, treinta de junio, Matteo, acaba de tomar una decisión que tal vez, solo tal vez, les cambie la vida a más de uno, aunque él no sabe a ciencia cierta sí es para mejor o para peor, pues le acaba de exigir al ginecólogo de Fanny que le retire el aparato intrauterino en la siguiente consulta sin que ella lo sepa.
Todo con tal que ella deje esas caprichosas clases universitarias, lo único bueno que salió de toda esa estupidez de estudiar; es la amistad de aquel maricón de porquería, hasta para eso es tan ingenua, lo que le confirma que la mujer solamente es una criatura que se debe moldear para la satisfacción de su macho. Si debe tener otra bastardita o un bastardito con tal de retener a Fanny no es algo que le quite el sueño, pues moléstese quien se moleste; él mantiene su opinión que eso no le quita el simple y verdadero hecho que solo ama a Alicia. Ya encontrará la manera que su sumisa e ingenua esposa lo perdone, nuevamente.
Por ahora sus únicos objetivos son dos; primero, controlar la maldita caída del cabello, ya que sus entradas frontales y su pronunciada calvicie son cada vez más notorias aunada a esa maldita coronilla de mierda que debe estar pintando con tinte semipermanente en spray cada quince días. Y claro, lo segundo es; embarazar a Fanny para que entienda de una vez por todas que el lugar de una mujer es estar dispuesta en la cama, en cuatro apoyada en el sofá o arriba del mesón de la cocina con las piernas abiertas para satisfacer a su marido, sin olvidar, claro está, que debe lavar, planchar y parir cada vez que su hombre lo requiera.
El viaje a España está previsto para el siguiente fin de semana, en esta ocasión Rita no pudo hacer las reservaciones porque ya está convaleciente por una cirugía de peritonitis, así que es el mismo Matteo quién las hace, situación, que aprovecha Alicia para usar sus antiguos contactos en la aerolínea.
Sentados en la sala de embarque, Matteo jura confiado que sus puestos están asignados en primera clase, pero claro está, la venganza silenciosa no tarda en llegar. Cuando él observa confundido un pequeño error en la reservación, pero ¡qué mierda!, sin posibilidad de hacer cambio alguno o en el peor de los casos tendrían que esperar otro vuelo al cual no tienen garantía de abordar. Confía ciegamente en sus encantos masculinos para convencer al personal de sobrecargo para dejarlo sentarse al lado de su esposa.
Catorce extenuantes horas de vuelo le espera a un exigente Matteo justo al final del avión allí en clase turista a dos pasos del nefasto baño. ¿Qué otra cosa podía salir mal?, luego que la azafata le confirma que en su reservación hay un boleto para primera clase a nombre de su esposa y otro en clase turista a nombre de él.
Matteo jura que el destino está apostando en su contra cuando intenta ubicarse en el incómodo asiento que da al pasillo, pero ¡mierda... mierda... y más mierda!; el cuerpo amorfo, obeso, sudoroso y mal oliente de su compañero de viaje ocupa parte del suyo. No han despegado, aún, cuando ha tenido que escuchar la insulsa vida de quien habla sin parar, mientras que varias chispas de saliva brincan sin control de esa boca rodeada de un bigote mal cortado por la excesiva pronunciación de la letra "ce". Un retraso por culpa del mal tiempo hace que las catorce horas se vuelvan quince. ¡Oh, cielos!, es un puto viaje que no olvidará.
De la cartera de Alicia salen un par de billetes verdes como agradecimiento para el sobrecargo quien se presta a no servirle almuerzo a Matteo, alegando que tiene una dieta médica estricta, la cual, intentará por todos los medios eludir. Las quejas de él son desatendidas a pesar de que le insiste a la jefa de sobrecargo que él no ha recibido comida.
Diez horas después, el amistoso autor del monólogo que tiene mareado a Matteo le pasa su enorme trasero justo a escasos centímetros del rostro, por quinta vez, para ir a soltar varios fétidos en el estrecho baño, los cuales son desagradablemente escuchados por quien debió estar sentado en primera clase junto a su esposa, haciendo que el apetito desaparezca por enésima vez.
El rostro de un frustrado e iracundo Matteo cambia de semblante cuando observa como el sudoroso hombre abandona el avión en la conexión con Portugal. «Listo, se acaba mi pesadilla», sentencia feliz.
Deja inclinar su cabeza hacia atrás en busca de paz mental, nunca en su putañera vida había apreciado tanto el silencio. Decir que el viaje es una tortura china, es una epifanía, maldice por cada segundo que tiene que subsistir en clase turista económica.
No tarda en pedirle a los dioses del cielo no tener otro compañero así de viaje. Y tal cual sus plegarias son escuchadas al ver sentarse una mujer con un recién nacido plácidamente dormido en los brazos de su madre. «Dios, gracias Dios» —se bufa del destino sabiendo que su mala jugada ya terminó.
Ya en tierra española se encamina hacia las escalinatas del pasillo que lo dirige al área de desembarque para reunirse con una reluciente y relajada Alicia, quien suelta la risa al observarlo estresado, arrugado y vomitado. Las carcajadas de su esposa no se hacen esperar a la par que ella intenta medio limpiarlo con uno de los tantos toallines húmedos que porta siempre en su cartera.
Los ojos expertos de él no pierden el detalle de que en la mano de ella sobresale una llamativa portada de un libro finamente empastado; donde la imagen de una delicada joya color jade captura la mirada de cualquier exigente lector, Matteo pronuncia con elegancia el título Jade el cual toma y lo analiza con cuidado.
—¿Y esto?... ¿Cuándo lo compraste?... sabes que no es prudente que recorras los terminales ni las zonas libres de los aeropuertos cuando el avión está en una escala —Le recuerda a ella, mientras, se concentra en la interesante sinopsis de una mujer que disfruta seducir y estafar a poderosos hombres acaudalados, mientras se especializa en el robo de obras de arte aunque su gran golpe está dirigido al corazón de un maestro estafador. Hace una nota mental para luego leerlo.
—No lo compré, Matteo deja por un momento tu necesidad de controlar cada centavo que gasto, —resopla frustrada haciendo lo callar —de hecho su autora Mazorrita me lo autografió, luego de tenerla como compañera de asiento. Es una joven hermosa muy divertida, con una personalidad burbujeante —continúa explicando feliz mientras esperan por la llegada de sus maletas.
Luego de esperar más de una hora, les informan que el equipaje de Matteo se encuentra extraviado, pero con la garantía que se le será devuelto en cuanto arribe el vuelo de Londres, al cual fue enviado por equivocación. Se marchan directo al hotel para ducharse y cambiarse de ropa, pues la reunión de negocios es en escasas cuatro horas.
Una larga ducha le permite relajarse un poco, solicitan servicio al cuarto, para luego salir a comprar algo de ropa formal. Dos horas después está listo para partir, besa a su sumisa esposa y coloca su mejor cara de póker para lograr el mejor acuerdo.
No se puede esperar nada menos de la mente prodigiosa del gran Matteo, mientras que él está luchando para agrandar su empresa, Alicia está planificando la siguiente venganza silenciosa.
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