Capítulo 7
A punto de hacer cortocircuito
Phuong, aparentemente satisfecho, dejó sobre el colchón a su lado, el envase de plástico vacío.
—¿De dónde sacaste esta rica comida? Gracias por aplacar mi hambre, estaba deliciosa.
—La cocinó la pastora de la iglesia donde fui esta mañana.
—Fuiste a la iglesia...
Un intervalo de silencio se extendió entre nosotros. Afuera, varias personas parecían tener una carrera por el pasillo.
—Fue un hermoso culto.
Phuong se acomodó mejor sobre el colchón.
—Mis padres son budistas, crecí bajo esa religión, pero no la practico. No tengo la fe de ellos.
La atención del asiático estaba sobre las manos cruzadas frente a él, mientras yo aprovechaba para mirarlo. No sabia que Phuong estaba por ahondar en lo que había pasado hacia unas horas, más allá de las disculpas que ofreció unos minutos atrás.
—No sé como empezar...así que lo haré por el principio... y quiero decirte que entiendo que te resulte incomoda la convivencia conmigo luego de todas las boberías que dije anoche.
Las dudas sobre lo que recordaba o no Phuong se iban aclarando.
—Si de algo te sirve vuelvo a pedirte disculpas.
—Estabas muy ebrio.
Phuong se echó a reír.
—Si...el dolor de cabeza con el que levante fue prueba suficiente. No debí beber tanto, no suelo hacerlo, pero anoche...
—Discutiste con ese chico, Miles...¿puedo comentarte algo?
Después de que hablé me arrepentí, pero Phuong me animo dedicándome una mirada.
—Tú y este chico, Miles...tienen sortijas similares. Ustedes pertenecen a algún club o algo similar...
No supe como continuar y esperé que fuera él quien me ayudara a exteriorizar de alguna manera lo que deseaba.
—Miles y yo fuimos pareja, esas sortijas las compramos juntos la navidad pasada. A veces pienso en dejarla por ahí, no volverla a usar, pero la verdad es que me encanta.
No fue lo mismo pensar en ellos como pareja, incluso verlos como los vi la noche anterior, a oírselo decir. Pude notar que mencionar al afroamericano le afectaba de alguna manera. Yo me esforcé por disimular la incomodidad que de pronto se extendió por mi cuerpo y supe que no era porque se tratara de una relación homosexual.
Me molesto mirar la, hasta cierto punto nostálgica reminiscencia, en los ojos de Phuong.
—Miles y yo terminamos antes de que llegara el verano, y terminaran las clases. Desavenencias irreconciliables por así decirlo. Yo soy abiertamente homosexual...no es que lleve un letrero en la frente anunciándolo, pero no tengo porque ocultarme, al menos no con mis familiares y amigos, que me aceptan. Sin embargo, a Miles le da pavor el solo hecho de pensar en mostrarse como es, como siente, y sobre todo a quien ama. Y aunque lo entiendo decidí que era mejor separarnos, esperó haberle dejado claro anoche que prefiero guardar las distancias.
Recordé que Miles parecía dispuesto a continar insistiendo en acercarse a Phuong. El asiático tomo un hondo respiro, sus manos inquietas sobre su regazo.
—Tratamos que la relación funcionara, aunque ya desde el principio me di cuenta de lo difícil que seria, pero la atracción entre ambos...
Phuong guardo silencio cuando yo me puse de pie inquieto, esa fue mi manera de interrumpir sus referencias. Me desplace unos pasos sintiéndome en la obligación de decir algo, pues sentia que había sido rudo y hasta poco educado al moverme así.
—Es triste, no me imagino terminando mi relación con Deirdre.
Fue lo primero que se me ocurrió decir, sin estar seguro de mi sinceridad, y la duda me martillo la mente por unos instantes. ¿Qué sentiría si Deirdre y yo terminaramos nuestro noviazgo?
No quise continuar aquella linea de pensamientos.
—Miles ya está superado.
No estaba de acuerdo con eso y contrario a lo que solía hacer, no me lo guarde.
—No lo creo.
Evidentemente Phuong no se esperaba mis palabras y me echo un rápido y sorprendido vistazo.
—Discúlpame...
—No tienes por qué disculparte, ¿qué piensas?
Tenía toda la atención de Phuong sobre mi, y me sentí algo cohibido. Volví a sentarme con el joven frente a mi animándome a seguir.
—Anoche los vi juntos y creo que ninguno de los dos se ha superado. Deberían hablar y tratar de entenderse.
Phuong sacudió la cabeza en desacuerdo, aunque una sonrisita jugaba sobre sus labios.
—Nosotros nos entendíamos...pero eso no fue suficiente, Finley. Me di cuenta de que Miles jamás abandonara la seguridad del closet, y yo no estoy dispuesto a vivir en el anonimato, ocultando mis sentimientos, compartiendo al hombre que amo con alguien más...seguramente una linda chica.
Phuong mencionó que Miles provenía de una familia con estrechos lazos políticos conservadores, era hijo único de una pareja de abogados, y nieto por parte de padre de un juez. Según Phuong, la familia de Miles esperaba que cuando se graduara de leyes enfilara sus intereses hacia escalar posiciones de liderazgo donde una de sus metas sería un escaño en el senado, y de allí solo Dios sabia.
El destino de Miles era, después de consolidar su carrera, casarse con una hermosa chica, preferiblemente una joven tan instruida como él, e hija de buena familia. El afroamericano estaba muy conciente de ello y nunca mostró la más mínima inclinación por ir en contra de todo aquello. Miles siempre fue claro con Phuong y este último aunque se dio la oportunidad de disfrutar de su compañía, al final decidió alejarse.
—No quise dejar pasar más tiempo, no podia darme el lujo de enamorarme...
Contrario a lo que insinuaba, en ese momento no tuve dudas de que Phuong amaba a Miles, y no supe como reaccionar. Nuevamente el silencio descendió sobre nosotros.
—A que te refieres con eso de salir del closet...
No se me había ocurrido nada mejor que hacer mención de esa frase que minutos antes me estuvo tan curiosa. También buscaba aligerar el ambiente, y lo logré, por aquellos años era tan fácil hacer reír a Phuong.
Y como constraste con aquel tiempo, a menudo recuerdo lo mucho que lo hice sufrir. Y siempre termino preguntándome si hubiésemos sido felices juntos. Si yo le hubiera dado la oportunidad a nuestro amor olvidando todo lo aprendido, que me alejo de él, y me ato a una vida donde nuevamente alguien más decidía por mi.
—Salir del closet es aceptar ante el mundo la preferencia sexual. —aclaró Phuong. Esa noche hablábamos de Miles, sin embargo, en el futuro ese sería un dilema que yo compartiría con el futuro abogado.
—¿Qué piensas tú, Finn? ¿Crees que soy un pecador?
Nuevamente me quedaba sin palabras, mientras él insistía en sostenerme la mirada. No obstante, lo que dije fue sincero.
—Todos somos pecadores, Phuong.
Phuong pareció indesiso.
—Tenia miedo de que no quisieras ni escucharme, después de todo puede que todo el asunto fuera desconocido y hasta desagradable para ti.
Quizás esa era la clase de reacción que se esperaría del hijo del pastor, no fueron pocas las veces que escuche a mi padre asegurar que la homosexualidad era un pecado mortal. Y fui testigo del total rechazo de mi congregación.
Recuerdo que esa noche sentado frente a Phuong pensé fugazmente en esos inquietantes sueños donde me sentía atraído sexualmente por otros varones, aquellos que encasillaba como pesadillas. Con nadie había hablado sobre ello, era un desafortunado secreto que mantenía solo para mi, apartándolo a un rincón. Incluso cada vez que me pasaba, vivía momentos de tensión y miedo seguro de que mi padre lo descubriría y repudiara de mi.
Y esa noche mientras perdía la mirada en algún punto de la habitación, con el pulso acelerado, por primera vez me atreví a darle voz y cabida en mi mente a la posibilidad de que aquellos episodios oníricos no fueran otra cosa que deseos reprimidos.
—¿Finley?
Para ese momento ya me sentía superado, tenía una incómoda sensación de pesadez sobre los hombros y mis pensamientos eran un pequeño remolino de ideas a las que no le veía claramente el significado.
—Descuida, Phuong...yo siempre estaré para escucharte.
Busque la mirada de Phuong con la mia al tiempo en que dibujaba una sonrisa en mis labios y me ponía de pie.
—Gracias por no dejarme tirado anoche, por soportar mis majaderos comentarios, y ayudarme a llegar aquí. Y sobre todo, por no dejarme manejar mi hermoso carro para que lo estampara contra un árbol.
—¡Ni Dios lo quiera!
Phuong se echo a reír y yo lo imite.
—¿Crees que podemos ser amigos, Finn?
—Pensé que ya lo éramos, Phuong.
Esa noche tuve problemas para conciliar el sueño, en mi cabeza las ideas y los pensamientos rebotaban de un lado al otro, impidiéndome el descanso. Y nunca he podido olvidar mi último pensamiento consciente de esa noche, una injusta comparación entre el apasionado beso entre Phuong y Miles, con las sosegadas demostraciones de amor entre Deirdre y yo.
*********
Mediados de octubre
Las primeras semanas desde el inicio de clases las recuerdo con emoción, pues todo lo que me rodeaba era novedad para mi, y también como un periodo de adaptación.
El otoño se había apoderado de Albany, las altas temperaturas de verano dieron paso a días ventosos, bastante nublados y frescos donde el crepúsculo caía temprano, y el amanecer tardaba en mostrarse.
Abrigado con mi viejo abrigo asistía a clases cuatro días a la semana, despertaba muy temprano como era costumbre y dejaba el cuarto antes de que mi compañero ni siquiera despertara.
Phuong y yo casi no coincidíamos en el campus, sin embargo, eso no quería decir que estuviésemos distanciados, al contrario, nuestra amistad fue creciendo. No fueron pocas las ocasiones en que él, Daisy Jane y yo nos reuníamos los sábados para un almuerzo tardío, visitar algunas tiendas o ir al cine por una buena película.
Cuando Daisy Jane retomo su relación amorosa con Barry, entonces solo eramos Phuong y yo. Uno de los pasatiempos de Phuong resulto ser la fotografía y no tardó en hacerse de una cámara profesional en una tienda de segunda mano, estaba en muy buen estado y a excelente precio, e insistirme en que fuera su modelo. Al principio puse objeción, mi timidez natural me impedía verme como el protagonista de la fotografías que el asiático planeaba tomar y que eventualmente formarían parte de su portafolio.
Sin embargo, demás esta decir que terminé cediendo y disfrutando esas tardes de principios de otoño como modelo de aquellas fotografías enmarcadas por altos arboles con sus hojas pintadas de amarillo mostaza y burdeos.
Phuong no tardo en comenzar a armar un portafolio casi en su totalidad con aquellas fotos, y muchas veces nos sentamos a mirarlo desde el principio, mientras comíamos pastel de zanahoria. Ambos estuvimos de acuerdo en que con cada fotografía la mejora era evidente, tanto del fotógrafo como del modelo.
Entre risas solíamos bromear, en tanto yo le decía que podia dedicarse a la fotografía profesional y olvidar la carrera de derecho, Phuong insistía en que yo debiera dedicarme al modelaje, echando a un lado mis intenciones de llegar a ser farmaceutico.
Con el paso de las semanas Phuong y yo pasamos de ser excelentes compañeros de cuarto, a buenos amigos, y podíamos hablar de cualquier cosa. Recuerdo que él solía contarme sobre Miles, asegurando que ya no se veían, y luego de un tiempo mi nuevo amigo comenzó a preguntarme si ya me había convencido de que había superado a su ex.
Phuong solía fastidiar con eso, mientras yo sacudía la cabeza con vigor no muy convencido.
En la actualidad no son pocas las veces que me pierdo en los recuerdos de aquellos días antes de que nuestra relación cambiara. Y a veces me pregunto si nuestra amistad hubiera sido duradera, de esas que trascienden las épocas.
¿Cómo se hubieran dado las cosas si en el camino no hubiesen nacido sentimientos fuertes e intensos entre nosotros?, si no nos hubiésemos enamorado.
Sé que desde que me conoció, Phuong sintió atracción hacia mi, él mismo me lo había dicho tiempo después, pero también me confesó que desde el minuto cero se esforzó por cambiar las cosas y sacar de su mente ideas absurdas, como él les llamaba, sobre un acercamiento romántico entre nosotros. Phuong decía estar muy claro en que jamás de los jamases tendría una oportunidad romántica conmigo.
En mi caso, las cosas se dieron poco a poco, a un ritmo pausado, lleno de dudas y negación. La atracción física siempre estuvo allí, pero por mucho tiempo yo la mantuve a raya, esforzándome a ignorla. En el fondo temia aceptar mis verdaderos sentimientos por Phuong pues eso abriría un abanico de sensaciones y deseos que no sabia si estaba preparado para enfrentar.
Dicen que recordar es vivir, y esa frase que antes no tenia ningún significado para mi, en el presente se ha convertido en mi mantra. Me gusta recordar lo nervioso que me sentía cuando veía dormir a Phuong con las sábanas casi enrolladas sobre su cintura, exponiendo su pecho lampiño y piernas velludas. O en circunstancias parecidas cuando mis ojos tenían voluntad propia y divididos entre la incomodidad y la curiosidad, se deslizaban desde su rostro en descanso, a lo largo de su cuerpo, sobre esa piel aceitunada de apariencia suave al tacto.
También existen recuerdos no tan gratos como cuando, luego de experimentar ciertos exabruptos libidinosos, corría a llamar por teléfono a Deirdre ansiando escuchar su suave voz diciéndome cuanto me quería y lo deseosa que estaba de volver a verme. Luego solía evitar por varios días estar a solas con Phuong, ya fuera acostándome a dormir, o a fingir dormir, temprano, o alargando mi estadía en el baño hasta que el otro fuera el que estuviese ya en la cama.
Y entre quitarle importancia a la inquietud que la sola presencia del asiático levantaba en mi espíritu, y mi afán de pasar por alto las señales de que no todo en el mundo era negro o blanco, hubo una ocasión que se convirtió en el detonante para liberar en mi, ese cúmulo de emociones y deseos que vivían ocultos, asechando la oportunidad para hacerse sentir, de hacerme sentir.
Cuando traigo ese recuerdo en especial a mi mente, una traviesa sonrisa se instala en mis labios, mientras retazos de esa nublada mañana de principios de noviembre toman el control de mis pensamientos.
Contrario a los demás días esa mañana salí bastante apurado de la residencia, pues planeaba pasar por la biblioteca a consultar unos datos antes de ir a clases, en esos años los libros de textos y las enormes enciclopedias eran las mejores fuentes de sabiduría.
Recuerdo que la noche anterior me había quedado despierto hasta tarde estudiando algunas formulas de la clase de farmacología básica y que todos mis apuntes los tenía en una carpeta, apuntes que necesitaba repasar para un examen corto que tomaría justo en la segunda clase del día.
Con la prisa había olvidado la dichosa carpeta sobre el escritorio y fue cuando estaba muy cerca de la universidad que me di cuenta de mi gracia, contrariado regresé sobre mis pasos a la residencia cruzándome por el camino en sentido contrario con bastantes estudiantes, apurados, muchos de ellos compañeros de residencia.
Subí la escalera y esquive a varios chicos que casi corrían en dirección contraria, sin embargo, cuando estaba a punto de llegar de frente a la puerta de la habitación que compartía con Phuong ralentice mis pasos. Fue algo que no pensé, de pronto la prisa que tenia paso a un segundo plano. Con una de las manos sobre el picaporte de la puerta tuve conciencia de dos cosas; la música proveniente del interior del cuarto y del inexplicable aumento de mis pulsaciones, tuve una extraña sensación de anticipación.
Supe que debía tocar antes de entrar a la habitación, hacer conscientes de mi presencia a la persona o las personas dentro, pero fue una de esas ocasiones en que me deje llevar por un impulso, y echando a un lado la educación, abrí la puerta, que no estaba asegurada por dentro, con sumo cuidado.
En esos segundos en los que tarde en separar la puerta del marco y atisbar al interior recuerdo que tuve la seguridad de que me encontraría a mi compañero de cuarto acompañado de su ex novio, aprovechando mi ausencia, y esa imagen hizo que frunciera los labios en un rictus de enojo.
Sin embargo, jamás imaginé que sería testigo, como un vulgar voyerista, del sensual baile de Phuong, vistiendo su impoluta bata blanca de toalla, y mucho menos, cuando, completamente ajeno a mi presencia, el asiático habia desatado el flojo nudo que ataba la bata a su cintura, mientras balanceaba las caderas y comenzaba a dejar que la prenda se deslizara desde sus hombros hasta el suelo. Ver en todo su esplendor la desnudez de Phuong, me dejo sin aliento y con la sensación de que en cualquier momento mi cuerpo podría hacer implosión.
.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro