Capítulo 4
Es tiempo de integrarse
Lo primero que noté cuando entré nuevamente al cuarto fue que el boceto volvía a estar sobre la pared. También percibí un leve olor a cítricos, específicamente a naranja en el ambiente.
Phuong se encontraba de pie frente a una de las ventanas, la que estaba al lado de su cama, donde lo había visto desde la acera, y se giró para darme la bienvenida, aún con la sonrisa brillando en sus labios.
—Creo que comenzamos con el pie izquierdo. Yo debí preguntar antes de comenzar a quitarme la ropa frente a un completo desconocido.
La sonrisa del asiático cambio a una mueca apenada. Cerré la puerta a mis espaldas, al voltearme recuerdo que sentí que no podía dejar mis manos quietas.
—Tengo la impresión de que exageré mi reacción. En mi defensa debo decir que fui criado a la antigua.
Manifesté esforzándome por oírme firme, aunque me dio la impresión que no logré mi cometido. Su personalidad abierta y segura volvía a afectarme. Sentí la boca seca y un ligero temblor, y todo lo anterior se sumo resultando en una incipiente sensación de molestia.
—No debí asumir nada y respetar que cada quien tiene sus costumbres. Me comporte impulsivamente...mi madre siempre me dice que debo ser prudente. Pienso que tú le caerías muy bien a Bian.
—¿Bian?
—Mi madre...
Me gustaba su manera de sonreír, algo torcida, y su mirada hambrienta. Lo que no me gustaba era ser tan consciente de todo en él, a pesar de que era prácticamente un desconocido.
—¿Qué tal si comenzamos de nuevo? Prometo respetar tu espacio y juro que jamás volveré a mostrarme sin camisa ante ti, Finley.
Me distraje apreciando que recordaba mi nombre y como se escuchaba en sus labios, dicho con ese tono ronco y aterciopelado, tan suave comparado con el mío, tan parecido al de mi padre, un vozarrón ideal para predicar.
—Creo que podría hacer eso...comenzar de nuevo.
La encantadora sonrisa de Phuong se intensifico más, si eso era posible.
—Ya puedes darte una ducha, creo que me voy a acostar, estoy agotado, maneje de Brooklyn hasta acá...
Yo solo asentí con un movimiento de cabeza antes de ponerme a buscar lo necesario para asearme. Pude oírlo sacudir las sábanas de su cama, segundos luego de reojo, lo miré subir a ella y acomodarse.
—Gracias por volver a colocar el boceto en la pared.
Era algo que deseaba decirle desde que entré, pero hacerlo me costo bastante. Mis destrezas para socializar estaban bastante oxidadas, o quizás era a causa de él.
—Solo me asegure de que la tachuela estuviese bien puesta...hermoso dibujo, ¿lo hiciste tu?
Giré un poco para mirarlo, mientras sostenía la toalla y demás cosas entre mis manos.
—Si.
—Eres muy talentoso, estoy seguro de que le hiciste justicia a ese hermoso lago con tu arte.
Una sensación agradable se extendió por mi pecho, y me di cuenta de que un poquito de orgullo no le podia hacer daño a nadie.
—Gracias.
Phuong no contesto y tenía los párpados casi cerrados, el cansancio del cual hablo lo arrastro a la inconciencia con solo tocar la almohada con su cabeza. Me di el gusto de mirarlo por unos largos segundos más antes de voltearme en dirección al baño.
Cerré la puerta con sumo cuidado en consideración al chico que dormía.
**********************
Al siguiente día desperté, como era común, antes de las siete de la mañana. Lo primero que escuche fueron los suaves ronquidos de mi compañero de cuarto. Con sigilo busque algo de ropa, lo usual, pantalones largos y camisa, para irme al baño y arreglarme. La orientación estaba pautada para comenzar a las diez de la mañana.
Una vez listo pude sentir, aunque era temprano y me encontraba dentro de la habitación donde había acondicionador de aire, que ese día seria unos de los más calurosos de finales de mes. Aun así yo tenía que vestir mis pantalones largos de poliéster. Me senté sobre el colchón pensando en si debía despertar a mi compañero de cuarto, mientras tanto recuerdo que busque entre mis cosas el pastel de zanahoria que había comprado el día anterior y que sería mi desayuno.
No quería ni pensar en lo que diría mi padre si me veía. En esos dos días había ingerido más harina que en todo el año pasado.
—Buenos días —Phuong se incorporó, soltó un bostezo y estiro los brazos sobre su cabeza de despeinados cabellos— .¿No te quedara un pedazo de pastel de zanahoria por ahí escondido, Finn?
Desee haber podido compartir el pastel, pero prácticamente, cuando él desperto, ya no quedaba nada.
—En estos días he comido demasiada harina.
—Lamentablemente así será durante el semestre, la comida que sirven en las cafeterías de la universidad no es la más nutritiva y los restaurantes del área no hacen la diferencia. El año pasado mi dieta consistía casi totalmente entre hamburguesas y pizza, que me encanta...
Phuong comentó que tendría que volver acostumbrarse a comer comida rápida y que extrañaría demasiado la comida que cocinaba su madre. También mencionó que sus padres eran los dueños de un restaurant en Brooklyn que servia comida vietnamita, donde él trabajaba todos los veranos.
Los padres de Phuong llegaron a Estados Unidos en la década de los cincuenta, cuando eran unos jovencitos soñadores. Aquí formaron una familia y emprendieron un negocio muy próspero. Phuong y sus hermanos habían nacido y crecido en Brooklyn, y el asiático aseguraba que amaba la vida con prisas y de estilo excitante que vivían en la ciudad, a la que estaba acostumbrado.
—No me veo viviendo en otro lugar.
Yo tuve que esforzarme para no dejarme llevar por la curiosidad y parecer más pueblerino de lo que seguramente ya lucia a sus ojos.
—¿Y qué me cuentas de ti?
Yo no quería hablar de mi y la aburrida existencia en Seven Hills aunque entendía que aparte de la curiosidad que él pudiera sentir, estaba el hecho de que por educación quizás se veía casi obligado a preguntar.
—Yo vengo de un pueblo fronterizo con Pensilvania que se llama Seven Hills. Es el típico lugar donde la economía gira alrededor de la agricultura y la ganadería. Mi familia se ha dedicado a esto último desde hace casi un siglo, mi padre en particular ya vendió el negocio y en el presente se dedica tiempo completo a liderar una iglesia.
—Eso quiere decir que eres el hijo del pastor.
—Pues si, el hijo mayor, luego viene mi hermana Darcy y mi hermanito Seamus.
Pude haber mencionado tanto sobre mi, incluso sobre mi querida novia, pero opté por caer en un cómodo silencio. Y Luego de aquel intercambio de información Phuong salió de la cama.
—Debo apresurarme si quiero llegar a la dichosa orientación.
El muchacho se enfoco en hacer lo que había dicho, darse prisa. Cuando Phuong se metió al cuarto de aseo vacile entre quedarme a esperarlo o irme. Me decidí por lo último.
********************
La orientación, que también era una bienvenida a todos los estudiantes de la universidad se llevo a cabo en el anfiteatro de la facultad de generales, allí donde asistiría a mis clases ese primer semestre.
En aquella soleada mañana, en los predios del edificio se encontraban cientos de estudiantes. Muchos se saludaban efusivamente entre gritos de alegría, otros mostraban su emociones de manera evidente. Y no éramos pocos los que como yo nos manteníamos al margen, con una leve sonrisita en los labios, mirando a nuestro alrededor con ojos anhelantes y curiosos, emocionados por el comienzo de nuevas experiencias.
—¡Hola, Finley!
Aquel efusivo tono de voz lo reconocí de inmediato y logró sacarme de mis cavilaciones. A mi lado estaba Daysi Jane vestida muy colorida y con una radiante sonrisa en sus labios.
—Hola Daysi Jane, ¿cómo estás?
Correspondí a su sonrisa antes de ofrecerle un apretón de manos que la rubia acepto y emulo con vigor y entre risas.
—¡Recuerdas mi nombre!
—Como olvidar el nombre de la primera persona que me dio la bienvenida.
Daisy Jane amplio su sonrisa y me pareció que se disponía a hablar, pero el llamado de su nombre a poca distancia, a nuestras espaldas, hizo que la chica girara rápidamente. Me di cuenta que la chica sabia exactamente quién llamaba su nombre, yo y mi corazón también reconocieron la voz aterciopelada de Phuong.
Daisy salvo los pasos hasta los brazos abiertos de Phuong. Luego del efusivo saludo ambos se acercaron a mi.
—Phuong, amigo déjame presentarte a...
—¡Finn!
Terminó el asiático. Phuong le aclaro a Daisy que ya nos conocíamos, y que compartíamos cuarto.
—¡Esto es genial! —exclamó Daisy palmeando con alegría.
Phuong jaló con suavidad a la chica y la pego a su costado, ella lucia encantada.
—Tengo tantas cosas que contarte.
Comentó Daisy con complicidad, en el oído de Phuong. Ella y el chico asiático no dejaban de reír, y yo me sentí fuera de lugar.
—¿Ya viste quien no te saca los ojos de encima?
El propósito de Daisy era no ser escuchada con claridad, más allá de Phuong. Sin embargo, yo la escuché, no solo eso, también la vi hacer un movimiento con la barbilla en dirección a un joven afroamericano muy alto, con aspecto de que dedicaba muchas horas a ejercitarse. En esos momentos el chico estaba distraído buscando algo dentro de su mochila.
Phuong echó un rápido vistazo hacia el tipo del afro y dejó escapar una risita antes de girarse y enlazar uno de sus brazos con el de su amiga.
«Que ni se le ocurra acercarse a mi»
La respuesta amenazadora del asiático retumbo en mi cabeza durante todo el camino hacia el interior del anfiteatro.
Sus gestos y el tono de su voz insistían en recordarme algo, martillando mi cerebro, mientras caminaba por el atestado recinto buscando un lugar libre para sentarme.
Daisy y Phuong me llevaban delantera y pronto los perdí de vista. Los amigos iban muy ocupados compartiendo murmullos y risas.
Tomé asiento en el penúltimo asiento de una de las filas, el lugar se asemejaba a una sala de cine. Había poca iluminación, a excepción del área de la tarima donde comenzaron a acomodarse los oradores.
Intente leer el panfleto que tenia en mis manos, una especie de guía de actos. Sin embargo, aún rememoraba lo que sucedió afuera con Phuong y su gesto y sobre todo sus palabras, cuando Daisy le señaló al afroamericano.
—¿Puedo sentarme aquí?
Levanté la mirada y me encontré con el afroamericano motivo de extrañas referencias y actitudes de parte de Phuong y Daisy. No tarde en invitarlo a sentarse con un gesto.
—Miles.
El joven me tendio su mano derecha a modo de saludo. El estrecho espaldar del asiento prácticamente desapareció bajo sus anchas espaldas cuando se sentó.
—Finley.
Miles y yo sacudimos manos. Fue allí cuando me fije que el tal Miles lucia un anillo idéntico al de Phuong. De inmediato, lo que tanto me molestaba escondido en el subconsciente salió a la luz.
«Que ni se le ocurra acercarse a mi»
No solo fueron las palabras lo que me llamaron tanto la atención, sino la manera peculiar de decirlas, la risa, los gestos. Todo me recordaba a las chicas de mi antigua escuela cuando hacían referencia a un chico que en un momento dado fue su interés romántico, pero que habían pasado a mirar con desprecio por alguna razón.
—Eres estudiante nuevo, ¿cierto?
Asentí rápidamente a su pregunta. Recuerdo que las pocas luces encendidas disminuyeron y solo quedo iluminada la tarima donde segundos luego dio inicio la ceremonia.
Enderece mi postura forzándome a prestarle toda mi atención al decano y demás funcionarios. A mi lado, el tal Miles hizo lo propio. Fue curioso como poco a poco eche a un lado mis pensamientos sobre Phuong y Miles, la relación que podría existir entre ellos y mis asociaciones.
En el futuro, no fueron pocas las veces pensé sobre aquellos días, y como mi mente opto por enviar a un rincón, el análisis natural que cualquiera haría, con sus conclusiones, quizás porque intuía que yo no sabría como manejar.
La orientación y bienvenida se extendió por casi dos horas. Cuando dejamos el anfiteatro saliendo al exterior me tomo algunos segundos acostumbrarme a la claridad.
—Si quieres puedo darte un recorrido por el campus.
No esperaba que Miles estuviese justo detrás de mi, el joven se movió hasta detenerse de frente. Una sonrisa amistosa acompañaba sus palabras. Justo ahí Daisy y Phuong pasaron por nuestro lado sin siquiera mirarnos. Noté que la atención de Miles se fue con ellos por unos instantes.
La pareja se alejo mezclándose con el estudiantado.
—Me gustaría.
Recuerdo que ese día Miles Jackson me llevo a recorrer el campus siendo de mucha ayuda, guiándome. Gracias a él, el lunes siguiente había llegado sin problemas a mi primera clase. Ese día lo finalize cenando en una de las cafeterías del recinto con el simpático y atractivo estudiante de leyes.
********************************
Días después Phuong, al que apenas había visto luego de la orientación, llegó al cuarto cargando algunos paquetes y una invitación. El asiático se notaba muy contento y animado, con sus manos ocupadas por algunos bolsos con logo que asumí eran de tiendas en el centro comercial más cercano.
Yo me encontraba dibujando, precisamente era un boceto de su persona, como lo recordaba, despreocupado y algo cansado el día que lo conocí. Con ese anillo que tanto me llamaba la atención y que no solo lo llevaba él, sino Miles Jackson. A ninguno me había atrevido a preguntarle si pertenecían ambos a alguna fraternidad.
Phuong dejó los paquetes sobre su cama y yo aproveche para esconder entre los demás bocetos, el que dibujaba. El sobresalto de ser descubierto me provoco un subidón de adrenalina.
Recuerdo que era viernes, y si, durante los pasados dos días, el chico asiático y yo casi no nos vimos. Yo había tenido que salir muy temprano a resolver algunas diligencias de último minuto, mientras él dormía como bendito. Cuando yo regresaba a la habitación ya Phuong no estaba y solía regresar cuando yo ya dormía.
—Daisy me tuvo de una tienda a otra toda la mañana. Como chica que se respete mi amiga quería comprarse algo nuevo para la fiesta del sábado...y yo también.
Phuong dejó escapar unas risas mientras, muy ocupado, buscaba entre las bolsas. Yo me moví para sentarme al borde de la cama.
—¿Van a una fiesta? Espero que disfruten.
Las fiestas universitarias eran un tema serio para mi padre que me había hecho muchas recomendaciones y advertencias sobre ellas.
—Vamos, Finley.
Me costo varios segundos comprender el significado de sus palabras, entender que Phuong me incluía en sus planes.
Nuestras miradas se encontraron y sé que en la mia se reflejaba la incredulidad y la duda. Mientras tanto la del asiático era de pura picardía y diversión, en tanto, como siempre, me dio la impresión de que si me descuidaba sería devorado por sus ojos oscuros. Aquel pensamiento me inquietaba al mismo tiempo que provocaba cierta emoción en mi.
—Daisy, tú y yo iremos mañana en la noche a una fiesta. La fiesta de la fraternidad Alpha es épica y no podemos faltar.
Phuong comentó que el primo de Daisy era un miembro destacado de dicha fraternidad y que por supuesto su prima estaba invitada y con ella su mejor amigo y el chico nuevo, ósea yo.
—No, no creo.
—¿Rechazaras mi invitación?
Phuong se ola indignado, pero lejos de lucir enojado, se notaba divertido.
—Es que no soy de fiestas, Phuong. No la pasaran bien conmigo.
—Pasarla bien o no, es una decisión personal, Finn.
—No, es que yo no encajare, Phuong.
—¿Cómo lo sabes si nunca has ido a una?
—Si he ido a fiestas.
—No cuentan las fiestas de pueblo o los cumpleaños de tus amigos.
No supe si enojarme o entender su lógica.
—No te pases...
—Esta fiesta es en una de las fraternidades más importantes de la universidad.
—Agradezco tu invitación, pero no puedo ir. Ve y diviértete con Daisy, yo ni siquiera tengo ropa que ponerme y sinceramente tampoco puedo hacer el gasto...quiero decir...ir a comprar ropa nueva, no sé si me explico.
Tenia la urgencia de excusarme con argumentos firmes y validos, pero casi terminé liándome y con la sensación de que a Phuong no le importaban mucho mis dichos. El estaba empeñado en llevarme a la fiesta.
—Por la ropa ni te preocupes. Mira lo que te traje, creo que te quedara muy bien.
Phuong me ofreció una de las bolsas que yo tuve que agarrar porque no supe que más hacer. Definitavamente aquello no me lo esperaba.
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