Capítulo 36
Imagínate un mundo sin él...
Desperté al amanecer, pero permanecí cuan largo era sobre la cama de Deirdre. De vez en cuando echaba un vistazo hacia una de las dos ventanas apreciando la entrada de algunos delgados rayos de sol, apenas una resolana, jugando entre la cortina, y colándose hasta verse reflejados sobre la pared contraria.
Desde que abrí los ojos mis pensamientos estuvieron con Phuong y la idea de llamarlo fue tomando forma en mi mente. Eso me llevo a analizar lo que le confese a Deirdre la noche anterior, y con ello regreso la incertidumbre.
Sobre las siete escuche ruidos que venían de la cocina y supuse que se trataba de mi amiga, entonces, después de pasar por el baño a asearme, fui directo a la cocina. Un rico olor a café recién hecho permeaba en el aire.
Afuera, el sol se levantaba radiante, prometiendo un día bastante caluroso, pero el interior de la vivienda se sentía fresco.
Deirdre, con unas ojeras bastante pronunciadas bajo sus hermosos ojos, se encontraba sentada a la mesa frente a una taza llena de café con un poco de crema, sus delgadas manos alrededor de la misma.
Ella levantó la vista enseguida que me sintió llegar y me regalo una tenue sonrisa que no me atreví a descifrar.
—¿Cómo dormiste? —Fue lo primero que quiso saber, y mientras yo me sentaba ella se puso de pie para servirme un poco de café en una taza, pasarme la crema y la azúcar, además de ofrecerme algo de comer.
—¿Quieres que te haga un sándwich?
—Con el café tengo suficiente, gracias.
Deirdre volvio a sentarse y esperó porque contestara su primera pregunta, o así lo interprete yo.
—Estoy más descansado, aunque me costó bastante conciliar el sueño...por otro lado sigo confundido e incapaz de tomar decisiones.
—Yo tampoco podía dormir...y no te voy a negar que estaba un poco enojada por el engaño Finley, aunque puedo entenderte, ponerme en tus zapatos. Y terminé aceptando que terminar con nuestro absurdo romance fue lo mejor.
—Debes de odiarme.
—No, no lo hago...quizás lo hubiese hecho si nos casamos y luego me entero que he perdido tiempo y juventud en un matrimonio destinado al fracaso desde un principio —dijo— .Nunca podría odiarte, Finley.
Deirdre busco mi mirada regalándome otra sonrisa, que yo regrese. Después, un ligero silencio nos abrazó.
—Perdóname, Deirdre.
—Perdonado estas, amigo.
De nueva cuenta volvimos a sumirnos en el silencio, mientras las manecillas del reloj marcaban los minutos. Deirdre rompió su mutismo para pedirme que le hablara más sobre Phuong y nuestra relación.
—Sé que algo más te perturba —comentó cuando intuyo que le estaba dando vueltas a algo adicional que deseaba soltar.
En su mirada atisbe comprensión y empatía. Aunque Deirdre, como yo, habia sido criada por unos padres creyentes y conservadores noté que en todo momento hacia esfuerzos por entenderme, no juzgarme o señalarme, también supe que se esforzaría por darme el mejor consejo.
Ante esa percepción abrí mi corazón para contarle no solo de lo enamorado que estaba, o del conflicto entre mi fe y ese amor que sentía por otro varón. También le hable un poco de nuestra vida juntos, de que éramos muy felices, felicidad que se había perturbado hacia pocos días atrás cuando Miles busco a Phuong para contarle sobre su diagnostico.
—¡Por Dios Finley, eso es muy serio! —exclamó ella— . Con razón estas tan preocupado. —No abundé sobre mis dudas, tampoco le hable sobre los tonteos de Phuong con Miles cuando llevaban meses separados, o de lo que me dolia saber que mientras decía estar enamorado de mi se acostaba con él.
—Tienes que ir a hacerte esos análisis, Finley. No tengas miedo, sé que Dios no te va a desamparar.
No le dije que estaba casi convencido de que todo aquello era un castigo de Dios, pero mi amiga estaba más observadora que nunca.
—No pienses que lo que sucede es un castigo, Finley. Son pruebas, para ti, para Phuong...como lo fue mi enfermedad para mi. Es una forma de medir y darte cuenta que tan fuerte eres...que tan fuerte es su amor, si es pasajero o duradero como un diamante.
Levanté la mirada que tenia sobre mis manos en la mesa.
—Sé valiente, ve a hacerte ese análisis, Finley. Vuelve a casa, defiende lo que sientes por Phuong, y si aun tienes dudas, imagínate un mundo sin él, un futuro sin Phuong. De esa manera podrás estar seguro de tus sentimientos.
*****
Deirdre me llevo a casa de mis padres, que entre risas, abrazos y llantos me recibieron con alegría.
—¡El hijo prodigo ha vuelto a casa! ¡Dios te ha iluminado, hijo!—exclamó papá, quién fue el primero en verme cuando abrió la puerta principal.
—Finley, hijo...bienvenido a casa. —Mamá parecía no querer soltarme mientras me acunaba en sus brazos en tanto yo buscaba consuelo. A pesar de todo me sentí emocionado al volver a la casa donde habia vivido toda mi vida, con una familia que siempre, aun con sus carencias, me demostró amor.
Seamus miraba desde el pasillo de la casa la bienvenida mostrando su mejor sonrisa, y yo lo miré, asombrado de lo mucho que habia crecido. A quien eché de menos, un poco dubitativo, fue a Darcy, más tarde supe que no se encontraba en casa, habia salido a un retiro con unas amigas, y sentí alivio.
Esa tarde Deirdre se quedo a cenar y un poco sacado de onda me di cuenta que su presencia de alguna manera elevo los ánimos de mis padres, quizás después de todo pensaban que entre ella y yo las cosas no estaban totalmente perdidas, y solo ellos sabían que elucubraciones más hacían alrededor de ella y yo.
Fue una tarde noche tranquila, de buena convivencia, atrás quedaron los temas aridos que solo traerían discordias. Sin embargo, eso cambio al día siguiente con la llegada de Darcy.
Ella y yo nos encontramos de frente, yo salía para el pueblo, ella llegaba con semblante cansado después de una semana fuera de casa.
Su pasmo dejo paso a la burla y el desprecio que se reflejaron en su mirada al mirarme. Enseguida supe que tenia que prepararme para una discusión.
—¡Finley...que sorpresa, pensé que no volvería a verte tan pronto por aquí! ¿Dónde dejaste a tu novio? No creo que fueras capaz de traerlo al santo hogar de la familia, ustedes no son más que unos pecadores, gente condenada al infierno...
Mientras ella se encontraba todavía en el balcón con la pequeña maleta que traía a sus pies, yo me habia quedado paralizado en el umbral. Fui consciente de la presencia de mamá a mis espaldas, quizás atraída por las voces.
—¿Qué barbaridades dices, Darcy? ¡Cuida tu boca, muchacha!
Mamá casi me empujo para quedar de frente, yo trastabille hacia el lado.
—¡Solo digo la verdad! Lo sabes tu, y todos, incluido papá. ¡Este no tiene derecho de pisar esta casa, la casa de una familia que sirve a Dios y que rechaza todos esos devaneos diabólicos, ese estilo de vivir mundano y vergonzoso!
—¡Callate, no insultes a tu hermano, respétalo!
—¡Él no se respeta a si mismo! —grito Darcy enfurecida.
—Mamá, no es necesario que pases un mal rato, que discutas con Darcy por mi culpa...—Puse una de mis manos sobre su antebrazo, busque su mirada pidiéndole en silencio que ignorara los dichos de su hija. Estaba nervioso, lo menos que quería era ver llegar a papá, que se encontraba ocupado en la iglesia. No me quería imaginar la confrontación entre Darcy, él y yo. Temía que papá volviera a afectarse de salud.
—Déjame pasar, Darcy y si realmente amas a papá, evitale un mal rato que solo volverá a poner en riesgo su salud.—Le hice frente a mi hermana y luego de unos instantes en los que midio su iracunda mirada con la mia casi igual de enojada, Darcy se echo a un lado para dejarme salir de la casa.
—¡Siempre supe que algún día sacarias tu verdadera personalidad y que defraudarías a la familia!
Tuve que contenerme para no girar y volver sobre mis pasos. El enojo que sentía comenzaba a transformarce en algo más. No obstante, aborde el auto de mis padres y me encerre en su interior, apagando así los gritos de Darcy. Minutos luego transitaba por una de las calles principales en dirección al pueblo.
Phuong no contesto ninguna de mis llamadas al teléfono del apartamento, al principio, agobiado por lo que habia pasado minutos antes con Darcy y atormentado por las dudas que no me dejaban tranquilo, la cabeza se me lleno de malos pensamientos en donde armé varios escenarios que no hicieron más que ayudar a acrecentar mi mal humor.
Sin embargo, no regresé a casa de inmediato, ocupe uno de los bancos frente a la tienda de abarrotes, cerca del teléfono público dispuesto a esperar lo que fuera necesario para conseguir hablar con mi chico.
Planeaba esperar unos minutos, volver a llamar y así hasta lograr escuchar su voz, decirle cuanto lo extrañaba. Recuerdo que estuve allí hasta casi la noche, mis esfuerzos por localizar a Phuong no dieron resultados y me fui a casa con un enorme peso sobre los hombros.
Los días con Darcy pendiente al menor de mis movimientos o comentarios, para soltar veneno o dedicarme una de sus odiosas miradas, comenzaban a hacerse pesados y casi intolerantes, tanto que terminé la semana encerrado en mi habitación.
Apenas me animaba a salir del cuarto, a no ser para ir al baño. Me la pase evitando confrontaciones estúpidas con Darcy, que parecía disfrutar, no solo insultándome y humillándome, sino al verme confinado en mi propio espacio.
Tuve demasiado tiempo para pensar, para reclamarme y más que nada, para arrepentirme de volver a Seven Hills y dejar atrás a Phuong. Entendí que mi cobardia probablemente abrió un fisura en nuestra relación, un hueco que poco a poco y mientras más tiempo estuviésemos separados, se agrandaría.
Días después de mi última expedición al pueblo para tratar de comunicarme con Phuong, esa vez llame al restaurante de sus padres, pero fui atendido por un hombre que al parecer no entendía el idioma, tampoco lo hablaba con fluidez, el caso fue que ni yo lo entendí, y pienso que él tampoco a mi, Deirdre fue a buscarme a la casa.
—Deirdre acaba de llegar, dice que vino a buscarte, que van de compras. —Me extraño aquello último, pero no comenté nada frente a mamá. Sin embargo, noté que aquella imprevista visita alegraba a mi progenitora— .Ve a asearte un poco, Finley...lávate la cara y péinate, hijo, no salgas así.
Un vistazo rápido al espejo del baño le dio la razón a mi madre, mi aspecto no era el mejor, tampoco el más prolijo.
Deirdre se encontraba sentada en la sala con papá, que no dejaba de hablar sobre cualquier tema sin importancia, algo nervioso, quizás deseando entretenerla hasta que yo llegara. Eoin lucia una sonrisa de oreja a oreja, encantado con la presencia de mi ex novia.
Mientras caminaba con ella hacia su vehículo entendí la actitud de papá y la alegre mirada de mi madre.
—Creo que mis padres tienen la vaga esperanza de que mis sentimientos por Phuong solo se debieran a una confusión y que entre nosotros pueda volver a darse una relación amorosa —mencioné una vez estuvimos dentro del carro. Deirdre hizo un movimiento afirmativo con la cabeza mientras reía bajo mi escrutadora mirada— .No te pregunte a dónde vamos...
—Vamos a las afueras del pueblo, al hospital principal. Allí ofrecen los servicios, anónimos y confidenciales, para hacer toda clase de análisis...
Deirdre no tuvo que añadir que esos servicios probablemente formaban parte de algún departamento especial y recién formado especializado en enfermedades de transmisión sexual.
Mientras ella maniobraba para salir a la carretera principal yo sentí que comenzaba a sudar frío, mi corazón galopando frenético. Tenia miedo, o lo que le seguía. Y un poco molesto, pues Deirdre no me había consultado antes.
Durante todos esos días habia luchado por alejar de mi mente y mi activa imaginación todas las asociaciones habidas y por haber que pudiera hacer con el temible virus.
Si me dolía la cabeza automáticamente pensaba que seguramente se debía a que estaba contagiado...si algo me caía mal y tenia que ir al baño descompuesto del estómago era aun peor, pues asociaba las diarreas a uno de los síntomas finales de la enfermedad.
No obstante, guarde silencio, pues no deseaba mostrar mi cobardía o mejor dicho, una nueva faceta de ella, porque Deirdre ya sabia que valiente no era.
******
Por aquellos años la mayoría de las personas que optaban por hacerse el análisis de sangre para detectar la enfermedad, lo hacia buscando el anonimato, el más absoluto secretismo, de hecho, ni siquiera exigían que dijeras tu verdadero nombre si no lo deseabas.
El hospital quería hacerte las cosas más fácil y menos estresante, ellos buscaban saber de cifras y trabajar en la prevención, pero también en el tratamiento.
La pequeña clínica dentro del hospital no solo ofrecía el servicio de toma de muestras, sino consejería, sistemas de atención y tratamiento, todo muy privado.
No puedo explicar como me sentí estando sentado a merced de que una mujer, la flebotomista, vistiendo de pies a cabeza todo su equipo de protección, en aquel tiempo los trabajadores de la salud no podían tomarse las cosas despreocupadamente de frente a un virus letal y altamente contagioso, lo hacían todo con sumo cuidado, pues un solo pinchazo accidental con la aguja infectada podría ser la diferencia entre la vida y la muerte, se preparaba para hacer su trabajo.
Prefiero no pensar en ese día, en como me sentía, o en las lastimosas miradas, producto de mi mente o no, que me daba la enfermera. Bien recuerdo que abandone aquel cuartito nervioso y sintiendo que me volvería loco en la espera de los resultados.
Deirdre me esperaba afuera, sentada en un banco cerca de la entrada principal de la institución, en cuanto me vio se acerco para darme un abrazo que disipo de mis huesos el frío que sentía.
—Ya veras que todo saldrá muy bien —murmuro sobre mi oído. Yo no pude hablar, solo me límite a hacer un gesto.
Ambos sabíamos que la espera seria de una semana, y que debíamos pasar a buscar los resultados personalmente. Yo no deseaba volver a la casa, de solo pensar en encontrarme con Darcy o con papá, su actitud pasiva no significaba que yo no percibiera sus juicios y condenación, volvía a ponerme de los nervios, así que le pedí a Deirdre ir al pueblo.
Además, necesitaba volver a llamar a Phuong, esperanzado en que esa vez pudiera oír su voz.
Deirdre me dijo que iría a la farmacia por algunas cosas que necesitaba mientras yo, instalado en la cabina telefónica que a esa hora se notaba bastante sofocante, hacia la llamada a través del operador.
Esa vez contesto una mujer, pero no reconocí a las hermanas de Phuong o a su madre, después supe que fue una de las empleadas.
—¡Phuong tienes llamada! —Su falta de amabilidad no me importo, no cuando la oí llamar a mi chico y antes de escuchar su voz al teléfono pude percibir su risa.
Con el corazón nuevamente galopante, aunque esta vez por otro motivo, esperé ansioso a que se pusiera al teléfono.
—Hola...
—Soy yo...¿Cómo estas?
No hubo contestación inmediata, y los segundos se me hicieron eternos.
—Estoy bien, ¿y tu? ¿Cómo estás tu, Finn?
Extrañé su manera de llamarme, hermoso...
También sentí su frialdad...su lejanía.
—Bien...
Y no supe que más decir, mientras me reclamaba mi falta de claridad. Tenia tanto que decirle y sin embargo, me había quedado mudo.
—¿Dónde estás? ¿Sigues en Seven Hills? ¿Fuiste a hacerte los análisis?...los mios salieron negativos...
El alivio en su tono de voz pareció traspasar hacia mi, que solté una risa ahogada antes de apretar los labios, buscando detener unos inoportunos sollozos de alegría.
—No sabes cuanto me alegro, amor.
—Fue un gran peso que me saque de encima...
Fue cuando se escucho bastante bulla, personas gritando en vietnamita y el sonido de cacerolas y otros ruidos que no pude identificar, pero que fungió como una barrera entre nosotros.
«Muchacho, en buen momento te pones a hablar por teléfono, es plena hora del almuerzo, Phuong, suelta ese teléfono y ven a ayudarme» la inconfundible voz de la madre de mi chico se escuchó.
—Finn, debo colgar, llámame en la noche al teléfono del apartamento.
Casi no tuve oportunidad de contestar antes de oír que la comunicación se cortaba. Me quedé unos segundos con la bocina en mis manos antes de abandonar la cabina, topándome de frente con un chico que evidentemente planeaba usar el aparato. Lo que si recuerdo bien fue la mirada extrañada que me echo supuse que al verme llorar.
Deirdre me encontró sentado sobre el desvencijado banco de madera frente a la tienda de abarrotes, esa tarde me invito a comer algo y luego dimos una vuelta por el parque.
Aun hoy, después de tantos años, todavía me admiro del soporte que ella fue para mi esos aciagos días, y aun me asombro de su empatía y dedicación hacia una persona que quizás no se lo merecía.
No regrese a casa hasta que cayo la noche y me fui directo a la habitación, no deseaba hablar con nadie, tenia mucho que pensar y decidir, decisiones que colocarían un antes y un después en mi vida, pero lo principal, necesitaba imaginarme un mundo sin Phuong. Esa era mi tarea mas importante.
Solo dire que al hacerlo sentí la sensación más aterradora de mi corta vida y confirme que no era capaz de vivir en un mundo sin él.
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