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Capítulo 33


Golpe inesperado



Después de la partida de mis padres hubo unos días en que Phuong y yo nos dedicamos a disfrutar el tiempo juntos, siendo las horas que dedicaba a su trabajo en la tienda de libros el único periodo de tiempo separados.

Pronto estuvimos de acuerdo en que necesitaba un empleo, al menos durante el verano. Cuando empezara el nuevo semestre ya pensaría como encaminar las cosas, entre ellas la mudanza de la residencia.

Mamá y yo hablábamos casi todos los días, eran conversaciones cortas donde ella me preguntaba como iban las cosas, como me sentía, y yo preguntaba por la salud de papá. Ninguno de los dos hacia mención sobre lo sucedido semanas antes.

Recuerdo ese verano especialmente por sus mañanas luminosas y cálidas en las que despertaba junto a mi amor. Por esa época, sin importar el calor casi opresivo de las noches me acostaba a dormir vistiendo mis cómodos calzoncillos de algodón, esos que Phuong llamaba «ropa interior de viejito» mientras que él, lo hacia completamente desnudo, costumbre que tenía incluso en las frías noches de invierno.

Durante la noche, en especial con la llegada de la madrugada, la temperatura bajaba un poco y amanecía con una de las delgadas sábanas enredada en mis piernas, en tanto Phuong lo hacia pegado a mi deslumbrándome con su desnudez.

Atesoro recuerdos de nuestros encuentros sexuales que aun, sin importar el paso del tiempo, logran hacerme sonreír, erizan mi piel y encienden los deseos cuando estamos juntos.

Por aquellos días Phuong y yo vivíamos en nuestra propia burbuja, no necesitamos otra cosa más allá de nuestra compañía, el tiempo juntos y las caricias y besos que compartíamos.

No obstante, una imprevista visita antes de que finalizara junio vino no solo a pinchar aquella burbuja personal donde nos sentíamos tan protegidos, sino a perturbar la armonía que habíamos construido en nuestra relación.

Se avecinaban tiempos en que nuestro amor se probaría en contra de situaciones imprevistas y serias que ninguno de nosotros dos jamás imaginó.

******

Hacia meses que Phuong no sabia de Miles, la última vez que se vieron fue cuando el afroamericano le hizo una inesperada visita en Nueva York, mientras yo me encontraba en Seven Hills.

El día que Miles fue a buscar a Phuong yo acababa de bajarme de un autobús, había doblado la esquina y enfilaba hacia el apartamento, fue allí cuando mientras me acercaba a la puerta del edificio reconocí a mi chico hablando con alguien que no identifique de inmediato.

En ese momento decidí ralentizar mi avance y sin motivo, me eche a un lado, pegándome a la valla de una casa buscando ocultarme, aunque conscientemente no tenia porque hacerlo.

Desde mi posición pude ver a Phuong conversando con el hombre alto y moreno, segundos después reconocí en aquel individuo extremadamente delgado y desaliñado a Miles, su ex pareja.

Enseguida me sentí inquieto y hasta molesto por la presencia del hombre. Era un reflejo, multiplicado por diez, de lo que experimente cuando supe de su anterior visita.

No negaré que los celos formaban parte de las emociones que sentía mientras Miles alargaba una de sus manos hacia Phuong para tocarlo en su antebrazo, o al verlo a él sonreír ante algo que el afroamericano le decía.

Experimenté una oleada de calor cubrirme el rostro y fui incapaz de apartar los ojos de la pareja que ante mi estupor y al parecer de mutuo acuerdo enfilo calle abajo. Por un momento pensé en llamar su nombre, mostrarme y así tratar de evitar que se fuera con Miles, pero me frené, no quería verme como un novio resentido e inseguro.

El temor a no ser lo que Phuong esperaba de mi, una vez más, me mantuvo en control, y lo miré alejarse al lado de Miles probablemente a escuchar sus desahogos.

Recuerdo que esa tarde mientras tomaba una ducha, pensé que la reciente imagen que tenia de Miles contrastaba muchísimo con la apariencia del afroamericano cuando se presento conmigo en mi primer año en Albany.

Phuong regreso pasadas las nueve de la noche, y para ese momento yo no recuerdo cuantas veces me habia puesto de pie para acercarme a las ventanas del apartamento y mirar hacia la calle, esperando su regreso.

La incomodidad que se instalo en mi con la llegada de Miles habia mutado convirtiéndose en un remolino de emociones donde prevalecía el enojo, la preocupación y el miedo. Lejos estaba de imaginar que aquello era el comienzo de un periodo bastante estresante que amenazo con destruir todo a su alrededor, incluso nuestra cordura y más importante, nuestra relación.

—Al fin llegas, amor. —Me tragué cualquier reclamo, no hubo manera al ver su semblante preocupado, que quisiera mortificarlo con mis dramas. Tuve la impresión que la mente de mi amado se encontraba tan lejos que, incluso, se sorprendió ante mi presencia.

—Finley...

Phuong jamás me llamaba por mi nombre completo, o por lo menos no lo había hecho en mucho tiempo. Quise pasar por alto su semblante desencajado y su desanimo, y me acerque a él, mi intención era abrazarlo, necesitaba hacerlo, sentir su calor y su aroma.

Sin embargo, grande fue mi sorpresa cuando Phuong se alejo y tomo rumbo a la habitación dejándome en pleno movimiento.

—Voy a darme una ducha, apesto. —Me pregunté cuando no estar recién bañado y perfumado había sido motivo para negarnos un abrazo. Su actitud, sumada a las horas que estuvo fuera presumiblemente con Miles fueron las primeras señales de alarma, pero en ese momento yo no sabia por donde iban las cosas.

Le di su espacio, Phuong duro bastante encerrado en el cuarto de baño y cuando salió, al mirarlo estuve casi seguro de que habia llorado, pero opté por hacerme el desentendido. Cuando se acostó a mi lado, pero no me toco, ni siquiera para darme un beso de buenas noches, me arrime a él pasándole uno de mis brazos por la cintura. Fue allí cuando caí en cuenta de que por primera vez mi chico se habia acostado vistiendo unos pantalones cortos. Aquel simple detalle me dio un vuelco al corazón.

Después de un débil intento para escapar a mi abrazo, Phuong pareció relajarse aunque al igual que yo, estoy seguro, no pudo conciliar el sueño enseguida.

********

Cuando abrí los ojos al un nuevo día luego de una noche inquieta, Phuong no se encontraba a mi lado, me incorpore con la mente dando vueltas sobre las más locas ideas y escenarios, y abandone la habitación con premura, solo quería saber donde estaba mi chico.

Justo en el momento en que salí al pasillo, Phuong dejaba el baño envuelto en una nube de vapor, con la toalla alrededor de su estrecha cintura. Su mirada confligió con la mía y la mantuvimos por varios segundos antes de que fuera él quien la apartara, caminando junto a mí de vuelta al cuarto.

Giré y lo seguí, me detuve bajo el marco de la puerta y lo miré mientras se vestia para salir.

—Pensé que no trabajabas hasta mañana. —Fue obvio para mi que Phuong no se arreglaba para ir a la librería, pero no quise ir directo al grano, sabia en mi fuero interno que iría con Miles.

Mientras esperaba su respuesta podía sentir como el enojo reptaba por todo mi cuerpo y apreté las manos a mis costados.

¿Qué había sucedido entre Miles y Phuong la tarde anterior? ¿A qué se debía la fría e indiferente actitud de Phuong conmigo?

Phuong terminó de ajustar su correa y pasó a peinarse frente al espejo, una rápida mirada a su rostro nuevamente levanto sospechas en mi de que mi chico habia vuelto a llorar.

Ante aquello casi perdí la compostura y estuve a punto de pedirle explicaciones directamente.

—Tengo que acompañar a Miles a unas gestiones que vino a hacer. Me pidió ayuda y no pude negarme, Finn. —Phuong terminó con premura lo que hacia antes de girar y caminar directo a la puerta del cuarto, y de allí a la salida.

Pasó por mi lado y solo se giró a mirarme cuando se encontraba con una de sus manos sobre la perilla de la puerta principal ya abierta.

—Probablemente estaré fuera todo el día. —Con esa fría frase Phuong abandono el apartemento. Recuerdo haber estado tan pasmado que me quede sin palabras.

¿A dónde se fue mi chico? ¿Qué extraño habia ocupado su lugar?

Abatido fui a sentarme en el sofá y me lleve las manos a la cabeza, asi estuve por bastante tiempo mientras me rebanaba los sesos buscándole explicación a todo lo que venia pasando desde la llegada de Miles.

No daba crédito a la actitud de Phuong, y por más que pensaba, a sus motivos, menos.

De pronto me entraron unas ganas de gritar casi incontrolables que estallaron en un torrente de lágrimas mezcla del miedo y la decepción. Más tarde, sin ánimo y sintiéndome en la más absoluta soledad fui a vestirme.

Después no sabia que hacer, no tenía paz en ningún lugar del apartamento, mi mirada iba y venia del reloj de pared que Daisy había colocado en la cocina, mientras las voces amortiguadas de los actores en un episodio de una comedia de moda se escuchaban casi ininteligibles desde el televisor encendido.

Me preparé un café, y traté de comerme un poco de cereal con leche. Las manecillas del reloj se movían lentamente marcando los segundos, los minutos y las horas mientras el sol después de ascender, comenzaba su descenso.

Me eché sobre el sofá cuando un incipiente dolor comenzó a hacerse sentir en la parte frontal de mi cabeza.

Hacia calor y el abanico instalado en el techo de la habitación poco hacia para aliviarlo. Sin embargo, creo que caí en una especie de sopor de donde me saco la llegada de Phuong, cuando las sombras de la noche ya comenzaban a extenderse por la vivienda.

—Finn, amor. —Phuong se encontraba de pie a mi lado, cerca de mis pies desnudos.

Me incorporé acomodándome hacia una esquina del mueble mientras frotaba mis ojos con una de mis manos, con la otra acomodaba mis cabellos despeinados lejos del rostro.

Phuong no tardo en sentarse a mi lado y yo, no tarde en echarme a un lado, lejos de él, si eso era posible.

Mi intención nunca fue rechazarlo a pesar de su propia actitud hacia mi, pero me supero el enojo y el rencor, quise darle un poco de su propia medicina. Aunque casi al instante me arrepentí, y salte hacia él para rodearlo con mis brazos.

Phuong me devolvió el abrazo, pero no tarde en sentir su rigidez, y adivine la intención de alejarse. Entonces perdí el débil control que tenia sobre mis emociones.

Apreté el abrazo a su alrededor, no deseaba dejarlo ir.

—Por favor, mi amor, dime que es lo que pasa...¿ya no me amas? ¿Te has dado cuenta de que amas a Mile? ¿Es eso? Por favor Phuong, háblame, dime que sucede...

Lo escuché romper en llanto mientras me devolvía el abrazo con la misma desesperación que yo se lo brindaba.

—¿Qué sucede, Phuong?...¿qué esta pasando?...amor...

—Nunca dudes de mi amor, de lo mucho que te amo, hermoso...

El llanto de Phuong se escuchaba y sentía desgarrador, su cuerpo se sacudía entre mis brazos mientras él se aferraba a mis hombros con las manos crispadas. El frío del miedo me recorrió de pies a cabeza.

—No llores, amor...por favor solo quiero saber que sucede...he pasado horas terribles, mi cabeza no da para más...

Phuong hizo un esfuerzo por sosegarse y se alejo de mi. Quedamos separados, pero de frente y mientras yo buscaba su mirada con la mía, él me rehuía.

Con el pasar de los segundos su llanto cesó, sorbió por la nariz y soltó aire por la boca, en un esfuerzo por relajarse, y después supe que también buscaba el valor para decirme lo que tanto lo atormentaba.

—Miles está enfermo...dio positivo a VIH...—No entendí de inmediato el significado de lo que decía, me costo procesar la información. En esos momentos era Phuong el que buscaba mirarme a los ojos, en su mirada vi desesperación y una chispa de puro terror, que no tarde en entender su significado.


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