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Capítulo 29


Visita inesperada


A principios de agosto me fui de Seven Hills. Salí directo a la estación de autobuses después de una visita a Deirdre que convalecía en su casa. Estuvimos hablando, ella agradeció mi compañía durante esos difíciles días en la clínica, yo me sentí algo incómodo, pues en mi interior reconocia que fue en parte por no defraudar a Phuong que decidí quedarme y no salir corriendo de vuelta a él.

No era algo que le diría a Deirdre así que me toco aceptar el crédito por tan noble decisión, pero en el fondo estaba feliz de haberme quedado y más, al verla bastante recuperada. Le prometí, esa vez sin la influencia de nadie, volver antes de su operación o en caso de ser difícil, los días subsiguientes.

Aborde el autobús emocionado, apenas podía mantenerme quieto sobre el incómodo asiento y un intenso sentimiento de añoranza se apodero de mi, no veía el momento de volver a ver a mi amor.

Phuong estaría esperándome en la estación de autobuses de Albany, pues él había regresado de Nueva York dos días atrás. Recuerdo que los últimos minutos del viaje los hice con el corazón en la boca y que cuando el enorme trasporte entro en el hangar me puse de pie aun antes de que se detuviera, adelantándome hacia la salida sin tomar en cuenta a los pasajeros que estaban sentados frente a mi.

Enseguida localice a Phuong en el atareado vestíbulo, eran sobre las dos de la tarde y había mucha gente y pasajeros que iban y venían, pero mi amor sobresalia sobre los demás, para mi el brillaba con su sola presencia.

Mientras me acercaba, con una enorme sonrisa pintada en los labios, y a grandes zancadas di cuenta de que llevaba el cabello más largo, y su tez más bronceada, y fue inevitable preguntarme si lo que él veía en mi, luego de dos meses separados era de su agrado. Cuando algunos pasos nos separaban tuve que contenerme para no correr hacia él, lanzándome a sus brazos para robarle un beso.

Me detuve agitado muy cerca, con la manos dentro de los bolsillos de mis jeans en un esfuerzo por mantenerlas atrapadas, porque su piel era como un imán que las atraía, mientras me bebía con la mirada el ímpetu de su mirada hambrienta que despertó cada terminación nerviosa en mí.

—Finn...

Escuchar mi nombre en sus labios por poco hace desfallecer mis intenciones y sin importar las personas a mi alrededor atraerlo hacia mí para probar sus labios. Phuong también sonreía como yo, mientras me recorría de arriba abajo.

—No sabes como te extrañé, hermoso...

Nuestras miradas conectaron nuevamente, a través de ellas, sin necesidad de palabras nos comunicábamos tanto.

—Si que lo sé Phuong...si que sé...larguémonos de aquí, porque si no lo hacemos no responderé de mi o de tu integridad...

Phuong respondió con una risita ahogada antes de girar, dar dos pasos y volver a girar para echarme otro vistazo, pues se dio cuenta de que no me había movido, atrapado como estaba bajo su influjo.

—Nos vamos ¿o no?

No hice nada más que ensanchar la sonrisa y unirme a él de camino hacia el exterior.

*****


Unos pequeños besos depositados a lo largo de mi espalda me sacaron del estupor en el que me encontraba. Nos habíamos quedado dormidos luego de un reencuentro muy intenso entre las sábanas, hacia solo unos minutos que yo había despertado, y permanecí acostado de costado dándole la espalda a Phuong que dormía a mi lado o eso suponía.

Me moví muy poco, quedando prácticamente en la misma posición, Phuong paso una de sus manos desde mi cintura hacia el estómago y arrimo su cuerpo al mío pegando su pecho desnudo a mi espalda.

Ante su movimiento ronronee y giré un poco la cabeza queriendo echarle un vistazo, pero demasiado perezoso para darme la vuelta y mirarlo de frente.

—¿Por qué tan pensativo, hermoso?

Era cierto que me había mantenido callado, repasando mi accidentada estadía con mi familia, pero estaba ajeno a la atención que evidentemente Phuong me prestaba. No deseaba que nada, ni siquiera mis pensamientos perturbaran nuestro encuentro. Además creía que dormía, pues se había mantenido en silencio.

—No quiero volver a Seven Hills, ni siquiera en navidad...

Phuong llevó su nariz sobre la base de mi cuello para esnifar provocándome una serie de deliciosos escalofríos. No pude contener la risa mientras él profundizaba los movimientos ocasionándome cosquillas.

—Lo que tu decidas esta perfecto para mi, amor. Si no quieres viajar lo entiendo —expreso minutos luego cuando nos disponíamos a meternos juntos bajo el agua de la ducha. Yo no esperaba menos de Phuong y lo abrace con fuerza a mi pecho.

Recuerdo los meses posteriores como un periodo de tranquilidad dentro de la, en ocasiones, demandante vida universitaria, y fueron recuerdos que atesore en mi memoria. La relación entre nosotros era la unión perfecta de amor, pasión, confianza y compromiso aderezada con la felicidad que estar juntos nos provocaba.

Phuong y yo apenas nos separábamos, era más el tiempo que yo pasaba en el apartamento donde vivía con Daisy que en la residencia Rooosevelt, y en más de una ocasión hablamos sobre la posibilidad de dejar el complejo de vivienda estudiantil para mudarme con él.

La relación con mi padre se quedo en un punto muerto, no existía ningún avance a favor, de su parte o la mia. Llamaba a la casa para hablar con mamá cuando sabia que él no se encontraba, escuchaba sus lamentos por el distanciamiento entre papá y yo, y sus quejas por el comportamiento rebelde de Darcy.

Por esa época había desarrollado un tipo de fobia al recuerdo de su voz que vendría acompañada de reclamos. En mi mente estaba convencido de que mi padre conocía lo que sucedía entre Phuong y yo, y admito que por esos días la posibilidad llego a avergonzarme.

Demás está decir que fue algo que jamás compartí con Phuong.

Mamá tampoco desaprovechaba la oportunidad para casi rogarme que los visitara en navidad, yo evitaba darle una contestación directa.

También me comunicaba con Deirdre, lo hacia casi semanalmente. Su salud se habia mantenido estable y en su futuro bastante cercano, se encontraba la operación que tanto necesitaba.

Las festividades llegaron y mantuve mi propósito de no ir al pueblo que me vio nacer, aunque aquello perturbo bastante a mamá, pero más pudo la grima a volver que el compromiso maternal.

El mil novecientos noventa y uno comenzó para nosotros en Nueva York con bajas temperaturas avivadas por fuertes ventiscas que los primeros días del año nos mantuvieron bien abrigados y juntos bajos las mantas.

Con el nuevo año llegó al fin la intervención quirúrgica de Deirdre, que antes fue atrasada porque según me explicó, algunos valores de los laboratorios de seguimiento que le hacían cada mes continuaban descontrolados.

Era una intervención de cuidado practicada en uno de los hospitales que por aquella época gozaba con muy buena reputación, siendo también de los más conocidos de Nueva York, especializados en condiciones del corazón.

Como le prometí a Deirdre hice todo lo posible por estar a su lado, y estuve allí días antes de la intervención, aunque tuve que regresar a Albany el mismo día de la operación, pues no podía tomar más días libres de mis clases.

La recuperación de Deirdre fue exitosa y luego de un mes hospitalizada regreso a Seven Hills. Cada vez que hablábamos me preguntaba cuando iría a visitarla y yo, como hacia con mi madre, le daba largas al asunto.

Entre la vida universitaria, las salidas a divertirnos de vez en cuando y los compromisos laborales, Phuong consiguió un trabajo de medio tiempo fuera del campus en una librería, mientras que yo, opté por conservar el trabajo en las oficinas de registraduría de la universidad, transcurrieron los meses y llego el final del año universitario, y principio de un verano que prometía ser candente.

Aunque mi residencia oficial seguía siendo el edificio estudiantil, resultaba más el tiempo que pasaba en el apartamento donde vivía Phuong y Daisy, incluso las noches.

Me encantaba despertar con Phuong a mi lado y disfrutaba muchísimo de perturbar su descanso con atrevidas caricias y húmedos besos, pues era habitual que fuera yo el primero en abrir los ojos.

Recuerdo una mañana en específico, esa en que se dieron las primeras circunstancias que amenazaron con destruir nuestra relación.

Phuong tenia el turno de la mañana en la tienda de libros, yo habia despertado primero, por lo general no necesitaba la ayuda de un despertador, pues desde siempre mi cuerpo parecia estar acostumbrado a madrugar, solo en contadas ocasiones en que me iba a dormir tardísimo mi reloj biológico fallaba. Esa mañana, como tantas otras veces me dedique con caricias y besos a sacarlo de la inconciencia, y pronto estábamos retozando sobre el colchón, sin que ninguno de los dos quisiera alejarse del otro.

—¿Por qué no llamas y te excusas? —Nos encontrábamos de costado y de frente, yo acariciaba con los dedos de una de mis manos los cabellos que se cruzaban sobre su frente, mientras él permanecía con los párpados cerrados embozando en sus labios su linda sonrisa— .Te prometo consentirte todo el día...no seas malo, no me dejes aquí solito, amor...

Me arrime más a su cuerpo desnudo llevando uno de mis brazos a su cintura y mi pierna sobre una de las suyas, buscando manternerlo atrapado. Phuong estallo en carcajadas y yo con él, se acomodo llevando sus brazos alrededor de mi cuello.

—Quisiera complacerte, pero sabes que hoy toca inventario y si no voy de seguro tendré problemas con Edna. —Por muchas razones Phuong pensaba que no le caía bien a esa mujer, su supervisora, aunque las pocas veces que la vi se mostraba especialmente simpática con él— . No quiero que me llame la atención.

Dejé escapar un sonoro suspiro dejándolo ir, no antes de robarle un beso. Phuong salió de la cama y se paseo desnudo por la habitación buscando en los cajones ropa interior y del gancho en la puerta la toalla. Desde mi posición, con la espalda apoyada en el respaldo de la cama y mis brazos cruzados detrás, mis ojos no perdían ninguno de sus movimientos, mientras pensaba en lo suertudo que era al tener su amor.

«Amo a este hombre hermoso»

Solo cuando sentí sobre mi cabeza el sutil golpe de unos calcetines enrollados que Phuong me lanzo hizo que volviese a la realidad.

—Tierra llamando a Finn...¿me copias?

Él con su toalla amarrada a la cintura estaba a punto de abrir la puerta del cuarto e irse a tomar su ducha matutina.

—Te amo.

—Yo te amo más, hermoso...

Phuong dejó la habitación y contrario a lo que hubiese hecho algún otro día, por ejemplo levantarme e ir a la cocina a conectar la cafetera, volví a acostarme y en segundos me sumí de vuelta en la inconciencia.

Me desperté desorientado sin tener idea inmediata de donde me encontraba, pero pronto recordé a Phuong dejando el cuarto para tomar una ducha antes de vestirse y que tenia que ir a trabajar, llevé la mirada sobre el reloj despertador encima de una de las mesitas esquineras que marcaba las nueve y veinticinco minutos de la mañana, ósea más o menos veinte minutos luego de que él saliera del cuarto.

Me incorpore y en ese preciso instante escuche que llamaban a la puerta del apartamento, seguido de pasos y el casi imperceptible chasquido de la puerta principal cuando la abrían.

—¡Sorpresa! —No fue solo la palabra sino la conocida voz que la pronuncio lo que hizo que me levantara de la cama como tirado por un resorte, aterrizando desnudo y con los ojos desorbitados sobre la alfombra.

—¡Darcy, que sorpresa verte aquí!

Esa frase fue pronunciada sospechosamente alto y sin ocultar no solo el asombro ante la inesperada visita sino con toda la situación, mientras que yo me daba prisa en vestirme con la mente aun adormilada tratando de procesar las circunstancias, y de la manera más silenciosa posible para no delatar mi presencia.

¿Qué rayos hacia Darcy allí?

Por un momento me pregunte si algo malo le habia sucedido a nuestros padres, pero su tono de voz alegre y entusiasta hizo que descartara esa posibilidad. Entonces de inmediato supuse que su presencia allí de seguro se debía a un acto de rebeldía, mamá ya me habia hablado sobre la actitud retadora de Darcy, y por primera vez pensé en lo que haría si mi hermana decidia quedarse en Albany.



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