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Capítulo 28



El amor de mi vida

Estuve varios días haciéndole compañía a Deirdre, y en la primera oportunidad que tuve fui a uno de los teléfonos públicos en el vestíbulo de la clínica para comunicarme con Phuong.

El aspecto físico de Deirdre me impresiono mucho y no de la mejor manera. Su piel lucia pálida y ceniza, después supe por su madre que se debía a los problemas de circulación y oxigenación. Deirdre habia perdido muchísimo peso en los pasados meses, se veía frágil y vulnerable.

De la hermosa jovencita que era en la navidad pasada, no quedaba mucho.

—En varias ocasiones intente llamarte, pero Deirdre no quería —confesó su madre al verme llegar ese primer día, el padre de mi exnovia permaneció sentado en una de las butacas de frente a una de las ventanas del cuarto en penumbras, lucia cansado y ni siquiera me miró.

Deirdre dormía, con su largo cabello rojizo acomodado sobre la almohada formando una especie de corona alrededor de su rostro, y envuelta en un grueso edredón. 

La madre de Deirdre me explicó, en un aparte sentados y compartiendo sendos cafés, sobre la salud de su hija. Deirdre sufría de una rara condición del corazón que nunca dio signos hasta hacía unos meses atrás.

Esos primeros días fue poca la atención que ella me dedico, recuerdo que después de la sorpresa inicial ante mi visita, en sus momentos de lucidez era poco lo que hablaba, pues se cansaba pronto.

Yo permanecía sentando a su lado, con una de sus débiles manos arropada por la mía, mientras velaba su sueño. Algunas veces me pedía que le leyera, alguna novela bonita y romántica, pero casi irremediablemente se hundía en un sueño profundo arrullada por el sonido de mi voz.

Con el paso de los días se estableció una especie de rutina que fue absorbiéndome y alejándome de mis planes iniciales. El viaje a New York quedó a un lado en tanto la situación de Deirdre no mejorara, porque ya estando a su lado descubrí que no tenía corazón para dejarla nuevamente.

Phuong parecía comprender mi situación. Así pasaron las semanas y cumplí un mes en Seven Hills.

Me sentía bastante tranquilo y esperanzado en que pronto, antes de que terminaran las vacaciones universitarias, podría viajar a New York y pasar junto a él unos días. Aquello era algo que me gustaba mencionarle, pues de alguna manera decretándolo insuflaba esperanzas a mi atormentado corazón.

No obstante, días después una llamada a mi pareja fue el detonante a un periodo de celos e inseguridad.

Phuong no se encontraba en casa, tampoco en el restaurant de su familia. Mei, una de sus hermanas fue quién contesto mi llamada y me informó que había salido con Miles, quien llegó a visitarlo sin previo aviso.

—Seguramente no tardan, Finley...

Aquella frase, dicha con rapidez y poco convencimiento, la pronuncio tratando de hacerse oír por encima del bullicio en la cocina del restaurant vietnamita.

La mente se me nublo al instante y por unos segundos pensé que no habia escuchado bien, pero nada dije, solo murmuré un gracias antes de terminar la llamada.

Pasaron algunos días donde Phuong y yo no pudimos coincidir. Lo cierto fue que comencé a sentirme dejado a un lado por él, pues ni siquiera intento devolver mis llamadas en la noche, celoso de su relación con Miles y aterrado al tener un atisbo de un futuro sin él.

Por otro lado Deirdre mejoraba, en pronóstico a futuro los médicos hablaban de una delicada operación que la ayudaría en su prognosis.

Una tarde a principios de julio, en un caluroso día de semana que regrese antes de la hora en que comúnmente lo hacia me encontré a Darcy y papá discutiendo, mientras mamá al parecer trataba de mediar y Seamus miraba todo con apatía, ninguno de ellos se percató de mi presencia.

Estaban en la esquina de la cocina donde se encontraba una de las extensiones telefónicas de la casa, enseguida me di cuenta con asombro del cordón arrancado en una de las manos de mi padre, mientras que Darcy le reclamaba haber estropeado el aparato.

—¡No tenias porque arrancar la línea, nos has dejado incomunicados! —proclamó Darcy señalándolo con un dedo, muy cerca. Con solo mirar la expresión en el rostro de mi hermana me di cuenta de que probablemente quería gritarle muchas cosas, pero se contenía.

—Así es mejor, de esa manera mantendremos fuera de nuestras vidas personas indeseables que no hacen otra cosa que perturbarnos—manifestó papá airado mientras sacudía, muy cerca de su propia cara, el pedazo de plástico alambrado.

—¡No entiendo porque detestas tanto a Phuong! ¡Porque te empeñas en querer mantenerlo lejos! —Hasta ese momento no habia caído en cuenta de a quién se refería papá, fue entonces que intervine, casi metiéndome entre ellos dos.

—¡Ese muchacho no es bueno para ninguno de los dos!—exclamó él, esa vez su mirada iba de Darcy a mí, en su expresión pude ver puro convencimiento.

Yo, aun ante sus palabras me negaba a creer que nuestro padre había llegado al extremo de arrancar la línea telefónica en su afán por mantener a Phuong lejos.

—¡Eres un bruto! —grito Darcy y sé que si no hubiese estado yo entre ellos, hubiera perdido los estribos, posiblemente llegando a la agresión física.— .Phuong ha llamado más de una vez y siempre se las ingenia para contestar y decirle que no estas, aunque te encuentres a unos pasos, Finn...esta vez fui yo la que conteste y eso lo hizo perder el control llevándolo a arrancar el cordón!

Eso último lejos de avivar mi enojo por el incidente del teléfono, llevo un halito de esperanza a mi ser. 

—Darcy por favor...

Mamá intervino tratando de dejar de lado a papá y colocándose cerca de Darcy, como siempre, para suplicar prudencia. Nuestros altercados familiares parecían multiplicarse con el paso de los años e ir in crescendo junto con la perdida de paciencia de nuestro padre.

—¡Cállate de una buena vez, no continues faltándome el respeto, niña! —El rostro de nuestro padre se notaba cada vez más congestionado, mientras que Darcy no parecía querer detenerse— .¡No quiero que ese muchacho llame a esta casa, y aquí mando yo!

—Phuong es mi amigo, papá. No tienes derecho a hacer lo que haces. No tienes un motivo verdadero para rechazarlo y mucho menos impedir que me llame. —mamá volvió a intentar intervenir, mientras que yo, hastiado le daba la espalda a todos.

—Ves mujer...¡ves todo el daño que irse a estudiar lejos le hizo a nuestro hijo!

Aquello fue lo último que escuché antes de abandonar la casa y después de arrancar de la pared el llavero con la llave de la camioneta. Me fui directo al pueblo pensando solo en llamar a Phuong.

La aterciopelada voz de Phuong después de tantos días fue un bálsamo de paz, y una chispa de alegría que me sacó la primera sonrisa sincera en días.

—Luego de la primera impresión y pensarlo un poco comencé a sospechar que tu padre no decía la verdad, pero no hubo manera de irme en su contra, amor. —Su tono de voz manifestaba una mezcla de diversión y conformidad.

Phuong mencionó la visita de Miles que apunto como sorpresiva e hizo hincapié en su actitud desubicada y alocada.

—Tengo la impresión de que Miles quiere autodestruirse —comentó sin ocultar su pesar y yo temí, aunque no lo dije, que mi chico no estaría lejos de él sí Miles lo necesitara. No me gusto para nada ese panorama de las cosas.

—Te necesito, Phuong, y no sé si pueda permanecer aquí más tiempo...—Para mi fue imperativo dejarle saber mi entera necesidad de él añorando saber si sentía lo mismo.

—Yo también te extraño Finn, y no veo la hora en que volvamos a estar juntos. —Si Phuong me lo hubiese pedido esa misma tarde hubiera abordado un autobús con destino a New York, sin embargo, él me pidió algo muy diferente.

—Unos días más, unos días menos, no hará la diferencia...no cuando Deirdre te necesita a su lado. Se que tu sola presencia le insufla valor y esperanza, Finn —Sentí que decir algo en contra o insistir en mi necesidad de él era mostrar debilidad y me haría parecer de alguna manera inmerecido o quizás mezquino.

Phuong era y es una persona empática, tal vez en una medida que yo no entendía en ese momento, a pesar de crecer en un entorno religioso.

Por esos tiempos admito que debía de luchar contra una parte de mi carácter que era verdaderamente egoísta.

La comunicación entre nosotros se mantuvo aun teniendo algo de dificultad, pues para hablarnos era yo el que tenia que ir al pueblo o hacerlo desde uno de los teléfonos públicos del hospital, papá no quiso pedirle a la compañía telefónica que arreglara la línea en la casa y solo contaba con la que ya existía en el interior de la iglesia.

La actitud de mi padre no mejoro, no perdía la oportunidad de hacer algún comentario fuera de lugar sobre mi amigo, y expresar su repudio. Yo guardaba silencio y poco a poco notaba que el distanciamiento que comenzó meses atrás se extendía en lugar de acortarse.

Recuerdo muy vívidamente un altercado entre Eoin y yo días antes de mi regreso. Fue una tarde antes de la cena, papá y el resto de la familia nos encontrábamos frente al televisor en uno de nuestros raros momentos compartiendo frente al único televisor de la casa.

Sintonizaba el noticiero de las cinco de la tarde. Por esos días se hablaba mucho de la posible invasión de Irak a Kuwait que eventualmente se dio unos días después en el mes de agosto.

Me encontraba bastante distraído, mi mente le daba vueltas al asunto de la delicada operación a la que seria sometida Deirdre, mientras permanecía casi hundido en los cojines de una de las butacas.

Sin embargo, unas imágenes televisivas llamaron mi atención, no solo la mía sino la de casi todos en la sala, a excepción de Seamus que no le prestaba atención al aparato electrónico inmerso en la lectura de uno de sus libros.

El reportero daba su informe desde la ciudad de New York, reseñaba una protesta en favor de los derechos de la comunidad homosexual, en aquel entonces no existían tantas denominaciones, todos los integrantes se identificaban bajo ese nombre.

El hombre hablaba mirando la cámara mientras a sus espaldas se podia apreciar un gentío con pancartas enarbolando exigentes frases en favor del colectivo.

Ya el simple reportaje televisivo hubiese sido suficiente para enardecer los ánimos de Eoin, no obstante, fue ver aparecer entre el grupo de personas a un Phuong orgulloso, izando una enorme pancarta sobre su cabeza, lo que colmó la copa.

De la garganta de papá salió un grito, mezcla de júbilo y rabia.

—¡Lo sabia! ¡Ese tipo es un degenerado que apoya cualquier tipo de vicio o desviación!—Yo no podía apartar mis ojos del televisor y principalmente de la imagen de Phuong mientras me ponía de pie. Todo lo demás se difumino en tiempo y espacio.

—¿Cómo te atreviste a traer a ese individuo a nuestra casa? —Tener a mi padre casi sobre mi manoteándome la cara me trajo de vuelta. La imagen de la manifestación cambió cuando terminó el reportaje, de vuelta, una del interior del canal con los presentadores principales. Buscando alejarme de él trastabille y casi perdí el equilibrio.

Mamá nuevamente intento intervenir por la paz moviéndose rápidamente a mi lado y por poco se lleva un golpe cuando levanté uno de mis brazos en un gesto reflejo para mantener el equilibrio.

De reojo, tuve una imagen de ella que estrujo mi alma, pues no podía ocultar su agitación, mientras vi a Darcy ponerse de pie de un salto, seguida de Seamus que dejo su lectura a un lado.

Muy alterado y a punto de exigirle a papá que se callara, asegurarle que estaba harto de escuchar sus sandeces y confesarle que ese a quien llamaba degenerado era el amor de mi vida, lo empuje a un lado sin medir fuerza y escape fuera de la casa dejando atrás sus gritos y amenazas.




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