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Capítulo 23


Te amo


Repasé con mi vista su rostro y torso descubierto apresurándome a abrir la ventana, recibiendo un buen soplo de brisa helada al hacerlo. Phuong estaba tiritando, pues no llevaba ningún abrigo, solo vestia una sudadera con capucha y sus pantalones de dormir.

El muchacho se inclino y yo lo ayude a pasar por el recuadro de la ventana, al hacerlo, del impulso, ambos trastabillamos, pero ninguno soltó al otro, al contrario, hicimos de la cercanía el preludio para un apasionado beso, ese que ansiábamos, pues sabía que a él le pasaba como a mí, desde hacía horas.

La brisa helada que se colaba por la ventana abierta nos separo y, mientras Phuong aseguraba la puerta con el pestillo, yo me encargue de cerrar la ventana y correr la cortina.

En silencio él y yo nos volvimos a ver de frente, tomé una de sus manos y lo hale hasta la cama donde nos metimos entre las gruesas mantas, muy juntos, tratando de alejar el frío de nuestros huesos.

Me acomodé llevando mi brazo derecho alrededor de sus hombros, invitándolo a arrimarse más a mi. Phuong se movió un poco para mirarme mejor, movimiento que yo imité dedicándole una sonrisa, por lo menos para mi, en esos días, estar así tan cerca de él, podía acercarse a mi versión del paraíso.

No obstante, y aunque odiaba romper ese momento, no pude pasar por alto lo que sucedió con Darcy, sin embargo, ya tenía una idea de lo sucedido.

—Los vi besándose. —Phuong no rehuyó mi mirada, y pude ver que esperaba mi pregunta, que igual que sucedió cuando estuve de mirón en aquella fiesta a donde fuimos juntos, él había notado mi presencia.

—Si hubieses esperado algunos segundos antes de volver a la casa, hubieras visto que ese beso, al que yo llamaría robado, no duro nada, y tampoco fue correspondido. También hubieses visto el enojo en tu hermana cuando con delicadeza la aparte de mi —explicó — .No me digas que estabas celoso —añadió antes de soltar las risas. Yo no pude contenerme y atrapé sus labios con los mios.

Para mi ya no habia necesidad de más explicaciones o perder el tiempo hablando de Darcy, cuando podíamos besarnos y acariciarnos debajo de esas cálidas mantas.

«¿Por qué no habíamos hecho esto antes?»—pensé mientras iba encima de Phuong. Sentía que iba perdiendo un poco de control, soltando un poco de mis miedos y inseguridades.

Con el corazón a mil, embriagado entre sus apasionados besos, me encontré de rodillas entre medio de sus piernas, inclinado, con las manos apoyadas a ambos lados de su rostro, mientras Phuong metía las suyas por debajo de mi camiseta para acariciar mi piel desnuda.

Sus manos, algo frías, subieron por mis costados hasta confligir sobre el centro de mi pecho, y antes de bajar sobre la línea del ombligo, allí donde, sus juguetones dedos recorrieron el elástico de mis pantalones de dormir, y yo no pude retener el jadeo que abandono mis labios sobre su boca.

El deseo, uno jamás experimentado, se iba haciendo con mi cuerpo, nublando mis sentidos, y mi necesidad de cruzar los limites con Phuong, comenzaba a ser insostenible. Él se las ingenio para elevarse un poco en tanto atacaba mi boca sin piedad, su lengua en el interior dominando la mía. Mientras soportaba algo de su peso con el brazo izquierdo, sentí su mano derecha, por encima de la tela, tantear mi erección.

Yo, que para ese momento me encontraba a su merced y apenas podía pensar con claridad, solo sentir la urgencia de descubrir, y ser descubierto, en todos los sentidos, no pude evitar encogerme un poco perdiendo el balance y llevando mi peso sobre él.

Eso no pareció incomodarle, y se las ingenio para llevar la situación a su favor, pues con dos movimientos me llevo al colchón, y se colocó sobre mi erección, sentándose a horcajadas, de manera tal, que yo también pudiera sentir la suya.

Cuando enfoqué mi mirada sobre él, Phuong sonreía, victorioso y sexy, tan condenadamente sexy, que pensé que eyacularía en mis pantalones con solo mirar esos ojos hambrientos que me prometían devorarme.

Llevé mis manos a ambos lados de su cintura, y cerré los ojos un momento, mi agitación y excitación me dificultaban hablar. Phuong se inclino sobre mi para dejar un rápido beso sobre mis labios entreabiertos, pero cuando yo intente retenerlo para profundizar el beso, se me escapo de las manos.

—No creo... que este sea el lugar correcto para nuestra primera vez, amor...

Me sentí avergonzado de que fuera él quien tuviese un poco de sentido común, el control o lo que fuera, para no llevar las cosas más lejos. Era el hogar de mis padres y al menos eso debía de respetar.

Phuong se aparto un poco a regañadientes, acomodándose sobre su lado del colchón, mientras yo, buscando nivelar mis respiraciones hacia lo propio.

—Creo que deberíamos dormir —dijo y vi que tenia los párpados cerrados y respiraba por la boca. Yo apenas sentía que mi cuerpo volvía a la normalidad.

—No sé si pueda dormir contigo tan cerca —dije— .Lo menos que pienso es en dormir estando tu aquí.

—¿Quieres que me vaya? Hace mucho frío...—musitó.

Me moví en su dirección para poder mirarlo a los ojos, que tenia fijos en mi, mientras una sonrisa ladeada se pintaba sobre sus labios.

—Ni lo pienses. Es más, no sé como no te dije desde el principio que vinieras a pasar las noches conmigo — Phuong se arrebujo, de costado, yo lo imité, los dos quedando muy cerca otra vez, pero esta vez mantuvimos las manos y los labios separados.

—Es aquí donde quiero estar, Finn —murmuró, su aliento abanicando mi rostro. Con una de mis manos acaricie una de sus mejillas.

—Quédate conmigo entonces —musité.

Lo amaba, ya no habia vuelta atrás.

********

Fue Phuong quien me despertó haciéndome cosquillas en el cuello con su nariz, y dejando un camino de pequeños besos sobre una de mis manos. Fue un hermoso despertar luego de una noche acurrucado sobre su espalda, con uno de mis brazos descansando cerca de su cadera.

—Me encantan tus manos...fuertes y grandes —murmuró sobre uno de mis oídos con esa voz aterciopelada, aun más ronca que de costumbre porque acababa de despertar. Me acomodé para que quedáramos de frente, y unimos nuestros labios.

La poca claridad que se colaba a través de las cortinas de las ventanas me indicaba que apenas comenzaba a amanecer, un vistazo al reloj pulsera que alcance de la mesita de noche me lo confirmo, eran la seis y treinta tres de la mañana.

—Es hora de que me vaya, antes de que la familia se despierte, después va a ser casi imposible salir de aquí —Yo no quería dejarlo ir, pero le daba la razón.

Me le fui encima, aunque cuidando de no aplastarlo contra el colchón y volví a buscar sus labios. Que feliz seriamos si las cosas fueran diferentes, si el mundo, o en este caso mi familia, aceptara nuestro amor.

Phuong abandono el cuarto, yo le pisaba los talones, realmente no teníamos planes, creo que los dos pensábamos en un nuevo encuentro antes de que mi familia despertara, esa vez en la habitación que ocupaba mi invitado.

Él, juguetón me hizo señas para que hiciera silencio, yo lo encontré tan chistoso que apenas pude controlar la risa, sin embargo, las ganas de hacer bromas y reír se esfumaron en cuanto nos encontramos a Seamus de frente.

Phuong se detuvo de repente, yo hice lo propio a tiempo.

—Phuong...Finn...¿durmieron juntos? —Seamus restregó uno de sus ojos con la mano, al tiempo que soltaba un buen bostezo, mientras hacia la pregunta. Yo me moví frente a Phuong y de frente a Seamus.

—No...—contestó Phuong, casi al mismo tiempo que yo dije;

—Por supuesto que no, Seamus —

Seamus me miró y segundos después le echó un rápido vistazo a Phuong.

—Desperté a Phuong porque tenemos planeado salir a dar una caminata hasta el lago —comenté. Ese plan que mencioné con tanta emoción fue literalmente algo que se me ocurrió para justificar nuestra presencia en el pasillo a esas horas, prácticamente saliendo de mi habitación y a la misma vez distraer la atención de mi hermano.

Aunque nada en el lenguaje corporal de Seamus me indico que pudiera cuestionarse ciertas cosas.

—¿Si sabes que anunciaron mal tiempo? —comentó el chico— .Yo que ustedes dejo ese viaje para mañana...

Mi hermanito se alzo de hombros antes de continuar su camino hacia la cocina, probablemente a buscar algo de beber. Pude regresar a mi habitación, mientras Phuong se iba a la suya, pero la idea de dar una caminata hasta el lago me pareció tentadora, sin tomar en cuanta las advertencias de mi hermano.

Una caminata con el hombre que amaba, un tiempo a solas con él, lejos de entrometidas miradas, o de distracciones, como Darcy.

—Abrígate bien, que vamos a esa caminata de la que le dije a Seamus —Le mencioné al asiático.

—¿Estás seguro? Mira que tu hermanito nos advirtió del mal tiempo —Objetó llevando una de sus manos sobre mi antebrazo y en tono de duda.

—No va a pasarnos nada malo, conozco bien el camino, no hay manera de que me pierda —dije muy seguro de mis palabras, embozando una sonrisita cómplice.

Phuong asintió con un movimiento de cabeza antes de volver a su cuarto para prepararse, le dije que se diera algo de prisa, pues quería salir antes de mis padres despertaran.

Mientras más lo pensaba, más me convencia de que aquel paseo era lo mejor que se me había ocurrido, una oportunidad para estar solos, completamente solos y alejados, algo de lo que no habíamos disfrutado en los días que llevábamos en Seven Hills.

Realmente no tenia una idea clara de lo que haríamos una vez llegáramos al lago, que en esta época del año era una enorme pista de hielo, pero el solo hecho de poder pasear junto a Phuong y saborear sus besos, para mi era suficiente. Fue una idea impulsiva que no pude controlar y echar a un lado.

Phuong, luego de las dudas iniciales, compartía mi emoción.

No le dijimos a nadie nuestros planes y salimos de la casa después de que dedique unos minutos a calentar leche y mezclarla con chocolate en polvo para llevarnos en un termo.

Además de otro termo con agua, y cuatro pastelillos que sobraron de días pasados metidos en una mochila, solo nos aseguramos de llevar la indumentaria necesaria para no congelarnos en el camino. Aunque a último momento agarre una linterna para llevarla en la mochila.

El día habia aclarado, lucia un cielo límpido en el que no se apreciaban casi nubes. En ese momento olvide lo traicionero que pueden ser las tormentas de nieve, ese dicho que dice «la calma antes de la tormenta» no figuraba en mis pensamientos.

Hacia frío, y bastante, porque los rayos del sol no alcanzaban a calentar, pero en ese momento los pronósticos de Seamus me parecieron ridículos.

La caminata, que en un día despejado podía tomar veinte minutos, nos tomo mucho más, pero fue muy divertida.

Caminando entre enormes acumulaciones de nieve en el suelo del bosque que separaba la propiedad de mis padres y los predios del lago, debajo de ramas desnudas de enormes y centenarios árboles, con curiosas ardillas correteando y pájaros mañaneros volando sobre nuestras cabezas, Phuong y yo cruzamos el camino, con uno de sus brazos enganchado al mio.

Ni él o yo pudimos dejar de sonreír, o de soltar alguna carcajada, mientras nos contábamos anécdotas sobre nuestras infancias, tan diferentes. También aprovechamos nuestro tiempo a solas para disfrutar de algunos besos que calentaron nuestros labios helados.

Phuong sonreía encantado al contemplar el paisaje vasto y congelado del lago Green, un paisaje blanco y frío, pero impresionante. La yerba alta que rodeaba la orilla lucia cubierta de escarcha y hielo, la brisa que nos llegaba de frente, traía partículas heladas que se pegaban a nuestros abrigos.

—Es un paisaje hermoso, maravilloso...siento tanta paz —mencionó, yo a su lado sostenía su mano enguantada.

A cierta distancia se podía apreciar el faro, ahora en desuso.

—En primavera debe de ser un sueño —añadió.

—Lo es.

—Desde que vi tu dibujo quise venir a verlo —comentó antes de girarse de pronto para echarme los brazos al cuello, su movimiento fue suficiente para que yo le rodeara la cintura y arrimarlo a mi todo lo que nos permitía los abrigos.

Sin más palabras, no eran necesarias, volvimos a acercar nuestros labios para compartir otro apasionado beso. Cuando Phuong se alejo de mi abrí mis párpados para encontrarme con su oscura mirada muy cerca, y me animé a decirle lo que desde hacia días vivía en mi, mis sentimientos más profundos.

—Te amo, Phuong Kieu. No concibo mi vida lejos de ti, creo que si lo intentara, moriría poco a poco. No sé que nos traerá el futuro, pero ahora soy el hombre más feliz por el simple hecho de tenerte a mi lado.

Fue la primera vez que vi como las emociones se apoderaron de él, vi su mirada acuosa, y su labio inferior temblar un poco.

Phuong dejó escapar unas apagadas carcajadas, que me sonaron a incredulidad mezclada con alegría.

—No sabes lo feliz que me hacen tus palabras, mi querido Finley. Yo también te amo...

El hombre del que me enamoré no lo pensó para saltar a mis brazos y yo, no dudé en recibirlo con un apretado abrazo.



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