Capítulo 18
Se vale tener miedo
Phuong se dedico a dibujar sobre el dorso de la mano que tenia unida a la de él pequeños círculos imaginarios. Mantuvimos las manos unidas gran parte de la primera parte del camino, la acción, acompañada de sus suaves pinceladas invisibles sobre mi piel, contribuyeron, al parecer en relajarlo.
A mi en cambio no hacían sino provocarme sensaciones nuevas y exitantes que me mantuvieron entre el placer y la culpa por varios largos minutos.
Me acomode mejor en el asiento dejándome llevar por sus ralentizados movimientos y cuando estaba a punto de cerrar los párpados, en mi línea de visión apareció un hombre viejo que caminaba por el pasillo del autobús en dirección al pequeño baño.
Recuerdo que nuestras miradas se cruzaron por unos segundos antes de que la suya se desviara hacia las manos unidas de Phuong y yo. El hombre apresuró su paso, no sin antes echarme una nueva mirada, esta vez llena de desprecio.
De inmediato todo lo bueno que sentía fue remplazado por un sensación de pasmo mezclado por vergüenza, alejando mi mano de la calidez de mi compañero, y cruzándome de brazos con celeridad.
Phuong se movió, pero permanecí con la mirada al frente sin atreverme a mirarlo. De pronto me afane en mirar a mi alrededor pendiente de que alguien más nos mirara o hablara de nosotros.
Sumado a mi precipitada paranoia, la absurda idea de que aquel hombre mayor fuera un habitante de Seven Hills y conociera a mi familia, cruzo mi mente.
—Tranquilo, al principio todo lo nuevo provoca algo de temor —mencionó Phuong y yo lo miré de reojo— .¿Estás arrepentido de haberme invitado? Si es así creo que seria un problema, por lo menos para mi.
Escucharlo decir aquello me sacudió, por nada del mundo deseaba que Phuong se sintiera rechazado, o que erróneamente pensara que me arrepentía de invitarlo. Giré balbuceando incoherencias, ganándome una mirada de extrañeza del asiático que dio paso a un coro de risas apagadas.
—Adivino que eso es un no, y me alegra.
Ocupe algunos segundos para ordenar mis ideas, en tanto él se acomodaba de manera tal, que no me quitaba sus hermosos ojos de encima.
—Este viaje me hace mucha ilusión, Phuong, pero no puedo negarte que estoy nervioso y algo temeroso a lo que pueda suceder.
—Las demostraciones de amor en público todavía tomaran algo de tiempo, y lo digo no solo por ti, o por mi, sino por los demás. No es lo mismo ver a un hombre y una mujer tomados de las manos, a ver dos varones. Creo que todavía el mundo no esta preparado para vernos...somos demasiado bellos...
Phuong murmuró todo aquello muy cerca de mi oído, con su aterciopelada voz. El asiático no necesitaba tocarme para provocarme una agradable sensación que parecía recorrer todas mis terminaciones nerviosas. Para mi era puro placer escucharlo.
—Sé que tienes miedo, Finley, yo también lo tuve cuando descubrí mi orientación sexual. Me aterraba que mi familia se diera cuenta, que lo notaran, que me rechazaran en mi entorno, sin embargo, no fue así. Contrario a lo que quizás se pudiera esperar de una familia asiática, mis padres jamás me rechazaron o quisieron llevarme al médico buscando una solución a mi homosexualidad. Me aceptan, me aman y están orgullosos de mi.
—No pienses en ese hombre que nos miró hace un rato, es solo un desconocido, no lo volveras a ver. Y por mi no te preocupes, que no me ofendí, además eso me ayuda a estar más atento, no queremos que se me olvide respetar los límites cuando estemos con la familia Byrne.
Al escuchar aquello lo miré azorado.
—Solo bromeaba, hermoso.
A mi azoro se unió un intenso calor que me subio por el cuello hasta abarcarme el rostro.
—Eres tan adorable, Finley Byrne...
El clima mejoro, los caminos se veían despejados y seguros, con su consabida sal para evitar resbalones y accidentes. Los últimos minutos de la primera parte del viaje, a diferencia de la mayoría de los pasajeros del autobús que aprovecharon para tomar una siesta, Phuong y yo mantuvimos una conversación entre susurros y risas.
Uno al lado del otro, casi hombro con hombro, hablando de todo y de nada, es y será uno de los recuerdos más lindos que tengo de aquel viaje.
No puedo hablar por él, o a lo mejor si, pero a mi se me estaba haciendo muy difícil sacarme de la mente la idea de robarle un beso, aunque sabia que solo sería eso, una idea, al menos, mientras estuviésemos dentro del autobús.
Por esos días concebir los días lejos de Phuong comenzaba a ser imposible, incluso cuando apenas nos hablábamos, a mi me hacia feliz saberlo cerca. Y no me hubiese importado imponer la presencia de Phuong en aquellas vacaciones de dos semanas en Seven Hills, sin embargo, mis padres, después de la sorpresa inicial se mostraron animados y a la expectativa de conocer a mi nuevo amigo.
Poco a poco logré dejar a un lado los aprendidos prejuicios, las dudas que aun se colaban de vez en cuando en mis pensamientos, para disfrutar oyendo sus historias. Phuong me hablo de su infancia, de los pocos amigos que tenia, y que aun en ese momento seguían siendo pocos, a pesar de las apariencias, al verlo, cualquiera podría imaginar que era una persona amiguera y muy sociable.
—No todo es lo que parece, hermoso.
Cada vez me gustaba más oírlo llamarme así.
—Hoy por hoy solo tengo cuatro amigos...Daisy, Barry, Miles, y tu...aunque debo confesar que cuando te conocí pensé que seria muy difícil que congeniaramos, lo pensé porque te noté muy serio y distante, pero eso solo fue al principio. Luego me costaba pensar que solo seríamos compañeros de habitación y es que desde el primer momento en que puse mis ojos sobre ti me gustaste...
No pude aguatar una carcajada.
—No es cierto.
—Lo es, Finn. Así que veía muy difícil poder ser tu amigo, aun cuando me soprendiste siendo un muchacho amable y cero predispuesto a juzgar.
Por un momento guardamos silencio, yo me perdí un poco en los recuerdos que guardaba de nuestros primeros encuentros.
—Tengo que decirte que cuando fui conciente de que me atraías demasiado me propuse dejar de pensar en ti, no dejaba de decirme que eras solo un chico guapo, como muchos, y lo más importante, que estabas fuera de mi alcance, pero aun así...¿recuerdas el día que me viste como Dios me trajo al mundo?
Me sobresalte un poco al escucharlo, en tanto Phuong se reía de mi.
—Sigues mostrando la misma reacción, hermoso. ¿Tanto te afecto ver mis encantos en vivo y a todo color?
El solo recordarlo volvió a hacer estragos en mi.
—¡Shhh!, baja la voz.
Phuong parecía desternillarse de la risa, mientras yo no dejaba de mirar a mi alrededor con cara de pasmo. Un vivido recuerdo de ese día se instalo en mi mente y lleve una de mis manos al cuello.
—Tu cara lo dice todo, hermoso.
Enfoque la mirada sobre él, sobre aquellos ojos oscuros que en ocasiones parecían prometerme demasiado, en su boca cuyos labios distendía en una sonrisa que apenas se mantenía, a punto de estallar otra vez en carcajadas. Phuong se llevo una de sus manos sobre la boca.
—Ya, ya, tienes razón, ya no me reiré más...
Phuong respiro profundo y se mantuvo serio, retirando su mirada hacia la ventana, enfocada en el paisaje exterior, mientras yo me movía un poco sobre el asiento. Porque aunque pretendía mostrarme cauteloso y circunspecto, lo cierto era que la situación no dejaba de parecerme divertida y vergonzosa a partes iguales.
—No te enfades, hermoso. —Lo oí decir dandole un tono de suplica melosa a sus palabras.
Volví a moverme para estar de nueva cuenta mirándolo, Phuong aun tenia su vista lejos de mi y yo necesitaba volver a perderme en la profundidad oscura de sus ojos.
—Creo que jamás podría enfadarme contigo, Phuong.
Él me regalo una rápida mirada que no duro mucho, pues volvio a retirarla, esta vez para mirar al frente, sobre la parte posterior del asiento frontal ocupado por una mujer afroamericana. Lo vi y escuché soltar un suspiro.
—No sé que vamos a hacer, o lo que nos depara el futuro. Somos dos miedosos...tu le temes al rechazo de tu familia, yo, también tengo miedo, aun cuando he tratado de disimularlo y hasta echarlo a un lado, pero lo cierto es que tengo miedo y dudas. No sé si hice bien en venir contigo, y tampoco sé si pueda verte con tu novia y no caer bajo el peso de los celos...sin embargo, creo firmemente que podemos enfrentar el futuro juntos, Finley.
Sintiendo una mezcla de emociones y mudo, me giré completamente llevando una de mis manos sobre la inerte de Phuong que reposaba sobre uno de los brazos metálicos del asiento.
Phuong me regalo una de sus intensas miradas acompañada de una sonrisa, mientras sus dedos buscaban los mios.
—Así lo haremos, Phuong, juntos.
Mientras el autobus giraba hacia el amplio estacionamiento de una estación de descanso, una de sus interrogantes rondaba mi mente. ¿Seria capaz de mostrarme cariñoso con Deirdre?, mientras pensaba en Phuong, y sentía su cercanía.
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Entre empujones y risas bajamos del autobús, solo estábamos concientes de nosotros, disfrutando el tiempo juntos, y logré desentenderme de las posibles miradas. No supe con certeza quién nos miraba, si alguien, pues me enfoque en mirar solo a mi compañero de viaje.
La estación no contaba con cafetería, pero si tenia varias maquinas expendedoras de sodas, y meriendas, además de café y chocolate caliente, de esos últimos compramos dos antes de volver al autobús para acompañarlos con un pedazo de pastel de zanahoria que habia traído de la tienda de conveniencia.
En la estación de descanso que contaba con aseos, solo estábamos los ocupantes que nos animamos a bajar del autobús bien abrigados. En esos momentos una fuerte brisa helada enviaba sobre cada parte descubierta de nuestra piel, pequeños copos de nieve similares a diminutos aguijones.
El interior del lugar contaba con calefacción, Phuong y yo aprovechamos para vaciar nuestras vejigas, él terminó de lavarse las manos antes que yo y salió, cuando yo lo hice con intenciones de comprar alguna bebida caliente, no lo vi.
—¡Hey, Finn!
Lo vi cerca de las puertas de cristal que daban al exterior.
—¡Acércate, Finley!
Extrañado, pero a la misma vez seguro de que me esperaba con alguna travesura, y eso lo hacía irresistible, apuré mis pasos olvidando por el momento los chocolates que tenía en mente.
Afuera, las ráfagas de viento helado aún se dejaban sentir.
—¡Finn, hermoso!
A mi izquierda estaba Phuong con su coqueta mirada, y hasta él fui yo, esperando cualquier cosa, aunque realmente no podía imaginar cuáles eran sus intenciones.
—Debemos apurarnos Phuong, el autobús no tarda en partir ¿quieres quedarte aquí varado?
Cuando estuvimos de frente, Phuong halo de una de mis manos hasta llevarme, sin ningún tipo de resistencia de mi parte, hacia el área trasera y oculta de las miradas de cualquiera, del edificio. No pude contener la risa cuando me vi pegado a su pecho y sintiendo sobre mi rostro el tibio aliento que abandonaba su boca en voluptas de vaho.
—No podía meterme en ese autobús sin robarte un beso, hermoso Finley.
Phuong atrapó mis labios con los suyos de manera absoluta y algo ruda, mientras levantaba sus manos para abarcarme el rostro y pegaba su cuerpo al mío.
Fui a dar con la espalda a la pared, extasiado, con mis brazos rodeando su cintura, compartiendo un apasionado y necesario beso que nos dejaría sin aliento.
La atracción y los sentimientos entre nosotros, solo se hacían más intensos con el paso de las horas, sin embargo, ambos sabíamos, sin necesidad de hablarlo, que nos tocaría fingir que solo una buena amistad nos unía.
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