Capítulo 17
Al final del camino
Daisy Jane estalló en carcajadas acompañándolas con algunas palmadas sobre la superficie de la mesa frente a ella. Mi atención continuaba dividida entre ella y Phuong que por unos instantes abrió los ojos desmesuradamente, aunque rápidamente logró disimular la sorpresa que le causo mi confesión uniéndose a las carcajadas de su amiga.
Daisy Jane no había creído nada de lo que le dije, y era de suponer. La verdad estaba frente a sus ojos, pero como a veces sucedía, las personas preferíamos obviarla, pues nos resultaba demasiado irreal.
—Por un momento, solo por unos segundos, pensé que hablabas en serio, Finley. Luego me acorde de que Phuong jamás se fijaría en ti, tu eres prohibido...¡casi me engañas, pícaro!
Pude desmentirla, incluso contarle lo que sucedió entre nosotros en Nueva York, pero...
—Tienes toda la razón amiga, Finn es un hombre prohibido, tiene una hermosa novia a la que ama y con quien esta próximo a casarse...además, nuestro Finley es completamente heterosexual, ósea, que esta fuera de toda consideración.
El sarcasmo y la burla en las palabras de Phuong que quizás solo yo reconocía, rebasaron mi paciencia y simplemente terminé acomodando la mochila sobre uno de mis hombros antes de dejar salir una seca carcajada.
—Ustedes dos son tremendos...
Después de decir aquella tontera giré y apresure mis pasos lejos de allí.
*******************
Recuerdo que algunos días después volví a encontrarme a Daisy en compañía de Phuong, pero en esa ocasión se encontraban en la habitación de la residencia, visita que no supe si fue autorizada o no.
Enseguida entre percibí el olor a tabaco en el aire a pesar de que las dos ventanas se encontraban abiertas, aun cuando afuera la temperatura rondaba los treinta grados Fahrenheit, y una helada brisa mecía las cortinas. Yo había caminado desde el campus y llegue con las orejas y las manos casi congeladas, pues olvide llevar mi bufanda, el gorro y los guantes. Así las cosas mi humor no era el mejor, aunque me esforcé por disimular mis emociones, más por ella que por él.
Daisy se encontraba mal sentada en la silla del escritorio que pertenecía a Phuong y la cual hacia girar como niña pequeña en el reducido espacio, mientras que mi compañero de habitación, sentado en posición de indio sobre su colchón, bebía de una lata de soda.
—Finley, que bueno verte, ¿Cómo estás?
Daisy Jane siempre tenia un alegre saludo para todos, que acompañaba con su amigable sonrisa. Phuong solo me echo un rápido vistazo e hizo un simple gesto de saludo con la cabeza.
—Muy bien, ¿y tu? —Caminé luego de cerrar la puerta hasta dejar los dos libros y la mochila que llevaba sobre el colchón de la cama. Apenas pude ocultar mi hastio, hubiese deseado llegar a la habitación después de un largo dia de examenes finales y disfrutar de un poco de privacidad.
—Aquí, haciéndole compañía a nuestro amigo que se encuentra un poco triste...
Sin pausa camine hasta el mueble donde guardaba la ropa, me quite el abrigo y luego de engancharlo en la percha, me dí a la tarea de buscar en el mueble una muda de ropa para cambiarme, lo más que deseaba era una ducha con agua tibia.
—No exageres, Daisy.
El tono de voz del asiático pretendía escucharse despreocupado, pero no lo logro.
—No lo niegues, Phuong. La idea de pasar aquí las dos semanas festivas no es algo que haría feliz a nadie. Especialmente a ti que tanto te gusta la navidad.
Me ocupe de sacar la ropa, con la que hice un abultado montón que coloqué debajo de uno de mis brazos y a propósito perdí algo de tiempo abriendo las otras dos gavetas, mientras esperaba la respuesta de Phuong a lo último que habia dicho la chica. El poco interés que tenia al comienzo se multiplico con rapidez. La curiosidad me ganaba.
—Ve tranquila amiga, y disfruta tu viaje con Barry. Yo aquí me quedo, son solo dos semanas y no será tan malo, por lo menos tendré a Ryan rondando la residencia, ese nunca sale de aquí, ni siquiera en días festivos.
Recordé que para el festivo de acción de gracias Ryan y yo éramos los únicos en la residencia.
Aunque no era la primera vez que pensaba en ello, justo en aquel momento comencé a analizar el asunto de mi regreso y estadía en Seven Hills, la realidad de que estaría lejos de Phuong por más de dos semanas, una idea que no había comenzado a ser un pensamiento intrusivo y molestoso hasta ese instante.
Y aunque lo cierto era que mi compañero de habitación y yo por esos días no éramos los más cercanos, también era cierto que yo amaba verlo aunque fuera de lejos, o cuando él no me veía, escuchar su voz y su risa, y saberlo cerca.
Para el resceso académico restaban solo cuatro días.
—Por nada del mundo me ire a la casa de la tía Mary, y viajar a Nueva York para pasar esos días solo en el apartamento de mis padres tampoco me apetece, prefiero quedarme acá. Te agradezco tu preocupación amiga, pero estaré bien.
Dejé a un lado las inteciones de darme una ducha, y fui a sentarme sobre el colchón de la cama, sin ocultar mi interés en la conversación.
Los padres de Phuong viajarían con Tao y su pequeña familia a Vietnam por esas navidades, permaneciendo en el país asiático por más de un mes. Las gemelas pasarían esos días con su tía materna, Mary, una mujer con la que Phuong no parecía llevarse bien, pues nunca ha aceptado la homosexualidad de su sobrino.
Y mientras escuchaba el intercambio entre una preocupada Daisy y un, al parecer, vencido Phuong, aquel molestoso pensamiento sobre el tiempo en que estaría lejos de él, y lo agobiante que comenzaba a resultar, aun cuando el momento ni siquiera habia llegado, me hizo tomar una decisión.
En ese instante estuve seguro de que no podría viajar y dejarlo allí. Imaginarlo durante esos días, solo, fue deprimente, tanto que no tuve que pensarlo mucho más...
—¿Por qué no vienes conmigo a Seven Hills?
Phuong y Daisy me miraron. La chica embozo una enorme sonrisa, mientras Phuong buscaba mi mirada por primera vez en muchas semanas sin disimular estar casi atónito.
Daisy se impulso fuera de la silla giratoria y entre gritos y risas se abalanzo sobre mi para abrazarme.
—¡Eres un sol, Finley!. ¡No sabes cuanto alivio siento de que Phuong se vaya contigo!
Phuong se puse de pie con la manos alzadas, gesto que pedía tranquilidad.
—Espera, Daisy, eso hay que analizarlo.
Daisy enderezo la postura y sin más le dio un golpe con su pequeño puño sobre el hombro a Phuong, quien desprevenido retrocedio dos pasos.
—¿Qué dices, Phuong? Nada de pensarlo, es lo mejor que he escuchado hasta ahora. Deja de hacerte el interesante y ve con Finley...
Nuestras miradas volvieron a cruzarse, y anclarse por varios segundos. Pude ver en su expresión como la sorpresa se desvanecía para dar paso a la duda, en cambio yo, casi no podía retraer la alegría que la perpestiva de un nuevo viaje juntos provocaba en mi.
La mirada de mi amigo abandono la mia para llevarla sobre una emocionada Daisy que se enganchaba a él rodeando uno de sus brazos, esperando a la expectativa su respuesta definitiva.
—Entonces ¿qué dices, Phuong?, ¿te animas a conocer Seven Hills? —pregunté envalentonado por primera vez en mi vida.
Nunca he podido olvidar su gesto al mirarme. Una de sus cejas levantadas, su hambrienta mirada sobre mi junto con la sonrisa que me dedico. Tampoco olvido el efecto que tuvo en mi, esa mezcla de emoción, miedo e incertidumbre.
—Hecho, nos vamos juntos a tu pueblo, Finn.
****************
En cuatro días Phuong y yo, abordaríamos ese autobús hacia Seven Hills y me costaba mucho mantener a raya todas las emociones que como vientos huracanados amenazaban con desestabilizarme. Y es que mi estado de ánimo pasaba de estar casi eufórico de alegría, a sentirme apagado y temeroso en un dos por tres.
Podía estar muy contento ante el esperado viaje, haciendo planes y armando ideas que giraban alrededor de la visita de Phuong al lugar que me vio nacer y donde crecí. Deseaba que él se disfrutara la estadía y no negaré que la mayor parte del tiempo me hacía mucha ilusión.
Sin embargo, por momentos el hecho de que conociera mi familia y entorno casi me paralizaban, y me sentía incapaz de continuar. Fue por eso que esos días anteriores al viaje me mantuve el mayor tiempo posible lejos de la habitación, y la biblioteca de la universidad se convirtió en uno de mis refugios, porque no quería que Phuong pudiera ver en mi expresión algo que lo desencantara y decidiera cancelar su viaje. Para mi tampoco era opción hablarle de cómo me sentía.
Fueron días en los que pensé muchísimo, en los que las dudas iban y venían, preguntándome hacia donde, además de mi pueblo, nos llevaría este viaje. Si sería el comienzo de un camino juntos, o el final de los intensos sentimientos que nos unían.
***************
Por octava vez desde que abordamos el repleto autobús que nos llevaría al pueblo que hacia casi frontera con Pennsilvania, mis ojos se desviaron del frío y blanco paisaje del exterior para, de reojo, echarle un vistazo a mi compañero de viaje, que muy serio, apenas miraba en otra dirección que no fuera el frente.
Era una mañana neblinosa y helada, la noche anterior habia nevado bastante y los caminos, cubiertos de nieve y escarcha resbaladiza amenazaban con convertirse en pistas de hielo si no se manejaba con cuidado, e incluso así, podían ser realmente peligrosos.
—Que tan seguros serán estos autobuses...—Eso fue lo primero que comentó Phuong enseguida entramos a la estación, el viaje desde la residencia en taxi no fue el más calmado, por las mismas razones que hacían dudar a mi amigo de la seguridad en la carretera, y más en un viaje largo.
Era la primera vez que lo notaba nervioso y jamás me imagine que manejar en caminos helados fuera una de sus mayores fobias.
—Si soy yo quien manejo es diferente, pero estar a merced de las destrezas y decisiones de alguien más me estresa, Finn. Perder el control es algo a lo que siempre he temido.
Por unos instantes me parecio que Phuong hablaba de algo más, a parte del autobús. Y por primera vez, sin pensarlo sentí la necesidad de dejar y compartir con mi amigo algo de la fe y la confianza en la protección de un Ser omnipotente que cuidaba de sus hijos en momentos difíciles.
—Tranquilo Phuong, todo ira bien. Dios esta con nosotros y llegaremos bien a nuestro destino.
Hubiese podido orar, pero tampoco quería imponer mis creencias sobre alguien que ni siquiera se había criado en la fe cristiana.
Y aunque fue algo espontáneo, casi al instante me sentí algo cohibido y me pregunte si no debí guardarme mis pensamientos. Phuong se acomodo mejor sobre el asiento a mi lado y por primera vez desde que abordamos me presto atención, regalándome una tenue sonrisa.
—Confio en ti, Finn, y en que me estas diciendo la verdad, porque si no...
Su expresión seria cambio a una risueña y cuando nuestras miradas se cruzaron nuevamente ambos nos echamos a reír. Justo en ese momento el autobús hizo un inesperado movimiento algo brusco que nos obligo a enderezar nuestras posiciones, quedando muy derechos y con los ojos al frente.
Segundos después, mientras el susto se desvanecía y volvíamos a respirar pausadamente, ambos, sin hablar o mirarnos, entrelazamos los dedos de nuestras manos, para darnos calor y algo de seguridad.
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