Capítulo 15
¿Un tercero en discordia?
La noche de nuestro regreso de Nueva York ni siquiera tuve ánimos de darme una ducha, hacerlo también significaba demorarme y tener que encontrarme a Phuong que asumía volvería al cuarto de un momento a otro, luego de fumarse su cigarrillo.
La verdad era que no quería enfrentarme a él, no me creía capaz de poder mantenerme lejos de Phuong físicamente, porque me sabia débil, muy a pesar de lo que le habia dicho sobre como me sentia o de mis dudas. Esa noche me urgía acostarme dándole la espalda a la puerta y taparme con una de las mantas hasta el mentón, mientras casi todos mis sentidos estaban pendientes a la inminente llegada de mi compañero de cuarto.
Phuong regresó y me pareció que tardo mucho más de lo que yo esperaba. Y aunque para ese momento yo comenzaba a caer bajo los efectos del cansancio, su llegada me puso alerta nuevamente y poco falto para voltearme, y mirarlo.
Sin embargo, permanecí muy quieto, dándole la espalda, pero demasiado consciente de su desplazamiento por el cuarto.
El asiático contrario a mi, si fue al baño a tomar una ducha, y cuando salió, una estela de vapor con olor a jabón cremoso abandonó el pequeño cuarto de aseo.
Escuche a Phuong caminando hacia el mueble donde guardaba sus cosas, lo imagine echándose un poco de colonia y también pude escuchar el casi imperceptible ruido que hacía al salir del frasco, las gotitas vaporizadas de desodorante en aerosol al aplicarlo sobre la piel de sus axilas, seguido del perfumado aroma.
Segundos luego pude focalizarlo sentándose sobre su colchón, y me pareció oírlo cuando dejó escapar un largo suspiro.
Yo permanecí en la posición en que llevaba más de una hora, el brazo comenzaba a molestarme y también el cuello, pero por nada del mundo quería dar muestras de estar despierto.
Fui un cobarde, en ese instante me deje llevar por todas las razones equivocadas y los prejuicios. Pronto, estuve seguro de que Phuong se habia acostado cual largo era sobre la cama y instantes luego oí el sonido del colchón, mientras el asiático se acomodaba.
Al final me quede dormido y cuando desperté me sorprendí muchísimo al no ver a Phuong en su cama, en algún momento de la noche yo había cambiado de posición y amanecí mirando su lecho vacio.
Recuerdo que deseos no me faltaron para ausentarme a clases, pero por otro lado sabia que necesitaba distraerme, para no continuar sobre pensando todo lo sucedido en días pasados.
Además tenia algo que necesitaba hacer, una idea que se me habia metido entre ceja y ceja antes de caer rendido horas atrás. No era algo que realmente quisiera, lo veía como una obligación que pensaba, daría paz a mi alma y por consecuencia directa, a la de mi amigo. Antes de rendirme al sueño estuve seguro de que debía de poner distancia entre nosotros, y que eso seria la solución a mis conflictos.
Ese día no me importo saltarme las dos primeras clases y esperé la llegada del señor Ryan, uno de los encargados de la residencia, que poco antes del mediodía apareció cargando varios paquetes por la vereda que conducía a la puerta principal. Yo me encontraba sentado en el penúltimo escalón de la pequeña escalera que daba al balcón de la residencia.
—Hola, Finley, ¿Cómo estás?
—Bien...¿Qué tal usted, señor Ryan? ¿Necesita ayuda?
Me encargue de llevar dos de los paquetes envueltos en papel marrón hasta la cocina del lugar, según Ryan se trataba de implementos para la limpieza y algunos materiales de oficina.
—Presiento que esperabas por mi, ¿en qué te puedo ayudar?
De prisa, casi atropelladamente le plantee al encargado mi petición.
—¿Quieres cambiarte de habitación? ¿Sucede algo que yo deba de saber? ¿Algún problema con tu actual compañero de cuarto?
Ryan era un hombre que parecía no poder quedarse quieto y armado con un envase con desodorizante ambiental olor a naranja comenzó a rociarlo a medida que se desplazaba por el pasillo en dirección a la puerta principal.
—No, no tengo ningún problema, solo me preguntaba si tendría algún cuarto privado que pudiera ocupar aunque tuviese que pagar algo adicional...
Fue decir aquello y encontrarme de frente con Phuong que entraba a la residencia en esos momentos. Su oscura mirada atrapo la mia por unos segundos y lo vi apretar los labios antes de casi correr escaleras arriba, en tanto, mi corazón multiplicada los latidos.
Lo menos que deseaba era que Phuong me escuchara, un pensamiento bastante estúpido si se consideraba que eventualmente, si tenia éxito en mi propósito, lo sabría.
Ryan no pareció fijarse en Phuong, pues el hombre no dejaba de moverse y rociar el ambientador, esa vez en una de las áreas de descanso.
—Por ahora eso no será posible, Finley, pero si más adelante se desocupa uno, que es poco probable, te avisare...¿Estás seguro de que no tienes algún problema?
—No, es solo que soy poco sociable y me gustaría tener un lugar solo para mi. Gracias...
*******
—No, es solo que soy poco sociable y me gustaría tener un lugar solo para mi...
Imitando mi voz, aunque con un sonsonete bastante burlón, me recibió Phuong cuando entré a la habitación algunas horas después de nuestro último encuentro en la entrada de la residencia. Cerré la puerta a mis espaldas antes de adentrarme a la habitación, venía tan ensimismado que no me cruzo por la mente que Phuong estuviese allí.
—Creo que estas exagerando...¿Qué vas a hacer ahora? Mudarte fuera de la residencia porque no soportas verme.
La burla ya no pintaba sus palabras, ahora percibí enojo y desilusión. Quise decirle que verlo me afectaba, pero no de manera negativa, al contrario, verlo me emocionaba, que su presencia aportaba felicidad a mi vida, sin embargo, una vez más guardé silencio.
Phuong se encontraba sentado en su cama, con la espalda apoyada sobre el marco de madera, ya parecía haberse duchado, pues noté que su cabello se apreciaba húmedo y vestía lo que solía usar para dormir.
El chico lucía tan fresco y joven, y a pesar de que sabia estaba enojado, en su expresión al mirarme no vi señales de coraje, aunque si un brillo de pesar. Que ganas de arrimarme a él y olisquear su cuello, para luego besar sus labios.
Afectado, desvié la mirada, junto a él vi un grueso ejemplar de un libro de leyes, un cuaderno y un lápiz.
—No es necesario, Finley. Somos adultos y por lo menos de mi parte puedes estar tranquilo, no voy a forzarte a algo que no deseas, o a intentar que tires a un lado tus prejuicios, tu manera de pensar y creencias religiosas por algo nuevo y de lo que ni siquiera pareces estar seguro. No tienes que salir corriendo, podemos continuar compartiendo este espacio...yo en mi lado, tu, en el tuyo.
Dejé la mochila a los pies de la cama, antes de dejarme caer sobre ella.
—Así tendrá que ser, no hay cuartos vacíos...
—Eso escuche...
Llevé la mirada alrededor, evitando hacer contacto visual con Phuong, y sin saber que más añadir, tal vez esperando que fuera él quien continuara hablando, esperando algún comentario jocoso que alivianara el ambiente.
Sin embargo, el silencio se apoderó del espacio hasta que lo escuche moverse sobre el colchón, y fue cuando no pude evitar echarle un rápido vistazo.
Phuong volvió a retomar lo que parecía hacer antes de mi llegada, leer del grueso libro de leyes que tenia a su lado, y absurdamente me sentí ofendido, echado a un lado.
Y no lo pensé dos veces para con ademanes algo bruscos buscar algo de ropa limpia e irme al baño, cerrando la puerta del mismo con algo de fuerza innecesaria.
*************
Y así transcurrieron las siguientes semanas, por lo menos para mi, en un sube y baja de emociones, algunas de ellas muy intensas, que yo buscaba reprimir a cualquier precio.
Estuve mucho tiempo tratando de auto convencerme de que con el pasar de los días volvería a sentirme como antes, cuando no conocía a Phuong con su sola presencia que inquietaba hasta mis sueños.
No fue poco el tiempo en que ocupe uno de los teléfonos públicos cerca de la biblioteca de la universidad, aquel que estaba en una esquina, y que casi pasaba desapercibido, sentado sobre el cemento, hablando con Deirdre.
Por esos días hablar con ella se convirtió en algo casi vital, escuchar su voz sosegada y suave era un bálsamo para mi agitado espíritu. Mi novia no podia disimular lo feliz que le hacían mis llamadas, que de ser esporádicas pasaron a ser, en ocasiones, hasta dos veces al día. Y yo por esos días no pensaba en mi comportamiento egoísta, y no me importaba engañarla, mientras me engañaba a mi mismo.
Y muchas veces después de terminar la llamada ni siquiera recordaba de que hablábamos.
Noviembre llegó a su fin, y con el, se fue la primera semana festiva que pasaba lejos de mi familia. De hecho, ese día de Acción de gracias lo pasé solo, debajo de varias mantas y sentado sobre mi cama, aquejado de un fuerte resfriado, y comiendo las sobras de un almuerzo que había comprado el día antes.
El resfriado fue la excusa perfecta para no viajar a Seven Hills sin importarme perder el importe que habia pagado por mi pasaje en autobús. Lo cierto era que me sentía mal, pero no era algo que me impidiera viajar si hubiese querido.
Decidí a último momento quedarme en Albany porque no me creía capaz de tolerar a mi familia sin tener un estallido de amargura y mal humor que de seguro hubiese escalado. No me apetecía compartir con ellos, ir a la iglesia y cantar villancicos.
Fingir no solo frente a ellos sino frente a Deirdre que era el mismo Finley Byrne que salió de aquel pueblo hacia solo unos meses atrás.
Ese Finn que se esforzaba por ser como su padre siempre le dijo que tenia que ser, el muchacho dispuesto a vivir bajo los preceptos y estrictas enseñanzas cristianas, aquel que le tenia pavor a defraudar a sus padres.
El Finley que tenia inquietantes sueños a los que prefería llamar pesadillas, sueños que solo eran un reflejo de lo que su mente y su ser ocultaba porque no era correcto, porque la homosexualidad era un pecado mortal y los que la practicaban eran pobres almas destinadas al infierno.
Mi decisión la tomé conciente de que pasaría esos días solo, en la residencia éramos solo el señor Ryan y yo, pues lo demás se fueron a pasar la semana festiva con sus familias.
Aquello incluía a Phuong que habia viajado con Daisy Jane y Barry a Ohio, a visitar la familia de ella.
Ya para esos días la convivencia con Phuong se limitaba a dormir en la misma habitación, y saludarnos secamente cuando nos cruzábamos. En esos últimos días habían sido muy poco nuestros encuentros, pues el asiático no desaprovechaba ocasión para salir a fiestas ya fuera con Daisy, ninguno de ellos se molestaba en invitarme, o con un chico llamado Bryan Ryley, y aquello último comenzaba a molestarme seriamente, costándome mucho hacerme el desentendido.
Bryan y Phuong iban a varias clases juntos y era común verlos de arriba para abajo en el campus. El chico rubio no podía disimular lo encandilado que estaba con Phuong, mientras que yo no me atrevía a analizar la posibilidad de que Ryley también fuera el nuevo interés romántico del asiático.
Cuando los veía juntos solía desviar la mirada, y mi más grande temor era ver en Phuong las primeras señales de que veía a Bryan de la misma manera en que sabia, me habia mirado a mi.
Y era peor al ser consciente de que yo ni siquiera era merecedor de algo más que un escueto saludo o rápido vistazo. Todo aquello al final me tenia caminando por el sendero de la amargura, enojado y frustrado conmigo mismo. Al borde de la desesperación.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro