Capítulo 11
Por tus pecados sucumbiras
Desperté con un fuerte dolor en mi brazo derecho seguramente debido a haber pasado toda la noche durmiendo sobre mi costado. Fue una noche algo incómoda, compartiendo cama con Phuong, manteniéndome casi al borde de la cama y repitiéndome mentalmente que debía de evitar moverme a mis anchas, pues no estaba solo.
Me costó quedarme dormido y recuerdo que desperté mucho.
Estaba confiado en que la falta de movilidad no seria un problema, pues por lo general solía mantenerme en la posición en que me dormía por el resto de la noche, cambiando al otro costado al amanecer para evitar precisamente el malestar del entumecimiento, y los calambres.
Los planes iniciales eran que dormiría sobre el catre que amablemente la familia de Phuong había puesto al lado de la cama de mi amigo, pero fue imposible. No sé si fue mi peso o lo antiguo y oxidado del metal, pero no hice más que sentarme sobre el endeble colchón y toda la estructura casi se fue abajo, dándome un buen susto y provocando las risas de Phuong.
Al revisarlo nos dimos cuenta de que varios de los resortes de la base estaban rotos.
—Creo que esta noche tendrás que pasarla en mi cama, Finn.
Phuong me echo una de sus miradas traviesas en tanto levantaba su ceja izquierda, a la expectativa de mi reacción.
—Tranquilo, que no te voy a comer...a menos que me lo pidas.
Aunque sabía que continuaba bromeando, creo que mi expresión facial siguió siendo cómica, pues las risas de Phuong no hicieron más que aumentar, y yo terminé con una sonrisita sobre mis labios en tanto pasábamos la sábanas y la almohada sobre el catre, hacia la cama principal y nos encargamos de cerrar el inservible mueble.
Bastante adolorido, no solo del hombro sino de la parte derecha del cuello decidí levantarme,e ir al baño a asearme aprovechando lo temprano que era, la pantalla de números digitales rojos del reloj despertador que Phuong tenia sobre una de las mesitas marcaba las siete y minutos de la mañana.
Con la idea de lavarme los dientes y el rostro, además de vaciar la vejiga, hice el amago de levantarme, pero detuve todo movimiento al sentir sobre mi cintura el peso de unos de los brazos de Phuong.
Mi amigo, en ese momento no supe si aun dormía o no, se movió y fue a arrimarse muy cerca de mi espalda, tanto, que inmediatamente sentí su tibio aliento sobre mi nuca.
Mi primera reacción no fue saltar de la cama sin importarme si estaba despierto o no, al contrario, por varios segundos cerré los ojos y disfrute de la sensación del brazo sobre mi cintura, el calor de su pecho muy junto a mi espalda y su aliento en la base de mi cuello, provocaba en mi.
Eso si, me mantuve muy quieto, en tanto memorizaba el momento, sin embargo, no quise analizar mi sentir, ese cosquilleo en mi bajo vientre, y los deseos de girarme lentamente para acercar mis labios a los de él.
Al pasar los minutos me llego la seguridad de que Phuong dormía, el lánguido peso de su brazo me lo confirmo, sus respiraciones acompasadas dieron fe de ello, mientras tanto el conocido temor a enfrentar mis sentimientos me obligo a escabullirme de la manera más rápida que pude, casi cayendo al suelo.
Arrodillado de frente al colchón mi mirada fue de inmediato sobre Phuong quien se movió, girándose hacia su otro costado, llevándose lejos de mi la visión de su relajado rostro dormido.
Suspire aliviado, pues lo menos que deseaba era ser sorprendido in fraganti por él.
Recuerdo que me puse de pie y haciendo el menor ruido posible me desplace fuera de la habitación luego de agarrar la toalla y mi cepillo de dientes. En el pasillo me tope de frente con la madre de Phuong que se mostro muy sonriente antes de continuar hacia la cocina.
A parte de los ocasionales ruidos procedentes de esa parte del apartamento, no escuche señales de que alguien más estuviese despierto, luego me percate de que el padre de mi amigo se levantaba al amanecer a encargarse de los preparativos diarios del restarurant.
Minutos luego salí del cuarto de aseo con el cepillo dental dentro de uno de los bolsillos y la toalla sobre un hombro. El rico olor a café recién hecho se esparcía por todo el apartamento en tanto pude escuchar el sonido de pasos en una de las habitaciones, además de la evidente presencia de Bian que continuaba en la cocina.
Dejando a un lado mi timidez asome la cabeza y salude a Bian con una de mis manos.
—Buenos días, Finley.
Después de imitarla le pregunté si podia usar el teléfono, pues tenia días sin llamar a mi familia y mientras me lavaba la cara pensé que una llamada no estaría de más.
—Esta frente a ti...
Algo pasmado y sonriente miré directo hacia donde señalaba la mujer y vi el aparato color negro empotrado a la pared. Pronto me envolví hablando con mis padres sin poder ocultar la emoción que sentía en mi primer viaje a tan icónica ciudad, emoción que mamá compartió, no así mi padre que siendo como era, enseguida se mostro desconfiado y receloso.
Papá de inmediato paso a interrogarme sobre con quién estaba de viaje en Nueva York.
—Tranquilo papá, estoy con un grupo de la universidad.
En cuanto aquello salió de mi boca experimenté un sentimiento de culpabilidad ante la mentira que le había dicho a mi padre y lo fácil que fue para mi. Y no era como si nunca le hubiese mentido antes, pero esta vez se sentia diferente, lo sentí como si esa sola variación de la verdad fuera capaz de condenarme.
Después de terminar la llamada permanecí unos segundos de frente al teléfono, dándole la espalda al pasillo.
—Buenos días, Finn.
No pude evitar sobresaltarme ante el saludo de Phuong y lo cerca que lo escuche. Cuando me giré, me encontré a mi amigo de pie a solo unos pasos de mi, con una sonrisita de la cual no pude discernir su significado.
Phuong se replegó sobre la pared para apoyar uno de sus brazos cerca del teléfono, arrimándose más a mi, tanto, que mi pulso se acelero.
—¿Por qué le mentiste a tus padres, Finley?. Siempre he pensado que las personas religiosas como tu no mienten...y menos al pastor de su congregación.
Aunque su tono de voz era ligero y hasta jocoso, note un retintín de ironía. Phuong atrapo con su mirada la mia, en espera de mi contestación.
—Phuong, trae a Finley para que desayunen.
La madre de mi amigo sin querer, pienso yo, interrumpió el intento de acorralamiento de su hijo.
Phuong embozo nuevamente la sonrisita taimada que mostro antes de su interrogatorio, y me dio paso hacia el pequeño comedor donde nos esperaba la mesa preparada para el desayuno.
Mientras desayunábamos, solo nosotros tres pues las gemelas todavía dormían y el padre, Hai, se encontraba ya en el negocio, pude tranquilizar mi exaltado pulso en tanto disfrutaba de una buena taza de café con leche, Phuong y su madre lo bebían negro, huevos hervidos y pan.
Menos de una hora después Phuong y yo salimos, teníamos la encomienda de comprar los regalos para el cumpleaños de las gemelas que seria esa noche en el local que cerraría más temprano, para recibir a la familia y los amigos.
Sin embargo, Phuong, que se había estado comportando demasiado callado para su estilo, yo sospechaba que estaba enojado porque le negué a mis padres que había viajado con él, me guio hasta una de las estaciones del tren subterráneo que se desplazaba por toda la ciudad. Aquello me sorprendió un poco porque tenia la idea de que iríamos a las tiendas cerca de su casa.
Tomar el vistoso tren fue toda una experiencia, yo no dejaba de mirar a mi alrededor admirado lo que para mi amigo era algo habitual, exaltarme un poco ante los, en ocasiones, estruendosos ruidos y chillidos, y una vez adentro de unos de los vagones, de pie, agarrando con una de mis manos al soporte de metal para no caer, entre movimientos, sacudidas y risas nerviosas, abstraerme con el variado paisaje de una ciudad que nunca duerme.
Seguí a Phuong fuera del vagón y un letrero sobre nuestras cabezas, que nos guiaba hacia los escalones de unas olorosas escaleras, la peste a orin era muy fuerte, me dio una idea de hacia donde nos dirigíamos, y una sonrisa de expectación se manifestó en mis labios.
No obstante, mi callado amigo nada dijo, mientras subíamos los escalones fuera de la plataforma hasta el nivel de la conocida avenida Broadway.
Si antes no podia dejar de mirar a mi alrededor, tratando de abarcar todo a la misma vez, en ese momento, de pie en una de las intersecciones más famosas del mundo, me pareció que mis ojos se saldrían de sus órbitas, mientras la sonrisa anterior mutaba en unas carcajadas de felicidad.
—¡Y como lo prometido es deuda, aquí tienes, amigo...el famoso Times Square!
Emocionado y sin pensarlo, eche los brazos alrededor de Phuong para apretarlo contra mi pecho y dar unos saltitos que por muy poco no elevaron sus pies del suelo. Segundos luego mi amigo me correspondió al abrazo, hundiendo el rostro en el hueco de mi cuello por unos instantes que sé, nos descolocaron a ambos.
Nunca olvido que nos separamos con bastante celeridad y que fue Phuong el primero en hablar y romper el silencio que se instalo entre nosotros mientras, continuábamos de pie, casi obstaculizando la entrada y salida de los usuarios del tren.
—Vamos, que las horas corren y hay bastante que ver.
Yo afirme con un movimiento de cabeza, mientras el recuerdo del olor de Phuong aun bailaba en mis fosas nasales y se instalaba en mi memoria.
Times Square, antes llamada Plaza Longrace es una intersección localizada en la esquina de la avenida Broadway y la Séptima avenida. Ya por esos años se caracterizaba por su actividad y publicidad luminosa.
No obstante, también por esa década, la de los ochenta, el lugar sufría de bastante delincuencia y según me dijo Phuong era preferible no visitar el área cuando caía la noche.
Siempre rememoro lo bien que la estábamos pasando, aun así, hubo algo que me desestabilizo bastante y llamó mi atención más que los teatros, el glamour y el movimiento de personas en la zona, y fue ver a un solitario hombre cargando un letrero bastante grande, donde escrito con letras torcidas y disimiles, se leía un mensaje que, por un momento, sentí que era dirigido exclusivamente a mi.
Un mensaje que me pareció tenebroso y amenazante;
«Deshaste de tus pecados antes de que tus pecados terminen contigo»
Fue tanto el impacto en mi, que por un momento me detuve y miré a mis espaldas esperando ver a algún feligrés de la iglesia de mi padre señalándome con un dedo. A Phuong poco le falto para tropezar conmigo ante mi abrupto proceder y casi de inmediato se dio cuenta de qué lo había provocado.
Pronto, nos vimos rodeados por los transeúntes y fuimos víctimas de uno que otro empujón.
—¿Quieres una salchicha? de esas tan famosas por aquí, yo si, me muero de hambre.
Con esas palabras Phuong tomo mi antebrazo y halo de mi suavemente, obligándome a continuar el camino y alejándonos de esas manifestaciones religiosas. Al cruzar la calle nos vimos de frente a unos de los carritos que vendían los populares «perros calientes»
Minutos después, con la comida y bebidas gaseosas en nuestras manos compartimos un banco de madera en un pequeño parque poco visitado, y allí disfrutamos de las delisiosas salchichas.
Poco a poco el malestar en mi fue cediendo, Phuong contribuyo mucho a distraerme, con sus comentarios y intentos de chistes.
—Debemos regresar al barrio y dedicar las próximas dos horas a buscar los regalos perfectos para mis hermanas, y tenemos que darnos prisa si queremos ponernos guapos para la fiesta.
Phuong volvió a jalarme hasta ponerme de pie y juntos desandamos el camino de vuelta a la estación de tren.
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