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Capítulo 2

Era el cuerpo de una mujer, estaba claro, había sido una muerte tan dolorosa, que no podían ni imaginar el hecho de que su alma haya sido así de manipulada, nadie merece ser ultrajada; sus extremidades colgaban de aquel árbol que parecía llorar la muerte de aquella chica, en todos mis años de servicio nunca había sido espectadora de una escena de esta magnitud, y para mi suerte se presentaba justo cuando estaba retirada de ese movimiento que me dejaba explotando la cabeza. – ¡Debe ser una pesadilla! ¡Despierta! – Me gritaba a mí misma, los ojos se me cerraban con fuerza al mismo tiempo que pellizcaba el brazo izquierdo, eran pocas las veces en las que deseaba que todo fuera una mala pasada de mi cerebro.

Me toque los bolsillos del jean, buscaba algo que para ser verdad sabía que no encontraría, no me podía el peso del cuerpo, sentía que en algún momento iba a desfallecer, mi corazón se me salía por la boca, y las manos me temblaban como nunca. – Dios, ¿qué pecado estoy pagando? – reaccioné al confirmar que no cargaba con el móvil, mi cabeza estaba en blanco, me di un ligero golpe en la frente. – ¡Piensa Isabelle, piensa! – Sali un poco del transe en él estaba a punto de meterme, busque algo que pudiera ayudarme, mire hacia el cuerpo de nuevo, confirmando que el autor de este delito era ESTUPIDO, pero agradecí en mi interior. De una de las ramas colgaba el bolso de la víctima. – Que su alma me perdone por hurgar en su privacidad.

Camine con precaución en dirección al bolso, el camino estaba lleno de sangre, ramas, rocas y hojas secas, hace mucho no trepaba un árbol, pero no era imposible, subí atenta a las ramas que podrían estar secas ocasionando mi caída, palpe antes de poner el peso sobre ellas, me cuestionaba el cómo el asesino logro colgar las extremidades en tan poco tiempo, tome el bolso, y me avente sin más a la superficie, cayendo con las rodillas flexionadas para evitar lesiones, revisando el exterior encontré la tarjeta de identidad de la víctima; "Yulian Hamilton, 17 años..." no logro entender como alguien puede ser tan miserable de incluso haberla tocado, era joven, tenía un futuro por delante, qué bastardo. Guarde su identificación por respeto a ella, encontré su dispositivo móvil, que con certeza sabía que estaría bloqueado. Y sí, lo estaba.

Mis años profesionales habían valido la pena, recordaba a grandes rasgos como desbloquear un móvil, era parte de la formación como agente del FBI, además que una compañera reforzó ese conocimiento: "quien lo desbloquee en menos tiempo invita la cena". – La gloria está con ella. – después de varios intentos fallidos lo logre, claro que sí, mí inteligencia era más grande que mis nervios del momento, teclee los dígitos que para mí orgullo me sabía de memoria.

– ¡Jackson! Dios, gracias... No me importa que estés haciendo en este momento, necesito tu ayuda urgentemente.

– ¡¿Quéeee?! No entiendo, expl...

– Te aseguro que lo que menos tengo es tiempo para explicarte, solo ¡apresúrate!... – caí en cuenta que le estaba gritando, pero es qué los nervios me podían el alma. – Perdón, y por favor no vengas solo, trae a tu equipo a lugar. – el sabor a mar ya me tocaba los labios, las lágrimas ya eran inevitables

– ¡Cálmate! Ya voy para allá, ahora rastreo tu señal.

– No traigo armas Jack, ¡Rápido!

El grito de un niño se hizo presente, el estómago se me contrajo, abrí los ojos en alerta, y parecía que mi memoria me traslado en segundos hacia ese recuerdo amargo.

– ¡¿Qué fue eso?! ¡¿Isa?! No cuelgues. – era claro que Jackson había escuchado el grito.

Hice caso omiso a la indicación de Jackson, me incorporé y corrí hacia el lugar de donde el grito llego, ya había perdido a un niño, mi niño, me aseguraría de que no fueran dos. Sin más busque en el teléfono ajeno, y en el registro de llamadas Papá era último contacto al que se había llamado, marque a dicho número, descolgaron la llamada quedando todo en silencio, no sabía cuáles eran las palabras correctas para la situación.

– ¡Ayúdame por favor, no me dejes solo! – aquel infante volvió a gritar.

Activé el GPS, y volví a correr, el aire me sofocaba, y al mismo tiempo me sentía desvanecida, esta situación ya la he vivido, y confirmo que no quería volver a pasar por este camino, no sé si era capaz de afrontarlo una vez más, ya estaba rota, y esta situación sobrepasaba mis límites. Vi a un pequeño atado, golpeado y terriblemente asustado, los recuerdos me cayeron como balde de agua fría, Ángel venía a mi memoria. La culpa me volvía a devorar, y sin meditarlo más, ahí parada frente al pequeño; mis ojos demostraron el dolor incrustado en mi pecho, ya no eran solo lágrimas, era llanto y sollozos, era frío y oscuridad, era marea alta, era como aventarse de lo más alto de una montaña, era un vacío envolvente. 

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