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Capítulo 15

Regresé al salón de Hugo y tomé asiento en un banco desocupado frente a un espejo.

– Jack irá por tí a las 08:40 pm.

– ¿Enserio? – dijo con una sonrisa y un brillo en los ojos que acabo de descubrir tiene, a lo que la quedé mirando con sorpresa por su emoción – ¿Qué? Está bien. – dijo demostrando irrelevancia.

– Sí ira, y no tienes que disimular tu emoción. – dije con una mueca de obviedad.

– Creo que Isa tiene razón, tu emoción es evidente linda. – secundó Hugo con su tono de diva.

Me quedé perdida en mis pensamientos, no se en que momento el Leonardo se atravesó para ponerme nerviosa, tomé mi móvil y volteé a ver a Hugo y a Lucy para no sentirme tan vigilada, abrí mis redes sociales y comencé una búsqueda cual acosadora, intentaba encontrarlo ni sé porqué me importaba, algo tenía que se implantaba en mi memoria y era casi imposible sacarlo y dudo que tenga que ver con sus ojos azules como el océano, su cabello brillante, su cuerpo tonificado y bronceado, su encantadora sonrisa y en esa profunda y cálida voz que podría derretirme en un segundo. Espera Isabelle que demonios estás pensando.

Sintiendo la vergüenza evitaba ponerme nerviosa con la respiración del viento en la nuca, encontré información de él y de su familia, no tenía que recordar que el ser agente me otorgaba cierto conocimiento en búsqueda de información, un punto a mi favor. Tenía una mansión en la mejor zona de Nueva York, una novia de ensueño "desgraciada" con una buena posición económica y grandes aspiraciones.

Mi cabeza era un mar de pensamiento, por lo que tenía que encontrar entre ellos algo que desviara mi atención de él, mi mente viajó al caso del día y él hijo del delincuente, los niños no tienen la culpa de los errores y malas decisiones de sus padres, ese pequeño estaba enfermo y me es difícil juzgar a un padre desesperado.

– Lucy

– ¿Sí? – pregunto con los ojos curiosos.

– ¿Averiguaste lo del niño?

– La duda ofende cariño, está en el auto. – me dijo con un guiño que agradecí.

– Eres la mejor – dije asentando un beso en su mejilla que no me evitó del regaño de Hugo.

Tener a Lucía en mi equipo me reconfortaba, era rápida en su trabajo y nunca dudaba de su inteligencia y capacidad para encontrar todo información en menos de una hora, por lo que no me sorprendía que lo tenga listo el mismo día en el que se lo pedí.

Después de ir por los papeles compré un café helado porque lo que se tomara caliente me hervía, me senté en un mueble enorme y cómodo, mientras leía que el niño necesitaba con urgencia el trasplante del corazón, la cirugía era costosa y por supuesto el encontrar un donante a veces era muy complicado, en algunos casos los familiares de personas con muerte cerebral donaban los órganos, pero no habían encontrado alguien compatible, lo cual era otro problema. Puedo decir con certeza que la debilidad que tengo por los niños es de siempre, sin embargo, al tener a Ángel ésto se intensificó.

Desvié la mirada con la pajilla del café en la boca, y ví a mi amiga con el trabajo de Hugo finalizado, era un hecho que lo único que le faltaba era una corona, era preciosa y su carita tenia una ternura que me daba ganas de comérmela.

– Eres preciosa Lucy, deseo que, aunque nadie te lo diga frente al espejo ese sea tu lema.

– Muchas gracias, pero no exageres. – dijo apenada con las mejillas rojas. - ¿Ya lo viste? – dijo señalando con los ojos la carpeta.

– Sí, está perfecto. Tu trabajo, está perfecto. – agachó la cabeza en señal de aprobación. – Tengo que irme Lu, necesito investigar ésto, iré por un taxi.

Me incorporé y caminé a la puerta, sólo escuché un "ahí va de nuevo" de Lucia. Llegando a la salida del centro comercial podía ver que la tarde había caído, pequeños rayos de sol aun se asomaban para luego desaparecer así sin más, como desaparecen los segundos atrás para no volver más. Un claxon me sacó de trance y alcé la mano inconscientemente, el taxi paró y yo subí.

– ¿Dónde la llevo señorita? – le indiqué la dirección y yo esperaba poder tener silencio para pensar en lo que tenía que procesar con éste caso, pero al parecer el taxista tenía ganas de conversar ya que activó el habla por lo que miraba por el retrovisor.

– ¿Tiene prisa?

– No, pero si puede ir más rápido se lo agradecería.

El comentario incongruente le sacó una sonrisa que enseguida me quitó la cara de pocos amigos que intentaba tener.

– Pensé que no sonreía señorita, estaba muy seria.

– Disculpa, ahora estoy hecha un caos, intento saltar muchas cosas.

– Entiendo, estos tiempos han sido duros, sobre todo para los que necesitamos llevar comida a casa, con el aumento de la canasta básica ahora es más complicado alcanzar nuestras tarifas, la gente pobre solo vive al día, es más no vive, solo sobrevive. Usted se ve que tiene dinero y que le va bien, por eso es bueno que sonría porque hay cosas peores.

– Bueno, el dinero no hace la felicidad, pero entiendo su necesidad sobre todo cuando hay niños de por medio. 

Eso activó recuerdos de Ángel y mi poca preocupación por mi alimentación, mis necesidades y mi vida en general, desde que él se fué no me preocupaba por si estaba del todo bien, solo necesitaba ocuparme para que la cabeza me mantuviera estable, mientras mis cuentas de banco aumentaban y yo seguía sin querer llevar una vida normal de nuevo.

Cerré los ojos y negué con la cabeza, sus palabras también me recordaban a alguien de la familia, son palabras sin esperanzas y dolorosas, si el supiera que mi vida no era del todo perfecta desde ese día, se llenaría de equivocación, pero así somos los seres humanos, tenemos las expectativas en lo superficial y no en lo que dicen las miradas.

– La vida no es tan simple ese es un hecho, siempre nos toca luchar nuestras batallas, lo que para mí es una para usted no, así que es mejor intentar ver como solucionar en lugar de mirar al otro porque ahí si perdemos tiempo, le falta esperanza y creer en su potencial. Yo no nací con estos beneficios, no soy de familia adinerada y llena de privilegios, es más no tuve apoyo cuando lo necesité, por eso todo lo que creamos es lo que será; todo lo que decimos que somos, lo seremos. Sí cree que será pobre o miserable toda la vida, lo será, todo depende de usted. Míreme soy todo lo que siempre quise ser, una actriz y una agente a la vez.

– ¿Usted es ambas cosas? – dijo sorprendido volteando rápidamente la cabeza para mirarme.

– Isabelle Ruiz, mucho gusto. 

– Tú tienes el pelo... espera es irreconocible sin los ojos azules y el cabello rubio. – solté una carcajada y casi escupo saliva.

– ¡Sí! Creo que me veo diferente.

– ¡Es verdad!

– ¿Soy más fea o más linda sin todas esas cosas?

– Usted siempre se ve bella. No conocía su historia, nunca ha hablado de ello.

– No se lo cuento al público ¿Podría mantener el secreto?

– ¡Claro! Su secreto esta a salvo conmigo. ¿Puedo pedirle un favor? ¿Podría firmarme un autógrafo?

– Solo porque me guardará el secreto – le guiñé el ojo mientras me pasaba el bolígrafo y el cuadernillo, tenía ya una colección de autógrafos para mí sorpresa: Justin Bieber, Sean Marguire, Emille Ravin y otros más.

Llegando a mi destino me bajé y le hice un gesto de agradecimiento, mientras lo veía irse le alcé la mano en señal de despedida, ya me estaba sintiendo culpable.

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