Capítulo 1

El aro de luz que adornaba la luna, era solo un faro en el universo, la noche se tornaba en tinieblas y el frio me congelaba la piel, las ramas de la naturaleza sonaban chocando una con otra y el crujir característico de las hojas secas al pisar era un sonido placentero que a su vez me ponía a la expectativa ­– Un grito desesperado llenaba mis sentidos, llegaba de entre las copas de los árboles de aquel bosque, con dirección a envolverme entre la humedad sofocándome – No sabía con certeza quien era el autor de ese grito, pero sin duda necesitaba ayuda, y si yo podía dársela la obtendría. Tome impulso y con mi linterna en mano me encamine, intentaba reconocer el hilo de voz que seguía escuchándose con más frecuencia y cada vez más fuerte, el ambiente no ayudaba a mis nervios, y los escalofríos no me dejaban concentrarme del todo, pero era más fuerte que eso continuando así mi caminar.

Entré al bosque, y el sonido de los insectos retumbaba entre ecos, parecía que fueran enormes, las aves en las copas sonaban entre sus nidos tomándome por sorpresa, ese sonido me llenaba de angustia y miedo cuando niña, – Este ambiente sin duda bien puede servir para rodar una película de los famosos Warren – sonreí ante lo infantil que me ponía en estas circunstancias. – ¡Ayuda! – Ese grito cada vez más cerca, acelere mis pasos, las hojas crujían bajo mis pies al caminar, el miedo se apoderaba y me cuestionaba sobre si era buena idea continuar, sin embargo, mi orgullo y valentía podía más que ellos, no podía rendirme en este momento, ya estaba hasta aquí, qué más da.

Esta búsqueda era de supervivencia, sentía que en algún momento me perdería y que mi cuerpo yacería después del tiempo alimentando la tierra cual abono. El instinto que nos ocasiona el sentimiento de ser perseguida por alguien en la oscuridad ya me comía los nervios. – A ver Chabe, respira profundo y ¡relájate! – Unas huellas en el lodo se hicieron presentes, en mi experiencia podría decir que era recientes, las manos me sudaban, la voz seguía resonando y yo ya me estaba desesperando, el rastro empezó a ser extraño, las huellas ya no estaban solas, con ellas un hilo característico de que alguien había sido arrastrado, me paralice porque sabía que algo grabe estaba sucediendo, la culpa me carcomía. – Pero, Isabelle, en qué momento te parecido buena idea vivir en medio de la nada, y encima en un bosque, ¡Deja de quejarte! – Me regañaba, de lo contrario no estaría pasando por esto.

El camino comenzó a adornarse con manchas color carmín, la curiosidad me hizo reaccionar tocando aquel liquido que estaba entre las hojas de los arbustos, lo que me demostró que en efecto era sangre, sangre fresca, el miedo me puso en alerta, los latidos de mi corazón eran tan pesados que dolían, el temblor constante que pude sentir en las manos anteriormente, me recorrió todo el cuerpo instalándose como si le perteneciera. – Date vuelta, y corre. – Mis pensamientos no me abandonaban, y esta vez les haría caso. Tomé impulso, me di la vuelta con dirección al camino por el que había venido, no necesitaba estas cosas, ya no estaba para esto. Pero ahí estaba de nuevo, ese grito poniéndome la piel china, el grito de agonía. – Esto solo me pasa a mi – me repetía.

Bueno, y aquí estoy regresando a los momentos de adrenalina que decidí abandonar tiempo atrás, cuando la vida me hizo saber de la peor manera que ya no pertenecía a esos trotes. Sí, soy Isabelle ex – agente del FBI, una mujer experimentada en casos de homicidios y criminalística que ahora no era más que una ser solitario refugiada en sus pensamientos, viviendo en esté ahora frio bosque, con mi perro "Max" sin que nadie de las personas que antes frecuentaban mi vida supiera mi paradero, así lo había decidido, no tenia ganas de la mierda del mundo en general. No necesitaba nada, y a quien necesite en su momento ya no se encuentra conmigo, y pensarlo solo me deja más vacía.

En fin, busque la fuente del grito, era claro que no podía quedarme de brazos cruzados, como agente o ex - agente conocía que en estos casos no podía salir desarmada, pero para mi brillantez esta era la ocasión, justo hoy que podría necesitarlo. – A veces me sorprendes Isa, como te atreves a adentrarte a un mundo desconocido sin siquiera un palo para defenderte. – Tenía una linterna, podría servir. El olor y color de la sangre era muy evidente, había huellas por todos lados, no daba con la victima ni mucho menos con el autor de esta horrible escena, demasiadas evidencias en el lugar de este crimen solo dictaban que la persona era demasiado estúpida, o simplemente no le importaba ser encontrada.

Toda esta situación me ponía cada vez mas nerviosa y a la expectativa, ya no sabia qué hacia aquí, tenia ganas de salir de ese lugar, regresar a mi tranquilo y desolado hogar, pero ya no podía echarme para atrás, cerré los ojos y respiré profundo. – Unos, dos, tres. – dije respirando, controlando los latidos de mi corazón que cedían relajándose, ya estaba imaginándome cosas; justo cuando logré divisar a una persona, mágicamente desapareció. Me encamine hasta un punto tranquilo donde la luz de la luna acariciaba mi piel con la intensidad que la caracterizaba, y es que una luz tiene efecto de brillar aun más cuando la oscuridad es igual de absorbente, alce la mirada hacia aquel árbol donde la sangre corría como si llorara, la piel se me erizo, el temblor que había logrado relajar anteriormente hacia acto de presencia, apreté los ojos con fuerza, y lo que venia escondiendo en mi salió desde mi garganta.

Grite, grite lo más fuerte que mi voz me permitió, estaba quedándome sin aliento, podía asegurar que en todo Nueva York me había escuchado, sin dudarlo corrí hasta el bulto que yacía ahí, y las lágrimas empezaron a rodar mi rostro sin previo aviso.