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Capítulo XXXIV: Final

¿Podía tan siquiera describir lo que sintió al volver a poner un pie en aquella mansión?

Si le hubieran dicho hace un par de meses que eso sucedería, seguramente lo habría considerado como una completa desfachatez, pero ahora lo estaba viviendo, y admitió para sus adentros que, sin duda, se sintió reconfortante estar de vuelta.

Todos los buenos recuerdos que inmortalizaban aquellas anécdotas únicas se arremolinaron en su mente, inundándola de calidez. Había sido un día trágico cuando abandonó la mansión, pero eso ya no importaba más.

No había más impedimentos para poder estar juntos como se debía.

Tan ensimismada estaba en ello que luego de algunos segundos se percató de la presencia de Geraldine, quien al verla irradió sorpresa y la recibió con la más deslumbrante de las sonrisas.

—¡Amelie! —se acercó y la envolvió en un fuerte abrazo—. ¡Qué gusto es volver a verte, querida!

—Digo lo mismo. La eché mucho de menos.

—Es bueno escucharlo. No imaginas cómo se puso esta casa cuando te fuiste.

—Creo que puedo hacerme una idea —soltó una risita y sintió que la agarraban de la cintura. Era Giorgian, quien le dejó un beso en la cabeza.

—Buenas tardes, Geraldine —sonrió él.

—Ay, mi niño —se llevó una mano a los labios, conteniendo la emoción—. Es tan hermoso verlos juntos y felices.

—Si tú estás contenta, no imaginas nosotros.

—Geraldine. Ya acabé todo lo que me pediste que hiciera... —Soumya entró a la sala y se quedó callada al ver la pequeña reunión.

—Oh, querida. Ven —ella así lo hizo con un poco de timidez—. Amelie, ella es Soumya, la empleada que se integró hace poco. Soumya, ella es Amelie. La chica de la que te conté.

—Mucho gusto —saludó Amelie con una sonrisa.

—Igualmente —susurró, pero se detuvo al observarla por un instante más hasta que la reconoció—. Un momento... ¿tú no eres Aysel? ¿La Musa de Lille?

—Sí, aunque ese nombre es solo un pseudónimo.

—¡Waah! ¿Entonces tú...? ¿Entonces el señor Maignan...? —no pudo completar ninguna frase por culpa de la sorpresa.

—Es tal y como crees.

Soumya dejó entreabierta su boca, provocando que los demás soltaran una risita y reaccionara, sonrojándose.

—Perdón. Es solo que...

—Descuida. No pasa nada —la tranquilizó Amelie.

—Bueno —movió sus dedos, nerviosa por lo que estaba a punto de decir—. Creo que es algo insólito conocer a otro modelo que trabaja con mi hermano.

—¿Hermano?

—Sí. Kerim Ihattaren.

Ante ello, Amelie abrió los ojos como platos, siendo ahora su turno para quedarse perpleja.

Con razón la expresión de sus orbes se le hacía vagamente familiar.

—Vaya... No sé qué decir.

—Tranquila, cariño. Yo también tuve una reacción similar cuando me lo dijo —comentó Giorgian.

—Pero... ¿ya has hablado con él?

—Todavía no.

—¿Por qué? ¡Estoy segura de que te recibirá con los brazos abiertos!

—Lo sé. Solo que estoy planeando algo para darle la sorpresa.

—Ya veo. Bueno si quieres mi ayuda, no dudes en pedírmela.

—¿De verdad?

—Por supuesto. No quiero perderme por nada la reacción de Kerim cuando te vea —sonrió.

—¡Muchas gracias! —hizo una corta reverencia y pronto se acordó de algo—. Ah, sí. Debo ir a ver la ropa. Con permiso.

Se alejó por el pasillo hasta desaparecer tras la puerta. Tanto Amelie como Giorgian y Geraldine la vieron irse.

—Bueno. Iré a la sala de entretenimiento ya que Leander está por llegar —mencionó el artista y se dirigió a Amelie—. Siéntete libre de quedarte. Recuerda que es tu casa.

—Gracias —le dio un beso en la mejilla y lo vio subir al segundo piso. Suspiró.

—¿Quieres un refrigerio? —preguntó Geraldine.

—No creo que sea necesario.

—Pues yo opino lo contrario. Hay que celebrar tu regreso.

Soltó una risita: —Está bien.

Ambas se dirigieron a la cocina y la ama de llaves le preparó un batido de fresas y arándanos que se lo sirvió junto a un croisant recién horneado.

—Gracias, aunque se me hace un poco extraño que hagas esto cuando yo cumplí un rol similar antes.

—Lo imagino, pero debes acostumbrarte. Después de todo, tu presencia aquí va a ser constante.

—Buen punto —sonrió de lado y tomó de su batido—. Como siempre, tu comida es la mejor.

—Me alegra escucharlo —le devolvió el gesto y se sentó en un taburete, quedando frente a ella—. ¿Cómo has estado? La última vez que te vi fue cuando... Nadine apareció —hizo una pausa—. Descubriste quién era, ¿verdad?

Amelie alzó la vista y dejó un rato el tenedor a un lado.

—Sí —afirmó, pero era una cuestión que ya no dolía—. Todo sucedió tan rápido... Fue como un golpe, algo completamente inesperado y pues...

—Luego vino el accidente —completó.

—... ¿Cómo sabe sobre eso?

—Bueno. Me enteré unas semanas después por Giorgian —se encogió de hombros—. Cuando desapareciste, él te buscó por todas partes, pero no fue sino hasta que, gracias a una pista, pudo encontrarte.

—¿Una pista?

—Sí. Era una foto tuya junto a tu hermana.

—Oh.

—También supo que, luego del siniestro, perdiste la memoria.

—Así es, aunque los momentos que viví durante ese lapso son muy difusos. Es como una especie de laguna.

—Entonces no recuerdas quién te llevó a Lille.

—Ahora que lo menciona... siempre tuve esa duda, pero nunca se lo pregunté a mi familia —se mostró pensativa—. ¿Usted lo sabe?

—Sí, aunque no sé si valga la pena mencionarlo.

—¿Por qué? No creo que sea tan malo como para... —se detuvo al ver su expresión seria, lo que hizo que una idea apareciera en su mente como un huracán—. No me diga que fue...

—Ilse —mencionó, confirmando su sospecha.

—Pero... no lo entiendo.

—Al parecer ella quiso deshacerse de ti de una manera muy sutil, aprovechando que perdiste la memoria —suspiró con pesar—. Ella estaba enamorada de Giorgian. Por eso siempre demostró cuánto le desagradabas, porque él se fijó en ti y no en ella.

Algunas piezas dispersas de sus recuerdos comenzaron a encajar, haciendo que recordara algunas escenas que ocurrieron antes del incendio en Ihattaren París.

"Te robaste al amor de mi vida", "Me separé de mi señor por tu culpa".

¡Todo cobraba sentido! Por fin entendía ese odio que alguna vez consideró irracional, pero le parecía extremista que haya querido matarla solo por eso.

¿Qué tan loco de amor debes estar para intentar eliminar los supuestos obstáculos? Era algo complejo y para nada fácil de comprender.

—Qué... inesperado —susurró, ligeramente consternada.

—Cuando vi las noticias y se descubrió que ella fue la responsable del incendio en Ihattaren París quedé impactada, pero mayor fue el shock al saber por qué lo hizo —la miró con sus ojos llenos de angustia—. Oh, Amelie. Es tan difícil creer que haya sido capaz de hacer algo así.

—Lo sé. Yo tampoco lo creí hasta que la vi en los tribunales —recordó su expresión de despedida—. Pero bueno, eso forma parte del pasado.

—Tienes razón. Es mejor no reparar en momentos amargos. El presente es lo que realmente importa.

Justo en ese instante el timbre sonó. Geraldine fue a atender y le dio la bienvenida a Leander, quien iba a ir directo al segundo piso, pero tras voltear a ver de forma aleatoria a la cocina se detuvo al encontrarse con Amelie.

Sus cejas se elevaron al tiempo que decidía cambiar de dirección y acercársele para comprobar que no estaba soñando.

—Hola, Leander. Cuánto tiempo —ella lo saludó primero.

—Amelie. Entonces sí eres tú —sonrió con incredulidad—. Wow. Giorgian cumplió la promesa de traerte de regreso. ¿Acaso hay algo que ese hombre no haga bien?

Esto lo dijo en un tono tan cómico que fue imposible para Amelie no soltar una risotada.

—Esa es una buena pregunta —dijo una vez que recuperó la compostura.

—¿Desea alguna bebida? —intervino Geraldine.

—Por el momento no. Primero iré a hablar con aquel condenado suertudo y luego regresaré.

—Está bien.

—Es un gusto volver a verte, Amelie.

—Igualmente —sonrió.

Le devolvió el gesto para luego subir las gradas y caminar por el pasillo hasta detenerse al frente de la sala de entretenimiento. Tocó la puerta y, tras recibir un "Adelante", ingresó.

—Buenas tardes, Leander.

—Buenas tardes, estrella afortunada.

Giorgian rio ante su ocurrencia.

—No podrías haberlo dicho mejor.

—Entonces lograron reconciliarse. Eso quiere decir que el plan de ayer salió a la perfección.

—Así es. Incluso el resultado fue mejor de lo que esperaba.

—No hace falta adivinar a qué te refieres, así que no necesito detalles.

Nuevamente el artista soltó una risita.

—Se nota desde lejos lo feliz y radiante que estás. No te había visto así en mucho tiempo.

—Es clara la diferencia, ¿no? Es como si hubiera vuelto a nacer.

—Te felicito. Realmente te lo merecías luego de tanto trabajo y lucha.

—Gracias.

—Y bueno, ¿cuál va a ser tu siguiente movimiento?

—Lo tengo todo aquí —señaló su cabeza—. Y para ello requiero de tu ayuda. Por eso te llamé.

—¿Vas a hacer algo grande?

—Sí, y todo el mundo va a ser testigo.

—Entonces cuenta conmigo. Estaré dispuesto a ayudarte en cualquier locura.

—Muy bien. Empecemos primero con el repaso de las fechas de mi gira...


***


Pasaron dos semanas y Giorgian estaba alistando sus maletas para realizar una serie de conciertos en algunas ciudades de Estados Unidos. Sus últimos discos se habían vendido masivamente en aquel país, por lo que ya había llegado el momento de visitarlo y deleitar a sus fanáticos con una presentación en vivo que jamás olvidarán.

Pero no iría solo. Además de Leander, invitó a Amelie para que lo acompañara. Esta se mostró sorprendida el día en que se lo planteó, y aunque tenía sus dudas asociadas más que nada a su ausencia en el trabajo, Kerim le dio pase libre para que fuera sin preocuparse.

Él, más que nadie, estaba feliz por verlos juntos. Había esperado tanto tiempo para que eso sucediera, y ahora estaba generando una serie de proyectos en los que finalmente podrían participar sin discordia de por medio.

Esos momentos llenos de tensión habían quedado enterrados en el pasado, visualizándose ya un nuevo y brillante futuro.

Amelie, con su equipaje ya listo, se sentó a esperar a que Giorgian llegara. En diez minutos la llamó, diciendo que ya estaba al frente del edificio, por lo que abandonó la estancia y bajó en ascensor hacia su encuentro. Saludaron con un beso, Donyell le ayudó a poner sus cosas en el guarda equipaje y subió a la segunda cabina junto al artista.

—¿Lista para el viaje?

—Espero estarlo.

Donyell se subió al asiento del conductor y emprendió el viaje rumbo al Aeropuerto Internacional de París. De vez en cuando alzaba la vista al espejo retrovisor y miraba a través de él a Giorgian y Amelie haciendo algún comentario o broma, pero siempre con sus manos entrelazadas y sonriendo.

Para él había resultado una enorme revelación cuando se enteró sobre su relación hace no menos de dos semanas. Tuvo alguna vez sus sospechas, sí, pero estas habían muerto a principios de año por tanta cosa que había sucedido.

Aún se le hacía un tanto extraño verlos juntos, pero de una cosa sí estaba seguro: le llenaba de satisfacción ver a su jefe tan feliz luego de mucho tiempo, tiempo en el que parecía que su chispa se había extinguido.

Llegaron a la terminal aérea y les ayudó a bajar las maletas. Ellos se despidieron y se dirigieron puertas adentro hacia la sala de espera, la cual presentaba un movimiento inusual para esa época de otoño.

Su vuelo fue anunciado media hora después y, luego de levantarse, caminaron hacia la zona de embarque tras haber dejado su equipaje en la banda transportadora. Ingresaron al avión, se ubicaron en sus respectivos asientos y, luego de un corto instante, empezaron a elevarse hasta surcar los aires.

Amelie miraba por la ventana entre fascinada y asustada. Bueno, era la primera vez que saldría del continente, por lo que no pudo evitar sentirse ansiosa por conocer un nuevo país, uno de los más grandes del mundo.

Afortunadamente, había practicado con anticipación el idioma, y si a eso le agregaba lo que aprendió durante su etapa escolar pues tenía las bases suficientes como para pedir ayuda en el caso de que llegara a perderse.

"No pienses en cosas malas", le amonestó su subconsciente. Sí, tenía razón, y por ello, para tratar de tranquilizarse, trajo a su memoria la grata sorpresa que Soumya preparó para Kerim la semana pasada.

Fue un día divertido y a la vez conmovedor. Ella junto a Giorgian y los demás modelos de la agencia organizaron una fiesta por su cumpleaños. Los preparativos los hicieron en una de las salas más grandes de la agencia discretamente, y cuando lo llevaron con los ojos vendados, todos se ubicaron en sus posiciones y gritaron, haciendo que se llevara un susto y luego sonriera agradecido.

Cada uno lo felicitó con un fuerte abrazo, pero la verdadera sorpresa llegó cuando, al percatarse de una enorme caja en el fondo, se acercó curioso y antes de destaparla salió Soumya de la misma.

Las palabras murieron en su boca, quedándose en completo estado de shock, pero cuando ella se acercó para envolverlo en sus brazos, espabiló y tomó a todos por sorpresa cuando empezó a derramar lágrimas sin parar.

Sí, era la primera vez que lo veían llorar con tanta emoción, pero el momento lo apremiaba ya que había vuelto a ver a su hermana luego de años de no tener ninguna noticia.

Soumya tampoco pudo resistir mucho y sus ojos se cristalizaron, dejando que algunas lágrimas de felicidad rodaran por sus mejillas para luego calmarse e iniciar la fiesta como correspondía.

Amelie sonrió inconscientemente ante aquel dulce recuerdo, cosa que llamó la atención de Giorgian a su lado.

—¿A qué se debe esa sonrisa?

—Solo recordaba el rostro alegre de Kerim cuando vio a Soumya —volteó a verlo—. Creo que nunca en la vida lo había visto tan feliz.

—Bueno, no todos los días te encuentras con tu hermana que considerabas perdida.

—Tienes razón. Creo que yo también habría reaccionado de esa forma.

Giorgian tomó su mano y le plantó un suave beso en el dorso.

—¿Qué te parece el viaje?

—Pues... —miró nuevamente por la ventana—. Las nubes cubriendo el océano me ayudan a no desmayarme.

Soltó una risita: —Eres bien ocurrida.

—Hablo en serio. No es lo mismo viajar sobre tierra que sobre el mar.

—Es cierto, pero pronto te acostumbrarás.

—Suenas muy seguro.

—Eso es porque esta no será la única vez que viajemos juntos —pegó su frente con la de ella—. Quiero que conozcas el mundo entero a mi lado.

—Mi mundo eres tú —le acarició la mejilla—. No necesito más.

Con él sosteniéndola, pudo hacer más llevadero el viaje hasta que, luego de siete horas, aterrizaron en Nueva York. Retiraron sus maletas y salieron del aeropuerto rumbo al hotel, deteniéndose apenas a admirar los rascacielos y toda la infraestructura que se alzaba a su paso.

En taxi llegaron a su residencia temporal y un botones los ayudó con el equipaje. Giorgian había reservado una sola habitación con camas separadas, por lo que allí se dirigieron en ascensor y les entregaron las llaves, deseándoles una feliz estancia.

Dejó entrar primero a Amelie y ella se maravilló al vislumbrar el magno paisaje a través de la ventana. Se acercó para tener un mejor panorama y soltó un jadeo de sorpresa ante todo lo que encontró.

—Wow. Es increíble y... muy grande.

—Una buena vista, ¿no? —dejó las maletas a un costado de las camas.

—Sin lugar a duda.

Se quedó un rato más observando embelesada hasta que recordó un detalle importante que había pasado por alto.

—Por cierto, ¿y Leander? Pensé que vendría con nosotros.

—Oh, él tomó un vuelo por adelantado. Está haciendo algunos preparativos juntos a los demás chicos del acompañamiento musical.

—Entiendo...

—Tenemos un poco de tiempo, así que ¿te gustaría salir a dar una vuelta?

Los ojos de Amelie se iluminaron, como los de una niña recibiendo su primer juguete.

—¡Vamos! —exclamó, y el cansancio por el viaje desapareció.

Bajaron al vestíbulo y abandonaron el hotel. Gracias a un folleto que tomaron en el aeropuerto, se ubicaron mejor y dieron un paseo por las zonas más cercanas. Visitaron algunas tiendas y atractivos turísticos, eso sí, usando gafas oscuras para pasar desapercibidos ante posibles fanáticos y disfrutar de su tour con tranquilidad, como dos simples foráneos.

Al día siguiente se realizó el primer concierto en la ciudad. Como sucedió en Europa, tuvo un enorme recibimiento al igual que el que se llevó a cabo dos días después en Chicago. Fue bastante impresionante ver a las personas acompañando con las palmas y coreando la única (pero no la última) canción con interpretación vocal, lo que produjo en Giorgian y todo su equipo la más grande de las satisfacciones, ya que era la prueba innegable de la trascendencia de su música.

Pasaron cinco días para que viajara a Los Ángeles a presentar el último concierto de la gira. Cuando llegó al hotel, recibió una llamada de Leander quien le anunció sobre algunos detalles especiales que formarían parte de aquella mágica noche. Fue una conversación rápida y puntual donde predominaron los monosílabos, cosa que Amelie, quien se encontraba cerca, no pasó por alto.

—¿Leander nuevamente?

—Así es. Solo me avisaba que ya está todo listo.

—Mmm... —entrecerró los ojos, analizándolo con cautela—. Pues si a mí me lo preguntas, fue una conversación bastante sospechosa.

—¿Lo crees?

—Por supuesto.

—No es nada de lo que debas preocuparte —se mantuvo calmado, aunque le sorprendió su perspicacia—. Solo estamos aguardando lo mejor para el final.

—Si tú lo dices...

Giorgian rio y la jaló del brazo para acercarla a su regazo y plantarle un fugaz beso. Con lo atareado que estaba, no habían podido disfrutar de un buen momento juntos, pero ya habría oportunidad para ello...

E intuía que sería muy pronto.

Llegó la noche y el estadio donde se desarrollaría el concierto estaba repleto. Cuando él salió al escenario los gritos no se hicieron esperar, por lo que agradeció a todos y comenzó.

Todo procedió de manera impecable como en las dos ocasiones anteriores y Amelie podía dar fe de eso ya que, ubicada a un costado y tras uno de los telones, escuchaba el espectáculo en primera fila, un privilegio que no todos podían darse el lujo de tener.

Cuando Giorgian cantó su última canción y las ovaciones estallaron, creyó que con ello ya estaba todo concluido.

Pero, para su sorpresa, no fue así.

—Quiero dar las gracias una vez más al público presente por este enorme recibimiento —lo escuchó hablar—. Mi carrera, tanto de músico como de modelo, ha tenido sus altos y bajos, pero existe alguien que ha sido mi más grande inspiración, mi pilar fundamental y quien me ha enseñado tantas cosas que hasta ya perdí la cuenta. Ella está aquí y de seguro muchos de ustedes la conocen —se escucharon algunas exclamaciones—. Démosle la bienvenida a Aysel, la Musa de Lille.

Al escuchar el apelativo con el que solían referirse a ella, se quedó sin palabras y sin saber qué hacer hasta que Leander apareció detrás suyo y la motivó a salir de su escondite.

—Ve. Giorgian te espera.

Asintiendo ligeramente, empezó a caminar hasta encontrarse atravesando el escenario. Gritos y silbidos no se hicieron esperar al verla, lo que le produjo cierta sensación conocida ya que había pasado un buen tiempo desde la última vez que estuvo entre tanta gente.

"¿Qué estás tramando?", le preguntó al artista con la mirada cuando se detuvo cerca, pero él solo sonrió y volvió la vista al público.

—Quizá para muchos sea una enorme sorpresa, pero tanto Aysel como yo compartimos una historia hace meses, historia que muy pocos conocen dadas algunas circunstancias —habló en su perfecto inglés—. Y ahora que estamos aquí, luego de una larga travesía donde no faltaron los momentos malos, quiero que me ayuden con aquello que planeamos —volteó a ver a su equipo detrás suyo—. A la cuenta de tres —ellos asintieron—. Una... dos... tres.

Una dulce melodía compuesta por violines y otros instrumentos comenzó a sonar. Amelie prestó atención a ello, mirándolos de reojo, pero cuando nuevamente centró la vista en el público, vio cómo, al ritmo de las notas, iban alzando carteles en tiempos exactos para formar una figura.

Ladeó la cabeza, un tanto curiosa, pero enseguida sus ojos se abrieron como platos al identificar que se trataba de un anillo.

Se quedó como una estatua, comprobando que no era una ilusión y luego volteó hacia un costado, encontrándose con Giorgian quien estaba hincado y con una cajita de terciopelo en sus manos.

—Mi querida Amelie —empezó en un tono suave, pero firme—. Yo nunca creí en el amor ni en ninguna de esas cuestiones hasta que te conocí. Llegaste como un huracán y te robaste mi corazón con esa preciosa y sencilla forma de ser que tanto te caracteriza. Contigo he tenido los días más felices de mi vida y quiero que estos duren para siempre —abrió la cajita—. Así que por eso te pregunto, ¿quieres casarte conmigo?

Aquella proposición la dejó en completo estado de shock. Miró el anillo y pudo sentir la expectativa por parte del público y todos en el escenario, pero no fue sino hasta unos después que reaccionó, derramando lágrimas que salieron sin permiso por culpa de la emoción.

—Sí... —susurró apenas mientras apretaba el collar con su mano derecha—. ¡Sí, sí, sí! —exclamó y movió su cabeza en afirmativo para luego dejar que le pusiera el anillo y se lanzara a abrazarlo.

Una vez más las ovaciones estallaron junto con los aplausos. Amelie no paraba de llorar mientras reía, y Giorgian la tomó de las mejillas para limpiarlas y plantarle un tierno beso que enloqueció aún más al público.

Qué locura haberle propuesto matrimonio en frente de tantas personas, pero no se arrepentía en lo absoluto haberle dicho que sí aún y con toda la avalancha de emociones juntas.

Ese se había convertido, quizás, en el día más feliz de su vida, y el mundo fue testigo absoluto de ello.


FIN

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