Capítulo XXVIII
Pasaron tres días y Amelie pudo reintegrarse nuevamente a su trabajo. Siendo sincera, no sabía describir cuán contenta estaba por ello; había extrañado tanto modelar, lucirse en pasarelas y ver las creaciones únicas de Kerim de primera mano.
Ese tiempo que estuvo en casa se le antojó eterno, pero afortunadamente ya pasó y ahora era recibida con los brazos abiertos por sus compañeras y el diseñador. Por supuesto, también observó los cambios en el edificio, y aunque por un momento pareció que estaba pisando otro lugar, casi de inmediato se acostumbró a los nuevos detalles.
Tras recibir algunas indicaciones y con las energías enteramente renovadas, procedió a retomar sus actividades. Como Kerim ya tenía algunas ideas para la nueva colección de abril, junto a las chicas se enfocó de lleno en eso y en las fotografías para la revista del mes.
Cuando llegó mayo, se realizó una presentación en conjunto con otras agencias nacionales. Era un evento tradicional en esas fechas, pero nuevo para Amelie, quien se mostró realmente entusiasmada y puso todo su esfuerzo en aquella pasarela, sintiéndose satisfecha por no haber perdido el toque luego de un largo tiempo de ausencia.
—Realmente brillaste, Musa de Lille —la elogió Kerim luego de haber finalizado.
—Solo hice mi trabajo —sonrió.
Siguiendo el cronograma, la agencia desarrolló lo planificado hasta la llegada de una de las temporadas más importantes del año: el verano. Se evidenció una notable emoción por parte de las y los modelos, esto porque, de acuerdo a una de las políticas, Kerim siempre les daba una semana libre como una especie de recompensa por su trabajo para que disfrutaran tranquilamente de la playa y el buen clima.
Una vez que todos estuvieron listos, partieron hacia las costas de Saint-Guirec para llevar a cabo la sesión fotográfica. Fue un viaje largo pero entretenido en medio de una serie de charlas, las cuales sirvieron a Amelie para comprender cómo sería la dinámica una vez que llegaran.
Luego de algunas horas, el mar Mediterráneo se abrió paso ante sus ojos, dándoles la bienvenida. Todo el equipo se bajó del bus y, con sus maletas en mano, fueron al hotel para dejar sus pertenencias en las respectivas habitaciones y salieron una vez más para iniciar con la actividad número uno del día.
Tal y como mencionó Amelie antes de ingresar a la agencia, Kerim respetó enteramente su decisión de no usar prendas que la hicieran sentir incómoda. Ella estaba muy sorprendida de que lo recordara y solo posó con ropa ligera, pero cuando miró a sus compañeras deslumbrar con los trajes de baño y otras prendas adicionales, algo en su interior le dijo que sería muy buena idea intentarlo y modelar juntas como en muchas otras ocasiones.
Lo meditó por algunos segundos y, tras decidirlo, se acercó a Kerim y se lo comentó.
—¿Estás segura? —preguntó él con cautela, visiblemente asombrado por lo que acababa de escuchar.
—Sí. Ver a las chicas disfrutándolo me hizo querer intentarlo, aunque sea por una vez.
—Oh —analizó muy bien su expresión y notó determinación en su rostro. Para él, era una clara señal de que había madurado y eso lo llenó de orgullo—. Entonces hagámoslo.
Juntos se dirigieron a una cabaña donde yacían todos los diseños. Amelie observó cada uno de ellos y eligió uno en particular para probárselo. Kerim le dio el visto bueno, pidió a la estilista que le retocara el maquillaje y el peinado y ambos salieron nuevamente para reunirse con los demás. Las chicas, asombradas, no dudaron en elogiarla, continuando con las fotos por un rato más.
No tardó en dejarse llevar y acoplarse a lo que el diseñador requería, y aunque se lo tomó con toda la seriedad y mantuvo la cabeza fría, no pasó desapercibida una mirada que la siguió durante todo el proceso. No hizo falta voltear a ver para saber de quién se trataba, por lo que simplemente lo ignoró y actuó de la forma más natural posible.
Es verdad que en un principio no quería cruzarse con el artista ni por accidente, pero en ese momento de trabajo conjunto no le importó; es más, le agradó que estuviera ahí, relativamente alejado, para que viera de lo que era capaz.
No era una persona vengativa, pero debía admitir que disfrutó mucho parecer inalcanzable y destacar ante sus ojos que, según percibía, no estaban para nada contentos.
Terminada la sesión fotográfica femenina se dio paso a la masculina que se extendió alrededor de una hora. Kerim revisó cada una de las imágenes y, tras sentirse satisfecho, les dio luz verde para que fueran a disfrutar de sus merecidas vacaciones.
Las chicas se cambiaron de ropa y salieron a pasear por una parte de la ciudad. Amelie estaba muy contenta por poder conocer lugares nuevos de su país, y aunque se llevó varias veces la sorpresa de ser reconocida por uno que otro habitante, no dudó en tomarse algunas fotos cuando ellos, muy amablemente, se lo pidieron.
Pero no fue la única actividad que realizó. Tuvo sus momentos solo con sus compañeras y las estilistas, sí, pero también se divirtió en juegos junto a los varones tanto en la playa como en la sala de entretenimiento del hotel, donde agradeció no ver a Giorgian por los alrededores.
Así pasó hasta que retornó a París. Dejó todos los recuerdos que compró en su departamento y volvió a la agencia para retomar la jornada habitual mientras Kerim supervisaba la impresión de la revista, en cuya portada se encontraba ella junto a sus queridas compañeras en medio de la blanca arena y con el mar de fondo.
No pudo más que sonreír por el resultado, sin arrepentirse en lo absoluto del gran paso que había dado.
***
Transcurrieron los días hasta que llegó la segunda semana de julio. No se había presentado ninguna novedad, por lo que continuó con su trabajo y el viernes a las cuatro de la tarde se despidió de sus compañeras y Kerim para retirarse a su departamento. Cargando un elegante bolso, caminó por una de las aceras de la calle principal de la ciudad tranquilamente. La afluencia de las personas comenzó a notarse, por lo que se abrió y siguió su andar mucho más cerca del filo.
Estaba un tanto distraída pensando en una serie de cosas que no se percató que unos jóvenes venían en dirección contraria corriendo. Volvió en sí cuando uno de ellos pasó por su lado chocándola y empujándola, pero antes de poder reclamar perdió el equilibrio y casi va a parar a la avenida si no fuera porque sintió que la jalaban del brazo y la devolvían a la zona segura.
—Santo Dios... —musitó al tiempo que un carro que venía a toda velocidad pitaba y continuaba su trayecto muy cerca.
—¿Te encuentras bien? —una voz masculina preguntó.
—Sí. Solo fue un ligero susto, pero ya pasó... —alzó a ver, quedándose por un momento en silencio.
Su corazón dio un vuelco al creer que era Giorgian, pero tras observar mejor supo que no era él, sino su hermano, Damian.
—Oh, pero mira nada más —la soltó y sonrió—. Tú eres Aysel, ¿no? La modelo revelación de Ihattaren París.
Amelie parpadeó un par de veces. En un principio creyó (o más bien, se convenció) que la reconocería de la mansión de su hermano y eso la asustó, pero para su suerte no sucedió.
"El poder del maquillaje", le recordó su subconsciente, asintiendo satisfecho.
—Así es —respondió luego de recuperarse.
—Vaya. Ahora me siento muy afortunado —se movió a un lado para no importunar a los demás transeúntes—. ¿A dónde te diriges, preciosa?
—A mi residencia —contestó estoica, sin reparar del todo en aquel calificativo.
—Entonces ya terminaste tu jornada por hoy —dedujo.
—Sí, y ahora debo irme. Gracias por lo anterior.
—Oye, espera —la tomó de la muñeca cuando pasó a un costado de él—. La charla está muy entretenida.
—Pues yo creo que usted es el único que se está divirtiendo —dijo calmada.
—Bueno, no todos los días te encuentras con una estrella, así que...
Amelie hizo un gran esfuerzo por no reír ni poner los ojos en blanco. Sin lugar a duda, Damian no había cambiado en lo absoluto.
—Gracias por lo de estrella, aunque no sea realmente una —se zafó sutilmente del agarre.
—Para mí lo eres, aunque en el mundo de Ihattaren París ya existe y es mi muy talentoso hermano menor —habló en son de burla, aunque notó un deje de admiración detrás—. Estoy seguro de que lo conoces. Ya sabes, Giorgian Maignan.
"Lo conozco más que nadie", pensó, pero enseguida desechó ese pensamiento.
—Oh, sí. La Estrella de Versalles.
—En efecto, pero dejando eso de lado, quisiera proponerte algo.
—¿Como qué?
—¿Aceptarías una cita conmigo?
Ella elevó ambas cejas en señal de sorpresa, pero luego frunció levemente el ceño.
—¿Por qué aceptaría si no lo conozco?
—Precisamente por eso. Quisiera saber un poco más de ti, y si gustas, podrías saber más de mí. ¿Qué dices?
Se quedó un rato en silencio. Podría decir sencillamente que no, pero algo le decía que él no se daría por vencido tan fácil.
—Lo consideraré —dijo al fin.
—Excelente. Estaré esperando tu llamada —le entregó una tarjeta con un número—. Nos vemos pronto, Musa de Lille —tomó su mano y le plantó un suave beso en el dorso.
Amelie asintió y vio cómo se alejaba. Suspiró, pensando en la suerte que tenía para quedar enredada entre los hermanos Maignan y continuó caminando, pero para evitar ser reconocida de nuevo se puso sus gafas oscuras.
Se sumió nuevamente en sus pensamientos mientras miraba distraídamente al frente. Alzó un rato la vista hacia el cielo apenas cubierto de nubes y, sin intención, chocó ligeramente con el hombro de otra persona.
—Lo siento —mencionó y volteó a ver mientras pensaba en qué tenía ese día para andar golpeándose con medio planeta.
Pero sus ojos se abrieron de par en par cuando reconoció a la persona a su delante, quien también la miraba como si la reconociera de algún lado.
—¿Admir? —se quitó las gafas para observarlo mejor.
—¿Amelie? —dijo él de regreso y sus ojos se iluminaron—. ¡Amelie! ¡Qué gusto volver a verte! —se acercó y le dio un fuerte abrazo que no dudó en corresponder.
—¡Lo mismo digo! —respondió con alegría—. Ha pasado un buen tiempo.
—Y que lo digas. ¿Cuánto? ¿Más de un año? —se separó.
—Sí, aunque parezca increíble.
—Qué locura —no dejó de sonreír—. Hasta parece que fue ayer cuando dejaste el Grand Powers Hotel para iniciar una nueva vida.
—Y han sucedido muchas cosas como ya habrás visto.
—Tú lo has dicho, pero ¿qué tal si vamos a conversar a un lugar más tranquilo? A menos que estés ocupada, claro.
—Me haría muy bien una charla con un viejo amigo —sonrió—. Vamos.
Ambos se dirigieron a un café al aire libre cerca de los Campos Elíseos. Se sentaron en una mesa y ordenaron un postre ligero junto a una bebida caliente.
—Qué bonito lugar —comentó Amelie—. Nunca antes lo había visto.
—Es relativamente nuevo. Vengo aquí cada vez que puedo.
—Me gusta. Es sencillo y acogedor —terminó de analizar su alrededor.
—¿Y cómo has estado?
—Bastante bien. Viviendo nuevas experiencias, pero sin novedades —dejó su bolso a un lado—. ¿Y tú? ¿Sigues trabajando en el hotel?
—Así es. Junto a lo demás.
—Me alegra escuchar eso —recordó a todos los que fueron sus compañeros, pero detuvo su atención en una persona en específico—. ¿Y Yukio? ¿Pudiste... decírselo?
Admir entendió inmediatamente a lo que se refería y mostró una enorme y sincera sonrisa.
—Pues déjame informarte que oficialmente estamos saliendo.
—Oh, por Dios. ¡Qué maravilla! —exclamó, y luego de algunos segundos llegaron sus pedidos. Agradeció al igual que su acompañante—. Estoy muy feliz de que hayas sido sincero con tus sentimientos.
—Gracias, aunque... no fue como esperaba.
—¿Qué quieres decir? —ladeó la cabeza.
—Cuando tú te fuiste, me plantee varias veces confesarme, pero por una u otra razón no lo hacía y lo dejaba para después hasta que llegó cierto día...
Era la temporada navideña y el Grand Powers Hotel presentaba una mayor afluencia de gente. Todas las habitaciones estaban llenas y el personal iba de un lado a otro cumpliendo con sus deberes y con las expectativas de cada uno de los huéspedes.
En el día 23 se llevó a cabo la entrega de regalos entre los empleados, cumpliendo con el juego del Amigo Secreto. Fue muy divertido ver en contenido de los mismos, y cuando hubo terminado una pequeña cena que realizaron, empezaron uno a uno a retirarse y desearse Feliz Navidad.
Admir se quedó al último en la sala de empleados y se dirigió a su casillero para guardar un par de cosas. Allí vislumbró una caja mediana en cuya tapa se escribía perfectamente "Para Yukio" y suspiró, dejando caer su frente en el filo superior de la puerta metálica.
—Eres un cobarde, Admir —dijo con los ojos cerrados—. ¿Cómo es posible que no puedas decirle a Yukio lo que sientes? ¡Ni siquiera le diste el regalo que con tanto cariño compraste! —se recriminó y exhaló—. ¿Qué tan complicado es abrir el corazón? —cerró el casillero—. Debería tratar de ser más valiente por ella y así...
Las palabras murieron en su boca cuando, al voltear hacia la puerta, se encontró a la dueña de sus pensamientos mirándolo fijamente.
Abrió los ojos desmesuradamente y palideció de golpe mientras sentía cómo algo dentro de su pecho se detenía.
"¿Acaso me escuchó?", fue lo primero que pensó y rezaba porque no fuera así.
Ninguno de los dos habló por un rato. Solo se quedaron mirando en medio de un extraño silencio que para Admir fue tortuosamente eterno.
—¿Es verdad lo que dijiste? —musitó Yukio.
Su expresión de pasmo lo decía todo. Y es que ella regresó solo porque se había olvidado su abrigo, pero fue grande su sorpresa cuando vio a Admir hablando de espaldas a ella y sin notar, en lo absoluto, su presencia.
No hacía falta mencionar que lo había escuchado todo.
Por su parte, Admir desvió un poco la vista. Por un instante quiso que la tierra se abriera y lo tragara porque así no era como quería que las cosas sucedieran, pero luego se calmó y tomó un profundo respiro.
No tenía más razones para no ser sincero de una vez por todas.
—Sí —volvió a mirarla, infundiéndose valor—. He estado enamorado de ti desde la primera vez que te vi. Sé que ha pasado mucho tiempo, pero he tratado de muchas maneras decirte lo que siento, sin lograrlo del todo —calló unos segundos y suspiró mientras sus manos se movían inquietas—. Puede parecer una tontería, pero te juro que es la verdad y pues... entenderé si quieres reírte o hacer de cuenta que esto nunca pasó.
Esto último lo dijo en un susurro mientras cerraba los ojos y agachaba la cabeza. Honestamente, se felicitó por haberlo dicho, y aunque fue muy liberador, no pudo evitar sentir miedo ante las posibles reacciones de Yukio.
El silencio se prolongó por algunos segundos más, pero justo cuando imaginó lo peor, sintió unas manos que lo tomaban del rostro con delicadeza. Rápidamente abrió sus ojos y se dejó llevar por aquel tacto hasta tener los ojos de Yukio al frente suyo.
—¿Por qué me reiría? —dijo con el ceño levemente fruncido—. ¿Me crees capaz de hacer eso?
—Yo... Solo pensé que... —no podía articular muy bien las palabras estando así de cerca. Los nervios eran evidentes.
—Estoy sorprendida, no lo voy a negar, pero me alegra que hayas sido sincero —sonrió para calmarlo—, aunque... haya resultado muy espontáneo y algo accidentado —lo soltó.
—Entonces... ¿eso significa que tengo una oportunidad?
—No veo por qué no —los orbes de Admir se iluminaron—. Eres un chico increíble, pero deberías ser más arriesgado.
Dicho esto, le dio un beso en la mejilla y le sonrió una vez más. Él se quedó un rato petrificado en su lugar, pero luego reaccionó y, movido por quién sabe qué, se acercó y la besó rápidamente en los labios.
Esta vez fue el turno de Yukio de quedarse como una estatua, no sin antes percibir un ligero rubor que ascendía a sus mejillas.
Con un codo apoyado sobre la mesa, Amelie escuchaba cautivada aquella historia, sosteniendo su rostro con su mano.
—Luego de eso le di el regalo que tenía en el casillero —continuó Admir y suspiró con alegría—. Estaba un poco inquieto cuando lo abrió, pero me sentí realmente feliz al ver su rostro llenarse de emoción.
—Qué lindo —sonrió conmovida—. Aunque demoraste mucho, lo importante es que lo hiciste.
—Más vale tarde que nunca, ¿no?
—Tú lo has dicho —soltó una risita.
Se distrajeron un rato comiendo sus alimentos mientras escuchaban algo de jazz.
—Bien, creo que ya hablamos mucho de mí —terminó y la miró—. Ahora quiero saber qué has hecho en todo este tiempo que prácticamente desapareciste.
—Es una buena forma de decirlo —sonrió, pero casi enseguida el gesto se apagó ante los recuerdos—. Cuando me fui del Grand Powers Hotel me mudé a la casa de Giorgian en Versalles —mencionar ese nombre le produjo un sabor amargo en la boca—. Conocí a otras personas allá; la ama de llaves, el chofer, la otra empleada... Siempre traté de llevarme bien con todos, aunque con la última fue muy complicado. Sentía claramente que me odiaba.
—¿Odiarte? —Admir pareció sorprendido—. ¿Cómo es posible?
—No lo sé, y créeme que hasta ahora no logro descifrar las razones —hizo una pausa y bebió de su bebida con paciencia—. El trabajo no fue nada del otro mundo. Es más, era muy parecido a lo que hacía con ustedes: lavar, limpiar, planchar, atender a las visitas... Era el trabajo ideal para una persona sencilla como yo.
—Pero si era así, ¿por qué entonces decidiste ser modelo? —no pudo evitar preguntar.
Ella comió de su pastel y suspiró mientras miraba un rato hacia la avenida.
—Sucedieron muchas cosas —susurró. Surgió la duda sobre si debía contárselo, pero a la final decidió confiar en él—. Siéndote sincera, me sentí un tanto temerosa por trabajar en aquella casa, y no por la cuestión de mi excompañera, sino más bien por Giorgian —volvió a mirar a Admir—. Me daba recelo su forma de ser conmigo. No era malo; de hecho, me trataba de una manera tan especial que hizo que, a la larga, terminara enamorada de él.
—Oh —elevó ambas cejas—. Aunque no te veo muy contenta al respecto.
—Lo estuve. No imaginas cuánto —sonrió inconscientemente con nostalgia—. Me hizo sentir la persona más afortunada del mundo, pero todo se fue por la borda cuando... —se le formó un nudo en la garganta— descubrí que estaba comprometido.
—¿Qué? —sus ojos se abrieron como platos.
—Tal como lo escuchas —terminó de comer—. Recuerdo muy bien ese día cuando ella llegó, aunque ese fue solo el inicio de mis desgracias.
—¿Desgracias?
—Sufrí un accidente poco después —la expresión de Admir se llenó de perplejidad—, y producto de ello perdí la memoria. Regresé a Lille para vivir con mis padres. Fue bastante acogedor hacerlo luego de mucho tiempo y pensé que sería lo mejor, pero Giorgian me buscó y, gracias a él, recuperé mis recuerdos —negó con la cabeza mientras hacía una mueca—. La relativa paz que sentía desapareció y maldije por lo bajo haber recordado todo, en especial lo de su compromiso —le dolió el pecho revivir esa cuestión—. Rompimos relaciones, no quise saber más de él y luego decidí ingresar al mundo del modelaje. Ya había hablado con Kerim por casualidad muchos meses antes de llamarlo, por lo que no fue difícil ingresar a su equipo de trabajo —alzó un poco los brazos—. Y ya me ves aquí.
—Increíble —musitó, todavía consternado—. Has pasado por mucho en tan solo un año.
—Y eso no es todo —recordó un aspecto más que, aunque era anterior a todo, quiso de una vez sacarlo a la luz—. ¿Recuerdas aquella vez que fuimos en grupo al bar-discoteca Lewis Moon y desaparecí por un largo rato?
—Sí.
—La razón de ello fue que me encontré con Giorgian, nos escapamos y pues... ya debes imaginar lo que pasó.
Admir parpadeó varias veces, tratando de asimilar la nueva información.
—¿Acaso ustedes...?
—Sí.
Su rostro se descompuso, quedándose con la boca abierta y haciendo que Amelie soltara una risita. Bueno, era la primera persona a la que se lo contaba y estaba realmente sorprendida por haber soltado semejante historia sin un ápice de vergüenza.
"Cuestiones de madurez, supongo", se encogió de hombros su subconsciente.
—Entonces... lo que dijo Agnel ese día era cierto...
—Una suposición bastante acertada, si me lo preguntas.
—Pero ¿cómo es que...?
—Ya lo conocía desde un poco antes —adivinó su inquietud—. Sí, podrás pensar que es una locura, pero las cosas simplemente fluyeron y... luego sucedió lo demás, tal y como te lo conté.
La expresión de Admir era toda una antología. Repasó una vez más toda la historia en su cabeza y no pudo sentirse más impactado.
—... No tengo palabras —reaccionó un poco tarde.
—Lo sé, pero te pido que no se lo comentes a nadie, por favor. Como vez, es algo delicado y no quiero que se riegue como pólvora.
—No te preocupes. De mi boca nada saldrá —hizo la señal de una cremallera—. Pero hay una cuestión que me intriga.
—¿Cuál?
—¿Por qué Giorgian se relacionó contigo estando comprometido?
—¿Qué no es obvio? Me usó. Jugó con mis sentimientos como si fueran de papel.
—Aun así, ¿no te parece extraño que te haya ido a buscar a Lille? Si no le hubiese importado, no se habría dado ese lujo.
—¿A dónde quieres llegar?
—Mi intención no es defenderlo —sonó neutral ante su mirada inquisidora—. Tú dijiste que él estuvo ahí cuando recuperaste la memoria, ¿no?
Asintió levemente.
—¿Y cuál fue su reacción?
Se quedó unos segundos en silencio mientras traía a su mente ese recuerdo.
—Parecía... genuinamente feliz y aliviado —murmuró y negó con firmeza—. No, eso no es posible. Él jugó conmigo. Discutimos por ello.
—Pero ¿permitiste que se explicara?
—¿Para qué? —preguntó de regreso, evitando exaltarse—. No quise escucharlo. Me sentía tan mal teniéndolo cerca que simplemente le pedí que se fuera y se olvidara de mí.
—¿Y te fue fácil decir eso?
Silencio.
—No... —su expresión cambió a una de amargura—. No, y hasta ahora duele —exhaló con pesar—. ¿Por qué es tan difícil olvidarlo?
—Porque quizá, muy en el fondo, aún tengas esperanzas de estar con él.
Miró a Admir, pero este solo le regaló una sonrisa comprensiva.
No quiso decir nada al respecto.
—Bien. Creo que es mejor que cambiemos de tema —dijo él para levantarle los ánimos.
—Sí. Tienes razón.
Empezaron a hablar sobre otras cosas, anécdotas divertidas sobre sus trabajos y una que otra trivialidad. Ya a las seis de la tarde se despidieron y ella le pidió que les mandara saludos a los muchachos del hotel.
Caminó a su departamento y, una vez allí, dejó su bolso en uno de los sillones y se sacó los zapatos para luego encender la radio.
Suspiró contenta. Definitivamente haberse encontrado con Admir fue maravilloso, y aunque se sintió liberada contándole todo lo que pasó durante ese tiempo que se alejaron, no pudo evitar pensar en algunas cosas que le dijo.
No lo hizo en son de maldad. Sabía de sobra que no era capaz de hacer eso y que solo estaba analizando la situación de forma objetiva, pero aun así un sentimiento extraño se apoderó de su pecho.
"¿Realmente es tal como dice? ¿Que la esperanza me impide olvidarlo?".
Sacudió con fuerza la cabeza. No, no tenía sentido pensar en un imposible a estas alturas de su vida luego de tanto tiempo.
Hacerse falsas ilusiones no estaba bien. Debía deshacerse de esa idea pronto.
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