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Capítulo XXVI

Ese mismo día comenzaron las investigaciones del incidente en Ihattaren París.

La zona quedó bajo resguardo policial mientras los peritos hacían su trabajo con Giorgian a la cabeza. Analizaron cada una de las pistas dejadas en el quinto piso de la agencia, por más mínima que fuera, y realizaron interrogatorios a algunos miembros del staff como presuntos implicados, así como para saber si habían notado algún movimiento inusual durante esa jornada.

Como se esperaba, semejante situación no pasó desapercibida para la prensa, quienes dieron a conocer en las noticias a todo el mundo lo sucedido y las medidas que se estaban tomando al respecto. Por supuesto, Kerim fue el blanco de muchas en interminables preguntas, pero él, con esa serenidad que siempre lo caracterizaba, respondió con frases concretas, sin ceder a la presión de los periodistas por saber más detalles.

—¿Qué sucederá cuando las investigaciones terminen?

—¿Qué no es obvio? Inmediatamente procederé con la reconstrucción de la agencia.

—¿Y si fue alguien de su equipo quien produjo el accidente? ¿Qué acciones tomaría?

—Yo solo trabajo con personas honestas, así que dudo mucho que ellos hayan hecho algo de ese tipo. Ahora, si me disculpan...

Fue bastante agotador tener que lidiar con todo en un día, pero afortunadamente logró zafarse de aquellos seres sedientos de información y pudo respirar un poco más tranquilo, aunque las preocupaciones no cesaban en toda su magnitud.

Desde hace un par de días había empezado ya la planificación para la reparación de la infraestructura. Dado que los bomberos lograron contrarrestar el fuego a tiempo, no se presentaron daños significativos en otros pisos, y aunque se había perdido equipo, textiles y tecnología, era lo de menos en comparación con las vidas humanas.

Y, con esto último, se refería exclusivamente al caso de Amelie.

Aún no lograba comprender completamente ese rollo. Si de verdad fue un intento de asesinato como dijo Giorgian, ¿qué razones existían detrás de ello? ¿Por qué querer matar a Amelie si era como un ángel caído del cielo? ¡No tenía sentido!

Era una cuestión tan desconcertante, pero, por más que no quisiera reconocerlo, al parecer había alguien a quien le molestaba sobremanera su existencia.

Trató de continuar con su trabajo en la sucursal de la agencia en Lyon, pero la preocupación por Amelie era más fuerte, por lo que decidió dejar a cargo a Jack, una de sus manos derechas mientras él iba todos los días al hospital.

Fue muy angustiante ver que Amelie no despertaba del coma al que se le había inducido para estabilizarla, pero no fue sino hasta el séptimo día que logró reaccionar.

Lentamente abrió los ojos y parpadeó hasta acostumbrarse a la luz. Estaba conectada a un respirador, y cuando notó que alguien estaba en una silla al lado suyo, despacio giró la cabeza y reconoció a la persona.

—Kerim...

Aquel susurro, apenas audible, fue suficiente para que el aludido, quien estaba por quedarse dormido, abriera los ojos de golpe y alzara a ver inmediatamente.

—Ay, por Dios —la tomó de la mano y sonrió—. Por fin despertaste, Amelie.

Ella le devolvió la sonrisa y salió casi enseguida a avisarle al doctor sobre su salida del coma. El galeno, curiosamente el mismo que la había atendido desde el inicio, se encargó de examinarla para comprobar que sus signos vitales estuvieran en orden. Le quitó el respirador y dejó que ella volviera a usar sus propios pulmones en ejercicios lentos de inhalación y exhalación.

No tardó mucho en volver a respirar con normalidad.

Una vez hecho esto, el doctor volvió a salir de la habitación y los dejó solos.

—¿Qué sucedió? —preguntó Amelie sin hacer demasiado esfuerzo.

—¿No lo recuerdas? —Kerim la miró con el ceño fruncido.

—Bueno... —se apoyó en sus manos para sentarse. Él la ayudó a acomodar la almohada detrás suyo—. Lo último que recuerdo es que estaba en el camerino y alguien entró. Creo que discutimos por algo, pero de ahí... —dejó la frase en el aire y se encogió de hombros.

Kerim se quedó pensando. ¿Era normal que no recordara? Quizá fuera un efecto de su largo sueño o la intoxicación aguda que sufrió.

—Tampoco es correcto que te sobre esfuerces, así que te lo contaré brevemente —ella lo miró con atención—. El quinto piso de la agencia se incendió y tú quedaste atrapada entre las llamas.

Amelie abrió los ojos desmesuradamente ante aquella revelación.

—¿Qué? Pero ¿cómo...?

—La policía lo está investigando —prefirió omitir la sospecha sobre el intento de asesinato para no abrumarla—. No tienes de qué preocuparte.

—Increíble —hizo una pausa de reflexión hasta reparar en cierto aspecto—. Pero, si quedé atrapada, ¿quién me salvó?

Era una pregunta bastante válida y predecible. Eso Kerim lo sabía, pero no podía decirle la verdad absoluta dado su estado y las posibles consecuencias que ello traería.

Tendría que hacer uso de una mentirita piadosa, solo por esta ocasión.

—Un buen samaritano acudió en tu rescate.

—¿Sabes quién es? Quisiera agradecerle por su ayuda.

—¿Eh? No creo que sea necesario...

—Para mí es importante. ¿Podrías hacer el intento y buscarlo? Me sentiría más tranquila si le doy las gracias y...

Se calló de repente cuando, al hacer un leve movimiento con las piernas, volvió otra vez aquella punzada en su vientre, tomándoselo de inmediato.

—¿Estás bien? —preguntó Kerim al notar su expresión.

—Sí. No es nada. Solo ese molestoso dolor del que te hablé —se quedó quieta y apoyó su espalda en la almohada mientras miraba el techo. De repente, mientras estaba en ello, una a una las piezas de su memoria se fueron uniendo hasta formar un panel de aquel día fatídico, aunque no del todo claro—. Espera... —bajó la vista y la clavó en Kerim, quien la miraba sin entender—. Ahora recuerdo que aquella persona botó una botella en la entrada del camerino, y si mal no me equivoco... era gasolina.

—Santo Cielo —el diseñador se llevó una mano al pecho—. ¿Recuerdas algún detalle de su rostro? ¿Color de cabello?

—Solo sus ojos que me resultaron extrañamente familiares... ah, y también hizo una referencia a un bebé antes del accidente.

Progresivamente fue bajando el tono hasta quedarse en silencio luego de aquella última frase. ¿Bebé? Ahora le entró la duda de si había escuchado bien o si solo fue una ilusión antes de desmayarse.

Sin embargo, y en contra de lo que hubiera imaginado, la invadió de golpe una sensación de pérdida, creando un vacío inexplicable en su corazón.

¿Qué era eso que, de pronto, le produjo unas severas ganas de llorar?

—Ay, querida —Kerim se levantó de su silla ante su expresión afligida y la abrazó—. Creo que por hoy ha sido suficiente. Te dejaré sola para que descanses, ¿sí?

Ella asintió levemente y él, luego de darle un beso en la frente, se retiró. Una vez afuera, volvió a repasar lo que dijo. Sin lugar a duda alguien intentó matarla, pero lo que más le llamó la atención fue cuando mencionó lo del bebé.

Un momento...

Si mal no recordaba, hizo alusión a algo parecido ese día que lo acompañó para hacerse sus exámenes rutinarios y se encontró con aquel médico que trabajaba en Versalles.

Una corazonada le dijo que un detalle no se estaba contando en toda esa historia, por lo que, sin perder más tiempo, caminó a toda prisa y buscó al galeno mientras una ligera sospecha se apoderaba de sus pensamientos.

Cuando lo encontró dirigiéndose a la sala de emergencias, corrió en su dirección hasta detenerlo.

—Espere, por favor.

—Oh —el médico lo reconoció—. ¿Sucedió algo con la señorita Thauvin?

—No... Bueno, de hecho, sí. Tengo una duda y espero que sea honesto conmigo.

—¿De qué se trata?

—Ese día, cuando encontró a Amelie y yo interrumpí su conversación, ella mencionó algo sobre una criatura, y recién, mientras estábamos conversando sobre el incendio, tocó el mismo tema. ¿Me podría decir qué sucedió?

El médico se quedó en silencio, sorprendido por haber revivido otra vez aquella cuestión y receloso por quien lo preguntaba.

—Lo siento, pero no puedo.

—¿Por qué?

—Es información delicada que no puede ser difundida a terceros.

—Pero ¿qué dice? —Kerim apretó los dientes, pero enseguida volvió a calmarse—. Sí, es verdad que no soy ningún familiar, pero considero a Amelie como si fuera mi hermanita. Si no, ¿cree que habría estado en este lugar día y noche esperando a que despertara teniendo tantas cosas por hacer?

Fue rotundo, y esperaba que sus palabras sinceras (porque así eran) lo convencieran.

—Eh...

—No se lo voy a contar a nadie. Lo prometo —alzó la mano derecha para dar a entender que hablaba en serio.

El galeno reflexionó. Todavía tenía sus dudas, aunque la verdad era que ya no soportaba guardarse más ese secreto.

—Está bien —mencionó al fin—. Esto fue lo que pasó...

El ajetreo del hospital no había disminuido ni un poco, pero ello no impidió que se relatara la historia con calma, considerando todos los detalles posibles.

Al terminar, Kerim palideció a pesar de que era algo que, muy en el fondo, vio venir.

—Entonces ella sí estaba... embarazada —fue más una afirmación que una pregunta—. Pero ella nunca mencionó nada de eso.

—Tal parece que no lo sabía —se encogió de hombros el médico.

—Claro, eso explica sus expresiones cargadas de confusión cada vez que el tema salía a flote —se apoyó en una pared cercana, asimilando la información—. Dios, qué situación...

—Es realmente complejo —miró un rato el techo, sintiendo un peso menos sobre sus hombros—. Oh, cierto. Ya que estamos hablando de esto, ¿usted sabe quién era el padre de aquella criatura?

—¿El padre? —lo miró con desconcierto. Esa era una excelente pregunta, y estuvo a punto de responder que no cuando una serie de recuerdos atravesaron su mente en cadena, desde el día que conoció a Amelie hasta las variadas conversaciones que tuvo con Giorgian.

"Giorgian...".

Inmediatamente recordó aquella charla antes del desfile de Fin de Año y la asoció con lo que le contó Amelie sobre la temporada que trabajó con él antes del accidente.

Las piezas del rompecabezas se unieron perfectamente, sin dejar lugar a dudas.

—Sí... —susurró con la más consternada de las expresiones y se sentó en un asiento a un metro de donde estaba—. Lo conozco...

Podría estar sacando conclusiones apresuradas, pero su sexto sentido le decía que no, que estaba en lo cierto.

—Bueno, si la señorita Thauvin no lo sabía, es obvio que el padre tampoco —suspiró—. Ya ha pasado un buen tiempo, y creo que es hora de que ella sepa la verdad.

Dicho esto, comenzó a caminar en dirección a su habitación, pero, tras lograr espabilar, Kerim se levantó de un brinco y fue tras él.

—No, no, no, no —lo detuvo antes de que curvara en una esquina—. No se lo puede decir.

—Es mi deber como médico.

—Lo sé, es que... —se debatió entre ser honesto o no, pero a la final lo hizo—. Ambos están atravesando un momento muy crítico en su relación. Amelie acaba de despertar y sería un golpe emocional fatal que la llevaría a hacer quién sabe qué cosas —se mostró un tanto desesperado—. Sí, es cierto que no soy médico ni nada por el estilo, pero yo creo que sería mejor si no se entera, ni ella ni Giorgian.

Ante la mención de ese nombre se cubrió la boca. Diablos, se había exaltado tanto que su lengua habló de más.

Esperaba que el médico no lo hubiera escuchado, pero su rostro de sorpresa le dijo lo contrario.

—Oh, entonces el padre del bebé era Giorgian —habló en un tono condescendiente. Tenía sentido después de lo que vio cuando trajeron a Amelie tras el incendio.

—Sí —Kerim suspiró derrotado—, pero, independientemente de eso, le pido de favor, una vez más, que no se lo diga. Yo haré lo propio. Mantendré el secreto hasta el fin de mis días.

El profesional miró su rostro de súplica y supo que, si no aceptaba, seguramente no lo dejaría en paz.

Cuán insistentes pueden llegar a ser las personas, pero veía que él no lo hacía por maldad, sino que sus intenciones eran las mejores para no desatar una posible guerra entre sus dos modelos estrella.

"Vaya situación que me ha tocado atravesar...".

—De acuerdo —Kerim asintió aliviado—. Si esto evita una catástrofe, entonces me mantendré en silencio.

—Muchas gracias, de verdad —lo tomó de las manos y sonrió, pero casi enseguida lo soltó en un gesto nervioso—. Ay, lo siento.

—No se preocupe.

El diseñador volvió a agradecer y caminó hacia la sala de espera cerca de la recepción. Sacó su celular y buscó un nombre entre sus contactos para marcarlo rápidamente.

—Giorgian, Amelie ya despertó.


***


No hubo tiempo que perder.

Ni bien terminó de escuchar lo que dijo Kerim, dejó todo lo que estaba haciendo y voló directo al hospital. Leander lo acompañó, y aunque sabía de sobra que tratar de acercarse a Amelie sería un suicidio (por más que lo deseara con todo su corazón), le bastaba con verla despierta y saber que estaba bien.

—Muy bien, entiendo tu emoción, pero ¿podrías bajar la velocidad? Ella no irá a ningún lado.

—Es cierto, pero no imaginas lo angustiado que estuve estos últimos días al ver que no reaccionaba.

Leander lo sabía, sabía perfectamente cómo se sentía su amigo porque sus rostros de preocupación y aflicción fueron muy notorios, por más que intentara seguir sus actividades con normalidad.

Y también comprendía su entusiasmo y el alivio que le embargó al recibir por fin aquella buena noticia que tanto esperaba.

Ambos atravesaron la puerta principal del hospital a toda prisa y subieron al segundo piso. Justo cuando curvaron una de las paredes encontraron a Kerim de pie, mirando a través de la ventana de la habitación.

—Kerim...

El aludido volteó a ver y sonrió con cierto deje de sorpresa.

—Vaya, eso sí fue rápido —miró por encima de su hombro—. Hola, Leander.

—Hola.

—¿Cómo está? —preguntó Giorgian, un tanto agitado por haber corrido desde el estacionamiento.

—Velo por ti mismo.

Se acercó lentamente hasta poder observar al otro lado. Amelie estaba despierta con la vista en el techo, aunque más parecía que no veía nada dada su expresión distraída.

Una vez más sintió esas colosales ganas de abrazarla y besarla, pero debía controlarse, por más duro que fuera.

Suspiró más tranquilo.

—El médico dijo que se encuentra bien, pero que debe descansar para no presionar sus pulmones —agregó el diseñador.

—Gracias, Kerim —volvió a sonreír luego de mucho tiempo—. Gracias por acompañarla todos estos días.

—No hay de qué. No iba a dejar a la Musa de Lille a su suerte en un momento crucial.

Giorgian asintió y volteó para seguir observándola mientras una chispa alegre brillaba en sus ojos. Kerim notó aquello y no pudo evitar recordar su reciente conversación con el médico.

Imaginar a la Estrella de Versalles como papá... era algo que jamás se había planteado hasta ese día.

"Habría sido muy divertido e interesante de ver".

Quizá ahora no era el momento oportuno y la Providencia tenía otros planes, pero tenía toda su fe puesta en él y sabía que la recuperaría.

Porque una persona enamorada era capaz de mover cielo y tierra por su ser amado.

Pasados algunos minutos empezaron a conversar acerca del avance de las investigaciones. Con la ayuda de las cámaras de seguridad, la policía logró identificar al potencial sospechoso. Solo era cuestión de capturarlo y llevarlo ante la justicia.

Las buenas noticias seguían llegando luego de tanta incertidumbre, y eso los tenía realmente contentos.

Al día siguiente le dieron el alta a Amelie. Kerim, siguiendo las instrucciones dadas por el médico, le sugirió que se tomara algunos días libres para que se recuperara por completo. Por supuesto ella reprochó, alegando que se sentía bien y que sería mejor volver a la agencia para despejar la mente, pero él se negó rotundamente.

—Pero Kerim...

—Pero nada. Querida, acabas de despertar luego de un período muy complejo donde no sabíamos si vivirías o no. No quiero que te pase nada malo, así que, para asegurarme, te daré dos semanas de descanso para que te recuperes al cien por ciento.

—Eso es mucho... —tosió un poco.

—Es mejor prevenir antes que lamentar —aseguró con firmeza—. Además, durante ese tiempo se terminarán los arreglos en la agencia, así que volverías justo cuando todo esté remodelado.

Amelie mostró una expresión reticente y dudosa. Él se acercó a la cama y se sentó a su lado, tomándola de las manos.

—Preciosa. Mis decisiones no están siendo guiadas por la locura o cosas así. Eres muy importante para mí y para muchas otras personas —habló en un tono conciliador—. ¿Te imaginas si fuera tu familia la que te cuidara? Seguramente serían más estrictos.

Aquello tuvo cierto efecto en ella. Sí, tenía razón.

—Está bien —hizo un tierno puchero.

—Buena niña —sonrió—. No te preocupes; la agencia no irá a ninguna parte —se levantó de un brinco—. Contaré exactamente los días de tu ausencia, y si te veo merodeando cerca, tendré que amarrarte a tu departamento.

Lo dijo en son de broma, aunque muy en el fondo sabía que hablaba en serio.

Negó levemente mientras sonreía. Parecía su hermano mayor.

Abandonaron la habitación y salieron del hospital rumbo al estacionamiento. Kerim la llevó en su auto a la residencia y se quedó hasta verla entrar al edificio para luego continuar su camino. Amelie llegó a su piso, abrió la puerta e inundó sus pulmones con el cálido aroma a hogar que tanto había extrañado.

Eran las once de la mañana y se le hacía muy raro estar en casa siendo viernes, pero debía cumplir con el descanso para evitar que la amenaza de Kerim se hiciera realidad.

Así fue durante algunos días. Para no perder el toque, improvisó una pasarela en su sala y continuó practicando sin hacer demasiado esfuerzo.

En una de esas sus compañeras la visitaron y pasaron una tarde muy divertida entre charlas, las cuales eran más que nada informativas sobre lo que sucedía en la agencia.

—¿Entonces no se presentó la colección de San Valentín?

—No como Kerim hubiera querido, pero sí, sí se lanzó —dijo Colleth.

—Aunque por un momento tuvo sus dudas, lo convencimos —habló Adalet.

—¿Dudas?

—Estaba tan preocupado pensando en tu situación que no lo creyó conveniente, pero le dijimos que era mejor hacerlo antes de que empezaran las especulaciones y la prensa con sus cuentos, ya sabes, asociándolo al incendio.

—Oh...

Por un momento se sintió culpable, pero las chicas le dieron que no tenía por qué ya que fue una cuestión que nadie vio venir.

—Son cosas que pasan. Nadie puede predecirlas.

Aprovechando su compañía, salió a reponer los documentos que perdió durante el incendio y compró además un nuevo celular. Con él, al día siguiente, realizó una videollamada a su familia ya que sentía que se los debía por estar tanto tiempo ausente.

—¡Mi niña! ¡Qué gusto volver a verte! —la saludó Haydeé con una enorme sonrisa—. ¿Cómo has estado?

—Bastante bien.

—Debes estar muy ocupada, ¿no? Porque hace una semana te llamamos y no contestaste —dijo Dafne.

—¿Eh? Ah, sí. Hace una semana... —se quedó pensando ya que por esas fechas seguía internada en el hospital.

—¿Pasó algo? —apareció Hendrick y habló de repente, haciéndola respingar—. Tu número no es el mismo de antes ahora que me doy cuenta.

Bien, no podía ocultarlo más. Tenía que contarles lo que sucedió.

—De hecho, sí. Pero, por favor, no se escandalicen cuando se los diga, ¿sí?

—Está bien.

Yendo directo al punto, Amelie relató sobre el incendio ocurrido hace doce días, cómo ella quedó atrapada y el tiempo que estuvo hospitalizada en estado crítico.

Trató de no ahondar en detalles, y aunque les dijo que se mantuvieran tranquilos, tanto sus padres como su hermana exclamaron perplejos, sin dar crédito a lo que escuchaban.

—¿Entonces eras tú la que mencionaron en las noticias? —preguntó Dafne con los ojos desorbitados.

—Supongo que sí.

—Por el amor de Dios —Haydeé seguía en estado de shock—. Pero cuando lo transmitieron por televisión solo dijeron que una persona salió afectada sin mencionar nombres.

—Creo que Kerim no dejó que se profundizara el tema para evitar el acoso de la prensa.

—Fue un buen plan, aunque debieron habernos avisado como mínimo —reprochó Hendrick.

—¿Y cómo fue que sucedió el incendio? —preguntó Dafne.

Amelie se tomó algunos segundos antes de responder.

—Todo apunta a que fue un accidente.

Lo mencionó con mucha convicción, aunque muy en el fondo sabía que no era cierto.

¿Y por qué decidió mentir? Más que nada para no preocuparlos más ya que sabía que armarían un alboroto si se enteraban de que alguien intentó matarla y tratarían, a toda costa, de hacer que dejara el modelaje, cosa que no quería.

Para elevar los ánimos y desviar la atención de aquel desagradable tema, conversaron sobre otras cosas por un buen rato hasta que se despidieron, pidiéndole que se cuidara muchísimo y siguiera los consejos del médico. Asintió y les dijo "Hasta pronto" para luego desplomarse en el sofá mientras un poco de música clásica sonaba en la radio.

No había pasado ni seis días y ya extrañaba ir a la agencia, pero debía ser paciente y aprovechar esas minivacaciones obligatorias, aunque a la mañana siguiente le tocara ir a declarar en la estación de policía.

Por más que no le agradara, era justo y necesario, y para no andar pensando en eso decidió escribir sus poemas con la imaginaria compañía de Fede.

Un momento de distracción era lo que más necesitaba.

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