Capítulo XXIV
Ese mismo día, Giorgian estaba realizando un concierto en la ciudad de Montpellier, al sur de Francia. Luego de haber presentado oficialmente su álbum "Yeux innocents" —el cual tuvo una muy buena recepción por parte de sus fanáticos—, empezó a realizar algunos conciertos en distintos puntos del país.
El que estaba ejecutando en ese instante era el último de su gira nacional, y aunque sus pensamientos todavía estaban perturbados por cierta cuestión, no dejó que ello influenciara negativamente en sus interpretaciones.
No tenía por qué fallarle a sus seguidores por asuntos personales.
Él junto a su equipo de músicos estaba haciendo un muy buen trabajo en frente de las miles de personas que se habían concentrado para deleitarse con sus dulces melodías. No podía ocultar lo satisfecho que estaba ya que, como se había planteado desde sus días de adolescente, logró su acometido de mantener viva la música instrumental luego del giro moderno que se había dado.
También estaba pensando en agregar un detalle más, pero eso sería para su próximo álbum, con el cual esperaba saltar al estrellato internacional.
Desde un costado del escenario, atrás de uno de los telones, estaba Leander observando el espectáculo. Honestamente se sentía muy orgulloso por lo que su mejor amigo estaba logrando, y no era un invento suyo ya que veía claramente las expresiones de goce de todos los espectadores.
Un aspecto adicional que notó fue el sentimiento puesto en cada nota que salía del piano. No hacía falta ser un genio para saber quién era la razón de tan conmovedoras melodías que, acompañadas de otros instrumentos musicales, llenaba de emoción a cualquiera que las escuchara.
Como el show estaba por finalizar, bajó las gradas y se dirigió a los camerinos. Antes de llegar escuchó unos cuchicheos provenientes de un grupo de personas, aunque más que cuchicheos era una conversación donde reinaban los halagos a quién sabe qué.
No hizo caso y continuó hasta llegar a la puerta, pero antes de girar el pomo...
—¡Hey, Leander!
El aludido volteó a ver, encontrándose con el productor de la discográfica donde Giorgian trabajaba.
—Hola, Viktor.
—¿Ya viste la portada de la revista del mes de Diamond París?
—No he tenido la oportunidad todavía. ¿Por qué?
—Hay una novedad. Al parecer una nueva modelo se integró al staff de la agencia.
—¿Nueva modelo? —ladeó la cabeza.
—Sí. Mira —le tendió la revista—. Siempre compro cada edición, pero nunca antes había visto a esa chica.
Leander tomó el catálogo y observó detenidamente la portada. No parecía nada del otro mundo, excepto por un detalle que, al reconocerlo, hizo que sus ojos se abrieran como platos y las palabras se esfumaran de su boca.
"No puede ser...".
—Es una preciosura, ¿no lo crees? —dijo Viktor al ver su rostro sorprendido—. Aysel... es un nombre muy bonito.
—Amelie... —habló Leander con mucho esfuerzo en un susurro.
—¿Qué cosa?
En ese instante se escuchó el final del concierto. Los espectadores aplaudieron con júbilo y Giorgian se despidió de ellos, agradeciéndoles, así como los demás músicos.
Leander logró volver en sí y sacudió la cabeza, mirando luego a Viktor.
—¿Me puedes prestar la revista un rato?
—Por supuesto, pero no olvides de devolvérmela.
Leander asintió y se metió a los camerinos. Volvió a mirar la portada para asegurarse de que no era una ilusión y se desplomó en uno de los asientos mientras pensaba. De verdad estaba muy sorprendido por los giros que daba la vida. ¿Amelie trabajando en la misma agencia que Giorgian? Era realmente impresionante que no se hayan encontrado antes.
Un estruendo de pasos lo sacó de sus pensamientos y, en pocos segundos, vio al artista abrir la puerta y atravesar el umbral.
—Uff, qué día —se sentó al frente de él y miró lo que tenía sobre sus piernas—. ¿Esa es la revista del mes?
—... Sí —respondió algo distraído.
—¿Qué sucede? —se inclinó hacia adelante y apoyó los codos sobre sus piernas—. Estás muy raro. Es como si hubieras visto un fantasma.
—Oh —miró a su amigo y suspiró—. Creo que ni un fantasma me habría sorprendido tanto.
—¿Qué quieres decir?
—Velo por ti mismo —le entregó la revista.
Giorgian la tomó, miró con una ceja alzada a Leander y luego dirigió su vista a la portada.
No tardó en dibujarse en su rostro una antología única de emociones, quedándose en completo estado de shock.
—Pero ¿qué demonios...? —se levantó de golpe con la revista en las manos—. ¿Amelie?
—Aunque no lo creas.
—¿Cómo fue que...? ¿Qué rayos pasó en...? —no podía completar ninguna interrogante.
—Lo mismo me estaba preguntando —se encogió de hombros, entendiendo su reacción—. Los giros de la vida son muy impredecibles.
—No... —negó varias veces con la cabeza, tratando de recuperar la compostura—. No es posible. ¿Cómo puede ser ella? No tiene sentido...
—Por más descabellado que parezca, es así —habló en un tono conciliador—. Aunque hay que admitir que se ve muy bien.
Giorgian no escuchó lo que dijo. En su mente todo era un remolino de preguntas que requerían una respuesta inmediata.
—Debo... —susurró quedamente—. Debo volver a París ahora.
—¿Qué? —Leander se puso de pie de un brinco y lo detuvo antes de que llegara a la puerta—. Oye, cálmate.
—Suéltame —forcejeó—. Tengo que comprobarlo por mí mismo.
—¿Acaso no ves la hora? Ya es muy tarde.
—Pero...
—Mañana puedes ir tranquilamente a investigar. Ella no irá a ninguna parte.
Giorgian dudó, pero tras pensarlo mejor supo que su amigo tenía razón, así que desistió por el momento y logró calmarse un poco.
Aunque, durante su estancia en el hotel de la ciudad, no podía dejar de pensar en el asunto.
Fue realmente una especie de milagro haber conciliado el sueño entre el caso que era su mente.
Al día siguiente, muy temprano en la mañana, salió de Montpellier directo a París. Ya había avisado a su equipo que tenía que resolver un asunto con urgencia, y en cuanto a Leander pues... él ya sabía sobre sus planes así que no hizo falta tanta explicación.
Donyell lo esperó a las afueras del hotel y manejó rápido dentro de los límites de velocidad, a pesar de que le insistió muchas veces que pisara más el acelerador.
—¿Es tan importante lo que tiene que atender, señor? —se atrevió a preguntar.
—Ni lo imaginas —respondió mirando por la ventana—. Aunque es algo bastante inesperado...
El chofer no insistió más y solo lo miró por el espejo retrovisor. No fue difícil notar lo ansioso que estaba el artista, ya que golpeaba repetidas veces su rodilla con sus dedos y movía su pie de arriba abajo contra el piso del auto.
No quería sacar conclusiones apresuradas, pero algo le decía que tenía que ver con su excompañera Amelie. Y es que, desde que ella se fue de la mansión, había percibido ciertos cambios en Giorgian que no pasaron desapercibidos ni para él ni para Geraldine.
Solo esperaba que, cualquiera que fuera la situación, se solucionara y trajera de vuelta su tan alegre y extrovertida personalidad.
Tras seis largas horas de viaje, el artista pudo vislumbrar finalmente el letrero que daba la bienvenida a la ciudad capital. Con los nervios volviéndose más fuertes, esperó a que el auto llegara a las puertas de Ihattaren París y, ni bien se detuvo, salió corriendo, atravesando las puertas de la agencia como si fuera un huracán. Saludó brevemente a la recepcionista y subió dando zancadas por las escaleras hasta llegar al quinto piso. Muchos de sus colegas que andaban en el pasillo lo saludaron, pero él no respondió ya que su cabeza estaba enfocada en una sola persona.
Se detuvo algo agitado al frente de la sala de modelos femeninas. Tomó una profunda respiración, giró lentamente el pomo de la puerta...
Y, cuando estuvo abierta, la imagen que se negaba a creer apareció.
Con las luces apagadas y solo bajo la iluminación de los reflectores, Amelie estaba realizando su sesión fotográfica a unos cuatro metros de distancia. Con suma naturalidad se movía frente a las cámaras, luciendo de forma agraciada la nueva colección de Navidad.
No observó a nadie más a su alrededor, lo que permitió a Giorgian admirar su belleza en todo su esplendor y dejarse llevar por la magia de su sonrisa.
Era como un ángel caído del cielo. Su ángel.
Dio unos pasos hacia delante de manera silenciosa, sin apartar ni un segundo la vista. Poco después Kerim, quien estaba al frente suyo, advirtió su presencia.
—Oh... con que ya estás de regreso —dijo de repente, haciéndolo espabilar—. Creí que te demorarías más en tu gira.
—¿Por qué...? —no reparó mucho en aquellas palabras—. ¿Por qué no me dijiste que Amelie está trabajando aquí?
No se sorprendió con aquella pregunta, ya que, con el boom de la revista, era obvio que lo iba a descubrir tarde o temprano.
—¿Ahora resulta que debo darte explicaciones sobre las personas que decido contratar?
Giorgian percibió un marcado tono de reproche en su voz, lo que le extrañó pues rara vez Kerim se enojaba.
—No me refería a eso. Es solo que...
—Lo sé, pero me parece hipócrita que preguntes por ella luego de lo que le hiciste.
—¿Qué?
La sorpresa fue muy evidente en sus ojos, pero antes de que se decidiera a decir algo, el diseñador le hizo un gesto con las manos y le invitó a que lo siguiera para conversar en un lugar más privado.
No estaba en sus planes estropear la sesión fotográfica de las chicas y, sobre todo, la tranquilidad de Amelie.
Ni bien ingresaron a la sala contigua, Giorgian se giró y lo miró directo a los ojos con una ligera expresión de temor.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó para continuar con la charla.
—Creo que no hace falta esconderlo, así que te lo diré...
Un día antes de la impresión de la revista, Amelie le dijo a Kerim que quería hablar con él. Fue una petición algo deliberada, pero él pudo notar que se trataba de algo serio, por lo que la llevó a su oficina luego de haber terminado su jornada.
—¿Entonces, querida? —se sentó en su silla. Ella hizo lo propio al frente suyo—. ¿De qué querías hablar?
Amelie bajó un rato la vista, suspiró y volvió a levantarla.
—¿Recuerdas que hace algún tiempo me dijiste que me escucharías si necesitaba conversar con alguien?
—Así es.
—Bueno... —jugó un rato con sus dedos—. Has sido tan generoso y paciente conmigo desde que llegué que creo que es momento de decirte la verdad.
—¿Cuál verdad?
—Las razones auténticas por las que acepté trabajar contigo.
Bajo su atenta mirada, pasó al relatarle lo sucedido desde la última vez que se vieron: sus sentimientos hacia Giorgian, el descubrimiento de su compromiso, el accidente, su permanencia en Lille, la pérdida y recuperación de memoria, la discusión que tuvieron...
Fue una historia bastante larga que le trajo tristeza tan solo de recordarla, y aunque le molestaba que tuviera ese efecto en ella, continuó hasta el final.
Por su parte, Kerim estaba completamente en shock con lo que acabada de escuchar. Y eso era una novedad ya que eran muy pocas las cosas que lo sorprendían a ese nivel. Sintió realmente compasión por todo lo que sufrió, pero al mismo tiempo admiró sus decisiones para tratar de dejar el pasado atrás y demostrar de lo que era capaz.
Aunque eso significara pisar el mismo territorio que Giorgian.
Al terminar el relato, el artista palideció, se dejó caer sobre una silla y se tapó el rostro.
—No puedo creer que te lo haya dicho...
—Y yo sigo sin creer que fueras capaz de lastimarla de esa forma. Nunca me esperé eso de ti, Estrella.
Nuevamente, y sin poder evitarlo, la culpa invadió sin piedad a Giorgian. ¿Entonces él era la razón por la que su amada decidió ser modelo? Debería sentirse halagado, pero, sorprendentemente, era todo lo contrario.
Y es que no podía soportar la idea de que todo el mundo la conociera y pensara en ella con quién sabe qué intenciones. Precisamente por ello es que no quería que ingresara al mundo del modelaje.
Tener que compartir su belleza no estaba entre sus planes, pero tampoco podía ir y decirle que lo dejara sin generar una catástrofe en el proceso.
Todo había dado un giro inesperado, giro que lo tomó totalmente desprevenido.
—No tiene sentido que te pongas así —dijo Kerim sin perder la serenidad—. Después de todo, solo jugaste con ella...
—No —volteó a verlo—. Eso no es verdad.
—¿Entonces? ¿Vas a decirme que tu prometida no te da suficiente atención?
—¡Nadine no tiene nada que ver en esto! ¡A quien amo de verdad es a Amelie!
La estancia se llenó de un profundo silencio luego de aquella confesión. Finalmente se había atrevido a decir en voz alta aquellos sentimientos que lo perseguían desde hace mucho tiempo atrás y que, con cada experiencia, se volvieron más fuertes.
Kerim elevó ambas cejas en un gesto de asombro. Nunca antes lo había visto tan exaltado y lleno de convicción como en aquel momento.
—Oh —entrelazó los dedos sobre la mesa que tenía al frente—. Entonces tu prometida se llama Nadine —meditó unos segundos—. Pero aun así no entiendo por qué te enamoraste de Amelie.
—Eso es porque mi compromiso fue arreglado —recuperó la compostura y suspiró—. No conozco muy bien a Nadine. Apenas y hemos cruzado palabras, así que es imposible que sienta algo por ella.
—Vaya —Kerim lo observó y negó—. ¿Todavía existe gente que arregla matrimonios? Ni que estuviéramos en la época medieval.
—Eso es lo que siempre me he dicho, pero tanto mi padre como el de Nadine decidieron que era lo mejor —se frotó las sienes—. Ni siquiera nos preguntaron qué era lo que realmente queríamos.
—Qué horror —cruzó las piernas y se recargó en su silla—. Pero ¿por qué no me dijiste sobre eso antes?
—No creí que fuera importante. Es más, hasta lo había olvidado —volvió a suspirar—. Ni Leander lo sabía.
—Hmm... —Kerim se quedó en silencio. Eran demasiadas las cosas que había descubierto en apenas tres días.
Todo parecía material para una novela.
—Sé que es una cuestión legal y no sé qué otras tonterías, pero me importa un comino y haré todo lo posible por anular ese compromiso. No voy a renunciar a Amelie, y por eso y hasta que no tenga la prueba de que soy libre, no me voy a acercar a ella —repitió lo que alguna vez le dijo a Leander—. Aunque ahora va a ser más complicado.
—Eso es obvio —dijo Kerim, retomando su habitual tono alegre—. Pero, si realmente estás dispuesto, el esfuerzo valdrá la pena.
Giorgian lo miró con cierto asombro. Sí, es verdad que antes estaba molesto, pero ahora que había escuchado a ambas partes y sabía de la determinación del artista, no podía más que apoyarlo para que lograra su objetivo ya que era más que evidente que sus sentimientos eran sinceros.
—Gracias —sonrió—, pero no le menciones sobre mis planes.
—No te preocupes —hizo un gesto de cerrar la boca con una cremallera invisible—. Si eso implica que luego puedan trabajar juntos, es más que suficiente para mí.
El artista negó levemente y salió de la sala, no sin antes decirle que iría un rato a su casa. Kerim optó por darle el día libre solo por esa ocasión para que pudiera descansar correctamente luego de aquella larga gira.
Sonrió. Sin lugar a duda, Kerim era un ángel.
***
Después de las fiestas navideñas se anunció que, por Fin de Año, se realizaría una exhibición internacional con las mejores marcas de toda Europa. Como se esperaba, Ihattaren París estaba en la lista y, ni bien llegó el comunicado, Kerim comenzó con los preparativos.
El cronograma se dividía en dos partes: el 28 de diciembre se presentaría la colección masculina y el 29 de diciembre la femenina. Esto lo comunicó a todo su staff, incluyendo a sus modelos que trabajaban en la otra sucursal.
Cuando hubo terminada aquella reunión, Amelie sintió cómo los nervios empezaban a florecer. Y no era para menos ya que sería su primera experiencia en una pasarela internacional rodeada de otros diseñadores, modelos y muchos espectadores.
En un principio tuvo sus dudas, ya que, como recientemente se había vuelto parte del equipo, no consideró muy oportuno ser tomada en cuenta para semejante exhibición. Eso se lo hizo saber a Kerim, pero él, con sus grandes herramientas de persuasión, le dijo que no había problema y que confiara en sí misma, recordándole que no tenía por qué temerle al mundo.
—Esta es tu oportunidad para brillar y demostrar tu talento.
Por supuesto sus compañeras también ayudaron para eliminar su incertidumbre. Todas ellas ya habían pasado por eventos de ese tipo, excepto Ayleen, quien también estaba nerviosa, pero más demostraba emoción por poner sus pies entre tanta persona famosa.
Amelie la observó y sonrió. Al parecer le faltaba todavía mucho por aprender.
Con los preparativos ya listos, el 27 de diciembre se despidió de su familia por teléfono y junto al equipo emprendió el viaje al aeropuerto. El año anterior el evento fue en París, pero ahora la sede era en la capital de Austria: Viena.
El viaje no fue muy largo (o, al menos, así lo percibió). A las dos de la tarde aterrizaron en suelo austríaco, siendo recibidos por los organizadores. Estos los saludaron amigablemente y los llevaron al hotel donde se hospedarían. Dividiendo las habitaciones por sexo, se asignaron por parejas y cada uno desempacó sus pertenencias. Como Kerim tenía que finiquitar los últimos detalles para el día siguiente, se retiró con los organizadores, no sin antes decirle a su staff que podían salir y conocer la ciudad si se les apetecía.
Ellos así lo hicieron y pasearon por distintos lugares. Amelie estuvo con sus compañeras y otras modelos de las demás sucursales de la agencia, visitando varias plazas, monumentos arquitectónicos y restaurantes de comida tradicional. Estaba tan emocionada por estar en otro país que no notó que alguien la observaba muy de cerca.
Esa persona no era nadie más que Giorgian.
Procurando no ser descubierto, la siguió a todo lugar al cual iba. Y aunque había prometido mantener la distancia, fue muy difícil. En repetidas ocasiones se sintió tentado a mandar todo al demonio y aproximarse, pero recuperó su autocontrol a tiempo y logró calmarse.
—Ay, Amelie. ¿Qué me has hecho?
El día transcurrió hasta amanecer el 28. Con las emociones a flor de piel, los varones de todas las agencias de diseño invitadas se alistaron siguiendo las instrucciones de los diseñadores. El evento inició a las seis de la tarde en el coliseo de Viena, y al ser de gran magnitud, era transmitido en televisión a todas partes del mundo. Fue un espectáculo de alto calibre que enloqueció a los espectadores (entre ellos actores y futbolistas famosos), pero fue aún más impactante cuando, al día siguiente, modelaron en la pasarela las mujeres.
Unos minutos antes de que empezara, Amelie percibió cómo los nervios volvían con aún más ahínco. Podía escuchar los murmullos de la gente, las conversaciones de otras modelos, incluso sentía sus manos hecho un témpano.
—¿Estás bien? —le preguntó Colleth al ver su palidez.
—Creo que voy a desmayarme —dijo con sinceridad.
—Eres muy graciosa —dijo Adaleth—. No tienes por qué sentirte así.
—Pero... ¿qué pasa si lo hecho a perder?
—Eso no va a suceder. Recuerda que Kerim confía en ti. Solo tienes que respirar profundamente y dejarte llevar —dijo Vianna y le tendió un vaso—. Toma. Un poco de agua enfriará tu cabeza.
—Gracias —la cogió y bebió, aunque sus manos no dejaban de temblar.
Se anunció el inicio del evento y todas empezaron a tomar sus lugares. Por sorteo se eligió el orden de presentación de cada colección y, luego de un pequeño discurso del organizador principal, comenzaron.
Con el tiempo exactamente distribuido, cada agencia presentaba sus diseños de Fin de Año mediante las modelos que caminaban seguras en la pasarela. Amelie aprovechó para prepararse mentalmente hasta que escuchó que era el turno de Ihattaren París. Junto con sus compañeras y portando un vestido de lino, se posicionó, respiró profundamente y, haciendo caso al consejo de Vianna, se dejó llevar cuando salió a la pasarela.
La vista desde donde estaba era realmente impresionante. Las luces iluminaban el suelo que pisaba, escuchaba las exclamaciones del público, el flash de las fotos venía por todos lados...
Repentinamente dejó de sentir temor y modeló con mucha confianza y seguridad mientras una hermosa sonrisa de gozo adornaba su rostro.
Todo el mundo la estaba mirando en ese instante a través de la transmisión televisiva: su familia, sus amigos, sus ex compañeros de trabajo... Todos estaban siendo testigos de su debut internacional en medio de una multitud eufórica, maravillada por su talento.
Sí, sin lugar a duda era un espectáculo digno de apreciar, pero Giorgian no estaba muy contento. En efecto, reconocía que dominaba muy bien el arte del modelaje y brillaba más que las estrellas, pero no se sentía a gusto con saber que ahora el planeta entero sabía de su existencia.
Si solo con la cuestión de la revista tenía conflictos, peor ahora que miles de ojos la miraban.
Chasqueó la lengua y apagó la televisión, tratando de controlar la explosión de celos que amenazaba con hacerle perder la cabeza.
No tenía por qué dejar pasar más tiempo. Debía agilizar el proceso de nulidad de su compromiso cuanto antes.
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