Capítulo XVII
Sin perder más tiempo, empezó a mover las piezas sobre el tablero.
Esa misma tarde regresó a la mansión y actuó con naturalidad, como si no hubiese pasado nada. Se encontró con Geraldine y esta le preguntó si no había visto a Amelie, por lo que, siguiendo con sus artimañas y para proceder con sus planes, le respondió que sí, pero en la calle. La ama de llaves respiró algo aliviada y regresó a sus quehaceres mientras ella entró a la habitación de Amelie y, sin hacer el menor ruido, comenzó a empacar sus cosas en maletas y cajas que había a disposición.
Al día siguiente, y aprovechando que ni Geraldine ni Giorgian se encontraban en casa, llamó a un taxi y cargó con todo el equipaje. Según le comentó el médico, su compañera estaba lo suficientemente bien como para que le dieran de alta, así que fue directo al hospital y, tras esperar un par de horas, la vio salir de la habitación con unas ropas que ella le había llevado. En la recepción, el galeno le devolvió el reloj y el collar y le explicó que tardaría en ir recuperando progresivamente la memoria.
—Todo depende de los cuidados y las situaciones a las que se someta.
Ilse asintió, pero en su fuero interno rezaba para que nunca se recuperara. De igual forma evitó a toda costa que le dijera sobre su embarazo, alegando que no era saludable en el estado en el que se encontraba recibir una noticia de esa magnitud.
Con todo cerrado, ambas subieron al taxi. La idea básica de sus maquinaciones era sencilla: regresarla al agujero del que nunca debió salir. Por ello, le preguntó en dónde vivía su familia, y luego de recibir la dirección se la pasó al taxista, quien no tardó en emprender el viaje.
—Ilse, ¿a qué me dedicaba antes del accidente?
—Oh. Trabajabas como empleada en una casa, pero ya les informé que debías ausentarte y lo comprendieron. Todas tus pertenencias están en la cajuela, así que no tienes de qué preocuparte.
—Ya veo... Muchas gracias.
—No hay de qué. Ahora lo más importante es que regreses con tu familia —sonrió.
A decir verdad, era muy agotador ser amigable y simpática con la persona que menos le agradaba, pero al mismo tiempo valía la pena con tal de no verla en Versalles de nuevo.
Luego de tres horas y media vieron el letrero que daba la bienvenida a la ciudad a un costado de la carretera. Unos minutos más adelante, antes de llegar al centro urbano, el taxi giró a la derecha y siguió un camino asfaltado hasta detenerse al frente de una casa.
—Hemos llegado.
Ilse fue la primera en bajarse del auto, sorprendiéndose significativamente por lo que su vista encontró: la residencia, en un estilo rústico pero conservado, era el centro que adornaba los campos cultivados con las más variadas plantaciones, extendiéndose por hectáreas a lo largo y ancho de la pradera. Miró a los costados, sin poder localizar otra casa cerca.
Rápidamente se preguntó cómo Amelie, teniendo algo tan hermoso, había decidido ir a la zona urbana, pero no tardó en recordar que una vez ella comentó sus planes de ingresar a la universidad, y como Lille no contaba con la carrera que quería...
De cualquier forma, no importaba ya pensar en esos detalles.
Amelie se paró muy cerca suyo, y en ese instante ambas escucharon la puerta abrirse. Haydeé y Hendrick, alertados por los ladridos de los perros, salieron a ver qué ocurría, llevándose una gran sorpresa.
—¿Hija?
—Hola —saludó con una leve agitación de mano.
Haydeé no esperó más y bajó por las pequeñas gradas que daban al porche seguida de su esposo.
—¡Hija mía! ¡Qué alegría verte! —exclamó, pero al percatarse mejor notó un par de parches en su cabeza y algo sosteniendo su cuello—. ¿Y eso? —se detuvo a un metro de distancia, mostrando preocupación.
—Ah, esto —mostró principalmente el objeto que inmovilizaba su cabeza—. Bueno... es que...
—No te sobre esfuerces —intervino Ilse—. Yo se los contaré.
Los señores Thauvin, quienes no habían reparado en su presencia, la miraron con atención. Ella procedió a relatarle los sucesos: el accidente, la intervención en el hospital y la pérdida parcial de memoria.
Estos se quedaron perplejos y horrorizados al escuchar semejante tragedia por la que tuvo que pasar su hija (Haydeé estuvo al borde de las lágrimas), pero asimismo le agradecieron por haber estado junto a ella en aquellos momentos cruciales.
—Es por eso que la traje, para que se recupere bajo su cuidado. Allá en Versalles habría sido más complicado. Ya saben cómo es la vida en la ciudad.
Ambos asintieron y rodearon en un abrazo a Amelie, teniendo mucho cuidado.
—Gracias.
Con la ayuda del taxista, sacaron las pertenencias del guarda equipaje y las trasladaron a su antigua habitación. Durante el proceso apareció Dafne, quien preguntó a qué se debía todo eso, pero su madre le explicó la situación brevemente. Ella, sin dar crédito a lo que escuchó, corrió escaleras abajo hacia la sala, donde la encontró sentada en uno de los sillones. Suspiró aliviada, y no tardó en darle un fuerte abrazo que la dejó casi sin aire.
—Ups, lo siento —se separó—. No pude evitarlo. Con todo lo que me contaron yo...
—Tranquila. Estoy aquí, ¿no?
Pasaron algunos minutos entretenidas en charlas triviales hasta que aparecieron Ilse y Haydeé por el pasillo principal que conectaba las dos plantas.
—¿Seguro no quieres quedarte? —preguntó una vez más la señora de la casa.
—No es necesario. Ya me he ausentado mucho de Versalles, así que debo volver pronto.
—Es una pena —la tomó de las manos—. De cualquier forma, gracias por tu valiosa ayuda.
—Fue un placer —sonrió.
—¿Volveré a verte? —Amelie se levantó y se acercó lentamente.
—Tal vez. Veré si puedo venir a la próxima —habló, aunque estaba más que claro que no volvería a Lille nunca.
—Está bien.
Ilse se despidió, salió de la casa y bajó por las escaleras hasta llegar y subirse al taxi que la esperaba.
"Misión cumplida", festejó para sus adentros mientras sonreía.
A través de la ventana, Amelie vio cómo se alejaba el vehículo y se perdía en la vía.
—Bueno mi niña, es mejor que descanses —Haydeé le dijo—. Tu habitación ya está arreglada. Dafne, acompáñala.
Esta última asintió y juntas subieron al segundo piso, dirigiéndose al lugar. Amelie entró primero y sintió cierta nostalgia al ver su cama, la mesita de noche y los estantes adornados con fotos y una que otra muñeca.
—Lo han preservado muy bien.
—Debíamos hacerlo, aunque admito que es una sorpresa que lo vuelvas a usar.
Caminó hasta sentarse en el filo de la cama. Dafne hizo lo propio, un poco alejada de ella hasta quedar al frente.
—¿Hermana?
—¿Sí?
—¿De verdad no recuerdas nada?
—Solo mi vida aquí en casa —respondió sincera—. Supongo que lo demás no debió ser importante.
—No digas eso. Todo es importante —calló unos segundos, pensando en sus siguientes palabras—. ¿Entonces no recuerdas a Giorgian Maignan?
—¿Quién?
Dafne sacó el celular de su bolsillo, buscó en las redes sociales y le indicó una foto.
—Él —señaló—. Tú trabajabas en su casa.
Amelie lo observó, frunció el ceño y negó con la cabeza.
—Giorgian es increíble. Modelo y músico. El mejor de todos.
—Debe ser verdad si lo dices tú.
Suspiró: —Espero que tu memoria regrese. Adoro tenerte aquí, ya te extrañaba, pero me duele que no recuerdes tus momentos en París y Versalles.
—No tienes por qué sentirte mal. Si la Providencia quiere, recuperaré mis... —en ese instante metió las manos en ambos bolsillos de su chompa, encontrándose en el derecho con algo. Lo palmeó y lentamente lo extrajo hasta tener un reloj y una cadenita en la palma.
—¿Y ese collar? —preguntó Dafne curiosa.
—No tengo idea —lo tomó con la mano izquierda para poder ver mejor el dije.
Pero, sin poder comprenderlo, le transmitió una mala vibra.
—Seguramente te lo compraste en la ciudad. Es muy lindo —tocó apenas los corazones entrelazados—. ¿O quizá fue un regalo de alguien? ¿Qué tal si...?
—¡Dafne! —Haydeé la llamó desde la planta baja—. ¡Ven a ayudarme a preparar la comida! ¡Y espero que no estés molestando a tu hermana!
—¡Voy! —le contestó y volteó a ver a Amelie—. Te dejaré descansar —se levantó de un brinco y salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.
A solas, Amelie volvió a mirar la cadenita y recordó las palabras de Dafne.
"Un regalo...".
Esa posibilidad la hizo sonreír efímeramente, pero, contrario a lo que se esperaba, no se la colocó, sino que la guardó en el cajón de la mesita.
Un sueño repentino la invadió, por lo que decidió acomodarse mejor en la cama y cerrar sus ojos... aunque antes de quedarse dormida, percibió una leve punzada en su vientre.
***
Libertad. Eso fue lo primero que Ilse sintió al poner un pie en la mansión.
El recorrido de regreso fue tranquilo, y aunque la tarifa que tuvo que pagar al taxi era considerable, no se quejó, ya que había valido enteramente la pena.
Con fuerzas renovadas, y con una sonrisa enorme adornando su rostro, comenzó con sus labores. Se puso su uniforme y limpió hasta el objeto más insignificante. Incluso regó las plantas y les cantó alguna que otra canción.
Y es que de verdad se sentía tan contenta que hasta creía ser capaz de conquistar el mundo si se lo proponía.
Todo ese regocijo en su interior se extendió desde que dejó atrás la hacienda de los Thauvin y le dijo "Hasta nunca" a Amelie. No volver a ver su rostro paseándose por los rincones de la casa era algo increíblemente satisfactorio, y agradecía por aquella oportunidad de oro que la Providencia le regaló.
Sí, era cierto que su ausencia no pasaría desapercibida para Giorgian ni Geraldine, pero no se preocupaba por eso. Una simple historia podría convencerlos, y ya estaba trabajando en la misma.
"No habrá nadie más que interfiera entre nosotros", volvió a sonreír.
***
Las cosas para Giorgian iban viento en popa.
Desde hace algunos días, había estado ocupado con la grabación y el lanzamiento de su nuevo sencillo, así como en la agencia colaborando en una nueva colección para celebrar el otoño. Madrugaba para cumplir su jornada y regresaba muy tarde, siendo este el contexto para que no se percatara de la falta de presencia de Amelie.
En su mente solo rondaba el trabajo. No tenía tiempo para más hasta que se vio liberado de todas sus cuestiones un viernes en la tarde.
Previamente había ido a una entrevista en la que habló sobre su nueva canción, dando detalles al respecto y alegando que estaba considerando la posibilidad de agregar voz a sus creaciones. Por supuesto, no se habría planteado eso si no fuera por la fuerte inspiración de su musa que le enseñó que las palabras también pueden transmitir emotivos mensajes y conmover hasta el más duro de los corazones. Tal revelación llenó de asombro a sus fans, quienes no esperaban la hora de verlo cantando acompañado de su impecable interpretación con el piano.
Cuando estuvo de regreso en la mansión, buscó brevemente a Amelie por los rincones más comunes, pero al no encontrarla se dirigió a su habitación.
Con los buenos resultados obtenidos en esos últimos días, quería celebrar con ella y recuperar el tiempo que no habían podido disfrutar juntos.
—¿Ensoleillée? —tocó la puerta un par de veces. Nadie respondió—. Cariño, lamento no haber venido a verte antes, pero estaba realmente ocupado en proyectos importantes —tampoco hubo respuesta—. No estés molesta conmigo. Te prometo que lo compensaré de la mejor forma y... —abrió la puerta y su sonrisa se esfumó al instante cuando notó que estaba vacía—. ¿Amelie? —buscó en todos los rincones, hasta en el baño, pero nada.
Fue ahí que se dio cuenta de que ninguna de sus pertenencias estaba en el lugar.
Desconcertado, y sin poder entender qué era lo que sucedía, salió de la habitación y se topó con Geraldine saliendo de la suya.
—¿Qué pasó con Amelie?
—¿Por qué?
—Su habitación está vacía, sin ninguna de sus cosas.
—¿Cómo? —inquirió desconcertada.
—Velo tú misma —le indicó y continuó caminando a paso acelerado.
Geraldine se asomó apenas y sus ojos se abrieron como platos al comprobar lo que Giorgian había dicho. No perdió más tiempo y salió tras él. Al cabo de unos segundos llegaron a la sala donde se encontraba Ilse limpiando.
—¿Has visto a Amelie? —Giorgian se detuvo.
Ella dejó de hacer sus actividades y volteó lentamente. Había llegado la hora.
—Responde —insistió el artista ante su falta de palabras—. Sé que sabes algo. Tú estuviste con ella todo el tiempo.
Ilse permaneció inmutable, respiró profundo y dejó el plumón que tenía en sus manos sobre la mesa central.
—Bueno... —empezó—. Por motivos de fuerza mayor, ella decidió irse.
—¿Qué? ¿A dónde?
—No me lo quiso decir. Solo mencionó que era algo importante y que no tenía planeado regresar.
Por un momento, Giorgian sintió cómo se le cayó el alma al piso. Toda la felicidad de antes pasó a segundo plano, invadiéndole un sinfín de emociones asociadas a la incredulidad, perplejidad y bruma.
"No puede ser...".
—¿Cuándo...? —se sobó la frente con los dedos—. ¿Cuándo abandonó la mansión?
—Hace cinco días.
—¿Y por qué no me lo dijiste? —alzó la voz, visiblemente furioso.
—Lo siento, pero no quería molestarlo con nimiedades.
—¿Nimiedades? —soltó una risa seca—. ¿Tú qué sabes? Yo soy el que decide si es importante o no.
Su exaltación fue prueba más que suficiente para que Ilse comprobara sus anteriores sospechas. Él había quedado totalmente embelesado con aquella chiquilla, tanto que le asustaba no tenerla cerca.
Era una cuestión que no le agradaba en lo absoluto, pero estaba dispuesta a hacer todo lo posible para que la sacara de su mente y, sobre todo, de su corazón.
—Es mejor que se siente...
—Olvídalo —respondió bruscamente y soltó un largo suspiro—. Esto es increíble —dijo entre dientes y comenzó a subir las escaleras hasta perderse en el pasillo.
Geraldine, quien todavía estaba sorprendida por lo que Ilse había dicho, miró unos segundos el camino por el que el artista desapareció y luego a su compañera que tenía una expresión bastante peculiar, como si disfrutara silenciosamente de la situación.
—Que una empleada se vaya no es el fin del mundo —comentó, tomó el plumón y se retiró de la sala.
Geraldine la siguió con la mirada y frunció el ceño. Ese comentario tan frío hizo que en su interior se formara una idea vaga, una sospecha que la involucraba con todo ese dilema.
La verdad es que, con la llegada de Amelie, no era difícil imaginar lo que podría llegar a hacer con tal de librarse de ella.
"¿Será que...? No, no caería tan bajo".
Desechó completamente esa idea extrema. Sí, conocía a Ilse, pero no la creía capaz de mancharse las manos de sangre.
Suspiró con pesadez. Era radical cómo, con ausentarse cuatro días por vacaciones, la mansión se puso de cabeza, pero lo que más le preocupaba era lo que haría Giorgian ante tan inesperada situación.
Y no estaba muy lejos de verlo.
***
No pasó mucho para que la Estrella de Versalles iniciara una búsqueda extensiva para encontrar a Amelie. Particularmente, no le cabía en la cabeza que haya tomado una decisión tan drástica sin haberle consultado. Era bastante extraño, por lo que no tenía planeado descansar hasta escuchar de su boca alguna razón válida.
Pero la fortuna, lastimosamente, no estaba de su lado.
A pesar de haber contratado detectives, y aunque él también en sus ratos libres salía a buscarla, no hallaron ningún rastro que llevara a su paradero. París, Versalles y las ciudades circundantes fueron el principal objetivo, pero al no obtener resultados positivos amplió el rango de búsqueda, llegando incluso a Orleans y Amiens. Sin embargo, tampoco la encontró.
Era como si se le hubiese tragado la tierra.
Y fue en ese entonces que se lamentó infinitas veces no haberle preguntado su apellido. ¿Qué se iba a imaginar que algún día desaparecería?
Por supuesto, tal situación lo tenía estresado, y eso se reflejó en el rendimiento de su trabajo, tanto en la discográfica como en la agencia.
—Por el amor de Dios, querido. Tienes cara de muerto —expresó una vez Kerim al verlo llegar con un semblante sombrío y ojeras marcadas bajo sus orbes avellana.
—No es nada.
—¿Y quieres que me crea eso? Lamento decirte que no lo haré. Es más que obvio que algo te tiene preocupado. Ya son varios días en los que no muestras tu máximo potencial.
Sin lugar a duda no había nada que se le escapara a Kerim. Llevaban trabajando juntos por años y lo conocía lo suficientemente bien como para notar cualquier anomalía en su estado de ánimo.
Pero él no era el único. Su más grande amigo, casi hermano, Leander, fue el primero en darse cuenta de algunos cambios significativos. Preocupado, le preguntó qué estaba pasando, y él no dudó en contarle todas sus inquietudes asociadas a una sola persona.
Sinceramente, le pareció peculiar y sorprendente verlo tan desesperado por alguien a tal punto de ordenar una investigación exhaustiva por casi toda Francia. No, no era para nada normal, pero tenía una idea sólida que lo explicaba, algo que era demasiado evidente.
—Es inaudito —Giorgian se paseaba de un lado a otro en la sala de música con las manos en la cintura y cada tanto pasaba una mano por su cabello, alborotándolo. Habían pasado ya tres semanas y no lograba obtener buenas noticias.
—Amigo, cálmate —Leander habló desde uno de los sillones.
—No puedo, no puedo, no puedo —sus pasos resonaban en la baldosa con fuerza—. ¿Es que cómo va a ser posible que se haya ido sin mi autorización?
—Bueno, ella es libre de decidir. Además, ¿acaso no tenía motivos? Tú mismo lo dijiste.
—Lo sé, pero no lo acepto.
—Giorgian...
—No hasta que ella me lo diga en la cara —continuó dando vueltas y vueltas, midiendo sus pasos como una forma de no dejarse vencer por la incertidumbre—. No debió hacerme esto, no lo entiendo. Yo... —hizo una pausa, analizando en sus próximas palabras— debí haberla dejado embarazada.
Si Leander hubiera estado bebiendo té, seguramente habría escupido todo el contenido. Poco faltó para que desencajara la mandíbula ante semejante comentario que no tuvo nada de superfluo.
—Espera, ¿escuchas lo que estás diciendo?
Mil y una ideas seguían martillando en la mente de Giorgian.
—¿Algún problema? —se detuvo.
—Eso es muy egoísta de tu parte. ¿Cuándo fue que te volviste así?
—Desde que la conocí —suspiró y frotó su rostro—. Tengo que encontrarla o si no voy a enloquecer.
Su mirada abatida lo decía todo. La desaparición de Amelie había sumido su vida en un completo caos.
Leander lo miró acercarse al ventanal mientras estudiaba qué era lo que le diría.
—Ella no es una simple empleada para ti, ni un capricho ni nada de eso.
—¿Qué insinúas? —volteó a verlo.
—Es sencillo. Puede que en un inicio todo fuera un juego, mera diversión, pero de ello nació un sentimiento nuevo para ti, algo que nunca antes has experimentado.
—¿De qué hablas?
Leander sonrió y negó ante su expresión confusa.
—Tú estás enamorado de Amelie. Es más que obvio.
Giorgian escuchó aquello y volvió la vista hacia el patio trasero de la mansión, pensativo. ¿Entonces eso explicaba el dolor que sentía al recordarla y no tenerla cerca? ¿No poder disfrutar de sus sonrisas y su maravillosa compañía a solas?
Si realmente era eso, con justa razón no tenía por qué darse por vencido. Seguiría insistiendo en su búsqueda hasta encontrarla y traerla de vuelta.
Ahora, más que nunca, estaba dispuesto a mover cielo y tierra para lograrlo.
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