Capítulo XIII
No era de aquellos que compartían sus logros con todas las personas. Dado que desde un principio no contó con el apoyo de quienes esperaba, se creó una especie de burbuja a su alrededor, de la cual sólo él decidía quién entraba y quién salía. La única persona que veía y conocía su faceta en el trabajo y lo mucho que ha conseguido con su arduo trabajo era su mejor amigo, Leander. Así había sido por años y creyó que perduraría de la misma forma por el resto de su vida.
Pero apareció alguien que derribó esos muros invisibles, trayéndole emociones y haciéndole ver la otra cara de las cosas, enseñándole sobre aspectos del mundo en los que ni siquiera se había detenido a pensar.
Sí, Amelie Thauvin llegó a su vida como un ángel caído del cielo, y como una sutil forma de agradecerle por todo, una mañana la invitó a ir con él a una de sus típicas sesiones fotográficas en la agencia.
No le fue difícil tomar esa decisión. Además, quería aprovechar que Leander no iría ya que estaba ocupado arreglando unos asuntos familiares.
Tal y como esperaba, Amelie se quedó perpleja al escucharlo.
—... Esa es una invitación algo...
—¿Repentina y extravagante? —le leyó la mente.
—Sí —hizo una pausa bajo su atenta mirada—. ¿Por qué yo?
—Porque solo a ti te lo podría proponer —sonrió.
—No... no creo que deba —se resistió. Todavía estaba asimilando la invitación que la tomó totalmente desprevenida. ¿Acaso lo mismo había hecho con los otros empleados?
—Y yo vuelvo a insistir.
—¿Quién se hará cargo de las tareas aquí? —trató de persuadirlo.
—Para eso están Geraldine e Ilse. No tienes de qué preocuparte; solo será por un par de horas.
Amelie no pudo evitar mostrarse dudosa y reticente. Es verdad que a veces sentía mucha curiosidad por conocer su forma de trabajar, ya sea en la agencia o con la discográfica, pero esa invitación repentina parecía más parte de un sueño del que pronto despertaría que la misma realidad.
Giorgian no se movió del lugar en el que estaban (el cuarto de ella) e insistió hasta finalmente convencerla. No le importó haber empleado toda la mañana libre que tenía para ello con tal de lograr su acometido.
—Gracias por aceptar —le dio un beso en la mejilla.
Luego de la hora del almuerzo se prepararon para viajar a París. Amelie se vistió con ropa sencilla: jeans azules, blusa blanca con estampado de conejo, chaqueta de jean y zapatillas a juego. En un pequeño bolso solo llevó las llaves de su habitación y su billetera por si algo sucediera.
Por supuesto, el plan no pasó desapercibido por las otras empleadas, quienes se extrañaron al verla salir de la casa junto a Giorgian para dirigirse al auto.
—Oh, sí. Chicas, olvidé decírselo —mencionó el artista al verlas asomarse al umbral de la puerta principal, movidas por la curiosidad—. Me llevaré a Amelie para que me haga compañía en la agencia dada la ausencia de Leander.
—Entendido, señor —dijo Geraldine.
—¿Por qué a ella? —Ilse preguntó sin poder reprimir su molestia.
—Así lo decidí —sonrió, lo que la fastidió más—. En fin, es hora de irnos —tomó a Amelie de la cintura como si fuera lo más normal para él y subieron al auto.
Lo que no sabía es que cada gesto que hacía generaba mayor discordia entre su empleada favorita y aquella que llevaba trabajando con él más tiempo.
Con una mirada que podía asesinar a quien se atravesara, Ilse ingresó a la casa, no sin antes pasar por una expresión reprobatoria de Geraldine, que poco a poco empezaba a comprender a qué se debía ese arisco y frío comportamiento.
Donyell prendió el auto y condujo hasta salir de la residencia. Durante la travesía no hubo mayor conversación, solo esos típicos silencios cómodos a los que tanto estaban acostumbrados.
Amelie miraba algún punto a través de la ventana. No necesitaba ser adivina para saber que a Ilse no le gustó para nada que Giorgian la eligiera como compañera. Es más, si podía ser más descriptiva, diría que un aura llena de odio emergía de su ser y ella era el principal objetivo.
No entendía a qué se debía ese sentimiento. Ella, en el tiempo que llevaba trabajando allí, no había cometido ningún error en sus labores y siempre procuraba llevarse bien con todos.
Quizá el hecho de no haber pasado por algo parecido antes no le permitía ser capaz de intuir que la respuesta a esos cuestionamientos estaba sentada al lado suyo, repiqueteando con sus dedos sobre su pierna una canción de Scorpions.
Cuando vio en la carretera el letrero Bienvenidos a París, dejó atrás todos sus pensamientos y recordó con cariño a sus excompañeros de trabajo. Esperaba que se encontraran bien y, principalmente, que Admir ya se le haya confesado a Yukio.
"Ojalá pueda escaparme un rato para verlos, aprovechando que estoy aquí".
Los recuerdos de los bonitos momentos que pasaron se atiborraron en su mente, y cuando se dio cuenta ya se encontraba al frente de un enorme edificio que le pareció el más alto de cuantos lo rodeaban.
—Llegamos —reaccionó con la dulce voz de Giorgian.
Sin decir nada se bajó del auto y no pudo evitar mirar sorprendida hacia arriba, a cada piso que se alzaba en esa lujosa y moderna construcción.
—Es enorme... —comentó en un susurro inconscientemente.
—Y adentro lo es más. Vamos —la tomó de la mano como en muchas otras ocasiones y entraron.
Se dejó guiar por el artista, repitiendo breves y tímidos saludos cuando él saludaba a cuanta gente apareció por los pasillos y salas. Muchas de las personas la miraron con curiosidad, cosa que la puso un tanto nerviosa.
Subieron al quinto piso y ella pudo admirar la magnífica decoración y los acabados a su alrededor, así como a las y los modelos yendo de un lado a otro con vestimentas de ensueño.
Su rostro se iluminó. Con que eso era una agencia de modelaje...
Ambos se detuvieron frente a una puerta al fondo del pasillo, y antes de que Giorgian posara su mano en el pomo, esta se abrió, dejando ver a un personaje que sonrió al encontrarlo.
—¡Llegaste, querido! Justo estaba pensando en ti. Es más, creo que te invoqué —soltó una risita y luego se fijó en quien lo acompañaba. Ladeó la cabeza—. ¿Y esta jovencita?
—Me va a acompañar durante la sesión.
—Mucho gusto. Soy Amelie —estiró la mano para saludar.
—Encantado de conocerte —ignoró el anterior gesto y se acercó para saludarla con dos besos en las mejillas, dejándola sorprendida—. Mi nombre es Kerim y soy quien hace brillar a la estrella —se refirió a Giorgian.
Amelie no podía creer lo que había escuchado. ¿Entonces quien estaba en su delante era el famoso diseñador Kerim Ihattaren? ¿Uno de los mejores de Europa y del mundo?
Era más increíble en persona, y se sentía muy afortunada por poder conocerlo.
Seguramente su cara ha de haber mostrado una expresión graciosa ya que Kerim volvió a reír e hizo gestos con las manos.
—L-Lo siento...
—No te preocupes. He visto esa reacción en muchas otras personas al conocerme por primera vez. Y créeme, ya estoy acostumbrado.
Ese tono tan vivaz hizo que sus preocupaciones desaparecieran. Era simplemente maravilloso poder hablar con él.
—Bueno, ¿qué esperan? Pasen —los invitó.
Amelie entró primero y Giorgian después, pero este fue detenido un momento por el diseñador.
—Ahora que lo pienso, ¿dónde está Leander?
—No pudo venir. Por eso traje a Amelie.
—Ohh —no pudo evitar lanzarle una mirada pícara—. Ella debe ser especial para ti, ¿no? Es muy raro que vengas acompañado de alguien que no sea tu representante.
Así era Kerim Ihattaren: sincero, quien no tenía pelos en la lengua para manifestar su opinión respecto a algo que le llamaba la atención.
Todos los que lo conocían sabían de su carácter destacable, y por ello lo respetaban, admiraban y querían.
Giorgian no pudo reprimir una sonrisa ante el comentario.
—Sí, es especial. Y no hay nadie como ella —vio su silueta caminar, tratando de evitar el concurrido movimiento del lugar.
—Te me pusiste romántico. Para, creo que me voy a empalagar.
El modelo negó divertido con la cabeza y se acercó a Amelie. Esta seguía mirando curiosa los accesorios y a las personas encargadas de los distintos arreglos.
—Es mejor si te quedas... aquí —la movió hasta dejarla cerca del escenario principal, junto a los camarógrafos y reflectores—. Ya vuelvo —se alejó hacia los camerinos y en dos minutos salió de los mismos con una vestimenta diferente.
—Bueno, la estrella ya está aquí, así que comencemos —habló Kerim aplaudiendo.
Amelie vio ingresar a Giorgian a aquel espacio reducido, y se quedó atónita al notar cómo su expresión cambiaba a una de total concentración.
Se asemejaba mucho a la que mostraba cuando tocaba el piano.
El clic característico de las cámaras le indicaron el inicio de la sesión. Puso total atención en las poses que él hacía, ya sea de pie o sentado en un banco alto.
Esa faceta, mezcla de concentración y relajación, la cautivó al instante. Nunca imaginó que su actuación frente a las cámaras fuera tan diferente a su habitual.
No le fue difícil intuir cuánto disfrutaba él de hacer eso, sin un ápice de nerviosismo, sin nada que lo pudiera distraer.
—Wow... —musitó de manera apenas audible.
Estaba tan absorta mirándolo que no se percató hasta un tiempo después de que alguien se le acercó.
—Vaya, ¿y quién es esta bella señorita? —le preguntó una joven, analizándola de pies a cabeza sin un ápice de discreción.
—... Soy una invitada de Giorgian —respondió algo tímida.
La joven, que era un par de centímetros más baja que ella, de tez morena y cabello ondulado azabache, dio varias vueltas a su alrededor.
—Tranquilamente podrías ser una modelo —comentó más para sí, pero Amelie alcanzó a escucharla—. Ya sé. ¿Qué te parece si te maquillo un poco mientras esperas a que Giorgian termine su sesión?
—¿Eh? No creo que deba hacerlo...
—Ay, vamos. Nadie te va a decir nada, y si lo intenta se las verá conmigo —hizo un gesto amenazante—. ¿Aceptas? Di que sí, por favor.
Amelie se dejó llevar por el brillo anhelante de sus ojos, y aceptó antes de darse cuenta.
—¡Qué bien! —dio un leve brinco de alegría—. Ven por aquí —la tomó de la mano y la condujo a uno de los camerinos. Acercó una silla para que se sentara—. No sé por qué, pero estoy muy emocionada —buscó en los cajones hasta encontrar una caja repleta de todo tipo de maquillaje.
Amelie miró a su alrededor. Nunca antes había estado en un lugar así.
Era normal sentirse un poco nerviosa, pero ese nerviosismo aumentó al ver cómo la chica rebuscaba y sacaba muchas cosas de aquella caja que consideró exageradamente grande.
—Vas a quedar como una diosa; tenlo por seguro —la joven empezó con su trabajo.
Por un momento, Amelie se arrepintió de haber aceptado la invitación, pues no estaba acostumbrada a maquillarse (es más, esa era la primera vez que lo hacía), pero al ver la expresión de la muchacha tan concentrada dudó en romperle las ilusiones.
—Tienes unas pestañas muy lindas —mencionó mientras las elevaba y pintaba con rimel—. Es muy inusual trabajar con joyas así.
Amelie se sorprendió con el halago. Ella nunca se fijaba en esos detalles; simplemente le bastaba tener el rostro limpio.
—Gracias.
—Debes ser muy especial para Giorgian —habló de repente, cambiando de tema.
—¿Por qué lo dices?
—Él no suele traer a otras personas a sus sesiones. Por lo general solo viene con Leander —tomó el delineador negro y lo destapó, contorneando enseguida sus ojos—. No lo creí cuando dijiste que eras su invitada —rió bajito—. Al parecer le robaste el corazón a la Estrella de Versalles.
Amelie no dijo nada. Repasó nuevamente las palabras de la chica en su mente y no pudo evitar sorprenderse por ser la primera en verlo en su trabajo.
Pensar que de verdad ella era especial, de alguna forma, la hacía sentir muy feliz.
Luego de algunos minutos de labor sin descanso, la joven terminó y, al pedirle que abriera los ojos, se quedó pasmada.
—No puedo creerlo —musitó y enseguida sonrió—. Estás... estás...
Amelie pensó que había pasado algo malo y se asustó, pero antes de que pudiera preguntar, la joven giró la silla, poniéndola de frente a los grandes espejos. En cuanto se miró, no supo qué decir. Estaba completamente diferente, sacada de algún lugar que no conocía.
¿De verdad era ella? ¿O solo un sueño?
—¿Qué te parece?
—... Creo que pusieron a alguien más en el espejo —tardó en responder.
La joven soltó una risita que pronto se transformó en carcajada.
—Esa fue una ocurrencia muy buena —se limpió una lágrima imaginaria—. Querida, aquella en el reflejo eres tú, nadie más.
Movió su rostro lentamente de un lado a otro. En efecto, no era un sueño.
—Me veo...
—Espectacular, ¡lo sé! —completó la frase emocionada y la abrazó por el cuello.
Amelie se sobresaltó un poco ante aquello. ¿Esa chica era así de animada con cualquier persona?
—Oh, por cierto, querida, ¿cuál es tu nombre?
—Me llamo Amelie.
—¡Qué lindo! —se separó de ella—. Perdón por no haberme presentado antes. Mi nombre es Bryony.
—Es un gusto —sonrió, tratando de ajustarse a su efusividad.
—Debo llevarte donde está Kerim. Tiene que verte.
Ni bien terminó de decir eso, la tomó de la mano y se la llevó casi a rastras fuera de los camerinos, sin dejarla reprochar siquiera.
Giorgian había terminado su sesión, pero cuando buscó a su invitada con la mirada no la encontró.
—¿Has visto a Amelie? —se acercó a Kerim.
—Estaba cerca la última vez que la vi.
—¡Kerim! —la voz chillona de la estilista se acercaba a paso apresurado donde estaban ellos.
—¿Qué sucede, Bryony?
—Mira lo que hice mientras no veías —con una sonrisa de oreja a oreja mostró su más reciente creación.
Amelie tenía la cabeza gacha, por lo que ni Kerim ni Giorgian lograban observarla bien.
—¿Y esta criatura? —preguntó el diseñador.
—No era necesario que me trajeras aquí —le dijo Amelie a la joven con la vista todavía clavada en el suelo.
—¿Entonces quién le daría el visto bueno a mi obra de arte? Querida, no seas tan tímida.
Ante aquella voz, que conocía muy bien, Giorgian parpadeó un par de veces y frunció el ceño.
—... ¿Amelie? —preguntó para cerciorarse de que era ella y no un espejismo.
La aludida alzó a verlo lentamente, y cuando sus orbes se encontraron, sintió como si hubiese dejado de respirar al vislumbrarla mejor.
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