Capítulo VIII
Luego de haber salido del hotel, Giorgian y Leander se subieron al auto aparcado al frente y el chofer emprendió el trayecto rumbo al edificio Ihattaren París, lugar donde Giorgian trabajaba.
Durante todo el corto camino, Leander notó cómo su representado y mejor amigo estaba más callado de lo usual. Generalmente siempre conversaban sobre la agenda del día, los proyectos futuros o cualquier otra trivialidad que se les ocurriera, pero en esta ocasión su mutismo lo desconcertó.
Sentía mucha curiosidad por saber en qué mundo andaban sus pensamientos, pero decidió esperar al momento oportuno para hablar de ello.
Llegaron al estacionamiento subterráneo y se bajaron del móvil para luego dirigirse al ascensor. Subieron al mismo y este los llevó al quinto piso.
El pasillo principal estaba repleto de personas que iban y venían, pasando de un salón a otro como era costumbre. Algunos modelos los saludaron brevemente mientras caminaban al set de fotografías ubicado al fondo.
—Por el amor de Dios, Giorgian. Llegas cinco minutos tarde —le reprochó Kerim ni bien puso un pie en el lugar. No era de su agrado la impuntualidad.
—Me disculpo por eso —hizo una corta reverencia—. Pero ya estoy aquí, así que comencemos.
Kerim alzó una ceja en señal de asombro y lo vio marcharse hacia el cuerpo de estilistas y maquilladores. Era la primera vez que actuaba con tanto formalismo hacia su persona por una mera disculpa.
"¿Acaso se golpeó la cabeza?".
Miró a Leander y supo que él también estaba igual de extrañado.
—¿Pasó algo con Giorgian?
—Eso es lo que quiero averiguar.
La sesión fotográfica del día consistía en un nuevo lanzamiento para la época de verano. Los conjuntos eran muy variados, con un estilo muy llamativo y marcando las nuevas tendencias que día a día se remodelaban.
Las cuatro chicas que trabajaban con Kerim ya habían pasado por la vestimenta femenina. Solo faltaba Giorgian para completar la masculina.
Aunque se mostró bastante distraído saliendo del hotel y demasiado cortés al llegar tarde, su desempeño durante la sesión fue el mismo de siempre, e incluso se mostró mucho más afanoso y concentrado en cada movimiento frente a la cámara y con las distintas prendas que vestía.
Por supuesto, tal actitud no pasó desapercibida por Kerim ni Leander.
Cuando finalizó, Kerim revisó cuidadosamente las fotos, comprobando en definitiva que estaban perfectas, más de lo normal.
—Qué maravilla —comentó.
—Solo hice mi trabajo —dijo Giorgian sin más.
—A un nivel superior —le lanzó una mirada llena de interrogantes.
—¿Algún problema?
—El que debería preguntarlo soy yo. Verte así de animado es muy raro.
—Bueno, desperté de muy buen humor hoy —se encogió de hombros.
—Ajá... —su sexto sentido le decía que le estaba ocultando algo—. Estoy seguro de que una persona te tiene así.
Giorgian soltó una risita y tomó un poco de agua.
—Puede ser.
—Vaya. Vas a hacer que me den celos —sonrió juguetón.
—No tienes que preocuparte de nada. Solo fue un encuentro fortuito.
—Y lo suficientemente intenso como para tenerte así de contento.
—Tienes razón.
—Bingo —chasqueó los dedos y una de las estilistas lo llamó—. Terminamos contigo por hoy. Puedes irte.
—Gracias.
Se despidieron y Giorgian se encaminó a la puerta de salida donde le aguardaba Leander. No disimuló su alegría y ambos abandonaron la sala, pasando una vez más por el trajín del pasillo principal.
Ya en el subsuelo, volvieron al auto donde el chofer los esperaba. Por propuesta de Leander, se dirigieron a un café en las afueras de Versalles, uno de los más famosos por su gastronomía nacional e internacional.
—Me sorprende tu invitación, Leander —habló Giorgian luego de sentarse en una mesa—. ¿Algún motivo en especial?
—Creo que ya deberías saberlo. Desde lejos se nota lo feliz que estás.
—Yo siempre estoy feliz.
—Pero no a tal magnitud. Te conozco; hay alguna razón muy fuerte, lo sé —llegó una mesera y les entregó el menú. Luego de revisarlos y ordenar, la chica reconoció a Giorgian y este le sonrió, cosa que la dejó sin habla e hizo que se alejara presurosa—. Y no soy el único que se dio cuenta.
Una de las cosas que más admiraba era la capacidad de Leander de leerlo con tanta facilidad. En los años que llevaban trabajando juntos aprendieron mucho el uno del otro, tanto que con simples gestos intuían que algo sucedía.
Era una conexión mucho más fuerte que la que tenía con su hermano, Damian.
—Definitivamente no puedo ocultarte nada, ni a Kerim —negó divertido—. Está bien, te lo diré: mi reciente felicidad se debe a una persona.
—Ohh... ¿volviste a tus viejas andanzas, acaso?
—No. De hecho, no fue premeditado. No sé cómo explicarlo —miró unos segundos a la ventana de su izquierda, recordando—. Creo que el destino tuvo algo que ver.
—¿Destino? —Leander no pudo evitar reír—. Es extraño que hables de eso.
—Lo sé, pero no tengo otra manera de decirlo —jugó con la servilleta—. Ella es muy distinta a las demás. La primera vez que la conocí fue como una chispa, pero lo que más me atrae es su inocencia y esos ojos que dejan ver la pureza de su alma.
Leander no daba crédito a lo que escuchaba. ¿Chispa? ¿Pureza del alma? ¿Desde cuándo Giorgian arreglaba de una forma tan artística las palabras para referirse a alguien?
Eso sí que era asombroso, y desconcertante al mismo tiempo.
—Hablas como todo un poeta.
—Quizá me convierta en uno y ella sea mi musa —sonrió y cerró los ojos—. Es increíble. Hemos coincidido en tres ocasiones.
—¿Tres?
—Sí. En la planta baja del hotel, en el bar-discoteca y en la habitación del hotel nuevamente.
Leander pareció entender a qué iba todo eso y comenzó a atar cabos, poniendo especial atención a la mención del bar-discoteca y la habitación.
Mientras pensaba, llegaron sus órdenes: dos mocaccinos y tarta de limón.
—¿Entonces esa escapada nocturna tuvo que ver con eso?
—Se podría decir que sí.
No requirió de mayores explicaciones. Ya intuía lo que sucedió en los camerinos.
"Este hombre...".
De pronto, una idea más llegó fugaz a su mente.
—No me digas que es la chica que salió de tu habitación en la mañana —era más una afirmación que una pregunta.
—Deberías ser detective. Se te da muy bien deducir cosas.
Sí, eso explicaba por qué ella salió sin alzar a ver y tenía sus mejillas sonrojadas.
—Creo que ahora entiendo tu concepto de destino, aunque bien podría ser una coincidencia más.
—También pensé en esa posibilidad.
—Solo espero que no cometas ninguna locura.
—¿Locura?
—Sí, como quedarte a vivir en el hotel para verla siempre o algo por el estilo. Después de todo, contigo nunca se sabe.
Giorgian, quien tomaba de su bebida humeante, permaneció pensativo. Antes ya se había resignado al hecho de no verla más, pero ahora era diferente; sabía dónde encontrarla y así saciar esa nueva y extraña necesidad naciente de tenerla cerca.
Recordó las últimas palabras de Leander. Quizá llegar a esos extremos no era lo más adecuado, pero si hubiera otra manera...
Entre tantas cavilaciones, surgió en su mente una idea que lo resolvería todo. Y sus ojos brillaron, cosa que Leander notó y frunció el ceño.
"Seguro ya se le ocurrió algo".
***
Habían pasado cuatro horas cuando, en el hotel, Amelie y sus compañeros se reunieron en la sala de descanso para almorzar.
Los chefs les habían dado el lujo de prepararles algo realmente extraordinario.
—¿Y entonces? —empezó Tessy—. ¿Qué te pareció la sorpresa? —se dirigió a Amelie
—¿Cuál sorpresa?
—No finjas que no te acuerdas. Sabes bien a qué me refiero: el personaje de la habitación.
Amelie no tardó en refrescar su memoria.
—Ah... sí. Giorgian Maignan.
—¿Qué opinas de él? —preguntó Agnel.
—Pues, la verdad, recién me enteré de su existencia —habló parte verdad y parte mentira. Verdad por el descubrimiento de su nombre, y mentira porque habían coincidido antes, mucho antes.
—¿Cómo? ¡Pero si es super famoso! —exclamó Yukio—. Su rostro está en todos lados.
—Yo no lo he visto...
—¿En qué clase de mundo vives, querida? —dijo Tessy, todavía sorprendida—. Es muy raro que una joven como tú no lo conociera antes.
"Si supieras...".
—Bueno, una vez lo vi, pero no sabía que era él —su boca terminó hablando de más.
—Ok. Ahora que sabes quién es, ¿qué piensas al respecto?
Todos la miraban con ojos cargados de curiosidad. La verdad no tenía idea de por qué estaban tan interesados en saber su opinión.
"¿Será que...? No, no, es muy poco probable".
—Eh... lo que puedo decir es que es muy amable y caballeroso —habló con franqueza, sin dejar lugar a dudas porque esa fue y sigue siendo la impresión que tiene de él.
Sin querer sonrió apenas, gesto mínimo que no pasó desapercibido.
Entre todos intercambiaron una fugaz mirada.
—Ohh... —el todo pícaro de Agnel le dijo que se había pasado en detalles—. Para no conocerlo hablaste con mucha seguridad, como si hubieran convivido desde antes.
—¿Qué? No...
—¿Entonces vas a decir que esa sonrisita tuya fue por nada? —recalcó Tessy.
Amelie se sintió atrapada. Era increíble cómo notaba hasta el más minúsculo movimiento que hacía.
Tenía que desviar el tema cuanto antes.
—¿Y tú, Yukio? Supongo que lo conoces también. ¿Qué opinas? —preguntó aleatoriamente, haciendo que parte de la atención se fuera a ella.
—¿Yo? —asintió y esta se encogió levemente de hombros—. Admito que es guapo, pero no es mi tipo.
—¿Y cuál sería tu tipo entonces?
—Pues...
Se enzarzaron en una larga charla acerca de sus intereses y comparaciones con otros personajes que pasaron por el hotel. Las bromas no se hicieron esperar y, gracias a ello, Amelie pudo respirar aliviada, cosa que solo Admir notó.
Volvieron a su jornada normal de un lado para otro con la llegada de una banda de rock alemana. Yukio no desaprovechó la oportunidad y se tomó varias fotos, agregándolas a su álbum de experiencias con personajes famosos.
Su turno terminó y cada quien se retiró a sus hogares. Amelie saludó con el guardia del edificio, subió a su piso y ni bien entró al departamento se sacó los zapatos y corrió a darse una ducha. Las gotas calientes la ayudaron a relajarse y a olvidarse por un momento lo ajetreado y loco de ese día.
Ya a las nueve de la noche apagó todas las luces y se acurrucó en su cama, sin saber que pronto le darían una sorpresa.
Una sorpresa que no olvidaría jamás.
.
.
.
—¿Qué? —no podía creer lo que acababa de escuchar.
Cuando llegó a trabajar un viernes, el gerente del hotel la saludó y le pidió que lo acompañara para conversar a solas. En un principio no entendió la razón e intentó consultar con la mirada a la recepcionista, pero ella no supo darle mayor explicación, solo una mirada que le dio mala espina.
En uno de los corredores del segundo piso, y ante su atenta mirada, el gerente fue directo al grano, dejándola completamente perpleja.
—Eso mismo. Ya no trabajarás más aquí.
—P-Pero... —por primera vez tuvo miedo—. Yo no he hecho nada malo...
No comprendía en lo absoluto aquella drástica decisión. Había sido muy atenta y cumplida con su trabajo y nunca dio problemas. ¿Qué motivos entonces tenía para despedirla?
Entre el remolino de ideas que inundaba su mente, una de ellas le hizo caer en cuenta de cierto detalle.
"¿Se habrá enterado de lo que pasó en la habitación de Giorgian?".
Era una posibilidad que la aterraba sobremanera. No había forma ya que, de lo que tenía conocimiento, las cámaras de seguridad se ubicaban específicamente en la entrada del hotel, la recepción y los pasillos.
Aun así, no podía quitarse esa condenada idea de la cabeza.
Al notar esos ojos sorprendidos y asustados, el gerente supo que no había elegido las palabras correctas.
—Disculpa, me expresé mal —hizo una pausa—. No es que hayas cometido algún error; de hecho, tu desempeño ha sido excelente en estos meses.
Amelie lo miró confundida.
—A lo que me refiero es que no trabajarás más aquí porque otra persona te contrató.
Con tales palabras pudo sentirse más tranquila, pero al mismo tiempo le resultó peculiar y extraño.
—¿A mí? ¿Quién?
—Yo.
La voz proveniente de un costado hizo que volteara a ver, quedándose el shock al reconocer a su dueño.
"Esto no puede estar pasando...".
En un principio creyó que todo era un mal sueño y que su cabeza le estaba jugando una mala pasada, pero la figura nítida a su delante y esa encantadora sonrisa le confirmaron que de verdad era real.
Al parecer, la Providencia se divertía al juntarlos y ver sus reacciones.
—¿No vas a decir nada? —preguntó Giorgian ante su falta de palabras.
El gerente también esperaba alguna reacción de su parte, y le pareció fuera de lo común ya que, siendo cualquier otra chica, habría festejado a lo alto poder trabajar con una celebridad.
Todo apuntaba a que Amelie era una singular excepción.
—Creo... —espabiló luego de un largo silencio—. Creo que escogió a la persona equivocada.
Quiso agregar algo más, pero esa presencia le arrebató todo el discurso que tenía en mente.
Giorgian soltó una risita ante su declaración.
—Yo siempre hago las elecciones correctas, querida.
No sabía por qué, pero esas simples palabras le produjeron un cosquilleo en todo el cuerpo.
—Bueno, Amelie —intervino el gerente—. Es hora de que te despidas de tus compañeros.
—¿Eh?
—Así es. A partir de hoy trabajarás en mi casa —le dijo el modelo.
"¿Qué? ¿Tan pronto?". Ni siquiera le había dado tiempo para tan siquiera considerarlo.
Quiso reprochar, pero al ver una vez más esa sonrisa angelical le fue imposible decir que no.
Soltó un largo suspiro y se marchó del lugar junto al gerente. Tenía un centenar de preguntas por hacer, pero luego se encargaría de buscar respuestas para cada una.
Giorgian vio su silueta desvanecerse tras la puerta y volvió a reír discretamente.
Consiguió su objetivo, aunque fue más fácil de lo que esperaba.
El gerente reunió brevemente a sus trabajadores y les comentó de forma rápida lo acontecido con Amelie. Muchos de ellos dieron a notar su sorpresa y la felicitaron, pero pronto la nostalgia se hizo presente, ya que se había ganado un espacio en su corazón.
—¡Waah! Nuestra hermanita se nos va —exclamó Yukio en un tono exagerado, más que nada para ocultar la tristeza.
Amelie se enterneció al escuchar ese cariñoso calificativo. A pesar del corto tiempo que convivió con ellos llegó a apreciarlos mucho, como si fueran su otra familia.
—Basta. Vas a hacerla llorar —dijo Tessy.
—Cuídate mucho, Ams —le dijo Keylor—. No dejes que nadie te quite esa personalidad única que tienes.
Uno a uno se fue despidiendo, recibiendo buenos y conmovedores deseos. Cuando llegó donde Admir, le dio un fuerte abrazo.
—Nos vemos luego.
—Eso espero. Y para cuando eso suceda quiero verlos juntos —le susurró y miró de reojo a Yukio, quien hacía lo posible para no derramar lágrimas.
—Lo prometo.
Se separaron y, antes de salir de la sala de descanso, Agnel se le acercó.
—Sería más fácil mantener el contacto si tuvieras celular, pero hasta mientras esto es un recuerdo —le tendió una foto, más específicamente la que se tomaron aquella vez en el bar-discoteca.
No pudo evitar que sus ojos se cristalizaran.
—Gracias. La guardaré como un tesoro.
Se despidió de igual forma del gerente y la recepcionista y salió hacia la sala de espera donde Giorgian la esperaba. Yukio y los demás la siguieron y, antes de abandonar el hotel, se volteó y le dio el último adiós.
Aunque hizo el intento, le dolió mucho dejarlos atrás. Se había acostumbrado tanto a su carácter y jovialidad que le costaría adaptarse a su ausencia.
Todo fue tan rápido y repentino...
Giorgian la guio a la puerta del auto y la abrió para que entrara. Así lo hizo y, estando dentro, el chofer la saludó cortésmente. Antes de que le pudiera preguntar al artista acerca de esa decisión de contratarla, él se adelantó.
—¿Dónde vives?
—... ¿Para qué quiere saber? —preguntó con cautela.
—Sencillo. Debemos ir a retirar tus cosas.
—¿Ah?
—Vendrás a vivir y a trabajar en mi casa.
Amelie se quedó perpleja. No imaginó que se tendría que mudar.
Si de por sí la idea de convivir más la asustó, viviendo bajo el mismo techo...
¿Por qué, mientras más quería alejarse, más involucrados terminaban?
—Eso no fue lo que mencionó en el hotel.
—Bueno, debiste suponerlo —se encogió de hombros—. ¿Entonces?
Debatió en su interior sobre si responder o no, pero a la final lo hizo. Dio los detalles de la dirección y Giorgian le ordenó al chofer que los llevara al lugar que se encontraba a unas pocas cuadras.
La mudanza no tardó mucho tiempo. Amelie guardó sus cosas en un par de maletas y, mientras Giorgian las llevaba al auto, le comunicó a la dueña sobre tan repentina decisión. Como era de esperarse, estaba muy sorprendida, pero entendió sus razones y aceptó de buena gana las llaves.
Amelie miró por última vez el que fue por unos meses su departamento y bajó al primer piso caminando pacientemente. Era increíble cómo, en unas cuántas horas, su vida dio un giro radical.
Pero lo que más le intrigaba era el hecho de haber aceptado la oferta de Giorgian sin mayor inconveniente. Eso contradecía completamente sus intenciones de mantener distancia (e inclusive no verlo más).
Alguna fuerza (de eso estaba segura) la hacía actuar de esa forma que no comprendía del todo.
Llegó a la planta baja, se despidió del guardia y retornó al auto. No hubo preguntas por parte de Giorgian, simplemente permanecieron en silencio mientras eran llevados a Versalles.
Durante la travesía, miró por la ventana las diferentes estructuras y edificaciones. Estaba realmente encantada por poder conocer esa parte de su país tan llena de color e historia.
Claro, no eran las circunstancias que hubiera imaginado, pero de todas formas lo disfrutó.
Luego de veinte minutos ingresaron al centro de la ciudad y, desviándose por una calle hacia el oeste, llegaron a su destino. Las puertas de metal se abrieron automáticamente y el auto continuó su trayecto hasta llegar a las puertas de la casa.
Amelie observó a su alrededor con la impresión marcada en sus ojos. Estaba tan embelesada que no fue sino hasta algunos minutos después que se percató que Giorgian la invitaba a salir del vehículo. Con un poco de torpeza hizo caso y se quedó boquiabierta al vislumbrar mejor la mansión que tenía delante.
Nunca en su vida había visto algo tan grande.
—Vamos —Giorgian no escatimó en tomarla de la mano y llevarla hasta el porche que se encontraba subiendo unas cuantas gradas.
—Es... inmenso —comentó tras recuperarse.
—¿De verdad lo crees? —su expresión desconcertada le pareció muy tierna y graciosa—. Pues para mí es bastante normal.
"¿Normal?", frunció el ceño. "Me pregunto qué es lo que considera como normal".
—Bien —se plantó frente a la puerta y puso su mano en el pomo—. Bienvenida, ensoleillée —dejó que la entrada se abriera.
Amelie respiró profundo y cerró los ojos. Ese sería, sin duda, el mayor desafío de su vida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro