Capítulo VII
—¿Eh? —dijo Dafne sin entender.
Por pura inercia, y gracias a una fuerza divina llegada de algún lado, Amelie giró sobre sus talones y empezó a caminar; primero lento, luego rápido hasta llegar a su habitación y tirarse boca abajo en la cama, dejando atrás a su hermana en un absoluto estado de confusión.
—No puedo creerlo... ¿De verdad...?
Y no era para menos, considerando el gran descubrimiento que acababa de hacer por pura casualidad y que la tenía estupefacta, con sus pensamientos envueltos en un verdadero lío.
—¿Amy? —llegó Dafne poco después, un poco preocupada—. ¿Estás bien?
—Ese chico... es él, el del bar...
—¿Qué cosa?
Pronto reparó en lo que había dicho y se mordió la lengua. Las palabras salieron de su boca sin permiso, haciendo alusión justo al tema que no quería abordar.
—Me estás asustando... —su hermana habló con cuidado y se sentó al filo de la cama—. ¿De qué chico del bar hablas?
—... No —se levantó lentamente hasta sentarse frente a ella y se sobó la frente—. Creo que confundí a aquel muchacho de la entrevista con alguien más.
—¿Te refieres al del poema?
—... Sí.
Dafne suspiró: —Por un momento pensé que te ibas a desmayar. Estaba a segundos de llamar a una ambulancia.
—No te preocupes. Estoy bien. Solo fue una reacción... de sorpresa y desconcierto.
—Algo muy inusual en ti si me lo preguntas —dijo lo que pensaba—. Bueno, ha sido un momento extraño que casi me provoca un ataque, pero mejor dejémoslo atrás y por ahora descansa. Creo que el trabajo te está afectando.
—Puede ser...
—Me quedaré en la sala. Cualquier cosa no dudes en llamarme —se levantó y abandonó el lugar.
Con la habitación en soledad, Amelie se desplomó una vez más en la cama mientras reflexionaba. Quería creer que ese chico (de quien recién se enteró el nombre) y el del hotel y bar no eran la misma persona, que podría ser alguna clase de gemelo o algo por el estilo, pero su mirada, su sonrisa, esos hermosos orbes, eran exactamente los mismos.
—Giorgian...
Nunca imaginó que fuera alguien famoso. Hasta su hermana lo conocía.
Y hablando de ella... no podía creer que estuvo a punto de revelar lo que sucedió esa noche en el bar. Afortunadamente algo de raciocinio la frenó a tiempo. No quería meterla en esa clase de asuntos, ya que todavía la consideraba una niña inocente.
Tanteó con su mano derecha, tomó una almohada y la abrazó con fuerza, recordando cada detalle de su escapada nocturna, quizá la mejor de todas.
Giorgian. La persona que le quitó la virginidad y la hizo tocar el cielo. Modelo y músico, la sensación del momento...
La verdad, no sabía si sentirse halagada, ofendida o confundida.
—Por Dios, Fede, ¿qué fue lo que hice?
Cierto deje de arrepentimiento la invadió de un momento a otro, lo que hizo que el lío en su cabeza se volviera un caos completo.
Permaneció mirando al techo, en un intento por reordenar sus ideas y conseguir un poco de calma. Tras una larga reflexión, llegó a varias conclusiones y mencionó algo que contradijo completamente todo lo que alguna vez deseó.
—Espero no volver a verlo.
Pero el destino, juguetón y pícaro como siempre, le tenía otros planes.
***
Una nueva jornada de trabajo llegó.
Amelie se caracterizaba por siempre estar enfocada en sus deberes, por más que a veces Yukio saliera con algún tipo de broma. Pero ese día su mente andaba muy distraída, sin poder quitarse del todo aquel descubrimiento reciente.
En el cuarto de sábanas, Tessy no había pasado desapercibida su falta de atención, por lo que no demoró en ser abordada.
—Tierra llamando a Amelie, Tierra llamando a Amelie —agitó su mano al frente de ella—. ¿Escuchas?
—Perdón... —reaccionó luego de un rato—. ¿Decías algo?
Tessy suspiró: —¿Ya regresaste de la Luna?
—Eh... sí, supongo.
—¿Hay algo que te preocupa? No es normal verte así.
—... Bueno —no sabía si comentarle al respecto, pero al final decidió hacerlo aunque no de forma directa—. ¿Qué harías si descubrieras que una persona no es lo que pensabas? O, mejor dicho, ¿es mucho más?
—¿Te refieres al chico que conociste?
Asintió levemente.
—Eso depende —se encogió de hombros—. Depende de si es algo bueno o malo —se acercó a un anaquel y tomó un conjunto de sábanas limpias—. En el caso de que fuera lo último, deberías olvidarte de él.
—No es nada de eso. De hecho, es algo sorprendente... o al menos lo es para mí.
Tessy sonrió: —Querida, todavía eres joven. Tienes tanto por explorar —se le acercó y depositó las telas en sus manos—, pero, por el momento, es hora de trabajar.
—Tienes razón.
—Ve a la habitación 404 y cambia las sábanas, por favor.
—Muy bien —dio media vuelta y salió del lugar.
—Ah, por cierto —Amelie se detuvo—, espero que reconozcas a la persona.
Antes de que pudiera preguntar a qué se refería, Tessy ya se hallaba camino al cuarto de lavado.
—Hum... —ladeó la cabeza—. ¿A quién se supone que debo reconocer?
Meditó por algunos segundos, pero le restó importancia y se dirigió al ascensor. Esperó a que este bajara, entró y seleccionó el botón 4. En un instante llegó al piso y caminó sin prisa hacia la habitación indicada. Tocó un par de veces la puerta, pero al no obtener respuesta, decidió abrirla lentamente.
—¿Disculpe? —asomó la cabeza, vio a ambos lados y entró al lugar. Creyó que no había nadie, pero al escuchar la ducha supo que estaba equivocada—. Ok —cerró la puerta—. Aprovecharé que está ocupado para cambiar esto rápido —habló bajito.
Quitó las cobijas que estaban desparramadas, las dejó en una silla cercana y se dispuso a realizar su labor. En un par de minutos dejó todo arreglado y dobló las sábanas para llevarlas a lavar.
Una ligera fragancia se escapó de las mismas, lo que llamó su atención.
—Qué rico perfume, aunque... se me hace un poco conocido.
Tan distraída estaba que no escuchó cuando la puerta del baño se abrió y salió la persona, encontrándola de espaldas.
—¿Buscas algo?
Aquella voz masculina la sacó de su trance.
—Solo vine a cambiar las sábanas señor... —volteó a ver y se encontró con unos ojos que no tardaron en mostrar sorpresa.
Boquiabierta, y con sus orbes a punto de salirse de su lugar, dio media vuelta. Eso era una jodida broma, debía serlo, pero para su mala suerte no ya que, aunque no quisiera, a escasos metros se encontraba la misma persona que no deseaba volver a ver. ¿Cómo era posible...?
"¿Solo estaba de pasada o era un cliente?", las palabras de Dafne llegaron a su mente. Por supuesto. ¿Cómo no pensó antes en esa posibilidad?
Y lo que le dijo Tessy, ¿acaso ella sabía algo relacionado a "esa noche"?
No, era imposible. Debió referirse a algo más.
"Que no me reconozca, que no me reconozca, que no me reconozca...", suplicó.
—Esto sí que es una gran sorpresa —soltó una risita—. No sabía que trabajabas aquí, ensoleillée.
"Demonios".
—N-No sé de qué habla.
—Oh, vamos. ¿Acaso ya olvidaste aquel momento que pasamos juntos?
No dijo nada, solo abrazó las sábanas.
¿Tenía que traer a colación precisamente el asunto que quería olvidar? Debió haber salido de ahí cuando tuvo oportunidad.
—¿Podrías voltearte? Quiero ver tu rostro.
Era muy consciente de que no debía hacerlo, pero su voz era como un hechizo hipnótico que la hacía actuar de forma contraria, por lo que, lentamente, reviró a ver, sin dejar de mostrar cierto recelo.
—Te queda muy bien el cabello en cola alta. Hace que resaltes más.
Ese halago fue algo que no vio venir, y gracias a ello no pudo decir lo que quería.
No fue sino hasta un par de minutos después que reparó en que solo traía puestos los pantalones, dejando su torso trabajado a la vista.
"Dios Santo...".
—La otra vez olvidé preguntarte tu nombre.
—Me llamo Amelie —su boca habló sin permiso.
—¿Amelie? —meditó y sonrió—. Es muy lindo.
—Tengo que irme —trató de escaparse hacia la puerta, pero Giorgian se interpuso, bloqueándole el paso.
—No, no, no —se acercó a ella—. ¿Qué te parece si conversamos un poco?
—Yo... debo volver al trabajo —dio unos pasos hacia atrás.
—No creo que una ausencia de diez minutos sea un problema —le quitó las sábanas y las puso sobre un mueble cercano.
—Pero señor...
—Olvida los formalismos. Nos conocemos, ¿no?
Amelie siguió retrocediendo hasta toparse con el filo de la cama. Perdió el equilibrio y, sin poder evitarlo, cayó de espaldas. Antes de que pudiera moverse, Giorgian ya la tenía aprisionada contra su cuerpo.
—¿No crees que es obra del destino que nos volvamos a ver? —le acarició despacio la mejilla.
Ella no respondió. Cualquier intento que hacía por hablar era bloqueado por su cercanía y su delicioso aroma.
"Di algo. Hazlo. Sal de aquí", gritaba la voz de la razón.
Pero su cuerpo no movió ni un solo músculo.
—No entiendo la razón de esos ojos asustados —habló suavemente—. No se parecen en nada a aquellos que disfrutaron mis caricias.
—... U-Usted dijo que quería conversar.
—Cambie de idea —inició un recorrido con sus dedos sobre su vientre hasta llegar a sus pechos, estremeciéndola—. No me he quitado de la mente aquel encuentro que tuvimos, así que ¿te gustaría repetirlo?
Amelie tragó saliva. La sensualidad de su voz desarmó todas sus defensas y provocó una cadena de reacciones en todo su cuerpo.
Joder, era imposible pensar con claridad cuando muy en el fondo su ser pedía que la hiciera suya como la última vez.
Y ese torso desnudo... Sentía unas inexplicables ganas de tocarlo y sentirlo.
Giorgian sonrió, acercó su rostro e inició un beso lento cargado de fuego y deseo. Amelie correspondió sin mayor esfuerzo, dejándose llevar por esas sensaciones que solo él podía desencadenar. Aprovechó para posar sus manos sobre sus abdominales y recorrerlos con cautela, en una cuidadosa y acalorada exploración.
Cuando el beso hubo tomado mayor intensidad, Giorgian abandonó sus labios para dirigirse a su cuello, zona sensible que la hizo suspirar.
—Giorgian... —un apenas perceptible susurro se escapó de su boca.
El aludido se detuvo un rato y soltó una risita.
—Así que ya sabes mi nombre —lamió el lóbulo de su oreja—. Eso facilita las cosas.
Volvió a besarla y movió su mano hacia los botones de su vestido. Comenzó a desabrocharlos con parsimonia, dispuesto a dejarse llevar, pero antes de terminar...
Toc, toc, toc. Unos golpes fuertes sonaron en la puerta, interrumpiéndolo.
Soltó un suspiro cargado de molestia.
—¿Quién es?
—¿Acaso olvidaste qué día es hoy? Ya debimos habernos ido a la agencia —era la voz de Leander.
Recordando el compromiso y, resignado, se levantó. Amelie recapacitó sobre lo que estaba a punto de suceder y de un brinco se puso de pie, abotonando su vestido y arreglando su cabello.
No podía creer que había cedido tan fácilmente. Su voluntad se desvanecía con el más mínimo toque y solo sucedía con él.
Era algo que no lograba comprender del todo.
—Amelie —el llamado la congeló mientras cogía las sábanas.
Giorgian se paró a su lado, haciendo que lo mirara.
—Me alegró haberte visto —tomó su mano con delicadeza—. Lástima que nos hayan interrumpido —le besó el dorso con la audacia de un caballero—. Para otra ocasión será —sonrió.
Amelie sintió cómo su corazón comenzaba a latir desenfrenado y sus mejillas se sonrojaban. Sacudió levemente la cabeza y se dirigió a la puerta. Al abrirla, notó a alguien parado, pero no alzó a ver.
—Con permiso —salió a toda prisa, empujando levemente a Leander. Este frunció el ceño y miró a Giorgian.
—Apuesto lo que sea a que asustaste a esa pobre chica.
—¿Me crees capaz de hacer eso? —fingió estar ofendido.
—Como si no te conociera —entornó los ojos y Giorgian rió.
—En fin. Dame un segundo y me visto.
—De acuerdo —cerró la puerta y recordó a la muchacha que acababa de salir—. Hum... se me hace que la he visto en otro lugar.
Sin proponérselo, Amelie bajó al primer piso por las escaleras. No dejaba de pensar en lo que pudo haber ocurrido allá arriba si no fuera por la valiosa interrupción de aquella persona.
"Fue un enviado de la Providencia. Definitivamente".
Continuó caminando a paso apresurado por el corredor, sin percatarse que alguien estaba delante suyo. No se dio cuenta hasta chocarse y retroceder un poco.
—Ay... —el pequeño golpe la hizo reaccionar.
—¿Amelie? —la voz conocida de Admir la llamó—. ¿Estás bien?
—... S-Sí. Lo siento, andaba con... la cabeza en las nubes. Es todo.
—Oye, estás muy roja —puso su mano en su frente—. ¿Acaso tienes fiebre?
Ella ladeó la cabeza y pronto recordó las razones de su estado.
—No —se apresuró a contestar—. Es solo la temperatura del ambiente —tomó grandes bocanadas de aire.
—Ok... —Admir no se tragó ese cuento, ya que el aire acondicionado estaba funcionando en todo el edificio, pero lo dejó pasar.
Sonó el timbre de llegada del ascensor y del mismo salieron Giorgian y Leander. Amelie miró de reojo y los vio salir del hotel. Sin poder reprimirlo, soltó un largo suspiro de alivio.
Por lo menos tendría algo de paz y tranquilidad, aunque no sabía exactamente cuánto duraría.
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