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Capítulo IV

Luego de descansar por algunas horas, Amelie despertó y miró el reloj que colgaba de la pared de su habitación para verificar la hora: 3:45 p.m.

—Vaya —estiró sus brazos y piernas—. Ya es bastante tarde.

Miró por unos segundos el techo y, recordando la conversación de la noche anterior, sonrió y de un brinco salió de la cama. Se dirigió a la cocina y preparó espagueti con verduras para almorzar (si es que se le podía llamar almuerzo todavía). Notó que sus despensas estaban vacías, por lo que, después de comer, se vistió y salió a comprar algunos víveres.

Volvió a su departamento una hora después con dos fundas y acomodó las compras en sus respectivos lugares. Nuevamente miró el reloj y corrió a cambiarse de ropa otra vez.

Antes de despedirse, había quedado con sus colegas que se reunirían en la casa de Yukio para ir juntos al bar-discoteca. Por recomendación de Agnel, escogió las prendas más bonitas y sencillas: jeans negros, blusa de tirantes color rosa pastel, chaqueta blanca y sandalias de plataforma.

No iba a ser una reunión con algún personaje de gran fama, por lo que procuró no exagerar en formalidades y sentirse cómoda.

Abandonó la estancia cerca de las 6:30 p.m. y caminó acompañada del sol que poco a poco se acercaba al horizonte a descansar y a dar paso a la luna. Le tomó veinte minutos llegar al punto de encuentro ubicado al suroriente de los Campos Elíseos. Era una casita de un solo piso con un pequeño jardín adornando la entrada.

Vislumbró un nido de colibríes en una de las ramas de un árbol y atravesó el jardín hasta encontrarse en el porche. Timbró y un par de segundos después la recibió Tessy.

Tanto ella como Agnel habían llegado hace quince minutos y le estaban ayudando a Yukio a elegir lo mejor de su clóset.

—¡Sí viniste! —la anfitriona, quien solo se encontraba con una bata encima, abrazó a Amelie.

—Di mi palabra, así que no podía fallarles.

—Es bueno escucharte decir eso —la miró de pies a cabeza—. Estás divina.

—Gracias. Y tú estás...

—En pleno proceso, lo sé —soltó una risita—. Espero poder contar con tu ayuda.

Por un largo rato, las mujeres se enfrascaron en un largo debate sobre qué atuendo llevaría Yukio. Amelie le aconsejó que no era necesario tanto lujo, pero ella no estaba muy convencida.

—Sentirse bien con uno mismo es lo primordial.

Finalmente optó por un enterizo negro de escote navío, zapatos de taco escarchados y joyería a juego. Conectó la secadora y dejó que el aire caliente jugara con su cabello.

—Creo que exageras en arreglarte tanto —dijo Amelie.

—No eres la única que me lo ha dicho.

—Así es. Nosotras también lo hemos hecho y nunca entiende —habló Tessy.

—Y ha sido así desde que era una adolescente —acotó Agnel cruzada de brazos.

—Hay cosas que no cambian —se peinó el cabello—. En especial cuando tienes razones.

—¿Como cuáles?

—Conocer gente, la persona que te gusta... Oh, cierto —reviró a ver a Amelie—, tú no has salido con alguien, ¿verdad?

—Solo una vez, pero fue hace mucho.

—Ya veo... —desconectó la secadora—. ¿Quién sabe? Tal vez en esta salida puedas encontrar a tu otra mitad.

No sabía por qué, pero a su mente llegó la imagen de aquellos ojos avellana del día anterior. Esa mirada tan penetrante y encantadora era una de las cosas más bonitas que había visto en su vida.

Y su sonrisa... Ese sencillo gesto hacía que su corazón vibrara en una sintonía nueva, con ciertos dejes de emoción contenida.

Era muy radical que un desconocido le hiciera sentir así.

Inconscientemente sonrió, llamando la atención de una de las chicas a su alrededor.

—¡Mira eso! —Agnel exclamó, haciéndola espabilar—. Ese es un claro gesto de una persona enamorada.

—... ¿Qué?

—No te hagas la inocente. Es más que obvio —saltó de la silla y se sentó cerca de ella—. ¿Quién es?

—Eh...

—¿Tiene que ver con esa supuesta "distracción" de ayer? —hizo las comillas en el aire.

—¿Cuál distracción? —Yukio sintió curiosidad y también se acercó.

—N-No... te equivocas —mintió. Esperaba que Agnel hubiera olvidado el tema, pero al parecer su memoria era mejor de lo que imaginaba.

—¿Entonces?

Todas la miraban sin pestañear. Sabía que no podía escaparse de ellas fácilmente, por lo que decidió contar la historia un tanto modificada.

—Ok. Sí, conocí a un chico.

—¿Dónde?

—... Cerca del hotel.

—¿Y cómo era?

—Simplemente hermoso —volvió a sonreír, pero enseguida el gesto se borró—. Pero fue un encuentro casual y algo accidental, así que dudo mucho que lo vuelva a encontrar.

—Oh —dijeron al unísono, lamentándolo.

Amelie se sintió más tranquila contando su historia. Era algo desafortunado, sin lugar a duda, pero no lo suficiente como para deprimirla por semanas.

—¿Segura no fue dentro del hotel?

—No...

—Bueno, solo lo mencionaba porque me pareció muy extraño que te quedaras viendo las escaleras —se encogió de hombros.

Amelie suspiró. Definitivamente a Agnel no se le escapaba nada.

Pero antes de responderle (y por obra y gracia de la Providencia), la llamada de Keylor las interrumpió. Junto a Admir estaba en la puerta y le pidió a Tessy que ya salieran. Las muchachas tomaron sus cosas y se dirigieron a la salida, dejando de lado el temita de aquel encuentro de Amelie.

"Gracias por sacarme del apuro", miró al techo y sonrió.

Yukio abrió la puerta y saludaron con sus compañeros, pero, uno de ellos en especial, se quedó sin habla al verla.

—¿Y bien? ¿Qué tal nos vemos? —preguntó Yukio modelando un poco.

Aunque la interrogante se refería a todas en el grupo, para Admir fue como si solo ella existiera frente a sus ojos.

—Estás muy herm...

—Maravillosas —Keylor habló primero, quedándose la frase flotando en el aire—. Es hora de irnos.

Yukio asintió y echó seguro a su casa antes de emprender el camino hacia su destino. Comenzaron a andar y Admir les siguió el paso desde atrás. Amelie, quien no pasó desapercibido su estado al ver a Yukio, decidió acompañarlo.

—¿Estás bien? —preguntó bajito ante su expresión afligida.

—... Sí. ¿Por qué lo dices?

—Noté tu reacción cuando viste a Yukio. Querías hacerle un cumplido, ¿no?

Admir se sorprendió por su perspicacia y la miró.

—¿Cómo lo supiste?

—Creo que eres bastante obvio. Además, no es la primera vez; he descubierto algunas miradas tuyas dirigidas a ella en otras ocasiones.

Admir sintió cómo sus mejillas empezaban a arder y desvió la vista. Amelie soltó una risita ante aquella tierna reacción.

—Te gusta, ¿cierto?

No era de las personas que hablaba abiertamente sobre sus sentimientos. De hecho, ni Keylor lo sabía, pero por alguna razón sentía que podía confiar en Amelie y, tal vez, obtener algún sano consejo.

—Yo... —miró la espalda de Yukio enfrente suyo, a un par de metros—, estoy enamorado de ella desde que la conozco, pero no he tenido el valor suficiente para decírselo.

—¿Por qué?

—Ella es tan diferente: jovial, extrovertida, linda, con un corazón enorme... —suspiró con pesar—. ¿Qué podría ver en mí?

—Oh, vamos. No te subestimes. Tú eres una gran persona y sé que ella lo sabe. Además, ¿no has escuchado que los polos opuestos se atraen?

—... No sé si creer realmente en eso.

—Lo comprobarás si lo intentas —sonrió para animarlo—. Debes luchar antes de que aparezca alguien más y te la quite.

Admir calló unos segundos. Sí, tenía toda la razón, pero su personalidad era un grave y problemático impedimento.

—Es curioso. Hablas como si tuvieras la mayor de las experiencias.

—Bueno, he aprendido durante mis tiempos en otros trabajos. Uno ve muchas cosas y comprende las situaciones.

Él sonrió y volvió a ver la silueta de Yukio.

—Voy a intentarlo.

—Así se habla —festejó en voz baja—. Si sientes que las palabras no fluyen, puedes escribirlas. Cualquiera que sea el método, es igual de valioso.

—Gracias Amelie. Creo que ahora tengo mayo confianza.

—No hay de qué. Tienes todo mi apoyo.

Entre tanta conversación, llegaron al bar-discoteca. Era una estructura de dos pisos con luces neón brillando en el nombre del lugar, algunas ventanas estilo Norman y una fachada moderna de color crema.

Yukio entregó los boletos al guardia y los dejaron entrar. Amelie quedó perpleja al encontrarse con una decoración tan exquisita y elegante: asientos de cuero, mesas de cristal, una pista enorme para bailar, una especie de mini tarima al fondo y un bar al costado izquierdo.

"No debe ser muy diferente en el segundo piso", pensó.

Un mesero se acercó y los llevó a una de las mesas en forma de U al lado derecho. Tomó la orden de todos, excepto de Amelie, quien se abstuvo a pesar de la insistencia de Agnel.

Mucha más gente estaba en el lugar, sumergida en bebidas y en conversaciones amenas acompañadas de música de fondo.

—Siento que no encajo en este lugar —dijo después de un exhaustivo análisis de su alrededor.

—Ay, querida. No digas tonterías —le reprochó Yukio—. Ya te acostumbrarás.

Un grupo de músicos subió al escenario y empezó a tocar melodías alegres, perfectas para bailar. Muchas parejas se lanzaron a la pista central movidas por el regocijo de disfrutar de una buena noche.

Amelie y sus compañeros estaban conversando sobre algunas anécdotas graciosas en ese lugar cuando un joven se acercó.

—Vaya, vaya. Miren nada más esta belleza —se dirigió a Yukio con una sonrisa radiante—. ¿Me permitirías esta pieza? —le tendió la mano.

Yukio lo miró por unos segundos y luego a sus amigos. Estos la animaron a ir, pero antes de que pudiera contestar, una voz firme la detuvo.

—Lo siento. ¿No ves que ella está acompañada?

Para sorpresa de todos, fue Admir quien pronunció aquellas palabras. Y, en un arrebato para nada común en él, posó una de sus manos sobre la de Yukio.

Esta sintió el tibio contacto y lo miró un poco desconcertada.

—Oh. Ya veo —dijo el muchacho—. Disculpen. Me retiro.

Cuando ya se encontraba lejos, Admir miró discretamente a Amelie. Y ella lo felicitó de igual forma con un leve asentimiento de cabeza y con sus pulgares arriba.

"Bien hecho".

Él sonrió, y para acallar los nervios que empezaron a aflorar al tener a Yukio tan cerca, la invitó a bailar. Ella aceptó y ambos se levantaron bajo la atenta mirada de los demás.

—Qué reacción más extraña la de Admir —comentó Keylor y tomó de su whisky.

—Sí. Por un momento no lo reconocí —dijo Agnel.

Ante aquello, Amelie frunció el ceño. Era increíble cómo ellos no se daban cuenta de algo tan evidente a pesar de conocerlo por más tiempo.

¿De verdad estaban tan ciegos? ¿O simplemente no querían verlo?

Por otro lado, en la pista, Admir bailaba con la mente en otro lado, pensando en aquello que acababa de hacer. Mentiría si dijera que no le molestó que alguien más se fijara en Yukio, y por una fuerza ajena a su naturaleza es que actuó, sorprendiéndose a sí mismo, con aquella intención de alejarla de cualquier otro hombre.

Era radical cómo podía sacar ese lado que ni sabía que existía, y por ello mismo debía ser rápido y no perder la oportunidad de abrir su corazón.

Yukio también se encontraba sumergida en un diálogo interno. Jamás en el tiempo que lo llevaba conociendo había visto una reacción similar a la de hace un momento. Sentía mucha curiosidad por saber las razones, pero por algún motivo las palabras no fluían de su boca.

En lugar de ello, su mente trajo el recuerdo de aquel cálido tacto y, sin saber por qué, sus mejillas comenzaron a teñirse de un leve tono carmesí.

Afortunadamente las luces multicolores de la esfera sobre sus cabezas ocultaron esa señal contrariada que no terminaba de comprender.

Unos minutos después, Amelie y los demás se unieron al baile. Y gracias a su presencia se esfumó cierta incomodidad que había surgido entre los dos.

Se dejaron llevar por el gratificante momento hasta que los músicos agradecieron y se retiraron. Pasaron a sentarse y Agnel los llamó para tomarse la foto del recuerdo.

Poco después se anunció la subida al escenario del grupo del primo de Yukio. Esta aplaudió efusivamente, alentándolo a él y a los otros integrantes que conocía desde la infancia.

Farid reconoció los gritos de su prima, la localizó entre la gente y la saludó. Enseguida comenzaron a tocar una canción del género balada rock, compuesta por él mismo que fue del agrado de todos.

Transcurrieron un par de canciones más cuando Amelie decidió ir al baño. Se escabulló rápidamente hasta llegar al lugar donde encontró a otras chicas retocándose el maquillaje y conversando sobre los shows y otros temas.

Se acercó al lavamanos y se mojó parte de la cara y el cabello. Se miró al espejo y sonrió; hasta el momento la noche había sido muy divertida, y se repitió que fue buena idea haber aceptado la invitación de Yukio.

—Ay, Yukio —suspiró al recordarla—. Espero que te des cuenta de lo que Admir siente por ti —susurró para que nadie la escuchara.

Salió de los baños muy contenta, pero se llevó la gran sorpresa al ver a una marea de gente saltando en la pista, con luces intermitentes iluminándolos de vez en cuando.

Intentó buscar a sus compañeros, pero la densidad de personas era tan alta que ni parándose de puntillas logró localizarlos.

Eso le produjo cierto temor.

¿Cómo es que desaparecía dos segundos y todo se ponía de cabeza?

La música sonaba tan fuerte que gritar era en vano. Continuó tratando de ver a algún conocido, pero los brincos hicieron que retrocediera para no importunar a nadie. Suspiró con pesar y dio media vuelta, sin percatarse de que alguien estaba ahí.

Se chocó de bruces y casi pierde el equilibrio si no fuera porque se aferró al torso de aquella persona.

—Oh. Lo siento por eso. Yo... —alzó a ver para disculparse como era debido.

Pero se quedó pasmada al encontrarse con los ojos de alguien conocido.

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