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9. Con la sonrisa intacta (2-3 de enero de 2019)

Con la sonrisa intacta

Paralizando toda una ciudad 

la distancia exacta

Entre el olvido y la necesidad

2 de enero de 2019

Fabiano: ¿cómo de caro sale comprar una isla desierta?

Hacía muchas horas que Marine había recibido ese mensaje, pero como estaba en el quinto sueño no le había podido dar ninguna respuesta. El corazón empezó a bombearle con rapidez y, presa de los nervios, trató de hablar con él de forma directa, pero fue rechazada en el tercer tono. No habían hablado desde el momento en el que se habían deseado un feliz año nuevo hacía dos días, se sentía raro ese silencio por ambas partes. Y la chica se quedó un poco preocupada cuando, pasados unos minutos, su amigo no le devolvió la llamada.

Se quedó un rato acostada en la cama, tenía que levantarse, beber agua, comer, ducharse... Necesitaba hacer tantas cosas dignas de un ser humano, pero la primera y la más importante de todas ellas era ocuparse de Cayito, al que había abandonado por completo. El pobre se había comportado como un angelito: no la había molestado en todas las horas que se había dedicado a descansar. Lo buscó por toda la casa y lo encontró acurrucado en el sofá, hecho una bolita y todo enfadado; Marine lo supo en cuanto lo vio alzar la cabeza y mirarla como si tuviera el poder de acuchillarla con aquellos fríos ojos.

—Cayito... —susurró ella, al tiempo que se acercaba a él. En el momento en el que llegó a su altura, se levantó de allí y se marchó indignado por el abandono al que lo había sometido su dueña—. Cayo, no te enfades, porfi...

Esperó durante unos minutos, pero el gato no regresó al salón, tampoco estaba en la habitación o en la cocina; por lo que Marine decidió que había llegado el momento de darle su espacio y que fuera él quien la buscara cuando quisiera hacer las paces. Así que decidió que había llegado el momento de ingerir agua y comida, su cuerpo se sentía agotado por la falta de nutrientes. Abrió la nevera y agradeció a la Marine del pasado el haber sacado un tuper con carne guisada del congelador, así solo tenía que esperar unos minutos para que el microondas la devolviera a su casa. Engulló más que comió y cuando se sintió satisfecha volvió a la cama para poder ver la nueva serie de Unax Ugarte, Generación Jager, que se había estrenado el día anterior en Netflix. Pero en el momento en el que estaba dando al play en el ordenador, una llamada la devolvió al mensaje que su mejor amigo le había enviado y que tan nerviosa la había puesto.

—¿Qué ha pasado? —preguntó sin darle tiempo a decir ni una sola palabra al otro.

—Buenos días, tardes y noches... Feliz año y esas cosas que se dicen en estas fechas tan señaladas y...

—Déjate de tonterías y cuéntame qué ha pasado y por qué narices me has mandado ese mensaje —lo interrumpió—. Me has dejado... ¡Atacada!

—¡Ah! Estaba un poco piripi, no ha pasado nada... Bueno, ha pasado algo, ahora te lo cuent...

—¿Cómo que ha pasado algo? ¿El qué? ¡Madre mía! ¡¡Cuéntamelo ya!! —Marine no le estaba dando tregua a su mejor amigo: su ausencia en el pueblo cada día le estaba provocando una mayor ansiedad por no poder ver las cosas en vivo y en directo, ya que de las palabras de Fabiano con respecto a los últimos acontecimientos se fiaba entre poco y nada.

—¿Te puedes relajar un poquito? Dame un poquito de margen que ahora mismo te lo cuento...

—Sabes que en el momento en el que cortemos la llamada voy a llamar a Sergio para que puntualice tus palabras, ¿verdad?

—No hace falta, está aquí.

—Hola, pequeña —dijo la inconfundible voz de Sergio—. Que te cuente, que te cuente...

—Me estáis dando ansiedad.... ¡Contadme!

—Pues verás, Marine, ayer... ¿Tú te acuerdas del plan de mantenerse alejado de faldas sugerentes?

—Perfectamente —contestó ella sin poder ocultar la sonrisa que estaba empezando a dibujarse en su cara, empezaba a comprender por dónde iban los tiros, así que ya más calmada se recostó contra el cabecero de la cama.

—Bueno, pues no ha funcionado muy bien.

—Más bien —se metió Sergio de nuevo en la conversación— ha funcionado fatal. Porque aquí, nuestro querido amigo, se pasó toda la noche mirando a cierta mujer vegana como si fuera la última Coca-Cola del desierto. Es más, me atrevería a decir que parecía como si fuera la primera gota de agua después de una larga sequía... ¡Ay! Estoy livin con esta historia, pequeña. El pequeño me está haciendo tan feliz, con lo aburridas que son siempre estas fiestas...

—¿Me lo podéis contar desde el principio? Uno de los dos, porque no me estoy enterando de nada.

—Creo que lo mejor es que lo haga yo —pidió Fabiano.

—Sí, pero habrá momentos en los que mi intervención va a ser muy necesaria, así que me meteré en la conversación todo lo que quiera y más. ¿Estamos todos de acuerdo?

—Todos de acuerdo —respondieron los otros dos al unísono.

—Bueno, después de que habláramos, nosotros dos nos marchamos a El Cielo, ya sabes para poder empezar la noche con alegría... Había menos ambiente que en Nochebuena, ya sabes que mucha gente se marcha a otros sitios, pillan entrada en un cotillón de estos típicos... Así que éramos cuatro...

—La verdad que sí, pero ¡qué cuatro! —lo interrumpió Sergio entre risas.

—Bueno, el caso es que nosotros empezamos la noche con alegría, el dueño estaba espléndido: hasta sacó champán para brindar, nos regaló las míticas bolsas con todas esas cosas... Estábamos en nuestra salsa cuando, de repente, la puerta se abrió e hicieron acto de aparición Marta y Lucía. Se quedó helada según me vio, porque entraba tan contenta hablando de alguna de esas cosas que le gustan, ya sabes, y se quedó blanca... ¡Con lo morena que es ella! Pues parecía que había visto un fantasma...

—Parece, dice él —volvió a meterse el otro en la conversación, aportando esa visión cómica de toda la situación—, si todos sabemos que eres un flipado. El nuestro —matizó—, eso sí, ya sabes que te queremos tal como eres. ¿Por qué? Pues no lo sabemos, pero te queremos.

—Chicos, vamos a centrarnos y dejar de discutir por chorradas...

—Bueno —volvió a hablar Fabiano, su voz ya comenzaba a sonar fastidiada por todas las interrupciones—, el caso es que Lucía se acercó a nosotros, ya sabes, dos besos, feliz año tal, qué tal, comisteis las uvas... Lo habitual, ¿no? Marta, la verdad, que estaba allí delante de nosotros como puesta por el ayuntamiento, pero debió recapacitar porque en un momento dado empezó a ser majísima, no soltándonos sus míticos rollos de persona que no come nada que dé sombra, estaba tan simpática que no sé... No parecía ella.

—Fabi —lo riñó Marine—, no empieces con lo mismo de siempre.

—Exacto —intervino Sergio—, y cuenta lo que nos interesa a todos porque si no lo acabaré haciendo yo.

—El caso es que en un punto de la noche...

—En el que estaba sobrio.

—Sergio —exclamó fastidiado Fabiano—, déjame que cuente yo la historia. Joder, que no estabas dentro de mi cabeza para poder saber todo lo que pensaba...

—Bueno, pues continúa. —Marine no podía ver lo que estaba pasando al otro lado del teléfono, pero se podía imaginar a la perfección las expresiones de los otros dos mientras la conversación iba teniendo lugar.

—Gracias —contestó Fabiano, aunque todavía se podía notar un deje de enojo en su voz—, el caso es que me sentí como llevado por la situación: la música, la última noche del año, que es como que no cuenta... Me vine arriba y le metí morro.

Marine abrió muchísimo la boca y se incorporó con tanta rapidez de la cama que pensó que se iba a marear. Agradeció no hacerlo por todo el dramatismo que añadiría a la situación.

—¿Qué me estás contando? —consiguió articular al fin a modo de respuesta.

—Espera que hay más... Porque resulta que ella se apartó.

—¿Cómo que se apartó?

—Sí. Se apartó y me dijo que no podía besarse conmigo si luego íbamos a seguir fingiendo que no estaba pasando nada entre nosotros. Y sé que tiene razón. —Le quitó las palabras de la boca a la chica—, pero es que no sé...

—¿El qué no sabes? —preguntó Marine, aprovechando que Fabiano ese día se sentía especialmente hablador y estaba poniendo sobre la mesa cómo se sentía respecto a todo lo que había sucedido con Marta.

—¿Quién fue el que dijo "solo sé que no sé nada"?

—Creo que fue Sócrates, pero no lo tengo claro, para eso mira Instagram, que ya sabes que es el tipo de sabiduría que allí encanta...

—¡Anda! Con lo que a ti te gusta Insta... No te hagas ahora la digna.

—El caso —ignoró vilmente las palabras de Fabiano— es que quizá te estés precipitando, que tenéis que fluir un poquito más, ver a dónde os lleva todo esto...

—¿Ves? ¡Eso mismo le dije yo! —contestó Sergio incapaz de mantener callado más de cinco minutos—. ¡Coño! Que parece que ya tienen que saber si se quieren casar o no, y todavía no se conocen...

—Ya, ya sé que tenéis razón... Yo qué sé, cuando le quise dar un beso me echó una mirada que nunca le había visto y me sentí mal. La vi dolida. Y en ese momento me sentí como la persona más miserable del mundo, y empecé a recordar todo lo que me habías dicho, no dejaba de pensar en todas las palabras de los dos: que si la responsabilidad afectiva de uno, que si tengo que madurar con las chicas... ¡Yo qué sé! Yo también tengo un lío cojonudo, me vuelvo a Madrid, mi familia aquí... Yo qué sé...

—¿Ves? —Marine interrumpió su discurso errático—, ya estás volviendo a adelantar acontecimientos.

—Ya, ya lo sé. Bueno, ¿y tú como llevas lo tuyo? —preguntó cambiando de tema de forma radical.

—¿Lo mío de qué? —contestó sin saber a qué se estaba refiriendo, al mismo tiempo sentía a Sergio susurrar un "díselo de una buena vez porque va a colapsar, parece que no la conozcas, pequeño" —¿Qué ha pasado? —Articuló asustada al tiempo que su corazón palpitaba de forma desbocada.

—¿No te has enterado de lo que ha pasado?

—¿El qué?

—Que han pillado a Unax tomando algo con una tía...

Marine cerró los párpados, sin evitar sentirse invadida por una especie de desilusión. No quería porque se conocía a la perfección y sabía que se iba a dejar llevar por esos sentimientos tan negativos, que se iba a castigar a sí misma por no ser lo bastante interesante. Marine nunca había sido justa consigo misma y, a pesar de estar trabajando en ello, este tipo de situaciones le afectaban en exceso. La conversación que habían tenido y el hecho de que le dijera que quería volver a quedar con ella habían conseguido despertar en ella una ilusión que hacía tiempo que no sentía por ningún chico. Y el hecho de saber que lo habían visto acompañado de alguien más... Sabía que no le debía ningún tipo de lealtad, pero...

—Y eres tú.

Y esas tres palabras consiguieron que su cerebro explotara del todo. ¿Cómo que era ella?

—¿Perdona?

—A ver, la foto está borrosa, y nosotros sabemos que eres tú por tu pelazo, por el vestidazo que llevabas y que tan bien te quedaba —intercedió Sergio tratando de tranquilizarla—, pero nadie más lo sabe, la foto está borrosa y tienes puesta una copa en la cara... Pero a él se le veía perfectamente y estaba babeando por ti...

—Anda, no seas exagerado. No babeaba —dijo ella.

—Babeaba —repitió—, estaba para ponerle un plato como a uno de los perros de Pavlov cuando el buen hombre tocaba la campanilla.

—¡Eres un cuentista y un exagerado!

—No está exagerando nada de nada —rebatió Fabiano—, yo ya te dije lo que había. Eres tú, con ese empeño que tienes en hacerte de menos la que no te lo crees.

—Dejadme de rollos. Los dos, que sois unos liantes cojonudos... Fabi, necesito que me ayudes con el regalito de mi madre y mi tita para Reyes —le comentó cambiando de tema, aunque su cabeza siguiera pensando en las palabras que habían dicho los otros dos hacía escasos minutos—: les quiero regalar algo muy guay, algo que conserven el resto de sus vidas...

—¿Un diamante? —la interrumpió de nuevo Sergio, pero pronunció un suave "auch" que la hizo saber que Fabiano había intercedido por ella pidiéndole silencio de una forma un poco más abrupta de lo que lo hubiera hecho ella.

—Les quiero regalar un viaje, siempre están comentando que de jóvenes les hubiera encantado hacer el Camino de Santiago. Y no me parece justo que no vivan esa experiencia, si es lo que quieren, por algo tan simple como la edad.

—Me parece una idea muy guay. ¿Y cómo lo vas a hacer?

—Pues te quería enviar una tarjeta para que la imprimas y se la metas en un sobre y se la des. Prepararles algo similar a las cajitas estas de experiencias que hay en la Fnac o en el Carrefour.

—Cuenta conmigo.

Después de la conversación con Fabiano y Sergio, que se había extendido mucho más de lo que había esperado en un primer momento, Marine se quedó mirando el teléfono móvil dudosa. Quería ir directa a las redes sociales y poder ver con sus propios ojos la fotografía de la que le habían hablado los otros dos. Sentía la boca seca y se dirigió a la cocina a por un vaso de agua, se quedó pensativa mientras bebía. Tenía que ver la foto, no podía vivir en la ignorancia, pero estaba muerta de miedo, ya que ella también se iba a reconocer y le iba a costar creer que el resto del mundo no lo hiciera. Pero primero necesita serenarse un poquito, así que se dirigió hacia la habitación, se acostó en la cama, cogió el portátil y se dispuso a ver el primer capítulo de la serie y, después, ya vería que hacer; sin embargo, las ganas se impusieron, y no habían pasado ni diez minutos cuando ya tenía el teléfono móvil en las manos y estaba buscando en internet la fotografía. Tenía que darles la razón a Fabiano y a Sergio, la instantánea estaba lo suficientemente borrosa como para que no se la reconociera salvo que supieras de la existencia de una chica llamada Marine y la conocieras en profundidad, debía añadir. Además, había interpuesto una copa entre su rostro, que estaba dirigido hacia el joven, y la cámara; a él, por el contrario, se le podía ver con claridad y debía reconocerse que si no fuera ella la persona a la que estaba observando pensaría que entre ellos había algo. Empezó a pensar en lo que había pasado en Cocó!, le daba mucha vergüenza toda la situación porque él le había pedido, con esos ojos color miel observándola sin pantalla de por medio, que tomara algo con él y, después, había sugerido que se volvieran a ver. ¿Sugerido? Había afirmado que le encantaría volver a verla, eso iba mucho más allá de una mera sugerencia. Y no podía negar que se lo había pasado muy bien: antes, durante y después del encuentro. Porque, una vez que el actor se hubo marchado a su casa, se dedicó a bailar con sus amigos y después fueron a comer churros con chocolate, con el pelo hecho un desastre y una sonrisa clavada en la cara.

Deslizó su dedo hacia Instagram y, allí, pudo ver sin apenas tener que dedicar mucho tiempo a cotillear que @UnaxUgarte había subido varias historias de promoción de la serie: el tráiler, varios trozos que habían publicado en @Netflix con fragmentos que hacían que los seguidores quisieran verla en su totalidad, habían funcionado muy bien como gancho ya que eran habituales los comentarios en los que preguntaban cuándo era el estreno. También observó que había publicado una crítica que habían hecho en un periódico de tirada nacional donde alababan varios aspectos de la serie, entre ellos la actuación de Unax Ugarte, que no había dejado indiferente a nadie en su papel como Leva, un personaje bastante controvertido. Dejó de leer en el momento en el que se dio cuenta que podía sufrir algún spoiler. A continuación, se encontró con una fotografía en la que sus pies se veían encima de una maleta y, al fondo, el típico suelo de aeropuerto que le hizo saber que ya había puesto rumbo a Los Ángeles. Su corazón se paralizó en el momento en el que vio en la esquina derecha el icono de un aguacate. Un aguacate. Igual que el estampado de los calcetines que ella llevaba en Nochevieja. Y que él sin ningún atisbo de duda había elogiado entre carcajadas.

—Marine —se dijo en voz alta—, no te dejes llevar...

Pero su imaginación ya estaba volando muchísimo más de lo que a ella le hubiera gustado, se encontraba rodando esas maravillosas películas que se montaba, que tan bien le quedaban y que, al final, hacían que se pegara la hostia de su vida. Sé realista, por favor, pero las palabras de Fabiano, su comportamiento en Cocó! y el icono del aguacate hicieron que no fuera en absoluto realista.

3 de enero de 2019

Se había pasado toda la mañana tecleando sobre el ordenador para poder enviarle a Fabiano una carta con la que sorprender a su madre y a su tía la mañana de Reyes. Él se iba a encargar de comprar una caja bonita en la que poder meter todo lo que Marine quería contarles, el valor que quería infundirles a través de aquel papel para que se atrevieran a realizar uno de los sueños que todavía tenían por realizar. Odiaba no poder pasar con ellas una fecha tan señalada, pero el hecho de saber que su amigo la iba a ayudar mitigaba un poco el dolor que sentía y que sabía que las otras dos también estaban padeciendo.

Por la tarde decidió acercarse al estudio de su amigo y ponerse a trabajar un poquito, en cuanto se vio en la calle se arrebujó en la enorme bufanda en la que se había envuelto, el frío de esa maldita ciudad era de los que se metía dentro, de los que hacía sentir que los huesos crujían, de los que dejaban una sensación de agujas clavándose bajo la piel. Ajustó el gorro y los guantes y se tapó la mitad del rostro con la bufanda. No quería que la nariz se le convirtiera en un carámbano de hielo y que, en cualquier momento, se le pudiera caer. Se negaba con rotundidad a tener ningún parecido con Lord Voldemort, por muy sexi que Ralph Fiennes le resultara, debía reconocer que el equipo de maquillaje de la saga de Harry Potter había hecho un trabajo estupendo porque no quería que nadie la pudiera relacionar con el famoso personaje de J. K. Rowling.

Entró en el metro y, de repente, se vio invadida por una pequeña masa de gente, nada comparable a la de otros días a esa misma hora, consiguió con rapidez un asiento libre y dio las gracias a las vacaciones escolares y al hecho de que muchos padres hicieran coincidir las suyas con las de sus hijos. Sacó el teléfono móvil y su dedo se dirigió automáticamente a Instagram, iba mirando historias sin ningún tipo de interés hasta que vio que Unax Ugarte había subido contenido para los más de diez millones de personas que lo seguían. En la primera de ellas mostraba una fotografía en blanco y negro de unos edificios con luces encendidas, un único mensaje dejaba claro cómo se sentía el joven: "jet lag". En la siguiente había puesto una cajita para que sus seguidores pudieran hacerle preguntas y quizá conocerlo un poquito más.

—¿Qué tal la Navidad? —fue la primera a la que dio respuesta.

—Como siempre: he pasado la Nochebuena en compañía de mi familia en el País Vasco. La Nochevieja la pasé en Madrid con unos amigos.

La última noche del año no había sido familiar, no. Cuando se habían encontrado, Unax Ugarte no tenía a nadie a su alrededor, pero estaba claro que no se encontraba allí en solitario y, después de su respuesta, le quedó todavía más claro que había estado conversando con ella porque quería y no por soledad.

—¿Dónde te vas de viaje? —preguntó otro curioso no muy atento a su trabajo, ya que había dicho en varias ocasiones a dónde se marchaba y por qué.

—A Los Ángeles, voy a estar quince días por allí haciendo promoción de la nueva serie que ya tenéis disponible en Netflix. Así que ya sabéis...

—¿Qué estás escuchando ahora mismo? —preguntó una tercera persona que hizo que Marine se pusiera en guardia, estaban hablando de música, su tema favorito en el mundo mundial, y sabía que a partir de ese momento la canción que mencionara iba a estar entre las más escuchadas de su Spotify. Pero nada la preparó para lo que iba a leer a continuación.

—Pues llevo obsesionado con esta canción de Sebastián Yatra desde Nochevieja. La escucho a todas horas.

Hay algo más inexplicable como su mirada

Inigualable como la manera en que me cela

Y trata de disimular que no está mal...

Jo-der. Jooooooooodeeeeeeeeer. Sus manos empezaron a sudar sobre la pantalla del móvil. Esa canción era la que estaba sonando en el momento en el que se había acercado a ella, estaba completamente segura de ello porque se fijaba en ese tipo de detalles absurdos en los que no reparaba nadie más. Y se quedó como bloqueada por miles de motivos, pero en especial porque todo parecía indicar que la persona por la que había suspirado durante años y años parecía estar interesado en ella. Y ojalá, solo ojalá, ella fuera capaz de creérselo, aunque solo fuera un poquito.

Salió del metro cuando llegó a su parada, guardó el teléfono móvil y decidió que en el momento en el que llegara al estudio tomaría una decisión sobre qué debería hacer, aunque, como siempre, estaba segura de que iba a necesitar un empujoncito para atreverse a hacer lo que verdaderamente quería. Entró en el estudio de Fabiano y fue directa a encender la calefacción, esperó durante unos minutos, pensando, hasta que consiguió que su cuerpo se acostumbrara a la nueva temperatura.

Marine: entra en el Instagram de Unax Ugarte...

No tuvo que esperar mucho a que su amigo se pusiera en línea, leyó su mensaje porque escasos segundos después desapareció, para regresar de nuevo.

Fabiano: no entiendo...

Marine: la canción que ha puesto estaba sonando cuando nos vimos en Cocó!

Fabiano: haz el favor de escribirle

De una PUTA VEZ

Marine: estoy a punto de hacerlo...

Fabiano: HAZLO YA DE YA!!!!!!!

Marine: imprime lo de mi madre y mi tita

Lo tienes en el email

Fabiano: ya está. Soy un pro...

Se sentó en el piano y comenzó a juguetear con las teclas, no sabía muy bien qué debía escribirle. ¿Quería? Claro que sí, pero la timidez podía con las ganas. Aunque también sabía que el que no arriesga no gana.

Marine: Hola

¡Qué mensaje más escueto!, se comenzó a reprochar, se llevó las manos a la frente y se empezó a masajearse la piel. Eres tonta, tonta y tonta... Cuando se disponía a salirse de la conversación, observó como un pequeño círculo de color verse se superponía a la foto de perfil del actor y un escribiendo consiguió hacer que su pulso latiera desbocado. Como esa historia siguiera adelante, estaba segura que su pobre corazón no lo resistiría.

Unax: Hola. Me alegra que me hayas hablado, Marine.

Sus manos parecían de mantequilla en el momento en el que se dispuso a contestarle de nuevo, pero él fue muchísimo más rápido ya que otro mensaje, que la dejó todavía más descolocada, apareció en su pantalla.

Unax: te he intentado localizar, pensaba que con tu nombre sería suficiente.

Ya he visto que no @LaJasky

Cerró los ojos y expulsó el aire por la boca, no daba crédito a lo que estaba leyendo: Unax Ugarte estaba reconociendo que había tratado de localizarla a través de la red social. No podía creerlo, pero ahí estaba él, con esa sinceridad que lo caracterizaba, para quitarle todas las dudas de un solo plumazo.

Marine: Pero si Fabiano me tiene entre sus amigos...

Unax: Estás hablando con un hombre analógico, Marine.

Estas modernidades se me escapan en muchas ocasiones.

Marine: pues últimamente tus seguidores estamos encantados...

Tenemos contenido tuyo todos los días.

Unax: No te creas, me ha costado mucho coger la rutina de compartir mi vida.

Pero parece que es importante, mi agente dice eso.

Envía el icono de una carcajada que consigue contagiar a Marine, ya que empieza a sonreír como una bobalicona a la pantalla.

Unax: Además, quiero estar pendiente de tu gato y de tus calcetines.

—Jo... —Empezó a recordar la conversación que habían mantenido en Nochevieja y no pudo evitar que el rubor subiera a sus mejillas, no estaba borracha, pero sí un poquito más desinhibida que en el día a día.

Marine: Cayito es genial... Te vas a enamorar

Dos segundos después se dio cuenta de lo que había puesto y añadió: "de él, claro".

Unax: De eso estoy seguro.

De él y de tus calcetines.

Marine: empiezo a pensar que tienes algún tipo de fetichismo con los calcetines.

Unax: no con todos. Solo con los tuyos.

Me pregunto dónde los has comprado.

Marine: ¿Qué quieres unos iguales?

Al final resulta que todo es por envidia...

Unax: No me atrevería a envidiarte

Porque me temo que no me quedarían ni la mitad de bien que a ti.

Ni un cuarto.

Y ella no pudo evitar sonreír ante su respuesta, parecía tener la palabra indicada en la punta de la lengua, esa que conseguía acabar con esa vergüenza que la invadía al pensar en la persona con la que estaba tonteando. Porque sí, tenía muy claro que lo que estaban haciendo era tontear, lo había hecho muchísimas veces con anterioridad y había que estar muy ciega para no reconocer las señales. Vale que le había costado dar por válidas las suposiciones de Fabiano, pero una vez que había empezado a confiar un poquito... Era todo coser y cantar. Salió de Instagram, abrió la cámara de fotos mientras se iba descalzando, enfocó sus pies en los que se veían unos calcetines verdes y rojos, con unos puntitos negros que simulaban las pepitas de una sandía. Le encantaban. Quizá fuera atrevido, pero cargó la foto en la conversación sin darse mucho tiempo para pensarlo porque sabía que, de hacerlo, se iba a arrepentir.

Marine: Y los de hoy son normalitos. Los tengo muchísimo más bonitos por si te interesa.

Unax: ¡Uf!

No puedo esperar para ver esa colección de calcetines que amenazas con enseñarme.

Marine: ¿Cuándo vuelves a España?

Y... Su último mensaje se quedó en visto. Quizá había ido demasiado lejos, piensa al tiempo que ve cómo el círculo verde desaparece de su foto de perfil. Empieza a pensar en que la ha cagado muchísimo, que seguro que está pensando que es una aprovechada, que quiere que la prensa los capte juntos; seguro que está dándole vueltas al tema de la fotografía que han publicado en los medios digitales, seguro que cree que ella quiere aprovecharse de la situación para poder lanzar su carrera. Y ella en lo único que había estado pensando al mandar ese mensaje era en las ganas que tenía de volver a verlo.

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