Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

8. Un año más (31 de diciembre de 2018)

Hay algo más

Inexplicable como su mirada

31 de diciembre

Nochevieja. La última noche del año. Esa en la que la gente se volvía loca tratando de hacer que su año contara, que significara algo. Iban algo fastidiados de tiempo, pero allí estaban ellos intentándolo y haciendo a los demás partícipes de ello vía Instagram. Marine perdió buena parte de la mañana mirando historias y viendo a la gente compartiendo momentos con sus familias mientras ella tenía que pasar una noche como esa trabajando y separada de los suyos. Con nostalgia empezó a pensar en todas las cosas que se iba a perder, hasta que esos amargos recuerdos hicieron que sus ojos se anegaran de lágrimas.

—Ya está bien —se dijo cerrándolos y propiciado que algunas de ellas se deslizaran por sus mejillas hasta morir en la comisura de sus labios. No quería empezar el día de aquella manera porque sabía que acabaría de una forma muchísimo peor: borracha, melancólica y sola. 

Así que optó por lo más sensato: levantarse de la cama e ir en busca de Cayo Malayo, tardó poquito en localizarlo, se encontraba en la ventana, mirando hacia el horizonte de forma reflexiva. ¿Estaría pensando también en lo que suponía estar alejado de su familia? ¿Estaría haciendo balance de lo que había sido su año? Se acercó a él con suavidad y acaricio su espalda con mimo, lo que consiguió que el gato se estremeciera ante el contacto de la chica; era consciente que muchas veces era reticente a las muestras de afecto de los demás, pero no a las de Marine. A ella, sin embargo, le gustaba aprovechar aquellos momentos en los que el gato se veía tan dulce para acercarse a él. Sus tripas comenzaron a rugir y se dirigió a la cocina para poder prepararse su habitual té con tostadas. Necesitaba fuerzas para llevar a cabo el largo día que le quedaba por delante: a las seis de la tarde había quedado con la guitarrista de la orquesta, Davinia, para que pudieran ir juntas al restaurante donde tenían la actuación. Los organizadores de la velada les habían garantizado que les iban a dar de cenar allí antes de que comenzara el evento por lo que no tenía que preocuparse por la comida de ese día. ¡Marine había agradecido la propuesta de su compañera porque después del trabajo iba a ir a Cocó!, con Yanelis y sus amigos y, de no poder cenar allí, iría con el estómago vacío, siendo este un error de principiante.

Una vez que hubo desayunado, volvió a la habitación para poder meterse otra vez entre las sábanas, habían perdido un poco de calor, pero estaba dispuesta a volver a proporcionárselo y pasar allí bastante rato. Cogió el teléfono móvil y se dispuso a llamar a Fabiano, se sentía un poco culpable por cómo había acabado la conversación la noche anterior; su amigo no se merecía malas contestaciones por todos los problemas que ella tenía consigo misma y punto. Se llevó el dedo corazón a la boca y empezó a mordisquear los pellejitos que estaban alrededor de la uña.

—¿Qué tal? —preguntó un poco tímida, quería saber que las cosas entre ellos estaban bien y, de no ser así, arreglarlo.

—Bien —respondió él con la voz adormecida—, estoy muerto de cansancio... Entre todo el curro de estas semanas y el viaje de ayer... Espero que se apiaden de mí y no me hagas trabajar mucho hoy, poner la mesa y ya.

—Sabes que eso no va a pasar, ¿verdad? Vais a cenar en mi casa, con mi tía... ¡Suerte con eso!

—Joder, no me acordaba de tu tía, ¿me puedes explicar por qué la mitad de tu familia me odia?

—¿La mitad? —preguntó ella sin saber a quién se refería.

—Cayo, tu tía... ¡Ahora es cuando me dices que tu madre tampoco me soporta y ya me muero!

—Mi madre te adora... Pero yo...

—Marine, no te hagas la graciosilla. Tú me quieres tanto como yo a ti... Así que no digas tonterías... —Fabiano bufó al otro lado del teléfono antes de volver a hablar—. Lo siento, he sido un borde... Pero es que de pensar en la tarde que me espera. Sabes que me va a venir a buscar a casa y me va a tener de esclavo: haz esto, lo otro y lo de más allá. Y yo estoy reventado —repitió—, ayer me quedé hasta muy tarde escuchando todo el material que me enviaste. Y... ¡Joder! Me flipa... Me flipas tú —le dijo en un arranque de sinceridad que consiguió sacar una sonrisa y mitigar un poco esa sensación de tristeza en el cuerpo de la chica.

—¿Te gusta? —preguntó ella más por volver a escuchar esas palabras que por otra cosa, sabía que Fabiano no mentía, no al menos con ese tipo de cosas y, por supuesto, no a ella.

—Me encanta. Pero ya lo sabes... Te dije que me daba igual la colaboración que hiciéramos, que si era una jota aragonesa me la pelaba, pero la realidad es que esta vez te has superado, hermana.

—Para, para... Que al final me lo voy a terminar creyendo y todo.

—Deberías. Ese es el punto. Que podrías vender tus canciones como churros, pero eres tú, Marine, y solo haces cosas especiales para gente todavía más especial. No te voy a seguir insistiendo, al final cada uno tiene que hacer su propio camino, pero creo que esta canción lo va a petar lo más grande.

Marine estaba segura de que su canción tenía posibilidades dentro del panorama musical, pero no tenía el mismo entusiasmo que Fabiano. Y, de todas formas, le daba un poco igual si alcanzaba el éxito o no. Para ella era un tema muy íntimo y solo esperaba que todos los que decidieran darle una oportunidad sintieran todo lo que había intentado plasmar en aquellas palabras.

—La parte musical —continuó hablando Fabiano—me gustaría retocarla un poquito, se me han ocurrido algunas ideas que pueden quedar muy bien. Cuando vuelva a Madrid podemos trabajar sobre ellas. ¿Qué te parece?

—¿Tú qué crees? —le contestó ella conteniendo una pequeña risita de felicidad. ¡Dios! El entusiasmo de Fabiano siempre era contagioso, y el hecho de sentirlo tan emocionado con ese proyecto hacía que ella quisiera ponerse a trabajar ya de ya. Necesitaba un poco de paciencia y esperar por él para poder hacerlo.

—Fabiii —sintió la voz de Valentina amortiguada por la puerta cerrada de la habitación de su amigo y por la distancia que los separaba.

—Joder, ya me están empezando a molestar... Mira lo temprano que es y estoy seguro de que ya ha llamado tu querida Tita para reclamarme. —Fabiano suspiró y ella se pudo imaginar a la perfección la expresión que estaba poniendo el joven. 

—¿Esta noche hablamos? —le preguntó ella haciendo que, por un momento, se olvidara del arduo día que le esperaba por delante.

—Por supuesto. Ayer quedé con el petardo de Sergio...

—¿Y qué tal?

—Bueno, bien, ya sabes como es de intenso y se puso un tanto pesado hablando del tema de marras...

Marine no pudo evitar soltar una carcajada que hizo que Fabiano arrugara el entrecejo, era incapaz a comprender qué les parecía tan divertido de toda esa situación. Además, había descubierto muchas cosas que nadie más le había contado, en gran parte por su propia culpa, ya que él había intentado evadir el tema en todo momento.

—La verdad que no sé muy bien qué voy a hacer cuando hoy la vea... —dijo más para sí mismo que para que la otra lo escuchara, pero ya estaba dicho, no se podía retractar y ninguno de los dos iba a hacer como que no lo había escuchado. No esa vez.

—¿Por qué?

—Pues porque parece ser, lo sabes, que se nos fue muchísimo la pinza, que nos tuvisteis que separar porque estábamos a punto de montárnoslo delante de todos los clientes de El cielo. No me apetece volver a dar un espectáculo así. Puede sonar a chiste, pero empiezo a tener un nombre y creo que debo ser un poco más discreto con mis bisnes.

—Tus bisnes, como tú dices, han pasado en el pueblo y espero y confío en que nadie haya grabado nada para cuando seas mundialmente conocido sacar un poco de pasta por un vídeo cutre de una noche loca. —En medio de la conversación, Cayo se había subido a la cama y se había extendido a su lado—. De todas formas, creo que tienes razón con lo que estás diciendo: deberías empezar a ser un poco más discreto con tu vida, porque esta debería pertenecerte solo a ti. Bueno, en este caso a los dos. 

—En fin... Ya está, no hablemos más de ello. Llevo evitando este tema desde que pasó y así quiero seguir. Recuerda: me voy a mantener alejado de faldas sugerentes.

—Eso dijiste ayer —le rebatió Marine soltando otra carcajada—, pero no sé por qué no me lo creo...

—Te tengo que dejar, hermana —la cortó Fabiano con voz de fastidio—. Hablamos esta noche, ¿vale?

—Perfecto. Te quiero mucho.

—Y yo a ti...

La llamada se acabó y también esa felicidad momentánea que había experimentado la chica. Echaba mucho de menos a su familia, quería verlos y pasar esa noche con ellos. La frustración hizo que diera un golpe sobre la cama y que Cayo se despertara y, enfadado, se marchara de allí.

—Cayo, vuelve —pidió ella, pero él solo le dedicó una visión nada agradable de su culo—. ¡Mierda!

Pasó el resto de la mañana y buena parte de la tarde descansando, en un momento dado decidió que había llegado la hora de comenzar a prepararse a sí misma y el bolso que iba a llevar con ropa para poder cambiarse una vez terminada la actuación. Para esta llevaba un traje con mucho brillibrilli, muy corto, que no era para nada su estilo, pero era la política de la orquesta.

El bolo fue todo un éxito y, una vez acabado, Marine fue directamente al servicio para poder pasar por chapa y pintura. Se quitó todo el maquillaje que llevaba en el rostro, y se aplicó uno mucho más sencillo: un eyeliner enmarcando esos ojos tan especiales que todos aseguraban que tenía y que ella había empezado a aceptar hacía muy poco tiempo, un poco de rimmel para potenciar sus pestañas y un tono rojo para los labios que llamaba muchísimo la atención. Era algo sencillo para lo que estaba segura de que se iba a encontrar en la discoteca a la que iba a acudir, la gente en ese tipo de noches parecía tirar la casa por la ventana. Respecto a vestimenta se había decantado por un vestido de color negro azulado, de terciopelo, que se pegaba mucho a su piel. Lo había tenido en el armario mucho tiempo con la etiqueta puesta y en cuanto se lo puso por su cabeza empezaron a pasar mil formas en las que le quedaría mucho mejor si su cuerpo fuera diferente. Al menos, pensó machacándose un poquito más, tenía un fruncido en la zona de la tripa y no se notaba que su vientre no era como los de las chicas de la televisión. Los calcetines que había elegido para la ocasión le encantaban: unos que tenían estampado un aguacate que salía sonriendo, eran de color verde chillón y sabía que no iban a dejar indiferente a nadie. Cogió el peine y lo pasó varias veces por su largo cabello, lo ató en una coleta bien alta y se echó un poco de gomina en la parte delantera; no quería dar aspecto de suciedad por la mañana después de sudar durante buena parte de la noche por los múltiples bailes que se pensaba echar.

Se miró en el espejo y no pudo evitar que un montón de complejos vinieran a su cabeza, trató de desecharlos todos y centrarse en todas las cosas buenas que tenía. El psicólogo le había dicho que esos pensamientos intrusivos no debía dejarlos guardados bajo siete llaves, porque ahí estaban, e iban a seguir haciendo acto de aparición en el momento más inesperado. Sabía que el trabajo que tenía por delante era largo y quizá se había precipitado al dejar de ir a terapia en cuanto se había empezado a sentir un poco mejor y, a la luz de los últimos acontecimientos, debería reconsiderar retomarla. 

Antes de abandonar el servicio, se dedicó una última mirada, recogió la mochila y la fue a dejar junto con la vestimenta de la orquesta en uno de los percheros. Le habían hecho saber que no había ningún problema por dejarla allí, que podía pasar a recogerla al día siguiente o cuando mejor le viniera. Los trabajadores de aquel sitio habían sido muy amables con ella al permitirle hacerlo. Cuando salió a la calle, después de felicitar y brindar por el año nuevo con todos sus compañeros, se encontró con Yanelis y un vestido rojo que hizo que abriera la boca muchísimo. La chica estaba espectacular, bueno, no solo lo estaba, sino que lo era. 

—Estás increíble —le dijo Marine poniendo en palabras el gesto de su rostro, aunque estaba segura de que estas no expresaban con claridad lo que de verdad pensaba de su atuendo y de ella misma.

—Y tú también. ¡Venga, vamos! —le contestó al tiempo que echaba a correr hacia la carretera con aquellos tacones de aguja que le daban vértigo solo de verlos, después dirigió la vista hacia sus playeros blancos y se sintió mal por no ser tan elegante como su amiga—. ¡Taxiiiiiiiii! —gritó y uno de los vehículos paró haciendo chirriar las ruedas.

Una vez que estaban cómodamente sentadas en el coche, sacó el teléfono móvil de la mochila y se dispuso a felicitar el año a todas aquellas personas que consideraba fundamentales en su vida, no sin antes hacerle esa prometida videollamada a Fabiano. Cuando este respondió se lo encontró muy elegante vestido y con unos guantes de fregar en las manos que estuvo encantado de mostrarle al tiempo que ponía cara de fastidio.

—¡Feliz año!

—Ya ves, por aquí uno lo empieza por todo lo alto —le contestó él alzando un par de copas que estaba fregando en ese momento—. Feliz año para ti también.

—¿Es Marine? —preguntó la inconfundible voz de su tita—. ¡Apártate de ahí! —Y el rostro de la mujer apareció también en la pantalla, muy contenta, con las gafas sobre el puente de la nariz y su teléfono en la mano.

—Justo te estaba mandando ahora mismo un vídeo muy gracioso...

—Yo me voy a tener que ir en breve... —Trató de decir Fabiano cuya presencia se había reducido a la mitad por la intromisión de la mujer. Marine trató de evitar el reírse porque veía a la perfección que a él no le estaba haciendo ni pizca de gracia toda aquella situación.

—Tú te marcharás de esta casa cuando acabes de fregar —le contestó ella y le guiñó un ojo a Marine—. ¡Trini! La niña...

Esas dos palabras sirvieron para que todos fueran corriendo hacia la cocina, incluso su padrino, que parecía estar mucho mejor de lo que lo había visto en los últimos días que había pasado en el pueblo, asomó la cabeza en la llamada. Aunque al rato se tuvo que ir a sentar porque él ya no estaba para esos trotes.

—¡Qué guapa, Marine! —le dijo Camila entusiasmada al ver los labios rojos de la chica—. Mándame una foto de tu outfit, para que podamos ver lo guapa que vas...

—Pásalo bien —le decía su madre a la vez—, pero ten cuidado con todo, eh.

—Vigila el vaso —le repetía una y otra vez su tía—, y si ves a alguno con una actitud sospechosa, avisas a la seguridad de la discoteca y te pegas a Yanelis.

Esta se estiró para poder aparecer en la pantalla en el momento en el que escuchó cómo pronunciaban su nombre. No conocía a la familia de Marine directamente, pero sí había participado en alguna de esas videollamadas grupales que eran una auténtica locura porque hablaban todos a la vez, dejaban las frases a medias y, en muchas ocasiones, gritaban tanto que era incapaz a detectar quién y qué estaban diciendo. Eran muy particulares y a ella le parecían realmente encantadores.

—Feliz año, familia. —Les lanzó mil besos antes de volver a enfrascarse en su propio teléfono, ya que ella también pasaba esas fechas lejos de los suyos y, a pesar de la diferencia horaria, le gustaba estar conectada todo lo que podía. Que no era mucho.

La desaparición de Valentina de la pantalla y el hecho de que regresara al cabo de unos segundos, hizo que una nueva cabeza apareciera en escena: la de Sergio. Que la miró y alzó las cejas, para después clavar los ojos en Fabiano que seguía fregando los cacharros con bastante dificultad ya que estaba rodeado de toda esa gente, que no ayudaba en absoluto para que pudiera ir más rápido.

—¡Vuélvete loca esta noche! —dijo el recién llegado alzando su voz por encima de la de los demás—. ¡Haz que me sienta orgulloso de ti! —Y le guiñó un ojo lo que consiguió arrancarle una nueva carcajada a Marine.

—¡Qué mal suena eso! 

—¡Oyeeeee! —exclamó él indignado y dándole un capón a Fabiano cuando este se atrevió a reírse de él.

—¡Eso, Sergio! Dale, que este se cree el más puritano de todos y aquí sabemos muchas cosas, aunque no las digamos. —Su tía dejó caer esas palabras de forma inocente y los tres jóvenes supieron en ese preciso instante que las noticias en el pueblo, al menos las más recientes, habían llegado a los oídos de la familia y que, aunque habían decidido no decir nada, lo sabían, lo sabían todo—. ¿Eres o no un poco cantamañanas, Fabiano? —preguntó ella con un brillo de diversión en los ojos. Le encantaba chinchar al chico y sabía qué teclas tocar para hacerlo.

Al final decidieron cortar la llamada porque todo se estaba yendo de madres: Fabiano estaba enfadado con todos por no dejarlo tener una conversación tranquila con su mejor amiga, Sergio se marchaba animado de la casa por las expectativas que se había creado respecto a la Nochevieja, su padrino alzó un brazo en señal de despedida en el momento en el que se vio de nuevo en pantalla, su tita, su madre y Valentina le dieron mil y un besos a la pantalla, y Camila le recordó que le debía una foto para que pudiera apreciar su look. Los quería tanto y los echaba tanto de menos, pensó en el momento en el que estaba guardando el móvil en la mochila. Dirigió una mirada hacia Yanelis y esta le regaló una sonrisa que trataba de reconfortarla un poco, ya que sabía cómo se estaba sintiendo a la perfección. Marine se sintió un poco egoísta porque ella estaba a tres horas de casa y podía ir bastante a menudo, mientras que la otra se podía tirar un año sin ver a los suyos. El taxi ya estaba a punto de llegar a la discoteca, así que las dos jóvenes prepararon el dinero para poder pagar el viaje.

En cuanto llegaron Cocó!, se dieron cuenta que sus amigos ya estaban bastante avanzados en la cola, así que se acercaron a ellos para poder ponerse a su altura. El grupo de personas que estaban después de ellos, comentaron la jugada, pero no dijeron ni una sola palabra directamente a las jóvenes reprochándoles su comportamiento, lo que era de agradecer porque seguro que Marine se moriría allí mismo de vergüenza. No era una noche propicia para buscar discusiones, todos iban a entrar unos minutos antes o unos minutos después. Unos quince minutos más tarde, consiguieron acceder al interior del local y Marine lo agradeció enormemente ya que se estaba quedando helada en la calle; por su cabeza pasó en más de una ocasión el llamar a un taxi y marcharse de allí, pero al final se convenció a sí misma de quedarse por el hecho de que la noche merecería la pena y también por el dinero que le había costado la entrada. Una vez que ocuparon un sitio en la pista de baile, se dirigieron hacia la barra por parejas, ella lo hizo con Yanelis, ya que era la persona con la que tenía más confianza. Marine empezó a mover su cuerpo al ritmo de la música mientras esperaba que uno de los camareros le sirviera una copa. La otra, a su lado, también parecía inquieta por volver a la pista y poder arrancar una noche que estaría plagada de bailes.

A su vuelta, Yanelis rápidamente comenzó a hablar con una de las chicas del grupo y por cómo le brillaban los ojos, Marine supo que tenía algún tipo de interés romántico en ella. Conocía a la perfección la orientación sexual de su amiga, así que no la había pillado por sorpresa en absoluto. Marine, por su parte, comenzó a mover sus pies al tiempo que le daba un trago profundo a su bebida, hacía muchísimo calor, así que sabía que tendría que ir a la barra en repetidas ocasiones para poder hidratarse, pensó dejando escapar una pequeña carcajada. Dirigió la vista hacia el resto de las personas que estaban en el local, se notaba el elevado coste de las entradas, ya que no estaba ni de lejos como otros fines de semana que se había dejado caer por allí. Lo agradecía, porque no le apetecía sentirse como una sardina en una lata.

Una vez que hubo acabado su copa y mientras la depositaba en una mesa que había cerca de ellos, sintió la urgente necesidad de ir al servicio. Preguntó a alguno de los amigos de Yanelis, ya que ella estaba muy ocupada comiéndole la boca a la chica con la que había estado hablando un buen rato, si querían acompañarla, pero ante su negativa, decidió ir sola. Llegó y observó que la cola era bastante larga, así que se dispuso a esperar a que le llegara el turno para acceder a alguno de aquellos cubículos.

—Es muchísimo más guapo en persona, ¿verdad? —No quería escuchar la conversación que estaban manteniendo las dos jóvenes que estaban justo delante de ella, pero no lo pudo evitar porque estaban muy cerca de ella y porque hablaban muy alto.

—No sé, es que a mí nunca me ha dado más... La verdad... —contestó la otra alzando los hombros en señal de indiferencia.

—¿En serio me estás diciendo que nunca te ha dado más por Unax Ugarte?

Marine se quedó paralizada al escuchar el nombre de la persona que la había estado atormentando en las últimas horas, no porque él hubiera hecho algo de forma activa, sino por las palabras de Fabiano, estas habían hecho una especie de agujero negro dentro de su cabeza. Trataba de no pensar en ellas, pero en los momentos de tranquilidad la atacaban de la forma más despiadada. Sabía que todo eso había hecho que ciertas inseguridades volvieran a salir a la superficie, siempre le sucedía lo mismo en cuanto sabía del interés de algún chico. Debería haber sido lo contrario, que su autoestima se viera reforzada, pero Marine era capaz de cuestionar por qué alguien se fijaba en ella de la forma más cruel. Agudizó el oído intentando captar algo más, pero justo en ese preciso instante alguien tuvo que abrir la puerta y el alto volumen de la música le impidió enterarse de nada más. Le dedicó una mirada asesina a la joven que estaba ocupando el último lugar en la fila sin importarle lo que pudiera opinar al respecto. Las otras dos desaparecieron y ella ya no supo más de toda la historia.

Cuando logró entrar en el cubículo, casi lloró de la felicidad, después echó un vistazo del panorama que había a su alrededor y la mueca de asco que se le instaló en la cara fue automática. No le quedaba de otra que hacer de tripas corazón, cerrar las fosas nasales e ignorar aquel olor nauseabundo que la rodeaba.

Logró salir de allí y decidió que lo más sabio de todo era tomarse otra copa, no quería tener que deshacer ese camino dentro de cinco minutos. Se acercó a la barra y trató hasta en tres ocasiones que uno de los camareros la atendiera, pero estaban hasta los topes, así que decidió esperar un poquito para poder hacer su pedido. De repente comenzó a sonar una canción más lenta, una de Sebastián Yatra, lo que provocó un enorme oooohhhhh entre los que se encontraban en la discoteca y que la comenzaran a cantar como si la vida les fuera en ello.

Recuerdo aquel día

Como si fuera hoy

No hay nada como ella

Ni siquiera me encontró

Recuerdo, todavía

La vez que la besé

Fue mi primer amor

Y ahora escribo su canción

Cuando por fin consiguió que una camarera le hiciera caso, le preparó la copa sin detenerse a pensar ni un segundo: le puso delante un vaso vacío que lleno con dos hielos, le quitó el tapón a la botella y echó una buena cantidad en el tubo de cristal, depositó un refresco que abrió y dejó que fuera ella la que lo echara; le cobró la copa y se marchó de allí. Marine se estaba balancenado de un lado a otro siguiendo el ritmo lento de la canción, cuando notó una presencia detrás de ella y cómo alguien estaba acariciando con suavidad la zona de su codo. Trató de ignorarlo, pero un toque un poco más insistente hizo que se diera la vuelta para ver qué quería la persona que la estaba tocando. Y se quedó sin palabras en el momento en el que se percató de los ojos color miel que la estaban observando y la sonrisa que le estaba dedicando Unax Ugarte. Una que consiguió borrar la presencia de todos los que se encontraban a su alrededor.

—¡Ey! —le dijo arrimándose a su oído, su presencia conseguía envolverlo todo y ella empezó a sentir cierta incomodidad ante esa cercanía. No se sentía cómoda cerca del hombre que le había robado más suspiros de los que estaba dispuesta a admitir porque tenía la extraña sensación de que era consciente de todo lo que había hecho a lo largo de su vida, de la gran cantidad de fotos suyas que tenía guardadas en la galería de su móvil y para qué las había utilizado en muchas ocasiones, y eso consiguió hacerla enmudecer y que sus mejillas se sonrojaran—. ¿Marina?

—Marine. Es Marine —corrigió.

—Perdona, Marine. —Y supo que si seguía mirando cómo su boca se movía, le acabaría dando un beso del que se arrepentiría el resto de su vida. Así que metió las pajitas en la boca y empezó a beber al tiempo que seguía moviendo sus pies—. ¡Feliz año! ¿Qué tal te lo estás pasando? —La mano de él seguía colocada sobre el codo de ella, y era capaz de notar el calorcito que le llegaba desde esa zona al resto de su cuerpo, y la cercanía, la maldita cercanía que había impuesto Unax Ugarte, el volumen de la música y las personas que los rodeaban bailando de forma frenética, no ayudaban a que los latidos de su corazón se ralentizaran. Si seguía así tenía miedo de sufrir un infarto.

—Sí. Bien. Feliz año para ti también. —Estaba siendo una borde, era consciente de ello, así que cerró los ojos y trató de decirse a sí misma que solo se trataba de una persona normal y corriente, una de tantas, pero cuando los abrió la sonrisa de Unax Ugarte consiguió que se olvidara hasta de su nombre, su lengua se secó, pero consiguió articular un discreto "¿y tú?", que pensó que no había alcanzado a escuchar. 

—Yo bien, aunque ya debería estar en casa. —Se rascó la nuca y cerró los ojos, dedicándole una sonrisa que consiguió que las piernas de la chica se convirtieran en auténtica gelatina. 

La pompa de jabón en la que se había metido ese momento, frágil y mágica, se rompió en el instante en el que una persona ajena a los dos se chocó con Marine. La sacó de esa ensoñación en la que se había visto inmersa por unos minutos, apartó los ojos de los de Unax Ugarte, en los que se había visto atrapada de una forma que hizo que, una vez en el mundo real, se sintiera estúpida. La chica miró a su alrededor y se recriminó por lo que estaba haciendo, que no sabía muy bien qué era, y le dio un nuevo trago a la bebida tratando de olvidar la sensación de saberse observada por él.

—Creo que me tengo que ir —susurró ella, él solo la vio mover esos sugerentes labios que no se había quitado de la cabeza desde el día que la había conocido—, mis amigos me están esperando...

—Espera... —le pidió él.

—¿A qué? —Él retiró la mano de su codo y la alzó para apartarle de la cara unos pequeños cabellos que se habían escapado de la tirante cola de caballo, pero en cuando supo lo que iba a hacer dejó caer las manos. Marine miró la mano de Unax Ugarte y en su fuero interno deseó que la hubiera tocado de alguna forma, aunque también se sintió aliviada porque no lo hiciera. No estaba segura de poder soportar esa cercanía.

—Toma algo conmigo —le pidió aun sabiendo que ya debería estar en la cama, que en unas pocas horas estaría cogiendo un avión y que lo haría muerto de cansancio, pero también que no se arrepentiría de nada en caso de que la muchacha aceptara.

Marine no dio crédito a las palabras que había pronunciado Unax Ugarte, las repasó en su cabeza, su corazón empezó a brincar con una furia aun mayor dentro de su cuerpo. Sopesó qué hacer, no porque no lo estuviera deseando, sino porque no quería que la fan que llevaba dentro saliera a la luz. Lo miró y, después de dos segundos, asintió, lo que provocó que él le regalara la sonrisa más amplia y sincera que le había visto en todo el rato que habían estado hablando. Se dio la vuelta y se dirigió hacia un reservado con ella siguiéndolo, Marine sacó el teléfono y se dispuso a mandarle un mensaje a su amiga para informarla de que iba a estar tomando una copa con el actor, no quería que se preocupara por ella sabiendo que se encontraba sana y salva. Una vez que llegaron al lugar, la joven tomó asiento en uno de aquellos sofás, acarició la tela de ante, era suavecita y le produjo muchísimo gusto en las yemas de los dedos.

—¿Qué quieres tomar? —le preguntó él haciéndose oír por encima de la música.

—Un gintonic. Gracias.

Unax se marchó, con la mirada se dio cuenta que había una barra privada para los reservados, en ella no había cola, así que el hombre tardó muy poco en volver con dos copas servidas. Le pasó una a Marine que lo hizo esperar para, de un trago, finalizar el contenido del vaso que todavía llevaba en las manos. Lo depositó en la mesa que tenía delante, sacó las pajitas de su interior y las metió en el que le estaba ofreciendo el actor. No debería beber tanto, sabía a ciencia cierta que se iba a arrepentir en el momento en el que se levantara con dolor de cabeza y un cansancio descomunal, pero no le apetecía que la Marine responsable hiciera acto de aparición. No todavía. 

—¿Qué tal la Nochevieja? —le preguntó él al tiempo que ocupaba el lugar que quedaba libre a su lado, no era necesario que se sentara tan cerca y sus rodillas se estaban tocando. Marine suspiró.

—Bien —la palabra le salió demasiado aguda, lo que hizo que tosiera para tratar de controlar la voz—, he tenido que trabajar antes de venir aquí. —Y al ver la ceja de Unax Ugarte alzándose de forma interrogativa decidió darle una respuesta—, trabajo en una orquesta. Los meses fuertes son los de verano, pero ahora, en invierno, solemos sobrevivir gracias a este tipo de cenas con baile.

—Ah, yo pensaba que colaborabas de forma muy activa con Fabiano, me estuvo contando algo de una canción que vais a sac...

—¡Lo mato! —exclamó ella sabiendo que su amigo le había explicado todos los pormenores de su vida al actor en el momento en el que él había preguntado por ella, este pensamiento hizo que se pusiera todavía más nerviosa—. Es un bocazas...

—No te preocupes —le prometió él—, que conmigo el secreto está a salvo. ¿Y esos calcetines? —le preguntó cambiando de tema porque necesitaba mitigar la sensación de intensidad que se había instalado entre los dos en el momento en el que sus ojos habían conectado. Dirigió la mirada hacia sus pies para que quedara todavía más claro sobre qué estaba hablando.

—Me encantan los calcetines llamativos. Los tengo de mil estampados diferentes y cada mañana subo una foto a Instagram poniéndolos, por la broma... A veces incluso visto a Cayo con ropa del mismo estampado. No le gusta mucho.

—¿Cayo? —preguntó él confundido.

—Mi gato. Es un gato esfinge que tiene muy mala leche, así que te puedes imaginar cómo actúa cuando decido vestirlo para alguna foto.

—Si tiene la mitad del carácter que el que aparece en Friends...

Marine se comenzó a reír, ya que en buena parte su gusto por ese tipo de gatos había comenzado en el momento en el que apareció en la serie, le parecieron tan cuquis, que comprendió a la perfección a Rachel. Ella siempre comprendía a Rachel, salvo con el tema de Ross, pero eso es harina de otro costal.

—Es una de mis series favoritas...

—Lo sé —lo interrumpió ella.

—¿Lo sabes? —preguntó él picado por la curiosidad ante lo que acababa de revelar ella. Había tratado de sonsacarle información a Fabiano sobre la joven, pero no había obtenido nada más que generalidades, un poco sobre la relación que los unía y a lo que se dedicaba. Así que conocer todos esos detalles estaba siendo de lo más interesante para él.

—Lo sé —confirmó ella convirtiendo sus labios en una fina línea. No quería contar nada más, pero el joven asintió comprendiendo que la joven lo conocía y bastante bien.

—Pues ahora es mi turno de conocerte: cuéntame algo sobre ti, Marine.

—¿Como qué? Soy una persona de lo más normal, simple...

—Creo que estás muy lejos de ser simple, de ser normal. Es más, creo que eres todo lo contrario: una chica absolutamente extraordinaria.

Aquellas palabras consiguieron que la boca de Marine se secara de nuevo, ¿por qué tenía que decir todo lo que pensaba sin ningún tipo de filtro? De esa forma solo conseguía que los que lo rodeaban se quedaran en shock, sin saber qué responder. ¿Qué contestas ante ese tipo de piropo? ¿Era absolutamente extraordinaria? Marine dirigió la vista hacia sus manos, jugueteó con las pajitas de nuevo y volvió a dar un trago a la bebida. No quería mirar a Unax Ugarte, porque sabía que tenía los ojos clavados en ella y no sabía ni qué decir.

—Marine —la sacó de sus pensamientos e hizo que la joven volviera la cabeza hacia él—, tu compañía me es muy grata, no la cambiaría por nada en este momento... Pero me tengo que marchar. Mañana tengo un viaje y necesito descansar unas cuantas horas antes de hacerlo.

—Sí, sí. —Ella se levantó rápidamente y miró desde las alturas a Unax Ugarte que hizo lo mismo al tiempo que le daba un último trago a su copa—. Lo siento, no tendría que haberte entretenido.

—No me has entretenido, de hecho, he sido yo el que te ha secuestrado de muy malas formas, seguro que tus amigos se están preguntando donde estás y me odiarán en cuanto se lo expliques.

Se agachó un poquito para poder darle dos besos, la cogió de la cintura y esa cercanía hizo que los párpados de Marine se cerraran y oliera al actor. Lo había olido, sí. Como una fan loca, solo esperaba que él no se hubiera dado cuenta, aunque empezó a notar el calor ascendiendo a su rostro solo de pensar en que había sucedido.

—Me encantaría volver a verte —le susurró él antes de apartarse de ella.

Y soltó ese bombazo justo antes de abandonar el local en soledad, lo vio acercarse a un par de personas y despedirse de ellas. Marine, por su parte, se dirigió hacia el lugar en el que se encontraba su grupo; Yanelis la estaba esperando, expectante porque le explicara algo de lo que había sucedido, ella lo hizo, aunque todavía sentía los rastros de los nervios dentro de su cuerpo e incluso su voz tembló un poco, sobre todo cuando tuvo que contar que le había pedido verla de nuevo. Pasaron el resto de la noche divirtiéndose, riendo, bailando, bebiendo, disfrutando de la noche como si esta fuera a ser la última de sus vidas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro