Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

7. Viaje de ida (29-30 de diciembre de 2018)


29 de diciembre de 2018

—¡Qué suerte has tenido, tío!

No había frase que más le repitieran ni que más irritara a Fabiano. Todo lo que había obtenido en la vida no se debía a la suerte, sino a todo el trabajo que había detrás y al hecho de haber apostado por algo que a los demás les daba miedo. Durante mucho tiempo había sonreído ante esa frase, pero de un tiempo a esa parte solo bufaba y dejaba una respuesta en el aire al no pronunciar ninguna palabra al respecto. Porque, de hacerlo, estaba seguro que lo iba a llevar a un conflicto con la persona que tenía delante.

—Suerte mis cojones.

Fabiano había trabajado muchísimo y lo seguía haciendo, de hecho sabía que muchos lo consideraban un obseso del control, ya que era incapaz de delegar en nadie más. Por este motivo, asumía muchos roles en lo que a su carrera musical se refería, incluso daba instrucciones a los directores de los videoclips cuando los rodaban, esto propiciaba que ninguno de ellos quisiera volver a trabajar con él. Le jodía y mucho ser así, pero más miedo le daba que todo se fuera a la mierda por ser un descuidado. Conocía muchos casos de personas que con una prometedora carrera lo habían echado todo a perder en el momento en el que habían dejado de preocuparse por su trabajo. No pensaba dejar que eso le sucediera e él.

—Buenas noches. —En cuanto entró por la puerta del salón se dejó caer absolutamente exhausto en el sofá que estaban ocupando Marine y Cayo. —¿Qué tal el día? —preguntó a su amiga interesado por saber en qué estaba envuelta, no le estaba dedicando todo el tiempo que le gustaría en los últimos días y el hecho de marcharse la mañana siguiente propiciaba una sensación de desazón en su cabeza.

—Bien, pues de ensayo otra vez con la orquesta, nos llamó esta mañana el jefazo y dijo que nos presentáramos allí porque había cosas que no le gustaban... ¡Manías!

—Bueno, si no le gustaban... —trató de defenderlo lo que hizo que ella estrellara la lengua contra el paladar y lo mirara de medio lado, con un gesto desafiante en el rostro.

—De obseso a obseso, ¿no? —le preguntó, pero no dejó que él interviniera porque continuó hablando—: Te lo digo a ti porque a mi jefe no puedo, que paso de que me echen, me gusta vivir bien: no seas tan maniático, deja de amargar a la gente...

—Habló. Habló la más indicada. ¿Y la canción? ¿Cómo va? Porque, supuestamente, la íbamos a preparar juntos y yo hasta el momento no he visto ni oído nada...

Marine no pudo reprimir una sonrisita y acarició a Cayo sin decir una sola palabra. Su amigo tenía razón y quizá por eso se llevaban tan bien: eran muy parecidos en muchos aspectos de su vida, Dios los cría y ellos se juntan. Y ellos se habían juntado mucho y muy bien.

—Bueno, el caso es que nos dijo que mañana podemos descansar porque así estaremos más frescos para Nochevieja. —Lo miró y metió el dedo en el cabello hasta que logró enredarlo en torno a un rotulador para despejar su rostro—. Así que mañana tenía pensado ir al estudio para poder ponerme con la canción y mandarte cosas. ¡Listo, que eres un listo!

—Todo tuyo. Ya lo sabes. Y a ver si es cierto que empiezo a saber algo de esa canción...

—Mañana, Fabi, jo, te lo prometo, de verdad. —Su actitud desafiante cambió por completo porque sabía que en el fondo tenía razón con lo que estaba diciendo—. A última hora del día tendrás todo el material para que lo puedas escuchar y des tu opinión sincera sobre todo ello. Estás muy liado con todo lo del videoclip —sus ojos brillaron con intensidad en cuanto pronunció esas palabras— y no quería añadirte más presión. Que te agobias cuando tienes varios frentes abiertos.

—Recuerda que mañana me marcho al pueblo para poder pasar allí la Nochevieja...

—... con la familia —lo interrumpió ella mientras disimulaba una sonrisa cómplice de un secreto, el de una persona que sabe que se oculta mucho más detrás de esas palabras.

—Con la familia —sentenció él mirándola mal y sin dar más opción a réplica, añadió—: Voy a cenar, ¿quieres algo?

—Uy, no... Llevamos comiendo mil chuches toda la tarde Cayito y yo. —Le rascó detrás de las orejas lo que provocó un ronroneo en el animal—. Así que me parece que hoy vamos a pasar de la cena porque estoy a punto de explotar.

—Pues yo me voy a calentar algo, hemos comido en el rodaje, pero estoy muerto de hambre... Estos días son agotadores. ¿Qué estás viendo?

—Pues he empezado a ver You, la serie de un tío que está pirado —seguía hablando porque, a pesar de que su amigo hubiera abandonado la estancia, sabía que podía escucharla a la perfección—, y que se dedica a acosar a chicas. Es interesante, adictiva... He perdido un poco la concentración en algún momento, pero bueno... está bien.

—Siempre ves lo que mola cuando yo no estoy. —Fabiano volvía con un plato entre las manos y un trozo de pan entre los dientes, lo que dificultó un poco que Marine entendiera lo que había dicho—. Luego a mi me tocan los bodrios esos.

—Porque tú nunca quieres elegir película o serie...

—Porque te quedas dormida.

—Por tu nulo gusto...

—¿Nulo? ¿Eres la cinéfila del team? —preguntó él al tiempo que introducía la cuchara en la crema de calabacín, la soplaba y se la llevaba a la boca—. La verdad es que sí, yo no tengo ni idea, pero estaría bien variar un poco de vez en cuando. Últimamente te ha dado por los locos...

—Ya sabes cómo soy cuando me obsesiono con algo.

—Lo sé, lo sé...

Fabiano siguió comiendo mientras Marine acariciaba a su gato. Los silencios entre ellos nunca eran incómodos, eran habituales después de todo el tiempo que compartían. Ella no era una mujer muy dada a mantener mucho contacto social, se solía agobiar con la gente cuando estos querían quedar siempre con ella o que se estuvieran escribiendo siempre por mensaje. Con Fabiano no le sucedía, ya que él comprendía a la perfección la complicada personalidad de la joven: necesitaba saber que estabas ahí, en la sombra, por si necesitaba de tu apoyo, pero no le gustaba que nadie se metiera en sus asuntos. Todo lo contrario solía hacer ella con Fabiano, a veces adoptaba un rol demasiado maternal con él, le daba consejos que no habían sido pedidos y se sentía con la seguridad de hacerlo porque él no la iba a mandar a la mierda de forma permanente. Se consentían muchísimas cosas que con otras personas no hacían.

—El otro día encerraste a Cayo en el baño. —Recordó ella de repente.

—Joder, Marine, me despierto y según voy a la ducharme me encuentro a tu gato mirándome como si me fuera a saltar a la cara con esas uñas afiladas. Y este rostro no puede sufrir ningún daño. —Se rió al ver como la otra alzaba las cejas.

Se levantó del sofá y fue hacia la cocina para dejar el plato vacío en la encimera, después abrió la nevera estudiándola para ver qué postre se podía comer. La cerró sin coger nada, ya que no quedaban copas de chocolate, pero sí el magnífico envoltorio que uno de los dos había dejado allí una vez que se hubo comido la última.

—¿Te has acabado las copas? —le preguntó a Marine haciendo un mohín con los labios y tirándole el cartón vacío sobre el regazo lo que hizo que Cayo abriera los ojos y desviara la cabeza para no tener que ver al joven ni un minuto.

—¿Yo? Seguro que has sido tú...

—¿Yo? ¿Cuándo? Si apenas he estado en casa. Has tenido que ser tú. Eso o tenemos un fantasma... ¡Fantasma! —empezó a alzar la voz y mirar hacia el techo—. Haznos una señal si te has acabado las copas de chocolate.

—Pe...

—¡Ssshhh! —La mandó callar mientras seguía mirando hacia arriba—. ¡Fantasma! ¿Podrías ir al Mercadona y traer más copas de chocolate?

—Eres tonsísimo —dijo ella entre risas.

Este se dejó caer de nuevo a su lado, expulsó el aire de los pulmones porque la verdad era que se sentía terriblemente cansado y la comodidad del asiento solo lo hacía pensar en la cama que había a escasos metros esperando por él.

—¿Qué tal se presenta la Nochevieja? ¿Ideas excitantes? —le preguntó al tiempo que alzaba las cejas.

—No, si es que este año no da para más, la verdad. Y salgo por salir, por no venir después del bolo a casa, pero tengo cero ganas de salir este año.

—Qué desganada estás, ¿no? Recuerdo cuando vivías esa noche como si fuera la última de nuestras vidas, que la estabas preparando durante meses... Y ahora...

—Y ahora me estoy haciendo mayor —lo interrumpió.

—Marine, vas a hacer veinticuatro años, no eres mayor...

—Eso solo lo dices porque tú —lo señaló y se rio— eres mayor que yo.

—Eso es incierto...

—¿Qué eres mayor que yo?

—No, idiota, eso es verdad. Lo que es incierto es que lo diga solo por eso... Lo digo porque somos jóvenes. Yo voy a salir con Sergio...

Y dejó en el aire todas las posibilidades que contenía aquella frase porque Sergio y Fabiano, solos, en el pueblo, siempre implicaba un escándalo que llegaba a oídos de toda la familia y que acabaña en una tensa charla familiar de Valentina y Carlos hacia el joven, una de esas cargadas de pequeños reproches, dichos con una boca más pequeña aun porque sabían que todo era fruto de la juventud y del afán por vivir cada segundo como si fuera el último. Quizá ese año tuviera suerte, dicho entre comillas, por el estado de salud de su padre y el de preocupación de su madre, y no llegara a sus oídos, pero estaba claro que la iban a liar de alguna manera. Y Marine, pensó con fastidio, se lo iba a perder. Sin embargo, sonrió y este gesto hizo saber a Fabiano que estaba empezando a maquinar cosas en esa cabecita suya.

—¡Qué mala suerte tienes y qué bien te conozco! Vamos a salir los dos y punto. Me pienso mantener alejado de mujeres veganas con faldas sugerentes —se arrepintió de haber pronunciado esas palabras en el momento en el que salieron de su boca y pudo comprobar que no le habían pasado desapercibidas a la chica porque sus ojos, ya vivarachos de por sí, empezaron a brillar con intensidad.

—Bueeeenooooo —dijo ella, y esto consiguió asustar de nuevo al apacible gato que estaba sobre ella; quien alzó la cabeza y la miró con cara de pocos amigos, dirigió la vista hacia Fabiano y se marchó de allí bufando, lo que provocó que ella se arrebujara mejor en la manta que la cubría por haber perdido la fuente de calor que había supuesto Cayo hasta ese momento.

—Ya se enfadó... ¡Me odia! Es que tu rata me odia.

—Ay, no te creas el ombligo del mundo... No te odia, pero no le caes muy bien.

De repente Fabiano se dio cuenta que Marine no le había preguntado por el rodaje, no lo había mencionado si quiera, cuando en otras ocasiones estaba ansiosa porque le contara con el mayor de los detalles todo lo que había sucedido.

—¿Y a ti qué te pasa? —preguntó él poniéndose serio de repente.

—¿A mí? Nada, ¿por qué? —Arrugó el entrecejo porque no comprendía muy bien el cambio de su amigo, estaban hablando de broma de todo y de nada, y esa repentina seriedad la hizo incorporarse un poco del sofá.

—No me has preguntado por el rodaje, pensé que lo querrías saber absolutamente todo... pero no. Y estoy sorprendido.

—Ya... —volvió a meter el dedo en el cabello para poder rehacer el peinado—, es que no quería ser pesada con el tema... Ya sabes por lo de Unax Ugarte.

—¿Quieres que te cuente una cosa? Pero quiero que estés tranquila, ¿vale?

—Si me dices que me esté tranquila me voy a poner cardiaca —lo dijo al tiempo que su corazón daba un pequeño brinco dentro de su caja torácica—. ¡Cuéntame qué ha pasado! —pidió presa de una gran excitación que tiñó su voz.

—¿Te acuerdas del otro día cuando aparecimos en el estudio? —Por la mirada que le dedicó la otra, estaba claro que no había olvidado ni un solo detalle de ese momento—. Ya, ya... Bueno, pues cuando nos estábamos marchando de allí me preguntó por ti. El tío intentó ser muy sutil, pero vaya, que lo hizo.

—¿Perdona? ¿Cómo que te preguntó por mí?

—Sí, me preguntó que quién eras, que de qué nos conocíamos, que qué estabas haciendo en el estudio... La verdad que ahora que lo pienso muy sutil no fue... Yo me hice un poco el tonto, pero le di buena información como dejando caer que estás soltera.

—Fabiano... —Marine no podía dar crédito a las palabras que estaba escuchando, sus mejillas se tiñeron de un color rojizo y una especie de nudo se instaló en su estómago que la hizo gemir más que pronunciar el nombre de su amigo.

—A ver, no seas tonta... El tío está interesado y a ti él te gusta desde antes de que nacieras. Yo solo estoy agilizando un poco el asunto...

—¡Anda! —lo interrumpió ella notando como sus manos empezaban a humedecerse por el sudor y se volvían un poco temblorosas—. ¡Deja de decir tonterías! ¿¡Cómo va a estar interesado Unax Ugarte en mí!? ¿Sabes lo que estás diciendo?

—Solo estoy diciendo lo que pienso...

—¿Pero cómo...?

—¿Y por qué no lo iba a estar? —preguntó un poquito enfadado, no soportaba cuando Marine se menospreciaba a sí misma, la había visto hacerlo durante toda la adolescencia y aunque parecía que ya había superado esos momentos de debilidad, notaba que en la coraza de su autoestima a veces había grietas a través de las cuales se podían colar inseguridades y él no quería hacer daño a la chica, pero tampoco quería que se quedara sin vivir algo por el miedo que le daba sufrir. Necesitaba aventurarse en lo desconocido, salir un poco más de su zona de confort.

—Pues porque soy una tía normal... Tú has visto con las chicas con las que se co...

—Que me da igual con quién se relacione —la interrumpió tratando de poner un poco de cordura en la cabeza de su amiga—, lo que es, es... Me preguntó por ti. Vi cómo te miraba y cómo lo mirabas a él... Que, a ver, esto último pues una novedad tampoco es porque el tío te gusta...

—Bueno, mira... —no lo dejó acabar—, como tú vetas algunos temas, yo lo hago con esto.

—Pues más tonta eres...

—No quiero hablar de Unax Ugarte —dijeron a la vez—. Y me voy a la cama. —Forzó muchísimo un bostezo al tiempo que se levantaba del sofá y doblaba la manta—. Estoy agotada y quiero aprovechar cada minuto de descanso.

—Marine... —empezó a decir Fabiano, pero se vio silenciado por lo opacos que se habían vuelto los ojos de la chica. Con evidente fastidio se castigó a sí mismo mentalmente, no debería haberle soltado a bocajarro lo que pensaba, pero odiaba que Marine no se diera cuenta de lo estupenda que era.

La chica se acercó a él y le dio un beso en la mejilla, abandonó el salón con las palabras de Fabiano resonando en su cabeza. Sin querer queriendo su mente viajó al encuentro que habían tenido hacía escasos días y a esa mirada que le había dedicado en el momento en el que abandonaba el estudio. Se dejó caer en la cama, lanzó un gruñido al aire y reptó para poder meterse entre las sábanas. Cogió el libro que le había regalado Valentina e intentó leer unas páginas, pero no estaba prestando atención a lo que estaba leyendo, ya que su cabeza volaba con frecuencia a otros mundos y, en especial, a ese que había abierto Fabiano esa noche al sembrar en ella la posibilidad. No hay nada peor que la esperanza, se mete dentro de ti y esa llamita solo se apaga en el momento en el que algún suceso lo suficientemente malo te hace volver a poner los pies en el suelo; pero hay algunas personas que ni con esas son capaces de volver a la realidad. Y ella no quería ser de estas últimas, no quería porque había visto los estragos que había hecho el dejarse llevar en demasía en su propia familia. Su madre había sufrido muchísimo en el momento en el que su padre había desaparecido, estando embarazada de Marine. Ella necesitaba valorar los pros y los contras de todo y, si bien durante toda su vida había estado profundamente enamorada de Unax Ugarte, nunca, ni en sus mejores sueños, había imaginado que él pudiera sentirse atraído por ella en el hipotético caso de conocerse. Era todo rocambolesco.

—Ridículo —sentenció.

Cerró el libro y apagó la luz.

Fabiano, por su lado, se fue al dormitorio después de recoger la cocina. No podía con el alma, pero tenía que pegarse una ducha antes de meterse en la cama porque, de lo contrario, no iba a pegar ojo. Las sábanas nunca le habían parecido tan cómodas, cerró los ojos y revivió en su cabeza lo que había vivido en el día; una sonrisa de satisfacción apareció en sus labios, de ese tipo que aparece en los momentos de paz y de tranquilidad.

Al día siguiente se marchaba a su pueblo para poder disfrutar de su familia durante una semana aproximadamente, tendría que estar pendiente de algunas cosas relativas al ámbito laboral, pero quería descansar el mayor tiempo posible. Se había prometido a sí mismo que lo haría, aunque estaba bastante seguro que no tanto como le gustaría. El hecho de poder llevar a cabo un montón de aspectos relacionados con el trabajo a través del teléfono móvil, tenía que darle la razón a Marine, hacía que nunca desconectara del todo. Iba siendo hora de darle unas pequeñas vacaciones a su cerebro para que no se terminara quemando del todo. Se fue quedando dormido mientras que en su cabeza empezaba a recrear el tacto de una minifalda, el sabor de la marihuana en su boca y las noches locas que vivía cada vez que hacía acto de aparición en su pueblo.

30 de diciembre de 2018

Fabiano apagó la alarma del despertador e inmediatamente revisó los mensajes de whatsapp y del correo electrónico para poder controlar que no hubiera entrado nada de trabajo durante las pocas horas que había destinado a dormir. Habías dicho que ibas a desconectar, se dijo a sí mismo, sabiendo que iba a romper esa promesa muchas veces durante los días que tenía por delante se levantó, hizo la cama y recogió su equipaje de la forma más silenciosa posible. No quería molestar a Marine que estaba seguro de que querría aprovechar esa mañana para poder descansar antes de ir al estudio. Dio una última ojeada a la habitación para ver si se le olvidaba algo y, al no hacerlo, abandonó el lugar rápidamente. Había llamado a un taxi para que lo acercara a la estación de autobuses, ya que era muy temprano y no le apetecía nada tener que meterse en el metro. Estaba seguro que, a esas horas, estaría prácticamente vacío, pero quería hacer el camino de la forma más corta posible.

En cuando estuvo sentado en el asiento del autobús, conectó los auriculares al teléfono móvil y se dejó llevar por la música de una emisora cualquiera. No le apetecía nada tener que pensar en lo que quería escuchar y, además, los presentadores solían ser lo suficientemente divertidos como para que en ese rato no pensara en todo lo malo que había a su alrededor. Se rio con las bromas telefónicas, disfrutó de las conversaciones, se mantuvo informado gracias a las pequeñas noticias que iban dando cada cierto tiempo. Hacia la mitad del viaje, más o menos, pararon en un área de servicio para que el chófer pudiera intercambiarse con un compañero, les dieron una media hora para tomarse un café y un pincho. Fabiano lo primero que hizo nada más que sus pies tocaron tierra fue encenderse un cigarrillo, sabía que era un vicio horrible, y él no era precisamente un fumador compulsivo, pero de vez en cuando le gustaba hacerlo. Una vez que lo hubo terminado y apagado en una papelera, se adentró en la cafetería en la que se encontraban sus compañeros de viaje, se acercó a la barra donde un par de personas trataban de llegar a servir todo lo que los clientes pedían con un hambre voraz. Fabiano esperó durante unos minutos y, cuando vio que la cosa se tranquilizaba, alzó una mano para que se acercaran a atenderle. Pidió un café y un pincho de jamón y se dispuso a devorarlo en cuanto se lo pusieron delante.

Y los pensamientos, esos que estuvo evitando durante días, acudieron a su mente. Pensó en su familia, en todo lo que estaban atravesando para que padre finalmente muriera. Y era una putada sufrir tanto para acabar muriéndose. Pensó en su madre, en lo abnegada que estaba siendo con toda esta situación. Y pensó en su hermana y en lo adolescente que estaba aunque todavía fuera, a sus ojos, una niña. Necesitaba estar más pendiente de ellos porque estaba claro que lo necesitaban mucho más de lo que estaban dispuestos a admitir. Y unos mensajes o unas llamadas estaba claro que no eran suficientes. Tenía que sacarse el carnet de conducir para ser más independiente a la hora de realizar viajes al pueblo, Marine tenía su vida y no podía estar dependiendo siempre de ella o de los autobuses. Sacó el teléfono móvil y buscó alguna autoescuela que quedara cerca de su casa en la que poder apuntarse, guardó un par de direcciones para poder acercarse a pedir información en cuanto llegara a Madrid. Abrió whatsapp y se encontró con varios mensajes pero el dedo fue a abrir primero el de Sergio que le estaba preguntando si, finalmente, llegaba ese día al pueblo.

Fabiano: te apetece tomar una cerveza hoy?

Sergio: me parece cojonudo

Emprendieron de nuevo el viaje y fue dormitando hasta que alcanzaron su destino final. Se bajó del vehículo y estiró los músculos en cuanto consiguió sacar del maletero su equipaje. Aunque la mayoría fueran fiambreras vacías que volverían cargadas a su vuelta. No le importaba pasarse esos días mendigando toda la comida habida y por haber y, de hecho, estaba seguro que el último día haría un saqueo de esa nevera llevándose todo lo posible como si de un supermercado se tratara. Arrastró la maleta por las calles del pueblo y rápidamente llegó a su casa, una vez en ella abrazó a su madre que no pudo evitar que los ojos se le anegaran por las lágrimas.

—¿Qué pasa? —le preguntó al tiempo que le acariciaba las mejillas y las limpiaba.

—Menos mal que estás aquí, hijo mío. Menos mal... —repitió y escondió la cabeza en el pecho del chico para poder llorar a gusto mientras él le acariciaba la espalda sin decir una sola palabra, ambos dos agradecieron ese silencio: ella porque sentía que no había nada que pudiera sanar la pena que llevaba por dentro, y él porque no sabía decir nada reconfortante.

Camila los estaba espiando desde el marco de la puerta y apretando las manos en un puño con tanta fuerza que las uñas se le estaban clavando en las palmas. Con gesto airado, y sin que los otros dos se dieran cuenta, se marchó a su habitación. De un portazo consiguió que Fabiano y Valentina se apartaran, que ella sonriera de forma tímida creyéndose una tonta por llorar sin ninguna razón para hacerlo y él agobiado por todo lo que estaba mal y se iba a poner peor.

Sergio pareció oler que su amigo necesitaba de él en un momento como aquel, ya que hizo acto de aparición en ese preciso instante para salvarlo. Fabiano le pidió que esperara unos segundos para que pudiera acercarse a saludar a su padre, pero este estaba dormitando en el sofá arropado con una manta y como no quería despertarlo se marchó después de darle un beso en la cabeza; se acercó a la habitación de Camila y golpeó varias veces sin repuesta por parte de la pequeña.

—Cami, soy yo. Ábreme —pidió. Se pasó la mano por la cara al saber que la niña se encontraba allí y que lo estaba ignorando de forma deliberada—. Luego hablamos —susurró hacia la madera con la esperanza de que ella lo escuchara. Así fue.

Sergio, que lo estaba esperando en la cocina charlando con Valentina, se levantó de la silla en cuanto lo vio aparecer. Una vez en el exterior, decidieron acercarse a El Cielo para poder tomarse esa cerveza que se habían prometido.

—¿Cómo va todo? —le preguntó Sergio en cuanto se aposentaron en una mesa.

—Pues ya ves... Como una vez me dijo alguien: para que te voy a decir que mal si me voy a poner peor. Así que bien.

—Bueno —le respondió Sergio con una sonrisa en los labios—, vamos a dejarnos de dramas familiares. Que hoy no estamos aquí para eso...

—¿Y para qué estamos aquí? —preguntó Fabiano temiendo por donde quería llevar el tema de conversación.

—Para hablar de trivialidades, no estoy lo suficientemente borracho para intentar arreglar el mundo, pequeño, eso lo dejamos para Nochevieja. —Se llevó el vaso de cerveza a los labios sin poder ocultar una sonrisa porque acto seguido iba a lanzar la frase clave—: Ay, pequeño, ¡qué momento nos regalaste!

—¡Puf! —expulsó el aire que tenía atorado en los pulmones—. Otro como Marine no, por favor...

—¿Por qué?

—Porque estáis muy pesados con el tema...

—¿Cómo sabes de lo que te voy a hablar? —Aunque continuó ante la mirada de Fabiano, era todo bastante obvio—. ¡Es que fue algo digno de ver! ¡De grabar! Cada día siento que he sido estafado y vilipendiado por vosotros. Tantas discusiones... Tantos momentos en los que os habéis tirado los trastos a la cabeza y todo por un calentón... ¡Qué vulgaridad! ¡Me esperaba mucho más de ti, pequeño!

—¿Qué te esperabas?

—Hombre, ya puestos que esa noche hubierais hecho un estriptis, pero no, tuvisteis que ser dóciles y dejaros separar por Marine cuando consideró que ya se os había ido la pinza lo suficiente... Con toda la razón, por cierto. Porque se os fue cantidad.

—¿Quiero saber en qué momento nos separó? —preguntó sin estar muy seguro de querer conocer la respuesta.

—Es probable que no, pero te lo voy a contar igualmente... Porque soy un cotilla redomado... Os estabais comiendo a base de bien en una de las esquinas... uy, mira, en aquella —le dijo señalando uno de los rincones más oscuros del bar y sus palabras hicieron que varios clientes que los rodeaban los miraran con curiosidad—, ya os había visto todo el mundo, así que debisteis pensar que era el momento oportuno para esconderos un poquito, y tus manos en cierta parte de la anatomía de Marta nos hicieron sospechar que teníais pensado llegar más allá... Mucho más allá —dejó caer para que captara la indirecta.

—¡No me jodas!

—No, gracias —dijo dejando escapar una carcajada—. Yo no me dedico a esos menesteres, habla con Marta si es que estás muy necesitado o no... No sé en qué términos habéis quedado...

—No hemos quedado en nada porque no hemos vuelto a hablar desde ese día, tío.

—No me jodas que eres uno de esos —le recriminó Sergio poniéndose serio por primera vez desde que había empezado la conversación. Fabiano le dio un profundo trago a la cerveza sin tener muy claro si quería que la charla se fuera por ese espinoso terreno.

—¿De esos? —preguntó clavando los ojos en los de Sergio.

—Sí, de esos que tienen una nula responsabilidad emocional con las persona con las que se enrollan. —Se podía decir más alto pero no más claro.

—También podía ser ella la que diera señales de vida.

—¿Para qué? ¿Para que seas el mismo cretino de siempre? Es normal que haya hecho como si no hubiera sucedido nada, ¡qué vergüenza! Tienes un buen envoltorio, pequeño, pero tu personalidad a veces deja un poquito que desear. —Y, de nuevo, aparecía ese Sergio que con su acidez conseguía colar muchas verdades entre todo lo que decía.

Cuando acabaron la cerveza, Fabiano se fue directo a casa con muchas cosas en las que pensar. Siempre que quedaba con Sergio le abría los ojos de una forma que se complementaba a la perfección con Marine. Los dos eran parte de su roca, esas personas que lo mantenían atado al suelo e impedían que se le fuera la pinza del todo.

Esa noche, después de una cena familiar cargada de silencios, se metió en la cama y cogió el teléfono móvil para poder trabajar. Quería evitar pensar a toda costa, no quería confirmar que había sido un cabrón por no haberle mandado un mensaje a Marta después de lo sucedido hacía una semana; y sabía que las vías de comunicación debían ser en los dos sentidos, pero en una cosa Sergio tenía razón: ¿para qué hablar con él si durante muchos años había demostrado ser un cretino? Era consciente que ella también lo buscaba para discutir, que le encantaba pelear con él, sacarlo de quicio y llevarlo al límite, pero uno de los dos tenía que empezar a actuar con madurez. Y ella, aunque le jodiera admitirlo, hacía un par de meses que pasaba de buscar bronca. Él de vez en cuando le lanzaba alguna indirecta vía redes sociales, cuando estaban con sus amigos e incluso si se quedaban solos por algún motivo. Pero nada, no entraba al trapo, y eso lo hacía enfurecer porque estaba seguro que se pensaba mejor que él. Quizá había llegado el momento de dejar de comportarse como un niño y empezar a hacerlo como el adulto que se suponía que era. Menos mal que no quieres pensar, se dijo, porque para no querer hacerlo... Volvió toda su atención al teléfono y vio que había recibido varios documentos de Marine: la letra de la canción y la parte musical en la que había estado trabajando, aunque pretendía que él con su ordenador añadiera algún elemento digital y también le indicó qué partes quería cantar ella y qué partes eran las de él. Se entregó por completo al trabajo y empezó por leer la canción al tiempo que iba escuchando lo que Marine tenía grabado. Tenía que reconocerlo... ¡Qué talento tenía la jodía! Y sonrió.   

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro