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15. Lo siento (19-20 de enero de 2019)

19 de enero de 2019

Marine se paseaba por casa que parecía que iba flotando sobre una nube, no veía las esquinas y eso propició que se estampara contra una en más de una ocasión y de dos. Cayo la observaba como queriendo saber a que se debía ese comportamiento en ella, pero no lograba adivinar a qué se debían esos largos suspiros, esas miradas al teléfono móvil como esperando que sucediera algo, pero había alguien en aquella casa que sí comprendía la actitud de la joven: Fabiano.

—Julieta —le dijo en el momento en el que coincidieron en la cocina, lo que hizo que ella alzara la cabeza con un trozo de pan en la boca y la taza de té en los labios.

—¿Eh? —Fue la única respuesta capaz de emitir en cuanto hubo tragado el contenido de la boca.

—He dicho: Julieta.

—¿Acaso has leído la obra de teatro? —Alzó las cejas esperando la respuesta negativa de Fabiano porque sabía a la perfección lo que había hecho cuando le había tocado como lectura en el instituto: copiar el trabajo de "El rincón del vago".

—Todo el mundo sabe lo que pasa...

—Sí, que acaban como el rosario de la aurora, así que te agradezco la comparación, pero... No, qué digo, no te agradezco la comparación. No quiero acabar como ella.

—¿Me vas a dar uno de tus sermones? Porque si es así, dímelo para poder volver a meterme en la cama, cubrirme al completo y cagar para ti.

—No te voy a dar ninguno de mis sermones. ¿No me vas a preguntar qué tal ayer?

—¡Coño, Marine! ¿Qué pensabas que iba a hacer? De verdad... ¿Qué tal? —le preguntó y se sentó a su lado.

—Pues muy bien, pero tengo la sensación de que faltó algo... —Se quedó pensativa unos segundos y añadió—: Ah, sí, el hecho de que no me besó en ningún momento. O sea, me tocó mil veces, que si el brazo por los hombros, que si te miro intensamente, pero sus labios sobre los míos... eso no se produjo.

—¿Y por qué no lo besaste tú? —le preguntó como si fuera obvio.

Ella lo miro como si hubiera dicho la mayor tontería del mundo, empezó a reírse hasta el punto de que no era capaz de parar y Fabiano, molesto, miró el teléfono para ver cuanto duraba ese pequeño espectáculo suyo.

—¿Ya? —le preguntó en cuanto vio que parecía calmarse.

—Ya, ¿cómo voy a besar a Unax Ugarte? ¡Tú estás mal eh!

—Pues no lo entiendo, es evidente que al tío le gustas. ¿Por qué tienes que esperar a que él se lance? Lo veo absurdo.

—Quizá es que sea demasiado pronto para que lo comprendas...'—le dijo ella con cierto retintín que a Fabiano no le gustó nada.

—Quizá ayudaría si me explicaras que ronda esa cabecita tuya porque me parece que a veces no te comprendes ni tú a ti misma, ¿cómo esperas que lo hagan los demás?

—Pues porque es Unax Ugarte. —Fabiano agrandó muchísimo sus ojos verdes sin llegar a comprender lo que estaba diciendo, porque puede que para ella tuviera lógica, pero no para él, en absoluto—. Ya sabes: un actor, famoso... todas esas cosas...

—¿No lo puedes besar porque es un actor y famoso?

—No, no lo sé, me siento insegura, ¿era eso lo que querías escuchar? —Y supo que sí, que era eso lo que quería saber: la pura verdad—. Me da todo el apuro del mundo que me pueda rechazar porque eso significa que todas las ilusiones que me he hecho se van a ir a la mierda.

—Ay, Marine... Lo que te cuesta abrirte. Pero es que siempre te pasa lo mismo, tienes a ese pequeño demonio sobre tu hombro, que eres tú misma, boicoteando todo lo bueno que te pueda pasar... Tienes que tomar las riendas, querida.

Aquella tarde había decidido hacer un plan casero, sabía que iban a emitir a través de YouTube la gala de los premios Feroz y le apetecía mucho verla, ya que solía ser una de esas personas que se traga los Oscar, los Grammy, los Goya... Le encantaba ver la alfombra roja del principio, la ropa que llevaban las mujeres siempre le parecía espectacular y tomaba algunas ideas para incorporar a esos estilos que ella solía llevar. Pero hubo una entrevista de ese año a la que prestó especial atención porque sabía que Estela Grandes, la expareja de Unax, no tenía pelos en la lengua y quería saber que respuesta, contundente, de eso no le cabía ninguna duda, le iba a dar al reportero.

—Estela, ¿cómo estás? —preguntó aquel reportero a la actriz que iba espectacular con un vestido largo, de color blanco, que se fundía con su cuerpo como si fuera una segunda piel.

—Muy contenta por estar aquí, esta es una de mis noches favoritas del año, me encanta el cine español, así que celebrarlo por todo lo alto es siempre una maravilla.

—¿Y has visto a Unax? Todavía no ha pasado por el photocall, pero lo esperamos en unos minutos. Queríamos saber si tú has tenido la oportunidad de hablar con él.

—Pues no, todavía no —le dedicó una sonrisa que estaba cargada de incomodidad, sabía que le estaba buscando un poco las cosquillas y ella era de las que si la buscaban la acababan encontrando.

—Se ha visto a Unax acompañado por una jovencita, ¿lo sabías? —Y ahí estaba la gran pregunta, vio un poco de malicia en los ojos del chico.

—Pues no, la verdad es que no, pero tampoco hay motivo para que me cuente nada...

—Hombre, es el padre de tu hija... Es una chica mucho más joven que él, se cree que es la persona que lo acompañaba el día de Nochevieja. ¿No conocías de la existencia de esta persona? —Y justo en ese momento algo hizo click en la cabeza de Estela porque le cambió hasta la cara, el joven también pareció ser consciente de ello ya que dio un paso atrás como tratando de evitar las palabras furiosas que iba a recibir en ese momento.

—Mira, voy a tratar de ser lo más educada posible y voy a hablar ahora mismo, has tenido la suerte o quizá la desgracia de que te haya tocado a ti. Lo siento, chaval, pero es que no estoy dispuesta a que me empecéis a seguir, ni a mi ni a mi hija para preguntarme por nada de esta historia. Unax Ugarte y yo estamos separados desde hace más de seis años, seis años, que se dicen pronto, así que me parece que ambos tenemos el derecho de poder rehacer nuestras vidas si eso es lo que queremos. —El chico abrió la boca, pero ella no lo dejó intervenir, ya que tenía muchas cosas para decir—. Me dejas que acabe de hablar porque ya me has calentado la lengua, así que ahora no te pongas en plan recoger cable. Si Unax está con una chica joven o deja de estarlo, no es algo que tenga que ver conmigo, es algo que atañe a Unax y a esa persona, si ha quedado con ella en Nochevieja o no sé cuando más, es a ellos a los únicos a los que les importa. Me alegro y me alegraré enormemente porque él esté bien, es una persona en cuyo momento compartió su vida conmigo hasta el punto de que tenemos una hija en común y la felicidad de ella se basa en que sus padres también estén felices, así que mira... Me alegro mucho por Unax de ser cierto todo esto que me has preguntado. Y hoy estamos aquí por otros motivos, no para que me estéis preguntando por la posible nueva pareja de mi ex. Cojonudo. ¿Algo más?

Marine alzó las cejas y se quedó helada ante lo que había escuchado porque estaba claro que ella era la persona a la que estaban haciendo referencia. Entendía a la perfección el enfado de Estela Grandes, siempre sucedía lo mismo con este tipo de eventos: aprovechaban cualquier resquicio para hacerte preguntas personales, pero le parecía que ese chico le había lanzado esa pregunta con la intención de que a ella se le calentara la lengua y cargara contra Unax y esa supuesta nueva pareja, como ambos habían hecho en el pasado. Así que no pudo evitar sentir cierto orgullo al ver que esas rencillas que habían arrastrado desde su separación parecían superadas.

20 de enero de 2019

Estaba metida en el metro, se notaba muchísimo que era hora punta, que la gente ya no estaba de vacaciones por lo abarrotado que iba. Al menos podía sentir un poco de calor por la cercanía del resto de cuerpos, algo que de una forma un poco extraña agradecía en un momento como aquel. Cuando se bajo del tubo, subió las escaleras, vio que un uno rojo se había colocado sobre la aplicación de Instagram y su dedo rápidamente se dirigió hacia allí con la esperanza alojada en la tripa. Tenía que ser él, no podía ser otra persona.

Unax: Marine, necesito hablar contigo...

El corazón de la chica empezó a bombear sangre con fuerza, pensando en el motivo por el cual Unax le había mandado un mensaje tan escueto. Empezó a repasar lo que había sucedido desde que habían tenido esa cita que le seguía dando la sensación de haber acabado de una forma muy abrupta, quizá él esperara que ella le escribiera primero, pero es que no quería parecer ansiosa. Se planto: deja de sobreanalizar las cosas, se dijo, siempre estás igual.

Marine: sí, claro, ha pasado algo?

Unax: prefiero hablarlo por teléfono, la verdad, por mensaje...

Esperó a que la llamara por teléfono y en cuanto sintió la vibración en la mano su estómago y su corazón temblaron al mismo ritmo. Estaba claro que aquella incipiente relación le costaría a Marine su salud si no era capaz de controlar las respuestas de su cuerpo.

—Kaixo, ¿qué tal? —preguntó él con tal naturalidad que hizo que se empezara a tranquilizar un poco, de querer acabar con la historia, no sería tan majo, ¿verdad?

—Bien, ¿y tú?

—Yo bien, estoy en Bilbo. Ayer por la noche son Los Feroz, en realidad estoy agotado por todo este trajín, pero bueno... Ahora por fin podré irme a casa y descansar unos cuantos días.

—Ah —dijo eso por decir algo, porque en realidad no tenía mucho más que aportar a esa conversación, solo quería que él pusiera en palabras lo que quería y que... no sabía muy bien que más y, de repente, soltó a bocajarro—: ¿De qué querías hablar?

—Pareces yo —dijo mientras dejaba escapar una carcajada de la garganta—, pues nada... —Está nervioso, lo puede notar incluso a través de la línea telefónica y eso hace que ella se contagie de ese estado—. Lo primero de todo es que quiero que estés tranquila, ¿vale?

—¿Sabes que cuando alguien dice eso lejos de tranquilizarte te pone más y más nervioso?

—Ya... Bueno, que me ha llamado antes mi agente, que pensaba que había sido por alguna historia del sarao de ayer, pero no... Parece que... joder, es que no sé ni cómo decirte esto...

—Pues yendo al grano, como siempre haces.

—Pues sí, tienes mucha razón, pero es que no quiero hacerte daño.

¿Daño? Acababa de decir la palabra mágica, ahora sabía lo que le tocaba aguantar: un montón de palabras vacías con las que le iba a dar la excusa más elaborada de la historia para decirle que chao, pescao, que fue bonito mientras duró, pero que estaba claro que buscaban cosas diferentes en la vida. Menos mal que esa conversación se iba a producir a través de un teléfono porque no creía poder soportar el hecho de tener que ponerle buena cara si lo tuviera delante.

—Marine, hoy no has visto la televisión, ¿verdad?

—¿La televisión? —la preguntó la dejó un poco desorientada porque no era algo que se esperara.

—Sí, bueno —lo sintió chasquear la lengua contra el paladar y después expulsar el aire de forma sonora por la boca—, ayer en los Feroz estaba Estela, ya sabes, mi expareja, y bueno... le preguntaron por una movida mía y ella se puso bastante pasivo agresiva con el periodista.

—Sí, lo estaba viendo y la verdad es que pienso que para mí dejó muy clara su postura. El tío le estaba buscando las cosquillas a más no poder.

—Sí, en eso tienes razón. Pero a veces no hay que calentarle la boca a este tipo de gente, a los reporteros, porque sabiendo como son... En fin, que, además, hay fotos nuestras de la cita del otro día, eso era lo que te quería decir, y hoy lo han estado hablando en varios programas del corazón, sé que también ha sido bastante comentado en Twitter y que esta semana esas fotos van a salir en una revista, a todo color, con todo lujo de detalles...

—Ah —no supo que más decir porque se sentía un poco abrumada por lo que estaba sugiriendo: le parecía que su anonimato ya no era tal cosa, pero quería esperar a que el otro lo dijera.

—Lo siento muchísimo, de verdad, yo no quería que esto se supiera tan pronto... Pero es verdad que el otro día al invitarte a salir por ahí fui un imprudente, nos teníamos que haber visto en una casa... —Esto lo dijo muy rápido, aun así, ella consiguió comprender lo importante del mensaje, pero si no fuera suficiente el se lo volvió a decir—: lo siento muchísimo, de verdad.

—No pasa nada. —Empezó a decir y miró a su alrededor por si acaso algunos de todos aquellos viandantes ya supieran quién era, pero se tranquilizó bastante en el momento en el que se dio cuenta que tenían el mismo conocimiento de su persona que el día anterior, es decir, ninguno.

—Te van a estar dando la brasa un tiempo... Es probable que empiecen a hacerte un pequeño seguimiento para ver si quedamos y todas esas cosas. Ahora mismo eres como su juguete nuevo. Están encantados.

—¿Por qué? Si yo no sé nada de la prensa...

—¡Por eso! A menos experiencia tengas, mucho mejor para ellos porque peor los vas a llevar, a mí fue lo que me pasó que me hicieron perder los papeles cuando era un chavalín... Pero la verdad que esto no me lo esperaba, ahora mismo el perfil de gente que les suele interesar no soy yo. De mí sacan poquísimo porque como no concedo entrevistas en revistas ni me relaciono con el mundo del corazón de ninguna de las maneras... Marine, por favor, dime algo: que estás enfadada, que me quieres mandar a la mierda, es que siento que hablo y hablo y no sé...

—Es que me he quedado un poco sorprendida por lo que has dicho, no me esperaba para nada esto —le dijo con sinceridad y tratando de salir de ese pequeño letargo en el que la habían sumido las palabras del actor, estaba como que no podía darle crédito, pero sabía que debía hacerlo porque él controlaba ese mundo y ella no.

—De verdad que pensaba que en la taberna de Koldo íbamos a estar tranquilos, es verdad que las fotografías no han sido en el interior, pero estoy seguro de que se va a coger un cabreo de tres pares de narices.

—¿Y eso? —preguntó ella porque sentía que quizá si no hablaban de lo otro era como si no existiera.

—Soy un gran cliente suyo, siempre que voy a Madrid me paso por allí, conozco a toda su familia, él es amigo de la mía, de hecho, cuando me vine a Madrid me alojé unos cuantos meses en su casa hasta que hubo suerte con uno de los castings que hice y que ya me pude alquilar un camastro en un cuchitril. El glamur de mis comienzos...

—¿Cuándo hiciste de extra en Yo soy Bea? —lo interrumpió porque sabía a la perfección a que época se estaba refiriendo, lo que lo hizo reír.

—Me parece a mí que eres un poco sabihondilla.

—No, sabihondilla, no, te dije que era una fan, ¿no?

—Lo dijiste, sin duda. Pero pocas personas vieron ese espectáculo lamentable que ofrecí en Yo soy Bea. Bueno, Marine —recondujo la conversación porque ya se estaban yendo por los cerros de Úbeda—, ¿qué piensas tú?

—Que tampoco lo hiciste tan mal, eras joven y eso se nota, pero...

—No, joder, no me refería a lo de Yo soy Bea, me refería a lo de las fotografías y eso.

—Ah, pues no lo sé, no he tenido tiempo a pensarlo, soy una persona a la que le gusta poder pensar las cosas un poquito antes de decir nada. —No era ninguna pulla a la forma tan diferente en la que ambos se comportaban, aunque pudiera parecer que sí—. Además, estoy ahora mismo en Madrid, en una calle, y no tengo a veinte cámaras rodeándome, así que...

—En las fotografías se ve claramente que eres tú, y los de la revista le han preguntado a mi agente si yo quiero hacer alguna declaración sobre lo que van a publicar —se le notaba bastante molesto con el tema porque a medida que hablaba su voz se iba endureciendo—, ¿declaraciones de qué? No lo sé, porque nunca les confirmo ni desmiento nada. El caso, el titular va a ser el siguiente: Marine, la joven cantante que ha devuelto la ilusión a Unax Ugarte, y después hace una descripción bastante detallada de cómo fue nuestra noche por Madrid.

—Ah —le contestó ella porque de verdad que no tenía ninguna otra palabra que decir. Era más que probable que cuando fuera realmente consciente de todo montara en cólera, pero no era el caso, al menos de momento.

—Se te ve perfectamente, que sales guapísima, por cierto, pero eso es algo que no puede extrañar a nadie porque la que es guapa...

—Unax —Se había puesto un poco colorada por las palabras de él, nunca se acostumbraría a esa sinceridad apabullante—, ¿Por qué lo hacen? Es que no logro comprender que sacan ellos de esto, si dices que no despiertas el mismo interés que antes.

—A ver, no es que no despierte ningún tipo de interés, ¿sabes? Pero ahora mismo los influencers y toda esta gente son los que de verdad generan las visitas y todo esto, también los grandes clanes familiares como los Jurado o los Pantoja. Los demás estamos ahí en una especie de limbo de la fama, a veces nos sacan como diciendo "eh, no lo olvides, que este hace cosas", pero como que sin más.

—Pues por eso no lo entiendo. ¿Qué van a sacar ellos de poner el foco sobre mí?

—Me parece que precisamente eso: tú. Eres carne fresca, nadie de la industria que ya sabe como funciona esto. Alguien que, seguro, creen que eres fácil de sacar de quicio, que le puedan interesar las entrevistas y demás. Te sorprendería, pero hay muchas personas dispuestas a mantener relaciones falsas solo para medrar en el mundo de la fama, y no solo de amor, ¿eh? Hacer creer que alguien a quien no soportas te cae bien... Yo qué sé, la gente muchas veces pierde la perspectiva de la vida y hacen estas mierdas...

—Bueno, no puedo decir otra cosa que voy a estar atenta a todo lo que me rodea por si acaso me encuentro con fans agitados esperándome a la puerta de cas... ¡Oh!

—¿Qué pasa?

—El día que quedamos me acompañaste a casa...

—¡Joder! Es verdad... No me acordaba de eso... ¡Mierda!

—¿Crees que ahora saben donde vivo?

—No lo sé, y me encantaría poder decirte que no, que seguro que se largaron antes, pero seguro que quisieron esperar hasta el final para ver si subía contigo a casa y me quedaba a pasar la noche o lo que fuera. De verdad que lo siento muchísimo.

—No es culpa tuya, Unax.

—Me siento terriblemente culpable, tú llevas una vida muy tranquila y no mereces verte envuelta en toda esta mierda.

—Unax, estoy ya en la puerta del estudio que quiero empezar a trabajar en un proyecto nuevo y tengo que entrar, que hace mucho frío... No te quiero cortar así, podría estar hablando contigo todo el día —Un poco de sinceridad a ella tampoco le venía nada mal—, pero...

—No, no, ni de disculpes, perdona, te dejo que te pongas a currar. Cualquier cosa que notes me llamas, ¿vale?

—Sí, tranquilo.

—Vale, mi niña, un beso enorme.

—Otro. —Mi niña, la había llamado ni niña y, por vez número ochocientos veinticinco, se había puesto colorada.

Entró en el estudio y dejó en la puerta todas las preocupaciones personales, no quería que la acompañaran allí dentro porque sentía que, en ese caso, la canción que había empezado a rondar en su cabeza se iba a ver empañada por estos nuevos problemas. Cogió la guitarra del soporte y se sentó con ella al tiempo que empezaba a juguetear con las cuerdas, no tenía muy claro por donde iban a ir los tiros, pero estaba segura de que iba a ser algo muy personal, muy íntimo y sabía a la persona a la que iba a ir dirigida, solo esperaba que su padrino aguantara el tiempo suficiente como para poder escucharla.

Cuando salió de allí, casi había anochecido, así que de camino a casa entró en una tienda veinticuatro horas para poder comprar algo para cenar porque no se sentía con fuerzas ni para calentar una fiambrera. Se decantó por un par de sándwiches, ya que estaba segura de que Fabiano se iba a encaprichar del suyo... Lo conocía como si hubiera salido de sus entrañas.

En cuanto enfiló la calle de su casa, empezó a notar que algo no iba bien, ya que vio una pequeña aglomeración de gente, unas cinco o seis personas, justo donde su portal. Y algo en su fuero interno le recordó las palabras que había intercambiado con Unax Ugarte esa misma mañana, y sabía que los que se encontraban allí no eran otros que periodistas esperando por su llegada. La vieron y cargaron las cámaras al hombro, unas enormes luces empezaron a enfocar en su dirección y dos jóvenes con sendos micrófonos se empezaron a acercar a ella. Uno de ellos era el mismo que le había hecho la noche anterior aquella pregunta tan desafortunada a Estela Grandes.

—Marine, Marine, aquí, por favor, nos puedes responder a unas preguntas.

Ella se propuso guardar silencio y no responder a nada de lo que le dijeran porque sabía que esa era la forma en la que ellos iban a seguir indagando hasta obtener de ella todo lo que querían. Tenía que ser mucho más lista, así que puso una sonrisa como forma de saludo y siguió caminando, aparentando una tranquilidad que estaba muy lejos de sentir.

—¿Es cierto que mantienes una relación con Unax Ugarte? ¿Desde hace cuanto que estáis juntos?

—¿Ya conoces a su hija? Él siempre se llena la boca hablando de la pequeña así que si te la ha presentado es porque eres importante para él.

—¿Has visto la salida de tono de Estela ayer? ¿Qué te ha parecido lo que ha dicho de ti? —"¿Lo que ha dicho de ti?", piensa Marine, madre mía, porque he visto ese momento, este lo único que quiere es agitar unas aguas que están tranquilas.

Cuando llegó al portal, introdujo la llave en la cerradura y, sin dedicarles ni una sola palabra, llamó al ascensor. En cuanto se vio en su interior, expulsó todo el aire que tenía atorado en los pulmones porque había sido una de las situaciones más tensas de su vida. Ella no se caracterizaba por ser una persona especialmente agresiva, pero se percató muy bien de que estaba buscándole las cosquillas e internamente quiso ser capaz de cantarle las cuarenta porque era lo único que merecía.

—¡Marine! —gritó Fabiano en cuanto la vio aparecer por el pasillo de casa, estaba viendo la televisión y estaban enfocando a su portal—. ¿Qué coño ha pasado?

—Pues que ahí están... Perdona. —El teléfono móvil había comenzado a vibrar en el bolsillo de su chaqueta y, sin necesidad de echar un vistazo, supo de quien se trataba: Unax. Y sabía que iba a estar muy cabreado porque si la llamaba con esa celeridad después del encuentro en el portal era porque lo había visto.

—Marine, ¿qué tal estás? —trataba de sonar tranquilo, pero lo poco que conocía de él sabía que estaba siendo pura fachada.

—Estoy bien, estate tranquilo...

—Es que se están proponiendo joderme cualquier historia —empezó a alzar la voz dejándose por esa rabia que tenía hacia ellos desde hacía mucho tiempo—, ¿te has dado cuenta? Han tratado de darle la vuelta a la tortilla sobre lo que dijo ayer Estela para que tú dijeras algo sobre ella y así empezar un cruce de acusaciones... ¡Son unos cerdos!

—Unax, yo creo que tienes que intentar ver esto con perspectiva...

—¿Con perspectiva de qué? —le espetó con mucha más dureza de lo que quería en un principio—. Joder, lo siento, no quería responder así, pero es que me sacan de quicio...

—Ya... El caso es que no creo que de una forma deliberada quieran joderte ninguna historia, lo único que quieren es sacar el máximo de todo y el conflicto encanta.

—Ven a mi casa.

—¿Qué dices?

—Que te vengas aquí a mi casa, al País Vasco, a pasar unos días conmigo.

—Pero...

—Podrás estar tranquila, vivo en un caserío enorme, que está justo en medio de una finca para poder pasear. Esto es muy tranquilo, no sé, sé que es una propuesta alocada, pero... Me encantaría que lo pensaras. En realidad, me encantaría que aceptaras, pero entiendo que necesites darle un par de vueltas al asunto.

—Es inesperado del todo, no te voy a negar lo evidente...

—Ya, ya lo sé, te lo quería proponer esta mañana, pero es que no tenía ninguna excusa para hacerlo... A ver, entiéndeme, no es que esto sea una excusa, es solo un motivo más para hacerlo. Me encantaría seguir conociéndote y habiendo salido tu identidad a la luz, me parece que, en Madrid, al menos por un tiempo, se acabó el tener tranquilidad.

—¿Hasta cuando te vas a quedar ahí?

—Cuatro o cinco días, después me vuelvo a Madrid para poder tener a mi hija conmigo hasta que sean los Goya, que ya me merezco un poco de tiempo a su lado.

—¿Cuatro o cinco días?

Fabiano que estaba escuchando la conversación no dejaba de asentir para que Marine aceptara la propuesta de Unax, asentía y sonreía, lo que hacía que ella quisiera lanzarse a ese foso lleno de tiburones, cocodrilos y demás especies peligrosas.

—Entiendo que no te fíes de mí —le dijo él poniéndose en la piel de la joven—, tampoco es que nos conozcamos tanto como para que tengas que depositar en mí una confianza ciega, pero soy un buen tío. No quiero que te den mucho la brasa y quiero seguir pasando tiempo contigo tranquilamente.

Marine se quedó callada durante unos segundos, quizá más de lo que la paciencia de Unax podía tolerar porque empezó a hablar al teléfono como si la llamada se hubiera cortado. Ella le pidió un segundo para poder darle una respuesta y Fabiano seguía asintiendo. Esto hizo que se diera la vuelta, tenía que hacer lo que ella no quería, no lo que Fabiano esperaba de ella. Le apetecía muchísimo poder ir a pasar esos días al País Vasco, sería su primera vez y estaba segura de que la iba a fascinar de la misma forma que lo hacían las fotografías que había visto del lugar, pero ¿era prudente hacerlo? Al final de cuentas apenas conocía a Unax y ella no se caracterizaba por hacer cosas alocadas, nunca había dado una preocupación ni a su madre ni a su tita y no quería empezar a hacerlo ya de adulta. Pero se moría de ganas por ir.

—¿Podría llevar a Cayo? —preguntó porque pensaba en todas las cosas que necesitaba arreglar en caso de aceptar su propuesta.

— Por supuesto, no necesitabas ni preguntarlo, mándame qué cosas come y eso y así cuando vaya a hacer la compra cojo todo lo que él necesite. Y tú, claro, si hay algo que te apetezca o si eres alérgica o intolerante a alguna cosa... Soy un cocinillas, ya lo verás.

—Sí.

—¿Sí qué? ¿Eres intolerante o alérgica? —preguntó el otro porque no sabía ya ni a lo que le estaba dando respuesta

—Unax, que sí.

—Vas a venir. —No fue una pregunta.

Y supo que al otro lado el joven estaba sonriendo y todo lo que le dijo a continuación le hizo saber que estaba muy contento por ello: lo bien que se lo iba a pasar, que le iba a enseñar mil sitios que ni en sus sueños podría imaginar, que podían ir a Bilbao y mostrarle alguno de sus bares favoritos, que los pintxos le iban a flipar... Marine se sintió en un primer momento un poco abrumada por el énfasis de Unax, pero después se vio contagiada por esa emoción y se sorprendió cuando empezó a hacer planes en la cabeza de la ropa que iba llevar, prendas de abrigo, mucho abrigo, si le gustaría el sitio a Cayito.

—No es necesario que me hagas nada especial, como de todo...

—Está bien saberlo. Me muero de ganas por verte.

—Y yo.

Y con las mismas, en cuanto cortaron la llamada, se dirigió hacia su habitación porque al día siguiente bien temprano iba a emprender el viaje. Antes de abandonar el salón, su amigo le dirigió una mirada cargada de orgullo, como queriendo decir: así, sí. 

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