13. No le tengo miedo al miedo (8-10 de enero de 2019)
8 de enero de 2019
Marine y Fabiano se estaban dirigiendo hacia el estudio, querían empezar a trabajar de forma urgente en la canción. Ella quería poder enseñarle todos los materiales que tenía en persona porque entendía que no había podido profundizar en ellos durante esas pequeñas vacaciones que se había tomado; y la ocasión, bajo su punto de vista, lo merecía.
Después del viaje apenas se habían dirigido la palabra, y no por estar enfadados el uno con el otro, sino porque estaban tan enfrascados en sus propios pensamientos que no tenían nada que decirse, al menos por el momento.
Marine iba escuchando música, una canción cualquiera de esa lista de reproducción, la verdad era que no le estaba prestando demasiada atención a nada. Ni siquiera a lo que veía a través de la ventana del Metro.
El estudio no quedaba demasiado lejos, pero ese día habían optado por coger el transporte público por el cansancio que iban arrastrando después de todo el ajetreo. Sonrió cuando mientras recordaba a Cayo dormido, estaba todo estirado boca arriba, el pobre ni siquiera se percató de que se marchaban. Le había dado un pequeño beso en el hocico que hizo que el gato se la rascara y siguiera durmiendo.
De repente su corazón empezó a repiquetear dentro de su caja torácica en el momento en el que los acordes de la canción de Sebastián Yatra empezaron a reproducirse en sus auriculares, la había metido en su lista en un momento de debilidad, casi había olvidado que se encontraba allí... Y sin querer queriendo, como siempre suceden estas cosas, su menté voló hasta la Nochevieja más extraña de su vida y a todos los acontecimientos que habían ido ocurriendo a continuación.
Era una cobarde, lo sabía, era una verdad que no se podía seguir negando.
Se bajaron del metro y casi agradeció que esos tres minutos y cuarenta y cinco segundos pasaran rápido, porque con cada uno de ellos se iba castigando más y más... Iba siguiendo a su amigo, quien sí parecía estar enfadado con el mundo, lo sabía por los golpes que iba dando al asfalto en cada paso.
Marine no quería decirle nuevamente todo lo que pensaba, ya lo había hecho en varias ocasiones, y tenía la sensación de estar hablando siempre de lo mismo. Estaba tentada, la verdad, pero quería luchar contra esa pulsión porque sabía que no iba a tener ningún tipo de respuesta. Fabiano tenía que empezar a tomar sus propias decisiones, sabiendo que se basaban en lo que él quería hacer, no porque lo impulsaran los demás.
En cierta forma pensó que sus situaciones no eran tan diferentes... El sonido de la puerta la sacó de sus pensamientos y se adentró en el estudio, se quitó la chaqueta y la dejó sobre el sofá antes de dirigirse al ordenador para poder encenderlo. Lo primero que debían hacer era ser los dos conocedores del punto de partida y, después, empezar a trabajar.
—¿Qué tal has dormido? —le pregunto Fabiano al tiempo que se acercaba a ella, guardó las manos en los bolsillos del pantalón e hizo un pequeño balanceo que la llenó de ternura.
—Bien, ¿tú?
—Psé —dejó escapar el aire por los labios entrecerrados—, tengo la sensación de que últimamente no hacemos más que discutir por todo y no me mola, Marine. Sé que estoy enfadado con el mundo y que tú no tienes la culpa de nada, perdóname si en algún momento te he hecho cr...
—Eh —Marine clavó en él esos ojos desiguales, que siempre conseguían hacerlo sentirse como en casa—, no seas tonto, Fabi... No me has hecho nada, ha sido todo culpa mía, he querido gobernar tu vida y eso tampoco es así, tienes que hacer las cosas cuando tú quieras, pero ya sabes... ¡Me puede el querer ayudarte!
Fabiano se acercó a ella y la envolvió en un abrazo para, después, dejar un beso en su cabeza. Ambos se miraron y no pudieron reprimir una sonrisa y el quedarse unos segundos así, volviendo a disfrutar de ese contacto que parecía que en las últimas semanas se había convertido en excepcional.
—¿Nos ponemos manos a la obra? —preguntó él mientras la soltaba.
Ella asintió y se sentó delante del ordenador, con el ratón fue buscando las carpetas en las que había guardado todos los documentos necesarios. Le pasó a Fabiano los auriculares y fue reproduciendo todas las pistas que había estado grabando. Aunque el joven ya había escuchado el material, no puedo evitar el volver a sorprenderse ante todo el talento que tenía su amiga. ¡Qué injusta era en muchas ocasiones la industria!
9 de enero de 2019
Después de todo el trabajo de las últimas cuarenta y ocho horas, Marine se dirigió a tomar un café con Yanelis, llevaban varios días sin verse y sin hablar y sentía que había llegado el momento de socializar, por mucho que le costara hacerlo. En su caminar no dejaba de pensar en la canción, ya estaba casi lista, había dejado a Fabiano finiquitando unos flecos que él consideraba que quedaban sueltos. Le había costado un poquito el hecho de no estar presente porque al final consideraba a ese proyecto como su pequeño bebé, pero quería demostrarle a su amigo que confiaba en él.
Cuando llegó al bar, su amiga ya estaba allí, sentada en una mesa, con una copa de vino tinto delante. Tenía la mirada fija en la televisión, aunque parecía no estar muy concentrada, ya que reparó en su presencia en cuanto entró en el local. Se acercó a ella y se dieron un par de besos, Marine se acercó a la barra, pidió una taza de té y regresó al sitio.
—¿Qué tal tu familia? —comenzó la cubana al tiempo que levantaba la copa de vino y observaba aquel líquido burdeos con fijeza, le daba un par de vueltas antes de llevársela a la boca.
—Bien... Bueno, ya sabes... —La joven se alzó de brazos como tratando de restar importancia a una situación que era preocupante—. Las cosas están como están, poco podemos hacer.
Yanelis asintió con la cabeza como si fuera totalmente conocedora de lo que sucedía en el seno familiar de Marine, no era así en absoluto, pero quería que sintiera que podía desahogarse un poquito porque era consciente de que quizá Fabiano no fuera la persona adecuada para hacerlo en vista de que estaban hablando de su padre. Aunque Marine no parecía sentirse muy cómoda hablando del tema, necesitaba sacar de dentro todo lo que tenía y quizá Yanelis fuera la persona correcta para hacerlo.
—Poco a poco... —Era una forma de hablar, las dos lo sabían.
—Soy consciente de que solo hay un desenlace posible... Duele mucho decirlo, pero tengo que empezar a asumir que a mi padrino le queda poco tiempo. Poquísimo. —La voz se le rompió porque era la primera vez que expresaba ese pensamiento en alto, trató de disimularlo bebiendo un poco de su taza de té.
Yanelis alargó la mano y acarició el brazo de Marine mientras que hacía una mueca de pena con los labios. Esta trató de negar con la cabeza mientras pasaba el dedo pulgar de una de sus manos por la cuenca de sus ojos tratando de retirar alguna lágrima que se había escapado del férreo control que se había impuesto. No quería llorar delante de nadie.
—Pero no quiero hablar de esto... Cuéntame algo alegre, algo superficial, por favor —suplicó bajando el tono de voz.
—Pues no sé... ¿Qué me sigo viendo con la chica de Nochevieja?
—¿Sí? Cuéntame más...
—Me pidió el teléfono móvil cuando nos despedimos en el taxi y desde ese día hemos quedado todas las tardes para hacer planes: café, cine, bolera... La verdad que es una chica majísima y estamos teniendo una conexión brutal...
—Me alegro muchísimo —Y lo hacía de verdad, aunque en los últimos minutos se le habían revuelto un montón de sentimientos y no precisamente agradables.
—¿Y tú qué?
—¿Yo? Yo nada, trabajando como si me fuera la vida en ello... Estamos con este proyecto y la verdad que está quedando guay... —Sonrió y continuó hablando emocionada—: Espero que esta canción transmita un poquito de todo lo que estamos haciendo con ella porque creo que no había trabajado nunca en algo con tanto ahínco ...
—¡Es tu momento! Estoy segura de ello. ¿Y cuándo va a salir a la luz?
—Pues hoy estuvimos hablando un poco sobre el asunto y queremos que pase enero, no es un buen mes... Estamos barajando la primera semana de febrero, yo necesito que se quede un tiempo guardada en el cajón, que se me pase un poco la emoción con ella... Porque quizá sea cuestión de una calentada mía y, pensándolo fríamente, no sirva para nada.
—Estoy segura de que va a ser incluso mejor de lo que piensas.
—¡Ojalá todos pensarán como tú y como Fabiano!
—Algún día lo harán...
—A veces uno se cansa el golpear siempre contra una puerta cerrada, ¿sabes? No quiero ser esa clase de persona que no sabe cuándo abandonar.
—No creo que sea el momento de pensar en abandonar... —Abrió las manos y arrugo el entrecejo dando a su rostro una expresión de incomprensión total—. Me cuesta mucho entenderte en momentos como este, Marine.
—¿Por qué?
—Porque tengo la sensación de que te acojona muchísimo el éxito, vais a sacar una canción... No es el momento para pensar en abandonar.
—Creo que no gestiono muy bien las opiniones de la gente: ni las buenas ni las malas... ¿Has visto Pretty Woman? —continuó hablando ante el asentimiento de su amiga—. Pues en una ocasión dice Viviane que lo malo siempre es más fácil de creer, y me he dado cuenta de que tiene toda la razón del mundo. Me creo con mayor facilidad cuando me dicen que no, quizá sea por costumbre, es difícil aceptar que le gustas a alguien.
—Estamos un poco intensitas hoy, ¿no? —Yanelis se rio y Marine se sumó a su risa porque sí, tenía razón, esa mañana se había levantado más reflexiva que de costumbre.
Se despidieron poco después en la puerta del bar y cada una cogió una ruta diferente, Marine decidió que quería pasear un poco por Madrid, dejar que ese frío que odiaba la mayoría de las veces la envolviera. Necesitaba un momento a solas para poner en orden sus pensamientos y, sobre todo, sus sentimientos.
Se acercó a un parquecito que había cerca de su piso, se sentó en uno de los bancos y abrazó sus rodillas. No había nadie por allí y se sintió tan afortunada en el momento en el que la brisa helada acarició su rostro... No supo explicar por qué, pero una sonrisa asomó a sus labios y una especie de felicidad instantánea la invadió. Puede que la vida fuera una mierda, no todos los aspectos, pero todavía tenía momentos como esos en los que se sentía plena. Cuando sintió que sus manos empezaban a parecer cubitos de hielo, se levantó y se dirigió a su casa.
Cuando llegó, se la encontró a oscuras, además el horario invernal no ayudaba, ya que se hacía de noche muy pronto, terriblemente pronto a ojos de Marine, aunque sí empezaba a notar que los días eran un poquito más largos que en diciembre, aunque no era para tirar cohetes. Todo estaba en silencio, salvo cuando llegó al salón, allí se dio cuenta que Fabiano estaba tapado hasta las cejas, con los ojos clavados en el ordenador portátil y su rostro se iba iluminando con la sucesión de escenas que se reproducían en la pantalla, aunque apenas podía escuchar porque estaba a un volumen muy bajo.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Marine, el chico pegó un bote sobre el sofá y trató de bajar la pantalla del ordenador para que ella no tuviera acceso a lo que estaba viendo—. ¿A qué novela turca te has enganchado esta vez?
—¿¡Qué dices!? Yo no me he enganchado a ning... Erkenci Kus, pájaro soñador —reconoció.
Marine no pudo ocultar una carcajada al ver allí a su amigo, hecho una bolita, y con la mirada clavada en la pantalla del ordenador. Lo conocía a la perfección y sabía que esto se debía a lo que había pasado en los últimos días: las novelas turcas eran su vía de escape, la forma en la que conseguía adormecer el cerebro.
—¿Me puedo acurrucar contigo?
La única respuesta que dio Fabiano fue levantar la manta y permitir que ella se metiera allí. Hacía mucho que no compartían un momento de tanta intimidad, con toda la vorágine que habían supuesto las vacaciones de Navidad: los viajes al pueblo, las diferentes citas laborales que habían tenido los dos, su caótica vida personal...
—¿De qué va? —No sabía para qué preguntaba, si tenía la certeza de que las novelas turcas giraban entorno a las mismas tramas, con pequeños cambios.
—Pues va de una chica que se llama Sanem que me recuerdo un poquito a ti, es idiota perdida...
—Ja ja ja... Eres muy gracioso —lo interrumpió, y trató de parecer molesta, pero en realidad no se sentía así en absoluto, se alegraba de volver a bromear con su amigo.
—Ya lo sé, es una de mis muchas virtudes: ser gracioso, fuerte, increíblemente atractivo...
—Humilde, que no se te olvide... Creo que últimamente estás viendo mucho a Sergio —Marine le dio un pequeño golpe en la cabeza—. Dime de qué va...
—Pues va de una chica que se llama Sanem —repitió Fabiano al tiempo que se incorporaba para poder darle a la barra espaciadora y que el capítulo siguiera emitiéndose—, que va a trabajar a una oficina donde conoce a Can y pasan cositas... pocas cositas —remarcó esta palabra para que entendiera por donde iban los tiros—, porque es una novela turca.
Durante un par de horas se quedaron embobados mirando la pantalla, Marine comprendió a la perfección por qué a Fabiano le gustaban ese tipo de series, ya que en ese rato no hizo ningún amago de pensar en otra cosa que no fuera lo que estaba delante de sus narices. Y lo agradecía, vaya si lo hacía.
10 de enero de 2019
Marine se desperezó en la cama y escuchó a Fabiano cacharreando en la cocina, a su lado Cayo abrió un ojo y bufó molesto por el ruido. A la chica se le escapó una pequeña carcajada, a veces el gato parecía un humano en toda regla y esa animadversión que sentía hacia su amigo era una evidencia. Se levantó de la cama y se volvió a estirar, agradecía todo el rato que había pasado en la cama, ya que por fin se sentía descansada.
Se dirigió hacia donde su amigo estaba, era imposible no estar escuchándolo, parecía haberse propuesto el echar la casa abajo. Se lo encontró en calzoncillos, buscando algo, ya que, como hacía unos días en su casa del pueblo, volvía a tener medio cuerpo dentro de armario.
—¿Se puede saber que estás haciendo? —La voz de Marine lo asustó ya que dio un pequeño bote que acabó logrando que su cabeza impactara con fuerza contra la tabla del mueble.
—¡Auch! —Se empezó a frotar la zona dolorida y, cuando abrió los ojos, la chica observó que se le habían llenado de lágrimas.
—¿Qué haces?
—Estaba buscando mi taza, no entiendo por qué, pero todo parece desaparec...
—Tiras un montón de cosas cuando te da el ramalazo de seguir a Marie Kondo... —indicó ella para que fuera consciente de las cosas que hacía cuando pensaba que ser minimalista era lo mejor del mundo.
—¿Estás insinuando que he tirado mi taza favorita?
—Pues no lo sé, ni no está ahí... A lo mejor la tienes en el estudio...
—Vístete que vamos a desayunar fuera de casa —pidió él al tiempo que salía de la estancia y se dirigía a su dormitorio—, ¡venga!
Marine le hizo caso, aunque lo primero que tenía que hacer era darse una buena ducha.
Cuando salieron de casa, se vio sorprendida por unos rayos de sol que impactaron contra su rostro, no es que calentaran en exceso, pero agradeció tantísimo esa pequeña tregua que estaba ofreciendo el frío que asolaba Madrid. Sacó de la riñonera amarillo fosforito unas gafas de sol con forma de corazón y se las puso, Fabiano la miró alzó una ceja y siguió caminando hasta el bar que tenían a la vuelta de la esquina.
—¿Terraza? —le preguntó mientras se iba sentando en una de las mesas que allí estaban.
—Sí, por favor —respondió ella dejándose caer y poniendo la cara hacia el sol—, necesito un poco de esta vitamina D.
Esperaron en silencio al camarero que cuando se acercó a ellos no tuvo que esperar ni un minuto para que decidieran lo que quería; ambos tenían muchísima hambre, así que pidieron un desayuno continental que les iba para apenas probar bocado hasta media tarde.
El teléfono de Fabiano fue lo único que interrumpió un momento como aquel, Marine no pudo evitar el echar un vistazo para ver de quién se trataba y al ver el nombre de Unax Ugarte grabado en la pantalla su corazón se alteró de una manera que no supo controlar hasta pasados unos minutos. Supo que se había puesto como un tomate porque sintió el calor en la cara de forma inmediata.
Su amigo la miró, cogió el aparato y con una sonrisa de suficiencia se alejó de allí para poder hablar con tranquilidad. Marine trató de captar alguna palabra, pero el muy maldito sabía lo que estaba haciendo y hablaba casi en susurros...
Miró su móvil para ver la hora que era, las nueve y media de la mañana, con la diferencia horaria allí debían sobre las doce de la noche. Trató de adivinar qué podría estar pasando y el porqué de esa llamada, pero al final se dijo a sí misma que no tenía caso el estar elucubrando sobre algo que no iba a saber a menos que Fabiano le dijera claramente. Así que decidió esperar, no sin antes darle un repasito a su Instagram, con el único objetivo de lograr que el tiempo pasara más rápido.
Fabiano le dio un pequeño susto cuando volvió a sentarse delante de ella, ya les habían depositado el desayuno delante de las narices, así que lo primero que hizo fue darle un profundo trago al zumo de naranja, necesitaba refrescar un poquito la garganta. No dijo ni una palabra, y eso empezó a poner nerviosa a Marine que esperaba que le dijera algo, no sabía muy bien qué esperaba, pero algo más que silencio.
—¿Qué ha pasado? —le preguntó cuando no pudo aguantar más.
—Nada, nada... —pero el tono de voz, alegre, desenfadado, la hizo comprender que había mucho detrás de ese imple "nada, nada...".
—¿Qué ha pasado? —volvió a preguntar ya bastante nerviosa, dejó la taza sobre la mesa y clavó la vista en Fabiano que parecía estar disfrutando de la situación por la expresión de suficiencia que tenía dibujada en el rostro.
—Doña consejos vendo que para mí no tengo... —dejó caer como quien no quiere la cosa.
—¿Qué dices? —Marine arrugó la frente porque no comprendía de qué estaba hablando su amigo.
—Era Unax...
—Ya —lo interrumpió ella, ¿sería que nunca se acostumbraría a escuchar ese nombre de nuevo? Antes era sencillo porque no lo conocía, pero a partir de ese momento... Iba a ser difícil porque había habido un pequeño conato de algo.
—Me ha llamado porque le había mandado un whatsapp preguntándole si iba a hacer parada en Madrid en cuanto regresara de Los Ángeles. ¿Y a qué no sabes qué me ha contado? —Alzó las cejas y las volvió a bajar al tiempo que sonreía, Marine deseó poder borrar esa mueca porque la estaba sacando de quicio.
—No tengo ni idea, pero tampoco te voy a estar suplicando: si me lo quieres decir...
—¡Claro que te lo voy a decir! Solo estaba jugando un poquito contigo...
—No me hace gracia, Fabiano, hace dos días que nos hemos amigado... —empezó a decir ella, pero se vio silenciada por los acusadores del chico.
—¿Estábamos enfadados? Porque no tenía yo esa idea...
—No, no estábamos enfadados —reconoció—, pero tampoco es que las cosas fueran como siempre.
—Bueno, ¿me dejas que te diga? ¡Así uno no se puede hacer el interesante!
Marine asintió con la cabeza. Fabiano carraspeó para darle un poco más de dramatismo a la situación. Marine puso los ojos en blanco. Fabiano volvió a carraspear para hacerse un poco más el interesante. Marine le dio una patada por debajo de la mesa para que dejara de hacer eso. Fabiano comenzó a hablar:
—Nos hemos preguntado que qué tal y eso, le he dicho que estaba en un bar para desayunar contigo, ¿y sabes lo que me ha dicho? —Y Marine supo en ese preciso instante las palabras que habían salido de la boca del actor, solo una cosa podía poner tan contento a Fabiano—: Que habéis intercambiado unos mensajes por Instagram y que te ha pedido una cita y que no le has contestado. Vaya, vaya, vaya...
—Buen... —Trató de hablar, pero se vio interrumpida de nuevo, así que chascó la lengua contra el paladar por la impotencia que le estaba generando la situación.
—¿Me está mintiendo? —preguntó Fabiano muy serio—, porque si me está mintiendo le doy pasaporte más rápido que...
Marine no tuvo ninguna duda sobre su respuesta y negó con la cabeza al tiempo que agachaba la mirada y la clavaba en esa taza de té que seguía humeando ante sus narices. No se sentía capaz de ver los ojos acusadores de Fabiano porque le había reprochado el hecho de estar huyendo de sus propios sentimientos cuando ella estaba haciendo lo mismo. Estaban cortados por el mismo patrón.
—Va a estar en Madrid tres o cuatro días. —Esas palabras consiguieron llamar la atención de la chica que alzó la cabeza y lo miró de reojo—. Son los premios Feroz el día 19, después me dijo que se marcha al País Vasco y que vuelve para los Goya.
—Pareces su agente... —Tiró de ironía porque no le apetecía tener que volver a escarbar en su cabeza sobre este tema, ella había decidido que Unax no quería saber nada de esa historia.
—Solo te lo digo para que sepas que va a estar por aquí. Que no sigas haciendo el gilipollas y que quedes con él...
—Han pasado muchos días desde su último mensaje, no puedo escribirle ahora... Va a sospechar...
—¿El qué? —La interrumpió exasperado—. ¿Qué eres una anormal de narices? Supongo que ya lo sabrá y por algún misterio de la vida parece que le da igual.
—Eres de un gracioso... —
—Ya te dije que esa es una de mis grandes virtudes. ¡Escríbele, Marine!
—Escríbele tú a Marta y dile que también quieres volver a verla. —No encontró mejor forma de evitar un ataque que lanzando otro totalmente injustificado, pero es que no quería sentirse contras las cuerdas.
—Sabes que lo nuestro es diferente...
—¿Por qué?
—Pues porque me la he tirado...
—¡Qué expresión más fea, Fabiano! —le reprochó—. Parece que eres tú el único que ha hecho algo... Odio cuando te expresas así...
—No me llames señoro, por favor.
Marine dio por terminada la conversación sobre Unax Ugarte y sobre cómo había escondido lo que había sucedido, lo que no... No sabía muy bien cómo hablar sobre el tema sin acabar en una discusión.
Siguieron desayunando, intercambiando miradas como si estuvieran frente a un auténtico campo de minas y cualquier paso en falso hiciera que todo explotara.
Así que después de unos minutos, decidieron de mutuo acuerdo y sin necesidad de hablarlo que la canción era en lo que se tenían que focalizar. Ya la tenían acabada, iba a estar guardada en el cajón ese tiempo que Marine necesitaba, pero el joven pensó que ya era momento de empezar a bombardear a sus seguidores en Instagram, que si una cuenta atrás, que si fotos juntos, que si algún pequeño adelanto... Marine dijo a todo que sí, aunque sabía que eso lo único que hacía era cerrar las puertas en caso de que se arrepintiera de sacar el proyecto hacia delante.
Pasó el resto del día sin pena ni gloria, en casa, haciendo como que veía algo en la televisión, haciendo como que escuchaba música, haciendo como que leía. En lo único en lo que podía pensar era en Fabiano y, sin querer, en su cabeza se reprodujo la conversación que había mantenido con Yanelis: ¿y si, al igual que en el tema laboral, estaba tomando decisiones de forma precipitada? ¿y si se estaba dejando llevar por ese lado negativo?
Unax nunca había dado muestras de querer que las conversaciones se acabaran, pero en el momento en el que no le contestó, ella pensó que así había sido y estaba segura de que más tarde o más temprano eso acabaría sucediendo. Así que decidió cortar por lo sano, pero empezaba a ser consciente de lo impulsiva que había sido.
Cogió el teléfono móvil y abrió Instagram, en el buscador no necesitó ni escribir el nombre ya que la cuenta del actor aparecía entre las primeras, así que pinchó allí y se percató de que había actualizado su feed, con una foto... ¡Qué foto!
Marine se llevó las manos a la cabeza y se derritió allí mismo. Era innegable lo muchísimo que le gustaba, ¿por qué, entonces, seguía entorpeciendo la historia? ¿Por qué era incapaz de dejarse llevar cuando resultaba evidente que se moría por hacerlo?
Se recreó con la instantánea en la que se veía a un Unax Ugarte de perfil, ataviado con una camisa hawaiana y abierta hasta el ombligo, no dejaba casi nada a la vista, pero a ella le pareció muy sensual. Estaba encendiendo un cigarrillo, lo cual la sorprendió porque, hasta donde ella sabía, Unax Ugarte no fumaba. Sus brazos, fuertes... ¡Madre mía del amor hermoso! ¿Y ese calor repentino que empezó a sentir? Una única oración acompañaba a la instantánea: "Una de Leva en L.A".
Pensó en lo que le había dicho Fabiano: que se volvía a España, que iba a estar unos días en Madrid. Fue a sus mensajes privados y decidió poner el cerebro en blanco, no permitirle tomar el control en ese momento porque, de hacerlo, no se iba a atrever a contestarle. Y ahora que estaba decidida a hacerlo... Empezó a teclear y lo envió tan rápido como pudo, no quería volver a arrepentirse de nada.
Marine: Hola, Unax, no sé si te esperabas una respuesta, pero...
A mí también me gustaría verte.
Sabía que contestar, después de la bronca de Fabiano, era quedar todavía peor, que quizá Unax pensara que era una niñata y quizá no anduviera muy desencaminado porque estaba claro que esa forma de proceder no indicaba que era una persona valiente, una de esas que sabe lo que quiere y va a por ello, dando igual los mil obstáculos que se pongan de por medio. Porque, incluso sin que haya problemas, Marine era capaz de encontrarlos. Y los adultos, pequeña, parecen valientes, no digo que lo sean, pero al menos se enfrentan a los problemas, aunque no ganen...
No supo por qué, pero esa oración fue pronunciada en su cabeza con la voz de Sergio. Y ella no lo había hecho así, simplemente había decidido ignorar lo que había sucedido con el único objetivo de no sufrir más. Y lo que más rabia le daba era que lo que había hecho no se correspondía para nada con lo que ella deseaba, porque la única respuesta que quería darle a Unax era la ubicación de su casa y cuando llegara de Los Ángeles poder comérselo a besos.
Tuvo que esperar bastante tiempo y lo consideraba justo, pero en el fondo sabía que esa forma de proceder no se debía al hecho de que el joven quisiera hacerse de rogar, sino a que no se había entrado en la aplicación. Porque en el momento en el que se conectó y leyó el mensaje, ella obtuvo su respuesta.
Unax: ¿El 18 te iría bien?
Es que el 17 ya lo tengo reservado para mi pequeña
A Marine le parecía muy mono el hecho de que fuera tan buen padre, cada vez que subía una imagen con la pequeña sentía que el corazón se le hacía agua.
Marine: el día 18 me va bien...
Unax: te voy a enseñar un sitio en Madrid que te va a encantar
Y Marine supo que en esa oración no había ninguna mentira porque cualquier sitio al que fuera acompañada por él iba a convertirse automáticamente en uno de sus favoritos.
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