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12. Why cant we be friends (6-7 de enero de 2019)

6 de enero de 2019

Con la resaca emocional que había supuesto para Marine el evento que había tenido la noche anterior se despertó esa mañana con una sonrisa enorme en la cara. Aunque una vez que se le bajó el subidón, se quedó pensativa durante un par de minutos, sin saber muy bien qué hacer ni cómo aprovechar ese día en el que sabía que todos iban a estar recibiendo regalos de sus familias, comiendo el Roscón de Reyes, riéndose, compartiendo esos momentos tan especiales... Se levantó como un resorte, sacó del armario unas mallas y una camiseta de deporte, una de esas que compraba cada vez que se motivaba para empezar a hacer ejercicio (algo que, por cierto, no se extendía en el tiempo), buscó a Cayo Malayo y cogió su transportín. Y, de calentada, porque no se puede denominar de otra manera, agarró las llaves del coche, acomodó al gato en el asiento trasero y se fue a su pueblo.

No pensó en ningún momento en lo que estaba haciendo, porque sabía que, si lo meditaba dos segundos, volvería atrás sabiendo que era un gasto superfluo, que ya había estado con sus seres queridos hacía relativamente poco, pero consideraba que, si llegaba para comer y podía regresar al día siguiente a Madrid, el esfuerzo estaba más que justificado.

Llegó a su pueblo relativamente rápido, incluso antes de lo que había pensado en un primer momento, ya que apenas había tráfico por la carretera. Callejeó hasta llegar a su casa y encontró un buen sitio justo delante de la puerta. Se dirigió hacia la parte trasera del vehículo donde la esperaba un Cayo con cara de pocos amigos, el pobre la hacía saber que estaba cansado de todo el trajín que llevaba en las últimas semanas; solo quería paz y, a poder ser, estar lo bastante lejos de la gente. Cogió el trasportín y cerró la puerta del coche con mucha más fuerza de la que había supuesto, esto la hizo dar un respingo pensando en que quizá se darían cuenta de que estaría allí. Dos semanas, dos sorpresas, pensó con una sonrisa en la cara. Aunque sabía que Fabiano la iba a querer asesinar, después de la de vueltas que lo había hecho dar ayudándola con el regalo de su madre y su tía. Tocó al timbre y esperó con la sonrisa en la boca, fue precisamente él quien le abrió la puerta y al verla pudo apreciar la mirada asesina que le estaba dirigiendo.

—Tú... ¿No habías dicho que no podías venir...? —se vio interrumpido por un pequeño empujón de Marine que quería entrar en la casa.

—Déjame pasar que hace muchísimo frío en la calle...

—Ya... —le contestó él cerrando la puerta a sus espaldas—, entonces, ¿qué?

—¿Qué de qué? Fabiano, que me dejes pasar, ha venido Cayito conmigo y tardo tres segundos en dejarlo en el suelo y que se ponga a bufarte...

—Coño, tu rata... —lo buscó con la mirada hasta que reparó en el trasportín que llevaba en las manos—. Pasa —Esta palabra valió para que ella echara una carcajada—, no lo hago por miedo, que conste, sino porque me da pena verte ahí, con los labios amoratados...

Marine accedió al interior de la vivienda y se agachó para poder dejar a Cayo en el suelo. El gato, una vez fuera de esa jaula que últimamente se había convertido casi en una extensión de su cuerpo por todos los viajes que realizaban, se estiró y salió pitando hacia la cocina, donde todos se empezaron a preguntar por Marine. Su tita fue la primera que asomó la cabeza por el hueco que dejaba la puerta abierta.

—Bribona —le dijo con una sonrisa en los labios en cuanto sus ojos se posaron en la joven—, nos habías dicho que no ibas a venir.

—Y no iba a hacerlo, pero es que estaba en casa, agotada y sin nada que hacer hoy... ¡Me estáis arruinando! —le contestó entre risas y se acercó para poder darle un abrazo.

—Te hemos echado de menos estos días —Una vez que la soltó, le quitó algunos pelitos que el viento de la calle había llevado hasta su rostro—. Estás guapísima —Marine se ruborizó ante las palabras de su tía, no porque no se las dijera con asiduidad, sino porque era ella la que no terminaba de creérselas.

Accedió al interior de la cocina, donde el resto de la familia estaba rodeando la mesa, con vasos de café vacíos y con restos de grumitos del Cola-Cao que pertenecía, sin ninguna duda, a la pequeña Camila. Las sonrisas de los allí presentes, su madre, Valentina, Carlos y la niña hicieron acto de presencia con rapidez. Así que Marine hizo la ronda, dando besos a todos y cada uno de ellos, deteniéndose un poquito más con su padrino, que parecía agotado, aunque más feliz que hacía un rato.

—¿Qué tal los Reyes Magos? ¿Habéis sido buenos? —preguntó mientras se sentaba en una silla que le estaba alcanzando Fabiano, que ya había cerrado la puerta y había ido a su habitación para poder coger el asiento que hacía pareja con el escritorio.

—Algunos más que otros —contestó Camila fulminando con la mirada a su hermano. Vaya, parecía que las cosas no habían mejorado entre ellos; el joven solo hizo una mueca con la boca y decidió ignorar las palabras de la pequeña. Todos eran conscientes de la hostilidad entre ellos y estaban dispuestos a ignorarla hasta que uno de los dos acaba explotando. Lo que no querían era meterse entre ellos para no estropear aún más la situación.

—Si, cariño —intercedió Valentina—, hemos sido muy buenos este año porque nos han traído de todo, especialmente ropa.

—Y nosotras te queremos dar las gracias por esto, a partir de mañana nos vamos a empezar a entrenar para hacer el Camino de Santiago.

Marine se puso muy contenta porque les gustara el regalo y decidió anunciar la sorpresa que tenía para Valentina y Camila: quería invitarlas a ver el Rey León cuando fuera posible, debido al estado de salud de su padrino no se había atrevido a comprar las entradas, así que esperaba que el estado de salud del hombre mejorara lo más pronto posible para poder cumplir con esa promesa. Aunque la verdad era que todos los allí presentes sabían que la situación no iba a tener una resolución favorable, pero ninguno quería expresar lo que ya consideraban como inevitable.

—¿Y el regalito de mi hermano? —preguntó Camila curiosa por saber qué había sucedido con lo que habían estado hablando en la anterior ocasión que habían estado los dos en el pueblo.

—Uy, pues que le encantó...

Todos los miraron con curiosidad para ver quien de los dos era el primero en romper ese secretismo que se había establecido en torno al regalo de Fabiano.

—Este, es que bobo perdido... Resulta que conocía a Unax Ugarte y me lo ha presentado...

—Con erótico resultado.

Esas palabras valieron para que Camila pegara un brote en la silla y se llevara las manos a la boca tratando de ahogar, sin éxito, un chillido de felicidad. Y los demás la miraran con los ojos abiertos por la sorpresa. Marine se levantó de la silla y se acercó a un Fabiano que recibió una colleja.

—Eres tonto... Nada de con erótico resultado —matizó ella al ver la cara de su madre—, deja de decir chorradas... Aunque, bueno, para que eso suceda, deberías dejar de hablar porque últimamente te estás luciendo...

Se vio interrumpida por una vibración en su teléfono móvil, lo sacó del bolsillo de la sudadera con la que había cubierto la camiseta de deporte, ni muerta quería que la vieran ataviada con aquellos ropajes, y el mensaje que leyó la hizo sonreír.

Sergio: se dice por el pueblo que ha llegado una estrella.

Y yo quiero verla hoy a las 5 en El Cielo.

Te hace?

Marine: Me hace

Pasaron el resto del día entre conversaciones absurdas, Marine se fue acercando a su padrino y cogió aquella mano escuálida entre las suyas. Sentía en la palma la pulsación de su corazón y, de repente, empezó a notar una tristeza brutal en el cuerpo, tanto que se tuvo que levantar para poder ir al servicio. Cerro la puerta y se sentó en el suelo, dejó que las lágrimas empezaran a brotar de sus ojos. Su padrino se iba a morir y más pronto que tarde.

—Marine —la voz de Fabiano la hizo levantarse con rapidez, dirigirse al lavabo y tratar de limpiar de forma infructuosa el rastro del llanto. Cuando salió de allí se vio envuelta entre los brazos de su mejor amigo que solo hicieron que se sintiera vulnerable y horriblemente triste.

Pero la vida tiene que continuar, le dijo Valentina tratando de convencerla para que saliera a tomar algo con Sergio. No le hacía ningún favor a nadie quedándose encerrada en casa. Así que salió de casa con el tiempo bastante justo, algo que ella odiaba, ya que no le gustaba hacer esperar a la gente. Comenzó a caminar con rapidez, al ritmo de la música que iba saliendo de su Spotify... De repente, en el horizonte se empezó a dibujar una figura que consiguió que una especie de incomodidad se instalara en su tripa. Era Marta y se estaba acercando hacia ella, iba ataviada con unas mallas rosa palo divinas y llevaba la esterilla con la que hacía Yoga debajo del brazo. La joven también reparó en su presencia porque pudo apreciar, a medida que iban devorando los metros con sus pasos, que su cara empezaba a enrojecer.

—¿Qué tal? —preguntó Marta con un ligero tembleque en la voz una vez que estuvieron frente a frente.

—Bien, ¿tú?

—¿Yo? Bien. Me voy, Marine, que llevo prisa.

Marine se dio la vuelta y contempló a la joven marcharse de allí con paso acelerado y volver la cabeza una vez para mirarla, pegar un saltito por la sorpresa de verla allí y seguir su camino casi corriendo. Aquella actitud la dejó estupefacta porque Marta no era de las que evitaba las conversaciones, le encantaba pararse con cualquier persona y disertar un gran rato sobre cualquier aspecto de la vida en el pueblo, de fuera de él, del tiempo... Era charlatana por naturaleza y el hecho de que, de pronto, no tuviera nada que decir hizo que Marine se pusiera en alerta.

Una vez que llegó a El Cielo, Sergio ya la estaba esperando con un vaso de cerveza mediado. Se dieron los dos besos de cortesía y un largo abrazo, que la hizo darse cuenta que no sabía cuanto los necesitaba hasta que los recibía.

—Estás divina, como siempre. —Jo, siempre le decían ese tipo de halagos que Marine aceptaba con una incomodidad tremenda.

—¿Qué tal todo por aquí? —preguntó ella, siendo consciente de que había algo que se le estaba escapando.

—Uy, ¿por dónde quieres que empiece? —Se sentó en la silla y cruzó al mismo tiempo los brazos y las piernas.

—¿Por el principio? —contestó con otra pregunta porque no estaba muy segura de cuántas iba a recibir cuando esa conversación empezara.

—Nuestro queridísimo Fabiano ha descorchado —dijo al tiempo que alzaba y bajaba las cejas con mucha rapidez.

—¿Cómo que ha descorchado? —Marine cerró los ojos y después de unos segundos, cuando fue consciente de lo que estaba insinuando Sergio, puso una mueca de desagrado—. Tío, ¿era necesario ser tan gráfico...? ¡Dios! —Estas palabras de la joven valieron una carcajada del otro.

—Pues sí.

Trató de parecer indignado con Marine por el pequeño reproche que le había hecho, pero la realidad es que estaba feliz de tener con quién marujear porque lo había intentado con Lucía, pero esta cortó rápidamente la conversación diciendo que eran mayores, que hicieran lo que quisieran y que la dejara en paz porque tenía muchísimo que estudiar.

—¿Y tú qué tal?

—¿Qué perra os ha entrado a todos con querer saber cómo me encuentro? Acaso hay algo que se me está escapando: ¿tengo una pata de gallo? —Sacó el teléfono móvil y activó la cámara para poder observarse el rostro con detenimiento—. La verdad es que estoy muy bueno. —Una vez que logró la carcajada de Marine y que él la acompañó, lo volvió a bloquear—. Bien, como siempre, Fabiano está tratando de convencerme para que cambie de trabajo...

—Pero si tú adoras el super...

—Ya, pero como me gustaría trabajar en la tienda del pueblo y se lo dije... Pues ahí está. Cuéntame de ti... que también tienes cositas que contar.

—Hastag se vienen cositas...

—No te hagas la tonta...

—Es que no hay nada que contar...

—¡Eres peor que Fabiano! —Alzó la voz y al ver que unos cuantos de los clientes habituales volvían la cabeza con curiosidad hacia ellos, la bajó de nuevo—: Tía, te han pillado tomando algo con Unax, están por los foros de internet tratando de saber quién eres... Y a él se le veía interesado. Así que desembucha, porque estás cumpliendo los deseos de toda una generación, entre los que tengo la fortuna de encontrarme.

—Me vas a matar...

—Ay, Dios, pequeña, ¿qué has...? —Al ver la cara de Marine matizó su pregunta—: ¿qué no has hecho?

—No he contestado a un mensaje suyo...

—¿Qué te ponía? ¿Puedo saberlo? ¿Era una fotopolla? Enséñamela —exigió al tiempo  que trataba de coger el teléfono que ella había dejado sobre la mesa.

—Sergio, no es una fotopolla, ¿cómo puedes pensar eso? No me parece que sea ese tipo de tío... Era un mensaje en el que me decía que quería volver a verme cuando regresara a España y que lo hace el día 16...

—A ver —Juntó las manos y las puso cerca de la boca, como si estuviera rezando algún tipo de oración—, a ver, porque igual no te estoy entendiendo bien. ¿Me estás diciendo que Unax Ugarte, el actor que te gusta, te ha pedido una cita y tú no le has contestado? Dime, ¿eres tonta? —La miró y Marine no supo si reír o llorar.

—Cuando vuelva a Madrid lo pienso...

—Pero ¿qué tienes que pensar?

—Pues si quiero una cita con él... —dijo con la voz tan bajita que a Sergio le costó comprender lo que le estaba diciendo.

—¿Quieres o no una cita con él?

—Por querer...

—Pues ya está, escríbele y dile que vas a comprar un montón de lencería sexi para cuando venga que te la arranque con los dientes. Esperemos que tenga buena dentadura, los vascos la tienen.

—¿Y tú qué vas a hacer?

—Yo no te pienso arrancar la ropa interior con los dientes, Marine, qué cosas más desagradables pides...

Ambos dos se echaron a reír porque las ocurrencias de Sergio siempre conseguían quitarle el hierro al asunto. Era el tipo de persona que conseguía que sus amigos hicieran lo que de verdad deseaban hacer, que ponía delante de sus narices los pros y los contras (que para él nunca existían) de todas las situaciones. Su optimismo era contagioso

—¿Sabes qué te digo? Que mañana a primera hora voy a pedirle trabajo a Anita. Y se acabó.

—Así me gusta.


Cuando Marine estaba volviendo a casa, decidió que no, que antes quería hacer una parada que consideraba urgente. No tenía muy claro ni cómo empezar una conversación incómoda con esa persona a la que había dejado de lado sin ningún tipo de contemplación. Y sentía que, en ese momento, estaba tratando de... No tenía claro ni lo que estaba tratando de hacer.

Una vez que llegó a la vivienda, tocó a la puerta y espero ansiosa a que Marta hiciera acto de aparición. Esperaba que el tiempo que había pasado con Sergio hubiera sido más que suficiente para que la joven hubiera recibido su clase y vuelto a casa. Miró hacia atrás siendo consciente que las ventanas tenían ojos y no quería quedarse allí esperando cuando todos sabían que la otra se encontraba allí.

—Vooooooy —gritó una voz cantarina seguida por unos pasos de acercamiento que culminaron en la apertura de la puerta y el rostro de la morena, evidentemente no la esperaba, que parecía que no la querer ni ver en pintura porque pasó de la alegría a una seriedad que nunca le había visto—. ¿Qué quieres? —le dijo al tiempo que se quitaba unos guantes cubiertos de tierra—. Estoy muy ocupada ahora mismo...

—¿Qué estás haciendo?

—¿Quieres pasar y te lo enseño?

Así que Marine accedió a la casa y observó que aquel lugar reflejaba a la perfección todo en lo que creía Marta, y no pudo evitar volver a sentir un poco de envidia por la vida de la joven. Tenía tan claro lo que quería y lo que no, tenía tan claro quién era, lo que le gustaba, que una mujer así de segura la hacía sentir tan pequeñita al pensar en ese piso de alquiler que compartía, en los trabajos que no la hacían sentirse realizada, en que nada parecía terminar de tomar forma... Evitó pensar en ello y la siguió hasta una habitación que había arreglado de tal forma que hacía de invernadero. En un pequeño escritorio en el que parecía haber estado trabajando hasta que se había visto interrumpido, había mucha tierra, unas tijeras y una pequeña planta bastante mustia.

—Las plantas de la vecina están bajo mínimos este invierno—le dijo al ver su mirada puesta en su lugar de trabajo—, me la ha traído esta mañana para ver si somos capaces de salvarla, y le tengo que aplicar unos cuidados específicos porque está la pobre... —se acercó a ella y acarició esas hojas cuyas puntas habían adquirido un color marrón que no indicaba buena salud—. ¿A qué has venido, Marine? —le preguntó de pronto, borrando todo rastro de amabilidad de su rostro.

—Marta, yo...

—Supongo que ya te has enterado y la verdad es que no es algo de lo que me apetezca hablar. Estoy cansada...

—¿Qué ha pasado? —Porque la realidad era que Marine no sabía absolutamente nada de lo que había sucedido entre Marta y Fabiano, no le había preguntado nada a su amigo y en ese momento se sentía como una estúpida porque se había dejado llevar... Y estaba segura de que en cuanto él supiera lo que había hecho se iba a cabrear. 

—Anoche se quedó a dormir aquí, y después se marchó...

—¿Cómo se marchó? —Porque algo en su interior le dijo que ahí residía el motivo de enfado de Marta.

—A escondidas —dijo visiblemente dolida—, como si le diera vergüenza de que lo vieran conmigo. Como las ratas —expresó con dureza y con razón—, pero la tonta soy yo por darle la oportunidad de hacerme daño.

—Marta...

—Ya está —continuó hablando más para sí misma que para Marine—, esta historia se termina aquí.

—¿Estás bien?

—Sí, no es como que me haya roto el corazón o algo así. Es que Fabiano es gilipollas y punto. Y yo soy más gilipollas por hacerme ilusiones con una persona así, jode cuando te haces castillos en el aire y estos se desmoronan, pero al final es que era "crónica de una muerte anunciada". Y tampoco entiendo qué hago hablando contigo todo esto cuando después te va a faltar tiempo para ir a contárselo a él...

Se dirigió hacia la cocina y dejó allí a Marine, casi clavada al suelo por lo inesperado de esas duras palabras hacia ella. Unos segundos después, y cuando consiguió recomponerse de ese ataque tan gratuito, la siguió y la vio sacando un par de tazas y empezar a preparar un té.

—No se lo voy a decir a Fabiano.

—Me da igual, la verdad. Ahora ya nada de eso tiene importancia, siempre tuve muchos celos de lo que teníais, ¿sabes? —Rio con amargura—, pero no por él, sino por ti, porque quería ser tu mejor amiga a toda costa. Y lo intenté durante mucho tiempo, pero un día me di cuenta de que Fabiano es tu mejor todo...

—¿Querías ser mi amiga? —Alzó mucho las cejas ante lo inesperado que le resultó aquella confesión.

—Sí, me parecías la tía más guay del mundo, con tu pasión por la música, esas creencias sólidas que tienes, con Fabiano y Sergio al fin del mundo... Y parecía como muy molón el hecho de que te relacionaras con los chicos mejor que con las chicas. La verdad que ahora que lo digo en voz alta suena más patético todavía que en mi pensamiento. —Revolvió por los cajones hasta que sacó dos infusores en los que introdujo un poco de té—. En fin... Que no tiene mucho sentido hablar de todo esto, ¿quieres un té? Bueno, si quieres, tampoco te quiero obligar a tomar nada conmigo.

—Sí, me encanta el té.

La observó bailar por la cocina, ambas en silencio, aunque mirándose de vez en cuando, sabiendo la bomba que había explotado entre las dos. Marine se sentía estúpida por el hecho de que aquella joven hubiera tratado de ser su amiga durante buena parte de su vida, se sentía tonta porque durante mucho tiempo había anhelado el tener la compañía de un grupo de chicas; aunque había compartido buena parte de su juventud con Marta y Lucía, había sabido que nunca habían llegado a desarrollar una relación de amistad profunda. Y en ese momento empezó a ser consciente de su parte de culpa y que quería hacer todo lo que estuviera en su mano para tratar de arreglarlo. Cuando puso la taza humeante ante sus ojos, le regaló una sonrisa que trataba de ser una ofrenda de paz.

—Fabiano es gilipollas —concordó Marine.

—Muchísimo —le contestó Marta, sin poder ocultar la sonrisita que se le estaba dibujando en los labios.

—Pero sigue siendo mi amigo, mi hermano —La otra sintió con la cabeza porque en ningún momento había sido su intención ponerla entre la espada y la pared—. Siento mucho todo lo que ha pasado entre nosotras —Cogió la taza y sopló el té tratando de enfriarlo antes de llevarlo a la boca, no quería abrasarse las papilas gustativas.

—Entiendo lo que Fabiano significa para ti. Es solo que... Nada, no te preocupes, es que el pueblo a veces es un poco solitario, ¿sabes? Pero de un tiempo a esta parte como que todo va mejor... Tengo mil y un proyectos diferentes, no tengo tiempo ni para pensar. —Marta se sentía sola, esa era la verdad de su vida—. Lucía es estupenda, pero está estudiando muchísimo, no tiene tiempo para mis tonterías, que es lógico, es solo que algunas veces echo un poco de menos el tener alguien con quién hablar, aunque sea de alguna tontería... Poder llamar a alguien para tomar un café.

Marine asintió porque, aunque entendía el punto de vista de Marta, no podía pensar igual. Ella no sentía esa necesidad de compartir cada instante de su vida con otra persona, quizá porque sabía que en el momento en el que quisiera, podía hacerlo: su familia siempre estaba ahí para ella. Clavó su mirada en la chica que tenía delante y no pudo evitar sentir un poco de pena.

—¿Y qué proyectos tienes en mente?

—Pues me estoy formando para ser profe de Yoga, mis plantas, estoy aprendiendo a coser para conseguir hacerme mi propia ropa. Quiero ser lo más autosuficiente que pueda, mi jardín se queda pequeño para todo lo que tengo pensado, así que estoy negociando para comprar un terreno y poder hacer allí una huerta en condiciones, con invernadero... —Los ojos soñadores de Marta contagiaban a todo el mundo esa emoción que sentía ante ese futuro que se abría ante ella.

—Jo, suena muy interesan...

—Ya sé que para vosotros mi vida es una mierda —dijo con voz acusadora—, vosotros vivís en Madrid, con vuestra vida llena de cosas elegantes que hacéis por ahí...

—Yo nunca he pensado eso, la verdad... De hecho me da envidia que tengas las cosas tan claras, ojalá tener seguro el mero hecho de saber dónde quiero pasar el resto de mi vida, porque no sé si quiero que sea en Madrid o en cualquier otro lado. Así que me da mucha envidia que tu sí lo tengas.

—¿Envidia de mí? —No podía dar crédito a esas palabras

—Sí, Marta, te tengo envidia desde hace mucho tiempo —corroboró sabiendo que era completamente cierto lo que estaba diciendo.

Y ambas se quedaron calladas durante unos segundos, de vez en cuando se dedicaban alguna mirada como el que quiere decir algo y no se atreve a hacerlo, pero aquel silencio que se había establecido entre ellas no era incómodo y decir palabras que solo lo iban a estropear no era algo que deseara ninguna de ellas.

Cuando terminaron esa taza de té, Marine se marchó de casa de Marta, directa hacia la suya. En el fondo le apetecía dirigirse a la de Fabiano y cantarle las cuarenta, pero tenía que aprender a meterse en sus propios asuntos. Porque quizá no era la persona indicada para darle consejos cuando había un mensaje muy interesante en Instagram al que todavía no se había atrevido a dar respuesta.

Unax: ya sé que no tengo que darte explicaciones

Pero como ya tengo una edad y no me ando con tonterías ni con juegos...

Vuelvo el 16 de enero.

Y quiero verte.

De vez en cuando se metía en la aplicación y veía como Unax se encontraba en línea, y ella había tecleado alguna respuesta para acabar borrándola instantes después. Había pasado ya tanto tiempo... seguro que ya no se acordaba de ella, le decía esa voz malévola que tenía en la cabeza y que ponía en palabras los malos pensamientos. Así, como muy bien había dicho Marta, para qué sufrir una desilusión de tal calibre. No, era mejor dejarlo tal cual estaba. Fue bonito mientras duró.

7 de enero de 2019

Era momento de volver a Madrid, pensó Marine aquella mañana mientras estaba sacando de la mochila el único cambio de ropa que había cogido. No tenía claro lo que iba a hacer Fabiano, ya que en un principio había hablado de quedarse en el pueblo varios días más, pero quería que lo corroborara. Así que fue a su casa para que pudieran hablar, la canción estaba lista para ser grabada y a ella aquel proyecto la estaba ilusionando, de verdad sentía que por fin estaba cogiendo las riendas de su carrera musical, haciendo algo que de verdad le apetecía, algo que tenía potencial de gustar a la gente. Y quizá esto sería en lo último en lo que debería pensar, pero al final era el público el que tenía la capacidad de decidir qué tenía éxito y qué no. Valentina le abrió la puerta con una sonrisa en la cara, a pesar del cansancio que se adivinaba en sus facciones, la mujer no dijo ni una palabra de queja.

—¿Fabiano? —preguntó Marine después de darle un beso.

—En su habitación... Lleva trasteando muchísimo rato, no sé qué está haciendo, pero parece que quiere tirar la casa abajo —le contestó ella, al tiempo que abría la puerta de par en par para dejarla pasar—. ¿Tomas un té conmigo?

—No me puedo quedar mucho rato, solo vengo para saber qué quiere hacer: si se viene conmigo a Madrid o se queda.

La mujer se alzó de hombros porque nadie parecía tener claros los planes de Fabiano, ni él mismo. Cada día decía una cosa diferente, en función del humor con el que se levantara esa mañana. Marine se acercó a la habitación de su amigo y pudo comprobar que lo que le había dicho su madre era completamente cierto: estaba haciendo muchísimo ruido. Y cuando abrió la puerta, sin antes tocar, se lo encontró en calzoncillos con medio cuerpo dentro de un armario, mil camisetas desordenadas en el suelo y él, sorprendido, moviendo la cabeza para ver quién era la persona que había interrumpido una actividad tan importante.

—¿Qué haces? —le preguntó Marine alzando la comisura de su boca, dando a su rostro una expresión de incomprensión total.

—Estoy buscando una camiseta... —le respondió al tiempo que seguía buscando en el armario.

—¿Qué camiseta?

—Una... la que me regalasteis en un cumpleaños...

—¿Qué dices, Fabiano? No entiendo de qué... —Pero de pronto la luz se hizo en la cabeza de Marine y comprendió a qué camiseta se estaba refiriendo el chico—. Vale, entiendo... La camiseta.

—Sí... —Y pareció molesto en el momento en el que se dio cuenta que había vaciado el contenido del mueble sin éxito.

—La tiraste —corroboró Marine las sospechas del joven—. Fabiano...

—¿Qué? Ya sé que has hablado con Sergio y no quiero hablar de esto, de verdad...

—Nadie parece querer hablar de nad... —susurró ella.

—No quiero —la interrumpió—, porque al final me haces ver las cosas de una forma diferente, me haces comprender lo capullo que soy y ahora mismo quiero ser ese capullo.

—¿Cómo que quieres ser ese capullo? —preguntó ella sorprendida porque pensaba que la conversación iba a ir por otros derroteros.

—Sí, quiero. Porque hoy me voy a ir a Madrid contigo y esto no tiene razón de ser. Ya está, punto final, Marine. —Se dirigió hacia la montaña de camisetas y las empezó a recoger y meterlas en el armario, todo hecho un auténtico desastre, pero Fabiano estaba cabreado y tenía claro quién era la persona hacia la que iba dirigido todo ese enfado.

—¡Pero es que tú no eres así! —le espetó ella molesta con la situación, estaba harta de este Fabiano—.Eres una de las mejores personas que conozco, joder, despierta de una puta vez porque lo que estás diciendo es una gilipollez. Si te gusta Marta, díselo, coño, dejaos de este puto juego porque ella está jodida con todo esto y tú... pues tú también y siento tener que hablarte así, pero es que me estás sacando de quicio. Estoy cansada de tener que hacer como si fuera tu madre.

—Marine... —el joven se sintió un poco incómodo ante todos los tacos que había dicho la joven, que no era algo que hiciera habitualmente. Pero no pudo seguir diciendo nada más, porque ella había cogido carrerilla y estaba soltando todo lo que pensaba.

—Ni Marine ni hostias... ¿Qué quieres hacer? ¿No lo sabes? Pues entonces déjala en paz, no la vuelvas loca. ¿Qué sí lo sabes? En ese caso vete a por ella y que nada ni nadie impida que estéis juntos. Pero lo primero es que te aclares, porque Marta tiene muy claro lo que quiere y lo que no quiere en la vida, y me parece que este tipo de juegos no van con ella. Lo siento, amigo mío, pero estamos hablando de una mujer que no va a entrar al trapo en esta ocasión, así que en caso de querer tener algo con ella vas a tener que ir con la verdad por delante, y ser sincero es lo más jodido del mundo. —Se quedó callada durante unos minutos, pero la mirada huidiza de Fabiano la hicieron comprender lo que el joven necesitaba en ese momento—. ¿Nos marchamos a Madrid?

—Nos marchamos a Madrid.

—Estás huyendo.

Pero él ya estaba metiendo la ropa en la enorme maleta que había llevado, había hecho oídos sordos a las últimas palabras que Marine le había dicho porque sabía más y de sobra lo que estaba haciendo. La despedida fue más acelerada de lo que a ambos les hubiera gustado, pero uno y otra querían llegar a casa y poder encerrarse a pensar en el rumbo que estaban cogiendo sus vidas en las últimas semanas.

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