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10. Counting stars (4 de enero de 2019)

4 de enero de 2019

Unax miró el reloj por décima vez en lo que iba de noche, apenas había conseguido pegar ojo desde que había aterrizado en Los Ángeles, el puto jet lag lo tenía hecho mierda. Eran las tres de la mañana, lo que significaba que en Madrid eran las doce de un lunes en el que la gente estaría ocupada con mil y un quehaceres; entre todas esas personas, había una, la más especial, su hija, a la que echaba muchísimo de menos y a la que quería llamar desde que se levantaba hasta que se acostaba. Pero no era el momento apropiado porque la pequeña estaría en el cole, disfrutando de sus amiguitos y aprendiendo un montón de cosas que luego le contaría mientras sus ojos chispearían de ilusión. Porque así era Haizea, una amante del aprendizaje y de contar todas las cosas que sabía hacer y que su seño le enseñaba con la mayor de las dedicaciones a todo aquel que estuviera dispuesto a escucharla.

Dio la vuelta en la cama y cogió el teléfono móvil, para ver si de alguna forma conseguía entretenerse. Rebuscó entre sus plataformas digitales en busca de alguna serie que ver, pero no se sentía con ánimo de nada, estaba agotado y sabía a la perfección que su cerebro no sería capaz de soportar un argumento complejo, bueno, ni simple tampoco. Así que dirigió su dedo hacia Instagram y empezó a consumir contenido que no le interesaba en absoluto, pero funcionó a la perfección porque escasos minutos después consiguió quedarse dormido.

Cuando se despertó unas cuantas horas después, vio el teléfono envuelto entre las sábanas, introdujo el patrón de desbloqueó y un vídeo de un hombre limpiando alfombras lo asaltó pegándole un enorme susto ya que la música estaba demasiado alta. Cerró la aplicación y se levantó para poder pedir el desayuno a la habitación, a él le encantaba pasar la mañana en pijama y no se veía bajando a la cafetería así vestido. Y no le apetecía tener que acicalarse con el estómago vacío... Unos minutos después, un joven depositó una bandeja en sus manos y, una vez que se hubo quedado solo, se tumbó en aquella enorme cama para poder darse un homenaje.

Cuando hubo terminado aquel pequeño banquete, decidió que era una buena hora para llamar a su hija, acabaría de llegar del colegio y no quería importunarla cuando se sentara a hacer las tareas que le mandaran los profes. Cogió de nuevo el teléfono y abrió whatsapp para poder dirigirse al chat que compartía con su expareja y apretar la camarita. Apenas tuvo que esperar unos segundos cuando el rostro de Estela le dio la bienvenida. La encontró más sonriente de lo habitual, era una mujer de carácter fuerte, ambos lo eran, quizá por eso su relación no había funcionado, las largas discusiones y el hecho de que ninguno de los dos fuera capaz a entonar un mea culpa habían sido la dinamita que solo necesitaba una pequeña chispa para arder. En fin, no era momento para ponerse a pensar en cosas que habían sucedido porque tenían que hacerlo.

—Kaixo, Estela —la saludó con cortesía una vez que consiguió apartar todos aquellos pensamientos de su cabeza.

—Hola, Unax —lo correspondió con la misma educación—. ¡Haizea! —alzó la voz para hacerle saber a la pequeña que tenía una llamada—. Tu padre, al teléfono.

—¡Ya vooooy! —sintió la voz aguda de su hija en algún punto del piso que compartía con ella la mitad del tiempo.

—El viernes trajo una autorización del cole para que se la firmemos —Comenzó a rebuscar en una agenda que tenía sobre la mesa—. Aquí está: es para ir al campamento de inglés, son tres días. ¿La dejamos ir? —preguntó ella más por cortesía que por otra cosa, ya que sabía a la perfección la respuesta que le iba a dar.

—Sí, claro. Mándame las fechas y el dinero que tengo que dar.

—Son 150 euros, así que setentaicinco cada uno. Si quieres, mándame un bizum que como no vas a estar aquí hasta dentro de 10 días, me encargo yo de esta gestión. Y lo apunto en el Excel de los gastos del cole. ¿Te parece? 

—Perfecto, en cuanto cortemos la llamada, te lo envío.

Y entre este tipo de conversaciones transcurría su relación: ambos estaban volcados con la educación de su hija y sabían que salirse de allí solía ser un terreno peligroso relleno de incómodos silencios.

—¡Papi! —exclamó la pequeña en cuanto llegó a la cocina lo que provocó que su madre le pasara el teléfono. La sonrisa desdentada de Haizea lo hizo sonreír, los ojos color miel que había sacado de él, siempre brillantes, todavía lo hacían con mayor intensidad en aquel momento a sabiendas de que iba a poder hablar un poco con su padre. Echaba muchísimo de menos pasar tiempo con cada uno en el momento que tenía que estar en casa del otro y ese ratito para ella era casi como un tesoro—. ¡Cuéntamelo todo!

—A ver, ¿qué quieres que te cuente? —Unax era un hombre dispuesto a consentir a su hija en todo lo que pidiera siempre y cuando su petición fuera razonable.

—¿Es tan guay como parece? América —aclaró al ver la cara de incomprensión de su padre—. Ayer le pedí a mamá que me pusiera unos vídeos. ¿Tú sabías que ella también ha estado allí? Bueno, supongo que lo sabes de cuando fuisteis novios.

—Lo sabía, sí. Y tú algún día vendrás, que esto no se va a ir a ningún lado.

—¿Tú crees? —preguntó con la voz cantarina de emoción.

—Claro que sí, te prometo que algún día yo vendré contigo. ¿Y cuándo he roto yo una promesa que te haya hecho a ti?

—Nunca, papi —dijo al tiempo que esbozaba una enorme sonrisa al saber que algún día, sin importar lo lejano que este fuera, pisaría suelo americano en compañía de su padre porque lo que había dicho era bien cierto: Unax nunca había roto una promesa, y mucho menos una que le hubiera hecho a Haizea.

—¿Y tienes muchos deberes? —cambió el hombre radicalmente de tema interesándose por la rutina de su niña.

—No, papá, ahora está de moda no poner deberes, ya lo sabes. Así que mamá ha buscado unas fichas para que repase mates, no podía ser de lengua, no. Mates. —La pequeña odiaba esa asignatura y habían tratado de hacerle ver la importancia que tenía, pero nada lograba convencerla.

—Bueno, pero tienes que tratar de mejorar, ya sabes que las matemáticas son importantes.

—¿Para qué? —exigió ella cruzándose los brazos por delante del pecho y haciendo un mohín de enfado con los labios.

—Pues para que no te estafen cuando te den el cambio en una tienda. —Siempre ponía el mismo ejemplo y se decía a sí mismo que buscaría uno mejor, pero nunca recordaba el hacerlo hasta que ya era demasiado tarde.

—Siempre dices lo mismo —le reprochó la pequeña, a la que no se le escapaba una, era muy difícil engañarla.

—Es que es la verdad, Haizea.

—¿Cuándo vengas podemos ir al pueblo a visitar a la Amona y al Aitona?

—Sí, claro —le concedió de nuevo él—, tengo unos compromisos de trabajo en Madrid, ya lo sabes, pero en cuanto acaben, nos vamos los dos juntos al País Vasco.

—¡Guay! —La pequeña saltó de alegría de la silla y corrió hacia su madre para contarle la buena noticia—. Cuando papá vuelva, vamos a ir a visitar a la Amona y al Aitona, mami.

—¡Qué bien! ¿Qué te parece si dejamos que papá disfrute un poquito de su viaje y tú te pones con los deberes?

La niña torció el morro ante la cámara, lo que hizo que Unax tuviera que respirar profundo para no dejar escapar una sonrisa.

—Voy —soltó con voz apagada—. Papi, los deberes de mates... No, ni siquiera son deberes. La ficha que sacó mamá de internet me está esperando. ¡Qué rollo!

—Venga, cariño, mañana te llamo otro ratito.

—Vale, papi, te quiero mucho.

—Y yo.

Colgó la llamada y durante unos minutos se quedó un poco melancólico, le sucedía siempre que se tenía que separar de la pequeña. Sabía que estaba perfectamente cuidada con su madre, que no le faltaba de nada, pero tenía miedo de estar perdiéndose cosas, aunque fueran las más simples, y que el día de mañana Haizea pudiera echarle en cara el hecho de no haber pasado con ella todo el tiempo del mundo. Por otro lado, tenía que reconocer que, en épocas de bajón en el trabajo, podía aprovechar con ella cada segundo que estaban juntos.

Dejó el teléfono sobre la mesita y se dirigió al armario, del que sacó un chándal, una sudadera y unos playeros con los que poder caminar un poco por la ciudad. Esa noche tenía una entrevista junto a otros compañeros en uno de los lateshow de más éxito del país y quería estar descansado para ese momento; pero también notaba que el hecho de no haber salido del hotel durante más de veinticuatro horas le estaba afectando a la cabeza, se sentía ansioso, y necesitaba salir a despejarse. Así que se puso las zapatillas, encajó una gorra en la cabeza y unas gafas de sol que le cubrían los ojos y abandonó el hotel. Esperaba que su caminata fuera corta porque no le apetecía tener que terminar llamando a un taxi y pidiendo que lo llevaran al hotel. Este no estaba mal ubicado, relativamente cerca de algunas tiendas que había ojeado el día que había llegado desde el coche.

En cuanto se vio en la calle, inspiró con fuerza aquel aire cargado de polución. Echaba de menos su hogar en el País Vasco, rodeado de montañas, de un verde que en algunas veces producía vértigo a los que no estaban acostumbrados al mismo. Aunque reconocía que el hecho de estar allí tenía algunas cosas buenas, por ejemplo, el poder caminar por la calle con tranquilidad. No es que en España lo fueran parando cada dos minutos, sus seguidores no eran de esos, pero sí es cierto que el mero hecho de saberse observado lo molestaba; hacía mucho tiempo que había tomado la decisión de no dejarse cohibir por nada ni por nadie, pero hubo un tiempo en el que había dejado de hacer cosas que quería, que le gustaban por el mero hecho de que la prensa no dijera nada de él, de que sus fans no dejaran de apoyarlo. No podía, ni quería tampoco, vivir de cara a la galería.

Este tipo de pensamientos le recordaron a una de las últimas conversaciones que había mantenido con su Agente, le había pasado una fotografía borrosa que le habían sacado con Marine, no había que ser un lince para saber de quién se trataba, y había tratado de comerle la oreja para que dejara de hacer el tonto o lo que fuera que estuviera haciendo. Unax había tenido que pararle los pies y recordarle que hacía mucho tiempo que su vida privada era eso: privada, y que ni él ni nadie más iba a decirle cómo tenía que vivir nada. Si la prensa se quería hacer eco del hecho de que estuviera tomando una copa con una joven, adelante. Él no iba a dejar de disfrutar de su compañía por eso. Ya no. Quizá fuera egoísta por ponerla en el ojo del huracán, pero se sentía tranquilo al pensar que en aquella instantánea no se la reconocía y que la prensa todavía no tenía ningún dato de ella. Después de tantos días era algo esperanzador.

Iba paseando y observando todo con atención, se dirigía hacia una tienda que había visto en la que podía comprar diferentes souvenirs para Haizea, sus padres, su hermana... Siempre había pensado que todas aquellas cosas no servían para nada más que ocupar espacio en casa, pero a ellos les hacía especial ilusión que les llevara aquellas baratijas con las que parecía decir; ey, me he acordado de vosotros, las llamadas no, esas no servían para nada.

Sacudió la cabeza y, en el momento en el que miraba hacia el otro lado de la carretera, se paró en seco, ya que vio una tienda de calcetines. Y a su cabeza vino una joven con los ojos más bonitos y especiales que había visto en su vida y reprodujo dos extractos de conversación que había mantenido con ella. Cruzó la carretera en cuando encontró un paso de peatones para poder hacerlo. Se quedó absorto con el escaparate durante bastante tiempo, ya que la joven que se encontraba en el interior le dedicó una mirada de lo más curiosa. Esa fue la señal para que se animara a entrar. Se quitó las gafas de sol y se dirigió hacia una de las estanterías. Comprendió la fascinación que Marine sentía por esa prenda de vestir en cuanto vio lo bonitos y originales que eran aquellos calcetines. La dependienta se acercó a él y le preguntó si podía ayudarlo con algo, ya que tenía tal cara de fascinación que sabía que era uno de esos clientes indecisos.

—Quiero los calcetines más especiales que tengas —le dijo sin medias tintas, necesitaba llevarse de allí algo que hiciera saber a Marine que había pensado en ella, y solo en ella, en el momento en el que lo había comprado; quería hacerle saber, aunque fuera a través de algo tan sencillo como una prenda de vestir, lo especial que la consideraba. 

Y la joven, con una sonrisa en la boca, le pidió que la siguiera y cuando lo hizo se vio maravillado ante lo que le enseñó: una tela suave, que acariciaba la piel, que simulaban ser las patitas de un gato atigrado. Porque sabía que era imposible, sino Unax hubiera pensado que aquella joven tenía la capacidad de leerle el pensamiento. Pidió que se lo pusiera para regalo y la chica los metió en una cajita que envolvió de forma esmerada, acompañándolo todo con un enorme lazo de color rosa. Discreto, el regalo, no lo era, y eso le encantaba. Quizá fuera un poco atrevido por su parte el hecho de regalarle algo así, pero es que él era una persona impulsiva, de las que piensan mucho las cosas, pero saben que van a hacer lo primero que se les ha pasado por la cabeza. Y así era Unax: un hombre lleno de contradicciones, y que cada día que pasaba más y más consciente de ellas.

Mientras salía de la tienda, con la bolsa entre sus manos, se vio recordando el momento en el que la había visto en el estudio de Fabiano y cómo sus ojos habían vuelto a su cerebro en varias ocasiones en los días que lo habían seguido. Pero lo que de verdad lo había hecho claudicar ante ella había sido el momento en el que la había visto en la discoteca, la había observado desde la zona en la que se encontraba bailando con un grupo de gente que, supuso, serían sus amigos. Le había parecido, de lejos, la persona más sexi del mundo con aquella forma que tenía de contonear su cuerpo al ritmo de la música. Y en cuanto la había visto en la barra había tenido que dirigirse hacia allí, sin ninguna excusa, solo por el mero placer de hablar con ella. Y no era solo una chica guapa, con unos ojos cautivadores, era una persona con la que disfrutaba pasando el rato, aunque fuera conversando de la cosa más insulsa del mundo. Y estaba jodido porque lo único que le apetecía era seguir conociéndola, descubriendo todos esos secretos que ocultaba a los demás. Y cuando había iniciado la conversación por Instagram... Le había hecho muchísima ilusión porque él había tratado de localizarla, pero el hecho de que no tuviera su nombre en su perfil y que Fabiano siguiera a tantísima gente había dificultado muchísimo la labor que se había impuesto.

Regresó al hotel y se acostó un ratito para, aunque fuera incapaz de quedarse dormido, descansar la cabeza del inglés y tratar de recuperarse un poco del paseo que había dado, porque al final se había alargado mucho más de lo que esperaba.

Poco antes de que anocheciera, su Agente tocó a su puerta y lo siguió hasta un vehículo que los estaba esperando en el aparcamiento del hotel. Brais no dejaba de teclear en el teléfono sin apenas dirigirle la palabra, era un hombre ocupado y el hecho de que se conocieran desde hacía años bastaba para que uno y otro pasaran por alto aquel tipo de actitudes que delante de otra persona pudieran parecer de mala educación. Unax conectó los auriculares a su teléfono y abrió Spotify para poder reproducir un poco de música durante el trayecto hasta los estudios. Repiqueteaba con los dedos sobre la tapicería del vehículo al ritmo de la canción que estaba escuchando, Demons de Imagine Dragons.

Una vez que llegaron y se bajó del vehículo, se dirigió hacia la puerta del estudio donde se encontró con los dos compañeros que lo estaban acompañando en esta aventura americana. Intercambiaron saludos y tuvieron que esperar unos minutos a que llegara un joven asistente para que pudiera hacerles un tour por las instalaciones y los llevara a la zona de maquillaje en primer lugar. Todo aquello era enorme, y no se acostumbraba a todo el trajín que había entre bambalinas en los programas que se emitían en directo. Todo iba cuadrado al milímetro y un fallo podía resultar garrafal. Un joven maquilló de forma muy sutil a Unax, quitándole brillos de la cara, echándole un poco de antiojeras tratando de enmascarar el terrible cansancio que lo estaba asolando al ser incapaz de acostumbrarse al nuevo horario.

Una vez que hubo adquirido un mejor aspecto, aunque fuera de forma artificial, a él y a sus dos compañeros los llevaron al plató, donde ya se encontraba el presentador. Este los saludó con un fuerte apretón de manos y les estuvo explicando un poco la dinámica del programa. A pesar de tener un buen nivel de inglés, los tres pidieron tener un traductor simultáneo por si perdieran algún significado por no conocer a la perfección el contexto. Un rato después se vieron sentados en un sillón, con un montón de cámaras apuntándoles directamente al rostro y la gente aplaudiéndoles como si les fuera la vida en ello.

—Bueno, bueno... Esta noche estamos todos muy contentos de tener aquí a tres pedazos de actores del otro lado del charco. Sabéis que nos vienen a hablar de la nueva serie revelación "Generación Jager" que está arrasando en Netflix. Ha llegado a número uno en casi todos los países de habla hispana y también en Estados Unidos. ¿Qué os parece?

Blanca fue la primera en responder, le dedicó una tierna sonrisa a todos los que la rodeaban antes de pronunciar una sola palabra, pero después ya los tenía a todos comiendo en la palma de su mano.

—Pues que es normal. Porque la serie es muy guay. El guion cuenta con la aprobación y participación de la autora, así que se ha hecho todo con mucho cariño. El equipo ha funcionado a la perfección y eso se nota en el resultado final. —La respuesta de la joven fue sencillamente perfecta.

—Entre vosotros dos —El presentador señaló a Blanca y a Luis Alberto— en la serie... —dejó el resto de la oración en el aire al tiempo que los otros dos se sonrieron de forma nerviosa.

—Sí, bueno... Tampoco podemos contar mucho por lo evidente, pero entre Ángela y Toni, que son los personajes que nosotros interpretamos, saltan chispas cada vez que se ven —volvió a tomar la iniciativa una Blanca que se veía muy cómoda en esa situación.

—Y lo que no son chispas —la interrumpió él con una sonrisa en la boca a la que siguió una profunda carcajada que hizo que todos los presentes lo siguieran.

—Unax, es tu momento...

—Miedo me da —le contestó al presentador, aunque en realidad no tenía ni un ápice, ya que sabía que en ese tipo de programas no solían preguntar por cosas demasiado íntimas.

—Es la primera vez que una de las series que protagonizas alcanza tal éxito, aunque ya lo habías hecho con alguna película. ¿Cómo te sientes?

—Pues estoy muy contento, como podrás suponer, como dijo Blanca es un proyecto en el que se ha dejado la piel todo el equipo, en el que hemos invertido todos muchísimo esfuerzo y cariño, y que la gente lo reconozca... Pues eso hace que te vayas a la cama cada noche con la sensación del trabajo bien hecho.

—¿Creéis que hay alguna posibilidad de una segunda temporada?

—No creo —intervino Luis Alberto—, la temporada sigue lo que sucede en la novela y con ese final... no me parece que haya mucha posibilidad de una segunda parte, la verdad.

—¿Os habéis leído la novela? —preguntó el entrevistador y, al ver que los tres asentían con la cabeza, continuó—: ¿Y os parece que hay mucha diferencia con el personaje que habéis desarrollado vosotros?

—Eso lo tendrán que decidir los espectadores, ¿no? —intervino en primer lugar Unax—. Leva es un personaje con una profundidad muy profunda —Se echó a reír ante la tontería que había dicho—. Es alguien que me ha hecho reflexionar muchísimo sobre lo que somos, lo que queremos ser, lo que aparentamos ser, lo que los otros ven de nosotros... No sé, yo creo que todos hemos hecho un gran trabajo y que al final se ve lo que la autora quería plasmar.

—¿Y qué me dices de la historia? —le preguntó directamente a él.

—Yo creo, no sé si hablo por todos... Pero a mí me ha hecho darme cuenta de lo afortunado que soy por la vida tan cojonuda que tengo —respondió y observó como Blanca y Luis Alberto asentían.

—Decidme cada uno una cosa por la que debamos ver la serie —les pidió.

—Es adictiva —El primero en animarse a dar una respuesta fue Luis Alberto.

—Por la profundidad de los personajes —reflexionó Blanca.

—Porque la historia no dejará indiferente a nadie.

El presentador, en ese momento, miró hacia la cámara y supieron que ellos ya no iban a salir en el plano por lo que se pudieron relajar un poquito y compartir qué les había parecido la experiencia, aunque en voz muy muy muy baja. El hombre estaba animando a aquellos que todavía no habían disfrutado de "Generación Jager" que lo hicieran, porque estaba seguro que, al igual que opinaban sus invitados, no iba a dejar indiferente a nadie.

Salieron de los estudios muertos de hambre, así que convinieron en ir a comer algo por ahí, a algún restaurante que todavía estuviera abierto (¡suerte con eso!) y que se apiadara de ellos dándoles de cenar. Eran cerca de las dos de la mañana y después de que el chófer deambulara por las calles de Los Ángeles durante media hora, se dieron cuenta que la única opción que tenían era comprarse algo de comida en la calle, cerca del hotel había un puesto que vendía trozos de pizza a muy buen precio y que, sorprendentemente, estaba muy buena. Unax se cogió tres pedazos: uno de queso, uno de barbacoa y uno vegetariano y fue disfrutando de ellos hasta que el chófer lo informó de que había al hotel.

—Chicos, cada mochuelo a su olivo —dijo Luis Alberto poniendo en palabras lo que los otros dos ya habían pensado.

Cuando Unax llegó a la habitación, fue directo al servicio, abrió el grifo de agua caliente y se fue desnudando mientras la ducha iba cogiendo temperatura. Se metió debajo del chorro y durante unos segundos cerró los ojos, el vapor que desprendía su cuerpo hacía que el baño luciera como el sitio más misterioso del mundo. Y él estaba tan agotado que seguro que si alguien entraba allí lo podía confundir con un espectro sacado de un video viral de YouTube con temática paranormal.

Una vez que hubo retirado los últimos restos del día de su cuerpo, se envolvió en el albornoz blanco que llevaba bordadas las letras del hotel. Se calzó unas pantuflas, se puso la ropa interior y las pantuflas, a pesar de que durante el día brillara el sol en el cielo, durante la noche las temperaturas bajaban considerablemente lo que hacía que necesitara un poco de abrigo a la hora de meterse en la cama.

Cogió el teléfono que estaba sobre la mesita y marcó el número de recepción porque todavía tenía hambre, el buen hombre que pasaba allí la noche comprendió a la perfección lo que había sucedido y le dijo que no se preocupara que él le llevaría algo caliente para que pudiera dormir y que se encargaría de que al día siguiente nadie lo molestara. Unax empezaba a ser víctima del dolor de cabeza, el cansancio, el hecho de estar todo el día hablando inglés y tener que esforzarse por entender a los demás, hacía que su cerebro estuviera prácticamente frito. Dirigió su dedo a Instagram y subió a stories una de las instantáneas que había hecho durante la mañana; su mirada se deslizó hacia el lugar en el que había dejado los calcetines que había comprado para Marine. Invadido por una especie de tontería que no supo explicar, agregó a la imagen el icono de whatsapp de esa prenda de vestir.

Entonces se percató que había allí un mensaje que no había leído de la joven, había salido muy rápido de la aplicación porque su agente lo había requerido y no se había dado cuenta que ella le había escrito algo más. Y las palabras que leyó consiguieron que su garganta se sacara al instante.

Marine: ¿Cuándo vuelves a España?

Durante unos minutos estuvo pensando en qué responderle, evidentemente solo había una cosa que decir: la fecha en la que regresaba. Pero sentía la necesidad de añadir algo más, de hacerle saber que él también tenía ganas de verla porque era lo que deducía de esa pregunta.

Unax: Buenas noches, Marine.

El otro día me debiste enviar el mensaje en el momento en el que yo salía de la aplicación.

Por eso no he respondido hasta ahora.

Rápidamente observó cómo el círculo verde apareció en la foto de perfil de la joven y un visto apareció en el último mensaje que le envió. Siguió escribiendo, aunque se vio interrumpido por una respuesta inesperada de ella.

Marine: no me tienes que dar explicaciones

Unax: ya sé que no tengo que darte explicaciones

Pero como ya tengo una edad y no me ando con tonterías ni con juegos...

Vuelvo el 16 de enero.

Y quiero verte.

Unax supo que la joven leyó el mensaje y, de la misma forma que entró en la aplicación, se marchó, sin decir nada más, sin dar respuesta a las intenciones que él tenía para con ella. Porque no es que quisiera verla para un rato, él lo que realmente quería era conocerla.

Se vio tentado a repasar su perfil de Instagram una vez más, pero era algo que ya había hecho en el momento en el que la joven le mandó el primer mensaje. Había ido directo a fotografías en las que se la veía a la perfección y es que todo lo que mostraba de ella le gustaba. Una chica natural, enamorada de su gato, cariñosa con su familia, apasionada por la música, que dedicaba tiempo a la lectura... Quizá sí que echó en falta ver alguna instantánea en la que la viera compartiendo tiempo con amistades, pero estaba seguro de que sería algo por lo que le terminaría preguntando. Y, así, con la visión de aquellos ojos desiguales se fue quedando dormido, por primera vez desde que había pisado suelo americano dormiría de un tirón, sin mirar el reloj cada dos horas.


Quiero agradecerle a Sol_Arias_ el haber realizado la portada para la novela.

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