Capítulo 7: Una noche eterna.
La mansión, en su vastedad, siempre había tenido algo sombrío, pero después de la pelea de la noche anterior, Nova sentía que cada rincón la observaba con ojos invisibles, como si las paredes pudieran ver a través de ella. A medida que pasaban las horas, el peso del silencio que se cernía sobre la casa se volvía más insoportable. Como si, por fin, todo el aire se hubiera colapsado sobre sus hombros. Y, sin embargo, allí estaba ella, atrapada, soportando lo que ya parecía ser su destino.
Era tarde cuando Nova se despertó, aunque no estaba segura de si realmente había dormido. Su cuerpo estaba agotado, pero su mente seguía llena de pensamientos que no podía callar. Cada uno de esos pensamientos era un recordatorio doloroso de todo lo que había sufrido, pero también un susurro desesperado de lo que todavía quedaba dentro de ella: esa chispa diminuta que, por más que la oprimieran, aún no se extinguía por completo.
Se levantó con lentitud, sintiendo la tensión en cada parte de su cuerpo, pero no podía quedarse más tiempo en la cama. No podía permitir que sus pensamientos la desbordaran de nuevo. Necesitaba mantenerse ocupada, hacer algo para dejar de pensar, algo que la distrajera de la desesperación que sentía.
El pasillo estaba oscuro cuando salió de la habitación. No había ruido. Ningún sonido de Etherian, lo cual era tanto una bendición como una maldición. A veces, el silencio era más pesado que cualquier palabra cruel. El hecho de que él no estuviera cerca, al menos por el momento, le daba un respiro, pero también la llenaba de incertidumbre. ¿Qué sucedería cuando él regresara? ¿Seguiría mostrando signos de arrepentimiento o volvería a la misma dinámica, a la misma violencia de siempre?
El jardín estaba tranquilo esa mañana, y el aire fresco acariciaba su rostro mientras se acercaba a las flores. La familiaridad de las plantas, el olor de la tierra húmeda, era lo único que la conectaba con algo que le daba algo de paz. Mientras cuidaba las flores, Nova intentaba convencerse de que todo saldría bien. Que, de alguna manera, encontraría una forma de escapar de todo esto. Pero cada vez que miraba a su alrededor, el jardín, que solía ser un refugio, se sentía más como una cárcel, una celda de la que no podía escapar.
De repente, escuchó los pasos. No el sonido de alguien que se acercaba de forma distraída, sino esos pasos firmes y pesados que solo podían pertenecer a Etherian. El hecho de que él estuviera cerca la hizo tensarse. Por más que intentara ignorarlo, su presencia era imposible de evitar. Sintió cómo su cuerpo reaccionaba automáticamente, cómo su pulso se aceleraba y cómo sus manos, que antes acariciaban las hojas de las plantas con cierta calidez, ahora se apretaban en un intento por controlarse.
Etherian apareció en el umbral del jardín, su figura alta y desafiante. Su mirada la recorrió de arriba abajo, detenida en sus manos y en su rostro. Nova no se atrevió a mirarlo, no quería que viera el temor que estaba seguro reflejaba su expresión.
—¿Cuidando las flores? —preguntó con una sonrisa amarga. Era un tono de burla, pero también había algo más. Algo que Nova no alcanzó a identificar completamente.
—Sí. —Su voz era baja, pero firme, como si intentara reafirmar su control sobre algo, aunque fuera una actividad tan insignificante como cuidar el jardín. Pero ella sabía que esa fachada era frágil.
—Ya veo. —Etherian dio un paso hacia ella, y Nova sintió un escalofrío recorrer su espalda. —¿Sigues pensando que puedes encontrar consuelo aquí? ¿En estos malditos jardines? La verdad es que no eres más que una prisionera, Nova. Estás atrapada, y no importa lo que hagas, no vas a cambiar eso.
Sus palabras, como cuchillos afilados, se clavaron en ella. Por un momento, Nova pensó que podría derraparse de nuevo, que sus palabras podrían romperla. Pero en lugar de eso, algo dentro de ella despertó. Algo que no podía callar, aunque fuera pequeño. La rabia que había estado reprimida, la indignación por todo lo que había sufrido, parecía ser lo único que la mantenía de pie.
—No soy una prisionera. —Las palabras salieron de su boca con más fuerza de la que había esperado. Miró a Etherian, sus ojos vacíos de temor, aunque todavía llenos de una tristeza profunda. —Soy una persona. Y aunque tú intentes hundirme, aunque trates de controlarme, no puedes. No me has derrotado.
Por un momento, ambos se quedaron en silencio, como si el aire se hubiera detenido. Nova podía sentir el veneno en las palabras de Etherian, pero también podía sentir algo nuevo dentro de ella, algo que no había experimentado en mucho tiempo: la determinación. Sabía que no podía seguir adelante sin luchar por lo que quedaba de ella. Sabía que no podía permitir que su vida fuera siempre una cárcel. Pero también sabía que él no la dejaría ir tan fácilmente. Él no la soltaría.
Etherian la observó en silencio, su mirada fría y calculadora, pero en sus ojos había algo que Nova no alcanzó a comprender. No era arrepentimiento. No. Era una mezcla de irritación y confusión. Como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.
—Eres una tonta —dijo al fin, su tono brusco. —No tienes idea de lo que estás diciendo. Pensaste que podrías desafiarme, pero no sabes lo que pasa cuando alguien desafía mi autoridad.
Antes de que pudiera reaccionar, él la empujó hacia atrás con tal fuerza que Nova cayó al suelo. El golpe de su cuerpo contra el cemento del jardín la hizo perder el aliento. El dolor se disparó a través de ella, pero el miedo, el miedo que había sentido tantas veces, había desaparecido por completo. Esta vez, no lloró, no se arrastró hacia él suplicándole que se detuviera. En lugar de eso, su mente se llenó de una oscuridad abrumadora. No quería vivir más así. No podía seguir aceptando cada golpe, cada palabra cruel.
Etherian se agachó frente a ella, inclinándose hacia su rostro, tan cerca que el aliento de él la alcanzó.
—Te arrepentirás de esto, Nova —murmuró con voz grave, una amenaza clara en sus palabras.
Nova lo miró fijamente, sin miedo, aunque su corazón latía frenéticamente en su pecho. Algo había cambiado dentro de ella. Ya no tenía miedo de lo que él pudiera hacerle. No lo quería. Pero no iba a permitir que destruyera todo lo que quedaba de ella.
—Quizás el que se arrepienta seas tú. —Las palabras salieron de su boca casi sin pensar. Y aunque sabía que eso podría ser el final, no le importaba. Había llegado a un punto donde nada importaba ya más que su propia supervivencia.
El silencio se alargó entre ellos, como una cuerda tensa a punto de romperse. Etherian la miró por un momento más, y luego, sin decir palabra, se levantó y dio un paso atrás. Aunque su mirada todavía estaba llena de furia, algo había cambiado en ella. Algo que no podía borrar. Algo que ya no podía ignorar.
Cuando él se alejó, Nova se quedó allí, en el suelo, rodeada por las flores que ya no la consolarían, con las manos sangrando y la mente llena de pensamientos oscuros. El dolor en su cuerpo era insoportable, pero el dolor más grande, el que la ahogaba, era el saber que todo había cambiado. Ya no había vuelta atrás. Algo dentro de ella se había roto, y tal vez, de alguna manera, eso la liberaba. Pero el precio de esa liberación aún era incierto.
Mientras el sol comenzaba a ponerse, llenando el jardín de sombras, Nova entendió que debía luchar, debía luchar hasta agotar esa pequeña llama de esperanza que estaba arraigada en su interior, en lo más profundo de su ser, impulsándola .
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