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Capítulo 6: El Peso de la Culpa.

El día siguiente llegó arrastrándose como una sombra interminable. Nova despertó con el cuerpo dolorido, como si el tiempo se hubiera detenido en un mal sueño, uno del que no podía despertar. La sensación de pesadez que la envolvía no era solo física; estaba dentro de ella, apretándole el pecho, ahogándola con una angustia que nunca parecía desvanecerse.

El golpe de la noche anterior seguía presente, no solo en su cuerpo, sino en su alma. Cada paso que daba sentía la presión de las palabras de Etherian, esa humillación desgarradora que se filtraba en cada rincón de su ser. Y lo peor era que, aunque sus ojos seguían rojos por el llanto que había derramado en silencio en la oscuridad, su corazón le gritaba que no podía seguir así. Pero a la vez, una parte de ella se sentía atrapada, prisionera de su propia desesperación.

No fue hasta que escuchó los pasos de Etherian acercándose que se dio cuenta de que no podía escapar de la prisión que él había construido a su alrededor. Su voz resonó por toda la casa, profunda y autoritaria, como una sentencia, y Nova sintió cómo su cuerpo reaccionaba automáticamente. Sus músculos se tensaron, sus manos se apretaron en puños y el miedo le recorrió las venas, como un veneno conocido.

—Nova —su nombre fue un susurro gélido que se deslizó por el aire, como una amenaza velada—. Ven aquí.

No respondió. No podía hacerlo. No quería enfrentarse a él, pero tampoco podía seguir huyendo. No de él, no de la mansión que los tenía a los dos atrapados en un ciclo de dolor y desesperanza. Con pasos vacilantes, Nova salió de la habitación y se dirigió al recibidor, donde Etherian la esperaba. Estaba de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho, observándola como un depredador observa a su presa.

No le hizo falta decir nada para que Nova supiera lo que se esperaba de ella. De nuevo, estaba frente a él, su figura impuesta y aterradora como siempre. Los ojos de Etherian, tan azules y fríos, la miraban con una mezcla de burla y desdén. Era el mismo rostro, la misma actitud de siempre, pero había algo distinto en su postura. Algo que la hizo sentir que él también estaba... quebrado, de alguna manera.

—¿Sigues con esa actitud? —preguntó él, la voz llena de ese tono cruel y cortante que la hacía sentirse pequeña y vulnerable, como si no fuera nada. Pero algo en sus ojos delataba un resquicio de arrepentimiento, algo que no podía identificar con claridad.

Nova levanto la vista del suelo, dejando relucir su ceja partida, un ojo morado y la hinchazón de su mejilla, para mirarlo, sus ojos vacíos y llenos de dolor, sin saber qué hacer. Quería gritarle, decirle que estaba harta, que ya no podía soportarlo más, pero sus palabras se ahogaron en su garganta. ¿Cómo podía hablar, cuando él la había reducido a esto? A un ser incapaz de defenderse, de desafiarlo, de ser quien alguna vez había sido.

—No puedo más —fue lo único que pudo susurrar, las palabras temblando en su boca. Su voz quebrada por el dolor se deslizaba como una sombra sobre el aire, fugaz y desconcertante.

Etherian la observó por un largo momento, su rostro inmutable, pero algo en su mirada cambió. Era tan fugaz que Nova casi no pudo verlo. Quizá estaba esperando que ella cediera, que se arrodillara ante él, como siempre lo había hecho, pero esta vez no lo haría. Ya no. No podía.

Pero en lugar de la reacción que esperaba, su mano se alzó con rapidez, y un golpe inesperado la alcanzó en el rostro. El sonido del golpe resonó en sus oídos, y la fuerza con la que la impactó la hizo tambalear hacia atrás, cayendo de rodillas al suelo.

El dolor fue insoportable, pero lo que más le dolió no fue el golpe en sí, sino la sensación de impotencia que la recorrió, esa vergüenza profunda que sentía cada vez que él la tocaba. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que llegara tan lejos? Cada golpe, cada palabra hiriente, solo confirmaba la mentira que se había dicho a sí misma una y otra vez: no puedo escapar. Y la verdad era aún más amarga que cualquier dolor físico.

—¿Vas a seguir haciendo esto? —preguntó Etherian, la voz entrecortada, pero no por tristeza, sino por rabia contenida—. ¿Qué se supone que debo hacer contigo, Nova? ¿Qué quieres de mí? ¿Crees que puedes hablarme así y seguir sin consecuencias?

Nova se quedó en el suelo, mirando el vacío con la vista nublada por las lágrimas que ya no podía contener. Su rostro ardía, y la sensación de desesperanza la invadía. Ya no podía más. Ya no quería más. Pero, al mismo tiempo, no podía dejar de amarlo, no podía dejar de desear que hubiera alguna forma de hacer que todo volviera a ser diferente. Quizá si ella fuera mejor, si fuera más sumisa, si solo pudiera encajar en lo que él quería... Pero sabía que esas eran mentiras, mentiras que ella misma se había contado durante demasiado tiempo. El arrepentimiento de Etherian solo era un espejismo, una ilusión que ella había alimentado, esperando que algo cambiara. Pero nada cambiaría. No mientras él estuviera al mando de su vida.

—Lo siento —murmuró Etherian de repente, la voz rota, como si sus palabras fueran arrastradas por una corriente de dolor y culpa. Se acercó a Nova, su mirada ahora llena de algo que no podía identificar. ¿Arrepentimiento? ¿Remordimiento? ¿O simplemente vergüenza?

Nova, todavía en el suelo, no respondió. No podía. No podía perdonarlo, no podía olvidar lo que había hecho. El daño que le había causado ya estaba hecho, y las huellas que dejaba en su alma no desaparecerían con palabras.

—No quería... —susurró él, mirando su mano con la que la había golpeado, como si fuera ajena a él. Pero su arrepentimiento sonaba falso o por lo menos Nova así lo percibía, una tentativa desesperada de justificar lo injustificable. Y lo peor era que Nova, por un momento, casi creyó que podía cambiar. Pero esa creencia era efímera, un atisbo de esperanza que se desvaneció cuando él dio un paso atrás, volviendo a su postura dominante, volviendo a ser el hombre que había aplastado su espíritu tantas veces.

—Tienes que entenderlo —dijo él, la voz vacía y cansada—. Yo no sé cómo... hacer que lo entiendas. Pero esto es lo que soy. Y tú eres parte de mi vida ahora. No puedes cambiar eso. Nadie puede.

Las palabras fueron un golpe aún más fuerte que el físico. Nova levantó la vista, observando la expresión de Etherian, tan ajena a cualquier remordimiento genuino. ¿Por qué se engañaba a sí misma? Nada cambiaría. No lo haría. Ella misma lo sabía. El arrepentimiento de Etherian no valía nada. Su desesperación era solo otro juego en su interminable ciclo de abuso.

Lo único que le quedaba era su alma rota, destrozada, la sensación de que ya no quedaba nada por lo que luchar. Y, sin embargo, Nova no podía dejar de esperar.

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