Capítulo 3: La Larga Noche
El viento gélido se filtraba por las rendijas de las ventanas, y las hojas de los árboles crujían bajo su peso, como si la mansión misma respirara en un susurro de inquietud. Nova se encontraba sentada en el banco de madera del invernadero, rodeada por las sombras de las plantas que había cuidado con esmero, pero que ahora parecían extrañas en su compañía, como si las flores mismas pudieran sentir el peso de su sufrimiento.
Las lágrimas seguían cayendo, pero esta vez no las detenía. Sabía que el dolor, aunque no lo entendiera en su totalidad, debía encontrar una salida. ¿Cuánto tiempo más podría soportar vivir así? En su pecho, una sensación de agotamiento total la consumía. No solo era el miedo a las explosiones de furia de Etherian, no solo era la humillación constante, sino algo aún más profundo. Se sentía invisible. Su existencia parecía reducirse a las órdenes y los desprecios de un hombre que jamás la vería como alguien más que una carga, una distracción, un error. Pero tal vez, solo tal vez, aún quedaba algo dentro de ella capaz de desafiar esa realidad.
Se levantó, sacudiéndose el polvo y tierra del camisón que utilizaba para dormir, y se dirigió con paso firme hacia el centro del invernadero, donde las flores que cuidaba más de cerca descansaban, todavía rodeadas de la fragilidad que solo los pétalos de un ser vivo podían portar. Pensó en su hermana, en la carta que Etherian había reducido a cenizas con tanta frialdad. No podía permitir que su familia quedara en el olvido. No podía dejar que su hermana se ahogara en la desesperación sin intentar hacer algo. Pero, ¿cómo podría hacerlo si estaba atrapada en esta prisión de piedra y hielo? ¿Cómo podía pelear contra un hombre como Etherian cuando todo lo que le quedaba era el coraje hecho pedazos por años de abuso emocional?
La noche se estiraba a su alrededor como una manta pesada, sin embargo, en su interior algo comenzaba a arder, una pequeña chispa que no quería apagarse. No iba a ceder. No sin luchar. Pero en este momento, no sabía cómo dar el primer paso. El miedo se deslizaba como un veneno en sus venas, pero la determinación era más fuerte.
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Al día siguiente, la rutina continuó. Nova volvió a la mansión con el corazón algo más ligero, aunque la ansiedad seguía presente en cada esquina de la casa. El desayuno fue una vez más una sala de espera, un intercambio de palabras vacías, que solo sirvieron para prolongar el tormento. Etherian estaba más distante que nunca, su rostro aún marcado por las furias del día anterior, pero Nova se obligó a mantener la compostura, a no ceder ante la creciente angustia.
—Nova —dijo él finalmente, su tono seco como una hoja quebrada. Era como si las palabras salieran de su boca solo por costumbre, pero sin ningún interés real en la conversación. Nova lo miró con una mezcla de cautela y resignación.
—Sí, Etherian.
—Vas a ir a la ciudad hoy. Haz lo que sea necesario para que la casa esté en orden para la reunión de la próxima semana. No quiero sorpresas.
La frialdad en sus palabras se convirtió en una orden irrevocable. Nova asintió, sin atrever a hacer preguntas. Salió de la mansión con la esperanza de encontrar algún resquicio de libertad, aunque fuera en las pequeñas calles de la ciudad, que le parecían un mundo distinto, casi ajeno a la opresión que vivía en casa. Durante el camino, sus pensamientos se dispersaban. Imaginó qué haría si pudiera tomar a su hermana y huir, pero enseguida la idea se desvaneció. Etherian siempre encontraba una manera de rastrearla. De alguna forma, siempre la hacía regresar a su lado, atrapada en esa red de desesperanza.
Pero había algo diferente en su ánimo aquel día. La visita a la ciudad le permitió observar a las personas a su alrededor, cómo caminaban con confianza, con un propósito que Nova apenas comprendía. Nadie parecía tener miedo de ser quien era. Nadie temía vivir. Quizás eso era lo que más la lastimaba, la sensación de que había olvidado cómo era vivir sin miedo.
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Cuando volvió a la mansión, la tarde ya se había alargado, y el cielo comenzaba a tornarse rojizo, como si el sol estuviera dispuesto a quemar todo a su paso. Etherian no estaba por allí, lo que le dio un respiro, aunque solo temporal. Se dirigió a su habitación y, con las manos temblorosas, abrió su diario.
Las páginas llenas de sus más profundos deseos, de sus más obscuros pensamientos y, sobre todo, de aquellos momentos que la impulsaban a seguir con vida la recibieron. Nova no entendía como había llegado a esto, no entendía como había pasado de ser libre a una sombra...
Por ello, se aferraba a ese pequeño cuaderno, con la esperanza de que, en su interior, habría algo que pudiera ofrecerle una salida, una pista, algo que pudiera usar en su contra. Algo que le diera el coraje para escapar, para finalmente desatar el nudo que le apretaba la garganta.
La puerta de su habitación se abrió de golpe, y Nova se sobresaltó. Etherian entró, su rostro inmutable, aunque sus ojos no podían ocultar la irritación que lo dominaba.
—¿Qué haces ahí encerrada, como si te importara algo? —preguntó con voz cargada de desprecio, sin siquiera intentar disimular el desdén.
Nova cerró rápidamente la libreta y la guardó bajo su almohada. Un leve suspiro escapó de sus labios, pero mantuvo la calma. Sabía que cualquier gesto de debilidad podía ser el último. No podía ceder, no ahora. A pesar de todo, no quería perder la pequeña luz que había encontrado en el cuaderno.
—Solo estaba descansando —respondió con tranquilidad, mientras se daba la vuelta para enfrentarlo, aunque sus manos aún temblaban por la tensión.
Etherian la miró fijamente por un momento, evaluando cada palabra, cada gesto, buscando una grieta en su fachada. Sin embargo, al final solo bufó, como si no valiera la pena seguir la conversación.
—Haz lo que quieras —dijo al salir, dejando un rastro de frialdad tras él.
Nova se quedó allí, mirando la puerta cerrada, con una extraña sensación de alivio. No sabía qué había encontrado en ese cuaderno ni cómo, pero sentía que algo se estaba despertando dentro de ella. Tal vez, por primera vez en años, no estaba completamente sola, ya que, al leer todas aquellas anotaciones que había realizado la Nova que tenia ganas de vivir la vida, le estaba haciendo compañía... Esa Nova seguía ahí, muy en el fondo, pero ahí estaba.
Esa noche, cuando se acurrucó bajo las sábanas, Nova no dejó de pensar en todo lo que había descubierto, en las palabras escritas entre aquellas páginas que no podía comprender, pero que, de alguna manera, ya la estaban guiando. El miedo aún estaba allí, pero no iba a permitir que lo controlara. Tenía algo en sus manos, algo que podría cambiarlo todo. Y esta vez, no iba a dejar que Etherian se lo arrebatara.
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