Bajo las leyes del universo + Cap. 7 + Parte 6
La tarde transcurrió con calma después de un partido de voleyball bastante fallido, todos acabaron por rendirse y posponerlo para otra ocasión. Sin embargo cuando llego Kanon acompañado de Sorrento, todos sorprendidos por la inesperada visita de su patriarca, aceptaron seguir divirtiéndose organizando pequeñas batallas en las cuales el mismo Kanon participo junto con Saga, y vaya que necesitaba esas horas para relajarse y estirar los músculos; no importaba la sorpresa y los reclamos de Camus que aunque fingiera que nada de eso le importaba, seguía presente quizás vigilando a su siempre irresponsable patriarca, o alegar que se quedaba para ver los progresos de los santos de bronce y las saintias... o quizás mirar de lejos a un siempre animado y sociable escorpión que hacia justo eso, socializar con todos y todas las saintias por igual.
Ya para la tarde, todos deciden retirarse, habían entrenado un poco y divertido el doble; todos podrían considerar que había sido un día muy productivo y activo. En cuanto a Kanon y Sorrento, volvían a los aposentos del patriarca; satisfechos de liberar energía y estrés, y a darse un baño antes de cenar y descansar.
-Ahhh estoy cansado, de verdad.- Dice Kanon con una enorme sonrisa y sacándose la camisa al cruzar la puerta de su habitación. –Gracias a ti Sorrento, tu idea fue magnífica y finalmente logre sacar algo de energía y cosmos acumulado.-
-Jaja digamos que fue un placer, y lo mismo digo de mi parte.- Dice Sorrento visiblemente sudado, con la ropa sucia y las mejillas enrojecidas por el sol. –Hacía mucho tiempo, años diría yo que necesitaba hacer esta clase de ejercicio.-
-Jaja ¿Qué dices?, ¿acaso no ibas con Julián a hacer algún tipo de deporte elitista como tenis, squash, golf o yo que se?.- Kanon se acerca a ponerle una toalla a su joven compañero en la cabeza para secársela.
-Ash claro que no Kanon...- Pero Sorrento solo lo mira frunciendo el seño y mirándolo con una cierta expresión de reproche. –No creas que vivir con Julián es un paraíso, podría parecerlo pero siempre te lo digo cuando me preguntas de algo sobre él... es aburrido. Todo lo que para mi significaba hacer labores benéficas fue bueno, pero ya se termino, Julián no me necesita para eso.- Le da una mirada rápida al pecho descubierto de Kanon, ahí donde aun tenia la cicatriz dejada por el tridente de Poseidón cuando lo detuvo en aquella batalla; no puede dejar de mirarlo, acerca su mano y le pica con un dedo. –Yo quiero divertirme...-
-Uhmmm...- Y Kanon le corresponde con una sonrisa y tomándole la muñeca. –Ajam pues hoy lo hiciste bastante, o... dime ¿en que estas pensando y cómo quieres divertirte mi pequeña sirenita?.-
-Uhm...- Se muerde los labios un tanto sorprendido pero intrigado por la reacción y actitud del mayor. –Pues...- Tenia las palabras de lo que deseaba exactamente en mente, pero debía que tener cuidado. –Tengo ideas pero... podría ser más interesante si tú me dijeras las tuyas...- Se acerca y acaba por poner su mano sobre su amplio y cálido pecho.
Y Kanon levanta una ceja sorprendido también, ya lo sabía y no era la primera vez que entre los dos comenzaban con juegos y pequeñas provocaciones que poco a poco eran más frecuentes, y subían de tono; pero que siempre se detenían gracias a alguna interrupción o a que Kanon retrocedía usando toda su fuerza de voluntad... solo que esta vez no parecía que fuera a ser así.
-¿En verdad quieres escucharlas?.- Lo toma de la cintura atrayéndolo hacia él. –No creo que sea buena idea...-
-Y ¿Por qué no?.- Sorrento contiene la respiración, se sentía nervioso por primera vez de verdad. –Podría parecerme interesante.- Estaba seguro que su corazón latía con fuerza, que sus pupilas estarían dilatadas y que no podía ocultar sus emociones como siempre había hecho con su cosmos. Y sabia que se debía en gran parte por tener esos brazaletes que mantenían dormido su cosmos, pero también por ese sentimiento... ese deseo prohibido que siempre había sentido por ese hombre frente a él.
-No mi pequeña sirenita, no sabes lo que dices...- Lo mira fijamente como si intentara intimidarle.
-Oh no, no estés tan seguro "mi comandante"...- Pero Sorrento no se intimidaba en lo más mínimo, por el contrario eso le hacía sentir ya no solo sus latidos, sino la adrenalina en todo su cuerpo.
-Oye, sigues llamándome así...- Kanon sonríe. –Nunca dejas de hacerlo a pesar de que yo ya no...-
-Nunca dejaras de serlo para mi...- Da un paso más acercándose al mayor, dejando sus rostros más cerca, sus miradas... sus labios.
-Ah no...- Kanon respira pesadamente, ahora él era el nervioso. –Yo no soy la compañía que te conviene para divertirte.-
-Eso no lo decides tu...- Estaba cerca, tan cerca... un centímetro más y toda distancia entre ellos desaparecería, respirarían el mismo aire, sus labios se tocarían por primera vez.
-Te estás metiendo en terreno peligroso...- Su mano ya bajaba por la espalda del chico entre sus brazos.
-Me gusta el peligro...- Y él le rodea los hombros con sus brazos.
-Podría herirte...-
-No lo harías...-
-No puedes asegurarlo precioso...-
-Quizás quiero que el dragón me devore... ahh...- Lo había abrazado, lo tenía "atrapado" en esos grandiosos y poderosos brazos; y estaba más que seguro que sentía el calor de su cuerpo elevarse y recorrer desde la parte baja de su cuerpo.
-No, no quiero hacerlo...- Se repetía Kanon una y otra vez, ya teniendo a Sorrento entre sus brazos, con el rostro escondido en su cuello, quería besarlo, quería... morderlo.
-Yo si lo deseo...- Sorrento fue el primero quien suspiro en su oído, quien beso primero detrás de su oreja, el primero que quería buscar su rostro y sus labios cuando...
Tocan, se abre la puerta, Kanon reacciona y se separa de golpe.
-¿Quién es?.- Mira hacia la puerta enfadado... y frustrado, cuando ve entrar a un sirviente que le llevaba la comida como ya era costumbre a esa hora.
-Su santidad, perdone, solo vine a traerle la cena...- Dice el sirviente inclinándose respetuoso pero con temor de haber hecho enfadar al patriarca.
-Ah sí, si adelante pasa... yo... iré a darme un baño, Sorrento se encargara de recibirlo.- Sin decir más Kanon se dirige hacia el baño cerrando la puerta muy a diferencia de cómo ya era costumbre de dejarla abierta.
-Kan... patriarca...- Sorrento intenta llamarlo, quisiera detenerlo, pero si Kanon se sentía frustrado y molesto, a él lo había dejado en las mismas condiciones; ¡simplemente no podía creer lo que estuvo a punto de pasar!, estaban tan cerca, faltaba tan poco... por primera vez para Sorrento, Kanon había respondido y correspondido a sus acercamientos; ya no podía negarle que sentían algo que era mutuo, algo que Sorrento siempre sintió por el mayor y aunque no sabía si Kanon sintió antes por él algo semejante; no podía negarle esa atracción por querer tenerlo y desear hacerlo suyo... ¡por los dioses que Sorrento estaba seguro que sería duro, casi salvaje y sin piedad!... pero lo quería, justo así quería a Kanon... que todos sus miedos, frustraciones, tensiones, deseos, pasiones y fantasías las dejara salir sin reprimirse... y si, quería ser él, Sorrento el que recibiera de él todo eso y más.
-Ah, disculpe...- Era nuevamente el tímido y confundido sirviente que esperaba nervioso una señal, una orden o algo para que Sorrento le indicara que hacer o donde poner la comida.
-Oh, sí disculpe mi distracción, por favor puede dejarme la comida, yo arreglare la mesa para el patriarca.- Le dice Sorrento con una amable y también muy por dentro nerviosa sonrisa.
Para su suerte, el sirviente accede sin hacer más preguntas y deja los platos sobre la mesa y luego mete un carrito de servicio con el resto de alimentos para luego retirarse prácticamente aliviado.
Ya nuevamente solo Sorrento se dio prisa para ver que todo estuviera en orden, aunque en realidad su atención se enfocaba en algo que sabia siempre ponían para Kanon en el carrito de servicio; el periódico. Al verlo, Sorrento lo toma de inmediato y lo hojea rápidamente con curiosidad, y tal y como había imaginado aun hay muchas notas al respecto sobre su desaparición; así que rápidamente lo vuelve a doblar y lo guarda en un rincón tras un librero.
-No sé hasta cuando pueda seguir haciéndolo pero... yo de verdad no puedo volver...-
Sorrento lo sabía bien. Llevaba haciendo aquello desde hacía unos días, siempre manteniendo a Kanon distraído u ocupado en otra cosa que no fuera el periódico, una revista o la televisión. Aunque en un principio creyó que cuando Julián se enterara de su desaparición intentaría ser discreto y no permitiría que la noticia se supiera; sin embargo había sido todo lo contrario y no dejaban de salir notas con suposiciones y teorías estúpidas acerca de lo ocurrido. No quería ocultarle a Kanon la verdad, pero teme que si sabe que está en el santuario por haber huido y no tiene permiso de Julián, lo haga volver a la fuerza.
-Y si eso pasara... Julián me prohibiría volver a verte.-
Tarde o temprano Kanon lo descubriría, no había duda; tan solo necesitaba tiempo para pensar que decirle o convencerle de que no lo aleje... no quería volver a perderlo.
-Hey Sorrento...- Kanon había salido de su ducha, luciendo tan relajado como siempre que estaban juntos, moviéndose de un lado a otro con confianza y a medio vestir... como si nada hubiera pasado. –Oye...- Y al no recibir respuesta inmediata Kanon se acerca a un distraído marina mirando al cielo y el atardecer desde el ventanal de la habitación. –Hey... ¿todo está bien?.-
-¿Qué?, ah sí, yo me distraje por un momento, es solo que pensaba...- No iba a decírselo todo en ese momento, así que solo sonrió lo mejor que pudo y cambio de tema. –Me preguntaba si habías considerado la idea que te di ayer.-
-Ahh eso... jaja claro, ven a verlo por ti mismo.- Kanon le hace señas y le indica la mesa de centro que tiene en su pequeña sala donde están apilados montones de papeles.
-¿Qué? Pero si la idea te la di apenas ayer, ¿Cómo pudieron reunir toda esa información tan pronto?- Cuestiona Sorrento sorprendido al sentarse a mirar uno de tantos folders con informes.
Pero ¿de qué trataba todo eso?... Del pasado.
Desde el día en que Kanon anuncio a todos el castigo de Aioria y de prohibirle indefinidamente su salida del santuario, Sorrento tuvo la idea de comentarle a Kanon que comprendía su deseo como patriarca de que todos fueran como una familia, pero aquellos ex santos que habían revivido sin cosmos, eran los que seguramente se sentían mas fuera de lugar en el santuario; y si en algún momento decidían partir para siempre quizás sería bueno investigar si tenían familia o alguien más a quien recurrir y no abandonarlos a su suerte.
-No puedo creerlo.- Vuelve a decir Sorrento muy sorprendido. -¿Cómo conseguiste informes tan detallados en tan solo un día?.-
-Jaja pues la fundación Graad.- Responde Kanon encogiéndose de hombros con obviedad.
-Vaya, que eficientes.- Responde Sorrento aunque sin sorprenderse.
-Sí, aunque también había mucha otra información en el santuario, Shion tenía guardado registros sobre fechas, lugares y como fueron seleccionados todos los ahora ex santos dorados; solo se los proporcione a Tatsumi y ellos hicieron su parte del trabajo y aquí lo tienes.- Dice Kanon sentándose tranquilamente en uno de los elegantes sillones frente a Sorrento y aun secándose el cabello.
-Entiendo, resulto ser tarea fácil, pero entonces ¿significa que encontraste información de todos?, ¿casas, familiares?.- Pregunta Sorrento ahora si emocionado de verdad.
-Uhm no realmente, no de todos, por ejemplo Aioros y Aioria definitivamente llegaron al santuario ya siendo huérfanos, o como Mu que su raza es prácticamente un misterio, no hay rastro alguno de quienes fueron sus padres biológicos así como tampoco nunca se supo de algún otro familiar que tuviera Shion así que, ese secreto se queda con ellos.-
-Ya veo, pero y ¿Qué hay de ti y tu hermano Saga?-
-Oh no eso no, eso en definitiva queda descartado, en este mundo solo somos Saga y yo...- Suspira pesadamente. –Además aparte de lo poco que sabemos de nuestra existencia después de la última batalla, Shion no dejo registro ni mención alguna de ningún otro familiar con vida.... humano por lo menos.-
-¿Qué quisiste decir con eso exactamente.- Sorrento eleva una ceja curioso y por demás desconcertado.
-Jaja no nada importante, tan solo digamos que tanto Saga y yo fuimos traídos del cielo y por eso somos tan encantadoramente irresistibles.-
-¿Encantadores de donde?- Responde Sorrento negando con una sonrisa. –Esa excusa no se la creo en lo más mínimo señor patriarca, pero dejémoslo así por ahora.- Se pone de pie y se estira. –Tomare un baño también y luego revisamos los informes mientras cenamos, no tardo.- Dice por ultimo antes de correr animadamente hacia el baño.
Por su parte, Kanon no puede evitar sonreír al ver a su pequeño general tan emocionado y por su curiosidad e inocencia... en ciertos temas obviamente. Le pareció buena la idea de investigar sobre sus familias, aunque aun había secretos de su vida con los cuales no se sentía seguro de compartir con nadie más, ya que ese pasado había sido el causante de muchas desgracias y el mismo que propicio por años el sufrimiento de Saga y el odio de Kanon hacia los dioses. Pero por otro lado le parece natural que Sorrento debido a su carácter amable y seguramente por todos los actos de beneficencia que hizo, haya querido también ayudar y hacer algo por los demás ex santos.
Pero tampoco puede evitar pensar que le parece muy extraño que Julián estando tan apegado a Sorrento no haya hecho acto de presencia con una llamada o se comunique con él de alguna manera para saber de Sorrento... piensa que por un lado está bien y es mejor, pero por otro le duele pensar que lo correcto es dejarlo volver al exterior, al mundo moderno, normal y la vida cotidiana, así como él volvería a su estrés y aburrimiento habitual. Se admitía a si mismo que si lo extrañaría porque su presencia le había prácticamente devuelto la alegría a su existencia, pero aun no se atrevía a admitir que si sentía algo por su joven marina y luchaba a cada minuto por reprimir ese sentimiento.
-El tiempo y el paso de los días me dará la respuesta.- Pensaba Kanon mientras se recargaba en el respaldo del cómodo sillón a mirar el techo, sin imaginar que Sorrento pensaba exactamente lo mismo.
Pero no todas las personas piensan del mismo modo, y hay quienes de un inconveniente lo transforman en una tragedia...
Es así como hay personas que viven aferradas a sus propios caprichos y deseos... transformando un capricho en obsesión y una obsesión en... destrucción.
+++
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro