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9. Encuentro inesperado

Roberto pensó que estarían más cómodos en una mesa, pero a Adriana le gustaban las barras de los bares y tener sus tragos a mayor disposición así que volvieron a esta y se sentaron uno al lado del otro. Entre más miraba su perfil, Adriana pensaba que era por mucho el hombre más agradable con el que se había topado en un largo tiempo. En realidad, eso fue lo que la hizo recordar quién era de entre las muchas personas que conoció acompañando a Daniel a los eventos del grupo empresarial.

A Roberto en especial lo identificaba porque lo había visto fungir como maestro de ceremonias en aquella ocasión, y un hombre tan apuesto era difícil de olvidar.

—¿Esperabas a alguien? —Le preguntó él sintiendo la intensidad de la mirada femenina encima y congratulándose por eso sin llegar a externarlo.

—Sí, a un amigo, pero su trabajo le impidió llegar o eso dijo. Como sea, ya no importa —explicó ella dando un sorbo al trago que había pedido, una deliciosa margarita que saboreaba con especial dedicación.

A Roberto lo hizo sonreír la forma en que le restaba importancia al asunto cuando su apariencia no era la de quien iba al encuentro de un simple amigo. Sin embargo, él tampoco quería pensar mucho en eso pues gracias a la situación había tenido la suerte de terminar compartiendo un trago con ella.

—Admito que hace un rato me sorprendiste un poco. No creí encontrarte aquí y todavía no logró recordarte bien de las reuniones del Grupo Urriaga.

—Por favor no te preocupes por eso, lo mencioné solo para que no creyeras que estaba tratando de seducirte —Su honestidad provocó nuevamente una discreta sonrisa en su acompañante —Lo cierto es que no quiero acordarme de esos eventos y mucho menos de la persona a la que solía acompañar.

—Entiendo, tampoco sabía que estaban divorciados. Lo siento mucho.

—Bueno, no es como si fuera algo que anunciarían en los tableros de la empresa y más que divorciados estamos separados; aunque estoy segura de que Daniel debe actuar como si nada hubiera pasado, es increíblemente bueno disimulando.

Adriana quiso morderse la lengua, no solo había mencionado ya dos veces en esa noche el nombre de su expareja, sino que le comentaba detalles muy personales a alguien que era más un desconocido; o los tragos estaban afectando su juicio o Roberto le inspiraba demasiada confianza, quiso pensar que era lo primero porque lo segundo la hacía sentir vulnerable.

—Eso es algo que no puedo asegurar, no lo traté lo suficiente. Además, yo no era más que un simple coordinador, mientras que él era la cabeza de todo el grupo.

—¿Por qué hablas en pasado? —indagó Adriana intrigada.

—¿No lo sabes? —respondió él sorprendido de su desconocimiento y dándose cuenta de que no solo estaba separada de Daniel, sino que al parecer había cortado toda comunicación con él (era lo único que explicaba que no supiera lo sucedido poco menos de dos años atrás). Acto seguido, carraspeó un poco para despejar sus dudas —Entonces trataré de ser breve. En mi caso dejé de trabajar para Grupo Urriaga hace un año y medio; y en el del director Quintero, bueno, él tuvo que renunciar hace casi dos años.

—¿Tuvo que renunciar? —Adriana parecía cada vez más asombrada con lo que escuchaba y logró poner nervioso a su acompañante; presentía que lo que estaba a punto de decirle no era algo que le correspondiera a él.

—Sí, luego de lo sucedido.

—Discúlpame, Roberto, pero no estoy entendiendo nada ¿Qué fue lo que sucedió?

—Fue una noticia a nivel nacional. Me parece un poco extraño que no te hayas enterado.

Tal vez Roberto tenía razón y era extraño que no lo supiera; pero luego del accidente Adriana había estado sumida en una terrible depresión en la que el mundo se convirtió en un lugar lejano que no tenía deseos de visitar. La mayoría de lo acontecido durante esos seis meses le era completamente ajeno.

—Digamos que estuve un poco ausente, pero ¿podrías decirme qué fue lo que pasó?

Roberto asintió. Por esa noche no tenía nada mejor qué hacer que disfrutar de la grata compañía de esa hermosa mujer. Entonces le relató como dos años antes, unas semanas luego del accidente que ella tuvo, el corporativo para el que trabajaban Daniel y él se había visto envuelto en un escándalo empresarial.

Dedicada a la fabricación y distribución de acero, la empresa había falsificado los datos sobre la calidad de sus productos. Las adulteradas pruebas de calidad afectaron a centenares de importantes clientes e incluso se investigó que fueran las causantes de graves riesgos en la estructura de autos y construcciones que se fabricaban con sus productos. A causa de eso fue realizada una minuciosa investigación interna para aclarar la situación que arrojó que las empresas afectadas eran el triple de lo que se había pensado al principio.

Las pruebas falsificadas además tenían varios años realizándose y se presumió que alteraron la resistencia y duración de varios subproductos que ya eran difícilmente rastreables como para retirarlos del mercado. En pocos días, las acciones del Grupo Urriaga cayeron estrepitosamente significando graves pérdidas.

Al final se concluyó que hubo decenas de involucrados dentro de la empresa en la falla y ningún responsable claro salió a la luz; pero como alguien tenía que responder por lo sucedido, fue Daniel el que tuvo que entregar su renuncia.

Una vez que Roberto terminó de hablar, Adriana lo miró estupefacta; jamás imaginó que todo eso hubiera podido pasar estando Daniel a cargo. Él era muy inteligente, con bastante experiencia y estaba verdaderamente comprometido con su trabajo, no podía creer que no se hubiera dado cuenta que algo de tal magnitud estuviera pasando bajo sus narices. Aunque también supuso que siendo una empresa tan grande las fallas que empiezan como incidentes aislados se vuelven una avalancha de nieve que nadie, por más capaz que sea, puede frenar.

La otra posibilidad era que él estuviera involucrado y aunque siempre lo creyó un hombre íntegro en lo profesional, ya nada la sorprendía por lo que no descartaba que hubiera faltado a la ética con la que se había manejado hasta entonces.

—Realmente no lo puedo creer, no tenía idea —externó afectada; era cierto que a Daniel ya no le profesaba más que sentimientos negativos, pero seguía pareciéndole increíble que eso le hubiera pasado precisamente a él. Tal vez el karma sí existía.

—Ahora lo sabes.

—¿Tu renunciaste por lo mismo?

—No, a mí me ofrecieron un mejor trabajo y acepté. El grupo no atravesaba su mejor momento así que me pareció una buena decisión salir de ahí. Hui como un cobarde —confesó con cierta vergüenza.

—No es cobardía mantenerse a salvo.

—Supongo que tienes razón, pero dime ¿Entonces ya no mantienes comunicación con el director Quintero?

—No hablemos de él ¿Te parece? La estamos pasando muy bien como para amargarnos el momento nombrando gente indeseable —pidió ella apartando ligeramente la mirada en tanto tomaba otro trago.

—Lo lamento, es solo que debió ser difícil para él afrontar las consecuencias de lo ocurrido. Luego de su renuncia fue como si la tierra se lo hubiera tragado; eso es poco común en el mundo empresarial para alguien con su trayectoria.

Adriana meditó las palabras de Roberto. Estaba lejos de compadecer a Daniel, pero una duda se le sembró dentro; no obstante, se obligó a apartarla. Por las siguientes horas se dedicó a disfrutar de la grata compañía del hombre a su lado. Supo que él era soltero y aparentemente sin compromiso pues no había mucho tiempo para las relaciones según sus propias palabras. Hablaron de todo un poco de la manera en que a ella le gustaba. Tenía tanto tiempo sin olvidarse del reloj, pero lo hizo esa noche acompañada de él.

Abandonaron el bar hasta que este cerró sus puertas estando ya muy avanzada la madrugada. El frío nocturno que encontraron fuera la hizo abrazarse a sí misma así que Roberto se quitó el saco del traje para ponérselo a ella sobre los hombros. El aroma a perfume masculino de la prenda la hizo respirar hondo y tratar de disimular lo agradable que le resultaba. Luego lo miró agradecida y le sonrió tímidamente mientras lo guiaba hasta su auto.

—Adriana, me gustaría volver a verte ¿Crees que puedas darme tu número? —Le preguntó él una vez que llegaron y mientras esperaba apostado a un lado de la portezuela abierta del vehículo a que ella abordara.

A Adriana la descolocó un poco tenerlo tan cerca en la soledad del estacionamiento y las avenidas que los rodeaban; acortar todavía más esa distancia le pareció sumamente tentador en tanto miraba directo a esos hermosos ojos en los que podía adivinar el deseo que compartían.

Pensó en invitarlo a su casa y prolongar su compañía de una forma más íntima y placentera; sin embargo, ya había arruinado otras posibles relaciones por adelantarse demasiado. A Roberto lo quería seguir conociendo tranquilamente, sin prisas. Era el único que había logrado apartar por completo a Daniel (en el que siempre parecía pensar ya fuera con amor como antes o con rabia como en ese momento) de su cabeza con solo un encuentro fortuito y pensó que la espera bien podía valer el esfuerzo de ir con calma.

—Por supuesto —afirmó extendiendo su mano para pedirle el móvil. Él se lo entregó y ella marcó su propio número —Ahora ya lo tienes y yo el tuyo. Nos veremos pronto ¿cierto?

—Me gustaría que así fuera —el tono seductor en la varonil voz la hizo tragar saliva al sentir la boca seca —Por ahora ve a descansar, ha sido una noche larga y quédate con el saco. Lo necesitarás —finalizó viendo que hacía por quitarse la prenda y sin que Adriana lo anticipase, se inclinó hacia ella y le plantó un cariñoso beso en los labios a modo de despedida.

Después de mirarlo atónita el breve instante que le costó asimilar el estremecimiento que la sacudió tras la estimulante caricia, Adriana subió a su auto y arrancó el motor. Antes de ponerse en marcha lo miró una última vez por la ventanilla con el corazón acelerado para despedirlo con un gesto de la mano.

Por su parte, Roberto vio el vehículo partir. Todavía le costaba creer que esa noche de negocios terminara de forma tan espectacular; tanto que había tenido el impulso de pedirle a su bella acompañante que fueran a otro lugar más acogedor, pero se contuvo al pensar en la situación. A sus treinta y cuatro años se había fijado la meta de dedicarse a ascender profesionalmente y disfrutar los frutos de su esfuerzo. En casa tenía a un padre con una lesión de por vida que había quedado incapacitado para el trabajo y a una madre cuya salud iba en rápido deterioro agobiada por cuidar de alguien con capacidad de movimiento limitada. También debía lidiar con un hermano irresponsable que para lo único que mostraba talento era para quitarle dinero a sus padres y causarles problemas.

Debía encargarse de tanto que lo último que buscaba era interesarse en una mujer seriamente, pero Adriana logró cautivarlo de una forma que hacía tiempo no experimentaba. Más allá de su atractivo físico, eran tan carismática que desear volver a verla era inevitable. Sin embargo, le preocupaba quién era y lo que acercarse a ella podía significar. Tal parecía que algunos fantasmas eran imposibles de alejar.  

https://youtu.be/qI3U3sNaIeQ

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