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Prefacio.

pexels: Foto de Egor Kamelev.
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Si los árboles escucharan y hablaran, dirían que los latidos de mi corazón no son normales. No puedo parar de correr. El viento sopla sobre mi rostro, mi cuerpo ha empezado a generar calor; algunos cabellos se pegan a mi frente.

Estoy bajo una tarde, la cual indica el final de otro día más en la historia.

Las estaciones del año avanzan demasiado rápido, algunos árboles están sin hojas, escasos animales observo a la distancia. El tiempo cada día me resulta más limitado.

Aún recuerdo este año, desde la hermosa primavera hasta el verano y luego otoño, y ahora estoy bajo el congelado invierno.

El ambiente se cierne de cristales, colisionando entre sí, haciendo mayor el peso del copo de nieve.

El suelo y las escasas hojas secas pronto se cubrirán, bajo el espeso hielo cristalizado que se cierne sobre el entorno.

Mientras apresuro el paso, observo a la distancia las montañas nevadas y veo los árboles, el cual eran verdes, vistiéndose de abrigos blanquecinos, mi mente trae a colación un pensamiento, estoy segura de que Dios nos ama. A veces la tristeza, preocupaciones sacude a las personas. Puede surgir la pregunta: ¿Acaso Dios nos ha abandonado?, el enemigo siempre está susurrando en los pensamientos diciendo: "Estás solo, o sola" pero eso no es cierto.

En mi camino atravieso ramas de pinos, el cual bloquean mi camino, y recuerdo una de las tantas clases vistas en la iglesia, ese día yo reflexionaba sobre un versículo; antes que iniciara la sociedad de jóvenes, buscaba la manera de memorizarlo, recuerdo mi afán por aprender: "Isaías 49:15. ¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, para no compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ella se olvide yo, nunca te olvidaré.".

Esas palabras vienen a mi mente ¡¡Nunca te olvidaré!! Nuestro padre se acuerda de nosotros; lo confirma en el libro de "Isaías: 49:16. En la palma de mis manos te llevo esculpida, tus murallas están siempre ante mí." Cristo nos lleva en sus preciosas manos.

En lo que termino de recordar parte de mi vida, mis pensamientos se disuelven cuando lo encuentro ¡Al fin!, los copos de nieve crean una alfombra blanca, cada paso que doy, queda marcado, mi cuerpo no ha parado de reaccionar ante las temperaturas heladas.

Él se percata de mi presencia.

Por un momento me pierdo en sus ojos y él en los míos, las cosas son más fáciles cuando no se lidian de manera sola.

Su mirada refleja tristeza, todo puede parecer una tormenta ocasionando un caos en nuestro camino; pero podemos salir adelante con la ayuda de Dios. Rebusco en mi cerebro las palabras necesarias, debido a que él está sufriendo y no habla para pedir apoyo. Siempre se necesita a Dios en primer lugar, y por consiguiente ayuda.

—Vete ­—su voz, derriba el muro silencioso y es seguro.

—Ven conmigo, por favor.

El resplandor de su rostro es como un campo verde al momento en que el viento se cuela suavemente sobre la hierba, es la plenitud de un adolescente el cual tiene una vida por delante; a pesar de las condiciones climáticas, su aspecto se ve fuerte, pecho y hombros firmes.

Veo al chico el cual no porta ningún abrigo. De pronto siento humedad en mis ojos. Aunque Dios sea invisible, él siempre está allí para todos, justamente su palabra dice en: "Salmos 139: 7 al 10: ¿Adónde me iré de tu espíritu? ¿Y adónde huiré de tu presencia? Si subiera a los cielos, allí estas tú; si en el sepulcro hiciera mi lecho, también estás allí. Si tomara las alas del alba, y habitará en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me sostendrá tu diestra".

—¡Espera! —le digo con voz fuerte, ante lo que mis ojos ven.

—¡Detente, por favor! —no me escucha, lentamente comienza...

—Todo tiene un fin.

—¡¿Sabes lo que haces?! ¡Detente!

—Ya es tarde

—¡Aún no es tarde! ¡Solo camina hacia mí!

El día está pintado de un tono blanco, anunciando la proximidad de una fuerte tormenta de nieve.

En medio de todo esto, alcanzo a ver un destello de sol, lo último del día, alumbra a la distancia, esos escasos rayos de sol, es esperanza, no puedo quedarme de brazos cruzados; nuevamente su vos me hace entender que está cerrado.

—No debiste venir, así esto sería más fácil.

—Creo que de alguna o de otra manera nos íbamos a encontrar. ­—Intento acercarme lentamente, pero, cada paso que doy, él se aleja, dándome la espalda.

—Mírame a los ojos —él actúa tranquilo —. Por favor camina hacia mí. —Le extiendo mi mano. Lentamente, se da la vuelta, sus ojos; como gotas de agua, reflejan el dolor de no poder sonreír, él parece no querer verme más, se aleja despacio.

—Me sobran motivos para hacerlo.

Mi respiración se contiene, puede haber días en donde se piense que ya no hay solución, siempre es necesario seguir adelante, no rendirnos.

­—¡No te dejaré ir! —sigo esperando a que pueda tomar mi mano, pero no lo hace. Aún no es tarde. Le sigo hablando.

—No podemos borrar los sucesos pasados, pero de aquí en adelante, se puede iniciar un nuevo camino. Una nueva historia.

—Ya he pasado por mucho, siempre he vivi... —sus palabras quedan suspendidas en el aire. Pero luego continua:

—¡Espero sigas siendo feliz, como hasta ahora lo has hecho!

No puedo creer lo que me está diciendo.

—Lo seré, si vienes conmigo —le confieso.

El clima se siente demasiado helado, la tormenta lentamente está empezando.

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Hola, espero sigas leyendo, poco a poco empezaré con los demás capítulos.

Gracias por detenerte a leer un momento, aún sigo aprendiendo de esta aplicación, nose si lo hago bien, pero si no, puedes corregirme porfavor.

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