13. El amor está en el aire... ¿o en la playa?
En cuanto pude, me enteré que el supuesto líder del grupo se había marchado de la zona del accidente porque había decidido internarse en la selva para hacer una expedición, su misión era encontrar ayuda, alimentos o algo más. En cuanto a Pierre y a mí, nos apartamos lo suficiente de toda la tripulación para seguir con nuestro plan, con lo que habíamos acordado. La razón por la que no sumamos a más nadie a la expedición que haríamos era que no queríamos poner la vida de nadie en riesgo. Además, si alguien venía a rescatarnos, no queríamos que más nadie se quedara atrapado en la isla porque habíamos ido a buscar a nuestros amigos.
Rápidamente buscamos entre los restos del avión todo lo que nos pudiera ser de ayuda en el viaje. No quedaba mucho, pero pudimos amar un par de bolsos con algunas cosas como un cambio de ropa, algunas medicinas y envases para buscar agua potable. Cuando tuvimos todo listo, nos internamos en la selva.
En el camino, Pierre no paró de hablar, pero no lo escuchaba porque lo único en lo que quería pensar era en buscar algo de comer o beber, solo asentía o negaba si era necesario. Como no le prestaba atención, cuando sugirió que debíamos detenernos me tropecé con su espalda. Aunque estaba detrás de él, se volteó agilmente para evitar que me cayera.
—Gracias —Le dije apenada por mi torpeza. Evité en lo posible distraerme por nuestra cercanía, estábamos muy cerca, así que cambié de tema mientras me soltaba —¿Estaremos en la dirección correcta?
—Es difícil saberlo Ang.. Angelly —Me contestó recordando lo de mi nombre —Tenemos que quedarnos aquí, ya es de noche —Repitió entendiendo que no lo había escuchado la primera vez.
Estábamos en una especie de claro con poca luz, lo único que iluminaba el cielo era la luna. Habían varios árboles a nuestro alrededor y el camino se veía bastante tupido de plantas. Realmente era difícil seguir con tanta oscuridad.
—Nos quedáremos aquí. No seguiremos arriesgándonos.
—Creo que he encontrado algo —Anuncié mirando fijamente una fruta que vi en un árbol.
—No puedes comer eso —Comentó, pero volví a ignorarlo, tenía demasiada hambre —¿Escuchaste lo que he dicho? No sabemos qué fruta es.
—¿Cómo podría bajarla? —Continué pensando en voz alta. No había ramas ni nada cerca. Tendría que subir al árbol con la esperanza de no caer. Aunque más fácil sería si encontrara una rama, con un buen golpe bastaría para que cayera al suelo.
El día antes del accidente solo había probado algunas de las frituras de Allan ocasionalmente, de resto lo único que tenía en mi estómago era café y bastante alcohol.
—Hey... Necesito decirte algo... algo importante.
Seguí pensando en cómo se sentirían los chicos, probablemente tampoco tenían qué comer.
—Bajaré eso —Por un momento me sentí sola, no quería escuchar a Pierre, así que no presté atención a sus palabras.
—Angie... —Siguió insistiendo para que lo escuchara, pero seguí ignorando sus palabras porque mi atención estaba enfocada en esa fruta.
Me agaché, tomé una rama del suelo y golpeé varias veces en la rama del árbol hasta que la fruta cayó. La atajé con la mano, me sentí satisfecha, pero justo cuando iba a comerla algo de lo que dijo Pierre llamó mi atención.
—Definitivamente... Me gustas —Soltó como si le costara pronunciar aquellas palabras.
La fruta se me cayó de las manos y una sensación extraña recorrió mi cuerpo. Me quedé helada viéndolo a los ojos sin saber qué hacer o decir. ¿Sería cierto lo que decía? No teníamos tanto tiempo conociéndonos como para que dijera estas palabras. Además, por qué me lo decía ahora.
Aunque habían pasado pocos días, nos había pasado de todo. Honestamente ni tiempo había tenido de pensar en él de esa manera, por eso me sorprendía tanto que él sintiera algún tipo de atracción por mí.
—¿Ves lo que me haces decir para traerte a la realidad? —Murmuró con las mejillas coloradas. Recogió la rama del suelo y trató de sonreír.
—¿Por qué haces esto? Es más.... ¿Por qué dices eso? Parece que no entiendes el significado de lo que dices —Sentencié molesta al ver sus intenciones de bromear con algo tan serio. De golpe se me quitó el hambre.
—No dije nada malo...
—¿Ah no?
—¿No habrás pensado que lo dije en serio, verdad? —Reconoció tratando de reír, lo cual ratificó mis pensamientos —Es que no me escuchabas, no supe qué decir...
Chisté por lo bajo y me di media vuelta para ocultar cómo me secaba las lágrimas. ¡Qué estúpido era! ¿Cómo podía gustar de mí? Mejor dicho, qué estúpida yo que le daba importancia a sus palabras. Por hombres como Pierre era que me negaba al amor porque no quería salir lastimada si bajaba la guardia.
Me sentí tan abrumada con tantos sentimientos a flor de piel, con todo lo que había callado durante los últimos años que decidí marcar más la distancia mientras encontrábamos a nuestros amigos.
—Dime, Anggie. ¿Pensaste que me gustabas? —Repitió a mis espaldas. Caminé más cuando escuché que se acercaba.
—¿Te crees tan importante como para gustarme? ¿Crees que cualquier chica puede caer rendida a tus pies con tan solo susurrarle un par de palabras lindas al oído, con sorprenderlas o por impresionarlas porque eres famoso? Que te quede claro algo Bouvier, soy hermosa, famosa, con suficiente dinero y no necesito de hombres como tú. Siento mucho decepcionarte... —Le dije y seguí caminando sin responder del todo su pregunta.
—Esa no fue mi pregunta...
—¡No me importa tu pregunta! ¿Sabes qué si me importa? Me importa mi hermana, mis amigos, no tú —Le interrumpí sin verlo a la cara.
—Sigues cambiando de tema. No te pregunté qué te importa ahora. Te pregunte si pensabas que me gustabas —Suspiré. ¡Qué intenso era! Cuando él se proponía ser una piedra en mi zapato, lo era.
—No, no pensé ni me importa si gustas o no de mí ¿Responde eso a tu pregunta? —Bajó la mirada ¿Habría comprendido ya la magnitud de sus palabras? —No me parece gracioso jugarse con esas cosas. Te hubiese prestado atención si hubieses dicho algo más.
Era cierto que no me gustaban esos juegos, pero... ¿por qué realmente estaba tan molesta? No me había pasado antes. Es decir, me había topado con otros como él después de Víctor y me los había quitado de encima sin dolor, pero esto era diferente. Algo dentro de mí dolía con esta broma. Eso sin duda no estaba bien.
—¡Demonios, Anggie! Lo intenté, pero no me escuchabas —Se excusó dos tonos más alto, exasperado, tanto o casi igual que yo.
—Modera tu vocabulario —Alcé la voz señalándolo con mi dedo índice —No eres quién para hablarme en ese tono, Bouvier.
—Eres tú quien habla para sí misma, Angelly, no yo... no tengo problema con eso, es solo que... —Replicó saliendo por la tangente mientras levantaba ambas manos en señal de paz. Lo fulminé con la mirada deteniendo mi paso —Aunque no conocía eso de ti —Prosiguió con cierta molestia en su voz.
—Como si te importara lo que pase o no conmigo —Di oportunidad de que dijera algo pero se contuvo de nuevo. Otra vez, me dolió en grande su silencio —Si te molesta puedes irte por el mismo camino que vinimos. No necesito de tu compañía. —Di por culminada la conversación al darle la espalda una vez más.
—Dios Anggie, sí que me necesitas. Si cuando vienes conmigo vas pensando en quién sabe qué, no quiero ni imaginarme qué pasará si estás sola... Lo que puede pasarte. Creo que aún no te recuperas del accidente. Es un problema...
—Son mis problemas... —Sentencié. Claro que eran mis problemas, y no permitiría que él me juzgara por ello.
—Tienes razón, son tuyos y no me has dejado ayudarte ni saber más de ti, pero no por eso me echarás la culpa.
¿No lo veía? No quería ni le echaba la culpa ¿Por qué no podíamos entendernos? Miré hacia otro lado y respiré el aire puro de la selva tratando de conseguir las palabras correctas para acabar con la discusión.
—No... Yo no te echo la culpa. Solo quiero que cierres... —Me mordí la lengua ante lo que iba a decir —Solo quisiera que mantengamos las cosas claras. Tú en lo tuyo, yo en lo mío, ya que no podemos llevarnos bien. No me molestas, no te molesto. No me hieres, no te hiero. ¿Entiendes? —Asintió de mala gana para darme la razón. Entendí por su expresión que también quería acabar con la pelea —Bouvier, si vamos a estar juntos buscando a los chicos debemos estar en buenos términos, y eso implica que...—Guardé silencio. No quise hablar de nada más, cerré los ojos. Lo había prometido, no podía fallar.
—¿Qué Angelly? ¿Ahora si quieres hablar de aquello? —Replicó cambiando de posición al ver que no pude terminar de hablar —¿El momento ha llegado o qué?
—¡No, no quiero hablar! Quiero que hablemos de esto —Lo señalé a él primero y luego a mi misma refiriéndome a la situación actual —De ti, de mí, de discutir todo el tiempo. ¿No lo ves? Debemos tratarnos con respeto, mínimamente con respeto y... y es lo menos que hacemos... No me agrada explotar contigo cada dos por tres...
—A mí tampoco —Confesó en medio de un suspiro —Debemos hablar...
—Cinco segundos, dame cinco segundos —Pedí mirando el cielo concentrándome en las estrellas, en la luna.
—Pero...
—Cinco segundos — Repetí. Seguí concentrada en el cielo y conté en voz alta pensando en voz alta algo significativo con cada número —Uno, mi hermana. Dos, la música, mi familia. Tres. Allan, Andrew, Amber. Cuatro... Cinco —No quise compartir en voz alta esos cuatro momentos felices, me los reservé solo para mí.
—¿Por qué cuentas así? —Quiso saber. Cuando abrí los ojos, noté que él me miraba con paciencia esperando mi respuesta.
—Para mí, esta es... es una forma de calmarme, de enfocarme y continuar —Suspiré recobrando el control de mis emociones.
—Creo que estás equivocada... —Dijo en medio de un susurro mientras se acercaba a mí. Me puse nerviosa, así que volvía a actuar impulsivamente sin medir la magnitud de mis palabras.
—Calla de una buena vez. Si vas a empezar de nuevo a decir que no tengo la razón, déjame sola.
Sabía a qué se refería, sabía que él quería hablar de lo que pasó aquel día, pero no estaba dispuesta a hacerlo. No estaba lista, apenas acababa de calmarme. Supe que había sonado como una niña malcriada, pero no podía entender por qué no respetaba mi decisión.
—¡No soporto cuando actúas así! —Terminó de decir transcurridos unos segundos
—¡Yo tampoco te soporto! —Repliqué cruzando los brazos de mala gana cambiando la dirección de mi mirada.
Cuando volteé a verlo, él se marchaba para algún sitio y me dejó allí sola en medio de la nada.cSabía lo que esto implicaba, así que respiré, y me resigné. Tenía que seguir sola por culpa de mi mal genio.
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"Llevaba aproximadamente diez minutos debatiéndome qué ola montar para ganarles a mis amigos. A pesar de ser yo quien contaba con un récord de 10 olas en media hora, Allan y Andrew tenían por primera vez un mejor puntaje que yo.
Analizando bien la situación, estaba en desventaja, ellos tenían más tiempo que yo surfeando, pero la sola idea de perder ante ellos en algo que me gustaba tanto me ponía de mal humo. La apuesta que hicimos fue de un almuerzo, la idea fue del pelirrojo de Allan, siempre pensando en comida. Sin embargo, la tortura radicaba en que los perdedores tenían que ser sirvientes del ganador y complacer todos sus antojos culinarios durante todo un fin de semana.
Aún tenía tiempo para ganar. Miré mi reloj que era a prueba de agua, tenía aún como media hora. Para sumar más puntos que ellos, para superarlos tenía que montar unas buenas olas. Tenían que ser perfectas, pero hasta ahora nada para mí.
—Vamos guapa, escoge una, cualquiera, sino perderás —Me animó Allan quitando el agua de su cara al acercarse a mi posición.
—Tengo 40, Allan 35 y... ¡Tú 20, Angie! Decídete o déjalo ya —Rió Andrew. Por lo menos se había unido al juego y aparentemente ahora continuaba siendo el mismo de siempre. Su humor había cambiado, y eso me alegró un poco el día.
—Ya verás que escogeré la mejor y... les ganaré —Me encogí de hombros ante su incredulidad.- Patearé sus traseros con unos excelentes 50 puntos ¿Qué les parece?
—Bah —Bufó Andrew.
—Para eso tendrías que montar una ola muy buena, y a este paso...-—Comentó Allan. Sabía que él tenía razón, pero no me rendiría.- No te decides por ninguna desde hace bastante, ¿no crees?
—Anggie, déjalo... —Dicho esto Andrew se fue braceando tras otra ola, que de seguro le daría unos cuantos puntos más.
—Uffff Esos son 10 más para Andrew, Anggie —Rió Allan, otra vez. Ya mi humor dejaba de estar estable.
Justo en ese instante vi venir una ola en mi dirección, faltaba tan poco, era esta o ninguna. Braceé lo mas rápido que pude hasta alcanzarla, finalmente estaba allí. Todas las técnicas memorizadas y el fluir del agua me ayudaban a divertirme como nunca y a sentir esa sensación de libertad cerca, tan cerca del extenso y amplio mar.
Amaba surfear, era mi deporte favorito desde que lo aprendí. Sin embargo no conté con que alguien más pensara igual que yo- que la ola era perfecta- y al ir a mitad de camino, aquel chico venía en dirección contraria. Si él no desistía, si no cambiaba de rumbo. Cabeceé en un intento de no pensar tanto en ello, pero yo no iba a desistir. Ya casi salía del túnel para cuando él me hizo a un lado con su hombro al pasar cerca, y con la punta de su tabla rozó la mía haciéndome perder el equilibrio. Pasó lo que temía, perdí el control y caí al agua.
En este momento lo que menos me importaba era perder la apuesta, tenía que salir viva de esta. Surfear tenía sus riesgos, y estaba tratando de mantener la calma para poder subir a la superficie. La corriente era muy fuerte, y mientras más trataba de subir, más me hundía. ¡Me estaba asfixiando! ¿Acaso Allan y Andrew no lo notaban? ¿Por qué no venían por mí? Traté de calmarme y seguí esforzándome hasta que pude encontrar la manera de subir. Tosí varias veces para expulsar el agua de mis pulmones, y respiré mientras seguía nadando.
Miré a los lados, no estaban los chicos. Toqué mi tobillo como pude dentro del agua, la tira estaba rota, mi tabla se había perdido. Estaba aún muy lejos de la orilla pero pude ver cómo el culpable salía triunfante del agua. Braceé más rápido hasta casi llegar a él cuando salía del agua. Cuando puse los pies en la arena sentí una descarga de adrenalina, estaba molesta, y solo había una forma de solucionar todo.
—¿¡Qué hay de mal contigo!? ¡Era mía, era MI ola ¿Cómo te atreves!?- Exclamé tocándolo por la espalda para que se volteara. Sus tres amigos, que no estaban muy lejos de su posición, le hicieron señas de que yo estaba atrás hablándole para que se volteara.- Ni siquiera dejaste que terminara de salir y por tu culpa he caído ¡HE caído! —Él no decía nada, solo me observaba, así que continué con mi descarga. Quería una explicación al menos —Es que ni eso te importó. ¿Cómo pudiste?
—¡Toma! Tu drama del día —Escuché que dijo uno de sus compañeros. Lo fulminé de inmediato con la mirada.
—¿Ahora las olas llevan tu nombre? Por cierto... ¿cuál es tu nombre? —Se carcajeó como si hubiese dicho algo muy gracioso. Sus tres amigos, le siguieron la corriente y sentí mis mejillas arder. Ya no tenía frío por el agua helada, tenía era calor de la molestia que causaba su actitud.
—Era mía, y te metiste por el otro lado...
—Entiendo, era tuya, pero yo seguí hasta el final.
—¿Me viste? ¿Me viste y seguiste? ¡Eres un imbecil! —Le grité.
—Te caíste como yo...
—No, no fue así. Seguí hasta el final. Tú te caíste —Me corrigió interrumpiéndome —Dime tu nombre dueña y señora de las olas —Soltó con paciencia al mismo tiempo que me guiñaba el ojo. ¿Acaso coqueteaba conmigo? Eso sí que no era buena señal, pobrecito. No dejaría que se acercara a mí.
—No te diré mi nombre, quiero que pagues por mi tabla, por tu culpa la he perdido —Se cruzó de brazos para escucharme como si de verdad le interesaba lo que decía. Me observó con detenimiento de arriba abajo sin disimular. ¿Qué le pasaba? —Quiero mi tabla.- Repetí tajante.
—Hombre, págale la tabla y salgamos de aquí —Murmuró por lo bajo otro de sus amigos, uno rubio de cabello corto. Me crucé de brazos de igual forma, a la espera de cualquier reacción.
—Quiero saber tu nombre.
—Quiero mi tabla —Repliqué al mismo tiempo. ¿Quién se creía?
Por unos segundos lo observé. Estaba vestido como surfista profesional, pero en realidad no parecía ser uno de verdad. Su cabello marrón (al igual que sus ojos) alborotado, ni tan largo ni tan corto, se movía como el mío por la fuerte brisa en la play. Aunque era mucho más alto que yo- diría que casi del mismo tamaño que Andrew- no me sentía intimidada, quería mi tabla, y no acabaría la discusión hasta tenerla de vuelta.
—¿Londinense? ¿Eres de Londres? —Siguió diciendo sin cambiar su postura.
—¿Qué te importa de dónde soy? Te estoy hablando en el mismo idioma, pareces no entenderme —Sus amigos rieron una vez más.
—La horma de tu zapato, viejo —Musitó otro de sus amigos. La situación les seguía resultando graciosa.
—Suerte, te esperamos en el hotel —Expresó el tercero de ellos, quien no tenía cabello. Hasta ahora fue el que se mantuvo más distante en ese grupo. Le hizo una señal a los otros dos y se fueron caminando a otro lugar.
—¿Entonces, qué esperas para darme mi tabla? —Volví a preguntar sin saber exactamente por qué peleaba. La tabla significaba mucho para mí, pero él no iba a poder darme lo que perdí.
—Eres londinense. A pesar de que estás que te carcomes por dentro decirme algo, por decirme un insulto, no lo haces —Comentó ignorando lo que le decía.
-¿Hablo en chino? —Cuestioné mientras notaba cómo trataba de analizarme. ¡Qué engreído era! ¿Por qué me psicoanalizaba? —Olvídalo, no me hace falta tu dinero. Puedo comprarme una tabla cuando yo lo decida —Di media vuelta pero entonces corrió hasta ponerse a la par conmigo — ¿Cambiaste de parecer?
—No.
— Entonces adiós —Le dije en tono cortante apresurando el paso. Sentí cómo lo dejé sin palabras. De reojo vi que se había quedado atrás, así que seguí caminando.
Cuando había avanzado un par de metros más, Allan y Andrew salieron del agua. Intercambiaron miradas y salieron corriendo hasta mí.
—Angelly... ¿Estás bien? —Gritó Allan abrazándome.
—Sí —Asentí. De forma cómica, me revisó las manos, para asegurarse de que no le mintiera. Por minutos olvide que por poco me ahogaba y que ellos probablemente fueron expectantes de la situación.
—Creíamos que te habías ahogado, nos has hecho pasar un susto de muerte, pequeña. Te estábamos buscando.
—Todo está bien.
—Menos mal te encuentras bien, Anggie —Prosiguió Andrew con voz entrecortada —Oye, ¿con quién hablabas?
—¡Demonios! —Ambos me miraron confundidos, no entendían mi actitud.
Supe que lo habían hecho sin querer, pero ahora aquel chico sabía mi nombre, porque de toda la conversación que acababa de tener con mis amigos, eso era lo único que él estaba esperando escuchar. Por alguna razón, sabía que yo estaba en lo cierto con mi teoría. Instintivamente llevé las manos a mi rostro para prepararme para lo que venía, respiré, y decidí asumir lo que iba a pasar.
—¿Qué pasa Anggie? —Me preguntó Allan al ver que yo no decía nada.
Andrew pareció entender lo que yo no quería decir, vio al chico de cabello marrón que estaba detrás de nosotros y después a mí. Se que entendió lo que ocurría, pero aún así guardó silencio esperando que yo dijera nada. Lo que él no sabía es que no iba a explicarles lo que ellos querían saber, había algunas cosas que prefería dejarlas solo para mí, y esta era una de esas.
—Nos vemos, Angelly —Gritó aquel chico desde su posición con una sonrisa pícara en su rostro. Volteé para verlo y me limité a mostrar una sonrisa sarcástica.
Ciertamente ya tenía lo que quería, pero capaz olvidaba mi nombre como pasaba con los chicos que eran como él. Cuando lo fulminé con la mirada, me respondió lanzando un beso por el aire, lo cual me molestó más.
—Te debo una tabla. ¿Eh? —Me dijo de nuevo. ¿Acaso no pensaba callarse e irse?
—¿Una tabla? ¿Tú tabla? —Preguntó Allan en susurros.
—¿De qué habla, Anggie? ¿Has perdido la tabla que te ha hecho Amy? —Quiso saber Andrew.
No dije nada, sol asentí. Esa era la razón por la que acababa de armar aquel drama. Quería de vuelta mi tabla, la tabla que mi hermana me había regalado y diseñado. Sin embargo, seamos honestos, nunca la iba a tener de vuelta, al menos no por parte de ese joven que acababa de conocer.
El chico caminó hacia donde sus amigos dándonos la espalda. Llevé las manos a mi cabeza otra vez, aunque ya había pasado lo peor así que suspiré.
—Salgamos de aquí, chicos —Les dije para tratar de cambiar de tema. Los tomé de la mano para hacerlos caminar.
—Ya sé que ha sido esto... ¿pretendientes? —Se burló Allan captando demasiado tarde todo. Como siempre.- Parece de tu tipo, a juzgar por lo que vi.
—¡Calla! ¡No es mi tipo! —Me quejé. ¿Por qué todos querían buscarme pareja? Prefería mil veces estar sola que mal acompañada, y ese chico no significaba nada para mí —Mucho aguantaste para decirlo ¿no? —Pasé la mano por su cabello naranja y mojado para alborotarlo.
—Siempre dices eso —Rió Andrew.
—¿Tú también? —Le di un golpecito en la cabeza y corrí mientras él me perseguía para vengarse.
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