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Capítulo VIII: Bajo la luz de la luna.

N E R E A

Los tenues rayos del sol comenzaron a filtrarse por la ventana, algunas aves cantaban cerca de la ventana y una fresca brisa inundaba la habitación. Me removí en medio de la cama y estiré mi mano, pero al hacerlo, no pude encontrar a Cavendish. Levanté el rostro de la almohada, recorrí la habitación con la mirada, pero no lo hallé. Al observar hacia afuera, me pude percatar de que la intensidad del sol no era igual que la última vez que estuve aquí. Pensé que eso se debía a algún cambio de estación, pero luego recordé que ellos las amulaban, más estas no poseían todos los factores climatológicos.

Me levanté de la cama, busqué mi ropa en el suelo y luego de que me la coloqué salí de la habitación. Al llegar al pasillo vi a una escoba barriendo el tapete, esta al verme allí de pie, se fue volando hacia una habitación al lado contrario. En cuestión de solo unos minutos comencé a escuchar pisadas de tacones a lo lejos. La nana Rose vino corriendo desde algún punto, al llegar hasta donde me encontraba traía las mejillas rojas producto del esfuerzo.

—¡Nerea! —ella me abrazó con fuerza, tal y como había hecho la primera vez que la conocí.
—Hola, nana Rose.
—Pero niña, no esperaba verte aquí de nuevo —ella me separó ligeramente para observarme—, pensé que no volverías.
—Lo siento, antes me fui sin despedirme. Pero decidí volver.
—Me alegro que lo hicieras, Cavendish te extrañó mucho durante este tiempo.
—Yo lo extrañé también —le sonreí y ella me devolvió el gesto—. A propósito, ¿Sabe dónde está?
—Bueno..., sí, pero él no tardará en venir ¿Qué te parece si desayunas primero?
—No quiero ser una molestia.
—No eres una molestia, pequeña. Es un placer el servirte.

La nana Rose comenzó a bajar las escaleras mientras me sujetaba del brazo, ella comenzó a contarme todas las cosas que Cavendish había estado haciendo durante este tiempo, pero en las anécdotas que venía relatando, me podía percatar de que se frenaba ligeramente en algunas partes, como si estuviera escondiendo algo.

Al llegar a la primera planta todo era completamente diferente, recuerdo que la primera vez que vine el lugar estaba más iluminado, algunos implementos de limpieza se movían por su cuenta dejando todo impecable, pero ahora, no había absolutamente nada. Si bien el lugar se encontraba limpio, le faltaba aquella vitalidad que poseía la primera vez.

—Siéntate, por favor.

Accedí a lo que ella me pidió y tomé asiento en una de las mesas. La nana Rose entró a la cocina y pude escuchar como removía algunos objetos de metal. Al observar por la ventana observé en dirección al sol, todo seguía de una tonalidad grisácea y los polvos que antes emitía el orbe, ya no eran tan constantes.

—¿Qué ha pasado?

Me sentía inquieta, pese a que la nana Rose no me había dicho nada, podía sentir que algo no andaba bien. La primera vez, ni bien pisé este lugar, podías percibir con nitidez la magia que había. Pero ahora, es como si todo se estuviera apagando poco a poco.

—Lo siento ¿Tardé mucho?

Al girarme vi a la nana parada en la puerta de la cocina, ella sostenía un plato y un vaso de jugo. Se acercó hacia la mesa y lo colocó allí, luego ella tomó asiento al lado y me pidió que me siente. Caminé hasta el lugar y tomé asiento, ella me había preparado panqueques acompañados de frutas y una especie de helado de mora.

—¿Te sientes bien? —me preguntó.
—Siento que... algo no está bien.
—¿Por qué lo dices?
—No lo sé... —llevé una mano a la altura de mi corazón y apreté la zona levemente—, lo siento aquí dentro. Es como si algo hubiera cambiado.
—Debe ser el cansancio..., viajar por el portal puede ser agotador.
—¿Tú te sientes bien?
—¿Yo? Sí pequeña, estoy bien.
—Extiende sus manos, por favor.

La nana se removió incomoda en el asiento, si lo que creía estaba pasando, eso significaba que Miondel estaba muriendo poco a poco. Ella se mostró rehacía al inicio, pero luego de mi insistencia, ella terminó accediendo. Retiré los guantes que tenía puestos, y al ver sus manos, no pude evitar espantarme. Había unas líneas negras que le llegaban hasta las muñecas, antes no tenía esas rayas, se veían recientes.

—No puedo creer que te hayas dado cuenta tu sola.
—Siempre me distinguí por ser alguien que presta atención a los detalles. Y recuerdo que la primera vez, tu no usabas guantes...
—¿Solo eso te llamó la atención? —ella rio apenada mientras volvía a cubrir sus manos.
—No, todo aquí se siente diferente. Cuando Treyment me enseñó mi pasado, en el vi a mi nana, ella movía todas las cosas del palacio a su antojo. Y cuando te vi a ti, nana Rose, pude ver que si bien, no lograbas mover la misma cantidad de objetos, el lugar poseía más brillo e iluminación.
—Lo siento Nerea, no era mi intención ocultarte esto, es solo que..., bueno, resulta algo embarazoso.
—¿Por qué sería algo embarazoso?
—Nosotros, los unicornios siempre hemos sido criaturas que se caracterizan por poseer grandes cantidades de magia. Te seré franca, estamos agonizando, el corazón de Miondel poco a poco se está apagando...
—¿Dónde está Cavendish?
—Ayudando al pueblo... hay personas que ya no pueden ni moverse.

Me disculpé con la nana por dejar su exquisita comida, apenas le había dado un par de mordiscos a todo. Ella dijo que no me preocupara, me dio la ubicación de Cavendish, y luego partí a su encuentro. Al atravesar el palacio vi el orbe en la parte superior, estaba mucho más pequeño que la última vez, por momentos parpadeaba y se ponía de color gris. Di la vuelta y corrí en dirección al pueblo.

Al llegar, la mayoría de los puestos estaban cerrados, ya no había vitalidad, todo estaba apagándose poco a poco. Caminé casa por casa, y por fin, luego de algunos minutos de búsqueda, pude ver a Cavendish, este se encontraba saliendo de un pequeño edificio, una pequeña niña, que también poseía marcas en los brazos se acercó hacia él, le entregó una pequeña tartaleta, e inmediatamente volvió adentro.

—¡Cavendish!

Tras oír su nombre el volteó a observarme, estaba sorprendido, no esperaba encontrarme allí. Comencé a caminar en su dirección, y él tan solo se limitó a agachar la mirada.

—¿Qué esta pasando? —le pregunté una vez que estuve a su lado.
—¿La nana Rose te contó?
—No, yo me di cuenta sola. Ella solo me lo confirmó.
—Ven, vamos a ver a Treyment.
—¿No usaras la tele transportación?
—Ya no puedo hacerlo —él sonrió de manera dolorosa.

Caminé en silenció a su lado, sujeté su mano con fuerza y él entrelazó sus dedos con los míos. De manera disimulada, observé sus brazos, pero estos aun no poseían aquellas espantosas marcas de color negro.

Atravesamos todo el pueblo, y luego pasamos el monumento donde reposaba la estatua de mis padres. Cavendish entró por un pequeño portón que tenía que estaba envuelto en enredaderas y flores, y cuando llegamos al otro lado, una pequeña casa que poseía una torre apareció frente a nosotros.

—¿Aquí vive Treyment? —le pregunté y él asintió.
—Sí —él detuvo su paso y luego me observó—.Nerea, escucha, Treyment no está muy bien, no quiero que te asustes si lo ves.
—¿Tan grave está?

Cavendish tan solo se limitó a asentir, aquella advertencia no pintaba para nada bien. Al tocar la puerta, un leve, adelante, fue escuchado. Ambos entramos y luego cerramos la puerta a nuestras espaldas. Había algunas velas alumbrando tenuemente la instancia, pero no por eso dejaba de ser un poco atemorizante.

Al entrar a la habitación donde Treyment se encontraba, no pude evitar sentir un nudo en mi garganta. Él estaba sumamente delgado, las marcas negras ya habían cubierto casi todo su cuerpo, lo único que aún se mantenía limpio, era su rostro.

—¿Cavendish? —él abrió poco a poco los ojos y estos se venían carentes de vida, el iris había abarcado la totalidad de su ojo.
—Aquí estoy, tío —Cavendish sujetó su mano con firmeza y el anciano sonrió.
—¿Nerea? —él no podía verme, pero dirigió la mirada hacia donde me encontraba— Volviste... —él sonrió con debilidad.
—Hola, aquí estoy.
—Me alegra que volvieras —Treyment tosió ligeramente, luego con un gesto de la mano me pidió que me acercara—. Esta esencia mágica es inconfundible, puede que ya no pueda verte, pero aun puedo sentirte.
—¿Qué pasó?
—Siempre sin rodeos ¿No? —él rio—. El corazón de Miondel ha comenzado a apagarse. Nerlyuc y Early crearon aquella esfera, piensa en ella como algo que requiere combustible, necesita estar constantemente alimentada, y cuando nos fuimos de la tierra, gran parte de ese combustible se quedó allá. Al no poseer a sus dueños, el corazón comenzó a desestabilizarse, por ende, la magia que nos entregaba empezó a escasear. Sin magia no vivimos, nos extinguimos.
—¿No hay forma de recuperarlo?
—La hay, pero el combustible que necesita ese corazón requiere que el portador del mismo drene toda la magia.
—No lo entiendo, pensé que la mitad faltante se había quedado en la tierra.
—Al irnos y llevarnos el contenedor, no hubo un lugar donde la magia reposara. Pero si hubo un cuerpo mágico que la protegió durante todo este tiempo.
—Lo que Treyment trata de decir, Nerea..., es que la magia que requiere el corazón, está dentro de ti.

Después de que Cavendish dijo esto, comencé a analizar las palabras que mis padres me habían dicho, y estas cobraron sentido. Lo que ellos menos querían era que me sintiera presionada de alguna forma, deseaban que, si decidía quedarme, lo hiciera por cuenta propia, no porque fuera mi obligación. Pero, ambos eran conscientes de que el corazón en algún punto se apagaría. Tan solo les quedaba confiar en mi juicio, y que decidiera por mi propia cuenta que era lo que haría.

—Cavendish ¿Por qué no me dijiste nada?, podría haberte ayudado.
—Nerea, lo que menos quería era presionarte. Es algo que tus padres tampoco querían para ti. Estoy seguro de que te hubieras arrepentido aquella vez si te hubieras quedado. No hubieras podido despedirte de la gente que ama, y ellos nunca hubieran entendido que fue lo que pasó contigo —Cavendish sujetó mi mano con gentileza a medida que hablaba—, te lo dije una vez. Quiero que seas feliz.
—Entonces ayúdame... quiero sanarlos, quiero que mejores. Enséñame a filtrar la magia dentro del corazón.
—Nerea, puede ser arriesgado —dijo Treyment desde donde se encontraba—, este hechizo requiere una gran cantidad de concentración, si pierdes la concentración, no solo puedes desestabilizar el corazón, sino que también puedes morir en el proceso. Antes, nosotros éramos cuatro concejales, cuando tratamos de realizar el hechizo el corazón nos enseñó nuestros mayores temores, los otros perdieron la concentración y fueron desintegrados.
—¡Tío!
—Cavendish, es necesario que lo sepa. No estamos jugando, este no es un hechizo simple.
—Estoy dispuesta a tomar el riesgo.
—De acuerdo —Cavendish suspiró no muy convencido, sentía miedo, pero estaba dispuesto a ayudarme.

Durante los posteriores días Cavendish me entregó muchos textos que tenía que aprender, eran ejercicios básicos para mejorar la concentración. Por la tarde, cuando él regresaba del pueblo, me ayudaba a practicar. El tratar de contener la magia en un perfecto orbe era sumamente difícil, en un punto la magia que expulsaba era tal, que lograba calentarme las palmas, como si las colocara frente a una estufa sumamente caliente.

—Imagina que estas amoldando algo, pero a su vez piensa que estás en un ambiente frio.
—¡Eso hago, pero simplemente termina calentándose! —tras decir esto, el orbe nuevamente volvió a desintegrarse.
—No te pongas nerviosa, debes mantener un correcto balance en tus emociones, de lo contrario el orbe estallará siempre.
—No es tan fácil.
—Sé que no es fácil —Cavendish se acercó y me abrazó con gentileza—, prácticamente te estoy enseñando a correr sin antes gatear. Estas haciendo un buen trabajo, Nerea.
—Pero no es suficiente... —lo abracé con más fuerza, el simplemente se limitó a acariciar con suavidad mi cabello.
—Sé que lo lograras.
—¿Y si no?
—Seamos optimistas...

Cavendish volvió a sonreírme y luego seguimos con su entrenamiento. No hubo un, no te preocupes, de su parte, y aquello lograba inquietarme aún más. Nos quedaban pocos días para que yo aprendiera, y dominara, el hechizo de concentración. Para cuando fuera la luna llena tendría que subir al techo del palacio, posicionarme exactamente debajo del corazón y comenzar a elevar mi magia hacia arriba.

El sol salió y se escondió varias veces, los días se fueron disminuyendo, y por fin, luego de arduas semanas de trabajo. El día había llegado. Hoy podría marcarse un final para Miondel, o representaría una nueva oportunidad para sus habitantes. El día comenzó con naturalidad, la nana Rose nos preparó el desayuno, lo disfrutamos en medio de una agradable conversación. Y antes de que Cavendish se fuera, le dije que lo ayudaría con los aldeanos, él se puso feliz, aceptó mi ayuda con gran emoción.

Esta vez, nos tocó visitar a Monic, pese a que se encontraba igual de mal que los demás, su sentido del humor no se había alterado ni un poco. Disfruté las visitas, los aldeanos eran personas muy cálidas y amables, te recibían con los brazos abiertos sin pensarlo dos veces. Aquello solo me impulsaba aún más a ayudarlos. Debía conseguirlo, todo debía salir perfectamente. Me tenía confianza, Cavendish me enseñó bien y me memoricé a la perfección los textos. Tan solo me quedaba dar lo mejor de mí para que esto funcionara.

Al caer la noche, Cavendish fue a buscar a Treyment. Lo trajo en una silla de ruedas elaborada de madera, pero, para que pudiera subir al techo, fue necesario que él lo cargara. La nana Rose lo ayudó a sentarse, y una vez que estuvimos instalados ella decidió que nos esperaría en la primera planta.

—Bien, llegó el día —Cavendish estaba nervioso, sus palmas sudaban, yo trataba de mantenerme serena, pero para ser franca, con cada minuto que pasaba lograba impacientarme aún más.
—Todo saldrá bien, no te preocupes —le sonreí con gentileza, él asintió con nerviosismo.
—Recuerda Nerea, el corazón buscará desestabilizarte. Puede que te muestre cosas horribles. Pase lo que pase, no pierdas la concentración.
—De acuerdo.

Caminé lentamente, me posicioné en un círculo que poseía símbolos, este se encontraba debajo de la luna. Al poner un pie dentro, un halo como el de un reflector me envolvió. Junté las palmas, inhalé una gran cantidad de aire y luego de exhalarlo comencé a acumular la magia en la palma de mi mano.

Sentí un escozor en mis palmas, la magia estaba desestabilizándose. Me relajé, respiré de manera pausada y luego sentí como el orbe comenzó a elevarse poco a poco hacia el cielo, abrí los ojos para observarlo, este era completamente diferente al que generé durante los entrenamientos, este poseía un color negro, se compactó de tal forma que parecía una inmensa bola.

«Tú no eres Nerlyuc ni Early»

La voz de una niña fue escuchada, volteé hacia atrás a ver a Cavendish y Treyment y ellos se encontraban tan confundidos como lo estaba yo.

«Tráelos... quiero verlos»

Miré a todas direcciones y finalmente, observé al orbe, este comenzó a brillar de diversas formas, paseó por diversas tonalidades, y luego se detuvo en una tonalidad morada.

—Ellos... ya no están —la respondí temerosa, él, o ella, se quedó callado, pero luego volvió a hablar.

«Mientes... hace un año los sentí, ellos siguen vivos ¡Tráelos!»

—¡Ellos murieron! —grité y él nuevamente volvió a callarse.

Un rayo fue emitido del orbe, este me cayó encima, sentí como cada fibra de mi cuerpo fue sacudida por aquella descarga eléctrica. Oí a Cavendish gritar desde atrás, pero él no pudo acercarse, un campo protector se había formado alrededor del corazón y yo. Para cuando la luz proveniente de aquel rayo se disipó, vi que este me había hecho transformarme en un unicornio.

—No te miento...

«¿Por qué eres de color negro?»

—Soy su hija, Nerea.

Tras decir esto, el corazón dejó de brillar y se apagó. Un pequeño rayo de color azul alumbró a un punto fijo del suelo y la figura de una niña de cabello negro se materializó. Ella era igual a mí, pero pequeña, tenía una larga cabellera, esta le llegaba hasta la altura de las rodillas, traía puesta un vestido con bombos, parecía una pequeña hada; sus ojos temerosos me observaron, ella quería llorar, estaba reteniendo las lágrimas.

—Tú no eres Nerea, Nerea murió.
—No, soy yo, mi mamá me protegió, no morí.
—¡Mentirosa! —ella gritó e inmediatamente todo lo que estaba afuera de nosotros se oscureció.

Comencé a escuchar el llanto de una niña, y caminar en dirección de aquel sollozo. Me vi misma sentada en una esquina del orfanato. Mis brazos abrazaban con fuerza mis piernas, mi respiración era agitada, y mi llanto se hacía cada vez más y más fuerte.

—Quiero a mis papas... —mi pequeño yo lloraba con fuerza, recordaba este momento. Los niños de la cuadra siempre me molestaban, me llamaban huérfana, me repetían hasta el cansancio que mis papas no me habían querido.

Cuando traté de acercarme la imagen desapareció, volví a aparecer en el techo del palacio, pero esta vez, pude ver el cuerpo de Cavendish y el de Treyment tendidos en el suelo. Las enredaderas negras habían llegado a su rostro, sus ojos estaban desorbitados, y al tocarlos, su piel se sentía sumamente helada.

Mi respiración comenzó a volverse entrecortada, el corazón se había apagado por completo, y ellos habían muerto. Vi mis palmas y las líneas estaban fuertemente marcadas en mis palmas, comencé a gritar, pero nadie me escuchaba, no había ni un solo ruido. Estaba yo sola. Estaba completamente sola.

—¡Esto no puede estar pasando! —grité con fuerza mientras me abrazaba a mí misma, pero nadie me oyó—. Treyment dijo que jugarías con mi mente, esto es una ilusión, no puede ser verdad ¡No es verdad!

Las lágrimas no paraban de salir, mi cuerpo tiritaba con fuerza. Este era mi mayor miedo, quedarme completamente sola, y si en verdad había caído producto de la ilusión del corazón, necesitaba regresar cuanto antes, de lo contrario, todos en Miondel morirían.

—¿Por qué no quieren jugar conmigo?

Volteé hacia atrás y me vi a mi misma de pequeña, mis mejillas estaban enrojecidas, Mildred se acercó hacia donde me encontraba y me levantó del suelo, me abrazó con gentileza y besó mi mejilla.

—Si no quieren jugar contigo, no te preocupes, yo jugaré contigo.
—Mildred... ¿Por qué no tengo papas? —ella me observó con tranquilidad, me sonrió con ternura y limpió mi nariz con la manga de su ropa.
—A veces, pequeña Nerea. Los pequeños tesoros tienen que ser puestos bajo el cuidado de alguien más para poderlos resguardar.
—¿Soy un pequeño tesoro?
—¡Claro que si pequeña!
—¿Por qué mis papas no me quisieron entonces?
—Estoy segura de que te amaron muchísimo, mi niña. Te contaré algo ¿Sí? —Mildred caminó hasta un pequeño mueble y se sentó, luego me colocó en su regazo—. El día en que llegaste a mi vida, yo estaba atravesando por una etapa muy dura, había perdido a mi esposo, y me era difícil el pensar en un futuro. Quería rendirme, pero, aquella noche, cuando escuché la puerta ser tocada con tanta insistencia, y te vi allí, tan pequeñita, decidí que no me daría por vencida, por ti y los demás. Cuando te cargué, había una pequeña nota dentro de tu manta, en ella decía lo siguiente.

«Mi amada niña, deseo que tu camino siempre este lleno de amor y cariño, sé que siempre te preguntaras porque estás sola, pero confía en mi cuando te digo lo siguiente, algún día nos volveremos a ver, y créeme que cuando eso pase, te recibiré con los brazos abiertos y te daré la bienvenida. Tan solo se paciente, que esto no es un adiós, si no un hasta pronto.»

—¿Entonces mis papas si me querían?
—Ellos te amaron desde el fondo de tu corazón y lo siguen haciendo aunque ya no se encuentren aquí.

Al ver detrás de Mildred pude ver a mis padres de pie, ellos sujetaban los hombros de ella mientras sonreían, y conforme mi madre hablaba, los labios de Mildred se movían. Cada escena posterior a esa fue lo mismo, mis padres siempre estaban colocados a una cierta distancia de ella y me observaban desde lejos. Cuando Marcus saltó por la cerca de metal, mi padre me ayudó a pasar. Cuando iba a un hogar adoptivo ellos siempre se encargaban de protegerme, y evitaban que me metiera en muchos más problemas. Al dormir, ellos siempre velaban mis sueños. Ellos siempre estuvieron presentes en cada aspecto de mi vida, solo que no los pude ver en su debido momento.

«Nerea...»

Fui empujada hacia atrás, mi cuerpo cayó dentro del lado, estaba flotando, pero ahora podía respirar con normalidad. Miré hacia los lados y cuando observé hacia el frente, pude ver a Cavendish, él nadaba en mi dirección, y cuando por fin estuvo cerca de mí, me abrazó con fuerza. Solo cuando sentí el tacto de su cuerpo fue que salí del trance en el que el corazón me había introducido.

—Nerea... —él sujetaba con fuerza mi mano, las marcas negras comenzaron a aparecer en sus palmas, le rogué que se fuera, pero no me hizo caso—, no te dejaré sola, juntos lo lograremos.
—De acuerdo.

Nuevamente observé hacia arriba, el orbe había comenzado a moverse en dirección al corazón, este cambiaba de forma de colores, es como si estuviera pidiendo auxilio.

—¡Ya no estás sola! —grité y Cavendish no entendía a quién se lo decía— ¡Te prometo que yo cuidaré de ti ahora!
—¿Lo prometes? —se escuchó una respuesta desde la parte superior, y Cavendish observó hacia allá.
—¡Lo prometo, mis padres ya no están, pero ahora yo te cuidaré!
—¡Te cuidaremos! —está vez Cavendish fue quien habló, demostró tal seguridad, que finalmente, el corazón dejó de rehusarse a aceptar la magia.

Para cuando el orbe negro llegó a la parte superior, el corazón se expandió al doble de su tamaño, tal y como era hace muchos siglos atrás. Se formó una aureola boreal y esta envolvió todo Miondel en su totalidad, algunos polvos transparentes comenzaron a caer sobre todas las casas, y al cabo de unos minutos, poco a poco los habitantes comenzaron a salir. Cavendish observó sus manos y las líneas negras se fueron borrando gradualmente, ambos observamos a Treyment y las líneas también comenzaron a desaparecer.

Miré hacia el frente y la imagen de la pequeña niña estaba allí debajo, me acerqué hacia ella con cautela, y me puse a su altura, acaricié su rostro con suavidad y luego la abracé con fuerza.

—Sé lo que es sentirse sola.
—Los extraño —me dijo mientras sus pequeños brazos rodeaban mi cuerpo.
—Sé que sí, pero ellos siempre están con nosotras.
—Gracias, Nerea.

Tras decir esto su pequeño cuerpo comenzó a desvanecerse, tenía una inmensa sonrisa plasmada en su rostro, me recordó a mi luego de que aquel día, escuchara a Mildred. Si bien, mis padres habían creado al corazón para que ayudara a los demás, este poco a poco fue adoptando una forma, se transformó en alguien pensante, alguien que sufría, que lloraba, alguien a la que le dolió su perdida. Pero a diferencia de mí, nadie pudo escucharla, nadie la pudo consolar. Y eso, generó su inestabilidad.

—No lo entiendo... —Cavendish se acercó hacia donde me encontraba, yo aún observaba hacia arriba—¿Quién era ella?, se parecía a ti
—Ella también es parte de mi familia, mis padres al crearla buscaron que el corazón entendiera, sintiera poseyera compasión por sus habitantes. Como es natural, ella creció poco a poco, quizás mis padres no esperaban que adoptara una forma, pero él deseo de ella por estar a su lado generó que cambiara de aquella manera.
—Entonces ¿El corazón siente?
—Sí, ella es capaz de sentir las emociones de todos. Pero, ella también fue capaz de albergar dentro de sí emociones negativas. Al morir mis padres, ella se sintió sola, triste, devastada.
—No pensé que la magia de Early y Nerlyuc fuera tan poderosa.
—Yo tampoco lo imaginaba.
—Gracias Nerea —Cavendish me abrazó con fuerza, yo le correspondí el abrazo de la misma manera—. Nos salvaste.
—No, tú me salvaste —le sonreí, me aparté un poco y besé sus labios con gentileza—. Si no hubiera escuchado tu voz, hubiera dejado que la oscuridad me consumiera por completo.

Después de aquel abrazo, nos acercamos a Treyment, el lloró de la emoción, me abrazó y me dio las gracias. Acababa de salvar a todos los aldeanos de Miondel, y también había ayudado al corazón, ella tan solo necesitaba ser escuchada, querida y comprendida. Y así como ella había protegido a los aldeanos durante tantos siglos, yo quería hacer lo mismo, protegerlos, guiarlos y escucharlos.

Luego de ese día, el corazón brilló con mayor intensidad, las cosas volvieron a restaurarse, la magia que ellos poseían volvió a ser la de hace tantos siglos atrás. Y todos se lo agradecieron, elaboraron un pequeño festival en conmemoración del corazón y aquel día este brilló con mayor fuerza. Eso es lo único que ella buscaba, ser escuchada, ser cuidada y protegida. Quería que todos entendieran que no solo era un objeto que flotaba, ya que ella también poseía las mismas emociones que ellos.

Cuando alguien esta solo termina ahogándose a sí mismo, con sus miedos, sus inseguridades, pero si encuentra tan solo a una persona que lo escuche sin juzgarlo, genera un cambio sumamente positivo. En este punto de mi corta vida, me siento feliz de tener gente que me quiere, me escucha y me comprende.

Mi camino comenzó con una luna llena que estuvo manchada con sangre. Pero también, la misma luna se encargó de entregarme personas y momentos invaluables. En definitiva, agradezco que aquella noche en particular hubiera estado, bajo la luz de la luna. 

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