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Capítulo II: La criatura del lago.

Dormí durante mucho tiempo, no sé cuánto fue exactamente pero no podía evitar sentirme sumamente cansada, mis ojos me ardían demasiado, ni siquiera quería observarme al espejo, estaba segura de que me encontraba echa un desastre. Abrí los ojos durante breves segundos y observé un poco el paisaje, los edificios de la ciudad ya no eran visibles, ahora lo único que lograba ver desde la ventana eran arboles inmensos y mucha vegetación. Miré hacia el frente y observé a Marcus quien se encontraba tarareando una canción, él tenía un auricular puesto en una oreja, imagino que se los colocó para evitar despertarme.

No le dije nada, tan solo volví a cerrar los ojos y nuevamente dejé que mi cuerpo se relajara, pasaron algunos minutos y nuevamente me quede dormida, pero en esta ocasión, me sentía sumamente inquieta, en medio de aquel sueño en el cual me encontraba, podía jurar que escuchaba las voces de unas personas, las cuales no lograba reconocer, y estas hablaban de una manera sumamente extraña, en algún tipo de idioma que no lograba entender, pero lo que si intuía de aquella conversación, era la desesperación, sus voces sonaban entrecortadas, como si estuvieran escapando de algo o alguien en particular.

Traté de analizar lo que decían y puse todo mi esfuerzo en escuchar nítidamente su conversación, pero en cuanto ya estaba a punto de oír con mayor claridad, Marcus me despertó tocando mi hombro suavemente. Me levanté de manera desganada, tardé algunos segundos en recordar donde me encontraba y luego me senté en el asiento del automóvil, sentía mucho frio ya que él dejó la puerta abierta.

Marcus me observó en cuanto abrió la maletera, y de allí sacó una polera que se veía enorme, probablemente era de él, luego caminó nuevamente hasta el asiento donde me encontraba y la extendió esperando que la tomara. Traté de ser lo más cordial posible, pero le dije que no la necesitaba, en ese momento estaba tan asqueada con mi mala suerte que simplemente me paré del asiento ignorando su ofrecimiento, quizás la manera en la cual lo expresé no fue la correcta, sin embargo, lo que si agradecía era que él fuera alguien un poco corto de mente, porque aparentemente pareció no importarle.

Al salir del automóvil me sujeté los brazos para tratar de entrar en calor, y luego observé la posada frente a mí, no era ni muy grande ni muy pequeña, el tamaño era el necesario para que uno se sintiera como en casa y no recordara que había ido a descansar a un lugar extraño. El lugar estaba echo de madera, se veía muy rustico, poseía unos ventanales grandes en la parte inferior y unos más pequeños en la parte superior, asumí que en la segunda planta se encontraban las habitaciones de los huéspedes, luego mi vista no pudo evitar dirigirse hacia la enorme salida de chimenea que había en el techo, si, en verdad, este lugar cumplía con los requisitos para un pequeño paraíso en medio de la nada.

Miré hacia el cielo y quedé maravillada, la luna se veía sumamente preciosa, y rodeándola había muchas estrellas, las cuales desde la ciudad no se visualizaban en lo absoluto, me sentí bien en ese momento, ni siquiera me importo la fresca brisa del aire, era como si al llegar a ese lugar, una energía inexplicable me envolviera. Así que cerré los ojos, pero en cuanto lo hice, juraría que logré escuchar las mismas voces que oí cuando estaba durmiendo.

—Bienvenida a Buon Riposo —él se acercó a mí y colocó una mano sobre mis hombros, yo simplemente suspiré mientras blanqueaba los ojos.
—¿Qué significa Buon Riposo? —pregunté sarcástica mientras me cruzaba de brazos.
—Buen reposo —sonrió y se alejó nuevamente hacía la parte trasera del automóvil mientras acomodaba las cosas que había comprado.
—¿Por qué usaste un nombre en italiano?
—Para darle clase —elevó el pulgar hacía mi dirección tratando de lucir elegante y sonrió mientras guiñaba un ojo.
—Llévame ahora por favor —susurré mientras observaba al cielo.
—Jaja —el rio mientras negaba con la cabeza—. Nerea, necesito ayuda con esto ¿Puedes?
—Voy... —le respondí y me dirigí hacia su lado.

Si bien, el lugar era precioso, era muy tranquilo, demasiado para mi gusto, tanta quietud y silencio me ponía impaciente. Me sentía como en un episodio de «coraje, el perro cobarde», incluso ese adorable perro rosado se sentiría sumamente inquieto aquí y tomaría a Muriel para poder escapar muy lejos, probablemente Justo se quedaría y lo llamaría estúpido perro mientras los observaba huir. A veces me sorprende la cantidad referencias absurdas que logro pensar, soy hilarante y divertida, debería incursionar en la comedia.

Me acerqué hacía donde estaba Marcus y tomé una de las cajas, cuando comenzamos a caminar en dirección hacia la posada, me percaté de algo particular: en medio de aquel frondoso y espeso bosque, había una valla que decía «Prohibido pasar», observé atentamente el lugar y en medio de toda esa espesa vegetación, podía jurar que sentía como si algo me observara, allí, a lo lejos y escondido.

—Marcus ¿Por qué el bosque tiene esa valla? ¿Hay animales salvajes o algo? —le pregunté mientras lo observaba.
—No, nada de eso —me respondió—, este lugar tan solo tiene aves durante el día, por la noche no se escucha ni un solo sonido.
—¿Entonces?
—Pues... —carraspeó—. Te lo contaré luego, cuando todos estén presentes, te lo prometo.
—Está bien. —le respondí sintiéndome algo confundida, no entendía porque tanto misterio al respecto.

Al entrar a la posada, una pequeña campanilla retumbó, mi vista paseó por todo el ambiente analizando pieza por pieza que veía. Todo estaba elaborado de madera, y si la fachada gritaba rustico desde afuera, el interior lo hacía aún más, pero no en exageración. No, parecía como si cada pequeño objeto allí colocado hubiera sido elaborado únicamente para ubicarse allí, esto generaba que el ambiente en verdad fuera muy cálido y agradable. Una puerta al otro lado del mostrador se abrió y al cabo de unos segundos, una muchacha de cabello castaño salió por esa puerta, ella se acercó y me observó mientras sonreía enormemente, luego, me abrazó con fuerza, como si me conociera de toda la vida. Yo por mi parte me quedé estática, odiaba que la gente que no conocía me tocara asumiendo que se los permitía, observé a Marcus tratando de pedirle una explicación, pero él simplemente me observaba mientras se recostaba un poco en el mostrador con esa tonta sonrisa en sus labios.

—¡Pero qué bonita te pusiste! —ella se separó y tomó mi rostro entre sus manos.
—¿Quién eres? —exclamé con dificultad ya que ella me estaba apretando la cara como si se tratara de masilla para elaborar cosas.

Si me besaba, juraba por todo lo santo y sagrado del mundo que la golpearía muy fuerte.

—¡Oh cierto! Perdón Nerea —ella me soltó y me sonrió—. Es normal que no te acuerdes de mí, yo me fui del orfanato cuando tú tenías tres años —ella acarició mi cabello conforme hablaba—, antes no te despegabas de mí.
—¿Perdón? —la observé bien y ella seguía allí, sonriente y radiante.

Traté de recordar su rostro y me demoré varios minutos en hacerlo, era como si mi cerebro se tratara de un viejo computador y esperaba que cargara al cien por ciento. De pronto, la recordé, o al menos eso creía, pero no por los motivos que ella esperaba, si no que recordaba su rostro por las fotografías de Mildred, no había cambiado mucho.

—Creo haberte visto en fotos —le respondí y ella asintió mientras sonreía.
—¡Si! Yo salgo en la pared de fotos de Mildred.
—¿Y qué haces aquí? perdona pero, tenía tres años así que no recuerdo tu nombre.
—No te preocupes —ella rio—. Mi nombre es Micaela, bueno, yo vivo y trabajo aquí, soy la esposa de Marcus.
—¿Esposa? —miré a Marcus mientras sonreía y se encogía de hombros.
—¿Qué puedo decirte? —exclamó divertido—. Nuestra historia de amor fue épica, cuando ella se fue del orfanato le prometí que la buscaría en cuanto tuviera algo que ofrecerle, y si lograba encontrarla nos casaríamos.
—Es verdad, aunque he de admitir que fue graciosa la manera en la cual volvimos a vernos —ella continuó la historia— yo era practicante en una empresa de bienes raíces y él era uno de los inversionistas, bueno, su familia adoptiva —ella lo abrazó por la cintura y él depositó un suave beso sobre su cabeza— ¡Quién diría que Marcus tendría tanta habilidad con los negocios! , aún recuerdo cuando el heladero lo estafaba con el vuelto cuando él le entregaba un billete. —Marcus hizo un sonido fingiendo estar indignado— En fin, básicamente es eso, nos vimos, nos pusimos al día y en unos meses estuvimos saliendo, luego él pidió mi mano, y aquí estamos. Yo lo llamo, obra del destino —ambos se abrazaron con fuerza.
—Por favor, no se besen, vomitaré si lo hacen —tras decir esto ellos rieron, genial, eran una pareja de lindos tontos—. Entonces ¿Me trajeron porque de alguna manera quieren completar su familia feliz? —me crucé de brazos mientras alzaba una ceja.
—Puede que no me recuerdes Nerea, pero tú significaste mucho para mí en el orfanato —ella se separó de Marcus y volvió a abrazarme—. Me alegra ver que creciste bien, eres algo acida ahora, pero me resultas adorable.

Marcus se alejó de nosotras y luego de varios minutos en los que Micaela se negaba a soltarme, apareció con tres personas más, una señora algo bajita, un señor con traje de chef y una mujer que se veía un poco más joven que Mildred. Los tres me sonrieron y saludaron muy amenamente, como si me tratara de una persona a la cual conociera y no hubieran visto en años, debo admitirlo, me sentí rara pero a gusto. Luego de que los saludé Marcus habló y me dijo sus nombres: Rita, Andrés y Stefania, en ese orden respectivamente, ellos volvieron a saludarme y luego de eso, él pasó a explicarme las labores que cada uno tenía.

Aparentemente, yo ayudaría a cualquiera en lo que se necesitará, actualmente habían hospedados cinco huéspedes así que si estaría algo ocupada. Rita era la encargada de la limpieza y si ella necesitaba mover algo un poco pesado tenía que ayudarla, ya que se encontraba algo mal de la cadera, Andrés era el cocinero y como yo tenía algo de noción en repostería lo ayudaría con los postres, de paso aprendería muchas más técnicas. Que puedo decir, amo los dulces y sobre todo comer. Por último, pero no menos importante, la labor de Stefania era la que más me gustaba, y era la persona a la cual más ganas tenía de ayudar, ella era la encargada de las actividades del lugar, ya sea música, danza o arte, y yo la ayudaría a brindar las clases.

—Bueno, ahora que ya expliqué lo principal, te diré acerca de lo que querías saber Nerea.
—¿Le dirás lo del bosque? —preguntó Andrés y Marcus asintió.
—Ella estará con nosotros durante mucho tiempo, tiene que saberlo —los demás excepto Micaela asintieron no muy convencidos—. Verás, la posada lleva abierta cinco años aproximadamente, pero por lo que me dijo el hombre que me vendió el terreno antes no había nada excepto vegetación, incluso donde estamos ahora había un enorme árbol pero tuvo que ser talado porque sus raíces se pudrieron
—¿Y cómo conseguiste los permisos para comprarlo? Un terreno así no debió ser nada barato.
—Te equivocas —esta vez fue Micaela la que habló—. Supongo que por lo alejado del lugar fue más fácil encontrarlo a un precio accesible —ella sonrió—. En sí, este lugar iba a ser un resort ostentoso y lujoso pero desistieron de la idea.
—La suerte estuvo de nuestro lado supongo —Marcus se encogió de hombros mientras sonreía—. Bueno, al comienzo nosotros contábamos con servicio de paseos en botes y escalada a la montaña, pero cuando los huéspedes se quedaban durante horas de la noche en el bosque pues... Pasaban cosas muy extrañas, el equipaje que traían cambiaba de lugar constantemente, algunas personas sentían claramente cómo eran empujadas mientras caminaban e incluso los que subían al bote juraban que algo dentro del agua lo movía y hacía que cayeran antes de llegar al centro.
—Fueron tantos los incidentes que por eso decidimos cancelar esos servicios y prohibir la entrada —Micaela se cruzó de brazos y suspiró.
—¿Pero nunca vieron nada? —les pregunté mientras los observaba directamente— Por lo que me están contando debió haber sido algo en concreto, dudo que todo haya pasado de la nada.
—Ese es el problema Nerea, nunca nadie vio nada, eran grupos bastante grandes, lo que haya sido simplemente no quería que nadie entre en el bosque.
—Muchas veces las cosas que más miedo dan son las que no podemos ver —Micaela suspiró, sujetó un mechón de su cabello y continuó con su relato—. Hace un año decidimos volver a ir, fue una especie de prueba de valor entre los anteriores trabajadores, nos dividimos por grupos, cada uno tenía una linterna y una bocina para alertar a los otros por si algo pasaba.
—Fue un día que definitivamente no olvidaré —esta vez fue Andrés quien habló.
—Sí, yo igual—Marcus suspiró—. Mira, jamás he sido una persona miedosa y lo sabes Nerea —yo asentí—, pero ese día en particular si sentí miedo, vivía pensando que todo era parte del pavor colectivo y la gente alucinaba cosas, pero me tocó vivirlo, ese día nuestro grupo fue el primero en llegar al lago y escuchamos las bocinas del grupo de Micaela, corrimos hasta donde estaban y uno de los trabajadores se encontraba tirado en el suelo, temblaba como una hoja.
— Él comenzó a gritar diciendo que algo lo había empujado al suelo —Micaela frotó sus brazos, se notaba que el tema la incomodaba—, nosotros nos miramos desconcertados porque no había nada, pero luego de eso escuchamos pisadas, apuntamos con las linternas en todas las direcciones pero no logramos ver nada, lo peor vino después —ella suspiró—, escuchamos unos golpeteos como cuando un caballo corre e inmediatamente oímos su relinchar muy cerca de nosotros.
—Luego de eso salimos corriendo —Marcus se frotó la nuca y luego volvió a cruzarse de brazos—, el otro grupo ni siquiera llego a la mitad, salieron espantados porque dijeron que alguien gritó que se largaran de su bosque. Después de ese día los trabajadores que fueron con nosotros renunciaron porque tenían miedo y solo quedamos los que ves aquí.

No podía dar crédito a lo que estaba escuchando, jamás he sido alguien que se deje influenciar por una historia de terror, porque después de todo está bien podría ser una broma para la recién llegada, pero la seriedad en el rostro de Marcus y de los demás era tal, que esa idea quedo descartada inmediatamente.

—Quizás fue un caballo —dije y ellos se miraron.
—Nerea, en este bosque solo habitan aves, o al menos es de lo que nos hemos podido percatar, no hemos notado la presencia de ninguna otra criatura, e incluso estas aves únicamente hacen ruidos durante el día, al caer la noche es como si... No lo sé, es como si todos los animales se hubieran marchado. Créeme que hemos buscado varias veces tratando de darle alguna explicación coherente para lo que paso esa noche, pero no hemos encontrado nada.
—¿Entonces, todo esto ocurre durante el día? —les pregunté.
—No, todos los sucesos extraños ocurren durante la noche, en especial durante las noches de luna llena.

Marcus, Micaela y el resto siguieron hablando de las experiencias que cada uno había tenido, debo admitirlo, era interesante oír tantas historias, quizás todo se trataba de un simple malentendido, los trabajadores pudieron haber tropezado o pudieron haber escuchado el eco de alguna piedra cayendo de las montañas y ellos pensaron que se trataba de alguien.

Para cuando terminaron de hablar, y de darme por recomendación nunca acercarme al bosque, yo simplemente asentí con tranquilidad y les prometí que nunca entraría allí, al parecer todos se sintieron relajados por mi respuesta, pero a decir verdad, oír tantas cosas solo me habían hecho tomar una decisión, y esta era, ir y vivir en carne propia si todo por lo que pasaron es verdad.

Marcus me acompañó a la que sería mi nueva habitación, estaba daba a la parte posterior de la cabaña y tenía una vista preciosa del lago, el cuarto era pequeño, pero acogedor, aunque el ver las paredes tan desnudas me volvía algo loca, ya mañana desempacaría algunos cuadros que pinté en el orfanato y los colocaría para tratar de sentirme a gusto. Marcus me despidió y me deseó buenas noches, estuvo a punto de darme un beso en la frente como cuando era pequeña, pero le dejé muy en claro que no era una niña y no necesitaba ese tipo de cosas, él simplemente rio y se fue dejándome completamente sola. Desempaqué mis cosas y me coloqué la ropa de dormir, estaba nerviosa por ir a ese lugar al otro día, a decir verdad, todo este bosque me hacía sentir algo extraño y esto generaba que algo se moviera dentro de mí. Observé el lago por última vez y luego me dirigí hacia mi cama, en este punto ya me encontraba sumamente cansada por todo el viaje en automóvil, eso y sumado al hecho de que sentía mis ojos sumamente pesados por todo lo que había llorado desde el día de ayer.

En cuanto me acomodé y tapé con las sábanas me dormí inmediatamente, no paso mucho tiempo para que comenzará a soñar, en mis sueños era incapaz de moverme, tan solo era una simple espectadora que observaba todo desde la superficie como si me encontrara volando por los aires. Pude ver como algunos hombres de armadura entraban de una forma sumamente violenta dentro de un castillo, escuchaba gritos y también podía ver como cuatro personas salían corriendo por la parte trasera. Una escena en particular llamo mi atención, había una mujer de cabellera negra que parecía estar lastimada, ya que podía notar como algunas gotas de sangre caían al suelo, ella sujetaba con fuerza a un bulto sobre su pecho, de pronto, un enorme e imponente caballo de color negro atravesó uno de los ventanales y corrió hasta estar a su lado, ella se subió sobre su lomo y este comenzó a correr a gran velocidad dentro de un bosque, luego de unos minutos, detuvo su andar, el caballo lamió la herida que poseía la mujer en su brazo y luego ella separó un poco el bulto que cargaba, al observarlo bien, pude ver que se trataba de un bebé envuelto en una manta morada.

Luego de presenciar aquella escena todo se oscureció, el sonido de espadas chocando y de caballos relinchando fuertemente generó que me sintiera mareada, no pude evitar agacharme mientras me tapaba los oídos con fuerza para evitar seguir escuchando. Pero, pese a mi esfuerzo, aun podía escuchar aquellos gritos desgarradores. De pronto, en medio de todo ese infernal ruido, reinó el silencio y únicamente pude escuchar una conversación.

—¡No pienso dejarte! —escuché que una mujer gritaba con desesperación.
—Tienes que hacerlo, nos atraparan a ambos, puedo cuidarme, confía en mí. —esta vez fue un hombre el que le respondió.
—Son demasiados —su voz se escuchaba nerviosa y temblorosa, aparentemente quería llorar—. Déjame ir contigo.
—No puedes, hablaré con ellos, sé que me entenderán.
—¡No quieren hablar! —gritó la mujer.
—¡Creé en ellos, sé que me escucharan! Tómala y huyan, luego iré con ustedes, lo prometo.

Seguidamente, escuché el relinchar de un caballo siendo herido, la mujer nuevamente volvió a gritar con todas sus fuerzas, pero aquella voz se vio mezclada por el sonido de otro caballo relinchando, después de eso, una extraña voz comenzó a retumbar en cada rincón de mi mente repitiendo una y otra vez: "Et ab omni malo defendat, et nihil et nemo potest conteram eaque". La voz llego un punto en que se volvió verdaderamente molesta, una y otra vez se seguía repitiendo, no se detenía por nada del mundo. De pronto, nuevamente todo ese ruido estridente desapareció dejando tras de sí únicamente el sonido de un cristal quebrándose en miles de pedazos, esto fue lo último que escuché antes de despertar.

Mi pecho subía y bajaba, mi respiración se encontraba sumamente agitada y por alguna extraña razón sentía una indescriptible tristeza dentro de mí, toqué mi rostro y sentí algunas lágrimas recorriéndolo, no entendía porque, pero en ese momento sentí tanto dolor dentro de mi corazón que lloré por muchos minutos más. Luego de levantarme, y de tranquilizarme tomando una ducha, comencé a realizar las labores que se me asignaban, ayudaba a alguno de los inquilinos con lo que solicitaban y preparaba las cosas para que siguieran un pequeño itinerario de diversión, el sueño me había generado mucha confusión, no sabía quiénes eran esas personas ni tampoco que era lo que estaba pasando en ese lugar, tal vez se trataba de mi imaginación jugándome alguna mala pasada.

Al anochecer, y luego de cenar todos se despidieron, cada uno se fue a su habitación, Marcus y Micaela me desearon buenas noches y yo caminé en dirección a mi cuarto, pero solo cuando escuché su puerta cerrarse, caminé sigilosamente hacía la parte trasera de la posada para poder salir. Una vez fuera, me dirigí hacia la entrada del bosque y pasé la cerca de prohibición que ellos habían hecho, conforme me acercaba hacía el centro no podía evitar ponerme aún más nerviosa ¿A mí también me pasaría lo mismo que a ellos? No podía evitar preguntármelo.

Caminé durante mucho tiempo, y, a decir verdad, lo único que había generado una alarma en mi fue un ave que paso volando muy cerca de mi cabeza. En cuanto llegué al centro no pude evitar quedar sorprendida, el lugar era en verdad precioso, el agua era tan clara que podías observar con tranquilidad el fondo del lago y las montañas que lo rodeaban daban la sensación de que lo protegían con su imponente tamaño. Esta sensación de paz y tranquilidad es algo que nunca había experimentado en mi vida, amaba esta sensación de pureza que me envolvía como si hubiera una clase de energía aquí que me llenara, a tal punto que lograba tranquilizar mi inquieta alma, era casi como... si todo lo que me rodeaba buscara transmitirme algún tipo de mensaje.

Cerré los ojos e inhalé profundamente el aire sintiendo su suave y fría brisa recorrer mi cuerpo hasta ingresas a mis fosas nasales. Luego de unos breves minutos disfrutando de aquella paz, no pude evitar abrir los ojos, y al hacerlo, pude percatarme de la hermosa luna que se reflejaba en el agua, era casi como si uno al llegar hasta el centro del lago, pudiera tocarla. De pronto, un extraño halo de luz apareció allí donde el reflejo se encontraba, aquello era algo sumamente irreal, me vi obligada a frotar mis ojos con fuerza, y en cuanto los volví a abrir esperando que aquello ya no pudiera verse, me comencé a sentir aún más nerviosa al percatarme que en verdad ese brillo estaba allí, el valor que tuve hasta hace poco se desvaneció por completo, y este sentimiento solo se acrecentó aún más en cuanto desde las profundidades del lago vi como emergió una criatura, la cual solo conocía por cuentos infantiles.

Mi cuerpo comenzara a temblar, no producto del frio de la noche, sino del miedo que tenía en esos momentos, algunas pequeñas gotas de sudor comenzaron a recorrer mi frente hasta perderse en mi cuello ¿Acaso me encuentro dormida? Me pregunté una y otra vez al ver nuevamente lo que tenía frente a mí, así que, lentamente tomé mi brazo y lo apreté con fuerza mientras seguía mirando atenta como aquella criatura terminaba de emerger del lago. Y solo tras propiciarme ese pequeño dolor me pude percatar de que no estaba soñando... en verdad estaba frente a ese majestuoso ser.

Pese a que era de noche, el brillo de la luna bastaba para que lo pudiera ver a la perfección y lo analizara a detalle. Algunas gotas de agua comenzaron a gotear de su cuerpo hasta perderse en el lago, vi cómo se sacudió quitando el exceso de esta, y luego, aquella criatura extendió unas hermosas alas de color blanco, las cuales brillaron con fuerza durante varios minutos, aquel brillo se mantuvo así, intacto hasta que finalmente terminó apagándose y las alas desaparecieron. El cuerno que llevaba en su frente comenzó a hacer lo mismo y lo envolvió en un halo de luz que me logró cegar por breves segundos... Segundos en los cuales él reparó en mi presencia y me observó con desconfianza.

—¿Quién eres tú? —pude escuchar como una voz fuerte y masculina retumbaba en los rincones de mi mente, sin embargo, no había nadie más junto a mí.
—¿Quien dijo eso? —exclamé con torpeza mientras sentía mi labio temblar con fuerza.
—Fui yo... —volví a escuchar aquella voz y mis ojos se posicionaron sobre aquel majestuoso ser que me miraba directamente—. ¿Puedes entenderme? —capté un tono de confusión en sus palabras.
—Claro que puedo... —sentía mis manos sudar y mis piernas temblar, tenía la sensación de que en cualquier momento caería al suelo, por suerte había un árbol a mi lado del cual me vi obligaba a sujetarme.
—¿Eres humana? —preguntó acercándose a mí con lentitud como si me examinara de pies a cabeza.
—Si lo soy... ¿Tú que eres?, ¿Y por qué puedo comunicarme contigo? —mi voz comenzó a temblar, en verdad me sentía sumamente nerviosa por tenerlo frente a mí.
—Soy lo que los de tu raza conocen como unicornio, pero en mi mundo me llamo Cavendish, el príncipe de Miondel—exclamó con firmeza mientras ladeaba ligeramente su cabeza.

En cuanto llegó a la orilla, y estuvo frente a mí, me vi obligada a mirarlo hacia arriba ya que era sumamente grande. Sus ojos azules me observaban con detenimiento, eso me puso más nerviosa aun, podría jurar que el golpeteo de mi corazón producto del miedo retumbaba tan fuerte que se escuchaba por todo el lago, e incluso juraría que se lograba escuchar en la posada.

—Con respecto a la otra pregunta—añadió luego de varios minutos en silencio—, no sé por qué puedes entender lo que digo, los de tu raza dejaron de vernos y escucharnos hace muchos siglos.
—Entonces, ¿Eh perdido la cordura? —extendí mis manos hacía él para poder tocar su pelaje, debía estar demente, no era posible que estuviera comunicándome con una criatura fantasiosa.
—No, no la has perdido doncella —Cavendish retrocedió unos pasos evitando el roce de mis dedos—. Yo soy tan real como lo eres tú.
—¿Eres tú al que todos temen y el que asustó a los trabajadores hace un año? —le pregunté directamente y sin rodeos.
—Ah... esos humanos —pude escuchar como una leve risa retumbó en mi cabeza—, solo jugué un poco con ellos, no fue para tanto —exclamó con naturalidad.
—¡Les propiciaste un susto de muerte! —repliqué—. Por ti cerraron esta parte del bosque.
—Es mejor —escuché un suspiro provenir de él—, así los animales que habitan aquí pueden andar libres.
—¿Animales?, me dijeron que no había ningún animal a excepción de las aves.
—El hecho de que no puedas verlos no significa que no estén ahí —sentí como su voz murmuraba despacio mientras se sentaba en el suelo sobre sus patas.

Sentí mucho miedo al verlo, es decir, era algo natural, cualquier en mi posición hubiera huido al verlo, pero mi curiosidad podía mucho más, y aquel miedo que sentí en un principio se trasformó en ansías de obtener nuevos conocimientos. Inevitablemente miles de preguntas se formularon en mi mente, y necesitaba darles una respuesta. Me contó como era su mundo y yo le expliqué como era este mundo, en especial el lugar donde crecí, pasaron las horas y no podía dejar de conversar, era como si algo de él me resultara sumamente familiar, como si ya antes ambos nos hubiéramos visto.

La conservación se situó en una parte de la historia de su pueblo, me dijo que los de su especie habitaban libremente la tierra es por eso que se escribieron tantos registros de su raza a lo largo y ancho del planeta, registros los cuales, con el tiempo, pasaron a formar parte de literatura fantasiosa, erradicando de ese modo, todo rastro real que pudiera haber habido de ellos en la tierra. Otra cosa que llamó particularmente mi atención, fue el quiebre entre ambas especies, humanos y unicornios para ser más exactos, esto ocurrió cuando los humanos comenzaron a cazarlos y asesinarlos para poderlos vender, ya que habían descubierto que el pelaje de su raza poseía propiedades curativas, y no solo eso, si no que el cuerno que ellos poseían era capaz de cumplir un único deseo, aquel que fuera el más profundo de su portador sin importar de quien se tratase.

Los brujos de Miondel, viendo que estaban en peligro de extinción, generaron un conjuro separando de esta forma ambos mundos, y de esta forma crearon una realidad paralela a la nuestra para que los humanos no pudieran encontrarlos. Esto resultó tan bien que los humanos poco a poco se fueron olvidando de la existencia de ellos y se volvieron incapaces de poder verlos y oírlos con total libertad, o al menos hasta el día de hoy. Cavendish también me explico que en aquellos años donde su raza vivió plenamente había tres tipos, los cuales eran: Aquellos que poseían un pelaje blanco, como él, los de pelaje color marrón y los más raros, los cuales poseían propiedades mágicas aún más increíbles, los de pelaje negro, los cuales desgraciadamente fueron los primeros en ser exterminados.

Al preguntarle más acerca del hechizo que los protegía me explicó que si bien la magia que se empleó fue poderosa, como todo poderoso conjuro que ideaban, este con el paso de los años se había debilitado considerablemente, a tal punto que poco a poco había comenzado a desvanecerse, por eso que únicamente podían usarlo al encontrarse en los ríos, lagos o arroyos que les sirvieron como puerta de escape al inicio, la cual funcionaba únicamente cuando la luna llena se encontrara en su punto más alto, en el resto de faces que esta pudiera poseer ellos solo podían ver hacía el otro lado como si se tratara de un espejo. Pero, desgraciadamente, muchas de aquellas puertas ya habían sido destruidas debido al crecimiento de la población humana.

Noche tras noche asistía a aquel encuentro, y para ser exacta, eran días en los cuales el brillo de la luna aún se encontraba en su punto más brillante realizaba aquella caminata solo para encontrarme con él. Al caer la noche al cuarto día, la luna ya se encontraba en una nueva fase, y solo en ese momento pude comprobar que lo que él había dicho era verdad, al llegar al lago en esa noche en particular, no había rastro de él por ninguna parte, tan solo podía oírlo llamándome desde el centro del lago. Tomé un bote abandonado que había en la orilla y me dirigí hacia aquel lugar de donde provenía la voz, luego de llamarlo un par de veces, comencé a pensar que no lograría oír mis palabras, pero cuando ya estaba dispuesta a volver a la orilla, pude oí su voz con total nitidez diciendo «Aquí estoy Nerea», no pude evitar sonreír al oírlo, pero al verlo por aquel reflejo que poco a poco se iba formando, no vi al hermoso corcel de pelaje blanco, sino, que el portador de aquella voz era un muchacho de cabello largo y dorado como los rayos del sol, el cual llegaba hasta sus hombros. Poseía una tez tan blanca como la nieve y nos labios semi rosados. Cuando me sonrió, pude ver aquellos dientes perfectamente blancos cual perlas. Aquella apariencia me tomó por sorpresa, si bien nunca hubiera imaginado que era capaz de hacer eso, su aspecto en verdad calzaba con su imagen de unicornio, en especial sus ojos, aquellos hermosos ojos azules aún se mantenían igual y emanaban aquella curiosidad, calidez y tranquilidad incomparable, ojos los cuales al percatarme que me observaban atentamente, no pude evitar sonrojarme.

—¿Cavendish? —exclamé sintiéndome sumamente confundida y apenada— ¿Realmente eres tú?
—Sí, soy yo —su hermosa sonrisa era demasiado para mí, generó que nuevamente el sonrojo que ya poseía se extendiera nuevamente por todo mi rostro—. Esta es mi verdadera apariencia
—Pero... ¿Por qué no me dijiste nada al respecto? —pregunté sintiéndome algo molesta por que lo mantuvo en secreto— ¿Y por qué cuando viajas a través del portal te vuelves un unicornio?
—Perdón —se disculpó—, no era mi intención guardar el secreto, es solo que preferí que lo vieras en persona, a decir verdad... quería ver tu reacción —él sonrió ampliamente y yo sentí mariposas dentro de mí—. Y con respecto a lo otro, es por la magia que envuelve al portal, teniendo mi forma natural, por así decirlo, los humanos no pueden verme. Además, aunque desee tener esta apariencia allá me es imposible, es un método de precaución y de seguridad...
—Ya veo —le respondí mientras acomodaba un mechón de mi cabellera detrás de mi oreja.
—Nerea —pude escuchar como su voz se puso seria de repente. Yo en ese momento me encontraba extendiendo una de mis manos para poder tocar el reflejo del agua, el cual producto de mi tacto, disipó un poco la imagen haciendo que pequeñas ondas aparecieran—. Hay una gema que brilla en tu frente —soltó finalmente.
—¿Una gema? —separé mi mano de la superficie y dirigí mi mano al lugar que mencionó, lo toqué con insistencia al igual que todo mi rostro pero no pude percibir nada—, no siento nada ¿Estás seguro?
—Te digo que veo una gema... —él se mostraba sumamente confundido, los gestos de su rostro varonil lo indicaban a la perfección—de este lado puedo ver que tienes una gema color rojo escarlata.
—¿Eso sería algo malo? —le pregunté sintiéndome algo nerviosa no sabiendo si aquello representaba algo peligroso para mí.
—No lo sé... pero a decir verdad, hasta ahora ningún un humano había podido verme o escucharme, quizás se deba a esa gema. Si, ella debe ser la causante de todo esto —su rostro se mostró dubitativo por algunos minutos, y luego de un prologando silencio, finalmente habló—. Esto es demasiado extraño... no tengo conocimiento de algún artefacto en tu mundo que pueda permitir que nos vean.
—¿Entonces qué hago al respecto?, no creo encontrar información de este lado —el frio de la noche comenzó a abrazarme y el cielo empezó a aclararse ligeramente, y solo en ese momento me percaté que faltaban algunas horas para que un nuevo día comenzara.
—Ya va siendo hora de nuestra despedida —pude escuchar su voz con cierta tristeza—, descuida, quizás aquí encuentre algo al respecto, te mantendré informada.
—Espera... —lo detuve.
—¿Qué sucede? —me preguntó.
—¿Puedo verte mañana?
—Seguro, nos vemos mañana —me devolvió una amplia y sincera sonrisa, poco a poco su imagen comenzó a volverse más borrosa en el agua, y no pude evitar nuevamente tocar la superficie—. Cuídate Nerea, descansa y ten dulces sueños — escuché que exclamó antes de desaparecer por completo.
—Nos vemos Cavendish...

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