Capítulo 5
—¿Lista? —asiento mientras me rasco con uno de mis dedos la parte trasera de mi cabeza — ¿Si sabes que no estoy de acuerdo con que vayas al trabajo verdad?
Arrugo el entrecejo en una clara muestra de desaprobación, muy similar a la que mantiene el pelirrojo frente a mi desde que le comuniqué que debía de esperarme para irme con él al trabajo. Sus ojos cafés me escudriñan de arriba abajo con suspicacia, como si estuviera tratando de adivinar si en realidad estoy diciendo la verdad, cosa que ha estado haciendo desde que puse un pie en su casa. Lo cierto era que aún tenía muchos hematomas adornando mi piel, y me costaba un montón estirar o sostener mi propio cuerpo por el escozor de mis heridas y lo mucho que parecían crujir mis articulaciones, pero me había obligado a mí misma a reprimir todas mis molestia con tal de darle un poco de paz a las personas que me rodean, más específicamente a Leandro, que no había parado de atenderme en estos dos días como si me fuera a romper en cualquier momento, en más de una ocasión lo cachaba mirándome más de lo necesario y con la vista fija en mis moretones. Con respecto a la marca de mi cuello había logrado mantenerla escondida con mucho esfuerzo bajo mi mata de cabello rizada, de la cual no podía estar más agradecida en este momento puesto que formaba un telón sobre la herida, ya que si Leandro era capaz de fijarse en ella no habría tenido palabras con las cuales excusar lo obvio.
La marca en mi cuello había tomado un tono amarillento el cual era bordeado por una mancha rosácea, similar a la gran mayoría de mis hematomas en estos momentos. Pero esta era mucho más sensible para mi desgracia, en más de una ocasión podía sentir como los orificios palpitaban o tiraban de si cuando alguna hebra de mi cabello los rozaba. Había estado tratando todas mis heridas con la pomada que trajo hace unos días Leandro, pero esos orificios parecían estar negados a darme un poco de tregua, ya que no veía ningún tipo de mejoría en ellos salvo del color.
—No puedo faltar al trabajo toda la vida —susurré —, además ya estoy bien —di una vuelta sobre mi lugar bajo su atenta mirada, sonreí luego de terminarla —¿Ves?
—Ummm —mi sonrisa decayó bajo su simple respuesta. Estaba consciente de que él aún no estaba conforme con la versión de la historia que le había dado, pero estaba tratando de mantener la compostura y apoyarme con mis decisiones, aunque no fueran de su agrado. Yo habría valorado eso si sus sospechas sobre que Edison fuera el responsable fueran ciertas, pero eso no era lo que había pasado y lamentablemente nadie me creía. Incluso las chicas, quienes se habían aparecido ayer con botanas se encargaron de preguntarme si quería denunciar como mínimo cuatro veces, y no los culpaba, era deprimente que bajo el manejo que lleva la sociedad esa sea la posibilidad más creíble, y siendo sincera la historia que me había inventado no sonaba nada coherente como para ser tomada en serio. Pero durante todo lo que había pasado no tenía tiempo, ni cabeza para pensar en una mentira creíble.
Yo estaba haciendo suficiente al tratar de ignorar las alarmas de mi cabeza con tal de darles un poco de tranquilidad.
Pero la verdad era que no tenía fuerzas, mentalmente estaba tan agotada que siendo realistas aún no sabía porque no había desfallecido en uno de los tantos viajes al baño para vomitar lo que sea que haya ingerido cuando había un minuto de silencio y mi cerebro se encargaba de revivir lo sucedido aquella noche.
¿Qué pasó esa noche? Sacudí mi cabeza en negación, no era momento para pensar en ello.
Tomé la pequeña maleta que había escogido para venir y le hice una seña al pelirrojo para que me abriera paso, hace algunas horas habíamos discutido sobre mi partida ya que él estaba negado a que me fuera, pero yo había pasado por alto el hecho de que no me había pasado ninguna de las llamadas que Edison me había hecho, ni había dejado que me viera las veces que pavoneó la puerta de su apartamento con tal de verme. Y yo conociendo perfectamente el sentimiento de querer ver a alguien a quien quieres no podía permitirme dejar que torturen más a Edison quien no era culpable de nada. Él estaba preocupado, y lo entendía, pero había alguien más esperando por saber algo de mí.
Leandro suspiro y movió su cuerpo de la puerta de entrada para dejarme pasar, no sin antes tomar la maleta entre sus manos y quejarse entre dientes de que esto era una muy mala idea, lo ignoré mientras me disponía a caminar hacia la salida de su aglomerado.
Luego de un corto viaje bajo un abusivo e incómodo silencio, llegamos a nuestro lugar de trabajo donde me separé de su presencia en cuanto me fue posible, excusándome en que debía de reportarme con Alison para explicarle por qué había faltado al trabajo el sábado, lo cual no era del todo mentira, pero mis verdaderas intenciones era tomar un respiro mientras estaba completamente sola, puesto que durante estos días Leandro nunca me había dejado sola, y controlaba el tiempo que tardaba en el baño como si temiera de que algo malo me pasara, aunque irónicamente nada peor podía pasarme, de eso estaba segura. Y al parecer no fui la única en haber quedado marcada luego de aquel episodio.
Anduve por unos largos minutos por la empresa, rondando algunos departamentos cerca de mi área sin enfocarme en algo en específico, solo rondaba la zona como si fuera algún tipo de seguridad mientras trataba de ocupar mi mente en algo más que no fuera lo desconocido. Luego de unos minutos en los cuales me cansé de caminar y decidí emprender mi curso hacia la oficina de Alison a cumplir mi cometido, cuando alcancé a ver las puertas de su oficina me adentré en ella después de tocar, la castaña se encontraba detrás de su escritorio con una expresión de superioridad que me ponía los nervios de punta, nunca había sido buena tratando de lidiar con personas de su postura. Cuando sus ojos me enfocaron una de sus delgadas cejas se alzó con incredulidad, rasqué mi garganta antes de hablar:
—E-este... —volví a aclarar mi garganta —vengo a explicarle el motivo de mi ausencia el pasado sábado.
—Toma asiento —fue todo lo que dijo, mientras dejaba de mirarme para prestarle atención al conjunto de papeles que reposaban sobre su escritorio, tomé aquel gesto como señal para que siguiera hablando.
—El viernes por la noche fui asaltada y mal herida, no podía pararme ni siquiera de la cama, por esa razón no pude venir a trabajar —el silencio se hizo dentro del espacio durante unos largos minutos en lo cual lo único que escuchaba era el roce de sus dedos sobre las hojas.
—Es gracioso que inventes esa excusa cuando tú y tu grupito estaban hablando sobre irse de fiesta ese día —contuve la respiración, creo que el hecho de que ella sea la amante de Leandro no era de mucha ayuda —, como se me hizo raro de que faltaran dos personas de mi departamento ese día, me puse en contacto con el departamento de contabilidad parta confirmar mis sospechas ¡Y vaya que sorpresa! —el sarcasmo en su tono era palpable —Al parecer su amiga tampoco había asistido al trabajo ese día, lo que me lleva a pensar que lo que me estás diciendo no son más que puras mentiras y en realidad faltaron por la resaca ¿O tienes algún documento clínico que diga lo contrario? —sus ojos me enfocaron con lo que pude identificar furia, tragué grueso. Sé que Alison es una persona con un carácter duro de roer, pero la verdad es que no entendía toda esa furia dirigida a mi persona.
—N-noo —dije en un murmullo.
—En ese caso, restaré de tu sueldo las ganancias de ese día, y me veré obligada a llevar tu caso delante de las personas del comité de disciplina para que te pongan una sanción —abrí mis ojos como platos ante sus últimas palabras, yo trabajaba en una empresa de servicios muy autoritaria, en la cual era muy difícil entrar por cada una de sus exigencias y no toleraba ningún tipo de comportamiento inadecuado o incumplimiento del deber, y todos sabíamos que el hecho de ser llevada al comité de disciplina siempre terminaba con una degradación o en un despido —. Y me encargaré de aclarar que tu falta fue por una resaca, y que trataste de mentiste a la cara con esa excusa barata. Mira Hernández, no sé de dónde vienes, pero aquí no toleramos esa clase de irrespeto.
—P-pero yo-o...
—¿Tú? —su ceja volvió a alzarse en mi dirección intimidándome. Suspiré, de verdad amaba mi trabajo y no quería perderlo, además lo necesitaba para cubrir cada uno de mis gastos, tenía una familia a la cual mantener. Así que contra todo pronóstico me puse sobre mis pies y bajo su atenta mirada alcé ligeramente las puntas de mi suéter para dejar un vistazo de mi piel golpeada. Bajé la cabeza, evitando ver la expresión de su rostro.
—No estoy mintiendo, señorita.
Hubo unos minutos de silencio, en los cuales volví a poner mi ropa en su lugar y me concentré en mirar las puntas de mis zapatos. Alison no dijo nada, pero se vio obligada a romper el silencio cuando unos repiqueos resonaron en la puerta detrás de mí —Bien, no iré al consejo. Pero como no traes ningún documento que abale tu historia me veré en la obligación de retener la ganancia de ese día. Puedes retirarte, mandaré a alguien con tus asignaciones en un momento —asentí —¡Pase! —gritó para la persona que estaba del otro lado, di media vuelta sobre mis pies para salir al mismo tiempo que esa persona entraba.
Suspiré profundamente cuando me encontré afuera de su oficina, al menos tenía un problema menos.
(...)
Alison me odiaba, eso era un hecho.
Luego de salir de su oficina me dirigí a mi cubículo con el propósito de trabajar con todo lo que se me había acumulado por faltar el sábado, era increíble la cantidad de citas con clientes que perdí ese día y por consecuencia debía de reajustar mi agenda, pero el tiempo no me alcanzó ni para llamar a más de tres, porque uno de mis compañeros que reconocía como los mas novatos, llegó con un sin número de carpetas que bajo su afirmación eran de extrema urgencia para la jefa, a la cual empezaría a apodar Destripadora como llamaban a mi antiguo encargado. Las carpetas no solo estaban llenas de un millón de solicitudes de manipulaciones que eran reclutadas en nuestro sitio online, sino que además poseía unos manuscritos del tamaño de un libro los cuales debía completar para el reporte de este mes, como si yo tuviera conocimiento en logística. La mañana y parte de la tarde se me pasó volando envuelta en todo el papeleo que no parecía tener fin, gruñí cuando por quinta vez una de las pilas sobre mi escritorio se desparramó por el suelo.
—Esto no puede estarme pasando a mí.
—¿Qué no puede estarte pasando a ti? —pegué un salto en mi lugar cuando la voz de Rosmery llenó mi cubículo. Fruncí el ceño, la morena muy rara vez pasaba por esta ala de la empresa.
—¿Qué haces aquí?
—Solo pasaba por café —alzo su taza como haciendo hincapié en su afirmación, recogí todas las carpetas que cayeron al suelo y las coloqué nuevamente encima de mi escritorio —, la cafetera de mi departamento decidió pasar a una mejor vida ¿Acaso no es esa mierda lo que dicen?
Asentí, aun con el ceño fruncido, porque de camino a mi departamento quedan alrededor de 8 departamentos más donde lógicamente pudo haber conseguido su café. Pero decidí ignorarlo, a final de cuentas yo sabía que solo era una excusa para verme y comprobar que todo estaba bien, Ross nunca iba a admitir algo como eso mientras vida tuviera.
—No es una mierda, es solo una manera de mostrar empatía.
—Y la empatía no es más que un sentimiento hipócrita porque nadie puede entender realmente lo que a alguien le pasa.
Instintivamente mi mente voló a lo sucedido hace dos noches, al dolor, la desesperación, la incertidumbre de si volvería a ver la luz del sol; mi corazón dio un vuelco en su lugar y sin darme cuenta llevé una de mis manos a mi pecho y apreté con fuerza —Supongo que tienes razón.
Los felinos ojos de Rosmery se pasearon por esa zona de mi cuerpo sin inhibiciones, seguramente estaba pensando en cómo continuar con la conversación luego de mi gesto.
Rápidamente aparté mis manos de mi cuerpo y con una leve sonrisa le señalé los asientos frente a mi escritorio.
Ross avanzó con toda confianza en mi pequeño cubículo y se sentó arreglando el filo de sus pantalones de tela, hoy lucía muy sombría, al portar no solo colores oscuros sino un estilo de prendas básicas que extrañamente no la hacían ver mal, todo lo contrario, se veía elegante y un tanto inalcanzable, reí mentalmente, supongo que ella era una persona muy básica y no necesitaba de mucho para sobresalir.
—¡Dios ¿Y todo esto?! —murmuró pasando sus ojos por todas mis tareas.
—A todo esto le llamo yo la casa del terror —me acomodé en mi escritorio para luego teclear un par de palabras sobre la propuesta en la que estaba trabajando.
—¿Casa del terror? Te equivocas, si el infierno pudiera ser representado con una imagen sería esta ¡Jesús! Ni mis libros contables dan tanto miedo. —susurró esto último mientras ojeaba una de mis carpetas, seguí trabajando en el computador mientras me obligaba a alzar levemente las comisuras de mi boca —¿Dónde están tus lentes?
—¿Qué?
—Emmm, tus lentes Ivonne, con los cuales sin ellos no puedes ver más allá de tus narices.
Alce mis manos confundida hasta mi cara, tanteando el área donde se supone que deberían de estar mis lentes, aunque solo eran lentes de lectura Rosmery estaba de acuerdo con el hecho de que sin ellos no soy capaz de ver la pantalla del computador, el cual en este momento se mostraba más nítido como nunca antes lo había visto en mi vida, parpadeé confundida, para luego dirigir mi mirada a la morena que esperaba por mi respuesta.
—Los dejé en mi apartamento, pero no te preocupes, traigo los de contacto —mentí.
Ross pareció creerme puesto que asintió y pasó a cambiar el curso de nuestra conversación sobre una persona con la cual ha estado hablando por redes sociales, quien extrañamente parece ser de su agrado, y ya eso es un logro; la escuché atenta, aunque en más de una ocasión dirigí mi vista a algún punto de mi cubículo para confirmar de que efectivamente estaba observando con completa nitidez todas las cosas a mi alrededor a pesar de no llevar mis lentes. Cuando el tiempo corrió lo suficiente como para que ella deba de volver a su lugar de trabajo nos despedimos con un asentimiento y por fin pude concentrarme en todo el trabajo que no iba a ser capaz de terminar hoy.
Cuando llegó la hora de salida, contrario a mis antiguas aspiraciones, en vez de quedarme para avanzar lo más posible el trabajo pendiente, decidí dejar mi área de trabajo a tiempo para volver a casa.
Estaba ansiosa por ver a Edison.
Al bajar Leandro me estaba esperando con las manos metidas en sus pantalones jeans recargado sobre su auto. Me acerqué en silencio, y me detuve frente a él esperando que me dijera algo. Pero el solo asintió a mi dirección y me abrió las puertas del copiloto para que pasara. Durante todo el camino la radio era la única responsable de que no existiera ninguna clase de silencio durante el trayecto, el pelirrojo a mi lado parecía muy concentrado en el camino, aunque si alguien me preguntara también parecía sumergido en sus pensamientos, suspiré, no era la única que pensaba mucho cada paso. En el momento que llegamos a mi edifico descendí del carro sin su ayuda, y él se dedicó en tomar la maleta de su maletero y entregármela bajo un fugaz roce, mordí mis labios para evitar que viera el temblor de lo mismo, ya era de noche, las estrellas adornaban el cielo de una manera intrigante y por el hecho de que las calles se encontraban gélidas muy pocas personas vagaban por ellas.
—Si necesitas algo, cualquier cosa, solo llámame.
Asentí para después darme la vuelta con mi maleta en mano, la verdad era que, si algo llegara a pasar no tenía la manera de comunicarme con él, puesto que había perdido mi celular el día que todo cambió para mí. Pero asentí, porque si eso le daba tranquilidad, yo no era quien para negársela, mucho menos luego de habérsela arrebatado inconscientemente. Entré, saludé al portero, tomé el elevador mientras repicaba los dedos sobre la base de la maleta, y esperé, esperé pacientemente para llegar a mi piso, al hogar que en medio de un ataque de ira juré no volver y así poder encontrarme con una de las razones de mis desvelos. Que ironía. Cogí la llave de uno de los bolsillos de mi pantalón y la adentré en la cerradura lentamente, antes de empujar con mi costado la puerta y entrar a mi departamento. El televisor de la sala estaba prendido, y era el responsable de iluminar el salón puesto que nada más estaba encendido, aunque de él no salía ningún tipo de sonido, la persona sentada delante de él sobre el sofá con los hombros encogidos le dedicaba toda su atención, y lucía tan cansado que ni siquiera fue consciente de cuando tiré las llaves sobre la mesita de entrada.
Parada en el umbral con los ojos fijos en esa escena, sentí miedo, una clase de miedo tan irracional como la vez que dentro del baño perdí el dominio de mis acciones, y mis ojos picaron por las lágrimas. Dios mío era una tonta, que no sabía preocuparse por alguien más que en sí misma ¿Cuántas veces había regresado a casa y me había encontrado con una escena similar y la había ignorado? Había ignorado las ojeras bajos sus ojos y los tristes que estos lucían, lo mucho que su pelo había crecido y lo poco que reíamos. Y yo solo... Sentí miedo, miedo de perderlo, miedo de que todo lo que me había pasado trajera más consecuencias para nosotros, miedo de que nada volviera a ser igual.
Lentamente solté la maleta y me acerqué arrastrando los pies, sus ojos verdes que por la luz se veían tan negros como la espesa noche me enfocaron, y brillaron como perlas al observarme de arriba abajo.
—¿Quieres... —empecé a hablar —no sé, tal vez, salir a comer para así poder hablar?
Él tomó posición sobre sus pies, y me miró, vestía nada más que un pantalón de pijama y una franelilla, pero lucía arrebatador bajo esa ropa, hice una mueca, y bajo el miedo, las dudas de cuando empezamos nuestra relación volvieron: ¿Por qué a mí...? ¿Yo que tengo de especial?
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando la sensación de sus fuertes brazos rodeándome se hizo presente, solté un jadeo casi imperceptible por la presión de su cuerpo sobre mis heridas, pero dejé que me abrazara, elevé mis manos sobre su espalda hasta su nuca y acaricié el inicio de su cabello, suspiré cuando escuché el inicio de su llanto y el temblor en sus hombros se hizo presente. Lo amaba. Pero algo dentro de mí me impedía creer que todo iba a estar bien a partir de ahora, ese día mientras estaba pensando en como volver había decidido en hacer un cambio, en cumplir sus deseos, en salir, en casarnos, solo porque lo amaba, y el merecía más que una relación a medias. Había decidido cambiar por él, porque era lo que él merecía. Pero luego de aquel suceso, por más que trataba de que mi mente se enfocara en que aun tenia una vida por vivir, y sueños que cumplir, yo no tenia remedio, porque cuando el silencio se hacia presente yo solo perdía el sentido de la coherencia y mi mente viajaba a ese momento de manera desesperada, casi queriendo creer que era parte de una pesadilla, casi. Me estaba volviendo loca si creía que todo iba a estar bien a partir de ahora.
—Mi pequeña... —susurró, luego de levantar su cabeza del hueco en la que la escondía entre mi hombro y mi cuello, sus mejillas estaban mojadas, pasé mis dedos sobre ellas eliminando cualquier rastro de sus lagrimas —creo que es mejor que descanses, y después iremos a donde tú quieras.
—No podré descansar sino hablamos primero.
—En ese caso —sentí como la presión de su barbilla se desvanecía —, iré por mi chamarra. —Lo observé alejarse en dirección a nuestra habitación, tomé el control de la televisión que descansaba en la mesa y apagué la misma, eché un vistazo a mi alrededor, todo estaba a oscuras, pero ante mis ojos todo se encontraba perfectamente iluminado, como si mi vista se adaptara al entorno —¿Nos vamos?
Le regalé un pequeño asentimiento mientras ambos avanzábamos hacia la puerta, cuando llegamos al elevador tímidamente posé una de mis manos sobre la suya, Edison me observó de reojo mientras me daba un ligero apretón. Al bajar fuimos directo hasta su carro para resguardarnos del frio —¿A dónde quieres ir?
Lo pensé durante unos segundos —Al bar de Joe —Edison alzó lentamente una de sus comisuras, aquel bar era uno de nuestros lugares favoritos, solíamos ir hasta tres veces a la semana cuando aun estábamos en la universidad, era muy reconocido en la zona ya que de día funcionaba como cafetería y de noche se transformaba en una especie de club en la cual los jóvenes adultos se relajaban después de una larga jornada, y nosotros en aquel tiempo no éramos la excepción. Tenemos recuerdos muy bonitos en aquel lugar, el cual también fue testigo de muchos de nuestros mejores momentos, de las veces que nos sentamos en sus mesas a realizar algún proyecto, o cuando estábamos buscando un apartamento en el cual vivir juntos, ese bar no era solamente un bar, era el baúl de los recuerdos de nuestra relación; y en mi opinión el hecho de que haya escogido ir a ese lugar hablaba por si solo. Cuando llegamos, al ser un día entre semana este no se encontraba tan abarrotado, pero aun así desde afuera se podía apreciar una considerable cantidad de jóvenes aproximadamente de nuestra edad disfrutar de un par de copas o juegos de azar como era ley en ese lugar, encismada bajé del auto escuchando como detrás de mí Edison hacia lo mismo y me precipité hasta dentro del bar. Mis ojos vagaron por el lugar, tenia mucho sin ir allí, pero no pude evitar sonreír al darme cuenta que las cosas estaban justo como la había dejado la ultima vez que vine, incluido los trabajadores, de los cuales me había hecho amiga mas de uno. Reconocí a Martina, una de las mesera con sus icónicos monopatines retro sonreírle a uno de los clientes mientras tomaba sus pedidos, avancé unos pasos hasta que fui consiente de haber entrado a su rango de visión, la chica en cuestión abrió los ojos como platos al verme y en medio de una contagiosa risa se acercó —¡Pero miren quienes están aquí, mi pareja favorita de toda la universidad!
Eché un vistazo sobre mi espalda, donde Edison mantenía sus manos dentro de los bolsillos de su chamarra y miraba de mi a Martina con una leve sonrisa, al ser consciente de mi mirada hizo un asentimiento en señal de que me acercara —Que gusto verte Mar —la saludé con un beso en la mejilla.
—¿Qué dices? —se carcajeó —El gusto es mío, hace mucho que no los veía por aquí. Gracias a Dios que vinieron a refrescar mi vista, ya estaba cansada de tantos niños estúpidos con relaciones sosas, créanme, aun poseen el titulo de la pareja mas linda que conozco —Edison rio a mis espaldas, desde que nos conocemos Martina se encargó de estipular aquello, y más bajo todo el cliché que nos rodeaba. Él era un chico brillante, reconocido y con un gran futuro, y yo una simple pueblerina que había llegado a la capital en busca de sus sueños, y estábamos juntos, como en los cuentos que mi mamá me leía cuando estaba mas pequeña.
—¿Nos consigues una mesa?
—Eso es una orden.
Para nuestra suerte una de las mesas más apartadas del bullicio se encontraba disponible, tomamos asiento mientras le dictábamos a Martina lo que íbamos a pedir, la cual después de terminar se fue en dirección a la cocina a dejar nuestros pedidos. Dirigí mi atención a Edison, quien me miraba atentamente a la vez que jugaba con uno de los sobres de azúcar sobre la mesa. Su mirada era algo intensa, y curiosa mientras repasaba los rincones de mi cuerpo, tal vez buscando las heridas, pero estas estaban sanando bastante bien y mucho mas rápido de lo que me gustaría admitir. Nerviosa, carraspeé y deslicé mi mano sobre la mesa hasta tocar la suya.
—Estoy bien —susurré —, y quiero que sepas que nada de esto fue tú culpa. Lamento mucho lo que has tenido que pasar estos días, pero no he encontrado la forma de convencerlos de que solo es un mal entendido.
Observo como pasa su mano libre por su cabellera despeinándola aún mas —Tampoco es tu culpa, de hecho, nadie la tiene, pero si pudimos haber hecho las cosas mejor —su manera tan elocuente y pasiva de hablar me conmueve, la ultima vez que hablamos ambos nos estábamos gritando fuera de sí —, y debo admitir que estoy enojado, pero no contigo, ni con tus amigos.
Fruncí el ceño.
—Estoy enojado conmigo porque no pude hacer nada mejor para protegerte. Y cuando te encontré detrás de esos edificios, inconsciente, golpeada, yo... —acaricié sus nudillos al ver que estos se tornaban blancos gracias a la presión que ejercía —Yo... me sentí inútil, desesperado, agonizaba cada vez que observaba lo errática de tu respiración y solo te quería para mí. Yo... Yo no quiero perderte Ivonne.
Ambos miramos a nuestros costados cuando la campanilla de entrada sonó anunciando la entrada de alguien más al local, nos volvimos a mirar luego de un segundo.
—Perdón por ser tan egoísta y no llevarte a un médico.
—Tranquilo, ya estoy bien, Leandro cuidó de mí y ahora estoy mejorando. En unos días esto será parte de un mal recuerdo.
—Eso espero —acarició mis dedos —, pero ¿Qué fue lo que pasó?
Tragué grueso.
Garras llenas de sangre.
Garras acercándose.
Garras sobre mí.
Eso fue lo que pasó.
—Solo me asaltaron un grupo de chicos, se enojaron al ver que no llevaba nada conmigo y descargaron su frustración en mí —aparté la mirada —. Pero no hablemos de eso, mejor concentrémonos en disfrutar, quiero que todo vuelva a ser como antes —declaré con una sonrisa forzada —¿Bien?
Edison asintió con una sonrisa en su rostro y empezamos a hablar como cuando todo marchaba de viento en popa, en alguna parte de la conversación perdí el hilo y sonreí con melancolía. Esto era lo que me estaba perdiendo. La comida llegó a nuestra mesa, junto con las gaseosas que habíamos ordenado, nos dispusimos a comer mientras seguíamos hablando de todo y de nada, de cierta manera agradecía que no me presionara para hablar sobre el asunto que me atormentaba, al contrario trataba de ocupar mi mente contándome sobre sus padres; los cuales tenemos mucho sin ver, al igual que los míos, con los cuales no había podido hablar este fin de semana por razones obvias. Eso me recordó que debía llamarlos en cuanto encontrara el momento adecuado, y conseguir un nuevo celular de paso. Llevé una porción de nuestra comida a la boca y fruncí el ceño mirando mi mano ¿Ese dedo no se había roto? Moví mi dedo anular como esperando que este empezara a doler de repente, pero no sucedió, aunque estaba segura de que se había quebrado bajo la presión de ese cuerpo contra el mío en busca de una escapatoria aquella noche. Pero mi dedo se encontraba en perfecto estado, como si nada de lo que yo recordara hubiera pasado, como si todo lo vivido no fuera mas que una fea pesadilla. Maldición, nada de esto tenía sentido.
Debí matarte.
En el preciso momento que esas palabras se escucharon en mi cabeza mi cuerpo reaccionó por pura inercia, la prueba de ello fue la mirada de completa confusión que me regaló Edison seguramente por la expresión de desesperación que tenía plasmada en el rostro. Rápidamente traté de ocultar mi pánico detrás de una pequeña sonrisa y una falsa tos que salió mucho más dramática de lo que tenía pensado.
—Voy al baño —anuncié sin darle tiempo a comentar algo al respecto, puesto que ya me encontraba rumbo a las puertas que quedaban al lado del mostrador.
Empujé la puerta con rapidez y le agradecí a todos los Dioses de que el baño se encontraba completamente vació, con pasos apretados me introduje al primer cubículo que estaba a mi alcancé y sin poder evitarlo me incline hacia adelante para abrazarme del retrete mientras regurgitaba lo poco que había comido durante todo el día; lagrimeé y una extraña sensación de fuerza se instaló en la base de mi pecho anclándome aún más al retrete.
La base de mi nuca se erizó completamente, y pude sentir a primera mano como una gota de sudor frío bajó por mi espina dorsal tortuosamente. Estaba muerta de pánico, y el hecho de poder reconocer la voz que hablaba en mi cabeza no ayudaba nada a mi estado, sonaba menos fuerte, menos salvaje, menos animal, pero era la misma voz de la cosa que me había atacado hace solo unos días. Tenias mis dudas luego de lo sucedido en la ducha, estaba segura que me estaba volviendo loca y que todo el asunto de haber escuchado esa voz en mi cabeza era simplemente producto de mi imaginación, pero el hecho de escucharla nuevamente fuerte y claro, fuera de un ataque de pánico me hace darme cuenta que estoy conviviendo con otra cosa dentro de mi cabeza, pero... ¿Cómo diablos podía ser eso posible?
Algo dentro de mí me cacheteó ¡Nada de lo que te ha pasado en estos días es humanamente posible!
Debía de admitir que en más de una ocasión cuando el silencio se abría paso a mi alrededor dándome la oportunidad de perderme dentro de mis pensamientos; en lo único que terminaba pensando era en lo sucedido el viernes por la noche, y sin importar mis esfuerzos por actuar normal y dejar de preocupar a todas las personas a mi alrededor con mis reacciones, para mí era más que obvio que a final de cuentas todos los relacionados estábamos claros de que algo no cuadraba, la manera en la que los demás parecían tener un ojo arriba de mi como temiendo que algo me pasara, esperando mis acciones y mis palabras era suficiente para hacerme saber que no era la única persona pensando en aquella situación, aunque por razones diferentes obviamente. Leandro estuvo arriba de mi todo el fin de semana, no me dejaba sola al menos que fuera para lo estrictamente necesario y evitó por todos los medios de que tuviera un aparato electrónico más allá de la televisión a mi disposición con el objetivo de evitar que hablara con Edison, cosa que no me agradaba, pero que no era para lo que en realidad quería en ese momento. A pesar de todo el caos que hubo hoy en el trabajo, el hecho de tener a todo el mundo arriba de mi y las alarmas de mi cabeza gritando a todo pulmón que dejara las cosas justo como estaban, yo era tan terca que en cuanto me encontré en la soledad de mi oficina, no pude evitar abrir el navegador y echar un vistazo sobre lo que internet podría brindarme al respecto.
Grave error.
Al poner las palabras Garras y colmillos en el buscador un sin número de información surgió ante mis ojos, las mas coherentes trataban sobre animales que cumplían las características de lo que me había atacado esa noche, pero ninguno encajaba con el estereotipo de medir cerca de dos metros, tener una fuerza arrolladora y aparte poseer una mata de pelo espesa, garras y colmillos, así que por obviedad la idea de que haya sido un animal quedó descartada; luego pase a unos blogs que hablaban de una extraña droga producida en Brasil de la cual aún no se tenía claro su composición pero entre sus efectos estaba poner a las personas extremadamente rabiosas (rozando la inhumanidad) pero no hablaban de efectos como la evolución del cuerpo humano tras su uso, lo cual me dejo más desesperanzada que antes, así que decidí cambiar el tema de mi búsqueda a: Hombre con apariencia animal. La cantidad de foros, artículos, y libros acerca de la licantropía que salieron a relucir eran exagerados, decir que conocía el termino seria una gran farsa, no tenia idea de lo que estaban hablando hasta que en medio de uno de los foros explicaban con lujo de detalles sobre el origen de la palabra, su significado, y las hipótesis entorno a ello. Aparentemente existían dos términos para la palabra: Una era una extraña enfermedad psicológica donde el paciente creía tener la cualidad de convertirse en lobo, y otra hablaba de una especie de humanos con la capacidad de volverse lobos, muy relacionadas entre sí, lo único que una exponía el hecho de que existían hombres lobos como una realidad y otra como un trastorno mental. El foro en el cual me encontraba apoyaba más la opción de que era una realidad, y en el se encontraban un sin números de libros mitológicos y personas hablando sobre las vivencias de otras personas con sucesos inexplicables, obviamente esta ultima parte llamó mucho más mi atención. Tardé cerca de 30 minutos leyendo experiencias que parecían sacadas de una mala película de ficción de los años noventa, así que decidí cambiar de objetivo de búsqueda nuevamente a: Hombres Lobo. Una famosa serie salió a relucir, un puñado de películas y unos cuantos artículos, dentro de estos últimos estaban algunos textos escritos por un señor alemán que llamaron mi atención, los cuales exponían que la idea de estos seres habían sido rescatados de la información que tenemos de la mitología griega, pero que no estaba tan fundamentada como la historia de los dioses, más bien hacían mención de estos seres como un personaje secundario muy legendario que los mismos dioses habían creado, lo llamativo de su articulo era que el escritor abundaba sobre la idea de que todo mito era una historia que alguien había presenciado o vivido, y que esta no pudo ser comprobada.
En pocas palabras el escritor daba a entender que la existencia de esta especie y de otras que hemos escuchado hablar podrían no ser solo mitos, sino algo mas de lo cual el ser humano aún no estaba preparado por presenciar.
Cabe resaltar que en este punto tenía un nudo en mi garganta y los engranajes de mi cerebro trabajando a mil kilómetros por segundo, no dejaba de repetirme que la manera en la que la idea era expuesta no sonaba tan descabellada, pero menos descabellada sonaba la idea de que en realidad estaba siendo afectada por la llamada enfermedad. Estaba rindiéndome ante la idea de que me estaba volviendo loca, de que todo era producto de mi imaginación y de el posible alcohol que aun rondaba por mi sangre. Pero la voz hablando fuerte y claro dentro de mi cabeza me advertía de todo lo contrario.
En serio debí matarte.
Otra arcada surgió desde el fondo de mi estómago, me dolía la cabeza de todo el esfuerzo que requería cada acción, pensar, en este punto suponía un esfuerzo enorme del cual no pensaba hacerme cargo al menos hasta mañana, se suponía que este iba a ser mi día de tregua, se suponía que este seria el día donde apartaría todos los pensamientos erráticos que ponían en peligro de extinción mi paz. así que aun con la cabeza metida en el retrete y mis ojos lagrimeados mirando mi desastre me llené de un valor que desconocía:
Sal de mí cabeza, maldición.
Rugí.
No pasaron ni dos segundos cuando la presión en mi pecho se hizo cada vez más pesada, gemí de forma audible, dicha presión estaba quitándome fuerza y la capacidad de respirar de manera correcta, dicha presión me llevo a desparramarme en el suelo con uno de mis brazos colgando del retrete aun bañado de mis vómitos, dicha presión provenía de algo mucho mas grande a lo cual yo pudiera tener conocimiento.
Tú no decides eso, niña tonta.
Un inexplicable sentimiento de rabia recorrió todas las partes de mi débil cuerpo, y por la forma en la que había acabado de pronunciar esas palabras estaba más que segura que dicho sentimiento no venía de mí. Sino de él, no sabía exactamente que era, no sabia porqué sus sentimientos parecían estar conectados conmigo, ni cómo podía hablar a mi mente, pero sabia que era masculino, no se si hombre, no se si animal, no se si criatura mitológica, solo sabia que era hombre por lo grave y autoritaria que se escuchaba su voz en mi cabeza. La presión se agravaba, no sé cuánto tiempo pasó hasta que mi vista empezara a distorsionarse por la falta de aire, una nube nubilosa cubría mis ojos. Todo esto estaba pasando dentro del baño de mi bar favorito, patético.
Basta...
Suplicante, jadeante, asustada, al borde de la locura; no sabría decir con certeza cual de todas esas palabras encajaban perfecto con mi descripción, probablemente todas, al mismo tiempo.
¿Qué haré contigo Ivonne? Ellos ya se enteraron ¿Qué se supone que haga ahora?
Un gruñido resonó sacudiendo los rincones más recónditos de mi cabeza ¿Ellos? ¿Quiénes? ¿De quien demonios hablaba?
¿Debo ir y matarte? Creo que es lo mejor, así me ahorraría muchos problemas.
El silencio que se extendió luego de eso me abrumaba, estaba literalmente batallando por mantener mis ojos abiertos. El aire escaseaba cada vez más, iba a desmayarme en cualquier momento.
No quiero morir, tiene que haber otra forma.
La desesperación con la cual pronunciaba esas palabras en mi mente no podían ni siquiera compararse con cualquier suplica humana a la cual yo haya tenido la desdicha de presenciar, yo era la imagen perfecta de todo lo débil que podía ser el ser humano.
¡¿Verdad?! ¡Tiene que haber otra maldita forma! ¡¿Verdad?!
Ante la falta de respuesta dejé de luchar contra la presión en mi pecho y cerré mis ojos dejándome arrastrar por la bruma.
Sí hay otra forma, Ivonne.
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