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Capítulo 3

Luego de salir de la cafetería con un humor de perros, nos dispusimos a organizarnos como había sugerido Edison, es decir, que todos íbamos en el auto de Leandro rumbo a mi apartamento, mientras él iba por bebidas y botanas. Hanna iba en el asiento del copiloto, estaba haciendo reír a Leandro con algún comentario referente a la canción que sonaba en la radio, la cual bajo la opinión de Ross quien se encuentra a mi lado en el asiento trasero; es un sacrilegio a lo que ella denominaba buena música, en cambio yo me limitaba a observar todo a mi alrededor con pocos ánimos. Lo cierto era que ya me encontraba predispuesta a tener que ir a una fiesta el día de hoy, aunque no era de mi agrado, sabía que no podía zafarme de esa; pero el hecho de que se presentara la oportunidad de que esta sea ejecutaba en mi casa recién limpiada, era otro tema.

Sé que estaba siendo una exagerada, y que estaba rebuscando dentro de mí excusas estúpidas, pero tenía la cabeza caliente y no podía pensar con claridad. Y estaba segura que el causante de esto era el hecho de que Edison se había interpuesto en mis decisiones, y había pasado por alto nuevamente mis deseos. Lo cual, si alteraba mis nervios, desde que era una niña no me gustaba que me llevaran la contraria, pero era mi deber acatar las órdenes de mis padres, y al salir de casa pensaba que ya estaba libre de hacer lo que yo quisiera, y manejarme según a mi antojo, pero por lo visto aquello no era una opción vigente.

Cuando por fin llegamos a mi edificio todos descendemos del carro, Hanna y Leandro quienes llevan una animada conversación se adelantan hacia el ascensor, mientras que Ross y yo los seguimos de cerca, saludamos al vigilante el cual nos devuelve el saludo mientras toma las llaves de Leandro como le es costumbre. Al entrar al apartamento cada quien se dedica a dejar sus cosas sobre la mesa de entrada y de colgar sus abrigos sobre el perchero, aún estábamos en otoño, pero la brisa gélida de las calles no hacía más que anunciar de que cada día nos encontrábamos más cerca de un crudo invierno. Avanzo hasta la cocina de donde saco uno de los paquetes de six pack de cerveza que tenía reservados, tomo una para mí y la destapo mientras me siento en el sofá individual dejando el resto sobre la mesa de centro, Rosmery decide acompañarme al tomar una y sentarse en el suelo sobre la alfombra, en cambio Hanna quien no es amante a las cervezas utiliza el comando por voz para poner música movida, lo cual según ella aligerará el ambiente en lo que llega la bebida mientras insiste en que Leandro debe bailar con ella para divertirse un rato.

—Son unos tontos ¿No crees? —giro mi rostro hacia Ross, ella señala con la lata hacia nuestros amigos. Leandro aceptó la oferta de Hanna y ambos bailan sin ningún tipo de sincronización un tema tecno.

Frunzo el ceño —Solo están divirtiéndose.

—Tú sabes que no me refiero a eso.

—¿A qué te refieres entonces?

Ross se limita a darle un trago a su cerveza mientras observa a los otros dos bailar, confundida dirijo mi mirada a ellos nuevamente sin saber cómo reaccionar ante la conversación. Si bien están haciendo el ridículo al bailar de aquella manera donde parece que cada uno está a punto de caerse mientras se ríen; ya que todos en esta habitación estamos claros de los buenos bailarines que son ellos dos y lo que están haciendo es pura actuación, pero lucen felices mientras murmuran cosas a sus oídos y pisan sus zapatos a causa de la descoordinación, cualquier persona que no los conociera pensarían que son una pareja, o que alguno de los dos está tratando de conquistar al otro. Pero, no era así, simplemente eran dos amigos pasándola bien, que es justo lo que deberíamos de estar haciendo Rosmery y yo. Por eso ante su comentario no puedo evitar cuestionarme si lo que acaba de pasar es una escena de celos injustificada. Ya que nunca ha existido entre Leandro y ella algún roce más estrictamente amigable del cual yo sea consciente. Por aquella razón mientras la duda me carcome por unos segundos decido volver a preguntar: —¿A qué te refieres entonces?

Ross quien se ha quedado a mi lado observando todo a su alrededor mientras me tomo mi tiempo de analizar la situación, rueda sus llamativos ojos antes de contestar —A que ambos están tonteando, tratando de olvidar lo que sienten por alguien más entre ellos, simplemente porque son conocidos. Por eso son unos tontos, porque van a dañar su amistad, sin una razón válida.

—¡¿Qué estás diciendo?! —exclamo, claramente más confundida que antes con cada palabra que emite —Pero si yo los veo actuar completamente normal, créeme nada romántico está sucediendo entre esos dos. —respondo. Cortante.

Ross me dedica una mirada cargada de incredulidad —¿En serio no sabes? —niego con la cabeza —No hagas ningún escandalo —me hace señas con sus manos para que me acerque un poco más a ella; asiento, mientras cumplo su pedido y me acerco más a ella —El día que no fuiste a la fiesta donde Hanna se puso muy borracha, ella terminó enrollándose con Leandro. Los encontré en los baños cuando fui a buscarlos para irnos.

—¡¿Qué?! —exclamo en un susurro —¿Estas de coña?

—Están tonteando desde entonces. Me sorprende que no lo notaras, aunque por lo visto tenías tus propios problemas de los cuales hacerte cargo —hace un gesto con sus manos como restándole importancia a lo demás, yo en cambio sigo con la expresión de incredulidad tatuada en el rostro mientras dirijo una leve mirada a Leandro y Hanna quienes siguen bailando sin ser conscientes de la conversación que estamos llevando a cabo en su nombre — ¿Problemas en el paraíso tal vez?

Arrugo más el entrecejo a raíz de esa pregunta —No hemos estado muy bien, pero nada de lo cual preocuparse —aseguro —¿Esta segura de que eran ellos? Dudo mucho que Leandro haya olvidado contarme algo así.

—Los ví Ivonne, no necesito más pruebas que esas, y sí, ya sé que tú y Leandro son muy unidos, pero eso no quiere decir que no te oculte cosas —el hecho de que Leandro y yo éramos muy unidos era una realidad, no es un secreto para nadie que Leandro y yo éramos los más cercanos del grupo por obvias razones, nos conocíamos desde pequeños, llevábamos casi toda una vida juntos, éramos mejores amigos mucho antes de conocer a todos los demás, él sabía todo de mí y yo sabía todo de él y así había sido siempre ¿Por qué razón debería de creer que eso iba a cambiar justo ahora? Tal vez el hecho de que Rosmery era la persona más sincera y seria que conocía hasta el momento era una buena razón... Pero aun con ese dato, no me bastaba para cuestionar la credibilidad de mi relación con el pelirrojo, Leandro nunca me ocultaría algo así. Estaba segura. Me enfoco en Rosmery quien termina de un solo trago el restante de su cerveza y procede a abrir otra lata —Solo presta un poco de atención a tu alrededor por una vez en tu vida Ivonne, has vivido en ignorancia mucho tiempo.

—¿En ignorancia yo? ¿A qué te refieres? Si yo siempre he tenido conocimiento de todo lo que pasa a mi alrededor —bufo—, además podrías estar equivocada, pudieron ser otras personas.

—Clarooo —murmura, con el tono de voz cargado de sarcasmo que no me pasa desapercibido, mi ceño se frunce, y no solo por lo incomoda que es para mí la conversación que estamos llevando a cabo, sino también por los extraños pensamientos que surgen según observo un poco más el panorama —Mejor cambiemos de tema, y aunque no me guste para nada debo preguntar nuevamente ¿Todo bien con Edison?

—Sí —doy un trago a mi cerveza —, todo bajo control, nada de lo cual preocuparse.

—Con Edison todo es para preocuparse —contesta.

Parpadeo, confusa, sintiendo como poco a poco el mal humor que he cargado todo el día vuelve a surgir de manera despreocupada. Conozco a Rosmery hace mucho tiempo, por ende, soy consciente de su manera de actuar y dirigirse, y aquello es una razón suficiente para que me enfurezca, ya que quiere mantenerme en un juego de indirectas que me inquieta, Ross nunca dice algo solo porque sí, solo falta prestar un poco de atención a sus palabras para darme cuenta de que tiene cosas por decirme.

—Sería bueno que dejaras de hablarme en códigos, y empieces a decirme lo que piensas directamente ¿No crees? — crudo, serio, cargado del enojo que no he podido manifestar en todo el día. La morena gira su rostro en mi dirección y sonríe de manera inquietante al fijar sus ojos en los míos mientras alza su lata de cerveza para tomar otro trago.

—¿Por qué no bailan? —la voz chillona de Hanna interrumpe nuestra conversación que se encontraba en la cúspide de volverse un caos por mi parte, ya que Rosmery se encontraba completamente relajada, mientras tomaba su cerveza restándole importancia al asunto; en cambio yo, rozaba el borde de los nervios por no comprender lo que estaba pasando —¿Chicas? — le dedico una última mirada a la morena sentada a mi lado antes de ponerme de pie y encaminarme hasta la parte de mi sala que se había convertido en un salón de baile. Con el único motivo de buscar calmarme y mostrarme más serena a todas las cosas que estaban pasando a mi alrededor, la verdad es que estaba siendo una dramática sentimental que le estaba prestando atención a cosas sin importancia. No había en mi opinión ningún motivo lógico por el cual debí de hablarle así a Ross, cuando claramente solo trataba de contarme un chisme como muchas veces hacíamos cuando estábamos juntas, y yo lo había tomado de una muy mala manera. Quería excusarme a mí misma diciendo que últimamente me encuentro bajo mucho estrés y desorden emocional que me están llevando a actuar de manera irracional en muchas situaciones, y no era mentira, estaba cansada de pensar y ocuparme de todas las cosas a mi alrededor. Creo que esto último también responde al hecho de porque me sentí algo atacada cuando me pidió que prestara más atención alrededor; porque la verdad era que yo estaba dando lo mejor de mí en todos los sentidos, y esa expresión que usó me hizo darme cuenta de que no estaba siendo tomada en cuenta. Sacudí la cabeza ¿En qué clase de desequilibrada emocional me estaba convirtiendo como para sentirme mal por cosas tan insignificantes como esas?

—No quiero bailar —advierto. Hanna me regala una sonrisa mientras desliza su mano por el pecho de Leandro para luego extenderla a mi dirección, confusa le doy un trago a mi cerveza, dándole vueltas en mi cabeza a la afirmación de Rosmery.

—¡Vamos, es divertido!

—Hace mucho que no te veo bailar —se une Leandro al pedido.

—Eso es porque no me gusta.

—Bailabas mucho cuando estábamos en la universidad.

—Sí, cuando estábamos en la universidad —reitero.

—Una vez al año no le hace daño a nadie —insiste Hanna, suspiro, ya que esas mismas palabras las había utilizado Edison la última vez que discutimos. Tomo otro trago a mi cerveza ¿no sería mejor si dejo de preocuparme por todo y me dedico a emborracharme? —, te relajaras —asegura, sin quitar la sonrisa de su rostro, y sin soltar a Leandro al balancearse.

Sacudo mi cabeza, nuevamente —Mejor voy por más cervezas —paso por su costado camino a la cocina, ignorando su pedido.

—¿Y tú Ross, no vas a bailar? —pregunta Leandro, mientras saco el ultimo six pack de cerveza disponible.

—No, estoy muy cansada, además mis planes para hoy eran beber hasta el auspicio y arrinconarte para que me contaras todo lo que pasa con tu jefa.

—¡Oh no! —exclama —No estamos aquí para hablar de eso...

—Insisto —la morena sentada en la alfombra de mi sala inclina levemente su cabeza, buscando aceptación a su pedido con su acción, doy otro trago a mi cerveza, dándole fin a la primera lata, mientras veo la mueca de horror del pelirrojo —, necesito todos los detalles.

—¡Es cierto! —exclama la rubia apartándose de él para así tomar asiento en uno de los sofás, resguardando la petición de Ross —Es muy injusto que solo Ivonne tenga los detalles de tu nueva relación.

—Apoyo a la cabeza hueca —río por lo bajo ante la reacción de ofendida que hace Hanna ante el apodo, desde que se tiñó el pelo de rubio Rosmery no se cansa de molestarla con eso, diciendo que el tinte le quemó las pocas neuronas que tenía —, primero dime ¿Es serio?

Ruedo los ojos. Por lo que acabas de decir, obvio no es serio.

Leandro junta sus espesas cejas —¿Desde cuándo formo parte del club de mujeres? Soy su amigo chicas, pero no formo parte de esa cosa rara que hacen de juntarse, pintarse las uñas y hablar de sus problemas. Me niego.

—¿Quieres que busque los pintauñas de iniciación? — pregunta Ross, achicando sus felinos ojos a la dirección del pelirrojo.

—Oh, no te atreverías.

—¿Me pruebas? —abro otra lata de cerveza, escuchando la pequeña riña que llevan Ross y Leandro.

—Ivonne, dile algo —se queja el pelirrojo. Me limito a sonreír entre dientes.

—Solo tienes que contarles qué pasó —contesto.

—Pero si ya se los he dicho, nos miramos, nos gustamos, nos enrollamos y listo. Eso fue todo lo qué pasó.

—¡Eso no pudo ser todo! —alza nuevamente la voz Hanna, dirijo mi mirada a su persona, hoy lleva el cabello suelto y un par de pendientes cuelgan hasta su cuello descubierto, llaman mi atención puesto que según recuerdo fueron un regalo de su antiguo novio.

—Hermano no te van a dejar en paz hasta que cuentes los detalles —miro hacia la puerta de entrada, en donde Edison se encuentra parado haciendo malabares con un par de fundas y sus llaves. Salgo de la cocina dispuesta a ayudarlo. Tomo todas las bolsas para dejarlas en la encimera; destapo un par de fundas tomando la comida para separarla, Edison compró comida china la cual es del gusto de todos aquí presentes, eso era algo bueno. De reojo veo cómo Edison se despoja de su abrigo para poder sentarse en el sofá al lado de Leandro.

—Ya venga, cuéntanos todo —vuelve a pedir Hanna —, necesito algo de drama en mi vida.

—¿Más?

—Ya déjame en paz Rosmery.

—Es que es divertido —asegura la castaña, mientras acomoda su larga trenza a un costado —, eres muy sensible.

—Y tú demasiado tosca, eso explica porque eres la única soltera del grupo —dice Leandro, alzo mis ojos de la comida que estaba colocando en charolas, solo para ver la reciente expresión de tristeza en el rostro de Hanna. Eso me recuerda que ella y yo no hemos hablado de lo sucedido con su ex novio, y a juzgar por como cambio su expresión a la mención de esa situación más me vale que lo haga pronto. Leandro parece darse cuenta de su error, porque inmediatamente trata de remendarlo —, digo no eres la única, pero ella es tosca, tú no Hanna, tú eres un amor de persona, no entiendo como alguien no quisiera estar contigo, solo que...

—Hermano... —Edison le hace una seña para que corte su palabrería, se lo agradezco mentalmente, mientras decido intervenir:

—¡La comida está lista! —y como si fueran un grupo de niños ansiosos se levantan a una velocidad extraordinaria de sus asientos para recoger su charola correspondiente. Dejando todo tipo de conversación incomoda en el pasado, cosa que agradezco. Leandro y Ross vuelven a sus puestos mientras que Hanna, Edison y yo decidimos cenar en el desayunador.

—Está delicioso —murmura Hanna, yo solo atino a asentir mientras sorbo un poco del caldo de mi Udon.

Luego de cenar, cada quien se adueña de las bebidas disponibles, con el único propósito de emborracharnos. Si algo teníamos en común mi grupo de amigos era nuestro peculiar gusto por la bebida, sentarnos juntos a beber era uno de nuestros pasatiempos favoritos y más cuando Leandro decidía hacer uso de sus supuestas habilidades como bar tender y nos ofrecía bebidas de sustancia cuestionable, como está haciendo justo ahora frente a la mesa del comedor, donde se ha adueñado de todos los tipos de bebida que Edison trajo y prepara tragos que al final todos terminamos por disfrutar mientras hacíamos uso de un viejo twister que mi novio había encontrado en uno de los compartimientos del apartamento. No puedo especificar cuanto tiempo pasó, ni cuantas bebidas tomé hasta sentirme un poco retardada y con las mejillas algo ruborosas, pero luego de un par de conversaciones llenas de chistes malos por parte de Leandro, y comentarios sarcásticos por parte de Rosmery; estaba segura de que el alcohol se nos había subido a más de uno a la cabeza, a algunos más que a otros, obviamente. Todos bailaban en la pista improvisada de mi sala luego que se hartaron del twister, me sorprendí a mí misma cuando acepté la invitación de Leandro de bailar nuestra canción favorita cuando recién ingresamos a la universidad, aunque lo dejé a media pieza cuando los demás dejaron de atender a sus pláticas para echarnos porras mientras bailábamos. Algo abochornada tomé asiento junto a mi novio quien al cabo de unos minutos se ofreció en sacarme a bailar, invitación que obviamente rechacé, al igual que las demás bebidas ofrecidas, mañana trabajábamos hasta medio día, no podíamos abusar del alcohol más de lo que ya había hecho. Rosmery y Leandro abandonaron la bebida unos minutos después, mientras que Hanna insistía en que debíamos continuar con la fiesta. La rubia se reía de cualquier situación a su alrededor a causa de todo el alcohol que corría por su sistema. Continuamos hablando hasta que luego de una hora Ross advirtió que Hanna se estaba despechando con el Alcohol y que esto iba a acabar muy mal si no la tranquilizábamos a tiempo. Edison como buen samaritano, le quitó el trago que estaba consumiendo y se dedicó a conversar con una enojada rubia que exigía con rabietas un poco más de alcohol.

—A eso le llamo yo mal de amores —se burla Rosmery, mientras observa el pequeño espectáculo que Hanna está brindando. Había pasado de estar riéndose de absolutamente todo, a echar rabietas a diestra y siniestra solo porque estaba llegando el momento de terminar la pequeña fiesta. Guardo silencio al igual que Leandro, porque, aunque la morena sea nuestra amiga, y conociéramos perfectamente su manera tan fría de ser, eso no significara que estuviéramos de acuerdo con su manera de actuar ante determinadas situaciones. En lo personal, por su manera de ser con la rubia, me mantenía en la incertidumbre de si en realidad no le caía bien o si esa era su forma de demostrar que le importaba.

Pasadas las 2 de la madrugada los chicos deciden partir cada quien hacía su casa, obviamente haciéndose cargo de una Hanna más calmada. Cuando todos se marchan luego de despedirse, me concentro en organizar un poco mi sala antes de ir a tomar un baño, como ha hecho Edison directamente, en vez de ayudarme. La verdad es que me encontraba molida, y no tanto por un esfuerzo físico, que también era parte de mi quejumbre, sino más bien por el esfuerzo mental, había experimentado muchas emociones en un lapso corto de tiempo, y me encontraba exhausta de tener que lidiar con tanto desorden emocional.

Pasados unos minutos en los que mi sala se encuentra un poco más decente tomo uno de los cojines del suelo y lo coloco encima de su sillón correspondiente. Me dispongo a recoger otro cojín antes de que la voz de Edison inunde la estancia:

—Ivonne, tenemos que hablar.

Giro sobre mis pies para toparme con la imagen de Edison en bóxer, lo cual no era algo nuevo para mí, porque vivíamos juntos y por lo general él disfrutaba dormir desnudo más que otra cosa. Aunque no podía negar que como cualquier mujer la vista de mi novio con poca ropa me ponía bastante lujuriosa, pero dicha imagen acompañada de un "tenemos que hablar" no era nada bueno si se trataba de Edison Clark, porque eso significaba que estaba esperando ponerse cómodo para hablar de algo que le molesta. Suspiro, cansada, con los ánimos por el suelo, rechazando mentalmente una pelea a esta hora, tirándome de espaldas en el sofá que convenientemente estaba detrás de mí, él opta por quedarse de pie apoyado en el estante de la esquina —Dispara.

Él pasa su mano por su cabello castaño —Sé lo que hiciste hace rato.

Frunzo el ceño —¿De qué me estás hablando?

—No te hagas la tonta Ivonne, porque no es la primera vez que me lo haces —tomo mis labios entre mis dientes —, de hecho, lo hiciste la última vez que nos vimos, y hoy volviste a hacerlo, justo cuando te estoy diciendo algo importante ¿Por qué me estas evitando? ¿Es para no tener que enfrentar la discusión que dejamos a media aquella vez como te es costumbre? —abro la boca para contestar, pero me interrumpe —, y no, no te atrevas a negarlo porque nos conocemos.

—Creo que estás siendo muy dramático.

—No estoy siendo dramático Ivonne, estoy molesto porque ya hemos hablado de esto y tú no haces ningún esfuerzo por poner de tu parte.

—Edison creo que...

—No me importa lo que creas —sus ojos verdes me enfocan, y noto esa expresión que en pocas ocasiones he tenido el placer de observar, su frente estaba fruncida y tenía los brazos cruzados, y aunque lucia relajado su pecho se alzaba de manera brusca acompañando su respiración —, eres mi novia, quiero salir con mi novia a cenar, quiero tener una cita con la chica que me gusta. Pero eso es imposible, porque cada vez que intento ser romántico ella busca miles de excusas para no dejarme hacerlo, y cuando se le acaban las excusas me evade ¡Tienes dos semanas evitándome! Sí, es cierto que me tratas como si no pasara y ese es el problema, porque sí están pasando cosas en nuestra relación, sí hay cosas de las cuales debemos de hablar: como el hecho de que indirectamente rechazaste formalizar nuestra relación, o el hecho de que no quieres salir a ningún lado conmigo y cada vez que trato de hablar del tema te escurres.

—Es que no entiendo la razón por la cual no podemos tener una cena romántica en nuestra casa —rebato, sintiéndome acorralada por su mirada, evadiendo adredemente su primera acusación.

—¡Porque eso no es romántico Ivonne! ¡Porque ya lo hemos hecho muchas veces, y ya perdió la gracia! —frunzo mi ceño ante su tono elevado de voz, Edison nunca me ha alzado la voz, el parece entiende mi gesto puesto que da una vuelta en su lugar como buscando relajarse antes de hablar —Te entiendo Ivonne, entiendo que no te guste salir, entiendo que prefieras quedarte en casa, entiendo que es tu vida, pero... No estás sola y tú vida ya no es solo tuya, por que tu decidiste compartirla conmigo, te doy tu espacio y desde que te conocí he aceptado el hecho de que no lleves una vida tan movida como la mía, incluso no tenía problemas con eso, porque de algún modo siempre lograba que salieras conmigo al menos dos veces a la semana, pero desde que nos mudamos juntos solo puedo verte aquí al llegar del trabajo envuelta en esa fea pijama que usabas en la universidad, leyendo esas estúpidas revistas de chismes, con el desorden arropándote; así que no solo te has vuelto más antisocial, sino que también te has vuelto más desalineada.

Ante dicha declaración alzo mis cejas y decido ponerme de pie para estar relativamente a su altura, aunque por obvias razones no lo logro, pero en mi subconsciente creo que así él luce menos intimidante —¿Desde cuándo mi estilo tiene importancia en nuestra relación? ¿Acaso no eras tú quien me decía: "Vivamos juntos, pero esta también será tú casa, tienes derecho a relajarte"? ¿Por qué ahora parece molestarte?

—Ivonne, no me molesta, ya te lo he dicho, la cosa es que con la única cosa que te veo es con ello.

—Ah, pero sí que no te molesta cuando llega la hora de quitármelo.

—Eso es irrelevante el punto es que...

—No —observo como cierra su boca ante mi contesta —. El punto aquí es que tú no has entendido que no voy a hacer lo que tú digas, eres mi novio, no mi padre.

—Ivonne sé que no soy tu padre, pero no te estoy pidiendo más que un favor porque estamos en esto juntos, hace mucho que te lo vengo repitiendo ¡Solo te estoy pidiendo una salida a la semana! ¡Donde tú coño quieras! —da unos pasos hasta quedar frente a mí, se inclina a tal nivel que casi estamos rozando nuestros labios —pero ya estoy harto de estas cuatro paredes y del maldito pijama de la universidad. Quiero tener una cita contigo y poder revivir los momentos como cuando empezábamos y mostrabas emoción por arreglarte, aunque sea para comer un helado ¿O es que acaso el problema soy yo? ¿Es eso Ivonne? ¿Yo soy el problema? ¿Por eso no te quieres casar conmigo? —susurra, con el tono de voz cargado de rabia y de imprudencia. Mis ojos se llenan de lágrimas ante su explosiva actitud, y mi falta de fortaleza.

—Sí, tú eres mi problema, que no terminas de entender que no quiero salir de aquí. —respondo, ignorando nuevamente el tema de matrimonio.

—Pero es que tiene que haber una razón lógica, no puedes venir solo así y decirme que no quieres salir de la casa.

Alzo las cejas en clara señal de confusión —¿Ah sí? Pues mira como lo hago ¡No quiero salir de mi casa! Y no sé cuántas veces te lo voy a decir.

—¡¿Pero por qué?!

—Pues porque no me da la regalada gana.

Jadea, para luego separase de mí hasta llegar a la otra punta de la sala, en el lugar solo se escuchan el eco de sus pasos siendo arrastrados por la alfombra y nuestras agitadas respiraciones, suspiro tratando de eliminar el agua acumulada bajo mis ojos las cuales no me he dado el placer de derramar, miro a Edison quien se ha quedado callado unos cuantos minutos absorto en sus pensamientos, me limito a observar cómo muerde una de las uñas de sus dedos con insistencia.

Vuelvo a sentarme en el sofá abrumada, no es la primera vez que tenemos esta conversación, puedo decir sin temor a equivocarme que solo en el último mes hemos hablando de ello más de tres veces, y tengo que aclarar que apenas estamos en la tercera semana. Pero es que en mi defensa yo no puedo seguirle los pasos a alguien tan vivas como lo es Edison, además, él sabía cómo era antes de decidir tener algo serio conmigo, no entiendo como de unos meses para acá quiere venir a cambiar esas cosas de las cuales ya tenía conocimiento.

Dirijo mi mirada hacia él nuevamente, actualmente se encuentra apoyado en una de las paredes con los brazos cruzados y con la mirada puesta al techo —Al menos dime que si vamos a hacer que esto funcione, Ivonne... —suplica, posando sus ojos verdes tan oscuros sobre los míos cafés opacos con determinación.

Sonrió, pensando en lo irónico que resulta toda esta situación —Está funcionando, siento que el único que no lo ve así eres tú.

Él ríe sarcásticamente —Entonces... ¿El hecho de que te niegues a salir y que evites hablar sobre yo proponiéndote matrimonio deliberadamente es un problema que me estoy imaginando yo?

Frunzo el ceño —Edison tú sabes que no me gustan las fiestas y...

—No te da la regalada gana de ir —bufo cuando su tono lleno de calma se hace presente, consecuente, como si fuera cociente de que va a ganar mucho antes de empezar —, pues como no te da la regalada gana, a mí tampoco me da la regalada gana de aceptar tus excusas. Es más, como último recurso me encargué de programarte una salida de compras con Hanna mañana, así que no te podrás salvar de esa, porque si no quieres salir conmigo al menos te verás obligada de salir con los demás, y más te vale que no pongas un pie en esta casa mañana.

Mi ceño se frunce y siento como la ira invade mi cuerpo rápidamente ¿Qué él hizo qué? ¿Acaso no le fue suficiente con lo de hoy? —¿Me estás diciendo que no puedo poner un pie en mi maldita casa?

—Sí eso te estoy diciendo, al menos mañana no quiero verte la cara.

—¡¿Pero qué demonios pasa contigo?! ¡¿Es tan difícil entender que prefiero quedarme en casa antes que salir?! No tengo mucho tiempo libre luego que me elevaron de puesto ¿Quieres dejarme gozar de mi tiempo libre en paz? —exploto, sin importarme los vecinos, o el simple hecho de parecer una loca con el pelo desarreglado, las mejillas sonrojadas por el alcohol y los ojos llorosos por la lucha interna con mis emociones. Hoy más que nunca, y en este preciso momento sentía que me estaba perdiendo en una lucha sin sentido.

—No, y esa es mi última palabra —aprieto mis manos en puños mientras que él permanece contra la pared mirándome.

—¿Y qué harás si vengo aquí? —lo reto, alzando la barbilla en defensa.

—Ivonne, no quieres ponernos en esa situación —asegura, y lo envidio por mantener la compostura de esa manera en un momento como este.

—Claro que quiero, tú me estás obligando a ponernos en esta situación, así que contesta: ¿Qué vas a hacer si vengo aquí?

Sus manos vuelven a pasarse por su cabello castaño despeinándolo —Supongo que entonces tendré que buscar un lugar a donde irme, por qué quedaría más que claro que tú y yo no podemos ni siquiera llegar a un acuerdo —contesta encogiéndose de hombros, encogiéndose de hombros ante la idea de dejar tres años de nuestra vida atrás, encogiéndose de hombros ante la idea de abandonarme. Doy media vuelta, dirigiéndome hacia la mesita de entrada para tomar mi celular, mis lentes y llaves —¿Para dónde vas a esta hora Ivonne? —tomo uno de mis abrigos que se encuentran en el perchero y justo cuando estoy por colocármelo siento su mano sobre mi brazo —Estoy hablando contigo, Ivonne.

—¡Y yo acabo de terminar de hacerlo! — jadeo, en busca de aire, necesito salir de aquí, aunque sea para caminar un poco —¡Y no tendrás necesidad de buscar un lugar a donde ir porque me encargaré de no poner un pie en esta casa empezando desde hoy!

Me zafo de su agarre y doy un traspié tratando de estabilizarme luego del jalón, cierro la puerta en sus narices, eso me dará algo de tiempo en llegar al ascensor, corro por el pasillo mientras escucho la voz de Edison gritando mi nombre, pero no me importaba nada en este momento, por suerte el ascensor se abrió rápido, entré y presioné el botón, alcancé a verlo salir al pasillo. Pronunció mi nombre casi como un ruego, una lagrima rodó por mi mejilla mientras me pedía casi a gritos que esperara, que no me fuera así. El corazón me latió con fuerza cuando estuvo a solo centímetros de llegar a mí antes que las puertas del ascensor cerrasen, pero no me importó. Porque cuando llegué al primer piso y las puertas del ascensor se abrieron yo solo pude pensar en salir de allí lo más pronto posible con los ojos llorosos, los pensamientos nublados y el corazón vuelto una mierda.

Esto era todo, realmente había colapsado.

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