Capítulo 1
Alzo mis ojos del computador mientras acomodo mis gafas en el puente de mi nariz, sonrío observando la mirada de reproche que me dirige Leandro desde la entrada de mi cubículo.
—Deberías de estar trabajando —murmuro, aun siendo consciente de que él se aprovechaba del amorío que sostiene con la jefa del departamento de publicidad para hacer según a su antojo en las horas de trabajo. El aludido cruza sus brazos sobre su pecho haciendo su típica mueca de ofendido, que consistía en alzar levemente su ceja izquierda mientras arrugaba sus labios en un gesto bastante cómico.
Sonrío para mis adentros, recordando que no había nada que yo pudiera hacer para evitar su dosis de drama el día de hoy.
Tecleo un par de palabras sobre el teclado antes de que su voz inunde mi cubículo —Prometiste que irías, me quedé esperándote toda la noche.
—No seas exagerado, te llamé para avisarte que no podía ir —respondí.
—¡No me llamaste! —alzo una de mis cejas a su dirección provocando que mis gafas se deslicen un poco, Leandro deja caer sus brazos a los costados siendo consciente de la mueca de ironía que tengo plasmada en el rostro, bufa antes de contestar —Bueno si lo hiciste, pero eres lo bastante inteligente que sólo decidiste llamarme cuando era lo suficientemente tarde como para que yo bajara hacia tu departamento y te arrastrara por los cabellos a la discoteca. Eso es jugar muy sucio Ivonne.
Suspiré, el susodicho tenía razón.
Pero aun siendo consciente de ese dato, yo no podía dejar a relucir mi falta sin tratar de justificarme primero, era como una ley no escrita para mí: Negarlo todo hasta que fuera imposible no hacerlo.
Así que, haciendo uso de mis habilidades con el propósito de cumplir mi criterio, hice un puchero en dirección a Leandro.
—Oh no, ya sabes que eso no funciona conmigo —batí mis pestañas —, diablos...
Alzo las comisuras de mi boca en una pequeña sonrisa. Sí algo había aprendido a través de los años es que de nada vale tener el conocimiento si no lo sabes usar. Y yo, gracias a mis amigos que siempre dicen que tengo un rostro muy dulce e infantil que hace imposible resistirse a mis muecas, tenía el conocimiento suficiente para usarlo a mi favor en el momento adecuado. Y este, era uno de esos momentos, mucho más si tomábamos en cuenta lo sensible que es el pelirrojo frente a mí; si algo destacaba a Leandro, aparte de su cabello rojo, era su sensibilidad, estaba muy comprometido con la idea de que debíamos ayudar al prójimo, aunque no supiera cómo hacerlo o, aunque el prójimo no quisiera ser ayudado. Pero así era él, y había aprendido a tolerarlo a pesar de sus incontables intentos por qué yo saliera de mi zona de confort.
—Enserio que esta vez no podía —mentí, porque la verdad era que había decidido no asistir -a expensa de romper mi promesa- y preferí quedarme frente a la pantalla de mi televisor tirándome un par de episodios de The Walking Dead —, Estaba consolando a Hanna, por su ruptura y eso... —volví a mentir. Porque, aunque era cierto que nuestra amiga Hanna estaba atravesando un momento de depresión por la reciente ruptura de una relación de más de cinco años, yo no era el tipo de persona que se sienta a tu lado a pasarte la mano por la espalda. Yo era más el tipo de persona que comparte el dolor de la otra, pero dejando que este lo afronte de manera individual, era mi manera de decir: Aquí estoy, pero si algo pasa te jodes tú solo. Y Leandro lo sabía, es más, podía apostar que era de las pocas personas en este mundo que conocían muy bien cada una de mis facetas, así que no me sorprendió cuando avanzó unos pasos para sentarse en las sillas disponibles para los clientes frente a mi escritorio con cara de pocos amigos.
Mordisqueé levemente mi labio inferior, rogando porque no se haya percatado de mi mentira en esta ocasión.
—Oh eso arregla las cosas —mi cuerpo se relajó notablemente al darme cuenta de que el rey del drama había caído en mi mentira —, lástima que no te vi consolándola cuando estaba borracha y decidió bailar en el tubo de la disco ayer.
Gimoteo. Uh soy una amiga terrible.
—Pero yo...
—Ivonne, las mentiras no son buenas, además es asqueroso que utilices la situación de Hanna para cubrirte.
—¡Pero a quién se le ocurre ir a la discoteca un día de semana! ¡Es obvio que no podía ir! A diferencia de ti suertudo yo no tengo un amorío con el jefe de departamento con el cual pueda justificar mi deficiencia en el trabajo por motivo de una resaca —esto último lo digo en un susurro, para que las demás personas a mi alrededor no me escucharan; aunque estaba segura que ya eran conscientes del romance que sostenía Leandro con nuestra jefa, no lo iban a confirmar por medio a mí. Y como mi área de trabajo consistía en un inmenso salón dividido por cerca de 40 cubículos, lo cual causaba que las paredes del cubículo fueran delgadas para aprovechar espacio, era mi deber resguardarme de la inmensa cantidad de pares de oídos hambrientos por un nuevo chisme entre un ambiente de trabajo tan rutinario.
Sí lo sé, esta situación era como un delicioso filete en la jaula de un León hambriento.
—Eso no es excusa —su dedo me apunta de manera acusadora —, Hanna tampoco tiene un amorío con el jefe de su departamento y asistió, a pesar de tener el corazón roto gracias a Francisco.
—No es mi culpa que Hanna sea amante a las salidas, apuesto a que amaba más salir que al mismo Francisco —bufo.
—Claro que no, sino no se hubiese quedado en casa todas las veces que él le pidió que dejara las fiestas y salidas con nosotros para que pasaran tiempo juntos.
—¡¿Eh?! —Abro los ojos ante tal confesión — ¿Ella hizo eso?
Para nadie de nuestro círculo era un secreto que Hanna era la persona más fiestera del grupo después de Leandro, claro está, y es que no era para menos, con una personalidad tan sociable como la de ellos dos, era habitual que se sintieran atraídos por las reuniones en donde estuvieran muchas personas, bebidas y buena música. No ponía en duda que ambos podían llegar a casarse con las discotecas si eso fuese posible.
—¡Lo vez! —exclamó —Nunca te enteras de nada, nunca, pero ¿Cómo te ibas a enterar si vives encerrada en tu burbuja? Es increíble, ni siquiera sabes de la vida de tus amigas —bajo la mirada a los posts it encima de mi escritorio—. Y así te atreviste a utilizarla como escudo, para mentirme en la cara.
—Ay —me quejo —¿Me lo vas a reprochar siempre verdad?
Él frunció el entrecejo mientras juntaba sus manos sobre la mesa —Puedo dejar de hacerlo, pero tienes que venir conmigo mañana a una fiesta.
—Pero...
—¿Prefieres que vaya a donde Hanna a contarle lo empática que haz actuado sobre su situación?
—¡Oye, eso sí que es jugar sucio! Además, no es como si yo hubiera hecho algo tan malo.
—Oye Hanna ¿Sabías que una de tus mejores amigas utilizó la rotura de tu relación con el amor de tú vida para no salir conmigo? —su voz tratando de imitar la escena donde se supone que le contará a Hanna sobre mi mentira hace que ruede los ojos hastiada por tanto drama—Sí lo sé, es algo muy feo, mucho más si ni siquiera se ha tomado la molestia de escribirte por tu ruptura con Francisco, pero no llores, de verdad no llores, eso nos sirve para darnos cuenta de quienes son nuestros verdaderos amigos.
He aquí al rey del drama.
—¡Eres un gran hijo de p..!
—¡Hernández! ¿Te pago para que converses o para que hagas tu trabajo? —jadeo cuando la voz de Alison se hace presente, me levanto de mi silla rápidamente para mirar por encima de la pared de mi cubículo.
Alison se encuentra parada en el umbral de las puertas de su oficina, haciendo un sonido molesto con sus tacones de aguja al pisotear. Observo su cuerpo enfundado en una falda tipo tubo que acentúa todas sus curvas junto con una blusa blanca, su largo cabello castaño claro está en forma de bucle sobre su blusa, admiro la mueca en su rostro de total disgusto mientras espera mi respuesta, trago grueso bajo la intensa mirada de sus ojos grises.
No puedo evitar sentirme intimidada al trabajar para una persona como Alison, que no solo es una mujer con una belleza innegable, sino que es una mujer bastante inteligente que posee una autoridad que haría temblar a cualquier ser humano.
—Para trabajar, señorita, pero es que...
—Y entonces ¿Por qué no están en mi escritorio la propuesta publicitaria de la compañía Exonus?
—Y-yo los e-estoy haciendo...
—¡¿Aún no los tienes listos?! —miro a Leandro pidiéndole ayuda con la mirada, este trata de contener la risa mientras observa la reprimenda que estoy recibiendo, formulo un "ayuda" con los labios, pero me ignora —¿Estoy hablando con una pared Hernández?
—Bien, acepto, iré —susurro dirigiéndome a Leandro —. Pero haz algo con tu loca.
La sonrisa del gato Cheshire se extiende por su rostro antes de ponerse de pie y mirar por encima de la pared a nuestra jefa, se relame los labios antes de hablar —Disculpa Alison, ha sido mi culpa, yo la he entretenido. Ahora la ayudo a terminar y paso yo mismo a entregar el papeleo a tu oficina. — no puedo evitar rodar los ojos cuando noto el doble sentido que ha utilizado Leandro en su tono al decir esto ultimo.
Los ojos furiosos de Alison se calman, y desde mi lugar observo como posa una sonrisa socarrona en su rostro correspondiendo al coqueteo de mi amigo, que, a pesar de ser sutil, parece haber logrado su objetivo.
—Estaré esperando que me traiga esa propuesta con ansias, señor Torres — Evitó hacer una mueca de asco.
¿Sexo en la oficina, en serio?
—Espero que esto no se vuelva a repetir Hernández —asiento repetidas veces mientras observo como se adentra a su oficina contoneando levemente sus caderas para la satisfacción de todos los hombres en el salón.
Suspiro cuando me dejo caer a mi silla nuevamente, Leandro sonríe de manera victoriosa desde arriba —Termina eso y llévalo a mi cubículo rápido, necesito ir a llevárselo a su oficina. Ah... ¿Podrías avisarle a Edison que conseguí las entradas al partido?
—Uhg —contesto —, no sabes cuánto te odio. Pero si le avisaré cuando hable con él hoy ¿Cuándo es el partido?
—Este Domingo.
—Edison no llega hasta el Martes de la próxima semana.
—No, viene mañana en la madrugada —alzo una de mis cejas en total muestra de confusión —¿Qué? ¿No te dijo que llegaba antes?
Niego con la cabeza —A veces siento que tú eres más novia de él que yo —lo cual no está lejos de la realidad, aunque supongo que es un beneficio que mi novio y mi mejor amigo sostengan una buena relación, a veces llega a ser un poco molesto para mí ya que cada uno se ha acoplado tan bien al otro que suelen olvidarse de mí, aun siendo el motivo principal por el cual se conocen.
Leandro ríe mientras me da la espalda y da unos cuantos pasos en dirección a la salida de mi cubículo —Lástima que me gusten mucho las vaginas, sino aparte de marginada, estarías soltera y ninguno de los dos desearía que eso pasara.
—Eres un imbécil —le lanzo uno de los lapiceros que estaban perfectamente organizados sobre mi escritorio, pero mi mala puntería hizo acto de presencia y fallé en el intento de herirlo, Leandro me arroja un beso desde el umbral antes de despedirse con su mano.
Bufo, ahora tendría que volver a pararme para recoger ese lapicero.
Aunque en estos momentos, era lo que menos me importaba, luego de semejante reprimenda que me dedicó Alison en frente de todos mis compañeros de trabajo, en lo único que podía concentrare era en teclear lo más rápido que mis dedos me permitían para terminar la parte técnica de mi propuesta publicitaria para Exonus en menos de media hora, estaba segura de mi propuesta, de hecho, estaba muy satisfecha con el resultado, pero esas no eran excusas para evitar volverme esclava de una computadora. Es más, esas no eran excusas para evitar esclavizarme de mi trabajo, que me gustara trabajar en el departamento de publicidad no evitaba que tuviera que ahogarme en trabajo para ganarme el dinero justo de mi manutención; y menos luego de mi reciente ascenso, porque trabajar en el departamento de publicidad era más complicado de lo que yo creía cuando decidí matricularme en dicha carrera, a mí solo me gustaba el dibujo, soy buena en ello, sentía que publicidad acaparaba todo eso y a diferencia de diseño gráfico, era más solicitado en la zona donde residía lo cual me facilitaría buscar trabajo, y eso era uno de mis objetivos principales en mis tiempos como universitaria.
Amo lo que hago, y mi carrera no solo me ha permitido hacer lo que me gusta; como expresarme a mí misma a través de mis bocetos, sino que también me ha abierto muchas puertas, entre ellas la oportunidad de conocer a personas increíbles, como mis mejores amigos, quienes, aunque no estudiaron publicidad precisamente (a excepción de Leandro) compartíamos tantas materias que era algo imposible no llegar a formar lazos entre nosotros.
Así que sí, ser esclava de mi trabajo valía la pena completamente.
Pero no todo el mundo puede llegar a entender eso, el ejemplo perfecto para esta situación es: Mi novio, quien aún con casi tres años de relación no podía comprender como me sentía tan entusiasmada ante la idea de crear un método de mercadotecnia para un producto o compañía, según su criterio todo lo que conllevaba horas y horas sentado frente a un computador (porque aunque no me mantenga todo el día redactando propuestas, la otra parte de mi tiempo me la paso creando bocetos, planos o planillas; es decir, que vivo pegada a un computador) era un trabajo tan aburrido que acababa con la vida de las personas. Y es que no es para menos, Edison tenía uno de los trabajos más dinámicos que podían existir, recuerdo que cuando andaba en la secundaria me preguntaba si existía un empleo en el cual pudiera hacer todo lo que me gusta, con un horario flexible, buena paga, y que, además, me permitiera conocer el mundo. Algo imposible si somos realistas, pues no para Edison, porque el suertudo no solo provenía de una familia pudiente que podía resolverle todos sus problemas (cosa que dudo que llegara a pasar gracias a lo orgulloso que es en ese aspecto), sino que también era una persona con demasiada suerte. Él practicaba varios deportes durante la secundaria y la universidad, y aunque nunca le interesó trabajar como deportista, algo que sí le gustaba era comentar sobre cada partido que veía; ya tenía las conexiones, muchas personas en el medio sabían que era fanático de los deportes, solo tendría que hacer algunas llamadas, y eso fue lo que hizo, y debo de admitir que le iba de maravilla. Se la pasaba de aquí para allá presenciando los mejores partidos y comentando sobre ellos para los demás televidentes, no era alguien tan importante como un jugador así que no tenía que preocuparse por ser reconocido en la calle y poder llevar una vida normal, ganaba bien, y tenía un horario que yo envidiaba de manera sobrehumana ¡Podía dormir 9 horas seguidas si se le pegaba la gana! Aparte de que conocía a sus ídolos por la trayectoria de su carrera sin renunciar a la posibilidad de seguir practicando deportes como hobbie. El maldito tenía el trabajo de sus sueños, y no podía entender que yo también lo tenía... Aunque sin el horario de ensueño, la buena paga y las pocas horas delante de un computador.
Bien, lo acepto, no es el mejor trabajo. Pero era lo que había. Lo que ganaba me alcanzaba para pagar mis cuentas, y aunque Edison insistía en pagarlo todo él, yo también era muy orgullosa y no iba a permitir que eso sucediera. Ahora que recuerdo, ese había sido el motivo de nuestra última discusión (Aunque últimamente discutíamos casi todo el tiempo y por cualquier cosa) donde él estaba muy emocionado con la idea de festejar nuestro aniversario tomándonos unas vacaciones alrededor del mundo con todos los gastos pagos a su nombre; algo que me pareció muy injusto y obviamente no acepté, discutimos durante un buen rato en el cual llegamos al punto muerto donde acordamos que cada quien podía pagar su mitad, me pareció más justo y obviamente estuve más conforme, hasta que recordé que ni trabajando horas extras podría cubrir los gastos de un viaje como ese, ya que muchas veces él mismo tenía que ayudarme a llegar a fin de mes, así que luego de negarme a ir sin brindarle explicaciones de porqué, ya que para mí era algo vergonzoso decirle a alguien de su estatus social que no podía ir a falta de dinero y que además tenía el orgullo del tamaño de la Torre Eiffel como para aceptar su dinero, comenzó una discusión monumental en la cual nos enfocamos en la vida tan cotidiana que llevo, que impide que él pueda cumplir sus deseos conmigo a su lado y mi "evidente desapego" a nuestra relación la cuál él buscaba formalizar.
Sí señoras y señores, me confesó en medio de una discusión que su plan era proponerme matrimonio.
Desde entonces la relación de nosotros bailaba en un hilo de incomodidad, donde cada uno iba enojado con el otro por razones diferentes, casi no nos hablábamos, no nos testeábamos, incluso era incómodo compartir la misma habitación. Lo bueno es que después de eso no pasaron muchos días hasta que se tuvo que ir a un viaje por motivos de trabajo, y yo ya no tuve que soportar su presencia silenciosa junto con su mirada acusadora siguiéndome cada vez que llegaba a casa.
Sinceramente no estaba feliz con el hecho de que estuviésemos tan distanciados, incluso debía admitir que me molestaba un poco el hecho de que Leandro estuviera consciente primero que yo de su regreso mañana, aunque pensándolo bien debía agradecer que me lo hubiese mencionado, ya que ahora debía pensar en cómo actuar cuando él llegara a casa, cosa que me tenía algo nerviosa.
Amo con locura a mi novio, y por más discusiones que tuviésemos no quería permanecer enojada con él mucho tiempo.
Suspiro profundamente, tratando de dispersar todos esos pensamientos de mi cabeza para enfocarme en el trabajo que tenía enfrente, el que, de hecho, ya había terminado. Me inclino un poco más hacia el monitor, arrugando un poco el entrecejo hasta que encuentro la opción de imprimir en la esquina superior del programa, le doy clic y espero pacientemente a que la impresora a mi lado haga su trabajo. Cuando esta termina me dispongo a ponerme de pies alisando con mis manos los bordes de mi falda para dirigirme hacia el cubículo de Leandro a entregarle la propuesta publicitaria que tanto me había solicitado Alison.
(...)
—Te apuesto 10 dólares a que le da un beso de despida —le doy una mirada de reojo a Rosmery tras el comentario que acaba de hacer mientras observo la escena romántica que están dando Leandro y Alison frente a nosotros.
—20 a que le aprieta una nalga —murmuro, la morena a mi lado gira su rostro hacia mi dirección con asombro, de seguro está impactada ante el hecho de que yo esté lanzando a mi amigo por la borda en estos momentos.
La observo detenidamente enfocando mi atención en su vestimenta, la cual consistía en un vestido largo con vuelos de color naranja y una chaqueta Jean que seguramente la llevaba puesta para resguardarse del frío de la ciudad junto con un par de zapatillas doradas que dejaban al descubierto sus pies, la verdad era que estaba sorprendida, ya que ella no era el tipo de persona a la cual se le veía con vestidos, y mucho menos vestidos largos, ya que era una persona pequeña (Aunque aún con ese dato me sacaba más de una cabeza) y un poco curvilínea gracias a sus raíces latinas, cosa que odiaba y buscaba de todas las maneras posibles evitar prendas que se ciñeran a su cuerpo. Tenía el pelo castaño peinado hacia un lado, completamente lacio, que en lo personal no me gustaba como le quedaba ya que no iban con la forma de su rostro el cual era alargado y demasiado delgado para las proporciones de su boca y nariz, lo cual la hacía lucir más asimétrica de lo que ya era. Rosmery no era linda, al menos desde mi punto de vista, pero tenía su encanto. Si había algo que podía rescatar de su apariencia eran sus ojos de color miel, casi felinos, los cuales eran extremadamente grandes y expresivos, rodeados por espesas pestañas largas y oscuras, acompañadas por unas hermosas y definidas cejas de color negro, que lograban impactarte cuando enfocaba sus ojos en ti, justo como en este momento, en los cuales lucen felices mientras asiente dándome a conocer que está de acuerdo con empezar una apuesta.
—Trato —dice, mientras vuelve su atención al frente. Sonrío, porque soy consciente de que tendré 20 dólares extras en mi billetera en un par de minutos.
—¿Qué están haciendo? —Rosmery y yo damos un pequeño brinco en nuestro lugar ante la repentina presencia de Hanna, la cual decidió que este era el mejor momento para apoyarse en nuestros hombros y hablar a nuestros oídos con su estridente voz. Luego de unos segundos parece darse cuenta de nuestra acción y añade: —¿Por qué estamos espiando a Leandro mientras habla con Alison?
—Shhh —la silencia Rosmery, observo la mueca de desencanto que hace Hanna ante el atrevimiento de la castaña por mandarla a callar —, solo observa.
Nuestro horario de trabajo ya había terminado hace aproximadamente quince minutos, pero aún nos encontrábamos en la acera frente al edificio, esperando la llegada de Hanna quién trabajaba como chef de un restaurante a unas cuantas esquinas de nuestro lugar de trabajo, aunque en realidad, eso solo había sido una excusa para poder observar el encuentro que están teniendo mi jefa de departamento con nuestro amigo pelirrojo. Aprieto mis manos esperando con ansias que Leandro termine de hablar con Alison y se despida de ella como es debido, más si tomamos en cuenta la personalidad tan coqueta de mi amigo, y lo mucho que parecía gustarle nuestra jefa. Pero a pesar de mis deseos, mi amigo parece bastante a gusto en sacarle platica a la chica que espera por subir a su auto.
Oh vamos ¿Quién puede durar más de 15 minutos con la puerta del piloto abierta dispuesta para marcharse y no irse?
—Eso no es tan interesante como para que estemos paradas como velas viendo como coquetean —se queja Hanna luego de unos cuantos minutos en los cuales nos dedicamos a observarlos, Rosmery quien luce tan ansiosa como yo porque todo termine la manda a callar nuevamente.
Giro mi rostro hacia Hanna, su pelo teñido de color rubio está recogido en una coleta alta, algunos mechones caen a los costados de su ovalado rostro de manera despreocupada acentuando un poco sus delgadas expresiones las cuales estaban algo tensas gracias a la mueca de confusión que tenía plasmada, donde su entrecejo estaba fruncido y sus delgados y pálidos labios algo extendidos a mi dirección, la verdad es que se veía muy enojada, pero el rubor que se extendía por sus mejillas no me permitía tomarla enserio. Aunque eso no impedía que mi atención recayera a las inmensas ojeras debajo de sus ojos azules, las cuales me recordaban que no la había visto desde que nos informó mediante al grupo que tenemos que había encontrado a Francisco acostándose con su vecina en su departamento hace un par de semanas, pensándolo bien tenía mucho sin verlos a todos juntos en un mismo espacio, a pesar de que soy consciente de que suelen reunirse muy seguido luego de finalizar la jornada —Es que tenemos 20 dólares en juego —le explico, causando que mi amiga rubia frunza más su entrecejo, como si eso fuera posible.
—¿20 dólares?
—20 a que solo se despide con un beso. —dice Ross.
—20 a que la manosea —rebato.
—Qué patético, estamos hablando de la mujer de hierro. Ni siquiera Leandro puede con alguien así —sonrío más ampliamente cuando me doy cuenta de que ninguna de ellas conoce el estado de la relación que sostienen aquellos dos; aunque es algo lógico, tomando en cuenta que Rosmery y yo, trabajamos en departamentos diferentes y que Hanna ni siquiera trabaja en nuestro edificio, es casi imposible que se puedan enterar de todos los chismes —, es más, 20 a que luego de la charla la deja partir tranquila.
Rosmery y yo hacemos una mueca al mirar a Hanna, desde aquí es visible la tensión sexual que sostienen aquellos dos mientras charlan, así que es imposible que se despidan sin ningún tipo de contacto, francamente era una apuesta muy estúpida de su parte. Hanna se encoge de hombros mientras pasa sus manos por su cabello.
Enfoco mi atención nuevamente en la parejita que habla animadamente al cruzar la calle, Alison se encuentra recargada en su automóvil con la puerta del copiloto aún abierta mientras que Leandro está justo frente a ella conversando demasiado cerca de su rostro, estoy segura que hace rato que es consciente de que los estamos observando y por eso ha alargado más la conversación. Alison quien lleva la misma ropa de esta mañana de un momento a otro coloca su mano sobre el pecho de mi amigo, desde nuestra posición no podemos ver la expresión que ella tiene, aunque la sonrisa socarrona de Leandro muestra claramente sus intenciones. Sonrió más viendo la química fluir entre aquellos dos dándome más posibilidades de ganar 20 dólares.
—No puedo creer que voy a perder 20 dólares —vuelve a quejarse Hanna cuando la sonrisa socarrona de Leandro se extiende un poco más antes de acercarse lentamente a Alison y plantar sus labios contra los de ella —¡Ay, no!
Ross ríe, seguramente regocijándose en la acción tan ingenua de Hanna.
Pero es que ella es así, Hanna es el tipo de persona que únicamente actúa en base a hechos, es muy difícil para ella tomar decisiones siguiendo una corazonada, si intenta hacerlo tiene que, aunque sea tener la opinión de alguien de confianza para avanzar; creo que esa peculiaridad fue una de las razones por la cual Hanna nunca se dio cuenta, al menos hasta ahora, que Francisco la engañaba con su vecina durante más de un año. Hanna no sospecha de las personas, es fiel creyente que donde hay confianza las cosas surgen cuando están hablando. Algo muy ingenuo de su parte, porque quedó demostrado que Francisco (y ningún hombre según mi criterio) poseía la confianza suficiente como para decirle en medio del desayuno: "Oye Hanna, la verdad es que me acuesto con la vecina de al lado mientras estoy contigo, pero no te preocupes por eso, es más te ofrezco un trío". No, eso no fue lo que pasó, de hecho, sucedió todo lo contrario. No fue hasta que un día donde Hanna salió más temprano del trabajo por motivo de una fuerte gripe que tuvo hace un par de semanas que descubrió a su novio enrollado entre sus propias sábanas con su vecina.
Sí, lo sé, un golpe bajo.
Aunque ella no podía decir que no se lo advertimos, porque aunque ella sea muy creyente de darle confianza a las personas y apartarse, Rosmery y yo no éramos así y si éramos conscientes de los cambios de luces que estaba teniendo su novio desde hace más de un año, aunque sinceramente en más de una ocasión escudamos nuestras sospechas detrás del hecho de que Francisco nunca nos agradó, y por eso nunca le dijimos como tal nuestras dudas, porque aunque teníamos la certeza que Francisco estaba cometiendo adulterio, no sabíamos con quién era, y con el loco ideal de actuar en base a hechos que tenía Hanna no íbamos a proponer una ardua investigación a expensas de ser ignoradas. No nos confundamos, éramos amigas, de hecho, muy cercanas, pero ninguna de nosotras iba de entrometida en la vida de la otra, por más cercanas que fuéramos entre nosotras existía una línea divisoria que la conformaba la personalidad de cada una: Rosmery con su frialdad y franqueza, Hanna con su espíritu pacífico y yo con mi manera de pensar en donde todo a mi alrededor me daba igual. Pequeñas cosas, que nos ayudaban a entender cuál terreno pisar para resguardarnos de una enemistad y cuál no.
Llevábamos alrededor de cuatro años conociéndonos, ya sabíamos a qué atenernos con cada una, así que era mejor respetar los ideales de cada quién y hacer de la vista gorda en más de una ocasión.
Escucho como Rosmery explota en carcajadas cuando aún luego de varios segundos Leandro sigue sin bajar la mano de la cintura de Alison —Oh, quiero mis 40 dólares —alardea, pero yo mantengo mi vista fija en la escena a espera de un cambio, la morena sigue saboreando su victoria.
—No cantes victoria tan rápido —susurro, poniendo toda mi fe en el espíritu carnal de nuestro amigo pelirrojo. Escucho como bufa y murmura algo sobre lo mala perdedora que soy, no le presto atención, la verdad es que estoy muy concentrada en la oportunidad de ganar 40 dólares, los cuales no me caerían nada mal en estos momentos. Apoyo mi costado en la barra que divide la acera de la calle, de manera que puedo observar a mis amigas quienes se encuentran sentadas en una banca a pocos metros y a Leandro quién aun sostiene una sección de besuqueo justo al cruzar la calle.
—Ivonne, llevan rato besuqueándose y Leandro no ha bajado la mano para tocar su retaguardia. Si alguien como él no lo ha hecho, pues no lo hará —concilia Hanna, pero no la escucho, solo estoy pendiente en la mano de Leandro que se desliza lentamente por la espalda de Alison hasta llegar a su trasero y detenerse ahí.
—¡Vamos estruja! —suplico, y como si me hubiese escuchado Leandro ciñe su palma en el trasero de Alison estrujándola más contra él —¡Bingo! —grito mientras me acerco a ellas extendiendo mi mano esperando la entrega de los 40 dólares.
—No es justo, ella siempre gana —gimotea Hanna, mientras deposita los 20 dólares que le corresponde.
—Deja de quejarte ya —pide Rosmery al extenderme sus 20 dólares los cuales tomo para luego guardar en mi billetera —, aunque tiene razón, no sé qué haces que siempre ganas las apuestas.
Río —Es que yo tengo información que ustedes no.
Ambas frunce el ceño antes de abrir sus bocas en muestra de asombro —¡Oye, eso no es justo! —exclama Ross, río cuando veo la expresión de inconformidad que le da Hanna a Rosmery, ya que solo hace unos segundos que la estaba regañando por estarse quejando cuando ella hace justamente lo mismo, pero la ignoro sacando mi celular de uno de los bolsillos de mi bolso —No puedo creer que haya perdido 20 dólares por no estar al día con los chismes —vuelvo a reír —, tendré que juntarme con el grupo de cotillas en el almuerzo para que esto no me vuelva a suceder —sus ojos mieles me enfocan —, te odio.
Me carcajeo una vez más, recibiendo la fingida ira de Rosmery —Te ahorro el sufrimiento —comento, antes de pulsar el botón de llamada —, están saliendo hace un poco más de un mes.
Escucho el pitido de la línea a través de mi teléfono —¡¿Qué?! ¿Por qué no me habías dicho?
Le hago una seña a Ross para que guarde silencio, mientras sigo esperando a que la llamada sea atendida, ruego internamente porque él no ignore mi llamada.
—¿Hola? —su voz algo adormilada me recibe, trago grueso al sentir la pesadez de su respiración a través de la línea haciéndome saber que lo acabo de despertar, me doy una cachetada mentalmente al no recordar que tenemos más de seis horas de diferencia horaria y que lo más común es que estuviera durmiendo para recuperar fuerzas para el vuelo dentro de unas horas —¿Hola? ¿Hay alguien?
—Hola cariño —saludo a Edison, después de un largo rato en silencio. Escucho movimiento del otro lado de la línea, contengo la respiración en cuanto siento los nervios fluir, no sé porque cada vez que peleamos sucede esto, dejamos de hablar por más de dos semanas, y cuando trato de volver a entablar conversación los nervios florecen, supongo que es a causa del miedo de volver a discutir. Cosa que se ha vuelto muy común —, lamento despertarte, olvidé completamente la diferencia horaria — me detengo al escuchar un ligero "ujum" del otro lado de la línea, parpadeo—. De todas formas, estaba llamando porque Leandro me pidió que te avisara que consiguió los boletos de un partido que planeaban ir a ver juntos.
—Ivonne, yo...
—Es este Domingo, yo pensaba que no llegarías hasta el Martes, pero me equivoqué, Leandro me dijo que llegabas mañana en la madrugada, bueno en un par de horas donde estas. Y yo pues... también quería saber por qué no me había enterado antes de tu regreso.
—Ivonne estuve llamándome todos los días y nunca me respondiste, así que hablaba con Leandro para saber de ti ya que no querías hablar conmigo — responde luego de unos segundos en silencio, fruzco el ceño, siendo consciente de la reprimenda que me está dando, aunque lo que más me confunde es la calma con la que expone dichas palabras. Escucho como suelta un bufido perezoso, como si le costara un montón ejercer dicha acción —. De todas maneras, me alegra que llamaras pequeña, extrañaba escuchar tu voz.
Suspiro, al sentir como bajan todas mis barreras tras esa última oración, si algo odiaba de estar enojada con Edison era el hecho de que no podía estar enojada con él mucho tiempo, incluso ahora que vivimos de discusión en discusión, es casi imposible para mí mantenerme enojada y resistirme a ese tipo de muestras de afecto exclusivas, era increíble, casi tres años de noviazgo y aún cedía cada vez que me llamaba de aquella manera. Me había puesto ese apodo cuando aún éramos amigos alegando que era muy menuda para alguien de su tamaño, claro que todo eso tomó un giro completamente diferente cuando decidimos formalizar nuestra relación. Siendo consciente de esto último reprimo el entrañable deseo de murmura un "yo también" y me apresuro en terminar la llamada —Mejor te dejo descansar, te espera un largo viaje, adiós —cuelgo, sin dar lugar a despedidas mientras aprieto el celular entre mis dedos.
Bufo, como odiaba no tener dominio propio cuando de mis sentimientos se trataba.
—Esa fue la conversación más deprimente que he escuchado entre una pareja que llevan días sin verse —ruedo los ojos ante el comentario de Rosmery, avanzo unos pasos hasta tomar asiento en uno de los bancos de la acera al lado de ellas —¿Todo bien entre ustedes?
—Sí.
Ugh más mentirosa no se puede ser.
—¡Eh! ¡¿Con qué espiando?! —giro mi rostro hacia al frente por donde ha venido el grito de Leandro, quien viene cruzando la calle con una sonrisa en el rostro, sonrío también, contagiándome de su buena vibra y agradeciéndole internamente por interrumpir la ronda de preguntas que me esperaba.
—Tenemos que asegurarnos de que te traten bien —dice Hanna mientras se abalanza a sus brazos para fundirse en un abrazo cuando finalmente llega a nuestro lado.
—No hace falta, siempre me tratan bien, más bien deberían de asegurarse de que yo no me porte mal —responde luego de separarse de un poco de Hanna hasta apoyarla en su costado, alzo mis cejas en su dirección antes de explotar en carcajadas.
—¿De verdad a las chicas les gusta que te portes mal con ellas? A mí me daría asco si alguien como tú intentara hacer algo así—no puedo frenar mi risa ante la mueca de desagrado que adorna el rostro de Rosmery tras exponer dichas palabras, observo como Leandro sonríe con coquetería hacia la morena a mi lado.
—¿Eso que escucho es tu yo enamora de mí tratando de ocultar sus celos? —esta vez Hanna se une a mis risas, mientras observamos la pequeña batalla campal que se está llevando a cabo frente a nosotras.
—Ugh, ya quisieras que yo estuviera interesada en ti.
—Me amas, lo sé —el pelirrojo giña un ojo en su dirección antes de fijarse en mí —¿Que van a hacer? ¿Quieren que las invite a comer? Aprovechen, hoy me siento dadivoso.
—Después de semejante follada en la oficina, no digo yo.
Las chicas abren sus ojos con asombro, había olvidado completamente que ellas no estaban actualizadas por completo con todo lo relacionado a Leandro y su nueva relación amorosa se refería —¡¿Qué?! —exclaman, río con soltura.
—Quiero todos los detalles —dice Hanna, mientras extienden sus manos a Leandro y hala de una de sus orejas.
—Ay no, acabas de despertar a las viejas de patio que viven en su interior —me recrimina, yo solo recurro a encogerme de hombros bajo su atenta mirada.
—En algún momento se iban a enterar.
—Exacto — Rosmery quien se había levantado hasta quedar a su lado lo golpea en la frente —¿Pensabas ocultarlo toda la vida?
—¡Auch! Ya dejen de maltratarme.
—Deja de quejarte —responde antes de volver a golpearle en la frente.
—Ross lo necesitamos vivo para que nos lleve a comer —comenta Hanna, saliendo a la defensa del pelirrojo, quien se apoya de la misma buscando refugio.
—Cierto —pero como me imaginaba, ella vuelve a alzar su mano para golpearlo nuevamente en la frente.
—No te daré comida si sigues pegándome —amenaza, aunque puedo observar un atisbo de sonrisa en sus labios mientras observa a la morena a su lado. Suspiro.
Siempre he pensado que ellos se verían muy lindos juntos, pero siendo realistas aquello era una situación bastante improbable. Rosmery era una persona demasiado seria para alguien como Leandro, porque donde él era fuego ella era hielo, y donde él era risas ella era malhumorada. Tal vez podamos emplear el típico dicho donde los opuestos se atraen, pero en lo personal creo que esto no tiene nada que ver con la personalidad humana, en este caso estaba cien por ciento segura que, en vez de atraerse, ocasionarían un choque de poder en donde más de uno saldría herido. Y era una pena, más si tomábamos en cuenta el tira y afloja que han tenido desde que se conocen.
Me levanto del banco mientras acomodó la correa de mi bolso —No puedo ir con ustedes, tengo que ir a limpiar. En un par de horas Edison estará aquí, y tengo el apartamento como un nido de ratas.
Los tres enfocan sus ojos en mí, pero en este caso es Hanna quien habla —Hace mucho que no salimos los cuatro juntos, deberías de venir, enserio, además es comida gratis —alza sus cejas en un tono insinuante.
Río —Ya Leandro me hizo prometer salir mañana a una fiesta, así que si quieren nos vemos todos allá, pero hoy estoy ocupada, de verdad.
—Solo te lo dejo pasar porque saldremos mañana —dice Leandro —¿Quieres que te lleve?
—No, estoy bien, vayan a divertirse.
—Si eso quieres —responde Rosmery —, nos vemos mañana.
—Cuídate —responde Hanna antes de ser arrastrada por los brazos de nuestro amigo junto con Rosmery a su auto.
—Adiós —me despido con la mano, antes de darles la espalda en dirección a la parada de buses.
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