Capítulo IX
En cuanto las puertas se sellaron de nuevo, Taehyung cayó sobre sus rodillas, sintiendo como le costaba respirar. Solo había sido un segundo, pero bastó para que todos vieran como el cuerpo de Kira cambiaba, transformándose en algo más. Una criatura que no parecía ser de este mundo. Sus ropas parecieron fusionarse con un manto blanco hasta desaparecer y su cuerpo creció, pesando más de ciento veinte kilos.
—¿Q-Qué es ella? —susurró Jungkook, cuando salió del shock en el que todos estaban por igual. Nadie había llegado a distinguir su forma final, sin embargo, sabían que ese pelaje no era normal. No era algo que todos hayan podido ver al menos una vez en sus vidas.
Yoongi no tardó en sentir a su animal inquieto. Aullando por salir y seguir a Kira. Todavía no entendía como su lobo se había dejado engañar por Celes, pero ahora comprendía la diferencia de encontrar a su verdadero destino. Porque solo Kira podía hacerlo desear cambiar y derribar las puertas para seguirla. Su lobo no se lo perdonaría jamás si algo le llegaba a pasar a aquella joven de cabellos blanquecinos.
—Ahora todo tiene sentido —habló Seokjin, reposando su frente en el hombro de su esposo. Jungkook no tardó en acercarse para comprobar si su padre se encontraba bien. Y Yoongi solo los observó a la distancia.
—¿Qué es, amor? ¿Qué tiene sentido? —susurró Namjoon, sosteniéndolo por sus caderas.
—Kira —el cuervo miró a su esposo y luego al resto de su familia, así como al tigre que todavía se mantenía de espaldas a ellos, observando la puerta —. Kira es una gamma.
Los gritos y pedidos de ayuda no se hicieron esperar en toda la mansión y hasta Namjoon se estremeció al imaginar lo que estaría pasando allí afuera. Un fuerte rugido resonó en lo alto. Por instinto, Hoseok tomó su arma cuando la defensa volvió a ser desactivada. Las serpientes habían llegado al sótano, lo supo cuando la comunicación con Vernon también se perdió. Solo esperaba que sus hombres y mujeres pudieran resistir.
Taehyung fue el primero en cambiar y saltar sobre una boa constrictor que ingresaba por la ventana. Serpientes comenzaron a avanzar dentro del salón, rodeándolos como a presas. El guardia alfa que había quedado con ellos, no dudó en darle sus armas a Hoseok y cambió a un águila calva, atacando a los ojos de sus enemigos. A él pronto le siguieron Seokjin y Jungkook y por último el alfa líder y Yoongi. Éste último quedándose cerca de su tío para cubrirle la espalda.
Jungkook graznó cuando una serpiente cayó sobre él desde la ventilación y se enroscó alrededor de sus alas, haciéndolo caer como un peso muerto, aunque solo se trataba de una simple serpiente arborícola. Pronto el joven cuervo regresó a su forma humana y tomó por la cabeza a su presa, arrancándola lejos del resto de su cuerpo.
Namjoon comprobó que su hijo menor se las podría arreglar solo, así que no dudó en darle la espalda y continuó desmembrando a los reptiles que ingresaban por las ventanas, junto con la ayuda del tigre. Debían resistir todo lo que pudieran hasta que Kira lograra llegar hasta los So. Solo esperaba que sus fuerzas fueran suficientes.
El líder de las serpientes estaba que echaba chispas por los ojos cuando entró al invernadero del último piso. Su hija, igual de hastiada, empujó al otro omega y Jimin cayó sobre sus pies cuando comenzó a costarle respirar. El miedo no le dejaba calmarse y el calor de su celo poco a poco ya comenzó a hacer acto de presencia. Confiando en que la plática en el salón comedor no duraría demasiado, había dejado sus comprimidos en su habitación. Y ahora tenía miedo, porque sabía que cuando su aroma comenzara a disiparse con intensidad, estaría perdido.
Tenía miedo, estaba aterrado y no quería que algo como lo que había pasado en la tarde, se volviera a repetir. Más ahora que no tenía a su alfa para que lo protegiera.
Su alfa...
El pequeño colibrí en su interior, soltó un pitido lastimero y por su rostro viajaron gruesas lágrimas cuando recordó la forma en que su alfa veía a su hermano... como si Yoongi fuera el único cambiaformas en esa habitación... Como si ambos se hubieran reencontrado después de tanto tiempo. La mirada que Kira le dio a su hermano mayor fue muy distinta a la que le dio a él cuando lo sostuvo entre sus brazos. Como si odiara el hecho de que él fuera su omega. Como si no quisiera aceptarlo. Jimin giró su rostro hacia el suelo y sollozó al sentirse tan desprotegido. Quería desaparecer.
De pronto, el omega no pudo evitar soltar el llamado de auxilio a su alfa cuando alguien tiró de sus cabellos hacia atrás y un rostro se enterró en su cuello, aspirando con fuerza su aroma a flores. A lo lejos, lo gritos desgarradores no dejaban de retumbar en las paredes. Y el hombre que ahora lamía su rostro con su lengua viperina, parecía estar complacido de escuchar aquellos sonidos, creyendo que eran los miembros de esa parvada, los que estaban siendo asesinados por los suyos.
Logrando abrir apenas sus ojos, luego de un fuerte calambre que lo hizo gritar, Jimin vio como Celes apuntaba su arma hacia él y cientos de serpientes se arrastraban hasta donde se encontraban los tres. So no dudó en arrojarlo al centro del pasillo de Pensamientos, donde pronto comenzaron a rodearlo. Algunos todavía en sus formas animales, otros ya en su forma humana, saltaron sobre él queriendo probar un poco de ese adictivo aroma. Y gritó de nuevo. Esta vez no fue su animal, esta vez fue Jimin quien dejó ir un desgarrador alarido cuando el pánico lo envolvió. Tenía miedo, estaba aterrado de tener tantas manos sobre él y que piel escamosa lo envolviera como a una presa. No quería eso. Lo odiaba.
Alguien...
Quien sea...
—¡Alfa! —gritó a todo pulmón cuando alguien mordisqueó su cuello y no pudo evitar sentirse sucio, usado —. ¡ALFA!
Los cristales del invernadero explotaron cuando un nuevo rugido volvió a resonar. Todo pareció detenerse por unos pocos segundos, las miradas clavadas en un solo punto frente a ellos. Allí, entre las puertas de roble, avanzaba una criatura cubierta de rojo, todavía triturando huesos en su boca.
Celes chilló asustada y comenzó a disparar cuando la bestia avanzó. Pero en un rápido movimiento, ya no estaba frente a ellos, sino detrás. Más gritos rasgaron el cielo antes de que la omega cobra cayera inerte, con un enorme hueco en su nuca, donde, se supone, debían encontrarse sus vertebras. So cayó sobre su trasero y vomitó del horror al ver a su hija muerta. La criatura que sus ojos no podían dejar de observar, masacraba a cada uno de sus hombres como si fueran simples hormigas. Insectos fáciles de eliminar. Era despiadado y a la vez magnífico.
En cuanto vio al omega cubriendo su rostro por el miedo, So vio una oportunidad y lo tomó del cuello, acercando el filo de una navaja contra su garganta, haciéndolo chillar.
La bestia frente a ellos se detuvo y los miró con unos fríos ojos azules casi celestes en donde los rayos de una tormenta parecían resplandecer. Los colmillos de So brotaron junto con una risa casi desquiciada, cuando vio el color del pelaje de aquel animal. Debajo de todo ese manto de sangre, blanco era lo que refulgía. Un blanco tan puro que solo podía igualarse a la nieve de invierno.
Era impresionante lo que sus ojos veían y en lo único que pudo pensar, fue en capturar a la bestia. El animal mostró sus dientes cuando pareció leerle el pensamiento. Entonces sintió movimientos detrás de sí y saltó sobre sus patas traseras, tomando la cabeza de una cascabel que pensó en atacarla desde las sombras. So no dejó de maravillarse con los fuertes instintos de la criatura. Era como si el humano ni siquiera estuviera presente mientras la bestia vagaba libre.
Quería saber quien era aquel animal. Quería tenerlo en su poder.
—Te mueves y este pajarito se muere —amenazó cuando el animal dio un paso al frente.
La fiera enseñó los dientes y la cobra en el interior de So desplegó sus alerones, sintiéndose amenazada. Empujó la cuchilla un poco más contra la garganta del omega, casi en advertencia, cuando la criatura dio otro paso. Jimin suelta un débil gemido, tratando de contener la respiración. El animal entonces se detuvo y se agazapó, enseñando los dientes.
—¿Qué te parece si cambias de lugar con el omega? —ofreció la cobra y respiró sobre el cuello del pequeño colibrí para provocar al animal —. Mataste a todos mis hombres ¿verdad? —rio desquiciado —. Eso no podría haberlo hecho solo ni yo mismo y necesito esa fuerza. Podríamos hacer grandes cosas juntos. Solo tienes que unirte a mí —intentó convencer, sus ojos brillando contra la luz de la luna.
Jimin no pudo dejar de ver a aquel animal cuando éste no se movió más. So quizás podía creer que la bestia estaba considerando su oferta y Jimin se aterró solo de pensar que alguien tan despiadado como aquel animal, terminara en manos de esa cobra. Pero entonces su colibrí lo supo. Esos afilados orbes puestos solo en él como si quisiera decirle algo. Esos ojos de un azul tan intenso como el mar nocturno y ese celeste eléctrico... era su alfa.
Como si sintiera la orden de su alfa, Jimin contuvo la respiración y apretó sus ojos con fuerza.
Solo cuatro segundos.
Eso fue lo que tardó aquella criatura en arrancarle el brazo a So, como si fuera un delicado mondadientes, y luego saltó a su cuello, arrancándole la garganta. Jimin jadeó y cayó al suelo, cubriéndose los oídos cuando los alaridos del hombre quisieron grabarse en su memoria. La agonía en sus gritos dejaba a la vista lo mucho que estaba sufriendo.
Entonces todo volvió a ser silencio.
Un pequeño lametón barrió la mejilla del omega, queriendo borrar aquel rastro de sangre que estaba manchando su hermosa piel. Jimin se estremeció y el animal bajó sus orejas, sentándose sobre sus patas traseras frente a él. Sus labios no tardaron en temblar cuando otra lamida se llevó sus lágrimas y entonces estalló. Aferrándose como si su vida dependiera de ello, sostuvo entre sus brazos a la criatura que no dejó de restregar su cabeza contra su cuello, como si quisiera reconfortarlo.
Un segundo después, el cuerpo comenzó a cambiar, volviéndose más delgado y alto. De pronto, delicados brazos eran los que lo sostenían y Jimin al fin se permitió llorar como no lo hacía desde que era un pequeño polluelo. Lloró tanto. Lloró por el miedo a morir que sintió, lloró por temor a perder a los suyos, lloró por el pavor a perder a su alfa. Pero ella estaba ahí, sosteniéndolo, dejándolo llorar contra su pecho mientras que sus penas se mezclaban con la sangre que cubrían el cuerpo de la joven.
—Ya... shh. Ya no llores, Jimin. Ya todo está bien. Estás a salvo —consoló con un delicado susurró que solo logró oprimir más el corazón del omega.
—¡Tuve tanto miedo! —sollozó, aferrándose a las prendas ensangrentadas —. ¡Te necesitaba!
—Shh... lo sé... Lamento haberme tardado —Kira sonrió cuando el joven de cabellos azulados negó contra su pecho.
—V-Viniste... Llegaste cuando te llamé... M-Me oíste...
—Y siempre lo haré —Jimin la miró con ojos llorosos al escuchar eso y Kira elevó sus manos, secando con sus pulgares aquel bello rostro —. Lo prometo.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo —susurró sobre los labios del omega y dejó que este la besara cuando pareció necesitar del contacto. Como si temiera que ella no fuera real. Como si temiera que nada de eso lo fuera, y en realidad ya se encontrara muerto.
De un momento a otro, sintió los brazos de Kira apretar más fuerte a su alrededor. Segundos después su familia apareció en la puerta, heridos y jadeando, también con sangre en sus cuerpos. Sin poder evitarlo, Jimin volvió a llorar y Kira lo dejó ir cuando su padre omega le tendió los brazos. La familia Min se abrazó con fuerza entre lágrimas. El inmenso miedo de perder a uno todavía no podía abandonar sus corazones, y lo único que podían hacer era llorar y sostenerse con fuerza.
Taehyung cojeó hasta llegar a su lado, comprobando solo con la mirada que la joven de cabellos blanquecinos también estuviera en una pieza.
—Estoy bien —murmuró Kira cuando ya no soportó la mirada del tigre. Taehyung asintió en silencio y observó igual que su compañera a la familia que lloraba entre los brazos del otro.
—Tenemos que irnos —susurró entonces Taehyung y Kira asintió, dándole la razón. Esa familia ya sabía demasiado de ella. Y aunque ya no pudiera regresar con los lobos, por no completar su misión, tampoco podía permanecer allí.
No iba a poner su confianza y su vida en las manos de desconocidos. Mucho menos iba a poner en peligro la vida de sus destinados. Quiso reír por lo irónico que sonó eso.
¿Qué tan perra podía ser la diosa como para que ella tuviera la desgracia de encontrar a sus dos destinados entre cuervos?
Ahora lo sabía: demasiado.
Nina Glastor💜
XXV - IV - XX
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