Frontera Rusia-Ucrania, 8 de diciembre de 2024.

Desde pequeños, en mi país, nos enseñan a reprimir los sentimientos. Los adultos suelen decirle a los niños que “los hombres” no lloran, nos dan armas y soldados como juguetes y los héroes de la historia que enseñan en la escuela, suelen ser personajes que causaron las peores guerras de la humanidad. Solo espero que algún día, el causante de este caos no sea recordado como un héroe.

Quise enseñarle a mi hijo tantas cosas, pero solo le dejé como herencia un padre ausente, al que puede ver a través de una pantalla de vez en cuando, al final fracasé. Me engañaba a mí mismo repitiéndome que todo este sacrificio lo hacía para darle una mejor vida, pero eso está tan lejos de ser cierto. Las cosas materiales que pueda llegar a enviarle no se comparan con un abrazo, con enseñarle a andar en bicicleta, con estar a su lado.

Si muero y nunca más puedo tomar la mano de mi hijo, no quiero que le digan que su padre fue un héroe, no lo soy. Odiaría que algún día dijera que quiere ser como yo, un hombre que entrena ganado para ir directo al matadero no es un ejemplo a seguir. Preferiría que pensara que su padre fue un tonto, que lo dejó por pelear batallas que no eran suyas.